Wake up, it's me — Priv. Aiden

No era la primera vez que ocurría esto. No era la primera vez que su mente se desviaba de la realidad, pensando en cómo sería el mundo sin él presente. ¿Sería un mundo mejor, o no haría ni la más mínima diferencia? Especialmente; ¿alguien le extrañaría? Eran ese tipo de cosas las que llevaban a un hombre al borde del colapso, alguien como Gregory el cual sentía que lo había perdido todo, fuera por estúpido, por malas decisiones, o una mezcla de ambos que lo habían llevado a perder todo interés en la vida misma, creándose tendencias más que suicidas en él. ¿En este caso?... Beber hasta que no pudiera más.

Bebió y bebió sin premura, sin control alguno. Incluso cuando su perro sabía que aquello le estaba haciendo daño, acercándose a él para intentar hacerle compañía, distraerlo, no lograba más que enfadar al anciano, el cual lo mandaba al sofá rápidamente. La botella de whisky bajaba a velocidad estrepitosa, tragando hasta la última gota hasta que el empinar la botella lo llevó a caerse de espaldas al suelo quedando totalmente dormido allí, con la botella en la mano casi que abrazados como si fuese un hermoso peluche con el cual poder acurrucarse... solo que un poco más indebido, o adecuado para alguien de su edad.

El problema no es que tomara y se quedara dormido ahí con olor a alcohol brotando de su cuerpo como si fuese un trozo de carne al horno bañado en finas hierbas y vino, era un hombre mayor que necesitaba trabajar para justificar su puesto y obviamente también ganar dinero, de otra forma terminarían suspendiéndolo, o peor: despidiéndole. Le habían asignado a la investigación de un robo, supuestamente hecho por otros androides a juzgar por las grabaciones, o eso le dijeron en el mensaje que le enviaron... el cual ignoró por completo prefiriendo embriagarse y terminar en el estado que... bueno, está ahora.

Para peor, hacía poco tiempo le habían asignado una especie de androide, como apoyo según le habían dicho. Para él no era más que una molestia, algo insignificante e innecesario, que resultaba parecer más un perro faldero que alguien que pudiera ayudarle en las tareas de su trabajo que terminaban resultándole aburridas. No había forma de que alguien como Gregory aceptara a ese androide, incluso luego de varios momentos en los cuales le hizo creer lo contrario, lo insistente que era, lo curioso y metiche lo ponía de malas, hasta el punto de querer mandarle a la mierda.

La paciencia es una virtud que no todo el mundo tiene.

"Es un trabajo difícil, pero alguien tiene que hacerlo."

Cuando le dijeron eso jamás le dieron a entender si se referían a resolver crímenes o trabajar con el teniente Hudson. Para Aiden no había nada complicado, la verdad, su diseño estaba hecho para adaptarse a las necesidades de cualquier persona a la que tuviese que servir, y el hecho de tratar ahora con un hombre que no tenía la más mínima intención de llevar las cosas por las buenas significaba un reto increíblemente agradable.

Su programa decía que siempre debía mantener la paciencia intacta con ese hombre, leyó su expediente, analizó cada pequeña acción que realizó a lo largo de sus años como oficial de policía, cada detalle que pudiera ayudarle a comprender mejor una mente tan contrariada como la de Gregory. Así que, sin más dilación, Aiden se dirigió hasta la residencia del mayor, y apenas llegó tocó un par de veces la puerta para asegurarse de que estuviera en casa. Un rápido análisis del entorno le indicó que, en efecto, ahí seguía, y al no recibir respuesta alguna volvió a golpear la puesta. Una, dos, tres veces, pero nadie salía, sólo escuchaba un par de ladridos venir del otro lado de la puerta.

Miró a su alrededor, y con calma caminó rodeando la casa para buscar alguna entrada alternativa. No había nada, las ventanas estaban cerradas, la puerta trasera igual. Se le ocurrió que podría entrar por la fuerza, idea que tomó forma en cuanto alcanzó a divisar a través de la ventana la figura del teniente tendida en el suelo, y su mascota a un costado intentando despertarle. Increíblemente, una emoción que no conocía antes se instaló en su pecho, la llamada preocupación, por lo que no dudó en romper uno de los cristales para entrar a la casa. Por fortuna el perro le reconoció, o habría acabado peor de lo imaginado.

La respuesta que necesitaba la obtuvo en cuando, con un análisis rápido, constató que el teniente había bebido demasiado, la botella dando fé de ello, además también de un arma que notó estaba cargada con una sola bala. Aiden sacudió ligeramente el cuerpo de su superior, pero al no obtener respuesta incluso tras unas pequeñas palmadas a su mejilla, decidió ser un poco más agresivo.

—¡Teniente, despierte! —una bofetada contundente, tanto que incluso el eco de la misma llamó la atención del can cerca suyo—. Soy yo, Aiden —expresó, sin borrar esa expresión neutral de su rostro, mas con cierto deje de preocupación todavía en su mirar.