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Scarlet Velvet (Priv. Kirei Heider)

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por Donald Harvey Dom Sep 30, 2018 6:33 pm

Donald Harvey

Dreeganh

Hora: 3:30 pm
Lugar: Bar L’amour (Londres)
 
Scarlet Velvet


En toda mi vida he tenido gente incompetente a mi servicio, casi como si eso fuese lo único que me ofrece el mundo. ¿Qué tan difícil puede ser obtener la obediencia de un hombre como para que este sea fiel a su labor sin importar lo que pase? Siempre he querido obtener una respuesta a esa interrogante, pero hasta ahora todos han muerto sin siquiera demostrarme una posibilidad.  

Caminé fuera del sótano del bar por la pequeña trampilla oculta tras uno de los mostradores. En mis manos llevaba una pequeña muestra de sangre destilada, la cual procedí a dejar en una botella de vidrio azabache. La última víctima había dado una buena cantidad de recursos para alimentar a los clientes excepcionales de siempre, pero aun así no iba a bastar para el mes que venía.  

— Solo falta esperar que venga pronto...

Encendí un cigarrillo de la marca más conocida, aquella la cual tenía sabor a vainilla, y comencé a inhalar y exhalar el humo dulce de este mientras organizaba un par de copas desordenadas. Mis sentidos estaban ansiosos y solo el efecto del tabaco podía calmar mis nervios, aunque esto solo provocase una dulce muerte anunciada.  

Pasaron los minutos, quizá las horas, para el momento que el destino golpeó a la puerta del bar, de mi bar. Seguramente era ella, ¿quién más podría? Aún era bastante temprano para la atención al cliente y el cocinero tenía la costumbre de llegar sobre el tiempo.

— Voy...

Apagué mi cigarrillo en el cenicero de la barra y organicé el cuello de mi camisa para acercarme a la puerta. Aclaré mi voz, organicé ligeramente mi pelo y traté de fingir una sonrisa (de esas que igualaban a las de un cumpleañero en su fecha especial).  

No me sentía nervioso, ¿Por qué lo estaría? Solo era la ansiedad la que hacía temblar mi pierna mientras miraba la puerta esperando un segundo toque. Incluso era también la ansiedad la que hacía temblar mi mano cuando extendía el agarre al picaporte. ¿No iban a llamar a la puerta nuevamente?  

Sin esperar un segundo más decidí tomar la iniciativa (así como lo haría aquel joven introvertido en la fiesta de fin de grado) y abrí la puerta de par en par (a una velocidad digna del mejor corredor del mundo). Así la vi a ella delante de mí: La nueva mesera del bar L’amour.  

— Bienvenida, por favor pase adelante.

Ofrecí el espacio con camino abierto para ser yo quien cerrase la puerta una vez mi invitada entrase, y tras esto cerré a la mitad de rápido que como abrí, pero sin verme sospecho (Al menos no tanto como pareciese).  

Caminé pasos cerca de la esbelta mujer, y dirigí un apretón de manos simple, pero un tanto incómodo. Conservé la distancia con ella para mirarla de arriba abajo sin verme sospechoso (Y al menos mi mirada sería me apoyaba).  

— Por favor familiarícese con las dimensiones del bar, yo en unos minutos le daré una inducción básica de todo. Tenga cuidado con no tocar nada que mire atractivamente interesante a la vista.

Fui a paso rápido tras la barra, y allí tomé un delantal femenino al tamaño del cuerpo de la nueva chica. Agarré una hebilla con el logo del bar, y caminando de regreso, lo llevé a la nueva mesera para entregarlo en sus manos.

— Este será el uniforme; La ropa que lleves debajo del delantal depende de ti, solo procura usar siempre el pelo recogido. ¿Tienes alguna pregunta antes de comenzar la introducción?  
BY MITZI


Última edición por Donald Harvey el Lun Oct 01, 2018 1:30 am, editado 1 vez
Tumultus

Donald Harvey
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por Kirei Heider Dom Sep 30, 2018 10:38 pm

Llevaba

entre sus blancos dedos de la mano, aquella hoja de papel amarillento de textura grosa que había encontrado de casualidad cuando caminaba entre las calles centrales de un barrio japonés en pleno corazón del centro de Londres. Arrastrado por una suave brisa y como si la misma Kirei hubiese sido la destinataria de aquel trozo de papel que rodaba sobre el suelo, este llegó a sus pies donde se aferró a uno de los pliegues de su kimono carmesí, tan rojizo como llamas de fuego. Con una delicadeza tal, propia de una hija de la realeza, la fémina se inclinó con elegancia sobre sus rodillas con el fin de desprender el objeto que entorpecía su andar, sin embargo, al repasar sus ojos claros las letras ahí inscritas tuvo la sensación como si este fuera un mensaje del destino. Era un poco crédula con respecto a esas creencias dada la cultura a la que pertenecía. De modo que según Kirei, ahora tenía una cita con ese destino que le había deparado aquel día.

Se encamino con suave andar y sin prisa alguna hacia la dirección que el papel indicaba, no estaba muy lejos de ahí en realidad, y sin embargo, eran tan pocas las ocasiones en que la albina salía de aquel apartamento por el temor de volver a ser apresada por la gente que la había llevado tan lejos como Inglaterra, quienes seguramente guardaban aun con rencor el recuerdo de la mestiza por su origen y por haber escapado.

Sin duda alguna su figura sobresalía conforme dejaba atrás el barrio japonés, cubierta por aquel atavío de colores brillantes y ese tocado floral que llevaba entre sus cabellos. Demasiado elegante para atender una entrevista de trabajo, y sin embargo todo había sido tan repentino que la fémina ni siquiera escatimó en ello. Hacia tanto tiempo que deseaba poder conseguir medios para sustentarse por cuenta propia, que no pensó siquiera en la posibilidad de regresar a su modesta vivienda para coger otro atuendo más apropiado, todo con tal de no perder tiempo. Era una mujer de carácter reservado, y sin embargo existía un toque de emoción en su interior que le gritaba que este sería un punto crucial en su vida. Tal vez exageraba siendo llevada por sus propias premoniciones inciertas. Pero quizás no.

Al llegar a la calle y número marcados en la hoja, cerro el puño de la mano diestra y golpeó levemente la puerta de madera que tenia inscrita la frase “Exit”, creyó más prudente dirigirse a la tal antes que a la entrada principal debido a que acudía no como cliente sino atraída por el empleo de mesera. La albina no poseía experiencia laboral alguna sin embargo, servir bebidas y alimentos no parecía ser una actividad complicada. Al no recibir respuesta a su primer llamado, la fémina echó un ligero vistazo alrededor, tal vez era aun temprano para encontrar a alguien que le atendiese pues todo parecía estar muy bien cerrado. Daría un último llamado a la puerta antes de guardar el papel para regresar algún otro día pero, antes de que eso sucediera la puerta se abrió de golpe dejando estupefacta a la mujer quien centró la mirada clara sobre quien la recibía, un hombre adulto, rubio, con una distintiva cicatriz surcándole el rostro.

Yo… —estaba por presentarse pero el hombre como si leyera su mente se le adelantó invitándola a pasar. Una vez adentro, estrechó su mano formalmente como una presentación fugaz, y al instante comenzó a dar instrucciones las cuales la fémina atendió al pie de la letra. No era de extrañar, Kirei había sido educada precisamente para ello, para servir.

No lo haré —respondió serenamente a la restricción del hombre y silenciosamente contempló a su alrededor el lugar prestando atención a los detalles, la distribución, el amueblado, la cantidad de mesas y sillas así como puertas, algunas de las cuales resultaba obvio deducir cual era su función, y que sin embargo una o dos parecían un poco más intrigantes, como si ocultarán algo  misterioso por llamarlo de alguna manera. En su tarea se encontraba cuando el rubio regresó con una pieza de tela y un broche con la insignia del lugar, tomó los objetos un poco titubeante sobre el contraste que se apreciaría sobre su bello kimono, y aquel delantal modesto que el rubio le entregaba. Sin embargo, después de aquel acto ¿debía concluir que estaba ya contratada cuando ni siquiera sabía quién era él, ni viceversa?

Mi nombre es Kirei —sin mencionar apellido alguno, se inclinó levemente hacia él en una respetuosa reverencia y levantó nuevamente el mentón para intercambiar miradas—. Es un placer conocerle, mi señor, ¿sería tan amable de darme a conocer su nombre para saber a quién serviré en este lugar? —inquirió sumamente cortés, según su habitual educación.

En realidad aquella era la única pregunta que tenía por hacer, tras lo cual llevó ambas manos hacia su cabeza, con la izquierda sujetó el total de sus cabellos y con la derecha asió el broche floral que lucia para con el mismo prender sus cabellos en una coleta para que no le estorbasen en obediencia a las instrucciones de su anfitrión. Después colocó el delantal sobre su cuello atando las cintas del mismo alrededor de su cintura,  disponiéndose a comenzar sus labores en aquel inesperado empleo que ya le daba un sabor diferente a la vida de Kirei, albergando grandes expectativas hacia el futuro incierto.

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por Donald Harvey Lun Oct 01, 2018 1:47 am

Donald Harvey

Dreeganh

Hora: 3:36 pm
Lugar: Bar L’amour (Londres)
 
Scarlet Velvet


Nunca en mi vida creí en el destino, e incluso me llegaba a burlar de ello como si fuese un buen chiste que nunca pasa de moda. ¿Porque se esmeraban todos en considerar al azar como algo predestinado? ¿Estaban tontos todos desde el principio de los tiempos? Quizá la respuesta que yo espero obtener sea parte de aquel destino global que todos desean experimentar, y quizá era por eso que tardaba tanto en llegar: Porque no existe.

Quizá era por mi agudeza visual, o quizá era por mi maravillosa intuición, pero entre más miraba a la mujer frente a mis ojos menos comprendía a los asesores de la contratadora social. ¿Desde cuándo las mujeres de alta clase aparente deseaban trabajar para un bar tan poco sofisticado como este? ¿Estaba siendo testigo de nuevas modas en la ciudad acaso? Quizá era cosa de la corrección políticamente correcta y su manera de acortar la diferencia en las clases sociales, sinceramente no lo iba a preguntar.

-¿Mi nombre? Hmm... Pensé que te lo habrían informado en la agencia, pero bueno... Me llamo Donald Harvey soy el dueño, propietario y bar tender de L’amour.

Extendí las manos en dirección a la barra durante mi explicación (para indicar mi zona de trabajo, aunque parecía que quería mostrar algo asombroso donde no había nada) y luego de esto retomé posición aclarando mi voz para tomar un semblante más serio.

-Dejándonos de charlas arbitrarias: comencemos. Por favor sígueme.

Caminé a la puerta trasera del bar (Aquella que parecía la puerta de los baños, pero que decía en grande “Bodega”) y la abrí con llave para permitir el acceso al interior. Di un par de pasos al frente tras cruzar la puerta, encencí la luz y esperé por mi futura (o no) trabajadora para dar la explicación pertinente.

-Bien, para empezar esta es la bodega. Alcohol y más alcohol. A las 5 pm se reestablecen las existencias de las botellas en la barra y, todas deben ser llenadas independientemente de si se usaron un poco o mucho.

Me acerqué a la zona trasera de la bodega para mostrar los almibares y los frutos secos envasados, señalando de arriba abajo. (Y de abajo a arriba cuando se me olvidaba señalar algo)

-Todo está organizado de más distante de vencimiento al más cercano, y a su vez todo está organizado en aperitivos, frutos secos y acompañamientos. La bodega se llena cada mes con nuevos productos, por lo que el inventariado se hace días antes de la compra.

Caminé a uno de los costados de la bodega, más concretamente a la pared que daba a una puerta cerrada. Abrí esta de par en par (lentamente), y encendí la luz del cuarto para dar paso al interior de este.

-Esta es la cocina, tiene acceso directo a la bodega y una entrada auxiliar por el otro lado de la barra. Por allí podrás reclamar todos aquellos pedidos de comidas rápidas que los clientes hayan ordenado, y eso es todo por aquí.

Indiqué a la mujer que saliese del cuarto para poder apagar la luz y con ello seguidamente cerrar la puerta. Cuando esta estaba cerrada procedí a salir de la bodega junto a ella para por segunda vez apagar una luz y cerrar una puerta.

Ya estaba tan acostumbrado a las introducciones que no me complicaba en hacer las indicaciones más largas (al fin de cuentas muchos trabajadores olvidaban las cosas sobre la marcha y a menos que experimentaran las situaciones no lo aprenderían de verdad) y a su vez ello ahorraba tiempo para ambos.

Caminé finalmente al centro del bar, y me paré mirando a la barra para indicar desde aquel lugar lo más relevante del lugar y con ello dar por terminado todo. Igualando las indicaciones que hacía en bodega, comencé a señalar los lugares con mis manos (Algo así como lo hombres que controlaban el tránsito de los aviones en los aeropuertos).

-Los baños están a la derecha. Un baño de hombres, dos de mujeres y el cuarto de aseo al fondo del todo. La zona de fumadores está a la izquierda al fondo, por si acaso está marcada con una cinta y se nota aún más por ser mesas alejadas del resto. Solo hay 6 mesas de 5 puestos para los fumadores, así que puedes preguntar de antemano si alguien es muy fumador para enviarlo allí. Finalmente, en la parte del fondo tras de mí hay una puerta para gente exclusiva. Solo yo tengo la llave de aquel lugar, pero no tienes acceso a ella aún si estuviese abierta. Si tienes alguna pregunta hazla ahora, si no, por favor comienza a limpiar las mesas.

La presentación del bar había terminado siendo todo aclarado, y con ello la segunda sesión de preguntas se había habilitado a disposición de la novata.

Yo estaba algo tranquilo de saber que todo parecía ir bien, aunque aún me faltaba ver a la nueva mesera para dar el veredicto final. Solo podía esperar a que el turno del día terminase para dar mi veredicto final, y aunque pareciese que pudiese matar a alguien por un pequeño error (…), realmente tenía las expectativas bajas para esperar suavizar el castigo por grandes pérdidas económicas.  
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por Kirei Heider Lun Oct 01, 2018 11:49 am

Kirei

gozaba de pocos méritos y escasa experiencia con respecto a muchas cosas. Desde niña fue secuestrada en la prefectura de Kyoto, Japón, pocas cosas recordaba la mujer sobre sus orígenes los cuales se aclaraban cuando pasaba a sus seis años de edad. Una niña mitad japonesa mitad rusa resultaba una mezcla difícil de ignorar de manera que el mafioso quien había ordenado su secuestro, también había encargado a una de las casas de Geishas que manejaba, instruyera a la pequeña niña en el arte de la cultura y tradiciones  japonesas. Una vida absoluta de sumisión y obediencia donde su mayor remuneración no provenía de la paga sino de prestar un servicio satisfactorio a los demás. Luego entonces, no fue difícil para la albina aprender las instrucciones que el rubio, Donald, su nuevo jefe le daba con aquel aire frío en su forma de hablar. Memorizó cada palabra que el varón profería familiarizándose también con la distribución de aquellos espacios que a simple vista no podían apreciarse con claridad. Siempre y cuando no tuviera que cocinar algo parecía no existir inconveniente alguno con cumplir con los deberes encomendados hasta ahora.

Con las manos descansando una sobre la otra a la altura de su vientre en una pose propia de su educación de geisha, la albina siguió de cerca los pasos del hombre al salir de los compartimentos traseros devuelta al área de mesas para atender las últimas directrices con las que parecía concluir la introducción a su nuevo empleo. Luego de ello, Donald concedió la oportunidad de realizar una pregunta final antes de enviarla directo al aseo de las mesas. Kirei vaciló un poco y se notó por el suave ladeo derecho de su cabeza. Sin embargo su silencio se prolongo dando la impresión de que se quedaría con la duda.

Señor Harvey... —no fue así, al final pudo más la curiosidad que su prudencia y escaparon esas palabras de sus labios cuando ya había tomado un paño para con la mano diestra disponerse a limpiar las primeras mesas—. ¿Hay otros empleados con los que deba interactuar en este lugar?

Su voz se escuchaba tal vez algo tímida. El señor Donald hasta el momento daba la impresión de ser una persona totalmente respetuosa aunque también se notaba que era un empresario exigente y muy responsable de su negocio, como se esperaba que fuera. No obstante había que admitir que su presencia imponía bastante, y lo que menos quería la albina era comenzar su relación laboral con un roce por expresar una pregunta que probablemente el rubio juzgará como imprudente o insulza. Pero de haber alguien más con quién tuviera que hacer equipo o de quién recibir ordenes, era algo que ella quería saber desde ahora.

Adelantándose un poco a si su pregunta sería respondida o no, Kirei tomó la iniciativa llevando sus pasos cortos y elegantes entre la zona pequeña del bar, la de los fumadores. Ahí comenzó a despejar la mesa retirando primero los ceniceros atascados de restos de tabaco para juntar todo el desperdicio y llevarlo al cesto de basura. Lo que proseguía era frotar el paño seco sobre la madera pulida de la mesa donde había rastros de alcohol y de aperitivos. Una vez terminó con todas las mesas de esa área continuó con la zona principal asegurándose de mantener limpio tanto mesas como sillas y bancos. Por último tomó una escobilla y junto todos los restos que habían caído de sobre las mesas además de algunas otras basurillas que daban mal aspecto al piso del negocio. Una vez tuvo toda la basura junta en el cesto, se presentó frente al patrón para que este supervisara su trabajo. Se había esmerado lo mejor posible por hacerlo de la forma correcta. Realmente no encontraba mucha diferencia entre asear las mesas de un bar, y su antigua función de servir las mesas de té, pero la palabra final la tendría Donald.

El trabajo asignado esta hecho, mi señor —pronunció su delgada voz cuando se presentó frente al rubio inclinando de forma servicial la cabeza y ligeramente la parte superior de su cuerpo con ambas manos unidas sobre su regazo—. ¿Existe algo más que pueda hacer para usted?

Mesera, esa era su principal función, pero hasta el momento en aquel lugar no había otra persona aparte de ellos dos. No estaba segura de cuándo era el horario de mayor afluencia pero bien era de suponerse que sería entrada la noche. Y aun quedaban varias horas de luz de día para que llegara ese momento, sin clientes, Kirei esperaba una nueva orden. Incluso si necesariamente tenía que cocinar, estaba bien dispuesta a atender las ordenes del señor Harvey.

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por Donald Harvey Lun Oct 01, 2018 6:57 pm

Donald Harvey

Dreeganh

Hora: 3:48 pm
Lugar: Bar L’amour (Londres)
 
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No soy una persona que juzgue críticamente la timidez, pero tampoco soy alguien que la premie en su totalidad. En el pasado yo solía ser un tanto más introvertido, incluso se podría decir que iba en contra de la sociedad por que sí. Siempre he sido orgulloso de mis habilidades y bastante sobresaliente en cuanto a negociaciones significa, ya que jamás he sentido pena por mis decisiones, aunque una que otra vez quizá me he arrepentido, pero es algo normal ¿no?  

De los pocos segundos que había dado como oportunidad para recibir una pregunta ninguno había sido aprovechado a tiempo, por lo cual me decidí por ir a la barra para hacer mi parte del trabajo en la limpieza. Tomé el típico trapo usado que solía dejar en una esquina de la barra tras el final de mi turno nocturno, y lo humedecí con el agua de la llave para empezar con la limpieza del polvo por encima y por debajo de los envases de vidrio.  

Mientras hacía la limpieza metódica, mi mente divagaba sobre los temas que concernían al sótano del bar, en especial a los desechos de la última chica que había sido asesinada brutalmente. Mi más reciente víctima había sido declarada públicamente como secuestra, pero su paradero y perpetrador eran un misterio para todos (Y era mejor así). Para este caso en especial mi bar se encontraba exento de cualquier sospechosa, y esto era porque yo mismo me había encargado de evitar que la policía regresase aquí como la última vez (Por haber dejado pequeñas pistas accidentales en la escena).  

Mi nariz aún podía percibir el leve olor clínico que desprendía la trampilla, aunque no era perceptible más allá del metro cuadrado de esa zona. Era este olor, la razón de que yo personalmente me encargase de la barra del bar, y era por eso que no dejaba que nadie más se acercase (y era seguramente esto lo que había atraído a varios trabajadores a su muerte, todo por curiosidad).  

Mi mente se despegó de su pensamiento cuando percibí la presencia de la mesera acercándose, a lo cual mis ojos se centraron en mirarla con atención.  

-Ya veo...

Miré al lugar en cuestión que debía haber sido trabajado, y di visto bueno según la comparación de lo que yo mismo podría haber hecho.  

-Bien, ahora has la limpieza básica del baño: Cambiar el papel, bajar las cisternas y trapear todo. Luego puedes limpiar un poco las luces de neón y quitar algunas telarañas que haya por ahí.

Dando las ordenes pertinentes dejé que todo siguiera su curso, y con el especio libre regresé a mis pensamientos (Importantes) mientras terminaba la limpieza de las vitrinas y las botellas de licor llenas.  

Los minutos pasaron lentamente en mi zona de trabajo mientras iba de esquina a esquina con aquel trapo viejo y húmedo, aunque fue cerca de terminar la limpieza cuando sentí que una llamada (poco común) había llegado a mi celular. Miré a la pantalla con curiosidad y contesté sin vacilar sujetando el celular en mi mano derecha.  

“Señor Harvey, lamento informarle que la mesera que contrató ha decido aceptar otra oferta de trabajo. ¿Le gustaría que buscáramos una nueva persona como solicitante?”

Mi mente quedó unos segundos en blanco tras escuchar a la señorita comentar el caso. ¿Quién era Kirei entonces? (“Señor... ¿Hola?”) ¿La policía estaba enviándome espías? (¿Aló?... Señor Harvey... ¿Está ahí?) Ahora me encontraba algo molesto, pero sentía que no podía darme prisa en sacar conjeturas.  

-Disculpe, hubo interferencia en la señal. No, ya he encontrado un conocido que puede colaborarme con el trabajo, en caso de que algo pase le informaré, muchas gracias.

Colgué antes que la operadora y volteé el rostro levemente para ver de reojo al baño; La “nueva mesera” aún estaba dentro con la limpieza. Solté un pesado suspiro molesto y guardé el celular tras borrar el historial de llamadas telefónicas.  

-Espero estar equivocado... porque si no...

Des tensioné un poco los hombros para calmar los nervios por la molestia que sentía, y retomé lo poco que quedaba de mi deber de limpieza antes de tuviese que verme con mi “empleada” nuevamente. Ahora esto era diferente, y me sentía jugando un juego en desventaja en mi mejor terreno (Algo que comenzaba a odiar sin necesidad y sin límites).
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por Kirei Heider Mar Oct 02, 2018 6:36 pm

Más

limpieza, eso era lo que tenía por delante la fémina antes que ese lugar cobrara vida. Un ligero ademán de la cabeza y retirándose dando un par de pasos hacia atrás para no darle la espalda a su superior, se retiró para emprender sus nuevos deberes. Una vez a una distancia prudente procedió a hacer las nuevas labores encomendadas. Fue un poco incómodo sobretodo porque no usaba la ropa apropiada para realizar tareas tan burdas como asear los baños o tener que usar una escalerilla para subir a limpiar algunas lámparas de esa horrible luz neón que solían usar los típicos bares como en el cual ahora laboraba. El kimono arrastraba parte de la tela de la falda sobre el piso por lo que a la hora de subir los pequeños escalones en un par de ocasiones estuvo a punto de caer al pisar ella misma la tela. Sacudió la lámpara que había acumulado gran cantidad de partículas de polvo así como algunos inquilinos de cuatro pares de patas. No era problema, Kirei no solía tener miedo a los arácnidos y si mal no recordaba tampoco a la gran mayoría de cosas, incluyendo personas. De lo contrario quizá habría podido apreciar que aquel bar no era precisamente de un ambiente elegante o refinado, sino más bien oscuro y con un enrarecido aroma circundando, un aroma que ni el agua ni el detergente podían eliminar del todo.

Donald había desaparecido nuevamente de la vista, situación que poco llamaba la atención de la mestiza. Él debía ser un hombre de negocios muy ocupado en sus propios deberes y ella, ella estaba acostumbrada a centrar su atención en sus quehaceres y tareas. Era demasiado dedicada en sus cometidos, y más ahora que al fin había encontrado el empleo que tanto había deseado, y de la forma más sencilla, sin pruebas ni recomendaciones que evidentemente no tenía. Desde que había escapado de sus captores, su contacto con el exterior había sido prácticamente nulo por temor a ser capturada nuevamente —probablemente el único miedo que en realidad sí tenía—. Desde entonces había estado viviendo de la caridad de personas de buen corazón, quienes de una manera u otra había proporcionado alimento y abrigo a la muchacha. De eso ya hacia algunos meses, meses en los que Kirei estuvo intentando conseguir un empleo para costearse sus propios gastos ya que le incomodaba ser una carga para la sociedad. Quizá por ello se esmeraba especialmente en convencer al hombre de que, a pesar de la delicadeza de sus manos y el porte estético de su curvilínea figura, la albina era en realidad alguien capaz de realizar un trabajo casi perfecto.

Tras un par de horas la mujer al fin concluyó la segunda ronda de tareas. Con los pisos de los tocadores relucientes, las lámparas brillantes e incluso los cristales de las ventanas limpios y pulcros, el bar adquiría una nueva vista pues al parecer el señor Harvey no había tenido empleados eficientes en algún tiempo a juzgar por la suciedad que la mestiza había tenido que limpiar y lavar. Sin embargo, no había tiempo para descansar, mientras Kirei aun se mantenía en el cuarto de aseo se escuchó el rechinido de una puerta al abrirse, asomando a penas los ojos por el marco de la puerta del cuarto de aseo, los ojos verdes de la mujer divisaron a los primeros clientes del L'amour. Rápidamente se sacó el delantal sucio y empolvado cambiándolo por uno limpio, arregló su cabello así como el brillo en su rostro claro, una vez comprobada que su apariencia era la apropiada para una hostess, la fémina acudió a recibir a dos hombres que fueron quienes cruzaron la puerta principal.

Bienvenidos al L'amour —se apresuró a decir inclinándose reverencialmente frente a ellos—. ¿Desean una mesa? —preguntó cortésmente extendiendo a la vez la mano derecha como una invitación hacia las mismas, pero al notar que los hombres vacilaban, supuso que quizá sólo deseaban sentarse a la barra—. La barra libre se abrirá dentro algunos minutos —finalizó esperando escuchar su decisión.

Los hombres se miraron extrañados uno al otro, indecisos, pero al final decidieron irse a la barra ante la escasa afluencia del bar en aquellas horas, no tenía sentido buscar un lugar cuando todas las mesas estaban disponibles. Una vez tomaron asiento uno de ellos no se quedó con la curiosidad y preguntó después de cuchichear entre ambos sobre haber creído equivocarse de bar y en su lugar haber llegado a una casa de Geishas.

Eres nueva aquí ¿verdad? No recuerdo haberte visto antes —preguntó uno de los sujetos que llevaba un parche sobre el ojo izquierdo, ante lo que la fémina respondió rápidamente con un simple "así es". Probablemente el sujeto esperaba haber iniciado con tan simple pregunta una conversación con la mujer, aprovechando que el bar aun estaba casi desértico, sin embargo se llevó una decepción ante la directa y breve respuesta de Kirei.

¿Qué desean tomar los señores? —cuestionó prontamente, y una vez los clientes expresaron sus deseos la albina se encontró con el pequeño dilema de no estar familiarizada con la bebidas. Había aprendido el arte de la preparación del té, e incluso del café y unas pocas bebidas, pero desconocía la mayoría de ellas, justo como las que los hombres acababan de solicitar. Era ese precisamente el trabajo del barmar, Donald, pero no se le veía por ningún lado—. En seguida les atiendo.

Una pobre excusa para asomarse discretamente a los alrededores en busca del dueño del bar cuyos servicios eran solicitados. Sin embargo el señor Harvey no se encontraba por ningún lado, un deje de preocupación se dejó sentir en el interior de la fémina el cual se notó ligeramente en su ceño, por razón de tener que hacer esperar a sus primeros clientes.

¡Señor Harvey!... ¡señor Harvey! ¿se encuentra usted aquí? —llamó con voz baja al asomarse dentro de la bodega oscura esperando encontrarlo pronto.


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por Donald Harvey Jue Oct 04, 2018 11:25 am

Donald Harvey

Dreeganh

Hora: 4:02 pm
Lugar: Bar L’amour (Londres)
 
Scarlet Velvet


Desde pequeño siempre tuve una ligera afinidad descubriendo incongruencias entre palabras y situaciones. Quizá era por mi manera de notar lo claro y evidente con mayor amplitud que otras personas o quizá era parte de una paranoia que pecaba de casi siempre volverse verdad. Como fuese, siempre encontraba las similitudes entre lo que pensaba y lo que realmente pasaba, aunque me equivocase una que otra vez por sobrestimar mis instintos.  

Una vez mi deber de limpieza había terminado, decidí pasar a la bodega para hacer un pequeño conteo de las cosas y a su vez preparar de antemano los materiales necesarios. Siempre era bueno aprovechar el tiempo, en especial cuando quedaba esperaba hasta comenzara el trabajo. Más o menos se debía intuir la hora por la llegada del chef, el cual era la persona más puntual y menos entrometida de todas (Porque es cómplice de mis fechorías más de una vez).  

Mi atención se centraba en lo mío, y por ello no intuía lo que estaba pasaba fuera de mi área. Solo fue hasta que escuché la voz de mi “Nueva mesera” que me percaté de que algo raro pasaba.  

-Aquí estoy ¿Ya terminaste la limpieza?... Bien, puede pasar a... ¿Clientes? No es hora de atención aún ¡¿Qué estás haciendo?!

Mi voz y mi rostro mostraron molestia por la falta de mi mesera al permitir que entrase gente fuera del turno de apertura. Mis sospechas comenzaban a crecer y me estaba comenzando a molestar por ello. Primero debía saber quiénes habían entrado y segundo, debía de saber porque estaba mi mesera haciendo las cosas a su gusto sin que yo la autorizara.

-Tú quédate aquí organizando las cosas, toma cada botella y frasco, y llénalos hasta el fondo. ¿Entendido?

Salí de la bodega tirando la puerta tras de mi con cuidado de no dañar la perilla ni las bisagras, y caminé a los “clientes” para preguntar que estaba pasando.  

Sabía que no podía juzgar a una novata severamente por un fallo, pero por la imagen sospechosa que me daba la manera en la que llegó y el que tomase decisiones por su cuenta me estaba hirviendo la sangre.  

-Buenas tardes señores, disculpen los inconvenientes que les haya causado mi mesera, pero debo lamentar que el servicio aún no está habilitado. Espero comprendan la falta, mi chica es nueva en esto.

Terminé mi explicación esperando que los hombres se retirasen, pero uno de ellos me miró a los ojos con intriga como viendo en mí una respuesta clara.  

-Señor Harvey, ¿Sabe que lo pasó con Sthepanie Walkman?

Centré la mirada en el hombre de la pregunta, quien mostraba una insignia policial y un rostro de malos amigos.

-¿Mi anterior mesera? Solo sé lo que han dicho las noticias. Fue secuestrada hace un par días y su paradero es incierto. ¿Han encontrado alguna pista que la pueda ubicar?

Contesté con serenidad y seriedad, manteniéndome firme tras la barra, apoyando mis manos en el mesón.  

El hombre miró a su compañero a los ojos y cedió la voz para que su acompañante continuase la explicación simplificada.  

-Creemos que quizá su anterior mesera haya sido asesinada por alguna criatura misteriosa. y algunas pruebas arrojan a que haya sido devorada entera por alguna criatura.

-Aunque algunos seguimos sospechando de usted. Comprenderá que esta es la segunda sospecha de que su local es peligroso. Nos dimos el derecho de contactar a su mesera candidata para sugerirle cancelar la solicitud de trabajo, pero veo que ha encontrado una nueva mesera. ¿Alguna conocida suya?

El primer hombre cuestionó, buscando mirar a la bodega de reojo para ver a la nueva mesera y luego regresó la vista a mí.  

-Si, es hija de una amiga.

-¿Una amiga japonesa?

-¿Es raro en esta época tan globalizada?

-No, para nada, solo decía.

Los hombres se miraron entre sí como pasándose respuestas por infrarrojo a través de los ojos, y luego de una pausa se pusieron de pie para retirarse.  

-Bueno, creo nos retiraremos ya. Suerte con su nueva mesera señor Harvey. Espero que le dure más que la anterior, y que la anterior a ella. Cuídela muy bien, esta ciudad es muy peligrosa en las horas de la noche últimamente.

-Eso haré...

Caminé junto a ambos hombres hasta la salida para darles un adiós simplón y serio, y cerré la puerta una vez se habían alejado de mi vista.  

-Malditos policías...

Comenté en voz baja antes de darme media vuelta para regresar a la bodega, abriendo allí la puerta de par en par.  

-Necesitamos hablar, deja de hacer lo que estás haciendo ahora. Quiero que me digas porque estás aquí y que te trajo aquí, ya sé que no fuiste enviada por la contratadora. Así que no hay razón para mentirme.

Expresé con molestia, exigiendo respuesta clara. No tenía temperamento para andar en tono alegre. Era hora de aclarar las verdades.
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por Kirei Heider Vie Oct 05, 2018 5:06 pm

Al

encontrarlo en la bodega Kirei recibió una respuesta que realmente no esperaba, respaldada por la reacción tosca del hombre de la cicatriz en la nariz quien extrañamente no lucia feliz por recibir a sus primeros clientes del día. Inclusive, en su estrepitosa forma de salir del lugar de luz tenue, este casi atropella a la albina en el camino alcanzando a empujarla levemente con el hombro izquierdo. Sin duda era un hombre taciturno y difícil de comprender, aunque por supuesto, aquel era su primer día de trabajo por lo que técnicamente eran aun desconocidos ambos entre sí. Aún tenía un largo camino que recorrer antes de poder comprender a cabalidad la forma de actuar y pensar de su nuevo patrono.

Sin embargo, Kirei era todo un símbolo de paciencia estoica y no se inmutó ante el tono alterado del señor Harvey, su semblante permanecía sereno así como su actitud. Sencillamente guardó silencio y emprendió la tarea que el rubio le había encomendado, procediendo a tomar con cuidado los frascos que previamente él había limpiado y acomodado sobre una mesa alta; de un lado se encontraban aquellos típicos barriles de madera con una llave en un costado casi al llegar a su base de donde se extraía el licor para llenar los frascos destinados para ese propósito. Del otro lado se encontraban bowls apilados que debían ser limpiados, así como algunas bolsas de diferentes clases de frutos secos que seguramente eran el condimento para preparar las bebidas especiales de las que se encargaba el bartender. Con bastante cuidado las manos delicadas de la geisha hicieron la labor, primeramente de llenar una a una las botellas de licor con ese líquido ámbar que radiaba reflejos en un interesante juego de luces. Después limpió meticulosamente y con un cuidado tal, cada tazón y frasco donde después vació los frutos secos colocando la correspondiente tapa para que conservasen su aroma y sabor. Tan absorta estaba en su trabajo, que había olvidado por completo la reprimenda anterior del rubio, de hecho en realidad a sus oídos sólo fue una llamada de atención, por supuesto, después de haber estado un breve pero intenso período de tiempo en manos de sus secuestradores quienes trabajaban para el ilícito negocio de trata de blancas, la albina estaba más que acostumbrada a lidiar con los temperamentos volátiles casi sin chistar. Además, su virtud se conjugaba con su propia educación de geisha, reservada, sumisa y obediente. Probablemente el señor Harvey jamás tuvo una empleada tan servicial como lo era la mitad demonio.

Muy a lo lejos escuchó el diálogo entre los hombres, sólo un cuchicheo y nada más. Una conversación a la que no le prestó más atención por no ser de su incumbencia, procurando más bien terminar el trabajo encomendado antes de que recibiera otra reprimenda. Después de algunos minutos donde alcanzó a aventajar bastante su tarea, se escucharon ahora unos pasos y tras ello el sonido nuevamente del rechinar de una puerta con lo que los murmullos terminaron dando paso nuevamente a la voz grave y severa de Donald requiriendo la presencia de la fémina tras un muy poco sutil portazo que mucho le dijo a la mestiza sobre la condición de humor actual de su patrono. Rápidamente la muchacha dejó lo que tenía entre las manos, se limpió estas levemente sobre el mandil, y con una leve inclinación de la parte superior de su cuerpo en dirección al rubio, cerró los ojos atendiendo cada palabra que el mayor pronunciaba con un deje de tono hostil en su voz.

Para fortuna o infortunio del hombre, Kirei era una persona sumamente pasiva y de pocas palabras, lo que de ninguna manera debía confundirse con timidez o temor. Tras escuchar las preguntas que demandaba el rubio, la propia Kirei se encontraba un poco confundida, sin embargo no dudó en satisfacer dicha intriga que el mayor demostraba. Si eso era la causa de su mal humor, entonces sería demasiado sencillo de solucionar dicha inconformidad. Con la mano izquierda hurgo dentro de la manga derecha del kimono de donde sustrajo el papel que la había llevado hasta el L'amor. El papel amarillento se encontraba doblado en cuatro partes, en esa forma lo extendió la muchacha al hombre para que este lo tomara.

Este papel se prendió de uno de los pliegues de mi falda —respondió en tono suave y tranquilo, manteniendo la posición frente al hombre con sus grandes ojos cerrados—. Necesito el empleo para cubrir mis gastos mas indispensables. De hecho, debo decir que hacía algún tiempo que buscaba un empleo donde mis conocimientos de servicio pudieran ser de utilidad —añadió inclinándose reverencialmente un poco más—. Esa es la verdad. Lamento mucho si el malentendido le a causado algún incordio.

La mentira no era un recurso usual en la mestiza, era tan patosa que probablemente su patrono podría convencerse de sus palabras con tan sólo contemplar su semblante sereno. Esperó algunos segundos sin cruzar mirada con el rubio, quizá esperando algún tipo de castigo que el hombre creyera que la mujer merecía por presentarse sin previa cita, pero realmente no sabía que debía hacerla. El volante no lo decía y ella solo se había dejado llevar por la oportunidad de obtener por su fuerza de trabajo, una remuneración económica con la cual cubrir sus gastos personales. Esperó algunos momentos antes de abrir los ojos y volver a dirigirse a Harvey.

Para evitar mayores malentendidos ¿podría indicarme por favor, los horarios de atención a cliente, así como algún dato más que sea indispensable conocer, tales como la reserva del derecho de venta o admisión al establecimiento; limites de edad o cantidades, etc.?

Deseaba conservar el empleo de ser posible, por ello quizá fue un poco más inquisitiva en su petición con el único fin de no volver a cometer, o al menos tratar de no hacerlo, el error de otra imprudencia que alterara las emociones del patrón perfeccionista y estricto.


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por Donald Harvey Dom Oct 07, 2018 1:54 am

Donald Harvey

Dreeganh

Hora: 4:11 pm
Lugar: Bar L’amour (Londres)
 
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Quizá mucha gente confunde las coincidencias con el destino. Las posibilidades de que algo pueda ocurrir están impulsadas por los factores más óptimos para tal resultado. Levantarse cada mañana o ganar la lotería no es algo que sea parte del destino, e inclusive, el obtener una trabajadora competente en un momento necesario no es parte del destino. Es solo una gran coincidencia. Todo el mundo es una gran coincidencia, incluso el que sigamos vivos en un mundo tan caótico como en el que vivimos ahora.

Mi vista permanecía clavada en la albina, como si viese lo peor de lo peor frente a mí (Algo así como vería a la policía por las calles). No tenía el buen temperamento para disimular ni por un poco, y menos cuando lo único que esperaba ante mí eran las palabras directas que me diesen una razón para actuar.

Primeramente, opté por ponerme a la defensiva cuando la albina buscó algo bajó su manga, pero luego de ver el extraño papel que sujetó, quedé desconcertado. Me digné a escuchar todo lo que ella tenía que decir mientras observaba el papel que me había mostrado, y aunque quisiese negar que no lo conocía, me parecía más extraño verlo (Y más que nada verlo tan intacto).

Comprendí que Kirei no tenía malas intenciones superficialmente, pero aún debía desconfiar por mi bien (Porque no era fácil ganarse mi confianza durante mis paranoias). Así fue como decidí cooperar a favor de ella de momento, y del mismo modo dejé pasar por alto la falta cometida por yo no haberme explicado más allá de lo que consideraba necesario saber.

— Bien, comprendo a lo que te refieres. Por si acaso te aclararé un par de cosas más para que estén claras, y espero prestes mucha atención. Con ello advierto de antemano: Lo que hiciste es una falta de las tres máximas que puedes cometer antes de terminar en la calle. ¿Está claro?

Tras mi expresión de enojo durante mis palabras, relajé un poco más la vista para solo mostrar seriedad (Como solía siempre hacerlo). Luego indicando con la mano en dirección fuera del almacén, le pedí a Kirei que me siguiera al centro del bar, donde continuarían las explicaciones detalladas.

— Bien, por favor presta atención, no pienso repetirme. Primero que todo: La atención a los clientes comienza luego de las 5:30 pm, solo desde ese momento las puertas deben estar abiertas. Segundo: El bar cierra hasta las 3:00 am del siguiente día, y la limpieza se realiza generalmente horas antes de abrir. Tercero: El bar no cuenta con servicio los días martes, y los lunes solamente se abre si es un día feriado.

Me recosté de espaldas contra la barra del bar para mantener más relajado mi cuerpo, y proseguí con las indicaciones, enumerando los apartados (Simulando ser un típico tutorial de internet).

— Cuarto: El cocinero se encarga de la limpieza principal de la cocina, así que tienes prohibido entrar allí mientras él no esté. Su carácter fuerte es una de la razones por las que se debe respeta esta norma. Quinto: Si dañas algo, se te descontará de tu salario mensual el valor correspondiente. Si logras generar perdidas del 25% de tu salario del mes, estarás fuera independientemente de lo que pase. Sexto: Si algún cliente llega a verse afectado físicamente por alguno de tus actos y con ello repercute una acción legal, quedarás despedida al instante.

Me separé de la barra y centré mi vista en los ojos de la albina para leer en su expresión si había dejado claro todo con mi explicación. Ya había dicho todo lo que consideraba necesario para tener en cuenta, pero sin embargo sentía que me había dejado algo sobre el tintero.

— ¿Todo comprendido? Si tienes alguna duda más: puedes hacerla sobre la marcha. De momento hay que terminar la organización de las botellas y los frutos secos, así que ve adelantando el trabajo mientras organizo unas cosas aquí ¿Entendido?.

Tras mi orden, esperé a que la albina retornase al almacén para luego sacar de mi bolsillo aquel papel que ella me había mostrado, y lo observé con gran detalle. No podía concebir en mi mente como los volantes de vacante de trabajo podían aún seguir rodando por ahí, en especial cuando el material barato del que estaban hechos no tenía condiciones para durar más de 1 año en la intemperie. Además, lo que más me asombraba de todo era que aquellos volantes habían sido impresos 3 años atrás, cuando el L’amour había abierto sus puertas por primera vez.

Todo aquello me parecía imposible e irreal, porque eran demasiadas coincidencias juntas (Aterradoras en cierta forma) para una situación como esta. De solo pensar en los factores que tenían que cumplirse para llegar a presenciar algo así, me hacían replantearme la existencia del destino, y me hacían sentir temor en una forma extraña e indescriptible.
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por Kirei Heider Vie Oct 12, 2018 9:54 pm

En

algunas culturas es muestra de educación mirar directamente a los ojos a la persona con la que se esta dialogando como símbolo de respeto y atención a la misma. Sin embargo, en otras culturas como era la japonesa, resultaba completamente diferente, pues mirar fijamente a una persona de jerarquía superior podía ser considerado un desafío, un signo de soberbia o rebelión. Y eso fue precisamente lo que hizo Kirei cuando recibía las reglas que regían dentro del bar L'amour, por cierto, un nombre bastante curioso para un bar cuyo dueño era un hombre como lo era Donald. Un sujeto de aspecto reacio y semblante duro. Pues bien, la albina escuchó las seis más importantes reglas del patrón, quien puntualizó cada una junto con sus respectivas consecuencias que básicamente se resumían en una: "Rompe una sola de las reglas y estas despedida". No existía realmente margen para el error.

Sus palabras fueron contundentes, así como sus advertencias que casi podían tildarse como severas. Pero nuevamente no significaron un desafío real para la albina que memorizó cada una de ellas a fin de no volver a cometer otra falta, pues el señor Harvey ya lo había dicho claramente, dos errores más y la echaría a la calle. Con el temor de ser encontrada por sus anteriores captores, aquel era un lujo que la geisha no podía permitirse. Consideraba que, quizá tras ganar algún dinero podría emplear el mismo después para viajar a algún país distante donde realmente pudiera ser libre de verdad y llevar una vida más o menos normal, según creía ella. Su convicción era fuerte, así como su voluntad, además tenía un presentimiento profundo de que un trabajo como el actual sería difícil de encontrar.

Cruzó un sólo instante la mirada con el mayor, y aun si tenía más dudas que al principio prefirió callar considerando que era suficiente por el momento. Con la última llamada de atención bastaba para ponerle los nervios de punta al rubio hombre. Se inclinó reverencialmente y se retrajo de nueva cuenta a sus actividades dentro de la bodega donde continuó separando frutos secos y llenando frascos, lo mismo que las botellas de licor algunas de las cuales necesitaron una limpieza profunda antes de ser rellenadas nuevamente.

Aquello le llevó cerca de las cinco de la tarde, y una vez tuvo todo listo y en orden, buscó una libreta en blanco así como un bolígrafo con los cuales tomó nota de las materias primas en existencia y también de los que necesitaban ser restituidos. Existían en la bodega al menos dos barriles de whisky con las reservas mínimas, y uno más de vodka que difícilmente alcanzaría lo suficiente para llenar una sola botella más. Por otro lado, en los estantes del almacén las aceitunas estaban escaseando y las pocas que quedaban comenzaban a descomponerse. Kirei tomó nota de todo ello a pesar de que no era un trabajo que se le hubiera encomendado. Sin embargo, creyó prudente tener una lista a la mano en caso de que al señor Harvey se le ocurriera preguntar de buenas a primeras. Aún estaba en el proceso de aprendizaje y adaptación, desconocía la manera en que Donald se hacia cargo de ello, igualmente quiso prevenir dejando en la carátula de la libreta una nota en grandes letras donde se leía: Bodega y Almacén. Haberes y faltantes. Y colocó la libreta con el bolígrafo dentro de ella a modo de separador sobre la mesa donde había llenado los frascos con frutos secos, totalmente a la vista del rubio para que aquel no desconfiara de sus intenciones al elaborarla, y a la vez tuviera la información a la mano en caso de que la fémina no estuviera ahí para informárselo personalmente.

El proceso de conteo no le tomó más de quince minutos ya que había prestado bien atención cuando realizaba sus deberes por lo que no tuvo necesidad de demorarse más tiempo que seguro después, su patrono le demandaría. Luego entonces, sólo restaban otros quince minutos antes de que las puertas del bar se abrieran oficialmente. Tras dejar aseado el almacén y cada frasco y botella en su lugar, la albina se dirigió al recibidor del bar a la espera de los primeros clientes o una nueva orden de Harvey. Salió por un pasillo largo que comenzaba a resultarle familiar, sin embargo, al virar en la primera esquina un aroma fétido llegó a su sensible olfato de zorro, provocando inevitablemente que volteará hacia la dirección donde sintió provenir el olor más fuerte, hacia el fondo de otro pasillo que cruzaba donde ella caminaba. Parecía haber una puerta al final de dicho pasillo, no obstante estaba tan oscuro que era difícil distinguir si sus ojos no la engañaban en realidad. La muchacha tuvo el deseo de indagar un poco más sobre la razón de ese olor enrarecido, inclusive dio un par de pasos con precaución antes de detenerse. Definitivamente aquello que provocaba tan desagradable aroma estaba cerca o del otro lado de la puerta, una rata muerta tal vez; o quizá era la puerta de emergencia donde justo detrás estaban los contenedores de basura. Lo que sea que hubiera sido, Kirei desistió de indagar, bastante claro había sido Donald sobre las faltas, y hasta que no se ganara un poco su confianza, no estaba dispuesta a darle una buena excusa para echarla. Con ello en mente retomó su camino con rumbo al recibidor del bar, pues faltaban solo unos pocos minutos para la apertura y tal vez su jefe podría necesitar ayuda en dicho lugar para abrir las puertas, persianas o lo que hiciera falta. Sin embargo, no podía evitar echar de vez en cuando un vistazo hacia atrás por sobre su hombro al alejarse de esa puerta oscura y misteriosa que tanto le había intrigado.



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