Lost
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So embrace the darkness and I will help you see That you can be limitless and fearless if you follow me. We are the lions in a world of lambs
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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Sweet Nocturne - Priv.

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por Lyanna Kyria Jue Sep 06, 2018 7:19 pm
Léelo para mi dulce chica… Cantaba la voz de su corazón, aquella con la que actualmente lidiaba con comodidad cada día, desde aquel en el que sobre su garganta, colgase el hermoso amuleto que guardaba su mayor secreto.

Nadie sabía el secreto que guardaron sus almas, el febril amor que nace en la primavera, cuando el despertar de la tierra parece un sueño pacifico y lento. Ella era la representación fiel de la belleza, él la brutalidad de las pasiones, nadie entendería la manera en que sus corazones se fusionaron, porque fueron hechos para dar vida, también para quitarla. El consuelo de sus brazos no se comparó jamás con ningún regalo que le hubiera dado aquel al que estuvo atada por el capricho de su rey… el oro se dobla, se desmorona y se vuelve polvo, se hace liquido con el fuego de la forja, pero el amor… el amor resiste, incluso a los caprichos de los dioses.

Era un tomo grueso con tapa de roble y enredaderas delgadas de plata pulida, bonitos cristales como puntos que formaban alguna constelación, lo había encontrado por casualidad, o más bien el latir ansioso de su corazón, Lyanna apenas se adaptaba al nuevo ser que nacía en ella, fue como si despertara de un sueño, o quizá el sueño de otro sueño, tan amable como la brisa matutina, los brazos de la hermosa diosa la rodearon tan cálidamente, que, Lyanna se dejó caer en ellos, retozando despreocupada.

La niña era una cosa dulce y hermosa, la belleza de las ninfas palidecían ante sus movimientos gráciles, o su modulada voz que jamás fue molesta, siempre complaciente, Afrodita no erro al elegir un cuerpo tan joven y bello, negar que su gusto por las cosas hermosas se había agotado era un error, aun que la soledad le hizo darle sentido a muchos detalles que había ignorado en el pasado, un trago dulce nunca sería mal recibido. La chica podía pecar de inocencia, mas tenía un temple fuerte y una tenacidad que le parecía tentadora. De vivir en el pasado, cuando los dioses caminaron entre los hombres, Lyanna podía haber sido la clase de victima ideal para sus caprichos, o el títere de los deseos de alguno de los doce caprichosos, sin embargo, el pasado estaba escrito en tinta seca, y Afrodita aprendió de un juego de ensayo y error.

Lyanna, debo recordarte que hoy tienes un ensayo, ―había llegado entonces un conocido.

La música fue quizá, con lo que ella se sentía lejana a los problemas que rondaron entorno a ella.

Diles que me presentaré más tarde, a las ocho.

En otro momento, otro día pasado, Lyanna habría sido más consecuente, receptiva a asentir y dirigirse a sus labores sin chistar, siempre obediente, pero Afrodita solía intervenir en ello, mostrar que ya no era una niña simple, y que ahora tenía un rol al cual darle presencia. La diosa no se sintió incomoda en su nueva piel, adaptarse había sido trabajo sencillo, su amado amuleto, símbolo de amor incalculable, calzaba perfecto en el estilizado cuello de su portadora, ah, si tan solo fuera más… atrevida, la forraría en vaporosas telas, mostraría su hermoso cuerpo, sin ápice de vergüenza, la escultura perfecta para caminar con renovado orgullo.

Quería sentir el viento fresco, y contemplar la tarde, el verano era perfecto para divisar los hermosos tonos rojizos cuando el astro rey comenzaba a ocultarse, un lugar perfecto para ello sería la azotea, a Lyanna siempre le había gustado su soledad, no es como si fuera una niña taciturna, ensimismada en melancolía, pero el mundo continuaba girando, y el único interés de la muchacha era su música. Suerte que había cargado con ella el precioso instrumento, madera fina que conservaba su aroma original, desenvolviéndolo como un bebé recién despierto, sacándolo de su cuna.

Ah, cada vez que tocas, siento que podría desmayarme…

Lyanna sonrió…

El viento estaba quieto, pareciera expectante a su llegada, una serenata para el amor lejano, quizá el viento llevaría su mensaje, o por lo menos eso era lo que ambas esperaban, porque cuando Afrodita pensaba en el ser amado, el corazón de Lyanna se apretujaba.

Sus dedos delgados se posicionaron en el diapason, y el cuerpo de su violín descansó falaz sobre su hombro. El arco sobre las cuerdas era la caricia añorada, para despertar el sentimiento que escapaba furtivo en el sonido agudo de sus cuerdas, como el canto de mil sirenas atrayendo a sus malaventuradas víctimas.

La niña que no sabía de amores, interpretaba el cantar de su instrumento, con un dejo de melancolía y amor, que a cualquier otro oído indiscreto habría causado el llanto al recordar el abrazo de una madre, o el toque sutil del amante perdido, oh, si tan solo él estuviera ahí, si pudiera escucharla llamar por su presencia, abrazarlo tan fuerte como en el antaño… Lyanna no paró, las notas se perdían en la lejanía, volviéndose un eco.

Y por eso la había elegido…

Paró su música cuando el ahogo casi se la llevó, Lyanna tomó una bocanada de aire, tan ensimismada estuvo en sus pensamientos, que no había notado siquiera la presencia que le hizo compañía, la fragilidad de la doncella coloreó sus mejillas en un rojo tenue…

Oh, yo… lo lamento tanto, mis disculpas, pensé que estaba sola.

Siempre lo había creído, que estaba sola…
Praesidium

Lyanna Kyria
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por Yuri R. Záitsev Vie Sep 07, 2018 3:29 pm
¿Dónde puede uno dibujar la delicada y fina línea entre la curiosidad y el morboso deseo de conocer aquello que se reconoce como desconocido? Una pregunta que había plagado su mente una infinidad de veces a lo largo de su combativa existencia. Un estado combativo, conflictivo, nunca impulsado por sí mismo, sino por avatares del destino. Azares que siempre terminan viéndose impulsados hacia el otro lado de la balanza, hacia el otro sitio en el cual él casualmente nunca se encuentra. Pero por todo lo combativo que podría tener su existencia, también es digno de consideración como su vida también se vio marcada por el conocimiento. Y era esa misma búsqueda la cual lo había privado de una honesta y real respuesta a su interrogante más esencial y absoluto. Y dentro de él muy en el fondo, Yuri presentía que conocía la respuesta. Sabía que en un comienzo su propio deseo para con el más absoluto desarraigo, fue impulsado por su propio deseo personal de desentrañar los misterios de la historia del mundo. Pero con el pasar de los años, era incapaz de dividir entre ese distante deseo y una obsesión.


Pero era absolutamente irrelevante. Más aún ahora, en ese preciso momento, en el cual él mismo se encontraba en uno de sus lugares predilectos. Encontrarse a sí mismo leyendo diferentes volúmenes escritos hace siglos, milenios, o hasta incluso lo más actual; era algo usual, sumamente común. Y juzgar el repertorio, y por consiguiente, el valor de una biblioteca era una de sus mayores aficiones. Para hacerse con un objetivo, con un misterio por el cual embarcarse en uno de sus tantos viajes personales, era necesaria la más pura de las investigaciones. Aquello se desenvolvía dentro del espectro de la curiosidad. Por que buscaba sin saber realmente qué. Se guiaba por su instinto, por algún que otro recuerdo vago que apareciera dentro de su mente en un momento dado, hasta que se chocara ante algo que no podría comprender. Algo que desconocía. Y por ende, algo que le despertaba interés.


El mundo hoy en día era una versión menos vívida que lo que alguna vez supo ser. La interminable cadena de conflictos no dejaban de agobiar a la madre tierra. Dioses enfrentados, un sinfín de bajas que no daba tregua, y el último bastión en el cual un puñado se refugia y esconde, negando bajo todo precepto y condición, la realidad del mundo exterior. El yugo del caos, el cual se extendía desde la ciudad conocida como Alejandría hasta el resto del mundo, no había llegado al oasis conocido como Elysium.


En sus manos tenía un tomo que giraba en torno a la mitología Griega, y a una infinidad de casos en los cuales los Griegos interpretaban a sus dioses de una forma completamente ajena a los demás partenones. El Cristianismo, la mitología Nórdica, incluso la Egipcia, todos representaban a los dioses como aquello a lo que uno debe aspirar a ser. Le dan un rostro a la maldad mientras que los demás representan un cierto aspecto de la existencia misma. Ares, Zeus, Hera, Hades, todos tenían un aspecto al cual representar. Pero a diferencia de las otras mitologías, los Griegos representaban a sus dioses como mezquinos y arrogantes. Que jugaban e intervenían abiertamente en la vida de los mortales. No por un bien mayor, sino impulsados por sus propios caprichos. Zeus y su interminable lista de violaciones y relaciones extra matrimoniales con los mortales. Ares en su constante adulterio con Afrodita, desposada con Hefesto el dios de la forja, hecho que fue castigado con una rotunda humillación a ambos.


Se pasó horas leyendo, historias que no terminaban. Historias que eran tan cíclicas como la misma historia. La tragedia de Hércules. Hasta que finalmente se vio invadido por la necesidad de tomarse un descanso. Sobrecargar su mente no era algo que le agradara. Se puso de pie con total calma, dejó el pesado tomo en su lugar y se perdió entre la interminable cantidad de pasillos de aquella enorme biblioteca. Más allá de ir vestido de una forma sumamente llamativa, nadie pareció capaz de seguirle el rastro o notarlo siquiera. Por qué en un suspiro, Yuri se encontró a sí mismo, solo en la azotea del edificio. Tomó asiento, inhalando una enorme cantidad de aire en el proceso, soltando un suspiro liberador al final. Sonrió para sí mismo y se echó hacia atrás, recostándose con toda la calma del mundo, en el suelo tibio. El sol no era fuerte, estaba en su temperatura perfecta, idónea para dormir un poco. Una vez que el suave viento llevó algo de calma a su mente, se quitó el sombrero y lo puso sobre su rostro.


- ¿Hm? – Se encontró a sí mismo despojado del reino de los sueños, de una forma arbitraria, pero de ninguna forma resentida. No lo interrumpió un enemigo o un ruido molesto. Todo lo contrario, lo despertó algo tan bello y melodioso como una canción interpretada en uno de sus instrumentos musicales favoritos. Aún con el rostro cubierto por su sombrero, Yuri no pudo evitar esbozar una sonrisa. Que belleza de música, pensó. No era necesario estar viéndolo para darse cuenta que el intérprete de aquella melodía sabía lo que hacía. Casi que podía distinguir los movimientos de los dedos en contra de las cuerdas. El suave sonido que emanaba de la varilla que iba y venía en movimientos que él nunca supo realizar. La música era un gusto que siempre supo apreciar, mas siempre le resultó esquivo el acto de fungir de intérprete. - ¿Por qué te disculpas, si esa música tuya es más un regalo que otra cosa?


La pregunta salió de sus labios en un tono calmo. Si ella transmitía sentimientos con su música, Yuri ciertamente transmitía calma al hablar. Era muy común verlo enfrente de un aula de alumnos, cautivados ante sus palabras. Al dirigirse a la muchacha que acababa de darle un nuevo propósito a su descanso, levantó el sombrero de su rostro ligeramente, con su dedo pulgar. Centró su mirar en su improvisada acompañante y esbozó una sonrisa amigable. Se reincorporó lentamente y soltó un suspiro, tal y como si él fuera un hombre entrado en sus cuarenta, con incipientes dolores musculares. Dejó su sombrero de paja a un lado y acomodó su largo cabello. Entonces fue que pudo prestarle más atención a esa muchacha. Y lo primero que cautivó su atención, fue el colgante que ella llevaba puesto en el cuello. No se detuvo ahí, sino que fue por menos de un instante que detuvo su mirar en el mismo. Al centrar sus orbes en los ajenos, fue que rompió el silencio, su voz acompañando a la suave y delicada brisa.


- Yo le agradezco que haya tocado semejante melodía, señorita. – Manteniéndose sentado cruzó ambas piernas y adoptó una posición más cómoda. - ¿Hace cuanto toca ese instrumento? Soy Yuri, por cierto. Es un placer.
Praesidium

Yuri R. Záitsev
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por Lyanna Kyria Sáb Sep 08, 2018 4:07 am
La primera impresión de Lyanna al ver al hombre fue una de ligera vergüenza, sus palabras eran amables, ella estaba acostumbrada a eso, por supuesto, sin embargo, no siempre vino de gente que considerase “decente”, de donde venía, siempre querían algo de ella, el mundo era cruel para las criaturas dóciles como la joven muchacha, pero nunca faltaría al sentido de hospitalidad. Su sonrisa se dibujó cálida y tenue como una pintura al óleo.

Es un placer Sir, ―el termino honorario era una costumbre, sus modos y formas fueron exactamente a las de una dama―, soy Lyanna.

Procuró evitar el apellido. Hace tiempo que había dejado de usarlo, causas tan simples como el fastidio del acoso, gente mirándola despectiva por ser la hija de alguien importante, y opacar su talento, por un nombre que un día moriría en el viento.

La mirada del caballero pareció ir directo al collar que colgaba delicadamente de su cuello, aun que apenas había sido en un latido de corazón, Afrodita había notado el interés, mas lo ignoró por un momento, cuando la curiosidad natural de Lyanna, hizo preguntarse mentalmente, la razón por la que estaba en la azotea del edificio. No era un lugar común para el descanso y el ocio, a veces parecía que la gente consumía su vida en banalidades, tales como las compras y el ruido insistente de los antros y bares, eran pocos los que gozaban de la soledad, la verdadera soledad para descansar y reflexionar de la vida cotidiana.

Oh, en verdad sus palabras me halagan, ―cuando se tocaba el tema de su violín, Lyanna sonreía de verdad, radiante como la primavera―, desde hace diez años, ―declaró con orgullo.

Desde niña Lyanna se había visto obligada a madurar más rápido que otros niños, recordaba las estrictas normas de las nanas, leer, escribir, hablar varios idiomas de forma fluida, con castigos rigurosos si tal o cual tarea no se veía lista en tiempo y forma, aprendió que la armadura de una mujer son las cortesías y para sobrevivir a un mundo hostil, siempre era mejor pasar desapercibido, su cara y formas bonitas ayudaban en eso. Pero el dragón tenía alas y garras, el encierro les venía mal, eran criaturas hechas para la libertad, el corazón de Lyanna se habría marchitado de no ser por la idea repentina de pedir un violín, el pequeño instrumento disfrazado de la insistencia de querer agradar más a un circulo social hipócrita.

No lo he dejado ni a sol ni sombra, ―observó sus dedos, finos y alargados, ideales quizá para el piano, incluso para el violonchelo, pero el primero era difícil de llevar a donde ella fuera, y el segundo demasiado incomodo para ir por las calles―, me gustaría decir que es como mi alma…

Tan románticas eran sus palabras.

Fue extraño sentirse en confianza con alguien que conocía por primera vez, removiéndole algo en los nervios, porque acercarse a ella era difícil, había un muro entre Lyanna y el mundo, uno para protegerla de las ambiciones ajenas, pero Yuri, no era esa clase de persona, la conclusión la había tomado la deidad contenida en su cuerpo, entonces Lyanna lo creía.

No… no es descortés si le pregunto ¿qué hacía aquí? ¿verdad? Es decir, ―tropezó un poco, su falta de versatilidad social era siempre un problema, crear vínculos era difícil, y ella se esforzaba―, me refiero… no siempre suelo encontrar gente en las azoteas…

Un intento de chiste malo, sus ojos se desviaron con vergüenza hacia otro lado, donde un enorme tanque de servicio de agua dibujaba una sombra alargada, la tarde aun era joven, y Lyanna no tenía nada más hasta llegadas las siete.

¿Le gustaría seguir escuchando?...

Los halagos del caballero hicieron eco en Lyanna, cuando alguien apreciaba su arte, ella se emocionaba, su corazón saltaba porque sabía que lo estaba llevando en el rumbo adecuado, además de necesitar de un público que la escuchara antes del evento de esa noche. Serían solo algunas piezas.

Claro, si puede, no pretendo cometer la grosería de robarle el tiempo.

Afrodita en su interior suspiró resignada, una pequeña muchachita dulce, incapaz de abrirse a las personas por temor… ella había sentido lo mismo alguna vez, mantuvo una imagen, la reputación de ser promiscua, la amante de múltiples dioses y mortales, cuando en realidad lo único que buscaba era ser amada, aceptada, que cruda era la ironía cuando Lyanna esperaba lo mismo.

La diosa del amor comenzaba a sentir genuino afecto por su nuevo cuerpo, fusionarse con Lyanna no sería complicado, bien dicen que un corazón puro es más fácil de doblegar, aun que la punzada de egoísmo estuviera siempre palpitante, no obstante Lya lo había elegido, por voluntad propia.

El mortal que las acompañó le recordó a alguien: Apolo… la comparación le causaba gracia, pero algo en ese mortal era diferente, y si la vida resultaba ser una ironía, entonces, Lyanna habría encontrado el consejo y la guía. Tal vez la rueda no podía romperse y se haría un vicio cíclico.
Praesidium

Lyanna Kyria
Lyanna Kyria
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por Yuri R. Záitsev Dom Sep 09, 2018 10:22 pm
La tarde había dado un giro para bien. Era realmente un acto inesperado, una situación sorpresiva. Pero de cualquier forma posible, bien recibida por él. Se caracterizaba por ser una persona amable, extrovertida en muchos sentidos, pero no se podía definir como una persona que se rodeara de amistades. Era bueno entablando nuevas relaciones, sí, pero estas siempre se mantenían efímeras. Los motivos siempre se le hicieron elusivos, no sabía bien por qué motivos él prefería mantenerse solo, en su eterna búsqueda por los laberintos mas oscuros de la historia. Mientras mas buscaba y descubría, más se interesaba en seguir, cavando y cavando. Siempre más, siempre un poco más.


No podría comenzar a describir lo que le estaba pasando por la mente en esos momentos. Le resultaba bienvenida la compañía, mas aún si esta venía acompañada por algo tan hermoso como la música. El hecho de que esa muchacha fuera virtuosa en ese arte, era un valor agregado, pero en absoluto circunstancial. Su música transmitía tanto como una de las obras de ópera de antaño. De esas que se produjeron y crearon en tiempos pasados, en los cuales no había aeroplanos, automóviles, sólo hombres con balas que viajaban torpemente hacia su objetivo, y caballos para desplazarse de un sitio a otro. Las obras de Mozart, Bethoven, quizás los intérpretes mas reconocidos de la historia, transmitían una enorme cantidad de sentimientos. Desde alegría, hasta el dolor mas indecido que sus corazones pudieran expresar. Y la joven Lyanna, tenía ese talento.


Pero su música no era lo único que despertó el interés del ángel. Yuri, al igual que otros seres sobrenaturales, podía sentir la energía a su alrededor. De hecho, la porción de ángel de sus habilidades le permitía ver el aura de las personas. Particularmente, la de la joven Lyanna era pura como pocas. De colores claros y cálidos. No irradiaba una cantidad monstruosa de energía, pero era sencillo darse cuenta que había algo mas en su cuerpo y no sólo una dulce e inocente muchacha. Ese collar...tenía algo dentro de él. Algo ó alguién. Era sencillo darse cuenta. Yuri había visto gemas, armas, y hasta incluso simples piedras dotadas de energía por algún sello en extremo antiguo. Era moneda común sellar seres dentro de objetos, generalmente para evitar el final definitivo. Y descubrir qué o quién se encontraba dentro de ese colgante, era lo que despertaba la otra porción de su interés.


- Es un placer conocerte, Lyanna. - Entonó él con calma. El mechón de cabello que permanecía suelto comenzó a mecerse por una suave brisa. Yuri esbozó una sonrisa y del interior de su kimono [El cual siempre llevaba sobre los hombros] sacó una pequeña libreta. Tomó un lápiz y con toda la calma del mundo se puso a escribir. - Disculpa esto, es un hábito que tengo. No puedo evitar escribir algo bello cuando lo escucho. Y tu música bajo ningún concepto escapa de esa descripción. Seguro que se me escapará alguna que otra nota, pero espero estar cerca de la realidad. - Sonrió y terminó de escribir. Observó lo que acababa de escribir y se puso a tararear la melodía. Estaba cerca, pero no era perfecta. Si bien su oído se había vuelto decente con todos sus años de existencia, no contaba con un oído absoluto. - Sería todo un halago para mi alma, si usted sigue tocando.


Habló con total franqueza, como siempre. La sonrisa amable en sus labios no desapareció en ningún momento. Dejó a un lado su cuaderno, con el pequeño lápiz encima del mismo. Se quedó esperando a que la melodía comenzara de nuevo. Y cuando ésta volvió a invadir aquella azotea, Yuri se regodeó en todos los sentimientos positivos que emanaban de esa música. Puso su mente en blanco por unos instantes y dejó que su mente diera rienda suelta a todos los pensamientos, todos aquellos que fueran invocados por esa melodía. Sonrió en todo momento. La añoranza destacaba por sobre todas las demás emociones. Era una llamada al amor perdido, al amor lejano. Cuando la música se detuvo, a Yuri se le vinieron una serie de ideas a la cabeza. Sólo entonces se dispuso a responder a algunos de los comentarios de Lyanna.


- Soy un humilde profesor de historia, señorita Lyanna. Tengo la extraña costumbre disfrutar de siestas al aire libre luego de un largo día de lectura. - Sus músculos de repente le dieron un aviso, necesitaba ponerse de pie. Llevaba mucho tiempo en estado de descanso. Soltó un suspiro desganado y se puso lentamente de pie. Una vez que lo hizo, observó a la muchacha con mayor detenimiento. - Ese collar, ¿No es común y corriente, no es así? - Preguntó, sin mirar a la muchacha. Sus ojos se encontraba fijos en el horizonte. La ciudad de Elysium era una belleza en todo sentido. Desde que llegó allí por un simple accidente y se enteró de todo lo que estaba ocurriendo en el mundo, Yuri sintió felicidad por primera vez en mucho tiempo. - No quiero que mi pregunte suene invasiva, Lyanna. He visto muchas gemas que irradian energía, pero esa que llevas puesta, es demasiado especial. Si no quieres hablar del tema, puedes no hacerlo y yo seré tan solo un extraño en una azotea. ¿ Que dices?
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Yuri R. Záitsev
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por Lyanna Kyria Lun Sep 10, 2018 6:07 am
El señor Yuri le agradaba, Lyanna soltó una risita, no de burla, más bien fue la gracia e inocencia, adoraba cuando alguien estaba realmente interesado en cosas como la música, o el arte, quizá porque aquel era el único tema que ella podía tocar sin temor a sentirse tonta. Amable como sólo ella podía ser, se dedicó a tocar una vez más, cada nota y acorde con precisión, e incluso se atrevió a bajar a velocidad de sus escalas, volviendo la melodía en un ritmo más pacífico, todo con la intención de que él pudiera descifrar la melodía, como si se tratase de alguna clase de clave que, al ser acertada, descubriría alguna maravilla.

Paró, y lo miró hacer sus notas, la curiosidad de la muchacha la hizo querer observar de reojo los garabateos sobre la hoja desnuda, y se sorprendió con la casi exactitud que Yuri tuvo, para poder dibujar cada nota entre una partitura improvisada.

Claro que lo está, ―con emoción, Lyanna se encargó de sacar de entre su bolso una pequeña carpeta, no mayor a un cuaderno de colegio, toda a rebozar de partituras, tantas que, si agregaba una más, probablemente estallaría―, veamos… oh aquí… ésta…

Había encontrado lo que buscaba, copias claras de la obra que había interpretado, para compararlas con la hoja que el caballero había improvisado. En efecto eran casi idénticas, salvo por algunas fallas en un par de notas. Lyanna sonrió complacida, Yuri no se había quedado corto en sus halagos sinceros, las emociones de la muchacha revolotearon, había pasado demasiado tiempo desde que alguien tuviera esos halagos con ella.

Luego llegó la explicación sobre su profesión… un maestro de historia ¡oh! A Lyanna le encantó, pues no conocía a mucha gente que apreciara las humanidades, ella sin duda también amaba la lectura, pero era de un gusto mayormente femenino, enfocado en novelas de época, y algunas de fantasía, así como la mitología griega… instintivamente pensó en Afrodita.

Antes de continuar con la charla casual, su esternón se contrajo cuando hizo la pregunta relacionada al amuleto que colgaba de su cuello.

Se quedó callada un rato.

Entonces, dulce Lyanna, ¿dirás la verdad?... Había sentido vértigo, ¿de qué manera explicarle lo que representaba dicha hermosa pieza de la joyería? Y, de cualquier manera, ella necesitaba hablar con alguien sobre aquel tema… porque estaba comenzando a asfixiarla. Fue quizá la influencia de Afrodita la que intervino cuando sintió un suave empujón, oh diosa traviesa, pensó.

El voto de confianza se hizo mayor cuando le dio a elegir.

Nunca antes ella había elegido, y cuando lo hizo por primera vez, el collar se adhirió a ella como una segunda piel.

Es… un poco complicado de explicar, ―comenzó―, es decir, no es algo que muchos podrían entender.

Y por eso estaba aterrada a veces, el miedo a lo desconocido era algo natural, y aun que ella se jactaba de ser una aventurera, eso no era exactamente la clase de problemas a los que la gente se enfrenta de forma cotidiana, aun que honestamente Afrodita no era un problema, la diosa le encantaba ¡de verdad lo hacía! Era tan linda, y amable, la hizo dejar de sentirse sola, pero también, la hizo extrañar a alguien con ansiedad.

Con un suspiro largo y caminando algunos pasos, se dejó caer sobre un escalón alto, meditó cuando la vida era más simple, su música y ella.

Solo sé… que debo cuidarlo, y que lo tengo que devolver a su dueño original un día.

O eso es lo que ella pensaba y a la conclusión a la que llegó, ya que la diosa no le había dicho una sola palabra sobre lo que implicaba ese amuleto, aun que Lyanna podía adivinar que era para alguien amado, tampoco se atrevía a preguntar.

Y… no, no es una simple pieza de oro brillante y bonito. Guarda algo más, ―o alguien habría querido decir, aun que a esas alturas el alma de Afrodita vivía en su cuerpo, y se mimetizaba con ella de una manera tan natural como respirar, y sin que Lyanna apenas se diera cuenta―, es… si puedo devolver esto a quien le pertenece, entonces supongo que estaré feliz.

Dulce e inocente criatura, Afrodita se sintió ligeramente incomoda con las palabras de Lyanna… porque, después de todo, había elegido ese cuerpo para habitar, y esa dulce alma para fusionarse en una sola, hasta que la línea que las dividía, se desvaneciera, siendo una sola entidad, una que amaría a alguien innombrable en esa isla… alguien en quien Afrodita aún tenía fe.

Ese amor tuyo por él va a destrozarte, hermosa Paphia…

Oh, amado Apolo, ―sonrió tan encantadora, que el joven dios se estremeció ante su belleza―, sabes que no podría, todos merecen ser amados.

¿Incluso él?

Si querido, incluso él… él más que nadie en toda la creación… incluso si Hefesto de alguna forma me parece encantador ¿por qué él no me lo iba a parecer?

Porque es un bruto, que solo piensa en el derramamiento de sangre…

Afrodita guardó sus palabras, un atisbo de tristeza cruzó por el cerúleo de sus ojos, y luego miró al jardín de mirtos y flor de manzano, hasta divisar las orquídeas rojas que destacaron de entre las demás flores. Cuando el sol comenzaba a ocultarse, era que las flores tomaban un color más vivo, escarlata profundo, casi como la sangre caliente y fresca, para algunos un color estremecedor, relacionado con la sangre, para ella el de la vida, y su esencia, era en su principal templo y residencia en la isla de Pafos, el único lugar donde florecían aquellas orquídeas de aroma dulce.


Sacudió la cabeza, el mundo había cambiado tanto, y las orquídeas seguramente ya no florecían en los jardines, quizá ni siquiera quedaban escombros de lo que alguna vez llamó hogar.

Para ser un mortal eres muy curioso, ―era la voz de Lyanna, pero algo daba a entender que ya no era ella quien hablaba, pues el tono se había hecho más tenso, y ligeramente petulante―, ¿dime cariño, tienes algunas preguntas para mí?

Afrodita recostó el cuerpo cómodamente sobre el escalón, mientras comenzaba a juguetear con uno de los bonitos mechones de su cabello, la sensación de un cuerpo era tan embriagante. Una pícara sonrisa se dibujó en sus labios, siendo amable.

Estás ante la diosa de la belleza… y del amor.
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Lyanna Kyria
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por Yuri R. Záitsev Lun Sep 10, 2018 5:46 pm
¿Quién hubiera predicho que se encontraría en una situación como esa? De una tarde insulsa y que vaticinaba nada más que tranquilidad y calma, resultó ser algo de lo más entretenido y singular. Su búsqueda diaria no le había brindado ningún tipo de misterio nuevo. No es que fuera una sorpresa ni nada por el estilo, después de todo…el simple hecho de que la mitología Griega fuera aquella que reinó sobre la cultura que originó el pensamiento occidental, hacía que la misma fuera un terreno sumamente investigado. Los amoríos abundaban y la moral era un tema sumamente secundario. Las intromisiones en la guerra de Troya y la traición de Aquiles a Grecia. El martirio de Hércules y su trágico final nacido a partir de los celos de un Dios. De entre todos ellos ciertamente el más diligente seguramente era Hades. Y de por sí reinar el inframundo era una tarea más que complicada.


Yuri se mantuvo quieto. Había soltado una pregunta que a muchos podría resultar demasiado directa, quizás hasta invasiva. Pero para alguien como él, se le hizo una pregunta sumamente franca y honesta. La energía que ese collar emitía era diferente a la energía de Lyanna. Era una energía mucho más compleja, hasta incluso podría decir que poderosa. Sumamente poderosa. Aventurar cualquier tipo de conjetura podría ser un fracaso en todo sentido. Y aunque la alternativa de quedarse con las dudas era una que le disgustaba, también tenía que tener en cuenta que era la privacidad de una joven, y que ningún deseo suyo iba a sobrepasar un límite impuesto por ella misma.


La tomó desprevenida. Era de esperarse. Yuri giró al no escuchar una negativa desde el comienzo. Aquello podría significar que aquella joven no comprendía del todo ese artefacto que llevaba consigo. Su inocencia era palpable, era visible, y para alguien con los años que él llevaba viviendo, algo demasiado obvio de notar.
Yuri sonrió ligeramente, su mirar se mantuvo fijo en el accionar de su interlocutora, la cual demostró pese a sus nervios, ser franca en sus respuestas. Como muchas personas antes que ella, Lyanna no comprendía realmente el origen ni las implicancias que un objeto poseído acarreaban con él. Aunque también cabía la posibilidad que ella sí supiera quién o qué, habitaba aquella gema. Sólo restaba esperar, darle el tiempo debido para que pudiera formular una respuesta. La cual por lo visto, deseaba dar.


- ¿Oh? – No fue ajeno para Yuri el cambio en la muchacha. Luego de que esta moviera la cabeza, sacudiera la misma mejor dicho, algo cambió en su misma esencia. Su tono de voz era distinto, y si bien en sí la voz era la misma, no hacía falta mucho cerebro para percatarse que la que hablaba era otra. Seguramente se tratara del ser que habitaba la gema. Sus formas, sus palabras, y aquella última afirmación acabaron de quitarle todas sus dudas. Era evidente con quién estaba tratando. – Con que Afrodita, vaya sorpresa.


La añoranza que él había percibido en su música, el aura de la gema ahora se había esparcido a través de todo el cuerpo de la joven muchacha. Todo ahora tenía sentido. Hasta donde él sabía, Afrodita había sido una de las tantas deidades que habían perecido tiempo atrás. El encierro de su caprichoso padre y el levantamiento de armas de su conflictivo amante, quizás habían sido los desencadenantes de su fallecimiento. Aunque claro, tampoco era de sorprender el hecho de que la diosa más deseada de toda la mitología Griega hubiese sido salvada y preservada de un destino tan mundano como la muerte.


Yuri optó por mantener el silencio unos momentos más. Si su nueva interlocutora había optado por revelarse, sería sumamente descortés no hacer lo mismo también. El ángel caído cerró los ojos al momento que agachaba la cabeza en una señal de respeto. Por más que fuera un ser que su propia estirpe consideraba pagano, toda deidad era merecedora de respeto. Mas aún aquellos seres que habían tenido una fuerte impronta en los sucesos de la historia. Afrodita había desencadenado conflictos olímpicos y terrenales por su inconmensurable belleza. Las pasiones que despertaba y como premiaba aquellos que entraban dentro de su espectro de la belleza, eran dignos de las más atrayentes leyendas. De forma automática, las alas de Yuri se hicieron presentes, dos alas negras de una hermosura considerable. Este elevó la mirada y completó la reverencia de una forma hasta teatral.


- Es un placer conocer a la diosa de la belleza y el amor, mas aún para un ser con una seria afición para con la historia. – La franqueza de su voz se mantenía siempre. No hablaba con segundos significados, ni mucho menos buscaba desentrañar los motivos de la deidad para ocupar un cuerpo como el de la joven. Las alas de Yuri se extendieron por completo y este deshizo la reverencia para presentarse. – No le digo mi nombre de ángel, puesto que lo perdí al momento que mis alas dejaron de ser blancas. Yuri Roderick Záitsev es el nombre que me identifica hoy en día. – Ladeó la cabeza ligeramente y sus alas se resguardaron de la vista nuevamente. – Sólo busco conversar, mi bella diosa. Debo de admitir que me sorprendí mucho al darme cuenta que el habitante de esa gema haya sido alguien de su calibre. Lo común es encontrarse demonios o espíritus del bosque perdidos. ¿Pero una diosa como usted? Vaya que no.


Yuri volvió a tomar asiento en el suelo, momentos antes había tomado la oportunidad de estirar un poco sus músculos y de tronar algunos huesos y articulaciones. Le sonrió a la deidad y entonó una vez más.


- Sospecho que está al tanto de lo que su amante ha hecho. – Su voz fue calma, más su expresión ahora era tan neutra como el color del agua. - ¿Quiere usted detenerlo?
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