A bad plan, very bad | Priv.

Si alguien le hubiera dicho ese día que se encontraría con Hades en tan peculiar situación, seguro no lo hubiese creído por ningún motivo. La conocida como Medea se dedicó a recorrer las calles de la ciudad con una única intención en mente, asegurarse de que los habitantes de la isla se encontrasen tan tranquilos y apacibles como hasta el momento. En tantos años no había visto más revueltas que las comunes entre los seres terrenales, pequeños altercados entre ellos, los que se veían en el mundo desde el inicio de los tiempos. Medea caminaba con tanta tranquilidad que parecía incluso no estar presente entre los habitantes, observando todo cuando podía con una sonrisa en los labios, únicamente visible para aquellos que buscaban algo de esperanza en ese mundo que poco a poco se desmoronaba.

A pesar de que Elysium lucía alejada de los problemas, siempre existiría la incertidumbre.

Al menos es la visión que quiere dar a quienes estén a su alrededor, sumiéndoles en una ilusión veloz tan pronto se dio cuenta de la clase de peligro que se avecinaba. No era la clase de mujer que se quedaba de brazos cruzados cuando veía el peligro acercarse, y no tenía intención alguna de permitir que los ciudadanos sufriesen cuando no merecían tal cosa. No obstante, y algo que no planeó en ese momento, fue la presencia de Hades, a quien alcanzó a divisar no mucho tiempo antes, probablemente unos cuantos minutos previos a la aparición de aquella bestia, aunque fingió por el momento no ser consciente de ello.

Por un instante se convenció de que él sería capaz de deshacerse de esa amenaza, proteger a quienes estaban en los alrededores, pero también olvidó suponer que Hades no era precisamente del tipo de hombre que estando ella presente pudiese concentrarse. Notó la mordida, y sintió que su corazón se detuvo en prácticamente unos segundos, su respiración fallando por breves instantes como si hubiese sido ella la víctima de aquel ataque. Pese a los problemas que pudiese tener con él, Persephone no era capaz de concebir que algo malo le ocurriese a su esposo.

Así pues, la cercanía fue haciéndose menor, poco a poco hasta que ella estuvo frente a frente con la bestia, sin miedo tocando la cabeza de la misma y acariciando ésta con premura, como una madre que protege a sus hijos. Consiguió que soltara a Hades, que le dejase tranquilo, e incluso consiguió provocar que la mantícora se relajase al punto de bajar la guardia. Fue un dulce canto lo que entonó, la voz que quienes la escuchaban en el Inframundo sabían era un mal presagio. Persephone hizo uso de sus poderes, retornando a aquel ser a su lugar de origen, lejos de la isla, lejos de cualquier lugar donde pudiera causar algún tipo de daño.

—¡Hades! —tan pronto atendió ese problema concerniente a la mantícora, Persephone dio media vuelta para acercarse a su esposo, francamente preocupada al estar plenamente consciente de que el veneno de ese animal no era cualquier cosa, y que incluso a un dios podría hacerle daño—. ¿En qué estabas pensando? —preguntó con cierto tono entre molesto y preocupado.