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[Flashback] The Killing Joke (Priv.)

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por Caesar A. Andreatos Mar Jun 26, 2018 12:02 am

Alejandría se mantuvo casi intacta ante las podredumbres del mundo, si es que esa palabra podía definirse como el sinónimo de que la vasta ciudad que alguna vez Alejandro Magno fundo en sus mejores épocas se mantenía con aquel esplendor y riquezas en su interior, a pesar de la destrucción causada por las rebeliones de los dioses en tiempos actuales. Pero el destino es más que cosquilloso con lo que une y lo que separa, el dicho bien lo repite: Lo que dios crea, el diablo junta. A orillas de lo que alguna vez fue el Nilo, ocurrió el encuentro entre dos dioses que jamás debieron juntarse, luego ocurrió en las montañas irlandesas y así sucesivamente, las mitologías juntas rompían el equilibrio impuesto por la separación de sus respectivos panteones y procreaban el caos que años de aislamiento contuvieron

Tal y como paso ese día…

Ares estaba recuperando sus fuerzas estratégicas para una batalla que se avecinaba por la orilla de los ríos nórdicos cercanos al territorio de Odín, los campos helados y el inminente crudo invierno azotaban el batallón como una pila de escombros. Los dioses menores mantuvieron vivos a las razas inferiores que no eran capaces de mantenerse en pie en pleno clima, y ante las heridas de guerra era inútil evitar las bajas. La muerte tocaba los talones de Ares, las ninfas del oeste golpeaban el mentón de la guerra y los ejércitos eran seducidos por el Hades ante los crudos inviernos que atravesaban, pero un mensaje de esperanza ante la rebelión era bien recibido por el griego Areius, puesto que no solo el derramamiento de sangre era la razón por la cual Ares invadía panteones extranjeros, si no que las noticias de posibles aliados entre los tumultos de dioses que existían era una vasta razón que tomar ante la necesidad de más soldados en la guerra.

A lo lejos del campo de abastecimiento, los hijos de Ares presenciaron una explosión de poder sin precedentes, varios cuervos de diferentes tamaños se posaron encima de las montañas, como espectadores de un teatro y detrás de estos unas mujeres aladas, con armaduras relucientes, espadas largas como los nutridos arboles y cabelleras platinadas se cernieron como las olas golpean las arenas en plena marejada, el batallón levanto armas y comenzó un nuevo enfrentamiento, y eso no era todo, lo que parecía ser una especie de barricada se hizo visible kilómetros por delante, ¿Acaso algo protegían con tanta furia estas valientes guerreras?, ¿O eran simples peones, chivos expiatorios del dios de la sabiduría y padre de todo?. Alejados por el helado despertar de las tierras extranjeras, las infanterías golpeaban a las valquirias y la sangre pintaba las tierras congeladas, el rugido de las fuertes ventiscas ondeaba los bosques como papel, la neblina natural de invierno entonces dejo ver a lo que las guerreras nórdicas protegían, una especia de cueva gigantesca, la boca de una montaña nevada.

— Las tierras a las cuales mi padre siempre tentaron en conquistar .. — los secretos para Ares eran ataduras que debía romper, a continuación formo una lanza de energía en su diestra para arrebatar la vida de las valquirias con una facilidad enorme, salto como un gigante por sobre el limite humano y pateo a la que restaba en su vista, respiro el fuego de la batalla, el azufre de la violencia y se quedo pensando las razones que las féminas dedicasen una guarda a tal pedazo de tierra, pero pronto lo descubriría, era cuestión de tiempo.

"Los rayos cesaron, Zeus había caído al Tártaro y su hijo caminaba como señor de la tierra".


Última edición por Caesar A. Andreatos el Sáb Jul 07, 2018 3:32 pm, editado 2 veces
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por Eldarion Jue Jun 28, 2018 1:09 pm
¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuantos años? ¿Cuantas décadas, siglos o milenios? Mucho se decía de como uno puede evitar la locura mediante técnicas de concentración en situaciones similares. Algo que te permita mantener tu mente centrada, en lugar de que la misma delire sin control ni limitación. ¿Pero qué sucedía cuando una mente ya de por sí afectada por la locura, es apresada de aquella forma? No contó ovejas, no se imaginó un monto determinado de focas saltando en una cerca. Más aún porque su encierro no era ordinario. No era el hecho de que estaba encadenado a una serie de piedras, lo cual resultaba más preocupante. Sino ese condenado veneno. No contaba con qué frecuencia esa cuenca estúpida se llenaba, para verterle ese mortal líquido en todo el rostro. Una, dos, tres, cuatro, una interminable cantidad de veces. Eso sí que lo había contado. Ese había sido uno de los tantos “juegos” mentales que había adoptado para retener su consciencia. Su voluntad.

Tenía algo que contar. Sí, claro que tenía algo.

Loki contó todas y cada una de las veces que aquél condenado veneno le cayó encima. Se hizo jurar a sí mismo que no se olvidaría de ninguna de ellas. Todas las interminables veces en las cuales su rostro y gran parte de su cuerpo se habían visto prácticamente desfigurados por las maquinaciones de Odín. Maldecía, gritaba de dolor, más nadie nunca lo escucharía. Pero no gritaba por la dolencia física, no gritaba por miedo a la muerte. Gritaba porque cada vez que aquél maldito y condenado líquido caía encima suyo, servía como recordatorio de su derrota ante el panteón Nórdico. Más de un millar de veces, quizás decenas de miles de veces su cuerpo se había visto impregnado de aquella toxicidad. La carne se quemaba casi al instante. Soltando una humareda propia de un incendio en un bosque. Sus músculos se contraían una y otra vez ante el incesante espasmo que recorría todo su sistema nervioso. Y luego se curaba. Porque si bien no podía hacer uso de sus poderes en aquél encierro, sí le habían dejado intacta su habilidad de regenerar sus heridas.

Todo por un estúpido imbécil arrogante que se la pasaba vitoreando por ahí que era inmortal. Pero si bien no tenía idea de cuánto tiempo llevaba encerrado, encadenado con las vísceras de un ser que se había ganado su afecto en el pasado, no sentía remordimiento. Quizás el único que tenía era no haber sido él. No haber sido su mano la que arrojó aquella flecha hecha de muérdago. En aquél día, Loki no tenía idea de lo que ocurría en el exterior. Por más de un milenio su mundo se había visto reducido a aquellas paredes. A las paredes de aquella cueva. Las inscripciones rúnicas en las paredes de la misma, las cuales empoderaban sus ataduras y lo mantenían “indefenso” ante el interminable martirio. Las recordaba de memoria. Pero ese día las cosas estaban predispuestas a ser diferentes. Por lo visto…la suerte quizás estaba de su lado.

No necesitaba demasiada percepción o sentidos agudos para darse cuenta de que algo estaba sucediendo en el exterior. Algo grande. Algo que en todo el tiempo que llevaba encerrado no había pasado. Explosiones, gritos, y el aroma a sangre que alcanzaba al nórdico. Pudo sentir como su interior se sentía revitalizado por primera vez en mas de mil años. Hacía demasiado tiempo que la desidia y la muerte no estaban cercanos a él. Pero ahora lo estaban, en la puerta de su casa. Llenando poco a poco su interior, su pecho, haciendo que en su rostro por primera vez en demasiado tiempo apareciera una sonrisa. ¿A quién había dispuesto allí el padre de todo? ¿Quiénes habían recibido las órdenes de mantenerlo allí? No sería Thor, ni ninguno del grupo de allegados al viejo senil. ¿Valkyrias? Se le antojaba la sangre de una de esas legendarias guerreras. Y por cómo se escuchaban las cosas afuera…pronto vería su capricho volverse realidad.

- Si… - Su voz escapó de sus labios como una suerte de alivio, un suspiro inaudible para cualquiera. Sus ojos observaron con regocijo como en una explosión bastante “ruidosa”, la pared enmarcada en runas se desmoronó súbitamente. Sintió como su cuerpo se veía a si mismo revitalizado. Las inscripciones en las paredes de la cueva hacían que sus ataduras fueran indestructibles. Pero sin runas, la historia era completamente diferente. – Al fin, libre al fin. – Dijo para sí mismo la deidad al momento que cerraba con fuerza ambas manos formando puños de las mismas. Soltó una carcajada demencial mientras sentía sus habilidades recorrer su cuerpo. Podía usar su poder. Podía romper sus ataduras. Unos dos segundos demoraron sus brazos en verse envueltos en llamas. Aquellas que él representaba y sabía blandir como nadie. Lo que lo destacaba eran las mentiras, pero nadie debía olvidar que también seguía siendo un Dios. Todo su cuerpo se vio envuelto en llamas, las cuales no demoraron en desintegrar las vísceras de aquél ser den antaño. – Y ahora, cuenco hijo de puta. – Elevó su mirada hacia aquél condenado cuenco, el cual tantas veces había vencido su propio balance para dejar caer ácido en su rostro. Sus llamas consumieron el mismo con rapidez, con ira, con furia.

Loki, finalmente, era libre.

No prestó atención alguna a quién lo había liberado. No prestó atención en absoluto a lo que sucedía a su alrededor. En su mente tan solo podía ver una cosa. El Ragnarok. Y a su creación, Fenrir, devorando al padre de todo sin piedad.
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por Caesar A. Andreatos Lun Jul 02, 2018 8:13 pm
El dios de la guerra pocas veces se había topado con seres de otras mitologías, de otros reinos y creencias, los griegos estaban tan encerrados en su vorágine de locuras, lujurias y violencia que era difícil asimilar la existencia temprana de seres iguales a ellos, con vastos poderes y sentidos que el humano corriente no llegaba a comprender. Los cielos nórdicos lloraban una vez más, las perdidas de las aladas féminas embarraban con sangre los suelos helados y desmoronados de la mitología guerrera, por más de dos siglos demoro su llegada, pero por fin lo había logrado, Ares pisaba tierras las cuales su padre jamás atrevió en aventurar, quizá por miedo a lo desconocido o tal vez por el mero hecho de no aceptar que existían dioses que no se encontraban bajo su control.

Los guerreros, tanto alejandrinos, razas inferiores, dioses menores y sus hijos azotaban en la misma base de la tierra a las valkyrias de Odín, aunque no era fácil la batalla se veía que los avances eran exitosos. Parte de la curiosidad de Ares se centro en reconocer el terreno de la disputa, entre otras cosas el tesoro que tal vez escondían dentro de la muralla, ¿Puede ser la puerta hacia la utopía creada por su padre y Osiris?, ¿O el mismísimo tesoro divino que mantenía a los dioses cobardes restantes? Brillaba el resplandor de la guerra, las lanzas de luz cruzaban las fronteras de ambas mitologías, los arcos con flechas que ningún ser podía esquivar daban en el blanco atravesando esas pesadas armaduras nórdicas, ¿Acaso los hijos de Odín no temían por la seguridad de su reino?, las defensas bajas y parte del lúgubre ambiente daban a entender que así era. Caesar llamo de un silbido a su fiel carroza envuelta en llamas de la ira misma la cual cabalgaban sus dos fiel corceles, ambos pura sangre soltaron un grito de guerra sobrenatural mismo el cual los soldados espartanos alguna vez soltaban a viva voz para inspirarse en sus dichosos avances militares.  

Peleo con las guerreras que quedaban en las afueras de la cueva, los violentos sonidos de las espadas golpearse entre ellas resonaban por toda la zona, algunos soldados del ejercito de la Guerra habían caído, los sacrificios eran necesarios... después de todo la búsqueda del poder requiere esbirros que sostengan tus pies hacia la gloria. Ares diviso entonces lo que parecía una brillante luz, parecida al fuego de la mañana, resplandecer dentro de la boca de la montaña.

Su curiosidad exploto a tope, creyó que los secretos se iluminaban ante la llegada del digno de portarlos cual odisea griega fantástica, recordó entonces los avances inútiles de Alejandro Magno en occidente y paro en seco, la carroza se detuvo cuando percibió el poder proveniente de la cueva, algo había sido liberado, quizá algo que potencialmente traería caos al mundo ya que la energía era sumamente negativa, el Dios indiferente de la fuente sentía que todo no había sido en vano, era mejor poner en libertad al caos que esperar a causarlo por manos propias. En las afueras de la nevada montaña los últimos guerreros, esta vez todos hombres y de vestimentas asociadas a la tribu de los Berserker, esperaba impaciente, ruidosa e incansable la llegada de los enemigos.

Para Ares, humanos comunes y corrientes a los cuales azoto contra el suelo cabeza por cabeza, lo fácil era aburrido y más para un Dios. De todas formas, detrás de este ataque se ocultaba el verdadero propósito de regar en sangre tierras extranjeras, la conquista no eran los métodos de Ares para conseguir algo puesto que podría influir en las mentes humanas como lo hizo con los grandes generales de tiempos anteriores… no, era otra cosa, algo mucho más importante. Los pensamientos no nublaron su mirada sobre el horizonte escondido en nubes pavorosas llenas de lagrimas y relámpagos, Ares concentro toda su atención en la cueva, sus pasos hacían retumbar la tierra, quizá Odin estaba listo para su aparición, ¿Podría ser una trampa esta cueva?, ¿Era peligroso explorarla?, Ares consideraba todas esas preocupaciones guardadas solo para los humanos — ¡Odin! ¡Sé que te escondes por estas tierras!, muéstrate y no seas cobarde, Zeus cayo y ahora es tu turno, tus hijos e hijas cayeron como moscas caen a comer mierda — su tono parecía bastante predominante, Ares no guardaría la ira en su interior, espero paciente a una respuesta, pero no esperaría mucho para derrumbar la montaña y seguir su avance pudriendo la tierra.

—Si sigues mandando sirvientes ante un Dios, de nada servirá.. — volvió a gritar y la tierra se estremeció, su aura rojiza se divinidad se hizo presente, estaba dispuesto a dejar de rodillas a los hijos de Odin, confiado como siempre continuo su caminar sabiendo que la fuente del brillante halo estaba cerca. Lo que Ares no sabia era que todo habia cambiado, el mundo mitológico ajeno también estaba sumergido en el caos, tal y como había sucedido con Egipto hace un tiempo atrás, por lo que no esperaba nada si no recibía una respuesta inmediata. Para el lamento enemigo, Ares era impaciente y totalmente llevado por sus ramas, no disponía de tiempo para nada, por lo que lanzarse a un ataque sorpresa en tierras nórdicas era digno de él.


Última edición por Caesar A. Andreatos el Sáb Jul 07, 2018 3:32 pm, editado 1 vez
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por Eldarion Vie Jul 06, 2018 12:00 am
El fuego que engullirá al mundo. Esa era la frase que recorrió toda su mente en ese momento. Ese momento de libertad que tanto tiempo se había hecho esperar. Podía sentirlo en todo su cuerpo. Podía sentir como todas sus articulaciones se estiraban en esos primeros movimientos. Como el movimiento se sentía resentido por sus propios músculos. Como se sentía oxidado en la utilización de algo que en el pasado se le había hecho tan natural como respirar. Su mente se encontraba extasiada. Ahora todo se resumía a dejar todo ser libre, a fluir. Sus ojos observaron como el cuenco se desintegró con rapidez y se sintió tal y como si aquél hubiera sido Balder, Thor, o el propio padre de todo. Júbilo quizás podría ser la mejor palabra. No había sentimiento que le llenara más el pecho. Quizás, hasta se atrevía a aseverar que su sentimiento de alegría, superaba la interminable ira que lo había mantenido de cierta forma, cuerdo.


En un principio ignoró por completo el ensordecedor estruendo que inundó la totalidad de aquella húmeda y sucia cueva. Pero luego de que su éxtasis mental se tranquilizara tan solo un poco, fue que a sus sentidos llegó aquella bestial energía. No sintió miedo, en ese punto quizás ya nada podría asustarle. Pero sí sintió un ligero dejo de curiosidad ante el ser que había destruido con semejante facilidad la caja en la cual el padre de todo lo había encerrado. No se le hizo similar a nada que hubiera sentido. A nada que hubiera tenido cerca o que pudiera haber sido calificado como de relevancia. No supo reconocer tampoco, el siguiente ruido molesto que llenó la cueva. La voz de aquél misterio andante inundó aquél trozo sucio de roca, pero tampoco se le hizo conocida. Ni sus palabras, ni su forma de hablar. Su tono se le antojó similar al de Thor, o incluso al del propio Odín. Pero si había algo que él recordaba era el Partenón nórdico en su totalidad. Planeaba asesinarlos a todos, después de todo.


Su júbilo se tornó en seriedad de forma automática. El hecho de escuchar a aquél ser pronunciar aquellas palabras. ¿Era un enemigo jurado de Odín? No recordaba que el padre de todo tuviera demasiados enemigos mas allá de, quizás los gigantes de hielo, dado lo ridículo que se consideraba cualquier acto desafiante en sus tiempos. El padre de todo era un ser supremo, la deidad prima de su respectivo Partenón. Un ser que extraía su poder mítico de los nueve reinos. Y cuyo único momento de debilidad radicaba en el llamado sueño de Odín. Un período en el cual Thor o el ejército completo de Asgard estaría postrado delante de la cámara seleccionada por él. Su mayor antítesis había pasado demasiados años encerrado. ¿Qué acaso el padre de todo se había visto debilitado? ¿O es que aquél hombre, que con tanta facilidad había destrozado su prisión, era tan estúpido como para buscar un enfrentamiento directo de semejante forma? Preguntas y mas preguntas. Hasta su insaciable curiosidad se estaba despertando. Una curiosidad que se iba a devorar al mundo entero. Era sólo una cuestión de tiempo.


Loki permaneció en silencio por tan solo unos momentos mas. Tuvo una idea, basándose en lo que su intuición le decía de aquella poderosa presencia. Esa frontalidad era un testimonio de dos aspectos de la personalidad de él. En primera instancia podría impactar a uno como un acto de la mas pura valentía. No demasiados osarían usar el nombre del padre de todo de forma tan altanera. El hecho de que Odín, en sus tiempos al menos, se había erigido como la deidad suprema solía ser testamento suficiente de que desafiarlo era un acto de simple estupidez. Y todos aquellos que cruzaban esa barrera solían encontrarse con el mismo final. Un final desolado con un martirio que se prolongaba en todos los casos por milenios sin fin. El otro aspecto que aquello delataba era una personalidad en extremo frontal. Directa en todo sentido, que no se andaba con rodeos y a primeras vistas no le llegaba como el tipo de ser que planeaba las cosas con antelación. Un error fatal. Mas aún cuando al que se tiene enfrente es al dios del engaño. Y ya sabía que hacer. Parte de su poder era el de mentir, o mejor dicho...era su inteligencia. Sin ese dote tan básico, Loki no podría engañar a nadie. Y leer a los demás, saber con una facilidad aterradora donde tocar, donde golpear con el intelecto para que el ajeno expusiera sus motivos ante él. La motivación es lo que se tiñe de ambición para empujar a tanto mortales como dioses hacia adelante. El nórdico optó por tantear el terreno, antes que andar por ahí presentándose como si nada. Ese ser, no tenía la mas mínima idea de que tumba había decidido destruir.

- ¿Quien es el insolente que vocifera semejantes injurias? - Una profunda voz invadió por completo aquella oscuridad. El fuego que antes emanaba de Loki ahora aumentó de tamaño, llegando a parecer a los ojos de cualquiera una entidad separada. El dios del engaño no despareció su poderosa presencia, sino que dirigió la misma [La percepción ajena de su presencia sería mas atinado decir.] hacia el epicentro de aquellas llamas. Tiñó su voz de seriedad, haciendo que la misma fuera similar a un trillado guerrero o guardián antiguo. - Póngale un nombre a sus amenazas, profanador de tumbas. ¿Sabe usted lo que yace enterrado aquí? - Loki se transformó en una pequeña criatura, la cual se mezclaba a la perfección con el ambiente. Imperceptible para todos. En esencial para el ser que ahora podía ver con mayor claridad. Al posarse sus ojos encima de aquél hombre, el nórdico comprendió de inmediato que se trataba de un ser milenario. De una deidad, al igual que él. Pero no pertenecía a su partenón, sino que venía de otro sitio. Al mejor estilo del Dios de la iglesia Católica. - ¿Que no sabe usted, señor profanador, que revelar su estatuto de Dios tan a la ligera puede costarle mucho?


El fuego se condensó, llegando casi a derretir las rocas que estaban alrededor de su centro. De en medio de las llamas apareció un hombre en extremo corpulento. De fuerte musculatura y porte perfecto. Sus manos se encontraban apoyadas en la punta del mango de una espada de aspecto legendario. Loki había postrado una ilusión de Heimdall. El guardián de Asgard. Una imponente figura dentro de la mitología Nórdica, esencialmente por su famoso poder de la omnisciencia.

- Aquí yace el secreto mejor guardado de los dioses de Escandinavia.

El fuego completó un aura amenazante, imponente, alrededor de la figura.
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por Caesar A. Andreatos Sáb Jul 14, 2018 3:47 am
En tiempos pasados, Ares camino en contra de todo lo que sus congéneres creían, una de esas cosas importantes era “no meterse con los demás panteones”. La ignorancia por parte de los olimpos consideraba que las tierras mas allá de las montañas cruzando la capital griega eran sumamente peligrosas para los mortales creyentes de estos y en especial, para los dioses débiles que osen mirar dentro de la olla desconocida. Lo no conocido siempre, desde lo antiguo a los tiempos actuales, ha sido un tema de debate, y todo el mundo pierde la cabeza cuando una innovación salta a la vista, pero nadie se atreve a tomarse el momento de investigarlo a profundidad, por ese entonces Ares perseguía una lógica similar... se repetía a si mismo “Si sangra, puede morir. Si grita, se puede torturar y si no muere, se puede encerrar”, con eso en mente había ganado una imposible batalla en contra de su padre, por lo que su ego además de semblante estaba en lo alto, más que cualquier par divino suyo.

El Olimpo abandona y destruido, con Alejandría a sus pies y un ejercito imparable, marchaba sobre la tierra, sus intenciones para todos eran un misterio puesto que Ares en lo exterior solo marcaba un sello de venganza en contra de los dioses y destrucción sobre la utopía, pero su búsqueda iba mucho más allá que una simple riña familiar u divina, su odisea en lo profundo tenía sentido y que él fuera el único conocedor de eso era su ventaja más grande. Ante su mirada, todo ser estaba destinado a ser conquistado tarde o temprano, por mano extranjera o interna, todos los reyes que ayudo en las famosas historias luego eran asesinados por su propia gente o aplastados por un reino más grande. Ahora que poseía la capacidad de arrasar naciones se opondría a todo reino cercano sin titubear, era su personalidad y menester era saber que incluso ante la adversidad no se detendría por nada.

Ares confiaba en su fuerza, por eso era el dios de la guerra y la violencia. No por nada tuvo la confianza necesaria para imponerse sobre el Olimpo conocido, y ahora en tierra nórdicas, con todo un panteón nuevo y dioses desconocidos con los cuales medirse, era lógico que el susodicho poderoso del Olimpo no perdiese oportunidad alguna ante esa oportunidad. El mundo en caos total, las mitologías cayendo una por una, las creencias en el vacío existencial de solo la palabra reservada para aquellos que encontraron la utopía perdida, pero... ¿Y los demás?, ¿Estaban perdidos ante tanta destrucción? Para Caesar, el caos era la paz que todo el mundo necesitaba. Sin desorden no había orden.

Montañas nevadas y ríos interminables, un bosque que caía en llamas ante las fuerzas del dios griego, sus caballos aplastaban a las guardianas de las creencias esenciales nórdicas, las espuelas quedaban marcadas para siempre en el suelo ajeno. Llego entonces ante la presencia, una humareda y bastante fuego cubrían la cueva por dentro, para los mortales seria un escenario mortal, pero para este dios que osado entro a territorio ajeno era un obstáculo superable, miro con detenimiento las paredes, los suelos, la abismal superficie que extendía su cuerpo hacia la punta de la montaña perfectamente esculpida. Una voz profunda, como boca de la cueva misma, parloteo ciertas preguntas y palabras sin sentido para Ares, no se daría el tiempo de responder ante las primeras interrogaciones, aunque se dejó llevar después – Un verdadero Dios jamás se avergüenza de su estatus – menciono frunciendo el ceño al mismo tiempo que sus labios dibujaban cierta sonrisa soberbia, su aura se acrecentó aún más y se encontró en el final con lo que parecía ser la fuente de las palabras y del fuego mismo, un hombre corpulento, musculoso, y todos los sinónimos posibles. Gigante, con vestimenta nórdica y una espada que emanaba cierta majestuosidad escondida en su hoja, para cuando Ares se le puso en frente, todo estaba claro.

El dios de la guerra, a pesar de estar frente a un aparente enemigo invencible, no titubeo ni mostró ápice de miedo, mantenía su rostro soberbio y sonrisa característica. Su único ojo funcional miro directamente a la figura de fuego gigantesca – Es verdad que el creador de estás tierras es un cobarde – soltó a viva voz – primero manda a sus hijas, luego a guerreros mortales sin fuerza alguna... y ahora solo se dedica a poner mas seres incompetentes en frente de mi – con esto dicho, tomo su espada corta romana impregnándola con el aura rojiza magnánima para después cortar la montaña en dos con una facilidad que incluso daba terror. Tardo la maquina de tierra y rocas en caer, pero al hacerlo, el sol entre las nubes golpeo la espalda de Ares, en conjunto con revelar lo que la oscuridad no quería mostrar ante el mundo, la figura imponente seguía allí, pero Caesar tenia mejor vista del sitio – Patético – tiro la espada al suelo porque ahora no la necesitaba – No me interesa saber el secreto de los dioses escandinavos o mierdas similares de panteones ajenos. Si no quieres morir, apártate pequeño ser, o tu padre del todo perderá otro chivo expiatorio – los ojos de Ares comenzaron a brillar como el infierno, los soldados mantuvieron distancia – Si tengo que destruir todas las montañas de Escandinavia, arrasar pueblos enteros y colgar dioses inútiles de los cuellos ante sus propios creyentes solo para darme el placer de decapitar a Odin, entonces lo haré sin escrúpulos. Cuando el padre del todo caiga, podré avanzar hacia Occidente y luego perpetuar el caos – dijo como monologo hacia la figura, pero solo su soberbia se escuchaba, si bien o para mal... el tiempo lo diría.

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Caesar A. Andreatos
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por Eldarion Dom Jul 22, 2018 11:26 pm
El mirar atento de Loki no sabía hacia donde observar. Por que las dos figuras que se levantaban en esa habitación le resultaban igual de aburridas. Típicas, tal y como si hubieran sido sacadas del mas burdo poema o cántico de los mortales. Dos figuras de gran tamaño y poder, que se hablaban en idioma formal, como antecediendo una tormenta que nunca llegaría. Una pérdida de tiempo tras otra. Pero, el hecho de que tanto su ilusión, como aquél entrometido grandulón se le antojaran aburridos poco tenía que ver con una realidad que no era conveniente ignorar. El nórdico no tenía idea de cuantos siglos o hasta incluso milenios podría haber pasado encerrado en ese hueco infernal. No tenía idea de como estaría el mundo una vez que saliera de aquél sitio. Algo que por cierto anhelaba con bastante intensidad.

La presencia de esa deidad significaba una cosa, muy puntual. El mundo se encontraba en extremo agitado. En los tiempos de antaño, los dioses no se metían con los dioses de otra región. Siempre permanecían en sus tierras y dirigían la existencia de los pueblos que los adoraban. Pero ese dios iracundo parecía tener pleno y casi absoluto conocimiento de que Odín era la deidad reinante del Norte. Sabía que aquél era su territorio y lo estaba buscando plenamente consciente de las consecuencias. Hasta osaba ser irrespetuoso con el padre de todo. Algo que no muchos harían, por la gran estupidez que este acto acarreaba. Una vez que este hubiera terminado de parlotear, Loki se detuvo por un instante a analizar la situación.

Podría estirar un poco los músculos y darle pelea a aquella combativa deidad. Podía mentirle, tal y como lo venía haciendo hasta ahora. Aquél ser, si bien se veía poderoso, le daba toda la impresión de ser un hombre lineal, centrado en el único objetivo de dar caza al dios supremo de la mitología Nórdica. Pero ambas tenían un potencial casi infinito de terminar en un desastre. Por un lado, Loki no estaba en su mejor forma. Por artilugios del destino y la ira incontenible del que ahora era su interlocutor, se liberó de su milenario encierro. Pero eso significaba que no estaba del todo en forma. Si utilizaba sus poderes ahora, seguramente que sería de forma errática y torpe. Por no decir que las heridas internas de su cuerpo aún estaban sanando. Por lo que pelear no era una opción viable. La opción de la mentira acarreaba las mismas consecuencias. Sí, había podido cambiar de forma, pero no era algo extraño que lo que antes hacía sin pensar, ahora requiriera un alto grado de concentración. Mantener esa forma de insecto era jodidamente difícil. Se había acostumbrado a su forma real. Algo que prontamente debería de modificar.

De un momento a otro, la enorme figura de Heimdall desapareció. La oscuridad volvió a consumir todo el recinto, tal y como si una eterna llama se hubiera consumido de la forma mas súbita y repentina. Lo ùnico que quedó iluminando el lugar, fueron los ojos de aquella deidad misteriosa, aùn sin nombre. De entre las sombras, sin embargo, se olló el zumbido de las alas de un insecto. El mismo movía sus alas de forma frenética, hasta incluso aparentaba ser un insecto anciano. Cansado de su existencia, en el borde del precipicio que es la vejez para las criaturas mortales. Hasta que el aleteo dejó de resonar. En su lugar apareció el sonido de un lento caminar. Lento, pero seguro. Loki caminó hacia aquella deidad, sin detenerse. No lo hizo hasta que toda su figura quedó iluminada por los ojos de aquél dios.

- Usted, señor, sí que sabe como montar un alboroto de la san puta. - Dijo Loki mientras alzaba las manos en una muestra falsa de rendición. Se encontraba completamente desnudo, con la única excepción de un taparrabo viejo cubriendo desde la cintura hasta la mitad de sus muslos. Allí fue que finalmente pudo ver apropiadamente a su interlocutor. Un ser lineal, sí, pero su poder no era ningún chiste. Y la realidad era que ese ser, ciertamente lo había liberado sin quererlo. - He conocido mucha gente osada en mis tiempos, pero decirle pequeño ser a Heimdall, déjame decir que ciertamente hay una primera vez para todo. - Una sonrisa adornó el rostro del nórdico, el cual bajó sus brazos y tomó asiento en una pequeña piedra que había a un lado suyo. - Lo que destruiste no es nada mas que la cueva donde me encerró Odín hace una infinidad de años, mi iracundo compañero. El motivo por el cual el lugar estaba plagado de guerreras, es por una profecía que se realizó hace mucho tiempo. - Loki hizo una pausa y llevó una de sus manos hacia su mentón. - Profecía que indica que yo desataré el Ragnarok, y mi hijo Fenrir devorará a Odín. - Soltó una carcajada y negó con la cabeza. - Tontos miedos de un anciano que debe dormir para no perder sus poderes. No está Odín, pero mi nombre es Loki. ¿ Y tu eres?

Loki chasqueó los dedos y automáticamente una serie de prendas cubrió todo su cuerpo. Su antigua armadura. Elevó su mirar y lo clavó en el ajeno. Expectante.
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por Caesar A. Andreatos Sáb Ago 25, 2018 2:33 pm
Ares no conocía el miedo ante seres desconocidos, algo que lo diferenciaba de su padre y de sus congéneres, y con ello en mente planto cara al ser extraño que se le apareció por delante, no era momento de retroceder ante el súbito fuego que inundaba la cueva extraña, y más encima era muy tarde para retirar a las tropas que le acompañaban con tanta lealtad en sus corazones. Era indiferente para él el nombre de esa persona, o lo que fuera, lo más importante para Ares era continuar en su búsqueda incansable por el poder y para ello debía demostrarle al mundo que no solo Zeus iba a caer, si no que los padres de todos los panteones, y por suerte sus aliados pensaban de la misma forma o al menos eso era en esos tiempos.

Los sonidos se callaron ante la respuesta que dio, con un orgullo gigantesco denotado en su voz, su aura era gigantesca y cualquier ser consciente podría notar un choque impresionante de presión en el aire. Aun en medio de territorio desconocido, los ojos de Caesar brillaban como el sol mismo, algo anaranjados y en su momento se tornaban dorados con el aura creciente que recorría cada átomo del cuerpo del dios, a compañía de ello el suelo se agrieto debajo de sus pies, camino un poco para observar a los ojos a su oponente, incluso se dio la originalidad de sonreír de lado. Unos minutos pasaron para que ese fuego se extinguiese lentamente, toda esa parafernalia era producto de un ente ajeno al momento, Ares por el momento dejo que las cosas se dieran a su tiempo, no se mostro impaciente ante la desaparición repentina de la figura, mas que ello levanto una ceja en duda para mostrar un poco de curiosidad repentina en los sucesos que precedieron su llegada a este lugar. Por una parte, quería totalmente arrasar con estas tierras, pero por otra pensaba con inteligencia que podría utilizarlas para otros fines, después de todo Alejandría era su hogar por el momento y los dioses cobardes huían hacia quien sabe dónde.

Su oído super desarrollado capto unos aleteos próximos, los cuales confundió con los insectos que sobrevolaban el área, pero algo había cambiado, a los minutos siguientes otra presencia se acerco al lugar, primero fueron los pasos ajenos que se podían oír por la caverna semi destruida, y luego lentamente esa figura misteriosa se dio a conocer completa. Ares por su parte ni importancia le dio a otro desconocido, a los minutos en que esa figura apareció escucho las palabras ajenas con atención, pero sobre todo mostro en todo momento un rostro entre decepcionado y enojado, en especial lo último. ¿Quién era esta persona?, ¿Cuáles eran sus intenciones?, todo saldría a la luz más adelante, tarde o temprano toda la verdad sale a flote. Mientras el personaje algo elocuente hablaba, Caesar solo observo si no había alguna trampa cerca, estaba paranoico y tenia razones para serlo, aunque lo hizo disimuladamente para que el ajeno no se diera cuenta, luego alzo su mano a la barbilla pensando al mismo tiempo en que le miraba ahora con un poco de atención, especialmente en la parte donde le indicaba que fue encerrado por Odin y que desataría el Ragnarok, termino que desconocía pero que quizá era un evento importante en su mitología.

Sus ojos se posaron ahora con algo más que interés desconsiderado en el momento en que hizo aparecer ropajes de la nada y pudo intuir que no se trataba de un simple lacayo nórdico, y menos de las podredumbres con las cuales peleo en las afueras, era algo más. Al terminar las palabras el ajeno, Ares camino hacia la entrada de la caverna que ahora estaba solo a pasos de su lugar actual e hizo un gesto con la mano para que sus hombres se acercasen sin temor a investigar por todos los alrededores de la ahora extinta montaña, para buscar quizá algún indicio de tesoro o simplemente para destripar a los últimos guardianes que cuidasen los alrededores, al terminar con ello giro su rostro hacia la persona en su misma sala y suspiro profundo – Parece que Odin no termina de sorprenderme con su incompetencia – soltó de la nada, como si fuera lo más normal para decir en ese ambiente – Veo que he desatado lo que más temía y eso me reconforta, por otro lado, parece que inconscientemente me has traído hasta aquí, de las tantas montañas que he recorrido, pienso que no fue coincidencia, ¿O me equivoco? – dijo con su semblante totalmente serio – Estás ante Ares, el rey de la tierra y el que conquistará los cielos – al decir esto elevo una mano sobre su cabello para arreglarlo – Sígueme o muere, son tus opciones, en este mundo y ahora no existe otro camino – con esto puso su paso para salir de la caverna que ya caía a pedazos – Aquellos que no me son leales terminarán en el Tártaro por toda la eternidad, entre ellos los dioses padres de todas las tierras – rió ante lo último, pero esa risa se doblego hasta parecer una carcajada de maldad absoluta.

Pensó en lo que dijo mientras esperaba que el ajeno respondiera, tenia un pie fuera y otro dentro, su cuerpo solo respondería ante la hostilidad de lo desconocido, su espada flameada como el sol y Urano era testigo de la magnánima presencia del dios de la guerra – El único camino verdadero, es la guerra.
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por Eldarion Sáb Ago 25, 2018 5:02 pm
El encontrarse a sí mismo nuevamente en su armadura, con la capacidad de mover su cuerpo como se le diera la gana, en lugar de aquellos limitados movimientos casi nulos que tuvo que tolerar por mas de un milenio. Todo era una experiencia bastante interesante. Pudo dejar libre su aura por unos momentos anteriormente, no en su totalidad por supuesto, pero sí lo suficiente como para estirar sus músculos. Los cuales por mucho tiempo se habían dormido ante el encierro opresivo de las circunstancias. Era una sensación agradable y molesta al mismo tiempo. Sentía como su cuerpo ansiaba mas libertad, incendiar algo, asesinar, o simplemente cambiar de forma. Loki tenía que atravesar por un período de acomodamiento. Tenía que acostumbrarse a usar sus habilidades. Tenía que dejarse ser, ser libre de nuevo. Y descubrir, por supuesto, las sociedades del mundo. La humanidad y por consiguiente, ellos mismos, siempre se encontraron en un estado de directo avance. Siempre caminando hacia adelante, siempre descubriendo y construyendo cada vez mas cosas. El nórdico se preguntó cuales serían las dinámicas sociales actuales. Si el sistema del honor de su época se habría mantenido intacto. Si la guerra se peleaba de la misma forma.


No le prestó su completa atención a su interlocutor. Era una simple casualidad el hecho de que lo hubiera liberado. Loki no había llamado a nadie, ni siquiera sentía la necesidad de hacerlo. En esos años que había pasado dentro de aquella cueva, contando el sin fin de veces que ese cuenco horrendo le había soltado ese veneno encima, planificó interminables escenarios en los cuales Odín moriría ante él. En como su venganza sería absoluta, y como el mundo podría finalmente ser consumido por la serpiente del mundo y su hijo Fenrir. Pero, como todo lo que era bueno en ese mundo, le tomaría su tiempo. Para su suerte, la paciencia ahora era un dote que la misma cueva le había otorgado. En el pasado fue caprichoso, impulsivo quizás. El asesinato de Balder fue un inconveniente para él mas que un logro. Demostró su astucia, como siempre lo hacía, pero le costó demasiado. Ahora no cometería el mismo error de nueva cuenta. Claro que no. No pudo evitar esbozar una sonrisa para sí mismo.

- ¿Ares, eh? - Dijo mientras miraba con tan solo un ojo a su "salvador". Cuando la entrada de aquella caverna fue destruida, Loki recibió un sin fin de información del mundo exterior. El número de humanos se había disparado exponencialmente. Y por algún motivo, sintió como la humanidad existente en ese tiempo, le había fortalecido de cierta forma. Qué forma, eso lo descubriría pronto. Pero primero tenía que dejar algunas cosas en claro. Debía admitir que le debía una, pero a él los altaneros nunca le cayeron bien. Y por mas dios de la guerra que pudiera ser, si no entendía algo tan simple como una realidad tan absoluta como su palabra, entonces tendrían serios problemas de ahora en adelante. - No sé a lo que te refieres con que te traje aquí. No tuve nada que ver con eso. Esta montaña era la única con hechizos de protección encima, ha de haber sido eso. - Loki soltó una ligera y corta risa, al momento que se puso en cuclillas. - Pero creo que hay algo en tu razonamiento que está equivocado, Ares.


La figura de Loki desapareció en un instante. Su aura desapareció de igual forma. En un instante mas, el nórdico apareció enfrente del hombre, afuera de la caverna. Soltó otra risa y con su mirar recorrió el campo de batalla. Ver a tantas guerreras de Odín muertas le trajo un mayor júbilo del que se imaginaba. El olor a sangre invadió sus fosas nasales y él inhaló con fuerza. Soltó el aire por la boca y estiró los músculos de sus brazos. Podía sentir como rápidamente sus heridas se cerraban. Como el poder en su interior se re-establecía a lo que supo ser en antaño. Una vez que el aire fresco se volvió ligeramente natural para él de nuevo, no demoró mas que unos instantes, bajó los brazos y suspiró. Se giró y observó a su "salvador", el cual le había propuesto que él lo siguiera. Sonrió. No era así como funcionaban las cosas. Con total facilidad podía mentirle. Pero consideró que una opción mas entretenida aparecía en su mente al momento que volvió a retomar la palabra.


- ¿ Que te siga o muera? No es algo que ni siquiera tú puedas creer en realidad, Ares. El mundo es mucho mas complejo que eso. Si pretendes lealtad, no la tendrás conmigo. - Dijo sonriente y con un chasqueo de sus dedos hizo que una masiva ilusión inundara el campo de batalla. Todos los hombres del dios de la guerra se vieron inmersos en ella. Sólo ellos dos podían ver que era una ilusión. - Si tú eres el dios de la guerra, pues me alegro. Yo soy el dios del engaño. Es un placer conocerte. - Dijo y encaró a la deidad con el mentón en alto. No le intimidaba en absoluto. Si quería podía pelear y alejarse de allí con total facilidad. Ese dios no podía ver a través de sus ilusiones y engaños. Tal y como su poder era superior al actual de Loki. - La única real posibilidad. Es una relación de mera conveniencia. Si lo que quieres es destruir a no se qué dios, pues parece que nuestros objetivos se encuentran alineados. Mientras lo sigan estando, te brindaré mi asistencia. - Hizo una pausa y deshizo la ilusión en la que había sumido a todos los guerreros. Todos ya se habían quitado sus armaduras y relajado los músculos. Loki podía matarlos si así lo hubiera deseado. - Yo mataré a Odín. Y eso no es negociable, mi bélico compañero.


Loki dejó espacio para que pudiera responderle. Esa era la realidad. Ninguna otra. Conveniencia, sin lealtad ni honor. Si eran los malos de la película, pues vaya que podían serlo. Pero los tantos iban a quedar en claro desde el primer momento. Nadie le daba órdenes. Ni siquiera un dios de la guerra que ni siquiera conocía.


- ¿ Que año es, por cierto?


Consultó arqueando una ceja.
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