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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Drinks from the past. [Priv. Reinhard]
Lost Garden :: ✧ Elysium :: Oblivion :: Zona residencial
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por Jeanne Jovovich. Lun Jul 30, 2018 6:49 pm
Estaba bebiendo vino, sentada en un sofá de un color rojo vino tinto, un tanto curioso porque estaba ingiriendo algo de la misma gama de colores al igual que su cabello pertenecía a esos diversos rojos. Su cuaderno con los precios de las cabezas de varios asesinos y personas importantes en Elysium se encontraba abierto al lado del sofá, lo husmeaba mientras le daba un suave trago a la bebida; vestía una blusa corta que llegaba hasta la mitad de su estómago, sus senos casi escapaban de esta vestimenta, además un pantalón ceñido al cuerpo de color negro, sus tacones y una chaqueta que le cubría.
No sabe porque, tal vez por los mínimos efectos del alcohol que le llenaban de recuerdos de su pasado, le vino a la mente aquellos años donde trabajaba en equipo con Reinhard Sinclair, sin duda uno de los mejores con los que ha podido trabajar y si mal no recuerdo, el único con el que pudo “trabajar en equipo”, eran un gran dúo sin duda. Le ayudó desde que pisó Elysium en todo momento, al escapar de su familia no tenía a nadie, nunca era contratada porque la consideraban una “novata” una “Don nadie”, gracias a la fama que le brindó aquel hombre pudo llegar a surgir como una buena fuerza para ser contratada.
¿Por qué fue que se separaron? Ah… Le vino instantáneamente a la mente como un relámpago, fallaron en una misión y ella se frustró tanto que decidió retirarse para ser una mujer caza recompensas que trabaja en solitario; Reinhard también estuvo frustrado por fallar pero nunca le pasó por la mente el separarse, fue decisión de ella, no se permitía en esos momentos la debilidad aunque considerará a ese hombre un amigo y sí hubieran pasado más tiempo juntos, tal vez en algo más que amigos pero, su orgullo podía más que cualquier otra cosa. No había espacio para el error, así de simple.
Agarró un bolígrafo de color rojo que estaba posicionado en la mesa al lado del sofá, para tachar a un hombre que justamente mató hace unas horas antes de estar en su casa. Por esa la razón de tener ropas tan adecuadas para trabajar. Justo fue tachar el nombre le llegó la notificación al teléfono de que la transacción fue exitosa, bastante dinero por un hombre tan fácil como ese. Los beneficios de ser una mujer de cuerpo de Afrodita, actitud sensual y una sonrisa que le servía para seducir a cualquier hombre que se le pusiera enfrente. Una sonrisa apareció en su rostro durante unos cuantos segundos hasta que bebió de su vino, disfrutando la vida que tenía.
En eso, escuchó varios golpes a la puerta.
Alzó una ceja, ¿Quién podría ser? Nadie sabía que ella vivía ahí, más bien, era de esas pocas ocasiones que escuchaba esa puerta tocar. Guardó su cuaderno debajo del sofá, su teléfono lo metió en su bolsillo para sacar de uno de los cajones de la mesa al lado del mueble una pistola cargada, tenía oportunidad para tres tiros pero solo uno era más que suficiente.
No había forma de ver quién estaba detrás de la puerta, era de noche y se encargó personalmente de ello además de tener cortinas que no permitieran a la gente ver lo que pasaba adentro.
Abrió rápidamente la puerta y con la misma rapidez la cerró, agarró del cuello de la camisa a ese hombre para que cayera encima de ella. Era bastante alto… No se lo esperaba en realidad. En esos segundos que caían, aprovechó para empujarle hacia un lado y entonces Jeanne quedó encima de este, de manera más precisa, cayó en su estómago. La pistola posicionada para dispararle justo en la frente, su mirada estaba seria, lista para apretar el gatillo.
— ¿Reinhard? ¿Qué haces aquí? —
Aun así mantuvo la pistola apuntando la frente, una expresión de molestia apareció en el rostro de la muchacha. De todas las personas, no esperaba a ese hombre ahí.
— Dame razones para no matarte. Tu cabeza vale bastante. —
Lo tenía en su cuaderno pero, tal vez por los momentos vividos en el pasado, no disparó de manera directa.
No sabe porque, tal vez por los mínimos efectos del alcohol que le llenaban de recuerdos de su pasado, le vino a la mente aquellos años donde trabajaba en equipo con Reinhard Sinclair, sin duda uno de los mejores con los que ha podido trabajar y si mal no recuerdo, el único con el que pudo “trabajar en equipo”, eran un gran dúo sin duda. Le ayudó desde que pisó Elysium en todo momento, al escapar de su familia no tenía a nadie, nunca era contratada porque la consideraban una “novata” una “Don nadie”, gracias a la fama que le brindó aquel hombre pudo llegar a surgir como una buena fuerza para ser contratada.
¿Por qué fue que se separaron? Ah… Le vino instantáneamente a la mente como un relámpago, fallaron en una misión y ella se frustró tanto que decidió retirarse para ser una mujer caza recompensas que trabaja en solitario; Reinhard también estuvo frustrado por fallar pero nunca le pasó por la mente el separarse, fue decisión de ella, no se permitía en esos momentos la debilidad aunque considerará a ese hombre un amigo y sí hubieran pasado más tiempo juntos, tal vez en algo más que amigos pero, su orgullo podía más que cualquier otra cosa. No había espacio para el error, así de simple.
Agarró un bolígrafo de color rojo que estaba posicionado en la mesa al lado del sofá, para tachar a un hombre que justamente mató hace unas horas antes de estar en su casa. Por esa la razón de tener ropas tan adecuadas para trabajar. Justo fue tachar el nombre le llegó la notificación al teléfono de que la transacción fue exitosa, bastante dinero por un hombre tan fácil como ese. Los beneficios de ser una mujer de cuerpo de Afrodita, actitud sensual y una sonrisa que le servía para seducir a cualquier hombre que se le pusiera enfrente. Una sonrisa apareció en su rostro durante unos cuantos segundos hasta que bebió de su vino, disfrutando la vida que tenía.
En eso, escuchó varios golpes a la puerta.
Alzó una ceja, ¿Quién podría ser? Nadie sabía que ella vivía ahí, más bien, era de esas pocas ocasiones que escuchaba esa puerta tocar. Guardó su cuaderno debajo del sofá, su teléfono lo metió en su bolsillo para sacar de uno de los cajones de la mesa al lado del mueble una pistola cargada, tenía oportunidad para tres tiros pero solo uno era más que suficiente.
No había forma de ver quién estaba detrás de la puerta, era de noche y se encargó personalmente de ello además de tener cortinas que no permitieran a la gente ver lo que pasaba adentro.
Abrió rápidamente la puerta y con la misma rapidez la cerró, agarró del cuello de la camisa a ese hombre para que cayera encima de ella. Era bastante alto… No se lo esperaba en realidad. En esos segundos que caían, aprovechó para empujarle hacia un lado y entonces Jeanne quedó encima de este, de manera más precisa, cayó en su estómago. La pistola posicionada para dispararle justo en la frente, su mirada estaba seria, lista para apretar el gatillo.
— ¿Reinhard? ¿Qué haces aquí? —
Aun así mantuvo la pistola apuntando la frente, una expresión de molestia apareció en el rostro de la muchacha. De todas las personas, no esperaba a ese hombre ahí.
— Dame razones para no matarte. Tu cabeza vale bastante. —
Lo tenía en su cuaderno pero, tal vez por los momentos vividos en el pasado, no disparó de manera directa.
Última edición por Jeanne Jovovich. el Mar Sep 04, 2018 2:08 pm, editado 1 vez
Tumultus
Jeanne Jovovich.
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por Reinhard T. Sinclair Dom Ago 05, 2018 11:00 pm
"Estimado Señor Sinclair.-
Estoy seguro, desde el fondo de mi quebrado corazón, que todos sus años de experiencia seguramente le harán comprender los motivos que tengo al dirigirme a usted de esta forma y no en persona. Pero le prometo tan solo una cosa, este trabajo es algo que ni siquiera usted se puede imaginar. He investigado todo su historial, me considero una persona sumamente precavida. Y en todos los asesinatos y encargos que ha realizado, ninguno es como el que le quiero proponer. Su objetivo en este trabajo, es un dragón. Vengo de una familia de cazadores, la cual ha realizado una hazaña sin ningún tipo de precedentes. Asesinaron a toda una manada de dragones hace 1000 años. Desafortunadamente dejaron uno vivo. Un niño por aquél entonces. Pero que por todo ese milenio, le ha dado caza a mi familia sin pausa ni intenciones de detenerse. Necesito que elimine a este dragón. No puedo darle mas detalles que como es su apariencia y donde ha sido visto por última vez. Pero tengo una advertencia que hacerle. No es el primer mercenario que contrato. Y todos ellos no encontraron al dragón. El dragón los encontró a ellos. Y todos están muertos. Seguramente para el momento en el que esta carta llegue a sus manos, el ya le está dando cacería. "
Estoy seguro, desde el fondo de mi quebrado corazón, que todos sus años de experiencia seguramente le harán comprender los motivos que tengo al dirigirme a usted de esta forma y no en persona. Pero le prometo tan solo una cosa, este trabajo es algo que ni siquiera usted se puede imaginar. He investigado todo su historial, me considero una persona sumamente precavida. Y en todos los asesinatos y encargos que ha realizado, ninguno es como el que le quiero proponer. Su objetivo en este trabajo, es un dragón. Vengo de una familia de cazadores, la cual ha realizado una hazaña sin ningún tipo de precedentes. Asesinaron a toda una manada de dragones hace 1000 años. Desafortunadamente dejaron uno vivo. Un niño por aquél entonces. Pero que por todo ese milenio, le ha dado caza a mi familia sin pausa ni intenciones de detenerse. Necesito que elimine a este dragón. No puedo darle mas detalles que como es su apariencia y donde ha sido visto por última vez. Pero tengo una advertencia que hacerle. No es el primer mercenario que contrato. Y todos ellos no encontraron al dragón. El dragón los encontró a ellos. Y todos están muertos. Seguramente para el momento en el que esta carta llegue a sus manos, el ya le está dando cacería. "
El mercenario levantó la mirada. Sin darse cuenta se había visto inmerso en la lectura de aquél trozo de papel viejo, similar mas a un papiro que a una de las hojas de uso común y corriente. Sus ojos se encontraron con los de sus improvisados acompañantes. Dos hombres de traje y sombreros de color oscuro. Lo citaron en un lugar público, un restaurante de barrio bajo, para que no se montara una escena violenta y pudieran hablar en un tono de voz bajo. Inteligentes, había pensado el Cyborg cuando recibió la invitación. Pero no esperó que la forma de comunicación con su futuro benefactor tuviera esas características. Muchos hombres que andaban en ese rubro, disfrutaban el hecho de hacer gala de su poderío económico. Ser una figura en el bajo mundo les daba erecciones, llegó el mercenario a conjeturar. Dejó la carta sobre la mesa y soltó un pesado suspiro. O lo estaban tomando por estúpido o aquello era la hostia. Un trabajo de puta madre. Y por sobre todo, estúpidamente suicida. Reinhard se puso de pie y soltó una ligera risa. Guardó la carta y tan solo hizo un ligero gesto con la cabeza, mostrando que aceptaba la tarea.
Nunca había cazado un dragón. Y el hecho de sentirse perseguido, se le antojó como un juego por demás entretenido. El mercenario guardó la carta en el bolsillo interno de su chaqueta. Observó a un lado de la entrada, donde un maletín oscuro había sido depositado por los dos hombres que se reunieron con él adentro del restaurante. Un tercero lo vigilaba como un águila que persigue una cabra del monte. No dijo nada al momento que tomó el mismo y se encaminó hacia el piso que estaba rentando de forma momentánea. Supuestamente en ese maletín estaba toda la información relevante para su cacería. O como evitar que lo maten antes de hacer algo siquiera. Tenía que estudiar, y tenía que mantenerse en movimiento. Sino sería la cena de un dragón con un pésimo humor.
______________________________________________
3 días despuès.
Distrito Residencial.
Distrito Residencial.
Tres días investigó de forma exhaustiva. Y se dio cuenta del por que del secretismo de parte de su benefactor. En el transcurso de esos tres días y de diferentes formas, le hicieron llegar mas información y fondos suficientes como para fugarse a un lugar recóndito del mundo y vivir como un puto rey. Pero por algún motivo, se le antojó que su propio benefactor tenía una excelente idea de como era él. No iba a abandonar su labor. Muchas veces había estado ya próximo a la muerte. Y no le importaba estarlo de nuevo.
Toda la información que le brindaron era por demás confusa. Eran reportes sobre los asesinatos de todos los mercenarios que fueron contratados en los últimos diez años. Y llegó a entender el por qué del apodo que había recibido aquella misión. "La misión suicida"; "La misión imposible" y muchos más. Los reportes de los forenzes no dejaba ver mas allá de muertes horribles. Ningún rastro o modus operandi por demás significativo. El dragón no repetía nunca su forma de asesinar. A algunos les había arrancado la cabeza, a otros los había matado de hambre o de sed. Otros los quemó. Y a otros los despareció sin mas.
Quizás por los mas de cincuenta cadáveres que habían tomado ese manto de cazador antes que él, fue que se encontraba en la zona residencial aquella noche. Enfrente de una casa, que por fuera aparentaba estar abandonada. Pero los métodos de la muchacha nunca le fueron ajenos. Sabía como operaba, y sabía como seguirle los pasos a la perfección. Una vez que se aseguró de que no había dispuesto trampas, ingresó de forma sigilosa a la propiedad. No dudó ni demoró tampoco en llegar hasta la puerta. Soltó un suspiro y tocó. Hacía tres años que no la veía.
- ¿Una excusa? - Lo recibió tal y como se lo imaginó. No opuso resistencia alguna, que bien pudo haberlo hecho. Darle vuelta aquella llave era una estupidez, un juego de niños. Hasta se le antojó que ella hasta pudo haberse imaginado que no pondría resistencia. Pero esos eran cuentos del pasado. Jeanne, su aprendiz y quizás una de las pocas personas sobre la tierra que él había tolerado por mas de un día a su lado y sin que hubiera dejado su aroma y esencia impregnados en las sábanas de su cama. - ¿Que tal el hecho de que sigues siendo una novata? - Así como el cañón que tenía enfrente de la cara, la muchacha estaba pronta a sentir el frío cañón del arma de Reinhard. En su abdomen. -Siempre inutiliza los brazos primero, incluso antes que la piernas. - Reinhard la miró por primera vez a los ojos, tres años habían pasado desde aquél fracaso que separó sus caminos. - Te ves muy bien, niñata.
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Reinhard T. Sinclair
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por Jeanne Jovovich. Vie Ago 10, 2018 7:07 pm
Ver ese rostro le traía demasiados recuerdos del pasado y eso era lo que no quería recordar: el pasado. ¿No podía dejarla tranquila, acaso? ¿Tenían que encontrarse de nuevo y ser un chicle en su zapato? Las razones por las cuales dejaron de trabajar juntos ella las dejó bastante obvias, tal vez por ser 70% robot y lo demás humano olvidaba el por qué Jeanne abandonó el dúo espectacular que hacían. Todo se fue al desagüe por una simple misión, fallaron y eso fue suficiente para la pelirroja irse. ¿Estaba siendo infantil acaso? Claro que no, ella no lo pensaba así, toda su vida estuvo destinada a ser una perfecta caza recompensas y entonces, a pesar de que ese hombre le trajo fama y un estatus perfecto para ser contratada, fallar a la vez que fracasar no estaban en el diccionario de la mujer.
“— ¿Qué tal el hecho de que sigues siendo una novata? —“
Eso provocó que en su expresión apareciera molestia, irritación, ganas de matarle ahí mismo y claro que podía. Justo iba a apretar el gatillo pero enseguida la sensación fría de un arma en su cuerpo hizo que desistiera de la idea, gruñendo, chasqueando la lengua en tono de obvia frustración. ¿Aun así se atrevía a darle consejos? Obvio que lo sabía. A pesar de estar en obvia desventaja los dos, no dejó de apuntarle porque su orgullo no le dejaba quitarse de encima y, dejar de apuntarle.
— No necesito de tus halagos. —
Dijo de manera fría, molesta. Luego de unos segundos, con la rabia encima se quitó del cuerpo ajeno para caminar hacia su sofá, agarrar su copa de vino y beberlo todo de una sola vez, no dejando ni siquiera una gota de aquel líquido vino tinto en la copa, aprovechó también para presionar un botón que no se veía debido a que era del mismo color de la mesa, lo apretó debido a que ahí fue que colocó la botella de vino, no faltaría mucho tiempo para que se activara el mecanismo. La botella estaba en su mesita al lado del mueble así que volvió a servirse con intenciones de darle otro trago pero no tan intenso como el primero, solo fue para pasar el mal momento. Terminó sentándose con sus piernas cruzadas al igual que sus brazos, colocados debajo de sus senos.
— Explícame a que viniste, si no lo haces te aseguro que te mataré de una forma u otra. —
Una sonrisa pícara apareció en su rostro mientras continuaba bebiendo de su vino, a la vez que un punto rojo aparecía en la frente del mayor. Se abrió una sección del techo arriba de la muchacha de cabellos rojos, saliendo un revólver que estaba apuntando justo en la frente de Reinhard, ¿Se estaría esperando eso? Seguramente que sí, vamos, que era Reinhard. El único hombre que le conocía demasiado bien pero de solo imaginar su rostro de miedo le excitaba, incluso tal vez llegaría a mojarse si sucedía aquello. Conocía a ese hombre mejor que nadie, así que no se esperaba algo así para nada. Se podía soñar, ¿No?
— Habla o muere. Es un juego divertido, ¿No crees? —
Estando de piernas cruzadas, uno de sus brazos específicamente su codo se apoyó en su pierna mientras su mejilla terminaba colocada en la palma de su mano, sus senos se veían bastante grandes, suaves, como una tela de seda. Su sonrisa juguetona se mantenía, viendo fijamente al muchacho. ¿Qué haría? Estaba ansiosa de llegar a ver que podía hacer el poderoso e inteligente Reinhard ante esa situación.
“— ¿Qué tal el hecho de que sigues siendo una novata? —“
Eso provocó que en su expresión apareciera molestia, irritación, ganas de matarle ahí mismo y claro que podía. Justo iba a apretar el gatillo pero enseguida la sensación fría de un arma en su cuerpo hizo que desistiera de la idea, gruñendo, chasqueando la lengua en tono de obvia frustración. ¿Aun así se atrevía a darle consejos? Obvio que lo sabía. A pesar de estar en obvia desventaja los dos, no dejó de apuntarle porque su orgullo no le dejaba quitarse de encima y, dejar de apuntarle.
— No necesito de tus halagos. —
Dijo de manera fría, molesta. Luego de unos segundos, con la rabia encima se quitó del cuerpo ajeno para caminar hacia su sofá, agarrar su copa de vino y beberlo todo de una sola vez, no dejando ni siquiera una gota de aquel líquido vino tinto en la copa, aprovechó también para presionar un botón que no se veía debido a que era del mismo color de la mesa, lo apretó debido a que ahí fue que colocó la botella de vino, no faltaría mucho tiempo para que se activara el mecanismo. La botella estaba en su mesita al lado del mueble así que volvió a servirse con intenciones de darle otro trago pero no tan intenso como el primero, solo fue para pasar el mal momento. Terminó sentándose con sus piernas cruzadas al igual que sus brazos, colocados debajo de sus senos.
— Explícame a que viniste, si no lo haces te aseguro que te mataré de una forma u otra. —
Una sonrisa pícara apareció en su rostro mientras continuaba bebiendo de su vino, a la vez que un punto rojo aparecía en la frente del mayor. Se abrió una sección del techo arriba de la muchacha de cabellos rojos, saliendo un revólver que estaba apuntando justo en la frente de Reinhard, ¿Se estaría esperando eso? Seguramente que sí, vamos, que era Reinhard. El único hombre que le conocía demasiado bien pero de solo imaginar su rostro de miedo le excitaba, incluso tal vez llegaría a mojarse si sucedía aquello. Conocía a ese hombre mejor que nadie, así que no se esperaba algo así para nada. Se podía soñar, ¿No?
— Habla o muere. Es un juego divertido, ¿No crees? —
Estando de piernas cruzadas, uno de sus brazos específicamente su codo se apoyó en su pierna mientras su mejilla terminaba colocada en la palma de su mano, sus senos se veían bastante grandes, suaves, como una tela de seda. Su sonrisa juguetona se mantenía, viendo fijamente al muchacho. ¿Qué haría? Estaba ansiosa de llegar a ver que podía hacer el poderoso e inteligente Reinhard ante esa situación.
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Jeanne Jovovich.
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por Reinhard T. Sinclair Miér Ago 15, 2018 1:48 pm
Los recuerdos no esperaron demasiado para aglomerarse en su mente. Con el simple hecho de sentir su aroma, Reinhard se sintió transportado al pasado. Un olor que no era dulce, no era el aroma que uno le imagina a cualquier niñata de familia de buena cuna. Proveniente de familia adinerada y refinada posición social. Un perfume que no se antojaría nunca al de una princesa. Era el aroma digno de una mujer guerrera. No sabía cómo ponerlo en palabras, dado que aquello nunca había sido lo suyo. Pero sí sabía qué recuerdos resurgían en su mente en ese preciso momento. En ese momento que debería ser nada más que tensión cortante y resentimiento. Y si bien ciertamente lo único perceptible en la menor era el enojo y la frustración producida por un reencuentro no deseado, en él había cosas completamente diferentes. El cyborg no sentía resentimiento, sino que se sentía como en casa. Tal y como se sintió en ese período de tres años que habían pasado peleando lado a lado. Codo a codo, baño de sangre tras baño de sangre. Tiempos de excesos, como tiempos de la más absoluta austeridad. Tiempos de verdadera camaradería.
Pero el cariño que una vez vio en el mirar de Jeanne, ahora no era más que un gélido para de ojos, que no hacían más que mostrarle el más puro de los disgustos. Al quitarse ella, Reinhard no tardó en incorporarse, fingiendo algo de dificultad. Paseó su mirar por todo el lugar, sin poder evitar sentir un poco de orgullo en el interior de su pecho. Su única pupila por lo visto había aprendido una o dos cosas como era debido. Los muebles permanecían cubiertos, eso facilitaba el hecho de que no quedaran rastros de ADN. Utilizaba lo mínimo e indispensable de la casa. Para no llamar la atención, por supuesto. Siempre había espacio para alguna que otra modificación por supuesto, pero no eran nada que no pudiera ser removido en el eventual caso de una salida repentina. La labor de un mercenario no era en absoluto ostentosa. Vivir de la muerte tenía sus serios perjuicios, y pocos beneficios que excedieran al económico. Se tenía dinero, pero era en extremo extraño que un mercenario tuviera propiedades o inversiones que se pudieran vincular a su propia persona. Por no mencionar el hecho de que tratar con el negocio de quitar una vida por un precio, ponía desde ya la moralidad en tela de juicio. Uno no tenía que estar bien de la cabeza para ser un mercenario. Eso era lo que siempre había dicho para sí mismo.
No fue ajena al Cyborg esa acción casi imperceptible. La conocía lo suficiente como para reconocer toda intención posible que pudiera tener. Si ese rencor del cual tanto hacía gala, era para tomar en serio, entonces ese botón seguramente seguiría la regla del mismo. Un juego, o una amenaza, cualquiera de las dos opciones. Esperar una suerte de luces amorosas y que de repente empezara a sonar una velada digna de una película pornográfica, sería irreal y demasiado perfecto. Pero él no dijo nada, por el contrario, actuó tal y como si la acción fuera aún desconocida y sus palabras en algún punto inesperadas. Iba a continuar con esa fachada de chica dura por todo el tiempo que él se lo permitiera. O claro, la circunstancias. Esa “amenaza” tuvo menos de aquello que su propia presentación. Pero era comprensible. Reinhard había respetado en su momento su determinación. Por no decir que compartía esa característica de no dejarse pisotear por nadie y mantener el control de toda situación.
Y entonces se reveló lo que el condenado botón hacía. Reinhard lo vió venir incluso antes de que ella esbozara aquella arrogante sonrisa. Él, sin embargo, mantuvo su semblante serio, y principalmente…el silencio. El puntero láser, marcando su frente se le antojó como un detalle trillado de una película. Subió su mirar hacia el arma en cuestión. Era una calibre 38, de decente potencia, con una suerte de mecanismo que estaba diseñado para disparar. La pregunta ahora podría ser… ¿Se disparaba con el movimiento? ¿O tendría ella que activarla de nuevo? Irrelevante, pensó el Cyborg para sus adentros. Entonces puso a prueba la audacia de su pupila. Fijó su mirar en el ajeno por unos tres segundos, que a cualquiera se le hubieran asemejado más a una eternidad que a un instante, al momento que dio un paso al frente. Pudo escuchar con precisión como el arma se disparó. Una fracción de segundo más tarde, la bala impactó de lleno en su frente. El enorme y pesado cuerpo del mercenario cayó de espaldas al suelo, provocando un estruendoso sonido.
- Sería divertido, sí…- Luego de dos minutos de silencio, la voz del Cyborg volvió a aparecer en escena. Una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro. – Si realmente fuera un juego que pudiera matarme. – No dijo más estando en aquella posición. Con total calma, Reinhard se puso de pie lentamente. En el proceso tomó del suelo la bala que debía de haberle atravesado la cabeza. Observó la misma con cierta curiosidad y luego le arrojó la misma a la muchacha. – ¿Un calibre 38? ¿En serio?
El mayor entonces elevó un dedo a su frente y señaló su frente, la cual no tenía más que una pequeña marca, producto del impacto de la bala. Sin dar una explicación, aún, se encaminó dentro de la casa, tomando asiento en uno de aquellos sofás, dispuestos por los legítimos dueños de la propiedad. Soltó un suspiro y dejó un pesado bolso lleno de cosas a un lado de donde se había sentado. Allí dentro había un buen número de armas y todos los documentos pertinentes para proseguir con la cacería. Se acomodó la pesada chaqueta, y del bolsillo interno derecho sacó una petaca de un refinado metal, plagado de finas inscripciones. Abrió la tapa con calma y le dio un par de tragos al refinado líquido. Era una delicia, nunca se cansaría de decirlo. Ese cargamento de un licor más que legendario, había sido una de sus mejores adquisiciones de los últimos años. Soltó un suspiro y volvió a mirar a la menor. Sonrió y elaboró los motivos del porqué había sobrevivido.
- Ser un trozo de hojalata inservible tiene sus beneficios de vez en cuando. Tu juego no puede matarme porque hace precisamente un año, se me ocurrió una idea. La única parte de mi cuerpo que no puedo perder, es mi cerebro. Tu puedes apuñalarme, darme balazos, lo que se te ocurra. No moriré. – Le dio otro trago a la bebida y se volvió a sentir complacido por su delicia. Sacó de su bolsillo izquierdo un paquete de cigarrillos y se llevó uno a los labios. – Lo único que puede matarme, es si esa bala, atraviesa mi cerebro. Por lo que, tuve la idea de modificar la composición de mi cráneo. No es hueso. Ni tampoco un metal ordinario. Es una aleación bastante especial. Y las balas, no pueden hacerme nada. – Reinhard soltó una ligera risa y observó lo voluptuoso del cuerpo femenino que tenía enfrente. Siempre había sido hermosa, algo que había usado para su propio beneficio una infinidad de veces. Pero ahora se le antojaba más apetecible que nunca. – Vine por trabajo, Jeanne, y ya sé, tú decidiste irte y bla bla bla. – Su sonrisa se borró de repente y continuó dándole tragos a la petaca. Pero su voz se tornó sumamente seria con lo que fuera a decir a continuación. – He venido por que acepté un trabajo. Todos los mercenarios saben de él. Me imagino, que tú también. – Reinhard sacó del bolsillo interno izquierdo de su chaqueta el trozo desgastado de papel. En donde estaba la carta escrita por su más reciente benefactor. – Ya has de hacerte a la idea de mi motivación de venir a verte.
Pero el cariño que una vez vio en el mirar de Jeanne, ahora no era más que un gélido para de ojos, que no hacían más que mostrarle el más puro de los disgustos. Al quitarse ella, Reinhard no tardó en incorporarse, fingiendo algo de dificultad. Paseó su mirar por todo el lugar, sin poder evitar sentir un poco de orgullo en el interior de su pecho. Su única pupila por lo visto había aprendido una o dos cosas como era debido. Los muebles permanecían cubiertos, eso facilitaba el hecho de que no quedaran rastros de ADN. Utilizaba lo mínimo e indispensable de la casa. Para no llamar la atención, por supuesto. Siempre había espacio para alguna que otra modificación por supuesto, pero no eran nada que no pudiera ser removido en el eventual caso de una salida repentina. La labor de un mercenario no era en absoluto ostentosa. Vivir de la muerte tenía sus serios perjuicios, y pocos beneficios que excedieran al económico. Se tenía dinero, pero era en extremo extraño que un mercenario tuviera propiedades o inversiones que se pudieran vincular a su propia persona. Por no mencionar el hecho de que tratar con el negocio de quitar una vida por un precio, ponía desde ya la moralidad en tela de juicio. Uno no tenía que estar bien de la cabeza para ser un mercenario. Eso era lo que siempre había dicho para sí mismo.
No fue ajena al Cyborg esa acción casi imperceptible. La conocía lo suficiente como para reconocer toda intención posible que pudiera tener. Si ese rencor del cual tanto hacía gala, era para tomar en serio, entonces ese botón seguramente seguiría la regla del mismo. Un juego, o una amenaza, cualquiera de las dos opciones. Esperar una suerte de luces amorosas y que de repente empezara a sonar una velada digna de una película pornográfica, sería irreal y demasiado perfecto. Pero él no dijo nada, por el contrario, actuó tal y como si la acción fuera aún desconocida y sus palabras en algún punto inesperadas. Iba a continuar con esa fachada de chica dura por todo el tiempo que él se lo permitiera. O claro, la circunstancias. Esa “amenaza” tuvo menos de aquello que su propia presentación. Pero era comprensible. Reinhard había respetado en su momento su determinación. Por no decir que compartía esa característica de no dejarse pisotear por nadie y mantener el control de toda situación.
Y entonces se reveló lo que el condenado botón hacía. Reinhard lo vió venir incluso antes de que ella esbozara aquella arrogante sonrisa. Él, sin embargo, mantuvo su semblante serio, y principalmente…el silencio. El puntero láser, marcando su frente se le antojó como un detalle trillado de una película. Subió su mirar hacia el arma en cuestión. Era una calibre 38, de decente potencia, con una suerte de mecanismo que estaba diseñado para disparar. La pregunta ahora podría ser… ¿Se disparaba con el movimiento? ¿O tendría ella que activarla de nuevo? Irrelevante, pensó el Cyborg para sus adentros. Entonces puso a prueba la audacia de su pupila. Fijó su mirar en el ajeno por unos tres segundos, que a cualquiera se le hubieran asemejado más a una eternidad que a un instante, al momento que dio un paso al frente. Pudo escuchar con precisión como el arma se disparó. Una fracción de segundo más tarde, la bala impactó de lleno en su frente. El enorme y pesado cuerpo del mercenario cayó de espaldas al suelo, provocando un estruendoso sonido.
- Sería divertido, sí…- Luego de dos minutos de silencio, la voz del Cyborg volvió a aparecer en escena. Una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro. – Si realmente fuera un juego que pudiera matarme. – No dijo más estando en aquella posición. Con total calma, Reinhard se puso de pie lentamente. En el proceso tomó del suelo la bala que debía de haberle atravesado la cabeza. Observó la misma con cierta curiosidad y luego le arrojó la misma a la muchacha. – ¿Un calibre 38? ¿En serio?
El mayor entonces elevó un dedo a su frente y señaló su frente, la cual no tenía más que una pequeña marca, producto del impacto de la bala. Sin dar una explicación, aún, se encaminó dentro de la casa, tomando asiento en uno de aquellos sofás, dispuestos por los legítimos dueños de la propiedad. Soltó un suspiro y dejó un pesado bolso lleno de cosas a un lado de donde se había sentado. Allí dentro había un buen número de armas y todos los documentos pertinentes para proseguir con la cacería. Se acomodó la pesada chaqueta, y del bolsillo interno derecho sacó una petaca de un refinado metal, plagado de finas inscripciones. Abrió la tapa con calma y le dio un par de tragos al refinado líquido. Era una delicia, nunca se cansaría de decirlo. Ese cargamento de un licor más que legendario, había sido una de sus mejores adquisiciones de los últimos años. Soltó un suspiro y volvió a mirar a la menor. Sonrió y elaboró los motivos del porqué había sobrevivido.
- Ser un trozo de hojalata inservible tiene sus beneficios de vez en cuando. Tu juego no puede matarme porque hace precisamente un año, se me ocurrió una idea. La única parte de mi cuerpo que no puedo perder, es mi cerebro. Tu puedes apuñalarme, darme balazos, lo que se te ocurra. No moriré. – Le dio otro trago a la bebida y se volvió a sentir complacido por su delicia. Sacó de su bolsillo izquierdo un paquete de cigarrillos y se llevó uno a los labios. – Lo único que puede matarme, es si esa bala, atraviesa mi cerebro. Por lo que, tuve la idea de modificar la composición de mi cráneo. No es hueso. Ni tampoco un metal ordinario. Es una aleación bastante especial. Y las balas, no pueden hacerme nada. – Reinhard soltó una ligera risa y observó lo voluptuoso del cuerpo femenino que tenía enfrente. Siempre había sido hermosa, algo que había usado para su propio beneficio una infinidad de veces. Pero ahora se le antojaba más apetecible que nunca. – Vine por trabajo, Jeanne, y ya sé, tú decidiste irte y bla bla bla. – Su sonrisa se borró de repente y continuó dándole tragos a la petaca. Pero su voz se tornó sumamente seria con lo que fuera a decir a continuación. – He venido por que acepté un trabajo. Todos los mercenarios saben de él. Me imagino, que tú también. – Reinhard sacó del bolsillo interno izquierdo de su chaqueta el trozo desgastado de papel. En donde estaba la carta escrita por su más reciente benefactor. – Ya has de hacerte a la idea de mi motivación de venir a verte.
Tumultus
Reinhard T. Sinclair
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por Jeanne Jovovich. Lun Ago 20, 2018 4:45 am
Su sonrisa de satisfacción se borró al instante de que esa bala impactó la frente del mercenario y no le ocurrió nada. Chasqueó la lengua en obvia rabia al igual que frustración, ¿Por qué tenía que estar prácticamente todo hecho de hojalata? Ya estuviera en el suelo cubriendo su alfombra de sangre y sin duda, estaría teniendo mucho más dinero del que tiene en su cuenta bancaria. Pero nada en ese mundo era invencible, no para Jeanne por lo menos.
– ¿In cilibri 38? ¿In sirii? –
Colocó una cara de tremendo disgusto. Cuando las cosas no le salían bien a veces podía colocarse un poco infantil para la edad que la poseía, su copa de vino terminó en la mesa donde estaba el vino, esta vez sin juegos ni nada por el estilo. Sus brazos se cruzaron manteniendo su mirada fija en los ajenos, ¿Qué carajos quería con ella? ¿No podía dejarla en paz acaso? Era como un círculo vicioso casi. ¿No le bastó con los problemas que tuvieron como compañeros? Que solo fue un solo problema pero era suficiente como para no trabajar de nuevo juntos. Como tal vez lo pudo haber dicho en otras ocasiones, no existe error en esa línea de trabajo.
Alzó una ceja al ver esa bolsa llena de armas de todo tipo al igual que diferentes documentos que su vista de águila pudo identificar como identificaciones falsas. ¿Acaso Reinhard vino preparado y no se iría con un “No”? Al parecer a ese hombre se le habían olvidado los problemas del pasado, cosa que Jeanne nunca llegó a olvidar. ¿Le tenía rencor, tal vez? No, para nada, solo que no deseaba trabajar con él ni en el futuro ni en el presente, no iba a negar que tuvieron buenos momentos y que en algún momento pudieron llegar a ser algo más que simples compañeros pero eso murió ahí cuando decidió abandonarle. Además, trabajar con él le dio un nombre como caza recompensas, la única razón por la cual llegaría a estar agradecida por trabajar con él, no había razones ocultas ni nada.
Tenía el presentimiento de que le estaba pidiendo ayuda para “ese” trabajo que por lo visto, aceptó.
Solo una persona como Reinhard sería tan loca como para aceptar algo así. Era un reto seguramente, ¿Un dragón? Vamos. Ese hombre no poseía ningún poder especial, no tenía habilidades fuera de ese mundo como los demonios, por ejemplo. Jeanne tampoco lo poseía porque solo era alguien que podía transformarse en un gato a gusto cuando quisiera, propósitos para escabullirse sin ser detectada. Lo bueno de no ser una simple humana sin poderes ni nada que aportar. Ese hombre podía tener todo su cuerpo hecho de ese metal increíblemente poderoso que mencionaba pero contra un dragón, dudaba demasiado, DUDABA, que lograría salir victorioso. Era una misión suicida, por supuesto.
Dejó que hablara acerca de su increíble cuerpo y de cómo era prácticamente “Invencible” gracias al dichoso metal ese. Su mirada se mantenía en la bolsa llena de cosas que le podían ser útiles pero sus oídos estaban completamente atentos a lo que salía de esa boca. Luego, al ver el papel que le revelaba se quedó viendo lo degastado que estaba, alzó una ceja, los rumores eran realmente ciertos. No se lo podía creer.
– Me gusta seguir estando viva, Reinhard. Y quiero mantenerme viva, no es por nada. No quiero ser comida de dragón o terminar siendo quemada viva. –
Sus brazos continuaban estando cruzados al igual que sus piernas pero, decidió levantarse del sillón para acercarse al hombre. Se podía ver como si fuera a terminar por sentarse en las piernas del hombre pero se desvío para colocarse en cuclillas y husmear lo que la bolsa traía, ¿Acaso eso era suficiente como para acabar con la vida de un ser legendario?
– Dices tú, ¿Qué todo esto es suficiente? –
Le observó de reojo, ¿Lo estaba considerando acaso? Su vista se quedó viendo tal vez al vacío, pensando de si realmente era buena idea ayudar a ese hombre, quitar todas las diferencias que tenían para unirse por un bien común.
– En dado caso que te quiera ayudar. ¿Qué ganaría yo? Dependiendo, puedo pensármelo. –
Si le convenía podía llegar a aceptar pero si la recompensa era demasiado insignificante entonces la negaría. No arriesgaría su vida para acabar con algo que ni siquiera la estaba buscando a ella, ni mucho menos provocaba que tuviera una mala vida o algo por el estilo. Tal vez algún demonio u hombre experto sería capaz de asesinar a ese dragón, aunque pocas veces ha podido escuchar que una mujer ha sido capaz de matar a ese tipo de seres… ¿Realmente se lo estaba pensando? Chasqueó la lengua, dejando de husmear la bolsa para sentarse al lado de su ex compañero.
– No sé, es una misión suicida. Tanto para ti como para mí, ¿Estás seguro que podemos lograrlo? Tu estas en esto más que yo, dime tus conclusiones. –
No quería morir y seguramente Reinhard tampoco.
– ¿In cilibri 38? ¿In sirii? –
Colocó una cara de tremendo disgusto. Cuando las cosas no le salían bien a veces podía colocarse un poco infantil para la edad que la poseía, su copa de vino terminó en la mesa donde estaba el vino, esta vez sin juegos ni nada por el estilo. Sus brazos se cruzaron manteniendo su mirada fija en los ajenos, ¿Qué carajos quería con ella? ¿No podía dejarla en paz acaso? Era como un círculo vicioso casi. ¿No le bastó con los problemas que tuvieron como compañeros? Que solo fue un solo problema pero era suficiente como para no trabajar de nuevo juntos. Como tal vez lo pudo haber dicho en otras ocasiones, no existe error en esa línea de trabajo.
Alzó una ceja al ver esa bolsa llena de armas de todo tipo al igual que diferentes documentos que su vista de águila pudo identificar como identificaciones falsas. ¿Acaso Reinhard vino preparado y no se iría con un “No”? Al parecer a ese hombre se le habían olvidado los problemas del pasado, cosa que Jeanne nunca llegó a olvidar. ¿Le tenía rencor, tal vez? No, para nada, solo que no deseaba trabajar con él ni en el futuro ni en el presente, no iba a negar que tuvieron buenos momentos y que en algún momento pudieron llegar a ser algo más que simples compañeros pero eso murió ahí cuando decidió abandonarle. Además, trabajar con él le dio un nombre como caza recompensas, la única razón por la cual llegaría a estar agradecida por trabajar con él, no había razones ocultas ni nada.
Tenía el presentimiento de que le estaba pidiendo ayuda para “ese” trabajo que por lo visto, aceptó.
Solo una persona como Reinhard sería tan loca como para aceptar algo así. Era un reto seguramente, ¿Un dragón? Vamos. Ese hombre no poseía ningún poder especial, no tenía habilidades fuera de ese mundo como los demonios, por ejemplo. Jeanne tampoco lo poseía porque solo era alguien que podía transformarse en un gato a gusto cuando quisiera, propósitos para escabullirse sin ser detectada. Lo bueno de no ser una simple humana sin poderes ni nada que aportar. Ese hombre podía tener todo su cuerpo hecho de ese metal increíblemente poderoso que mencionaba pero contra un dragón, dudaba demasiado, DUDABA, que lograría salir victorioso. Era una misión suicida, por supuesto.
Dejó que hablara acerca de su increíble cuerpo y de cómo era prácticamente “Invencible” gracias al dichoso metal ese. Su mirada se mantenía en la bolsa llena de cosas que le podían ser útiles pero sus oídos estaban completamente atentos a lo que salía de esa boca. Luego, al ver el papel que le revelaba se quedó viendo lo degastado que estaba, alzó una ceja, los rumores eran realmente ciertos. No se lo podía creer.
– Me gusta seguir estando viva, Reinhard. Y quiero mantenerme viva, no es por nada. No quiero ser comida de dragón o terminar siendo quemada viva. –
Sus brazos continuaban estando cruzados al igual que sus piernas pero, decidió levantarse del sillón para acercarse al hombre. Se podía ver como si fuera a terminar por sentarse en las piernas del hombre pero se desvío para colocarse en cuclillas y husmear lo que la bolsa traía, ¿Acaso eso era suficiente como para acabar con la vida de un ser legendario?
– Dices tú, ¿Qué todo esto es suficiente? –
Le observó de reojo, ¿Lo estaba considerando acaso? Su vista se quedó viendo tal vez al vacío, pensando de si realmente era buena idea ayudar a ese hombre, quitar todas las diferencias que tenían para unirse por un bien común.
– En dado caso que te quiera ayudar. ¿Qué ganaría yo? Dependiendo, puedo pensármelo. –
Si le convenía podía llegar a aceptar pero si la recompensa era demasiado insignificante entonces la negaría. No arriesgaría su vida para acabar con algo que ni siquiera la estaba buscando a ella, ni mucho menos provocaba que tuviera una mala vida o algo por el estilo. Tal vez algún demonio u hombre experto sería capaz de asesinar a ese dragón, aunque pocas veces ha podido escuchar que una mujer ha sido capaz de matar a ese tipo de seres… ¿Realmente se lo estaba pensando? Chasqueó la lengua, dejando de husmear la bolsa para sentarse al lado de su ex compañero.
– No sé, es una misión suicida. Tanto para ti como para mí, ¿Estás seguro que podemos lograrlo? Tu estas en esto más que yo, dime tus conclusiones. –
No quería morir y seguramente Reinhard tampoco.
Tumultus
Jeanne Jovovich.
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por Reinhard T. Sinclair Mar Ago 21, 2018 12:11 am
¿Por que se encontraba allí? De entre todos los méndigos sitios que pudo haber elegido, de todos los mercenarios que se le pudieron venir a la cabeza, ¿Por que ella? Era conocido, lo suficiente como para no necesitar mucho mas que un simple par de palabras para conseguir un compañero de trabajo. Siempre, se había caracterizado como una persona solitaria, una persona sumamente difícil de llevar. Era irritable, y su furia no conocía límite alguno. Era mas sencillo hacerlo enfurecer por una estupidez que quitarle un dulce a un niño de cinco años. Testarudo, necio, e impulsivo. Era mucho mas usual verlo peleándose en un bar o con cualquier ser que se atravesara en su camino, antes que verlo diciendo palabras de aliento. La misma muchacha que ahora se comportaba como una niñata era la mejor testigo de esto mismo. En los años que habían pasado juntos, Reinhard ni una sola vez le había felicitado por algo. Ni por un asesinato, ni por nada. Ni por conseguir comida, o por conseguir un contrato. Si se ponía pensarlo por unos momentos, con algo de introspectiva, el resentimiento y la frialdad de ella se verían completamente justificadas.
Pero él no tenía ningún sentido de la reflexión personal. Era una persona difícil, pero en su mas profunda esencia era simple. No sentía mas allá de lo mínimo e indispensable. No era bueno para el negocio. No sabía lo que era amar, y no tenía nada que proteger. Ni siquiera trabajaba por dinero. Cosa que poco le interesaba, por no decir que no le interesaba en absoluto. Con todo el dinero que había ganado a lo largo de los años, pudo haberse comprado una infinidad de casas, esposas, lo que a uno se le pudiera imaginar. Pudo retirarse luego de haberse separado de Jeanne, pero no lo hizo. Nunca dejaba el combate. Nunca dejaba ese sitio en el cual se encontraba, en un eterno conflicto sin fin. Los mercenarios cortejan a la muerte a diario, niña. Eso le había dicho en su momento. Al poco tiempo de comenzar a trabajar juntos. Era una realidad inevitable. Ningún mercenario podía huir de aquella realidad, ninguno. O estás mal de la cabeza, o adoras la adrenalina al punto de que es lo únido que te la pone realmente dura.
En su caso, era quizás lo único para lo cual servía. Un animal solo sabe pelear por la supervivencia, comiendo otros animales igual de salvajes que él. El mundo se reduce a ese simple blanco y negro. O vives hasta el próximo trabajo, o te vas con un estruendo espectacular. El honor poco tenía que ver, el gusto por el asesinato también. La amoralidad de sus actos era completa y totalmente relativa. Asesinar o ser asesinado. Había sido objetivo y cazador muchas veces. Y siempre había terminado sonriente. Ese trabajo, ese estilo de vida al límite, era lo único que conocía. Y lo que lo llevaría a su inevitable y trágica muerte. El cyborg escuchó todas las palabras de la fémina, la cual exponía puntos sumamente válidos. Esa misión era ciertamente suicida. No había tintes grises, ni ninguna puta paleta de colores. Todo lo que había era un registro de un milenio de hombres muertos. Todos con mas o menos las mismas capacidades. Y eso le encantaba. El concepto de morir, el concepto de lograrlo, todo.
Observó a la muchacha, acercándose en primera instancia al bolso que él mismo había dejado caer a su lado momentos antes. Reinhard por su parte simplemente cruzó las piernas y se dedicó a darle tragos a su petaca. Soltó una suerte de suspiro. Entendía a la perfección las dudas y la suerte de excepticismo. Y en esos momentos que demoró su respuesta, Reinhard pensó brevemente los motivos que había tenido para aceptar ese trabajo. Y principalmente, por que la había ido a buscar a ella de entre todos los mercenarios. ¿ Por trabajo en equipo? ¿ Por conocerse muy bien a la hora de combatir? No...eso no era típico de el. Reinhard estaba allí por motivos que no podía comprender. No aún. Tomó algo de aire antes de retomar la palabra, una vez que Jeanne hubiera terminado de hablar.
- La misión no tiene ese nombre por que sí. Mil años. Por mil años han intentado asesinar a ese dragón negro. Y todos están muertos. Y...no, lo que hay en ese bolso no son mas que mis pertenencias comunes y corrientes. - Reinhard la observó de reojo mientras tomaba algo de distancia y sacaba otro cigarrillo. Lo llevó a sus labios y lo encendió. - Supongo que es algo demente el hecho de aceptar, incluso para mí. No tienes por qué decir que si tampoco Jeanne. Siempre te he dicho lo que significa ser un mercenario para mi. Lo que llevo de vida me lo ha enseñado a través de mis incontables pérdidas. - El mayor se puso de pie y soltó una ligera risa al momento que se acercaba al botón que ella había oprimido antes. Se puso en cuclillas y observó el mismo. Era un buen mecanismo, y el botón estaba lo suficientemente escondido. Inteligente, pensó. - Un mercenario corteja la muerte a diario. Esto quizás represente una de dos cosas. Mi obra maestra, o mi espectacular muerte.
Tras decir aquello se incorporó nuevamente. Se acercó hasta el hogar encendido y le echó un poco de aquél refinado licor para que las llamas se volvieran a reanimar.
- Sólo hay una realidad que me importa. Demasiadas veces evadí la muerte. Quizás este puto dragón sea mi tan esperado final. No estaría nada mal...¿No crees? - Soltó otra risa y le dio un par de pitadas a su cigarrillo, soltando el humo por la nariz. - Humanos han matado dragones antes. No lo haré por ningún medio convencional. Pero hasta donde yo sé, hay hechiceros muy poderosos que venden sus servicios, ¿ No es así?
Pero él no tenía ningún sentido de la reflexión personal. Era una persona difícil, pero en su mas profunda esencia era simple. No sentía mas allá de lo mínimo e indispensable. No era bueno para el negocio. No sabía lo que era amar, y no tenía nada que proteger. Ni siquiera trabajaba por dinero. Cosa que poco le interesaba, por no decir que no le interesaba en absoluto. Con todo el dinero que había ganado a lo largo de los años, pudo haberse comprado una infinidad de casas, esposas, lo que a uno se le pudiera imaginar. Pudo retirarse luego de haberse separado de Jeanne, pero no lo hizo. Nunca dejaba el combate. Nunca dejaba ese sitio en el cual se encontraba, en un eterno conflicto sin fin. Los mercenarios cortejan a la muerte a diario, niña. Eso le había dicho en su momento. Al poco tiempo de comenzar a trabajar juntos. Era una realidad inevitable. Ningún mercenario podía huir de aquella realidad, ninguno. O estás mal de la cabeza, o adoras la adrenalina al punto de que es lo únido que te la pone realmente dura.
En su caso, era quizás lo único para lo cual servía. Un animal solo sabe pelear por la supervivencia, comiendo otros animales igual de salvajes que él. El mundo se reduce a ese simple blanco y negro. O vives hasta el próximo trabajo, o te vas con un estruendo espectacular. El honor poco tenía que ver, el gusto por el asesinato también. La amoralidad de sus actos era completa y totalmente relativa. Asesinar o ser asesinado. Había sido objetivo y cazador muchas veces. Y siempre había terminado sonriente. Ese trabajo, ese estilo de vida al límite, era lo único que conocía. Y lo que lo llevaría a su inevitable y trágica muerte. El cyborg escuchó todas las palabras de la fémina, la cual exponía puntos sumamente válidos. Esa misión era ciertamente suicida. No había tintes grises, ni ninguna puta paleta de colores. Todo lo que había era un registro de un milenio de hombres muertos. Todos con mas o menos las mismas capacidades. Y eso le encantaba. El concepto de morir, el concepto de lograrlo, todo.
Observó a la muchacha, acercándose en primera instancia al bolso que él mismo había dejado caer a su lado momentos antes. Reinhard por su parte simplemente cruzó las piernas y se dedicó a darle tragos a su petaca. Soltó una suerte de suspiro. Entendía a la perfección las dudas y la suerte de excepticismo. Y en esos momentos que demoró su respuesta, Reinhard pensó brevemente los motivos que había tenido para aceptar ese trabajo. Y principalmente, por que la había ido a buscar a ella de entre todos los mercenarios. ¿ Por trabajo en equipo? ¿ Por conocerse muy bien a la hora de combatir? No...eso no era típico de el. Reinhard estaba allí por motivos que no podía comprender. No aún. Tomó algo de aire antes de retomar la palabra, una vez que Jeanne hubiera terminado de hablar.
- La misión no tiene ese nombre por que sí. Mil años. Por mil años han intentado asesinar a ese dragón negro. Y todos están muertos. Y...no, lo que hay en ese bolso no son mas que mis pertenencias comunes y corrientes. - Reinhard la observó de reojo mientras tomaba algo de distancia y sacaba otro cigarrillo. Lo llevó a sus labios y lo encendió. - Supongo que es algo demente el hecho de aceptar, incluso para mí. No tienes por qué decir que si tampoco Jeanne. Siempre te he dicho lo que significa ser un mercenario para mi. Lo que llevo de vida me lo ha enseñado a través de mis incontables pérdidas. - El mayor se puso de pie y soltó una ligera risa al momento que se acercaba al botón que ella había oprimido antes. Se puso en cuclillas y observó el mismo. Era un buen mecanismo, y el botón estaba lo suficientemente escondido. Inteligente, pensó. - Un mercenario corteja la muerte a diario. Esto quizás represente una de dos cosas. Mi obra maestra, o mi espectacular muerte.
Tras decir aquello se incorporó nuevamente. Se acercó hasta el hogar encendido y le echó un poco de aquél refinado licor para que las llamas se volvieran a reanimar.
- Sólo hay una realidad que me importa. Demasiadas veces evadí la muerte. Quizás este puto dragón sea mi tan esperado final. No estaría nada mal...¿No crees? - Soltó otra risa y le dio un par de pitadas a su cigarrillo, soltando el humo por la nariz. - Humanos han matado dragones antes. No lo haré por ningún medio convencional. Pero hasta donde yo sé, hay hechiceros muy poderosos que venden sus servicios, ¿ No es así?
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Reinhard T. Sinclair
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por Jeanne Jovovich. Mar Sep 04, 2018 2:08 pm
No entendía por qué de todos los mercenarios que conocía, hombres musculosos, fuertes, letales, que podrían matar a una persona o un ente sobrenatural de la manera más fácil, Reinhard elegía a la muchacha de cabellos rojos. Jeanne era una mujer experta, no le tenía miedo a absolutamente nada pero no era estúpida como para meterse en un nido de avispas sin siquiera saberlo. Realmente se estaba pensando lo de aceptar su propuesta, no lo iba a negar, pero, tampoco iba a negar que tenía miedo de perder su vida en esa misión, Reinhard tal vez no tenía nada que perder, quien sabe. Tal vez consiguió alguien en el ámbito amoroso en todo ese tiempo que no supieron lo que hacían. Jeanne, por otro lado, si valoraba su vida.
Muchos factores aparecían en su mente. Su ex compañero como lo demostró hace unos minutos, era completamente un ciborg. Sería capaz de aguantar a un dragón, conocía demasiado bien a ese hombre, sabía sus debilidades y habilidades pero algo en su corazón le hacía sentir tristeza sí llegara a enterarse que murió por ese mismo dragón. ¡No malinterpreten! Sentiría sentimientos negativos porque Jeanne no lo mató ni pudo ver como moría en el fuego, no es nada del otro mundo.
– ¿Y para qué traes tus pertenencias? Ni que fueras a vivir aquí. Y si es el caso, te lo diré de una vez... No.–
Sí ese era el caso, no le importaría en lo absoluto sacaría a patadas a ese hombre de allí. Todo era demasiado apresurado que empezaba a irritarle lo improvisado que llegaba a ser ese encuentro. Seguía molestándole lo relajado que se encontraba ese hombre luego de todo lo que pasó, no estaba resentida ni nada por el estilo, solo que hay niveles de osadía y sin duda alguna, Reinhard había pasado todos ellos.
Cruzó sus piernas al igual que sus brazos, observándole de reojo. Notó que se alejó un poco de ella al estar los dos en un mismo mueble, a lo cual una risa sarcástica salió de su boca, negando durante unos intervalos de segundo. ¿Ahora venía con ese chantaje? Rodó los ojos, soltando un suspiro pesado. Si vino a buscarle significaba que no aceptaba un “No” por respuesta y Jeanne eso lo conocía perfectamente, ¿No podía confiar en sus viejos amigos acaso? ¿Le traicionaron? ¿Todos resultaban unos niños asustados diciéndole directamente en la cara que no le ayudarían con esa misión suicida? En la mente de la chica, pensaba que todas sus opciones se acabaron y entonces tenía que intentar, finalmente, por su ex compañera.
– Te conozco. No te habrías arriesgado a venir acá solo para conseguir un simple “No”. No me vengas con chantaje y tus palabras poéticas, tu sabes perfectamente que sí hubieran sido situaciones diferentes y no te hubieras aparecido por aquí, jamás lo habría aceptado. Pero aquí estás, arriesgando tu vida. –
Le observaba detenidamente con la mirada. Seguía estando muy atenta a sus movimientos, a lo que tocaba, a lo que hacía. Fueron compañeros alguna vez pero quien sabe, tal vez la obligaba a que aceptara, Reinhard era toda una caja de sorpresas así que se tenía que esperar lo peor, lo malévolo y lo corrupto de ese ser.
Algo en su corazón latió más rápido de lo normal al escuchar como aceptaría una muerte por un dragón de la manera más tranquila y pacifica que pudo ver. ¿Debía esperarse eso? Matar y cumplir su objetivo era todo lo que ese hombre conocía. ¿Amor? ¿Amistad? ¿Familia? Nada de eso significaba para Reinhard, le conocía bien, esos años que pasaron juntos ayudaron a que analizara como era aunque, no terminaba por descifrarle del todo. ¿Eran amigos o qué? Ni siquiera entendía porque empezaba a preguntarse esas cosas.
– Tengo unos cuantos amigos hechiceros. Podemos pedirles su ayuda, pero no será nada barato. –
Indirectamente estaba aceptando ayudarle, solo que no diría un “Si” o un “No”, simplemente accionaría. Se levantó del sofá solo para buscar en una libreta números telefónicos de gente que conocía, otras le debían favores. Tenía números y localizaciones de dos hechiceros, seguramente sería suficiente.
– ¿Y cuándo todo esto empezaría? Los preparativos y todo eso. Que me estás hablando más de tu “Muerte perfecta” que de la misión en sí. –
Se le quedó mirando fijamente a los ojos, con seriedad en sus orbes, no andaba para juegos ni nada por el estilo. Si se iba a arriesgar a hacer parte de eso, entonces los dos tendrían que empezar a mover sus hilos porque delo contrario, como decía ese hombre, el dragón los empezaría a cazar.
Muchos factores aparecían en su mente. Su ex compañero como lo demostró hace unos minutos, era completamente un ciborg. Sería capaz de aguantar a un dragón, conocía demasiado bien a ese hombre, sabía sus debilidades y habilidades pero algo en su corazón le hacía sentir tristeza sí llegara a enterarse que murió por ese mismo dragón. ¡No malinterpreten! Sentiría sentimientos negativos porque Jeanne no lo mató ni pudo ver como moría en el fuego, no es nada del otro mundo.
– ¿Y para qué traes tus pertenencias? Ni que fueras a vivir aquí. Y si es el caso, te lo diré de una vez... No.–
Sí ese era el caso, no le importaría en lo absoluto sacaría a patadas a ese hombre de allí. Todo era demasiado apresurado que empezaba a irritarle lo improvisado que llegaba a ser ese encuentro. Seguía molestándole lo relajado que se encontraba ese hombre luego de todo lo que pasó, no estaba resentida ni nada por el estilo, solo que hay niveles de osadía y sin duda alguna, Reinhard había pasado todos ellos.
Cruzó sus piernas al igual que sus brazos, observándole de reojo. Notó que se alejó un poco de ella al estar los dos en un mismo mueble, a lo cual una risa sarcástica salió de su boca, negando durante unos intervalos de segundo. ¿Ahora venía con ese chantaje? Rodó los ojos, soltando un suspiro pesado. Si vino a buscarle significaba que no aceptaba un “No” por respuesta y Jeanne eso lo conocía perfectamente, ¿No podía confiar en sus viejos amigos acaso? ¿Le traicionaron? ¿Todos resultaban unos niños asustados diciéndole directamente en la cara que no le ayudarían con esa misión suicida? En la mente de la chica, pensaba que todas sus opciones se acabaron y entonces tenía que intentar, finalmente, por su ex compañera.
– Te conozco. No te habrías arriesgado a venir acá solo para conseguir un simple “No”. No me vengas con chantaje y tus palabras poéticas, tu sabes perfectamente que sí hubieran sido situaciones diferentes y no te hubieras aparecido por aquí, jamás lo habría aceptado. Pero aquí estás, arriesgando tu vida. –
Le observaba detenidamente con la mirada. Seguía estando muy atenta a sus movimientos, a lo que tocaba, a lo que hacía. Fueron compañeros alguna vez pero quien sabe, tal vez la obligaba a que aceptara, Reinhard era toda una caja de sorpresas así que se tenía que esperar lo peor, lo malévolo y lo corrupto de ese ser.
Algo en su corazón latió más rápido de lo normal al escuchar como aceptaría una muerte por un dragón de la manera más tranquila y pacifica que pudo ver. ¿Debía esperarse eso? Matar y cumplir su objetivo era todo lo que ese hombre conocía. ¿Amor? ¿Amistad? ¿Familia? Nada de eso significaba para Reinhard, le conocía bien, esos años que pasaron juntos ayudaron a que analizara como era aunque, no terminaba por descifrarle del todo. ¿Eran amigos o qué? Ni siquiera entendía porque empezaba a preguntarse esas cosas.
– Tengo unos cuantos amigos hechiceros. Podemos pedirles su ayuda, pero no será nada barato. –
Indirectamente estaba aceptando ayudarle, solo que no diría un “Si” o un “No”, simplemente accionaría. Se levantó del sofá solo para buscar en una libreta números telefónicos de gente que conocía, otras le debían favores. Tenía números y localizaciones de dos hechiceros, seguramente sería suficiente.
– ¿Y cuándo todo esto empezaría? Los preparativos y todo eso. Que me estás hablando más de tu “Muerte perfecta” que de la misión en sí. –
Se le quedó mirando fijamente a los ojos, con seriedad en sus orbes, no andaba para juegos ni nada por el estilo. Si se iba a arriesgar a hacer parte de eso, entonces los dos tendrían que empezar a mover sus hilos porque delo contrario, como decía ese hombre, el dragón los empezaría a cazar.
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