Hades, el señor del Inframundo | ID

Más allá de las creencias, es de saber popular que nadie, ni siquiera quienes aseguran a viva voz conocer cuál será su destino al final del camino, tiene la certeza total de lo que le sucede al alma, de existir una, cuando el corazón se para y el cerebro se apaga. La muerte ha sido y siempre será el mayor de los misterios, destinada a ser dibujada y desdibujada por filósofos y grandes pensadores de las distintas eras. No existe ningún ente capaz de comprender completamente la muerte, pero uno de los que más se acercan posiblemente sea Hades.

El Rey del Inframundo, Dios de los Muertos, juez y verdugo de almas, y esposo de la mujer más hermosa entre dioses y mortales, ha vivido lo suficiente como para considerarse a sí mismo un sabio… y un abuelo. De pocas palabras, muchas veces considerado alguien perezoso y de carácter apagado por sus pares, Hades se muestra como un dios impasible, dotado de una gran paciencia y serenidad a la hora de hablar. El papel que desempeña como juez de las almas que descienden al Inframundo le ha conferido la sabiduría necesaria para ver más allá de todos los factores externas, juzgando la verdadera naturaleza de cada alma en pos de dictaminar un destino justo.

La naturaleza estoica de Hades, combinada con su manera de hablar que parece reflejar prepotencia y arrogancia, comúnmente lo hace parecer alguien que se considera por encima de los demás, cuya palabra es absoluta y no hay forma de que la razón no sea suya. Nada más alejado de la realidad. Si bien es cierto que su tono tiende a ser neutral, serio y calmado, esto no es así debido a un trasfondo arrogante, sino que confía tanto en su juicio y experiencia para tratar con las diferentes situaciones que se le pudieran presentar que nunca desespera ni siente necesidad de variar el tono de su voz, más allá de agregar ligeras pinceladas de sarcasmo al mismo.

Es inteligente, piensa bien cada movimiento, cada palabra que vaya a articular. Analiza los factores necesarios para asegurarse de llegar al destino que desee.

La concepción del bien y el mal para Hades es enrevesada, difícil de explicar. Al ser conscientes de las diferentes interpretaciones, las construcciones culturales y todo lo que define en las distintas épocas qué está bien y qué está mal, el Dios del Inframundo llegó a un punto donde ya no ve blanco y negro, sino una infinita escala de grises que tiñe las almas de mortales e inmortales por igual.

El amor… los sentimientos en sí siempre fueron algo que lo intrigó. Los sentía, pero no llegaba a comprenderlos como los mortales lo hacían. Por ello, durante un largo tiempo, se dedicó a estudiar a los mortales, analizarlos en busca de completar su conocimiento hasta el momento parcial respecto al sentir. Entonces fue que llegó a comprender todas las implicaciones de lo que le había hecho a Perséphone, la razón por la cual siempre había sido su destino recibir el Inframundo como su territorio y no el de sus hermanos menores, entre muchas otras cosas.

Mi nombre es Hades, hijo mayor de Cronos y Rea, hermano de Zeus y Poseidón. Al nacer mi padre me engulló, así que mi infancia la pasé en sus entrañas hasta que uno de mis hermanos, el único que evitó su destino en el estómago de papá, logró liberarme junto al resto. Hijos de titanes, nos proclamamos a nosotros mismos dioses y dimos inicio a una de las batallas más espeluznantes que se recuerden. Una parte del mundo quedó marcada por nuestro enfrentamiento, mismo que logramos ganar luego de una ardua lucha y, entre mis dos hermanos y yo, nos repartimos las tierras tras la victoria. Zeus se quedó con los cielos, Poseidón con los mares y yo, el mayor, tuve que hacerme cargo del inframundo.

Esa es la parte de la historia que todos conocen. Luego varía de uno a otro el conocimiento acerca del secuestro a mi amada Perséfone, la trampa a Teseo y la desafortunada historia de Orfeo, pero más allá de eso nada saben de mí.

Aquel que piense que ser proclamado Dios de los muertos y tener que vivir en el inframundo es fácil, que se acerque para que le apague el cigarrillo en el ojo.

La tierra de los muertos era un desastre cuando llegué a ella. No había orden, sólo muerte. Las imágenes de las que fui testigo en ese entonces me marcaron por mucho tiempo, pero déjenme decirles algo: nadie puede gobernar el inframundo sin volverse algo loco en el proceso. Ni siquiera la mente de un dios puede soportar esa atmosfera, y con el pasar del tiempo comencé a volverme más y más retorcido. Primero tuve envidia, recelo hacia mis hermanos por haberme condenado a habitar ese lugar. Luego me volví prepotente, creído; hacía lo que quería porque era un dios, y no cualquier dios, sino Hades, el rey del inframundo. En ese entonces fue que cometí el primer gran error: secuestrar a mi hermosa Perséfone. El cálido sentimiento de amor que profetizaba por ella no alcanzó para atravesar la gruesa cascara de locura que me había envuelto, y por ello la tomé a la fuerza.

Hasta el día de hoy me sigo arrepintiendo.

Teseo era un idiota, no me arrepiento de lo que le hice a él y a Pirítoo. Pero Orfeo; siempre estaré en deuda con ese mortal. El poder de su canto logró fracturar la oscuridad que se cernía en torno a mi corazón, fue el primer paso para superarla. Lamento lo que le sucedió a él y a su amada, pero a la vez me siento tranquilo, pues sé que ambos se encuentran ahora juntos en los Campos Elíseos. Él fue el único mortal con el que estuve en deuda, y ni siquiera sé si logré pagarla por completo.

Tras haber escuchado el canto de Orfeo, lentamente pude sobreponerme a la influencia del propio inframundo y comenzar a verlo desde distintos ángulos. La muerte que represento, esa que siempre asumí era la mayor fuente de dolor y sufrimiento, se fue tornando en algo diferente conforme fui entendiendo la realidad del fin de la vida. La paz que conlleva morir me inundó, llevó calma a mis pensamientos, cambió mi modo de ver las cosas. Maravillado por el sentimiento de amor tan puro que profesaba Orfeo hacia su amada, decidí salir del inframundo para estudiar a los mortales y su manera de sentir. Quién viera al poderoso Hades, tan temido y respetado, admirando el amor mortal, la hermandad, la amistad; cosas que un dios no entiende como ellos.

Era momento de dar la cara por mis errores, pero no podía pensar en soltar a mi amada Perséfone. Decidí cambiar, intentar conquistar su corazón, diluyendo el rencor que me pudiera guardar por lo que le hice…

Pero entonces todo se fue a la mierda.

El estúpido de mi sobrino, Ares, hijo de Zeus y dios de la guerra, se hizo con más y más poder expandiendo los conflictos por el mundo mortal. Logró derrotar a su padre, enviarlo al Tártaro en un momento de distracción por mi parte, y desató el caos. No pude hacer nada al respecto, estaba demasiado perdido en mí mismo y, para cuando pude reaccionar, ya sólo quedaba Elysium para proteger. Me maldije por días, solo en mi trono mientras las almas llegaban de a montones. Una vez más había fallado… pero no volvería a pasar.

Las muertes que generaban los conflictos armados por Ares alimentaban también mi poder, y como uno de los pocos dioses capaces de mantener la paz en Elysium me volqué a ello. El inframundo es fácil de controlar ahora que sé cómo hacerlo, y la prioridad es la isla. Perséfone, mi amada, tendrás que disculparme por última vez; en cuanto resuelva asuntos pendientes con mi querido sobrino juro conquistar tu corazón, así tenga que volverme mortal para ello.

Fui Hades durante mucho tiempo, ahora permítanme presentarme: Mi nombre es Vangelis, guardián de Elysium.

I - II

— Fuma desde que existen los cigarrillos. Lo hace constantemente, siendo muy raro que no se lo vea con un cigarrillo en la boca.
— Adora el café.
— El parche sobre su ojo izquierdo tapa una cicatriz resultante del conflicto contra los titanes. Conserva el ojo, pero mantiene el parche para cubrir esa marca pues "Podría generar asco en su esposa".
— Siempre se ha tomado muy en serio su papel de hermano mayor, y por tanto su furia no tuvo techo cuando se enteró de lo sucedido con Zeus. El mundo tembló debido a su rabia.
— Le gusta leer, en especial las historias contadas por mortales acerca de los dioses.
— Hace "trabajo de inteligencia" para mantener a seres indeseables fuera de los terrenos de Elysium, por ello se lo ve a menudo en la tierra de los mortales, sin descuidar el inframundo desde luego.
— Desde que el caos se desató, intenta mantenerse en contacto con otros dioses más allá de los griegos que puedan y quieran servir de ayuda por la paz de Elysium.
— No es un gran amante de la pelea, prefiriendo evitarla gracias a sus habilidades de camuflaje y evasión, así como su método de transporte instantáneo.
— Desde siempre ha tenido en la mira a los titanes, creyendo de manera casi obsesiva en su momento que una segunda guerra llegaría algún día. Por tanto, desde el principio de los tiempos se ha preparado para tal choque. Grande fue la sorpresa cuando el enemigo apareció de entre sus propias filas.
— No necesita de dormir, pero lo hace cuando está con su esposa sólo para poder sentirla cerca y descansar a su lado.
— Es un romántico, no hay más vuelta que darle.