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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Wunden Der Seele (Privado Amalie Schindler)
Lost Garden :: ✧ Elysium :: Oblivion :: Otros lugares
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por Eberhard Strauss Vie Oct 05, 2018 3:54 pm
Hoy era otro de esos días donde solo podía sentir del vivido dolor sobre mi piel. Otro día donde la muerte quería reclamarme nuevamente, pero no lo lograba.
Me encontraba sentado en el pabellón de heridos en combate, en el hospital mágico de Oblivion. Mi diagnostico no era crítico, al menos a mi parecer. Solamente presentaba heridas superficiales y un pequeño corte profundo en la pierna derecha, algo que no consideraba me pudiese frenar como para regresar al combate.
Mi atención era una urgencia clínica al ser un combatiente que defiende Elyisum, y mi estado de salud era supervisado con cuidado en caso de empeorar. Esto era algo que consideraba en algunos casos innecesario, ya que siempre que fuera necesario, podía regresar a Elysium gracias al hechizo especial.
Todo este problema de salud comenzó cuando mi equipo y yo habíamos sido atacados por enemigos de la gran isla. Ellos no tuvieron piedad en lanzar todo su arsenal contra nosotros hasta quedar satisfechos, y ver mermadas nuestra unidad. Solo yo y algún par de soldados corrimos la suerte de poder ver otro día, pero 2 de los ahora descansaban en potestad de los dioses.
— Eberhard Strauss, por favor pasar al consultorio 2 — Fueron las palabras que sonaron en el altavoz para indicar mi turno.
Me puse de pie en mi arrogancia de querer caminar, soportando el dolor en mi muslo, hasta llegar a el consultorio de atención. No acepté la ayuda de las enfermeras ni acepté ser transportado en una silla de ruedas, no me sentía con los ánimos de ser tratado con cuidado. Solo quería regresar pronto al campo de batalla para vengar a mis compañeros caídos.
Llegado a la puerta, la golpeé dos veces y esperé la invitación del doctor para luego entrar al cuarto.
— Buenas tardes — Dije con un tono serio al pasar adentro con el paso lisiado. —¿Como se encuentra, doctora? — Pregunté luego con un tono de voz plano y seguí las indicaciones primarias de la doctora a cargo de mi revisión.
Caminé a la camilla y tomé asiento en ella para ser revisado interna y externamente, mientras cooperaba en las indicaciones de la doctora. Retiré mi ropa superior para mostrar las heridas que rondaban todo mi cuerpo, y me reservé el retirarme el pantalón hasta el momento que la doctora lo indicase.
— ¿Cómo ve el diagnostico?... — Pregunté con un tono despreocupado y miré mi reflejo en uno espejo a mi derecha para fijarme que tenía más heridas abiertas de las que podía sentir sobre mi piel. — Mi escuadrón se enfrentó a un grupo de harpías todas ya bastante experimentadas en el combate. De 10 pudimos eliminar a 7, las otras tres escaparon la verse reducidas en número. — Narraba a la doctora con confidencialidad mientras mantenía la vista en otra dirección en lugar de a su rostro, por evitar principalmente el contacto visual.
Me mantuve cooperativo levantando brazos, respirando y realizando acciones correspondientes a la revisión hasta que el primer diagnóstico había terminado, y fue tras ello cuando decidí a ver a la doctora al rostro.
— ¿Es nueva en esta zona de atención? — Pregunté con una ligera duda, al no reconocer con claridad el rostro de la mujer. — Soy un soldado recurrente en este pabellón médico, supongo que puede notarlo con todas las cicatrices en mi cuerpo. — Comenté libremente para explicar la razón de mis palabras.
Me acosté sobre la camilla para el segundo diagnostico físico y cerré los ojos para mantener unos segundos la respiración tranquila y la mente en blanco. El ambiente me daba un extraño sentimiento familiar, el cual me recordaba algunas cosas malas, pero indescriptibles.
— Tras la curación me irá mejor si tomo un descanso... — Comenté como un pensamiento en voz alta, y conservé el silencio mientras la doctora proseguía su deber.
La guerra como siempre solo me traía problemas, aunque esta es una guerra en la que quiero estar porque estoy defendiendo algo que realmente me interesa. Es una guerra en la que estoy dispuesto a sacrificar mi vida, incluso si no fuese realmente necesario.
Me encontraba sentado en el pabellón de heridos en combate, en el hospital mágico de Oblivion. Mi diagnostico no era crítico, al menos a mi parecer. Solamente presentaba heridas superficiales y un pequeño corte profundo en la pierna derecha, algo que no consideraba me pudiese frenar como para regresar al combate.
Mi atención era una urgencia clínica al ser un combatiente que defiende Elyisum, y mi estado de salud era supervisado con cuidado en caso de empeorar. Esto era algo que consideraba en algunos casos innecesario, ya que siempre que fuera necesario, podía regresar a Elysium gracias al hechizo especial.
Todo este problema de salud comenzó cuando mi equipo y yo habíamos sido atacados por enemigos de la gran isla. Ellos no tuvieron piedad en lanzar todo su arsenal contra nosotros hasta quedar satisfechos, y ver mermadas nuestra unidad. Solo yo y algún par de soldados corrimos la suerte de poder ver otro día, pero 2 de los ahora descansaban en potestad de los dioses.
— Eberhard Strauss, por favor pasar al consultorio 2 — Fueron las palabras que sonaron en el altavoz para indicar mi turno.
Me puse de pie en mi arrogancia de querer caminar, soportando el dolor en mi muslo, hasta llegar a el consultorio de atención. No acepté la ayuda de las enfermeras ni acepté ser transportado en una silla de ruedas, no me sentía con los ánimos de ser tratado con cuidado. Solo quería regresar pronto al campo de batalla para vengar a mis compañeros caídos.
Llegado a la puerta, la golpeé dos veces y esperé la invitación del doctor para luego entrar al cuarto.
— Buenas tardes — Dije con un tono serio al pasar adentro con el paso lisiado. —¿Como se encuentra, doctora? — Pregunté luego con un tono de voz plano y seguí las indicaciones primarias de la doctora a cargo de mi revisión.
Caminé a la camilla y tomé asiento en ella para ser revisado interna y externamente, mientras cooperaba en las indicaciones de la doctora. Retiré mi ropa superior para mostrar las heridas que rondaban todo mi cuerpo, y me reservé el retirarme el pantalón hasta el momento que la doctora lo indicase.
— ¿Cómo ve el diagnostico?... — Pregunté con un tono despreocupado y miré mi reflejo en uno espejo a mi derecha para fijarme que tenía más heridas abiertas de las que podía sentir sobre mi piel. — Mi escuadrón se enfrentó a un grupo de harpías todas ya bastante experimentadas en el combate. De 10 pudimos eliminar a 7, las otras tres escaparon la verse reducidas en número. — Narraba a la doctora con confidencialidad mientras mantenía la vista en otra dirección en lugar de a su rostro, por evitar principalmente el contacto visual.
Me mantuve cooperativo levantando brazos, respirando y realizando acciones correspondientes a la revisión hasta que el primer diagnóstico había terminado, y fue tras ello cuando decidí a ver a la doctora al rostro.
— ¿Es nueva en esta zona de atención? — Pregunté con una ligera duda, al no reconocer con claridad el rostro de la mujer. — Soy un soldado recurrente en este pabellón médico, supongo que puede notarlo con todas las cicatrices en mi cuerpo. — Comenté libremente para explicar la razón de mis palabras.
Me acosté sobre la camilla para el segundo diagnostico físico y cerré los ojos para mantener unos segundos la respiración tranquila y la mente en blanco. El ambiente me daba un extraño sentimiento familiar, el cual me recordaba algunas cosas malas, pero indescriptibles.
— Tras la curación me irá mejor si tomo un descanso... — Comenté como un pensamiento en voz alta, y conservé el silencio mientras la doctora proseguía su deber.
La guerra como siempre solo me traía problemas, aunque esta es una guerra en la que quiero estar porque estoy defendiendo algo que realmente me interesa. Es una guerra en la que estoy dispuesto a sacrificar mi vida, incluso si no fuese realmente necesario.
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Eberhard Strauss
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por Amalie L. Schindler Lun Oct 08, 2018 1:32 am
Hoy iba a ser un día como cualquier otro. Hoy iba a tener mis prácticas de medicina mágica tal como las estaba llevando hace un par de meses. Hoy se suponía que sería un día tranquilo en esta tarde soleada. Hoy me había despertado siendo una ilusa.
Era media tarde y me encontraba corriendo por los pasillos pues un par de nuestras escuadras habían sido atacadas. Luego de ayudar con algunos de los heridos en primeros auxilios me dirigí a la consulta de la doctora Lee, mi supervisora. - Al fin llegas, Schindler. Sé que ansias participar en la unidad de primeros auxilios, pero este semestre nos ocuparemos de diagnósticos. De urgencias, igualmente, pero deja los primeros auxilios a la sala pertinente.- Me recordó a modo de regaño. Aunque uno suave porque se había enterado de mi buena gestión, como siempre. Igualmente ella tenía razón, ya que si bien yo sabía practicar la medicina "normal", mi enfoque debía ser la mágica. -Pido disculpas, Dra.-
Atendimos a un par de pacientes en conjunto, pero ya con el siguiente dejó que yo lo atendiera sola. Ella se quedó de pie al lado del escritorio observando y evaluando mi faena.- Adelante - Comuniqué esperando que el paciente entrara. Miré la ficha entre mis manos mientras me acercaba a la camilla para acomodarla. El nombre hizo que mis pupilas se contrajeran por un segundo. ¿Había leído bien? Quizás solo era un alcance de nombre. Prontamente miré al hombre que entraba, el cual distaba mucho del recuerdo que tenía de aquel muchacho de 14 años.- Buenas tardes.- Saludé con un poco de desgano, pero era debido a lo extraño de la situación.
Detrás de mi escuché un carraspeo, lo que me hizo concentrarme en mi deber como doctora más que de detective.- Muy bien, señor Strauss.- Era demasiado raro decir aquel apellido. Un nudito de nostalgia subió a mi corazón.- Por favor siéntese aquí. Yo soy la doctora Schindler y ella es la Dra. Lee. - Nos presenté observando las reacciones del hombre, pero al ver nula reacción comencé a sentir dudas. Quizás yo solo estaba paranoica.
Ver aquel cuerpo tan mancillado hizo que se me sobrecogiera el corazón. Estaba acostumbrada a ver esas cosas, pero como aún conservaba la esperanza de que se tratara de ÉL, me dolía verlo así. -Según el informe preliminar no debería estar tan mal.- Comenté con voz suave entrando en modo profesional. Entonces comencé con el típico examen de rutina con el estetoscopio. Solo que este no solo ayudaba a percibir sonidos, si no que también flujos mágicos. Revisé los reflejos y al parecer todo estaba bien. -S-soy estudiante en práctica, p-pero la doctora Lee está supervisando todo. No se preocupe- Me apresuré a contestar sorprendida por la pregunta. Ahora el hombre mi mirada al rostro, se supone que si era "mi" Eber, debería haberme reconocido. Ok, la última vez que nos vimos yo tenía 10 años y ahora 21, pero mis facciones no habían cambiado de forma significativa. Quizás era por tener el cabello amarrado en una trenza alta o por estar usando anteojos. O quizás solo me había olvidado.
- Por favor, quédese quieto.- Con las manos enfundadas en guantes de látex levante el parche que en urgencias le habían puesto para detener la hemorragia en la pierna. Lo que vi no me gustó para nada, estaba casi segura de que llegaba bastante cerca del hueso. - ¿Así que eres un dragón, verdad? - Pregunté mientras volvía a tapar la herida.
Voltee para buscar un frasco con un aceite color magenta, un poco de morfina y un rotulador quirúrgico. La Dra. Lee observaba en silencio, aunque cuando nuestras miradas se cruzaron movió la cabeza afirmativamente. Volví a mi sitio junto a la camilla y puse las cosas en un riñón metálico en el lado libre de la camilla. De pronto es escuchó por los parlantes que llamaban con urgencia a la Dra. Lee al pabellón B. Ella raudamente se apresuró a salir, no sin antes acercar una silla a mi lado y ponerme la mano en el hombro.- La necesitarás. Tomará algo de tiempo.- Comentó antes de retirarse.
"Excelente", pensé, ya que ahora tendría más libertad para comenzar con mi interrogatorio.- Así que Strauss... ¿Ha vivido toda su vida aquí? Es que su nombre es alemán. El mío también, por ello llamó mi atención .- Mientras tanto iba inyectando un poco me morfina cerca de la zona herida. -Llevo un par de años aquí. Viví en Alemania hasta los 10 años.- Alcé la vista por unos segundos para observar reacciones. Aquel cabello blanco... ¿Sería alguna genodermatosis? Quizás Síndrome de Waardenburg... Descartado por ser de nacimiento. ¿Piebaldismo? Por más que observaba el cuerpo ajeno, no podía ver despigmentación de la piel, su bronceado era perfecto, así que también quedaba fuera de discusión.
Así mientras continuaba pensando en enfermedades que provocaran un cambio de color en el cabello fui escribiendo unos símbolos cerca de la herida. - Potsdam, era una bella ciudad. Neuer Garten era mi lugar favorito. Cuidado, va a arder un poco.- dejé caer un poco del aceite dentro de la herida y rápidamente la cubrí con mis dos manos, ahora desnudas y cerré los ojos concentrándome en susurrar el hechizo pertinente. Estaba tratando de "Desinfectar" de todo rastro mágico maligno y a la vez acelerar la regeneración.
Me mantuve en silencio unos minutos, ejerciendo presión en la herida y dejando que la magia fluyera de mis manos a la herida. Dudaba si dar el siguiente paso, aunque no tenía nada que perder. Si me equivocaba solo pasaría un bochorno, pero no importaba, pues si solo era una mera coincidencia, él era solo un soldado que vería como un paciente. Así que tragué duro la saliva reuniendo valor, pero solo entonces mis manos comenzaron a temblar igual que mis palabras.- ¿T-tú te acuerdas... ¿t-tuviste alguna amiga... ¿C-conociste a una familia Schindler? - Cerré los ojos conteniendo la vergüenza. - M-mi nombre es Ama... Amalie Schindler. ¿Eres el mismo Eberhard que yo conocí? ... ¿U-uber?
Era media tarde y me encontraba corriendo por los pasillos pues un par de nuestras escuadras habían sido atacadas. Luego de ayudar con algunos de los heridos en primeros auxilios me dirigí a la consulta de la doctora Lee, mi supervisora. - Al fin llegas, Schindler. Sé que ansias participar en la unidad de primeros auxilios, pero este semestre nos ocuparemos de diagnósticos. De urgencias, igualmente, pero deja los primeros auxilios a la sala pertinente.- Me recordó a modo de regaño. Aunque uno suave porque se había enterado de mi buena gestión, como siempre. Igualmente ella tenía razón, ya que si bien yo sabía practicar la medicina "normal", mi enfoque debía ser la mágica. -Pido disculpas, Dra.-
Atendimos a un par de pacientes en conjunto, pero ya con el siguiente dejó que yo lo atendiera sola. Ella se quedó de pie al lado del escritorio observando y evaluando mi faena.- Adelante - Comuniqué esperando que el paciente entrara. Miré la ficha entre mis manos mientras me acercaba a la camilla para acomodarla. El nombre hizo que mis pupilas se contrajeran por un segundo. ¿Había leído bien? Quizás solo era un alcance de nombre. Prontamente miré al hombre que entraba, el cual distaba mucho del recuerdo que tenía de aquel muchacho de 14 años.- Buenas tardes.- Saludé con un poco de desgano, pero era debido a lo extraño de la situación.
Detrás de mi escuché un carraspeo, lo que me hizo concentrarme en mi deber como doctora más que de detective.- Muy bien, señor Strauss.- Era demasiado raro decir aquel apellido. Un nudito de nostalgia subió a mi corazón.- Por favor siéntese aquí. Yo soy la doctora Schindler y ella es la Dra. Lee. - Nos presenté observando las reacciones del hombre, pero al ver nula reacción comencé a sentir dudas. Quizás yo solo estaba paranoica.
Ver aquel cuerpo tan mancillado hizo que se me sobrecogiera el corazón. Estaba acostumbrada a ver esas cosas, pero como aún conservaba la esperanza de que se tratara de ÉL, me dolía verlo así. -Según el informe preliminar no debería estar tan mal.- Comenté con voz suave entrando en modo profesional. Entonces comencé con el típico examen de rutina con el estetoscopio. Solo que este no solo ayudaba a percibir sonidos, si no que también flujos mágicos. Revisé los reflejos y al parecer todo estaba bien. -S-soy estudiante en práctica, p-pero la doctora Lee está supervisando todo. No se preocupe- Me apresuré a contestar sorprendida por la pregunta. Ahora el hombre mi mirada al rostro, se supone que si era "mi" Eber, debería haberme reconocido. Ok, la última vez que nos vimos yo tenía 10 años y ahora 21, pero mis facciones no habían cambiado de forma significativa. Quizás era por tener el cabello amarrado en una trenza alta o por estar usando anteojos. O quizás solo me había olvidado.
- Por favor, quédese quieto.- Con las manos enfundadas en guantes de látex levante el parche que en urgencias le habían puesto para detener la hemorragia en la pierna. Lo que vi no me gustó para nada, estaba casi segura de que llegaba bastante cerca del hueso. - ¿Así que eres un dragón, verdad? - Pregunté mientras volvía a tapar la herida.
Voltee para buscar un frasco con un aceite color magenta, un poco de morfina y un rotulador quirúrgico. La Dra. Lee observaba en silencio, aunque cuando nuestras miradas se cruzaron movió la cabeza afirmativamente. Volví a mi sitio junto a la camilla y puse las cosas en un riñón metálico en el lado libre de la camilla. De pronto es escuchó por los parlantes que llamaban con urgencia a la Dra. Lee al pabellón B. Ella raudamente se apresuró a salir, no sin antes acercar una silla a mi lado y ponerme la mano en el hombro.- La necesitarás. Tomará algo de tiempo.- Comentó antes de retirarse.
"Excelente", pensé, ya que ahora tendría más libertad para comenzar con mi interrogatorio.- Así que Strauss... ¿Ha vivido toda su vida aquí? Es que su nombre es alemán. El mío también, por ello llamó mi atención .- Mientras tanto iba inyectando un poco me morfina cerca de la zona herida. -Llevo un par de años aquí. Viví en Alemania hasta los 10 años.- Alcé la vista por unos segundos para observar reacciones. Aquel cabello blanco... ¿Sería alguna genodermatosis? Quizás Síndrome de Waardenburg... Descartado por ser de nacimiento. ¿Piebaldismo? Por más que observaba el cuerpo ajeno, no podía ver despigmentación de la piel, su bronceado era perfecto, así que también quedaba fuera de discusión.
Así mientras continuaba pensando en enfermedades que provocaran un cambio de color en el cabello fui escribiendo unos símbolos cerca de la herida. - Potsdam, era una bella ciudad. Neuer Garten era mi lugar favorito. Cuidado, va a arder un poco.- dejé caer un poco del aceite dentro de la herida y rápidamente la cubrí con mis dos manos, ahora desnudas y cerré los ojos concentrándome en susurrar el hechizo pertinente. Estaba tratando de "Desinfectar" de todo rastro mágico maligno y a la vez acelerar la regeneración.
Me mantuve en silencio unos minutos, ejerciendo presión en la herida y dejando que la magia fluyera de mis manos a la herida. Dudaba si dar el siguiente paso, aunque no tenía nada que perder. Si me equivocaba solo pasaría un bochorno, pero no importaba, pues si solo era una mera coincidencia, él era solo un soldado que vería como un paciente. Así que tragué duro la saliva reuniendo valor, pero solo entonces mis manos comenzaron a temblar igual que mis palabras.- ¿T-tú te acuerdas... ¿t-tuviste alguna amiga... ¿C-conociste a una familia Schindler? - Cerré los ojos conteniendo la vergüenza. - M-mi nombre es Ama... Amalie Schindler. ¿Eres el mismo Eberhard que yo conocí? ... ¿U-uber?
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