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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Various Storms & Saints. [Priv. Víctor]
Lost Garden :: ✧ Elysium :: Oblivion :: Zona residencial
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por Alexander Reynolds Jue Ago 02, 2018 4:24 pm
Tormenta, lluvia, relámpagos, disparos.
Le había “robado” por así decirlo, una cantidad considerable de comida a un señor de un alto estatus social; comida suficiente como para que sus amigos pudieran alimentarse bien y no tener tanta hambre hasta el día siguiente. Se esforzó mucho porque había demasiada gente en ese lugar, así que sería algo fácil ser interceptado pero, gracias a Dios no fue el caso. Regresó a la casa con la bolsa repleta de comida, dulces y demás cosas; todos se emocionaron, arrebatándole la bolsa de las manos pero a él no le importaba en lo absoluto, esbozó una sonrisa. A pesar de que no le dieran las gracias y solo se pelearan por la comida unos con otros, solo le hacía feliz que estuvieran comiendo. Su apetito con el tiempo había desaparecido así que no se interesaba mucho en eso.
Todos fueron a dormir, igual que él, como todas las noches recordaba su vida hace unos años. De cómo sus padres le vendieron como sí no significara nada y cómo fue echado de aquella casa por el hombre a quien fue vendido por no acatar órdenes. Si pudiera cambiar las cosas tal vez las haría, escribiría el mismo su historia pero… Vivía en el presente, no tenía algún poder de regresar en el tiempo. Eso solo pasaba en las películas.
La puerta se abrió de una patada.
Un hombre de estatura baja, obeso y con ropas negras apareció con una pistola, de todos los muchachos que estaban ahí Alexander era el único con cabello blanco y de esa tez tan pálida como un fantasma. El individuo instantáneamente soltó un “¡Tú!”, comenzando a disparar pero ya Alexander había empezado a correr por su vida tratando de encontrar un lugar seguro, igual habían hecho los demás, escondiéndose, tratando de sobrevivir. Cuando encontró un lugar excelente lejos del disparador, uno de los chicos le empujó e hizo ruido suficiente como para que el hombre le encontrara, Alexander entre sollozos y echándose para atrás desde el suelo, pedía clemencia.
— P-Por favor… N-No… Yo solo lo hice porque no tenemos forma de comer… Nunca robaría de no ser por eso… —
Al hombre no le importó sus súplicas, le valían absolutamente nada, lo mismo que era Alexander: nada. Cerró sus ojos esperando el final certero pero escuchó el cañón de la pistola pero quien fue herido no resultó ser Alexander. Cuando abrió los ojos pudo ver como el cuerpo sin vida del mafioso estaba tirado en el suelo, una bala justo en la cabeza, al alzar la mirada se lo encontró.
El policía cruel, uno de los peores que pudo haber conocido jamás, el que hizo que se desnudara y que casi lo viola por haber “robado” algo de comida. Sí antes Alex estaba en pánico ahora su miedo aumentó el triple. A pesar de que le salvó seguía echándose para atrás pero el hombre continuaba avanzando, ¿Qué le haría? ¿Le violaría por fin? ¿Lo metería a la cárcel? ¿Lo llevaría con ese hombre llamado “El cerdo”?
Contra su voluntad fue agarrado como un saco de papas y sacado de esa casa abandonada, su casa. Pidió ayuda de sus amigos que le veían desde la lejanía igual de asustado pero ninguno salió en su rescate… Nadie le salvó, ninguno fue a su rescate, ninguno fue a su rescate… Se repitió varias veces.
Luego de pasar unas horas esposado y atado en el carro de la policía, no habló en lo absoluto y lo que decía el albino mayor no respondería nada. Estaba destrozado en todos los sentidos, no tanto porque le salvó ese hombre sino porque sus amigos, ninguno le ayudó, siempre mantuvo que haciendo buenas acciones no buscaba nada a cambio pero, ¿De qué servía ayudar a los demás si ellos cuando tú los necesitas no están ahí? ¿De qué valía? Esos sentimientos se mantuvieron en la mente hasta que la puerta de atrás se abrió, volvió a ser agarrado como saco de papas y entraron a un apartamento que desconocía, donde fue desposado, le quitaron las ataduras, siendo el policía quien hacía esto.
Cuando tuvo la oportunidad fue directo a la puerta principal, sin importarle nada e intentó abrirla pero, estaba cerrada. Solo con la llave llegaría abrirse, observó de reojo y entonces se fue al rincón más cercano, tratando de alejarse lo más posible de ese hombre.
— N-No me hagas da-daño, p-por favor… —
Ahora, por primera vez, no sabía qué hacer.
Le había “robado” por así decirlo, una cantidad considerable de comida a un señor de un alto estatus social; comida suficiente como para que sus amigos pudieran alimentarse bien y no tener tanta hambre hasta el día siguiente. Se esforzó mucho porque había demasiada gente en ese lugar, así que sería algo fácil ser interceptado pero, gracias a Dios no fue el caso. Regresó a la casa con la bolsa repleta de comida, dulces y demás cosas; todos se emocionaron, arrebatándole la bolsa de las manos pero a él no le importaba en lo absoluto, esbozó una sonrisa. A pesar de que no le dieran las gracias y solo se pelearan por la comida unos con otros, solo le hacía feliz que estuvieran comiendo. Su apetito con el tiempo había desaparecido así que no se interesaba mucho en eso.
Todos fueron a dormir, igual que él, como todas las noches recordaba su vida hace unos años. De cómo sus padres le vendieron como sí no significara nada y cómo fue echado de aquella casa por el hombre a quien fue vendido por no acatar órdenes. Si pudiera cambiar las cosas tal vez las haría, escribiría el mismo su historia pero… Vivía en el presente, no tenía algún poder de regresar en el tiempo. Eso solo pasaba en las películas.
La puerta se abrió de una patada.
Un hombre de estatura baja, obeso y con ropas negras apareció con una pistola, de todos los muchachos que estaban ahí Alexander era el único con cabello blanco y de esa tez tan pálida como un fantasma. El individuo instantáneamente soltó un “¡Tú!”, comenzando a disparar pero ya Alexander había empezado a correr por su vida tratando de encontrar un lugar seguro, igual habían hecho los demás, escondiéndose, tratando de sobrevivir. Cuando encontró un lugar excelente lejos del disparador, uno de los chicos le empujó e hizo ruido suficiente como para que el hombre le encontrara, Alexander entre sollozos y echándose para atrás desde el suelo, pedía clemencia.
— P-Por favor… N-No… Yo solo lo hice porque no tenemos forma de comer… Nunca robaría de no ser por eso… —
Al hombre no le importó sus súplicas, le valían absolutamente nada, lo mismo que era Alexander: nada. Cerró sus ojos esperando el final certero pero escuchó el cañón de la pistola pero quien fue herido no resultó ser Alexander. Cuando abrió los ojos pudo ver como el cuerpo sin vida del mafioso estaba tirado en el suelo, una bala justo en la cabeza, al alzar la mirada se lo encontró.
El policía cruel, uno de los peores que pudo haber conocido jamás, el que hizo que se desnudara y que casi lo viola por haber “robado” algo de comida. Sí antes Alex estaba en pánico ahora su miedo aumentó el triple. A pesar de que le salvó seguía echándose para atrás pero el hombre continuaba avanzando, ¿Qué le haría? ¿Le violaría por fin? ¿Lo metería a la cárcel? ¿Lo llevaría con ese hombre llamado “El cerdo”?
Contra su voluntad fue agarrado como un saco de papas y sacado de esa casa abandonada, su casa. Pidió ayuda de sus amigos que le veían desde la lejanía igual de asustado pero ninguno salió en su rescate… Nadie le salvó, ninguno fue a su rescate, ninguno fue a su rescate… Se repitió varias veces.
Luego de pasar unas horas esposado y atado en el carro de la policía, no habló en lo absoluto y lo que decía el albino mayor no respondería nada. Estaba destrozado en todos los sentidos, no tanto porque le salvó ese hombre sino porque sus amigos, ninguno le ayudó, siempre mantuvo que haciendo buenas acciones no buscaba nada a cambio pero, ¿De qué servía ayudar a los demás si ellos cuando tú los necesitas no están ahí? ¿De qué valía? Esos sentimientos se mantuvieron en la mente hasta que la puerta de atrás se abrió, volvió a ser agarrado como saco de papas y entraron a un apartamento que desconocía, donde fue desposado, le quitaron las ataduras, siendo el policía quien hacía esto.
Cuando tuvo la oportunidad fue directo a la puerta principal, sin importarle nada e intentó abrirla pero, estaba cerrada. Solo con la llave llegaría abrirse, observó de reojo y entonces se fue al rincón más cercano, tratando de alejarse lo más posible de ese hombre.
— N-No me hagas da-daño, p-por favor… —
Ahora, por primera vez, no sabía qué hacer.
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Alexander Reynolds
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por Invitado Vie Ago 03, 2018 10:06 pm
Había sido una noche muy particular aquella tormentosa. Especialmente no por el asesinato de un famoso mafioso buscado, sino por la razón que llevó a que esta historia ocurra.
Victor, junto a sus compañeros, estaban siguiendo una famosa banda de gente, que estaba teniendo una fiesta, que era considerada mafiosa; pero, en pocas palabras, no podía llamarse legalmente como tal, pues todos los negocios ilegales que tenían habían sido tratados de descubrir más de una vez sin resultado. Sin embargo, dicen que el alcohol vuelve impulsiva a la gente, por eso esa fiesta tenía el punto de mira en los policías de la zona. Para fortuna de la comisaría y también de la búsqueda, Victor no tenía especial agrado por el el susodicho, por lo tanto, había ayudado en la búsqueda y captura de ese hombre. Por suerte, las grandes habilidades de planificación del albino ayudaban al cuartel a avanzar un poco más en el caso cada día y su fuerza bruta era capaz de sacarle información a aquellos leales sirvientes del canalla.
Pero aquello que cambió la historia fue algo pasó en esa fiesta, que fue objeto de investigación del policía. Los datos recolectados en la ella fueron útiles, pero Victor pudo interceptar en las cámaras la imagen de un muchacho colándose a la casa, cerca de la cocina. Era un completo desconocido para todo el mundo, especialmente para el resto de la gente de la fuerza, quienes lo consideraron que sería solo alguien más. Pero para Victor, ese muchacho no era un desconocido. El esbelto e inhumanamente hermoso joven que se coló (apareciendo increíblemente en una sola cámara y solo un momento) era ese ladronzuelo que solo días atrás habría probado en el espacio frío de la sala de confecciones. Ese mismo muchacho que por alguna sofocante razón no pudo violar y maltratar a gusto. Ese que con su olor había logrado calmarle, volverle blando. Le hirvió la sangre de solo recordar la sensación de debilidad que sintió al momento de verle llorar. Quería verle de nuevo haciendo algo malo, simplemente para enseñarle como eran las cosas.
Pero el ver lo bien que lograba colarse en esa fiesta le sorprendió. El muchacho tenía unas increíbles habilidades para ese negocio. En su cabeza maquinó cientos de ideas referenciadas a su sed de venganza. El hecho de interceptarle huyendo por una calle cercana a la calle de la fiesta, fue para Victor señal de que lo había conseguido. Pero para mala fortuna suya, momentos después un auto negro salía de la fiesta a toda velocidad. El mastodóntico albino no tenía ni idea dónde el muchacho vivía, pero aparentemente esos mafiosos habían seguido su pista. ¿Abría robado algo tan valioso? Solo le había visto sacar comida. Fue por esa misma razón que siguió el auto con el suyo particular.
Así fue que llegó a un lugar abandonado, una enorme casa que ahora estaba derroída por el descuido. Entró con su arma reglamentaria, escabulléndose en la oscuridad, haciendo uso de su buena visión biónica para escanear el lugar. Pero no necesitó hacer eso más cuando escuchó los primeros disparos y gritos enloquecidos. Corrió directo donde el escándalo y vio un lugar similar a lo que la biblia describía de infierno. Miradas rojas iluminadas por malas linternas, gente acurrucándose y arrastrándose en el piso. En eso, una figura blanca fue la que llamó la atención de todo el mundo, chillando por haber sido empujado de su escondite. Eran tres mafiosos, ninguno le había visto con el escándalo. Tomó el más cerca por la espalda, quebrando su cuello. Disparó al segundo con la pistola del primero, y al tercero justo después, ese que gritaba entre gritos estruendosos, "¡Devuélveme el anillo!"; así cayó ante su segundo disparo. Fue directo a la cabeza, así que el cuerpo se tambaleó y dio directo contra el suelo.
El niño en el piso lloraba, temblaba y se ocultaba. Y por alguna razón sin sentido, se sentía contento de que no hubiera visto esa horrible masacre. Junto a ese chico otro pequeño, parecido más a una rata, se escabullía contra al pared de su terrorífica apariencia. En sus manos había una gema brillaba. La arrebató de ellas sin que este pudiera defenderse, y el enano salió corriendo muy lejos. El anillo estaba sucio de lo que parecía crema o pastel de vainilla. Quizás estaría escondido entre algún alimento que el chico trajo. Así tenía sentido que aquellas fiestas fueran la forma del mafioso de vender piezas de colección tan caras de contrabando. Ahora estaba muerto a sus pies y además, la pequeña bola que era el chico se asomó. Guardó el anillo en su bolsillo y tomó al chico cual saco de papas, ese día se llevaría doble botín.
Con el chico atado, amenazado y sentado en la parte trasera de su auto, fue directamente a una zona apartada de la ciudad, donde conocía alguien que podía darle mucho, muchísimo dinero por esa pieza de colección. Lo ponía en los diarios y revistas, estaba perdido y se recibía una gran recompensa por ella. Sin embargo, no aceptaría menos del doble de la recompensa por la pieza. Tras volver al auto con una pequeña valija que dejó en su maletero, entró al auto y regresó directo hacia su hogar.
Fue entrar y cerró la puerta con llave, sabiendo que no había otra forma de escape para el menudo muchacho. Soltó, entonces, las ataduras de sus manos, sentándose en su sofá y viendo la reacción del menor. Quería molerlo a golpes por su estúpida actitud, sin embargo, sentía una extraña sensación que no le dejaba levantarse y enseñarle como serían las cosas ahora. Sonó sus dedos, aguantando esa sensación de incomodidad tan terrible que sentía y suspiró fuerte. El contrario balbuceó muerto de miedo, acurrucado contra la puerta. — Ven aquí. — Ordeno, señalando frente él para que se pare ahí, no precisamente de buen humor. — ¡VEN AQUÍ, HE DICHO! — No había esperado a que el muchacho reacciones a moverse, simplemente se levantó furioso y le tomó del brazo, llevándole a rastras hasta donde había señalado, justo en frente de su sofá. — Ahí, quédate ahí. — Murmuró refunfuñando, para volver a sentarse. Observó de arriba a abajo al contrario. Estaba sucio, descuidado, demasiado flaco, despeinado. No parecía haber probado bocado en días. Rechinó los dientes, ¿Cómo alguien podía vivir así? Dejó de pensar en eso, realmente le importaba una mierda.... ¿Verdad?
Era plena madrugada, no tenía la más mínima gana de luchar con el otro, únicamente quería explicarle rápidamente que no tenía escape. — Escúchame, niñato. No voy a pelear contigo. No puedes luchar conmigo, mejor dicho. — Inferiorizó al otro, con una penetrante y temible mirada. — Si no quieres terminar muerto o violado, te recomiendo que dejes de rasquetear mi puta puerta. — Su tono era claramente agresivo, pero no levantaba la voz aun. — No tengo ni la más puta gana de hablar contigo ahora mismo sobre esto. Pero de ahora en adelante vivirás aquí. — Sentenció, como si se tratara del mismo diablo decidiendo a quien le tocaba morir. — No me interesan tus reproches, no le importas a nadie. Mucho menos a mi. Así que compórtate y obedece, entonces tu estancia aquí será menos conflictiva. — Ladeó la cabeza, con una falsa mirada de lástima. Pero... incluso al hablar tan suelto con esa predominancia tan pura de él, la sensación tan molesta que tenía en la garganta le dolía más de la cuenta. ¿Por qué el otro tenía que temer y temblar tanto? Cerró los puños con fuerza y se levantó acercándose al muchacho. — Si no haces ruido y duermes esta noche, no tendré que accionar por las malas. ¿Has entendido? — Finalizó, con un terrible mal gusto en la boca. ¿Qué mierda le estaba pasando?
Victor, junto a sus compañeros, estaban siguiendo una famosa banda de gente, que estaba teniendo una fiesta, que era considerada mafiosa; pero, en pocas palabras, no podía llamarse legalmente como tal, pues todos los negocios ilegales que tenían habían sido tratados de descubrir más de una vez sin resultado. Sin embargo, dicen que el alcohol vuelve impulsiva a la gente, por eso esa fiesta tenía el punto de mira en los policías de la zona. Para fortuna de la comisaría y también de la búsqueda, Victor no tenía especial agrado por el el susodicho, por lo tanto, había ayudado en la búsqueda y captura de ese hombre. Por suerte, las grandes habilidades de planificación del albino ayudaban al cuartel a avanzar un poco más en el caso cada día y su fuerza bruta era capaz de sacarle información a aquellos leales sirvientes del canalla.
Pero aquello que cambió la historia fue algo pasó en esa fiesta, que fue objeto de investigación del policía. Los datos recolectados en la ella fueron útiles, pero Victor pudo interceptar en las cámaras la imagen de un muchacho colándose a la casa, cerca de la cocina. Era un completo desconocido para todo el mundo, especialmente para el resto de la gente de la fuerza, quienes lo consideraron que sería solo alguien más. Pero para Victor, ese muchacho no era un desconocido. El esbelto e inhumanamente hermoso joven que se coló (apareciendo increíblemente en una sola cámara y solo un momento) era ese ladronzuelo que solo días atrás habría probado en el espacio frío de la sala de confecciones. Ese mismo muchacho que por alguna sofocante razón no pudo violar y maltratar a gusto. Ese que con su olor había logrado calmarle, volverle blando. Le hirvió la sangre de solo recordar la sensación de debilidad que sintió al momento de verle llorar. Quería verle de nuevo haciendo algo malo, simplemente para enseñarle como eran las cosas.
Pero el ver lo bien que lograba colarse en esa fiesta le sorprendió. El muchacho tenía unas increíbles habilidades para ese negocio. En su cabeza maquinó cientos de ideas referenciadas a su sed de venganza. El hecho de interceptarle huyendo por una calle cercana a la calle de la fiesta, fue para Victor señal de que lo había conseguido. Pero para mala fortuna suya, momentos después un auto negro salía de la fiesta a toda velocidad. El mastodóntico albino no tenía ni idea dónde el muchacho vivía, pero aparentemente esos mafiosos habían seguido su pista. ¿Abría robado algo tan valioso? Solo le había visto sacar comida. Fue por esa misma razón que siguió el auto con el suyo particular.
Así fue que llegó a un lugar abandonado, una enorme casa que ahora estaba derroída por el descuido. Entró con su arma reglamentaria, escabulléndose en la oscuridad, haciendo uso de su buena visión biónica para escanear el lugar. Pero no necesitó hacer eso más cuando escuchó los primeros disparos y gritos enloquecidos. Corrió directo donde el escándalo y vio un lugar similar a lo que la biblia describía de infierno. Miradas rojas iluminadas por malas linternas, gente acurrucándose y arrastrándose en el piso. En eso, una figura blanca fue la que llamó la atención de todo el mundo, chillando por haber sido empujado de su escondite. Eran tres mafiosos, ninguno le había visto con el escándalo. Tomó el más cerca por la espalda, quebrando su cuello. Disparó al segundo con la pistola del primero, y al tercero justo después, ese que gritaba entre gritos estruendosos, "¡Devuélveme el anillo!"; así cayó ante su segundo disparo. Fue directo a la cabeza, así que el cuerpo se tambaleó y dio directo contra el suelo.
El niño en el piso lloraba, temblaba y se ocultaba. Y por alguna razón sin sentido, se sentía contento de que no hubiera visto esa horrible masacre. Junto a ese chico otro pequeño, parecido más a una rata, se escabullía contra al pared de su terrorífica apariencia. En sus manos había una gema brillaba. La arrebató de ellas sin que este pudiera defenderse, y el enano salió corriendo muy lejos. El anillo estaba sucio de lo que parecía crema o pastel de vainilla. Quizás estaría escondido entre algún alimento que el chico trajo. Así tenía sentido que aquellas fiestas fueran la forma del mafioso de vender piezas de colección tan caras de contrabando. Ahora estaba muerto a sus pies y además, la pequeña bola que era el chico se asomó. Guardó el anillo en su bolsillo y tomó al chico cual saco de papas, ese día se llevaría doble botín.
Con el chico atado, amenazado y sentado en la parte trasera de su auto, fue directamente a una zona apartada de la ciudad, donde conocía alguien que podía darle mucho, muchísimo dinero por esa pieza de colección. Lo ponía en los diarios y revistas, estaba perdido y se recibía una gran recompensa por ella. Sin embargo, no aceptaría menos del doble de la recompensa por la pieza. Tras volver al auto con una pequeña valija que dejó en su maletero, entró al auto y regresó directo hacia su hogar.
Fue entrar y cerró la puerta con llave, sabiendo que no había otra forma de escape para el menudo muchacho. Soltó, entonces, las ataduras de sus manos, sentándose en su sofá y viendo la reacción del menor. Quería molerlo a golpes por su estúpida actitud, sin embargo, sentía una extraña sensación que no le dejaba levantarse y enseñarle como serían las cosas ahora. Sonó sus dedos, aguantando esa sensación de incomodidad tan terrible que sentía y suspiró fuerte. El contrario balbuceó muerto de miedo, acurrucado contra la puerta. — Ven aquí. — Ordeno, señalando frente él para que se pare ahí, no precisamente de buen humor. — ¡VEN AQUÍ, HE DICHO! — No había esperado a que el muchacho reacciones a moverse, simplemente se levantó furioso y le tomó del brazo, llevándole a rastras hasta donde había señalado, justo en frente de su sofá. — Ahí, quédate ahí. — Murmuró refunfuñando, para volver a sentarse. Observó de arriba a abajo al contrario. Estaba sucio, descuidado, demasiado flaco, despeinado. No parecía haber probado bocado en días. Rechinó los dientes, ¿Cómo alguien podía vivir así? Dejó de pensar en eso, realmente le importaba una mierda.... ¿Verdad?
Era plena madrugada, no tenía la más mínima gana de luchar con el otro, únicamente quería explicarle rápidamente que no tenía escape. — Escúchame, niñato. No voy a pelear contigo. No puedes luchar conmigo, mejor dicho. — Inferiorizó al otro, con una penetrante y temible mirada. — Si no quieres terminar muerto o violado, te recomiendo que dejes de rasquetear mi puta puerta. — Su tono era claramente agresivo, pero no levantaba la voz aun. — No tengo ni la más puta gana de hablar contigo ahora mismo sobre esto. Pero de ahora en adelante vivirás aquí. — Sentenció, como si se tratara del mismo diablo decidiendo a quien le tocaba morir. — No me interesan tus reproches, no le importas a nadie. Mucho menos a mi. Así que compórtate y obedece, entonces tu estancia aquí será menos conflictiva. — Ladeó la cabeza, con una falsa mirada de lástima. Pero... incluso al hablar tan suelto con esa predominancia tan pura de él, la sensación tan molesta que tenía en la garganta le dolía más de la cuenta. ¿Por qué el otro tenía que temer y temblar tanto? Cerró los puños con fuerza y se levantó acercándose al muchacho. — Si no haces ruido y duermes esta noche, no tendré que accionar por las malas. ¿Has entendido? — Finalizó, con un terrible mal gusto en la boca. ¿Qué mierda le estaba pasando?
Invitado
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por Alexander Reynolds Vie Ago 03, 2018 11:46 pm
Estaba completamente aterrorizado, quería huir lo más pronto posible de aquel lugar, desaparecer no sabe de qué forma pero lo haría. Ninguna golpiza, ninguna palabra le haría cambiar de opinión. Por eso cuando intentó salir de esa casa infernal y no lo logró terminó en un rincón, las palabras que ese policía demoníaco le transmitían un miedo legendario, ¿Qué haría? ¿Moriría en las paredes de esa casa? Ya en la mente de Alexander y todo por lo que ha vivido, le daba completamente igual morir, lo único que le hacía feliz es que había llevado una buena bolsa de dulces y comida a donde estaban sus amigos, a pesar de que uno le traicionó para poder salvarse los seguía queriendo a todos, quería ayudarles. Estando ahí jamás lograría su cometido como salvador de sus amigos.
Sus gritos le afectaban porque aumentaba su nerviosismo, estaba colocado en posición fetal, temblando de miedo y llorando inconsolablemente; quería desaparecer, que lo tragara la tierra. La voz tan ruda del policía solo hacía que llorara más, por eso cuando le agarró de esa manera tan brusca para llevarlo al sofá, forcejeó lo mejor que pudo para zafarse de eso, inclusive le mordió donde pudo llegar para que no fuera llevado a ese lugar pero como siempre, gracias a su peso, terminó enfrente del sofá sin poder decir nada al respecto. Sus gimoteos se escuchaban por toda la habitación, sus ojos rojos, sus mocos saliendo de la nariz, parecía todo un indigente pero eso no le importaba en lo absoluto, quería irse ya de ese lugar.
Un relámpago cayó y solo hizo que Alexander se asustara, dando un salto completamente aterrado.
Se mantuvo ahí escuchando todo lo que el mayor tenía para decirle, mientras más escuchaba más quería irse de ahí. Era diferente a esas situaciones que tipo con el señor a quien fue vendido, o más bien, estaba justamente viviendo lo mismo de su pasado… Si no cumplía las órdenes tal y como le decían terminaría fuera de ese lugar, ¡Pero eso era lo que quería! ¡No quería estar ahí! ¡Deseaba irse de ahí, no le importaba! No quería ser violado ni mucho menos golpeado pero su desesperación por salir de ahí era más grande que todas esas cosas, ¿No podía matarle ahí mismo para calmar su sufrimiento?
— ¡NO! ¡NO! ¡NO QUIERO VIVIR AQUÍ! ¡NO! ¡D-Déjame ir! Por favor… Déjame ir… Y-Yo no he hecho nada malo… No he hecho nada malo… —
En eso su cuerpo se descompensó en el suelo, llorando inconsolablemente, quería irse de ahí lo más pronto posible. Esa misma noche. No le importaba que accionara por las malas, quería su “casa”, sus amigos, quería su vida devuelta a pesar de que lo iban a matar… Todo era mejor que estar con ahí con el policía que prácticamente casi lo viola y lo amenaza con que otra persona lo iba a dejar violado en todos los sentidos. Ni siquiera le conocía, ¡No! No podía aceptar quedarse ni un segundo más en ese lugar tenía que averiguar cómo salir de ahí y ahora.
Por unos minutos se quedó tranquilo, el hombre no sabe que fue hacer, parecía que estaba en el baño y aprovechó la oportunidad de levantarse del sofá e ir sigilosamente a la cocina a buscar un cuchillo o algo que le sirviera para escapar de ese apartamento. Para su suerte el primer cajón que agarró era donde se encontraban los utensilios así que sacó este cuchillo para regresar a la puerta, arrodillándose, con el filo del cuchillo, literalmente la punta la introdujo en la cerradura para intentar abrirla lo mejor que podía, continuaba sollozando y la desesperación le atacaba diestra a siniestra hasta que la pudo abrir. ¡POR FIN!
Observó de reojo la casa, había podido escapar. Agradecía sus habilidades como “ladrón” en esas ocasiones, estaba lloviendo, los relámpagos caían a cada rato pero pasaron unos cuantos segundos de haber abierto de manera exitosa la puerta y enseguida sonó una alarma, ¿Tenía una alarma? Corrió como pudo fuera de ese lugar, corriendo lo más rápido que pudo en toda su vida, corriendo porque no quería estar ahí, corriendo para salvarse, corriendo para no sufrir.
— ¡A-AGH! —
Corría tan rápido que no se dio cuenta de un charco profundo que había, se cayó y su cara golpeó contra el suelo, todas sus ropas quedaron más sucias de lo que ya estaban. Se hizo daño en el rostro pero nada demasiado grave, la lluvia seguía mojándole y el ya no tenía fuerzas para levantarse… Corrió demasiado rápido que se cansó cuando se detuvo, sumándole todo lo que tuvo que hacer para conseguir la comida más la comida que consiguió en la mañana. Estaba cansado… Sinceramente, ya no quería vivir. ¿No podía un rayo caerle, quemarle y matarle? El dolor ya era demasiado. Sus orbes azules estaban casi sin vida, mirando hacia adelante, estaba a punto de caer… ¿Se desmayaría? ¿Cogería un resfriado? Solo escuchaba en su mente como sus padres le regañaban, como su papá rompía las botellas y amenazaba a su mamá por tener sexo con otros hombres, como el señor obeso al que fue vendido lo corría de su casa de una buena cachetada… Su vida, no valía nada.
Sus gritos le afectaban porque aumentaba su nerviosismo, estaba colocado en posición fetal, temblando de miedo y llorando inconsolablemente; quería desaparecer, que lo tragara la tierra. La voz tan ruda del policía solo hacía que llorara más, por eso cuando le agarró de esa manera tan brusca para llevarlo al sofá, forcejeó lo mejor que pudo para zafarse de eso, inclusive le mordió donde pudo llegar para que no fuera llevado a ese lugar pero como siempre, gracias a su peso, terminó enfrente del sofá sin poder decir nada al respecto. Sus gimoteos se escuchaban por toda la habitación, sus ojos rojos, sus mocos saliendo de la nariz, parecía todo un indigente pero eso no le importaba en lo absoluto, quería irse ya de ese lugar.
Un relámpago cayó y solo hizo que Alexander se asustara, dando un salto completamente aterrado.
Se mantuvo ahí escuchando todo lo que el mayor tenía para decirle, mientras más escuchaba más quería irse de ahí. Era diferente a esas situaciones que tipo con el señor a quien fue vendido, o más bien, estaba justamente viviendo lo mismo de su pasado… Si no cumplía las órdenes tal y como le decían terminaría fuera de ese lugar, ¡Pero eso era lo que quería! ¡No quería estar ahí! ¡Deseaba irse de ahí, no le importaba! No quería ser violado ni mucho menos golpeado pero su desesperación por salir de ahí era más grande que todas esas cosas, ¿No podía matarle ahí mismo para calmar su sufrimiento?
— ¡NO! ¡NO! ¡NO QUIERO VIVIR AQUÍ! ¡NO! ¡D-Déjame ir! Por favor… Déjame ir… Y-Yo no he hecho nada malo… No he hecho nada malo… —
En eso su cuerpo se descompensó en el suelo, llorando inconsolablemente, quería irse de ahí lo más pronto posible. Esa misma noche. No le importaba que accionara por las malas, quería su “casa”, sus amigos, quería su vida devuelta a pesar de que lo iban a matar… Todo era mejor que estar con ahí con el policía que prácticamente casi lo viola y lo amenaza con que otra persona lo iba a dejar violado en todos los sentidos. Ni siquiera le conocía, ¡No! No podía aceptar quedarse ni un segundo más en ese lugar tenía que averiguar cómo salir de ahí y ahora.
Por unos minutos se quedó tranquilo, el hombre no sabe que fue hacer, parecía que estaba en el baño y aprovechó la oportunidad de levantarse del sofá e ir sigilosamente a la cocina a buscar un cuchillo o algo que le sirviera para escapar de ese apartamento. Para su suerte el primer cajón que agarró era donde se encontraban los utensilios así que sacó este cuchillo para regresar a la puerta, arrodillándose, con el filo del cuchillo, literalmente la punta la introdujo en la cerradura para intentar abrirla lo mejor que podía, continuaba sollozando y la desesperación le atacaba diestra a siniestra hasta que la pudo abrir. ¡POR FIN!
Observó de reojo la casa, había podido escapar. Agradecía sus habilidades como “ladrón” en esas ocasiones, estaba lloviendo, los relámpagos caían a cada rato pero pasaron unos cuantos segundos de haber abierto de manera exitosa la puerta y enseguida sonó una alarma, ¿Tenía una alarma? Corrió como pudo fuera de ese lugar, corriendo lo más rápido que pudo en toda su vida, corriendo porque no quería estar ahí, corriendo para salvarse, corriendo para no sufrir.
— ¡A-AGH! —
Corría tan rápido que no se dio cuenta de un charco profundo que había, se cayó y su cara golpeó contra el suelo, todas sus ropas quedaron más sucias de lo que ya estaban. Se hizo daño en el rostro pero nada demasiado grave, la lluvia seguía mojándole y el ya no tenía fuerzas para levantarse… Corrió demasiado rápido que se cansó cuando se detuvo, sumándole todo lo que tuvo que hacer para conseguir la comida más la comida que consiguió en la mañana. Estaba cansado… Sinceramente, ya no quería vivir. ¿No podía un rayo caerle, quemarle y matarle? El dolor ya era demasiado. Sus orbes azules estaban casi sin vida, mirando hacia adelante, estaba a punto de caer… ¿Se desmayaría? ¿Cogería un resfriado? Solo escuchaba en su mente como sus padres le regañaban, como su papá rompía las botellas y amenazaba a su mamá por tener sexo con otros hombres, como el señor obeso al que fue vendido lo corría de su casa de una buena cachetada… Su vida, no valía nada.
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Alexander Reynolds
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por Invitado Dom Ago 05, 2018 10:16 pm
Era tétrico verle llorar de forma casi repugnante a lágrima y moco, justo en el piso de su salón. No tenía deseos de limpiar sus estúpidas lágrimas del suelo, ya bastante tenía con el enchastre de barro que había quedado de entrar a la casa. El clima no era el mejor y ya había estado lloviendo horas atrás, los relámpagos brillaban por la ventana, pero en el momento que uno causó estruendoso fue que los nervios de Victor se pusieron de punta. Sus gritos y quejidos no hacían un bien y realmente estaba exhausto, ese día no podía acabar bien.
De un refunfuño se fue a su habitación, buscaría algo con lo que taparle la boca para que ya no hablara más, la sensación asquerosa que le daba al pensar en golpearle le tenía el estómago revuelto, pero lo haría incluso yendo fuera de ese estúpido extraño sentimiento, si eso era necesario. El problema de rebuscar más de la cuenta con una tormenta terrible haciendo ruido blanco en sus oídos, era el hecho de ignorar cualquier ruido fuera de los dos metros a su alrededor. Incapaz de discernir que ocurría fuera de la habitación, Victor no se preocupaba por lo que le fuera a pasar al muchacho mientras no estaba. Sin embargo, regresar con el maldito pañuelo y hallar la puerta de su casa abierta no era para nada de su agrado. Enfurecido como un relámpago de esa misma tormenta, salió gritando por la puerta. — ¡¿DÓNDE MIERDA TE HAS METIDO?! — Pudo ver de lejos la silueta escuálida correr desbaratada y para su placer, le vio caer torpemente de cara a un charco.
Hubiera reído de no ser porque la situación le hacía desbordar de ira. Se acercó hasta él con un aura de maldad pura, imbuido en la necesidad de torturarle hasta que muera, pero a medida que se acercaba, ese sentimiento de ira le causaba nervios y deseos de vomitar. Se sentía tan asqueroso que al tomar la cabeza del muchacho por el cabello y tirar de ella con furia hacia arriba, pudo sentir la bilis subiendo su garganta. — ¡LEVÁNTATE! — Exigió a los gritos, para notar como el chico estaba literalmente desmayado. De su frente caían largas gotas de sangre y bajo donde estaba su cabeza, una piedra. ¿Tanta mala suerte podía tener una persona? Victor entró en un estado de pánico al verle así y sujetó su cuerpo cual herido de muerte, yendo hasta su casa prácticamente al trote.
Su enfado visceral temporalmente se había esfumado. Se interesó en saber si le funcionaban el corazón y los pulmones, y desordenó todo el placard en búsqueda del maldito botiquín. Verle completamente flácido y sangrando le generaba una desordenada sensación en el cuerpo, y temblaba desaforadamente por eso. Curó torpemente la herida, vendó su cabeza, le quitó la ropa mojada y la puso a lavar. No pudo vestirle pero le cubrió con algunas mantas y cuando por fin dejó de dar vueltas, se sentó derrumbado junto él. ¿Qué demonios le estaba pasando?
Antes jamás habría hecho algo así por nadie, jamás había vuelto a sentir estima, su cabeza no le permitía sentirse así. Pero el olor... esa extraña esencia dulce que el otro emanaba le volvía un simple y torpe humano. Se agarró la cara frustrado, quería maltratarle, pegarle, dañarle. Lo quería tanto que se levantó del suelo con intenciones de hacerlo aún si estaba dormido. Se aferró a su cuello con fuerza, levantandolo de su lugar. Apretó más y más, mientras su propio cuerpo era el que sufría el verdadero dolor. No tardó nada en soltar al chico y salir corriendo hacia su baño. No paró de vomitar en diez minutos, ¿Por qué? ¿Por qué le daba tanto asco dañarle? Ya solo enfadarse con él le hacía sentir un monstruo, y no uno que le gustase ser, sino uno que aborrecía y que le causaba pánico.
Salir del baño fue tarea difícil, no quería pensar en dañar al otro, no le traía más que arcadas y acabaría demasiado débil si se daba el caso de tener que renegar con el menor. Probablemente estaba cansado, era eso. Fue un día largo, quizás su cuerpo ya estaría enfermo de ante mano... Sí, algo así debía ser... Tenía que haber una explicación... Pero definitivamente no quería pelear con el menor. Encontraría la forma de convencerle a que se quede, le mentiría, probablemente. Sabía que debería haber alguna forma pacífica de enfrentarse al muchacho. Tras pensarlo detenidamente regresó donde el chico, este siquiera se había acomodado de como lo dejó momentos atrás. Así que levantó su cabeza y se sentó para que usara sus piernas de almohada.
El verle tan relajado calmó esos nervios que antes tenía tan presentes. ¿Por qué simplemente no podía cooperar como una buena mascota? Aprovechó esa vulnerabilidad para acariciarle el rostro, el brazo, el contorno. Era tan delicado como una rosa de cristal, podía romperse al mínimo apretón, y tenía miedo de que fuera de esa forma. Fue ahí, entre suaves caricias a sus mejillas y cuello que el otro comenzó a tener las primeras reacciones de despertarse. No podía dejar que se mueva. — Quédate quieto. — Ordenó firme, pero con tono pasivo. — Te caíste y tu cabeza se lastimó. — Vaticinó, presionándole el pecho con una mano, haciendo fuerza para que no intente levantarse. — Si te mueves puede ser peor. — No creía que eso fuera a evitar que el otro se moviera. — Yo haré que sea peor. — Amenazó, manteniendo la firmeza y seriedad, pero su tono simplemente no podía ser del todo agresivo.
— Mira niño, si sales ahora estarás mucho más muerto de lo que estarás aquí. Ellos no solo van a querer matarte, ahora por lo que pasó preferirán quedarse contigo y hacer que tu vida sea peor que el mismo infierno. — Con su mano libre acarició sus cabellos. — Yo soy un hombre horrible, detestable y bla, bla, bla... — Rodó los ojos, cansado. — Pero no te traje aquí para hacerte daño. — Sentenció, mirándole a los ojos. — La habilidad con la que robaste esa comida es mejor que la de ningún ladrón que he visto. De no ser por leves detalles, creo que te habrías podido infiltrar sin ser visto. — Asintió, buscando levantar al muchacho con cuidado para que se siente. De esta forma observó hacia adelante, casi perdido en sus pensamientos.
— Si sales ahora mismo, no vas a poder ayudar a tus amigos, probablemente ahora les pongas en peligro a todos, como ya lo hiciste horas atrás. — Observó de reojo. — Esta noche te quedarás aquí, sin objeción, yo te saqué de ahí así que por tu culpa también me están buscando a mi ahora. Así que se un buen chico y solo cálmate. — Ordenó, levantándose de un quejido. — Te prepararé un té y te pondrás a dormir. Tus ropas se están lavando. Mañana te diré exactamente por qué mierda te traje a mi casa y sabes qué, la puerta está abierta, sin llave. Puedes irte a morir a violaciones con esos mafiosos canallas cuando tu quieras, o puedes quedarte y dormir caliente hasta que te cures en mi sofá. Tu elijes chiquillo. — Amenazó con furiosa y penetrante mirada. Realmente esperaba que ese discurso asustara lo suficiente al muchacho como para que se quede esa noche. Aunque era mentira lo de la puerta, pues ahora estaba cerrada con trabas especiales.
De un refunfuño se fue a su habitación, buscaría algo con lo que taparle la boca para que ya no hablara más, la sensación asquerosa que le daba al pensar en golpearle le tenía el estómago revuelto, pero lo haría incluso yendo fuera de ese estúpido extraño sentimiento, si eso era necesario. El problema de rebuscar más de la cuenta con una tormenta terrible haciendo ruido blanco en sus oídos, era el hecho de ignorar cualquier ruido fuera de los dos metros a su alrededor. Incapaz de discernir que ocurría fuera de la habitación, Victor no se preocupaba por lo que le fuera a pasar al muchacho mientras no estaba. Sin embargo, regresar con el maldito pañuelo y hallar la puerta de su casa abierta no era para nada de su agrado. Enfurecido como un relámpago de esa misma tormenta, salió gritando por la puerta. — ¡¿DÓNDE MIERDA TE HAS METIDO?! — Pudo ver de lejos la silueta escuálida correr desbaratada y para su placer, le vio caer torpemente de cara a un charco.
Hubiera reído de no ser porque la situación le hacía desbordar de ira. Se acercó hasta él con un aura de maldad pura, imbuido en la necesidad de torturarle hasta que muera, pero a medida que se acercaba, ese sentimiento de ira le causaba nervios y deseos de vomitar. Se sentía tan asqueroso que al tomar la cabeza del muchacho por el cabello y tirar de ella con furia hacia arriba, pudo sentir la bilis subiendo su garganta. — ¡LEVÁNTATE! — Exigió a los gritos, para notar como el chico estaba literalmente desmayado. De su frente caían largas gotas de sangre y bajo donde estaba su cabeza, una piedra. ¿Tanta mala suerte podía tener una persona? Victor entró en un estado de pánico al verle así y sujetó su cuerpo cual herido de muerte, yendo hasta su casa prácticamente al trote.
Su enfado visceral temporalmente se había esfumado. Se interesó en saber si le funcionaban el corazón y los pulmones, y desordenó todo el placard en búsqueda del maldito botiquín. Verle completamente flácido y sangrando le generaba una desordenada sensación en el cuerpo, y temblaba desaforadamente por eso. Curó torpemente la herida, vendó su cabeza, le quitó la ropa mojada y la puso a lavar. No pudo vestirle pero le cubrió con algunas mantas y cuando por fin dejó de dar vueltas, se sentó derrumbado junto él. ¿Qué demonios le estaba pasando?
Antes jamás habría hecho algo así por nadie, jamás había vuelto a sentir estima, su cabeza no le permitía sentirse así. Pero el olor... esa extraña esencia dulce que el otro emanaba le volvía un simple y torpe humano. Se agarró la cara frustrado, quería maltratarle, pegarle, dañarle. Lo quería tanto que se levantó del suelo con intenciones de hacerlo aún si estaba dormido. Se aferró a su cuello con fuerza, levantandolo de su lugar. Apretó más y más, mientras su propio cuerpo era el que sufría el verdadero dolor. No tardó nada en soltar al chico y salir corriendo hacia su baño. No paró de vomitar en diez minutos, ¿Por qué? ¿Por qué le daba tanto asco dañarle? Ya solo enfadarse con él le hacía sentir un monstruo, y no uno que le gustase ser, sino uno que aborrecía y que le causaba pánico.
Salir del baño fue tarea difícil, no quería pensar en dañar al otro, no le traía más que arcadas y acabaría demasiado débil si se daba el caso de tener que renegar con el menor. Probablemente estaba cansado, era eso. Fue un día largo, quizás su cuerpo ya estaría enfermo de ante mano... Sí, algo así debía ser... Tenía que haber una explicación... Pero definitivamente no quería pelear con el menor. Encontraría la forma de convencerle a que se quede, le mentiría, probablemente. Sabía que debería haber alguna forma pacífica de enfrentarse al muchacho. Tras pensarlo detenidamente regresó donde el chico, este siquiera se había acomodado de como lo dejó momentos atrás. Así que levantó su cabeza y se sentó para que usara sus piernas de almohada.
El verle tan relajado calmó esos nervios que antes tenía tan presentes. ¿Por qué simplemente no podía cooperar como una buena mascota? Aprovechó esa vulnerabilidad para acariciarle el rostro, el brazo, el contorno. Era tan delicado como una rosa de cristal, podía romperse al mínimo apretón, y tenía miedo de que fuera de esa forma. Fue ahí, entre suaves caricias a sus mejillas y cuello que el otro comenzó a tener las primeras reacciones de despertarse. No podía dejar que se mueva. — Quédate quieto. — Ordenó firme, pero con tono pasivo. — Te caíste y tu cabeza se lastimó. — Vaticinó, presionándole el pecho con una mano, haciendo fuerza para que no intente levantarse. — Si te mueves puede ser peor. — No creía que eso fuera a evitar que el otro se moviera. — Yo haré que sea peor. — Amenazó, manteniendo la firmeza y seriedad, pero su tono simplemente no podía ser del todo agresivo.
— Mira niño, si sales ahora estarás mucho más muerto de lo que estarás aquí. Ellos no solo van a querer matarte, ahora por lo que pasó preferirán quedarse contigo y hacer que tu vida sea peor que el mismo infierno. — Con su mano libre acarició sus cabellos. — Yo soy un hombre horrible, detestable y bla, bla, bla... — Rodó los ojos, cansado. — Pero no te traje aquí para hacerte daño. — Sentenció, mirándole a los ojos. — La habilidad con la que robaste esa comida es mejor que la de ningún ladrón que he visto. De no ser por leves detalles, creo que te habrías podido infiltrar sin ser visto. — Asintió, buscando levantar al muchacho con cuidado para que se siente. De esta forma observó hacia adelante, casi perdido en sus pensamientos.
— Si sales ahora mismo, no vas a poder ayudar a tus amigos, probablemente ahora les pongas en peligro a todos, como ya lo hiciste horas atrás. — Observó de reojo. — Esta noche te quedarás aquí, sin objeción, yo te saqué de ahí así que por tu culpa también me están buscando a mi ahora. Así que se un buen chico y solo cálmate. — Ordenó, levantándose de un quejido. — Te prepararé un té y te pondrás a dormir. Tus ropas se están lavando. Mañana te diré exactamente por qué mierda te traje a mi casa y sabes qué, la puerta está abierta, sin llave. Puedes irte a morir a violaciones con esos mafiosos canallas cuando tu quieras, o puedes quedarte y dormir caliente hasta que te cures en mi sofá. Tu elijes chiquillo. — Amenazó con furiosa y penetrante mirada. Realmente esperaba que ese discurso asustara lo suficiente al muchacho como para que se quede esa noche. Aunque era mentira lo de la puerta, pues ahora estaba cerrada con trabas especiales.
Invitado
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por Alexander Reynolds Mar Ago 07, 2018 3:23 am
Al final había caído inconsciente.
¿Por qué no murió ahí mismo? ¿Por qué lo que sea que estuviera allá arriba lo quería con vida? Morir era la única manera de arreglar todos sus problemas. Todos y cada uno.
Esas horas que pasó inconsciente solo repetía la escena en donde era vendido a un señor obeso, con canas, bastante viejo y con una cara llena de lujuria. Sus papás ya no podían mantener la casa y ese señor era el que les prestaba dinero, para ese entonces Alexander no poseía conocimiento de nada de esas cosas así que, ver a ese hombre gordo merodear por su casa no era para nada normal. Su papá se gastaba todo el dinero en alcohol, su madre se prostituía pero con la edad ya los clientes no le buscaban tanto como antes… Preferían a las más jóvenes, con senos levantados y grandes, piel de porcelana, cuerpo de muñeca. Poco a poco las deudas fueron mayores, el cuerpo de Alexander se veía más delgado que antes, sus padres peleaban más, lloraba todos los días al principio pero ya luego tomaba las botellas rotas, los gritos de su madre y las cosas rotas como el cantar de su vida.
Hasta ese día, en específico.
Su padre, le llamó. Estaba viendo la televisión como todo niño haría en esas ocasiones, tal vez era la única manera para distraerse de la realidad, ver esas series donde todo era felicidad y nada malo pasaba en realidad, y si pasaba, podía resolverse con la misma facilidad con la que eran felices. Quería vivir esa vida de tranquilidad pero, disfrazaba todos esos sentimientos con una sonrisa y un “Trabajaré mejor”. Salió sin mucha dificultad, su madre estaba ahí y le presentaron al hombre. Eduard se llamaba. Alex solo le saludó de lejos pero el hombre le transmitía un aura de lascivia y lujuria que no era de ese mundo… Fue cuando su mamá le comentó que ahora viviría con ese hombre debido a que papi y mami ya no podían mantener la casa, razón por la cual venderían al albino para poder tener la casa.
“—Te prometo que nos la pasaremos muy bien, pequeño Alex. —“
Cada noche recuerda lo cargada de lujuria que estaba esa frase. La revive todas las noches y el rostro de sus padres sin un ápice de tristeza, se veían alegres de deshacerse del ángel… Desde ese día, podía decirse, que Alexander perdió la fe en toda persona en el mundo. Sus padres le habían vendido solo para mantener una casa… Una casa.
Y no quedó en eso nada más. El hombre al que fue vendido, como tenía una idea, quería volverlo un objeto sexual… Su mascota. No esperó ni el primer día de su llegada para empezar a tocarle de manera indebida, manoseándole su cuerpo delgado, blanco y puro… Incluso llegó a tocarle su miembro al igual que intentó meterle su “cosa” en la boca a Alexander. El ángel no aguantó tanto, llegó a darle una cachetada a ese hombre y por esa misma razón le echó de la casa, quedando como un chico sin hogar… Abandonado. Sin hogar, sin padres, sin nada. Simplemente por no querer satisfacer sexualmente a ese hombre.
Pasó semanas viviendo en las calles de Elysium, sin comer, sin dormir, solo pensando en qué hubiera pasado en haber aceptado en ser violado. ¿Viviría mejor? ¿No estaría en esa tormenta de lluvia donde sus ropas se mojaron hasta volverse un desastre? ¿No tendría gripe? ¿No viviría en las calles? ¿En una casa abandonada? Solo tal vez si se hubiera prostituido en las calles en vez de robar… Tal vez si…
“— Yo haré que sea peor. —“
Fue lo primero que escuchó al despertar, ¿En dónde estaba? Abrió sus ojos al instante y ver esa barba blanca, ese ojo blanco con una cicatriz… Le regresó a la realidad. Estaba en ese sitio otra vez, no había muerto. Rápidamente quiso levantarse para escapar pero la mano del hombre le estaba apretando el pecho para no levantarse. Su cabeza le dolía también, por lo visto se había golpeado porque podía sentir vendajes en ella. No escuchaba nada solo quería irse de ese lugar… Tenía que buscar una nueva forma de escapar porque si no, ese hombre le destrozaría en todos los sentidos posibles. Lo sabía… Se repetiría lo mismo que en la comisaría.
No hablaba pero cuando le acarició los cabellos, sus ojos azules visualizaron a ese hombre gordo, con una sonrisa lujuriosa tratando de acercársele para tener sexo con él.
— ¡N-NO ME TOQUES! —
Lágrimas salieron de sus ojos al decir aquella advertencia, su cabeza salió pero no le importó. Ese hombre le haría lo mismo… Estaba muy seguro de ello. En su mente flashbacks de lo ocurrido en la oficina del policía le torturaban constantemente, gritándole que no debía de confiar en ese hombre a pesar de que le salvó, a pesar de que sus palabras transmitían confianza. Cuando intentó levantarle le intentó golpear en el brazo para que no le tocara y casi se cae del sofá pero agarró el extremo de esta para no caerse, las lágrimas seguían cayendo sin detenerse. Quería irse de ahí… Quería volver a su hogar, quería su vida devuelta.
Las últimas palabras del hombre fueron las que le dejaron marcado. No quería que le sucediera nada de eso… No quería ser maltratado, matado, por esas personas ni mucho menos colocar a sus amigos en riesgo. Gimoteó varias veces tratando de calmarse pero era algo imposible… Quería huir. Alexander no era estúpido sabía que la puerta estaba con llave. Se levantó del sofá para irse a un rincón de la casa, sentándose ahí con sus piernas dobladas y su rostro oculto en sus brazos sin poder dejar de llorar. ¿Por qué le pasaban esas cosas? No quería la misericordia del policía… ¿Para qué le había salvado? No entendía nada al respecto.
— Q-Q-Quiero i-i-irme a-a c-c-casa… —
Apenas podía hablar porque las lágrimas no le dejaban. Seguía imaginando al policía como ese hombre gordo que le haría daño en algún momento cuando dejara de estar atento.
— T-Tu e-e-eres u-un hombre m-m-malo… —
Sus ojos azules estaban rojos de tanto llorar, sus mocos cayendo en lo que sea que tuviera de ropa, quería regresar a donde la vida no era tan difícil, donde solo tenía que estar atento de la comida, de lavar la ropa, de cuidar de sus papás… No quería estar ahí, propenso a ser golpeado y violado.
— T-Tu m-me h-harás d-daño… —
En eso, un relámpago cayó nuevamente que hizo que el muchacho se asustara más aun, soltando un grito de puro susto.
¿Por qué no murió ahí mismo? ¿Por qué lo que sea que estuviera allá arriba lo quería con vida? Morir era la única manera de arreglar todos sus problemas. Todos y cada uno.
Esas horas que pasó inconsciente solo repetía la escena en donde era vendido a un señor obeso, con canas, bastante viejo y con una cara llena de lujuria. Sus papás ya no podían mantener la casa y ese señor era el que les prestaba dinero, para ese entonces Alexander no poseía conocimiento de nada de esas cosas así que, ver a ese hombre gordo merodear por su casa no era para nada normal. Su papá se gastaba todo el dinero en alcohol, su madre se prostituía pero con la edad ya los clientes no le buscaban tanto como antes… Preferían a las más jóvenes, con senos levantados y grandes, piel de porcelana, cuerpo de muñeca. Poco a poco las deudas fueron mayores, el cuerpo de Alexander se veía más delgado que antes, sus padres peleaban más, lloraba todos los días al principio pero ya luego tomaba las botellas rotas, los gritos de su madre y las cosas rotas como el cantar de su vida.
Hasta ese día, en específico.
Su padre, le llamó. Estaba viendo la televisión como todo niño haría en esas ocasiones, tal vez era la única manera para distraerse de la realidad, ver esas series donde todo era felicidad y nada malo pasaba en realidad, y si pasaba, podía resolverse con la misma facilidad con la que eran felices. Quería vivir esa vida de tranquilidad pero, disfrazaba todos esos sentimientos con una sonrisa y un “Trabajaré mejor”. Salió sin mucha dificultad, su madre estaba ahí y le presentaron al hombre. Eduard se llamaba. Alex solo le saludó de lejos pero el hombre le transmitía un aura de lascivia y lujuria que no era de ese mundo… Fue cuando su mamá le comentó que ahora viviría con ese hombre debido a que papi y mami ya no podían mantener la casa, razón por la cual venderían al albino para poder tener la casa.
“—Te prometo que nos la pasaremos muy bien, pequeño Alex. —“
Cada noche recuerda lo cargada de lujuria que estaba esa frase. La revive todas las noches y el rostro de sus padres sin un ápice de tristeza, se veían alegres de deshacerse del ángel… Desde ese día, podía decirse, que Alexander perdió la fe en toda persona en el mundo. Sus padres le habían vendido solo para mantener una casa… Una casa.
Y no quedó en eso nada más. El hombre al que fue vendido, como tenía una idea, quería volverlo un objeto sexual… Su mascota. No esperó ni el primer día de su llegada para empezar a tocarle de manera indebida, manoseándole su cuerpo delgado, blanco y puro… Incluso llegó a tocarle su miembro al igual que intentó meterle su “cosa” en la boca a Alexander. El ángel no aguantó tanto, llegó a darle una cachetada a ese hombre y por esa misma razón le echó de la casa, quedando como un chico sin hogar… Abandonado. Sin hogar, sin padres, sin nada. Simplemente por no querer satisfacer sexualmente a ese hombre.
Pasó semanas viviendo en las calles de Elysium, sin comer, sin dormir, solo pensando en qué hubiera pasado en haber aceptado en ser violado. ¿Viviría mejor? ¿No estaría en esa tormenta de lluvia donde sus ropas se mojaron hasta volverse un desastre? ¿No tendría gripe? ¿No viviría en las calles? ¿En una casa abandonada? Solo tal vez si se hubiera prostituido en las calles en vez de robar… Tal vez si…
“— Yo haré que sea peor. —“
Fue lo primero que escuchó al despertar, ¿En dónde estaba? Abrió sus ojos al instante y ver esa barba blanca, ese ojo blanco con una cicatriz… Le regresó a la realidad. Estaba en ese sitio otra vez, no había muerto. Rápidamente quiso levantarse para escapar pero la mano del hombre le estaba apretando el pecho para no levantarse. Su cabeza le dolía también, por lo visto se había golpeado porque podía sentir vendajes en ella. No escuchaba nada solo quería irse de ese lugar… Tenía que buscar una nueva forma de escapar porque si no, ese hombre le destrozaría en todos los sentidos posibles. Lo sabía… Se repetiría lo mismo que en la comisaría.
No hablaba pero cuando le acarició los cabellos, sus ojos azules visualizaron a ese hombre gordo, con una sonrisa lujuriosa tratando de acercársele para tener sexo con él.
— ¡N-NO ME TOQUES! —
Lágrimas salieron de sus ojos al decir aquella advertencia, su cabeza salió pero no le importó. Ese hombre le haría lo mismo… Estaba muy seguro de ello. En su mente flashbacks de lo ocurrido en la oficina del policía le torturaban constantemente, gritándole que no debía de confiar en ese hombre a pesar de que le salvó, a pesar de que sus palabras transmitían confianza. Cuando intentó levantarle le intentó golpear en el brazo para que no le tocara y casi se cae del sofá pero agarró el extremo de esta para no caerse, las lágrimas seguían cayendo sin detenerse. Quería irse de ahí… Quería volver a su hogar, quería su vida devuelta.
Las últimas palabras del hombre fueron las que le dejaron marcado. No quería que le sucediera nada de eso… No quería ser maltratado, matado, por esas personas ni mucho menos colocar a sus amigos en riesgo. Gimoteó varias veces tratando de calmarse pero era algo imposible… Quería huir. Alexander no era estúpido sabía que la puerta estaba con llave. Se levantó del sofá para irse a un rincón de la casa, sentándose ahí con sus piernas dobladas y su rostro oculto en sus brazos sin poder dejar de llorar. ¿Por qué le pasaban esas cosas? No quería la misericordia del policía… ¿Para qué le había salvado? No entendía nada al respecto.
— Q-Q-Quiero i-i-irme a-a c-c-casa… —
Apenas podía hablar porque las lágrimas no le dejaban. Seguía imaginando al policía como ese hombre gordo que le haría daño en algún momento cuando dejara de estar atento.
— T-Tu e-e-eres u-un hombre m-m-malo… —
Sus ojos azules estaban rojos de tanto llorar, sus mocos cayendo en lo que sea que tuviera de ropa, quería regresar a donde la vida no era tan difícil, donde solo tenía que estar atento de la comida, de lavar la ropa, de cuidar de sus papás… No quería estar ahí, propenso a ser golpeado y violado.
— T-Tu m-me h-harás d-daño… —
En eso, un relámpago cayó nuevamente que hizo que el muchacho se asustara más aun, soltando un grito de puro susto.
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por Invitado Jue Ago 16, 2018 10:41 pm
El contrario tenía más miedo de lo que el mismo Victor podía controlar. El hecho de verle huir como si hubiera visto una pesadilla en vida, dejó tieso el cuerpo enorme del mayor. No entendía como podía causarle tanto miedo irracional. Sabía que era una situación excesivamente difícil y temible, pero ese mismo chico que ahora lloraba desesperado por irse, era el que le pegó queriendo huir antes en la comisaría. Sabía que aunque tuviera miedo esa reacción iba más allá del miedo, estaba quizás asociada a una fobia. No sabía mucho de las personas, pero conocía sobre miedos enormemente irracionales. ¿Qué tendría que haber vivido esa pequeña criatura para tener miedo incluso a las buenas palabras? Por primera vez desde que le conocía había sido sincero con sus intenciones y no sabía qué más hacer para calmarle.
Era cierto que no era un situación justa, pero realmente no podía dejar salir al muchacho; porque quizás no le estaría buscando la mafia, pero en medio de una noche de truenos, dejarlo volver a ese lugar donde ocurrieron tantos asesinatos, quizás sus mismos compañeros le hicieran daño por traer problemas al escondite. Había vistos esas caras ratunas, tirando en mierda a la persona que les había traído de comer. Victor sabía mejor que nadie que la gente de afuera no tenía compasión, sea pobre o rica. Quizás además de querer usarle cual juguete, lo que más deseaba era protegerle de manera totalmente irracional.
No quiso acercarse a su cuerpo temeroso, así que le dejó intentando ordenar sus propias ideas. El secarropas dejó de sonar cuando entró a la cocina, la ropa ajena estaba lista, así que se detuvo a preparar un té de jengibre y mucho azúcar. El muchacho se veía demasiado flaco y no podía alimentarle bien así sin más. Siquiera parecía hambriento de tan flaco que estaba, por ende, tendría que alimentarle con mucho cuidado y de a pequeñas porciones si no quería lastimarle más y... ¿Porqué pensaba en su bienestar? Había ideado, desde que le vio salir de aquella fiesta, en transformarle en una sumisa mascota que atendiera a sus necesidades sexuales y en los robos, no en tener un hijo de la nada. Apretó los dientes con furia mientras la taza vacía temblaba en sus manos. Le odiaba.
Su mente intentó calmar su furia de alguna forma. "Es como una mascota, a las mascotas no hay que hacerles daño, hay que educarlas para que sirvan felices a lo que les pides". Exacto, una mascota. Le adoptaría como una mascota. Sería compasivo pero regio, le enseñaría a comportarse y a acatar a sus órdenes sin rechistar. No debía dejarse dominar por esa criatura tan... particular. Respiró hondo más tranquilo con su mente, siempre hacía lo mismo cuando las cosas se iban de las manos, mentirse a sí mismo. Pero funcionaba ese convencimiento, realmente no tenía fuerzas para desbordarse y acabar con una terrible migraña por un enojo que no le llevaría a ningún lado.
Así salió de la cocina con el té y la ropa ajena en manos. El otro seguía ahí, llorando. Tragó saliva y tomó una caja de pañuelos. También tomó la manta y una almohada, y fue directo al pequeño bulto en la esquina que era el contrario. Este había dicho cosas sobre que era malo, que le haría daño. El pequeño estaba equivocado, pero Victor no tenía forma de hacérselo entender. No la encontraría ese día, pero al menos quería calmarle un poco. Se acercó a él, a un metro y tanto de distancia, y dejó el té y el resto de las cosas en el piso, arrollándose frente a él. — ¿Cual es tu nombre? — Su voz siempre era gruesa, con un tono bastante amenazante, pero por alguna razón que no entendía, esta vez sonó neutra, casi dulce. Se levantó apartándose más una vez dejó todo colocado, quedándose parado frente a él con las manos en los bolsillos. — Mi nombre es Victor Nowak. — Se presentó, manteniendo silencio momentos después.
— Se que este lugar no es el mejor, pero dudo que tengas algo mejor afuera. — Ladeó un poco el rostro, apacible y algo serio. — No te asustes por las tormentas, estando aquí dentro no te pueden hacer nada. — Observó a otro lado, avergonzado por el hecho de intentar calmar al chico de forma tan torpe. — Puedes bañarte si quieres. — Mencionó, algo nervioso. Fue dando algunos pasos hacia atrás y finalmente volteó para ir a sentarse en el sofá. — Y puedes dormir donde quieras, aunque te recomiendo el sofá, es mejor que el piso. — No era tampoco la gran cosa. Tenía una habitación vacía, pero primero debería quitar... viejas cosas antes de dársela. — No sé que mierdas habrás vivido antes, por qué estás solo en el mundo o porque te odias tanto... Pero aquí no va a ocurrirte nada. Solo quiero que trabajes para mi, robando. No pido más. — Comentó suspirando. — Eres bueno en eso... Pero, no hablaremos de esto hoy. — Concluyó, encendiendo la televisión en bajo volumen. Había un programa sobre animales salvajes.
Era cierto que no era un situación justa, pero realmente no podía dejar salir al muchacho; porque quizás no le estaría buscando la mafia, pero en medio de una noche de truenos, dejarlo volver a ese lugar donde ocurrieron tantos asesinatos, quizás sus mismos compañeros le hicieran daño por traer problemas al escondite. Había vistos esas caras ratunas, tirando en mierda a la persona que les había traído de comer. Victor sabía mejor que nadie que la gente de afuera no tenía compasión, sea pobre o rica. Quizás además de querer usarle cual juguete, lo que más deseaba era protegerle de manera totalmente irracional.
No quiso acercarse a su cuerpo temeroso, así que le dejó intentando ordenar sus propias ideas. El secarropas dejó de sonar cuando entró a la cocina, la ropa ajena estaba lista, así que se detuvo a preparar un té de jengibre y mucho azúcar. El muchacho se veía demasiado flaco y no podía alimentarle bien así sin más. Siquiera parecía hambriento de tan flaco que estaba, por ende, tendría que alimentarle con mucho cuidado y de a pequeñas porciones si no quería lastimarle más y... ¿Porqué pensaba en su bienestar? Había ideado, desde que le vio salir de aquella fiesta, en transformarle en una sumisa mascota que atendiera a sus necesidades sexuales y en los robos, no en tener un hijo de la nada. Apretó los dientes con furia mientras la taza vacía temblaba en sus manos. Le odiaba.
Su mente intentó calmar su furia de alguna forma. "Es como una mascota, a las mascotas no hay que hacerles daño, hay que educarlas para que sirvan felices a lo que les pides". Exacto, una mascota. Le adoptaría como una mascota. Sería compasivo pero regio, le enseñaría a comportarse y a acatar a sus órdenes sin rechistar. No debía dejarse dominar por esa criatura tan... particular. Respiró hondo más tranquilo con su mente, siempre hacía lo mismo cuando las cosas se iban de las manos, mentirse a sí mismo. Pero funcionaba ese convencimiento, realmente no tenía fuerzas para desbordarse y acabar con una terrible migraña por un enojo que no le llevaría a ningún lado.
Así salió de la cocina con el té y la ropa ajena en manos. El otro seguía ahí, llorando. Tragó saliva y tomó una caja de pañuelos. También tomó la manta y una almohada, y fue directo al pequeño bulto en la esquina que era el contrario. Este había dicho cosas sobre que era malo, que le haría daño. El pequeño estaba equivocado, pero Victor no tenía forma de hacérselo entender. No la encontraría ese día, pero al menos quería calmarle un poco. Se acercó a él, a un metro y tanto de distancia, y dejó el té y el resto de las cosas en el piso, arrollándose frente a él. — ¿Cual es tu nombre? — Su voz siempre era gruesa, con un tono bastante amenazante, pero por alguna razón que no entendía, esta vez sonó neutra, casi dulce. Se levantó apartándose más una vez dejó todo colocado, quedándose parado frente a él con las manos en los bolsillos. — Mi nombre es Victor Nowak. — Se presentó, manteniendo silencio momentos después.
— Se que este lugar no es el mejor, pero dudo que tengas algo mejor afuera. — Ladeó un poco el rostro, apacible y algo serio. — No te asustes por las tormentas, estando aquí dentro no te pueden hacer nada. — Observó a otro lado, avergonzado por el hecho de intentar calmar al chico de forma tan torpe. — Puedes bañarte si quieres. — Mencionó, algo nervioso. Fue dando algunos pasos hacia atrás y finalmente volteó para ir a sentarse en el sofá. — Y puedes dormir donde quieras, aunque te recomiendo el sofá, es mejor que el piso. — No era tampoco la gran cosa. Tenía una habitación vacía, pero primero debería quitar... viejas cosas antes de dársela. — No sé que mierdas habrás vivido antes, por qué estás solo en el mundo o porque te odias tanto... Pero aquí no va a ocurrirte nada. Solo quiero que trabajes para mi, robando. No pido más. — Comentó suspirando. — Eres bueno en eso... Pero, no hablaremos de esto hoy. — Concluyó, encendiendo la televisión en bajo volumen. Había un programa sobre animales salvajes.
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por Alexander Reynolds Jue Ago 16, 2018 11:58 pm
Su miedo sobrepasaba la cantidad considerable en una persona. Si alguien jamás pudo llegar a morirse del miedo y la desesperación seguramente Alexander sería el primero en la lista. Tantas preguntas yacían en su mente que no podía controlar sus sentimientos, sus pensamientos, todo estaba completamente alterado y no había forma de poder arreglar eso por los momentos. ¡Simplemente quería irse de ahí! ¿Era tan difícil de entender para ese policía? La puerta principal estaba bastante resguardada, preparada por si el albino menor quería escapar pero… Siempre hay maneras de escapar. Las ventanas, algún lugar que se quedó con alguna cerradura mala, el muchacho no veía nada imposible, todo para el pequeño era posible en el mundo del espionaje, desde años se especializó tanto en robar, en escabullirse que ya era muy fácil lograrlo. No lo sabía por él, ¡Para nada! Lo hacía por sus amigos, por esas personas que encontró cuando nadie le veía, cuando todos le miraban de mala manera diciéndole con los ojos “Eres la desgracia del mundo”.
Escuchaba al hombre hacer algo, moverse de un lugar a otro. Sus zapatos hacían muchísimo ruido al chocar con el piso pero agradecía la tormenta de lluvia que era capaz de dificultar que los sonidos llegaran a su mente. Todo era un sueño, ¿Verdad? Eso era… En algún momento despertaría así que cerró los ojos, intentaría dormir a ver si así lograba despertar de ese sueño en el que se encontraba. No podía estar ahí, ¿Para qué ese hombre lo tendría ahí? Alexander no se merecía estar en ese lugar, donde olía bien, hacía frío y no era plena oscuridad. ¿Lo venderían de nuevo? ¿Lo tendrían como un prostituto? Miles de alternativas venían a su mente, su miedo aumentaba conforme pasaba el tiempo pero solo quería despertar y ver que estaba acostado en el suelo de la casa abandonada con los demás chicos.
— ¡AHHHH! —
Un susto de muerte salió de su boca. Había tratado de quedarse dormido pero enseguida su cabeza que estaba oculta en sus rodillas se levantó enseguida debido a que una voz le estaba preguntando algo. La sorpresa se vio en sus orbes azules y al encontrarse con el hombre robusto enfrente de él solo le dieron ganas de llorar e inclusive, empezó a llorar porque no le entraba en la mente que seguía estando en ese lugar. ¿Qué hizo para merecer algo así? El pánico y el miedo estaban dominando todo su cuerpo, sus acciones y su mente por lo tanto no llegaba a ver la realidad de la situación. Era difícil cuando tenías un pasado donde te sucedieron cosas parecidas a las que sucedían ahora mismo. “¿Cuál es mi nombre?” se preguntó a la vez que su mirada se dirigía al líquido que reposaba en la taza y su ropa completamente limpia. ¿Por qué hacía esas cosas? ¿Qué ganaba mostrándole piedad y misericordia? Tal vez no era tan malo después de todo…
¡¿Pero que estaba pensando?! ¡Claro que es malo! Lo tenía enfrente pero no quería verle en lo absoluto. Sus azules solo se mantenían en sus ropas limpias… Tenía muchísimo tiempo sin verlas tan blancas, tan lindas, seguramente olerían bastante bien. Apretó los labios, frunciendo su ceño a la vez que escuchaba como el otro hablaba. No respondería por los momentos, solo que no terminaba de entender por qué le trataba bien, ¡Hace unos días quería violarlo en la comisaría! ¿Cuáles eran sus intenciones? ¿Acaso Alexander estaba exagerando? Se hacía demasiadas preguntas que llegaba a desesperarse pero, ¿Cómo debía actuar en esa situación? ¿Agradecido porque un extraño lo salvó de ser matado? ¿Un extraño que casi lo viola? No entendía nada, nada de nada.
— ¿Ro…bando? —
Lo que él hacía no era “robar” sino quitarles a las personas adineradas cosas que ya no necesitaban o tenían solo por capricho de ellos, Alexander solo se encargaba de darles ese tipo de cosas a las personas que realmente lo necesitaban. El no robaba. ¡Además! ¡El nunca robaría para alguien como Víctor! Por lo visto era un policía corrupto, ¿Para qué robar a la ciudad si él se encargaba de cuidarla? Nada tenía sentido. Tal vez esa era la razón por la que le mantenía en ese lugar, por la cual le trataba bien.
Observó cómo se alejaba para ver quién sabe qué así que se mantuvo viendo el té con bastante curiosidad. ¿Sería veneno? Lo dudaba mucho, ya que si lo necesitaba para robar darle algo para matarlo no sería la mejor idea. Con manos temblorosas poco a poco fue agarrando el té, agarrándolo con las dos manos a la vez que lo acercaba a su boca para ir probándolo, estaba bastante bueno y servía para quitarle el frío del cuerpo. Ya cuando lo terminó, pensó que podía hacer ahora. Quería colocarse su ropa pero necesitaba ir a un lugar privado para cambiarse… Se levantó, primero con la taza para dejarla en el comedor y a paso rápido fue por su ropa, dirigiéndose a donde estaba el hombre.
— M-Me llamo... —
No estaba seguro de lo que estaba haciendo pero, en sus planes no estaba desnudarse enfrente de ese hombre a pesar de lo que había hecho prácticamente obligado. Podía ser inocente pero no un tonto.
— ¡A-Alexander… Reynolds! Y… ¡Y-Yo no robo! —
Alzaba la voz para mostrarse tal vez algo intimidante al muchacho, para no mostrarse tan delicado y débil como se veía. Si no podía escapar entonces trataría de ser valiente, rudo pero a la vez educado para no caer en las trampas que el policía le colocara.
— Y… ¡Usaré el baño, con tu permiso! —
Abrazando su ropa fue a paso rápido a lo que se veía era el baño, cerrando la puerta con el pestillo por si intentaba algo raro. ¿Debería bañarse? Se fijó en sus características en el espejo y su cabello estaba sucio, perdió su color brillante hace mucho tiempo. Su piel sucia, no tan viva y blanca como antes, todo se veía tan deteriorado en el que enfrente a Víctor, Alexander se veía más viejo. Decidió bañarse, ¿Cuándo fue la última vez que se bañó apropiadamente? Probablemente el último día que dejó de vivir con sus padres. El agua estaba bastante deliciosa y podía ver como toda la suciedad de su cuerpo se iba por el desagüe. Usó el champú que estaba ahí, se limpió todo el cuerpo con el jabón y se secó todo el cuerpo con la toalla que estaba ahí colgada.
Se vistió con la única ropa que le pertenecía, lo cual era una camisa blanca debajo, una chaqueta con varios detalles, pantalón azul marino y unos zapatos pero solo se colocó la camisa y el pantalón. Salió del baño colocando su chaqueta y zapatos en una mesa que no tenía nada. ¿Lo regañarían si lo colocaba en ese lugar?
— ¡G-Gracias por dejarme usar tu baño! —
Soltó para entonces correr prácticamente a su rincón, que ni siquiera era su rincón sino el rincón de la casa de Víctor. Se sentó, abrazando sus piernas mientras veía al mayor muy concentrado en la televisión. ¿Realmente era tan malo como se lo imaginaba? No estaba seguro ahora, alguien más no lo trataría de esa forma… Pero Víctor necesitaba sus habilidades de escabullirse, ¿Para qué? Lo desconocía. Su miedo seguía latente pero no tanto como antes.
¿Debería confiar en el enemigo?
Escuchaba al hombre hacer algo, moverse de un lugar a otro. Sus zapatos hacían muchísimo ruido al chocar con el piso pero agradecía la tormenta de lluvia que era capaz de dificultar que los sonidos llegaran a su mente. Todo era un sueño, ¿Verdad? Eso era… En algún momento despertaría así que cerró los ojos, intentaría dormir a ver si así lograba despertar de ese sueño en el que se encontraba. No podía estar ahí, ¿Para qué ese hombre lo tendría ahí? Alexander no se merecía estar en ese lugar, donde olía bien, hacía frío y no era plena oscuridad. ¿Lo venderían de nuevo? ¿Lo tendrían como un prostituto? Miles de alternativas venían a su mente, su miedo aumentaba conforme pasaba el tiempo pero solo quería despertar y ver que estaba acostado en el suelo de la casa abandonada con los demás chicos.
— ¡AHHHH! —
Un susto de muerte salió de su boca. Había tratado de quedarse dormido pero enseguida su cabeza que estaba oculta en sus rodillas se levantó enseguida debido a que una voz le estaba preguntando algo. La sorpresa se vio en sus orbes azules y al encontrarse con el hombre robusto enfrente de él solo le dieron ganas de llorar e inclusive, empezó a llorar porque no le entraba en la mente que seguía estando en ese lugar. ¿Qué hizo para merecer algo así? El pánico y el miedo estaban dominando todo su cuerpo, sus acciones y su mente por lo tanto no llegaba a ver la realidad de la situación. Era difícil cuando tenías un pasado donde te sucedieron cosas parecidas a las que sucedían ahora mismo. “¿Cuál es mi nombre?” se preguntó a la vez que su mirada se dirigía al líquido que reposaba en la taza y su ropa completamente limpia. ¿Por qué hacía esas cosas? ¿Qué ganaba mostrándole piedad y misericordia? Tal vez no era tan malo después de todo…
¡¿Pero que estaba pensando?! ¡Claro que es malo! Lo tenía enfrente pero no quería verle en lo absoluto. Sus azules solo se mantenían en sus ropas limpias… Tenía muchísimo tiempo sin verlas tan blancas, tan lindas, seguramente olerían bastante bien. Apretó los labios, frunciendo su ceño a la vez que escuchaba como el otro hablaba. No respondería por los momentos, solo que no terminaba de entender por qué le trataba bien, ¡Hace unos días quería violarlo en la comisaría! ¿Cuáles eran sus intenciones? ¿Acaso Alexander estaba exagerando? Se hacía demasiadas preguntas que llegaba a desesperarse pero, ¿Cómo debía actuar en esa situación? ¿Agradecido porque un extraño lo salvó de ser matado? ¿Un extraño que casi lo viola? No entendía nada, nada de nada.
— ¿Ro…bando? —
Lo que él hacía no era “robar” sino quitarles a las personas adineradas cosas que ya no necesitaban o tenían solo por capricho de ellos, Alexander solo se encargaba de darles ese tipo de cosas a las personas que realmente lo necesitaban. El no robaba. ¡Además! ¡El nunca robaría para alguien como Víctor! Por lo visto era un policía corrupto, ¿Para qué robar a la ciudad si él se encargaba de cuidarla? Nada tenía sentido. Tal vez esa era la razón por la que le mantenía en ese lugar, por la cual le trataba bien.
Observó cómo se alejaba para ver quién sabe qué así que se mantuvo viendo el té con bastante curiosidad. ¿Sería veneno? Lo dudaba mucho, ya que si lo necesitaba para robar darle algo para matarlo no sería la mejor idea. Con manos temblorosas poco a poco fue agarrando el té, agarrándolo con las dos manos a la vez que lo acercaba a su boca para ir probándolo, estaba bastante bueno y servía para quitarle el frío del cuerpo. Ya cuando lo terminó, pensó que podía hacer ahora. Quería colocarse su ropa pero necesitaba ir a un lugar privado para cambiarse… Se levantó, primero con la taza para dejarla en el comedor y a paso rápido fue por su ropa, dirigiéndose a donde estaba el hombre.
— M-Me llamo... —
No estaba seguro de lo que estaba haciendo pero, en sus planes no estaba desnudarse enfrente de ese hombre a pesar de lo que había hecho prácticamente obligado. Podía ser inocente pero no un tonto.
— ¡A-Alexander… Reynolds! Y… ¡Y-Yo no robo! —
Alzaba la voz para mostrarse tal vez algo intimidante al muchacho, para no mostrarse tan delicado y débil como se veía. Si no podía escapar entonces trataría de ser valiente, rudo pero a la vez educado para no caer en las trampas que el policía le colocara.
— Y… ¡Usaré el baño, con tu permiso! —
Abrazando su ropa fue a paso rápido a lo que se veía era el baño, cerrando la puerta con el pestillo por si intentaba algo raro. ¿Debería bañarse? Se fijó en sus características en el espejo y su cabello estaba sucio, perdió su color brillante hace mucho tiempo. Su piel sucia, no tan viva y blanca como antes, todo se veía tan deteriorado en el que enfrente a Víctor, Alexander se veía más viejo. Decidió bañarse, ¿Cuándo fue la última vez que se bañó apropiadamente? Probablemente el último día que dejó de vivir con sus padres. El agua estaba bastante deliciosa y podía ver como toda la suciedad de su cuerpo se iba por el desagüe. Usó el champú que estaba ahí, se limpió todo el cuerpo con el jabón y se secó todo el cuerpo con la toalla que estaba ahí colgada.
Se vistió con la única ropa que le pertenecía, lo cual era una camisa blanca debajo, una chaqueta con varios detalles, pantalón azul marino y unos zapatos pero solo se colocó la camisa y el pantalón. Salió del baño colocando su chaqueta y zapatos en una mesa que no tenía nada. ¿Lo regañarían si lo colocaba en ese lugar?
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