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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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This Day And Never Again {(Priv. )
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por Caesar A. Andreatos Miér Jul 25, 2018 3:21 am
This Day And Never Again
Privado - Adio Ra'Saleh - Cercanía del Triangulo de las Bermudas
"The search continues, the soul escapes, our existence ... my soul aches".
Los avances de Ares cada vez eran mas certeros, al haber conquistado una parte importante del mundo en conjunto con los demás dioses adheridos y sembrar el caos por donde su presencia gustase. No existían aún indicios del paradero de tal utopía tan desconocida dejada atrás pre-mortem por Zeus y Osiris, dioses patéticos que habían perdido su autoridad ante su propia familia y abundaban ahora cada uno su infierno, para cuando la serpiente Apophis dominaba el Nilo y el sol marcaba el medio día, la noche de violencia destruyo el Olimpo y a su rey, y fue como comenzó esta odisea sin precedentes. Caesar miro detenidamente la proa del barco gigantesco al cual embarcaba en alta mar, y sus seguidores de guerra gritaban a los cielos pidiendo enemigos dignos, los cielos rugían con rayos y marejadas de desconocida procedencia, el mapamundi para el dios de la guerra cada vez iba achicándose, faltaba menos para lograr su objetivo personal pero lo que le faltaba era la precisión que siempre lo caracterizo y por ende no era capaz de apuntar un destino correcto. Le faltaba su ojo izquierdo tras una batalla ardua con su padre y su fuerza a pesar de mantenerse, acrecentarse con los días era un adorno ante la poca paciencia que cargaba consigo. Era un martes del año humano 2088, los meses eran solo humo y mucho más los recuerdos que quedaron atrás. A pesar de que solo, en un principio Ares había zarpado en el mar junto con Seth y Phobos, pero ante las demandas de Alejandría y los pedidos desesperados de Deimos por su hermano, ambos no pudieron conseguir atravesar la mitad océano con el dios griego, pero dejaron a sus mejores hombres para mantener la autoestima de la tripulación.
Los vientos eran raudos como los golpes del dios Tifón en la antigua Grecia, a lo lejos la nada se extendía, era posible visualizar lo que la vista estaba limitada a investigar, las nubes ni se acercaron a Ares tampoco lo hizo la tormenta ni las lágrimas de Urano, para su odisea solo estaban las estrellas acompañando al firmamento limpio. El sol y la luna como fieles observadores del griego, los seres acompañantes del dios de la guerra miraban junto a él el amanecer de cada mañana como si se tratase de un evento y al mismo tiempo le reverenciaban ante la caída de la noche. Caesar no necesitaba dormir ni comer, tampoco exhausto de un viaje sin final y en su mente solo la impaciencia reinaba… ¿Acaso estaba destinado a toparse por sorpresa con el sitio?, hace más de dos años que la última expedición se perdió entre los mares desconocidos de Occidente, ni Alejandro Magno llego tan lejos como sus sucesores mortales, y en tiempos donde nada era una sorpresa encontrar algo raro entre tanto extenso océano era lo más normal.
– ¡Señor, encontramos algo! – a metros de las compuertas de estribor una pequeña balsa flotaba, un vestigio de naufragio que dejaba solo desesperanza, para el dios era una información inútil hasta que en un deje de curiosidad sus ojos se posaron en la bandera que se alzaba entre la base de la pequeña embarcación, era la bandera de su causa y entendió entonces que una pista se le cruzaba entre los dedos y la curiosidad exploto en su cabeza – Estamos cerca, lo puedo sentir. Los vientos no han sido amables con nosotros, algo extraño para este clima tan perfecto… hay algo que no encaja – pensó en voz alta el soberano del gran barco mientras alzaba una mano para ordenar continuar con la dirección – Seguiremos entonces el curso del viento desde donde provino la pequeña balsa, seguro encontramos algo, estos plebeyos no se perdieron solos… algo los atrajo a algún lugar – – junto con esa confianza soberbia que lo caracterizaba, Ares continuo buscando donde nadie lo hizo en tiempos actuales, habían pasado días y semanas donde nada daba frutos, el mar solo dejaba ver una cosa: el horizonte acompañando al fracaso.
¿Era el abandono una opción?, para el dios de la guerra del panteón griego quien luego de mil batallas había salido victorioso, rendirse no era una alternativa ni menos retroceder. Para cuando paso la segunda semana por completo y el sol daba la bienvenida fue el momento en que Ares mando a todos de regreso, supo por su divino conocimiento que nada bueno saldría de esta aventura, él no tendría problema alguno con las adversidades del ambiente, pero sus aliados peligraban y como debía atesorar futuros chivos expiatorios era sabio dejar pasar la oportunidad para tan vasta tripulación, que para agregar sal a la herida ya estaban algo pesimistas en un comienzo.
Unas pequeñas islas a lo lejos eran visibles para Caesar, quien no dudo en acercarse a contemplarlas, y estas completamente inhabitadas poseían de rara procedencia una magia protectora, ¿Por qué estas pequeñas y abandonadas pilas de tierra estaban protegidas?, ¿Escondían la entrada a un secreto o eran solo la entrada a la verdad?, muy pronto lo sabría, puesto que Ares no solo buscaba Elysium, si no que además el paradero de Afrodita era su más importante misión personal.
"The search continues, the soul escapes, our existence ... my soul aches".
Los avances de Ares cada vez eran mas certeros, al haber conquistado una parte importante del mundo en conjunto con los demás dioses adheridos y sembrar el caos por donde su presencia gustase. No existían aún indicios del paradero de tal utopía tan desconocida dejada atrás pre-mortem por Zeus y Osiris, dioses patéticos que habían perdido su autoridad ante su propia familia y abundaban ahora cada uno su infierno, para cuando la serpiente Apophis dominaba el Nilo y el sol marcaba el medio día, la noche de violencia destruyo el Olimpo y a su rey, y fue como comenzó esta odisea sin precedentes. Caesar miro detenidamente la proa del barco gigantesco al cual embarcaba en alta mar, y sus seguidores de guerra gritaban a los cielos pidiendo enemigos dignos, los cielos rugían con rayos y marejadas de desconocida procedencia, el mapamundi para el dios de la guerra cada vez iba achicándose, faltaba menos para lograr su objetivo personal pero lo que le faltaba era la precisión que siempre lo caracterizo y por ende no era capaz de apuntar un destino correcto. Le faltaba su ojo izquierdo tras una batalla ardua con su padre y su fuerza a pesar de mantenerse, acrecentarse con los días era un adorno ante la poca paciencia que cargaba consigo. Era un martes del año humano 2088, los meses eran solo humo y mucho más los recuerdos que quedaron atrás. A pesar de que solo, en un principio Ares había zarpado en el mar junto con Seth y Phobos, pero ante las demandas de Alejandría y los pedidos desesperados de Deimos por su hermano, ambos no pudieron conseguir atravesar la mitad océano con el dios griego, pero dejaron a sus mejores hombres para mantener la autoestima de la tripulación.
Los vientos eran raudos como los golpes del dios Tifón en la antigua Grecia, a lo lejos la nada se extendía, era posible visualizar lo que la vista estaba limitada a investigar, las nubes ni se acercaron a Ares tampoco lo hizo la tormenta ni las lágrimas de Urano, para su odisea solo estaban las estrellas acompañando al firmamento limpio. El sol y la luna como fieles observadores del griego, los seres acompañantes del dios de la guerra miraban junto a él el amanecer de cada mañana como si se tratase de un evento y al mismo tiempo le reverenciaban ante la caída de la noche. Caesar no necesitaba dormir ni comer, tampoco exhausto de un viaje sin final y en su mente solo la impaciencia reinaba… ¿Acaso estaba destinado a toparse por sorpresa con el sitio?, hace más de dos años que la última expedición se perdió entre los mares desconocidos de Occidente, ni Alejandro Magno llego tan lejos como sus sucesores mortales, y en tiempos donde nada era una sorpresa encontrar algo raro entre tanto extenso océano era lo más normal.
– ¡Señor, encontramos algo! – a metros de las compuertas de estribor una pequeña balsa flotaba, un vestigio de naufragio que dejaba solo desesperanza, para el dios era una información inútil hasta que en un deje de curiosidad sus ojos se posaron en la bandera que se alzaba entre la base de la pequeña embarcación, era la bandera de su causa y entendió entonces que una pista se le cruzaba entre los dedos y la curiosidad exploto en su cabeza – Estamos cerca, lo puedo sentir. Los vientos no han sido amables con nosotros, algo extraño para este clima tan perfecto… hay algo que no encaja – pensó en voz alta el soberano del gran barco mientras alzaba una mano para ordenar continuar con la dirección – Seguiremos entonces el curso del viento desde donde provino la pequeña balsa, seguro encontramos algo, estos plebeyos no se perdieron solos… algo los atrajo a algún lugar – – junto con esa confianza soberbia que lo caracterizaba, Ares continuo buscando donde nadie lo hizo en tiempos actuales, habían pasado días y semanas donde nada daba frutos, el mar solo dejaba ver una cosa: el horizonte acompañando al fracaso.
¿Era el abandono una opción?, para el dios de la guerra del panteón griego quien luego de mil batallas había salido victorioso, rendirse no era una alternativa ni menos retroceder. Para cuando paso la segunda semana por completo y el sol daba la bienvenida fue el momento en que Ares mando a todos de regreso, supo por su divino conocimiento que nada bueno saldría de esta aventura, él no tendría problema alguno con las adversidades del ambiente, pero sus aliados peligraban y como debía atesorar futuros chivos expiatorios era sabio dejar pasar la oportunidad para tan vasta tripulación, que para agregar sal a la herida ya estaban algo pesimistas en un comienzo.
Unas pequeñas islas a lo lejos eran visibles para Caesar, quien no dudo en acercarse a contemplarlas, y estas completamente inhabitadas poseían de rara procedencia una magia protectora, ¿Por qué estas pequeñas y abandonadas pilas de tierra estaban protegidas?, ¿Escondían la entrada a un secreto o eran solo la entrada a la verdad?, muy pronto lo sabría, puesto que Ares no solo buscaba Elysium, si no que además el paradero de Afrodita era su más importante misión personal.
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Caesar A. Andreatos
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por Adio Ra'Saleh Lun Jul 30, 2018 1:07 am
2088 سنة —
قصر اتومD e amanecer conmovedor de entre los confines de la Tierra. El sol segador continuó con su guía tal y como durante milenios lo había hecho, iluminaba con esmero la vida de las almas que tranquilas residían en aquella Isla que poco a poco crecía y con ella, la esperanza de un nuevo mundo para los de corazón noble. El control sobre la mano de Ra de todo aquello con vida, recaía en su gracia con cosechas abundantes y agua que emanaba de las montañas que decoraban cual marco de una hermosa pintura. Planicie verde en la que en costa de rocas brillantes por la humedad, golpeaba un hermoso mar cristalino rebosante de vida en su más hermoso color, de azul brillante que comparado a la belleza de la creación podía llegar a ser. Aquel paraíso que habían creado los Dioses de la salvación, aquellos que aún veían la esperanza en aquel mundo carcomido por el dolor y por el odio, sentimientos que, por poco, y también consumen la gracia y la bondad de Ra; en entero caos y sufrimiento por la muerte de uno de los suyos: Osiris. Aquel Dios que con gracia vivía entre los de corazón mortal y, compartía historias con aquellos que eran capaces de escucharlas. Perfección y dulzura, aquella entidad que desgarrada por mano de un hermano había sido.
La mano en puño, golpeó de forma tan fuerte la planicie de una mesa bañada en oro; cuyo única tarea era mostrar una vista, una imagen, de la Isla en todo su esplendor, pero los crueles recuerdos habían azotado la ira del Dios del Sol, creados de otros Dioses y de abundancia en su mismo nombre. Recuerdos que dolorosos eran y que lo seguirían siendo. El sollozo de un padre fue profundo cuando las lágrimas de oro cayeron sobre la Isla en una lluvia tranquila que nutriría el trigo y el césped que alimento eran.
¡¿Por qué?! Porqué había sido de tal manera, tan salvaje y tan cruel ¿Eso es lo que había enseñado? Lo que merecía.
Entre el favoritismo que había dado a los dioses de la abundancia. Ahora suprimía la neutralidad en lo más profundo de su pensar, como si en algún momento esta misma no soportaría más y tendría que ser desatada. La ira, el miedo, el enojo puro. Todo eso que lo hacía ser un humano muy alejado de la mortalidad. Sufría, vaya que sufría en silencio por las pérdidas que su corazón soportaba: Su reino, su gente, su historia, su familia. Todo lo que alguna vez había valido más que el mismo oro que sus manos podían crear. Estaba muerto.
En alguna parte del mar.
Y la alerta sonó. Ese llamado de la energía que protegía a la Isla y la mantenía oculta. Fue como el sonido seco del caer de un viejo árbol, un llamado de auxilio en amenaza profunda por algo acercarse. Un algo que sin duda aprisionó la debilidad de un hombre dolido en el pecho; y en su rostro, la expresión seria de un Rey amenazado se hizo presente; cual contrario osara a pisar el reino prohibido a forasteros sedientos de sangre inocente que Ra, no permitiría ser derramada. El fruncir de las cejas se vio como la naturaleza misma de un león enjaulado. Amenazante era la presencia que lograba sentir aproximarse poco a poco a los límites de la creación divina que mantenía oculto el futuro del nuevo mundo.
Y en armadura de guerra; pacíficamente. La luz de un sol brilló más cegadoramente sobre los que por navío habían llegado peligrosamente cerca del reino que guiaba de las alturas. Sobre la barca solar que acompañándole durante milenios había estado. Ra se manifestó con poderío entre los aires inquietos que Shu soplaba de su boca, y en imagen de un Dios poderoso, se negó a mirar a los que buscando guerra estaban. En imagen, cuya serpiente blanca rodeaba su cuerpo coronando así la posición que por los milagros del universo había tomado, se presentó ante Ares, Dios de la Guerra Griega.
- Muy lejos de tus tierras y gente te encuentras, Guerrero Ares – La voz de Ra se alzó entre el sonido de la fuerte marea que empujaba a los navíos – Desgraciadamente; tu inútil travesía termina aquí, comenzando una nueva de regreso a donde … perteneces-
Y sobre aquella palabra, el claro énfasis de hizo presente al pronunciar que del hombre de un solo ojo, no estaba en casa, no sería bienvenido por los que dedicados a proteger vidas estaban. No se le permitiría llegar más lejos de lo que debía, así por deseo de Ra, quien misericordioso se presentaba, una vez más.
Y como le era posible. Las mareas y vientos se calmaron con tan sólo su deseo. El destino que cambió para Ares fue de regreso, ahí donde las corrientes y el viento cambiaron en su contra, llevándole por dirección diferente a la que había venido.
La mano en puño, golpeó de forma tan fuerte la planicie de una mesa bañada en oro; cuyo única tarea era mostrar una vista, una imagen, de la Isla en todo su esplendor, pero los crueles recuerdos habían azotado la ira del Dios del Sol, creados de otros Dioses y de abundancia en su mismo nombre. Recuerdos que dolorosos eran y que lo seguirían siendo. El sollozo de un padre fue profundo cuando las lágrimas de oro cayeron sobre la Isla en una lluvia tranquila que nutriría el trigo y el césped que alimento eran.
¡¿Por qué?! Porqué había sido de tal manera, tan salvaje y tan cruel ¿Eso es lo que había enseñado? Lo que merecía.
Entre el favoritismo que había dado a los dioses de la abundancia. Ahora suprimía la neutralidad en lo más profundo de su pensar, como si en algún momento esta misma no soportaría más y tendría que ser desatada. La ira, el miedo, el enojo puro. Todo eso que lo hacía ser un humano muy alejado de la mortalidad. Sufría, vaya que sufría en silencio por las pérdidas que su corazón soportaba: Su reino, su gente, su historia, su familia. Todo lo que alguna vez había valido más que el mismo oro que sus manos podían crear. Estaba muerto.
En alguna parte del mar.
Y la alerta sonó. Ese llamado de la energía que protegía a la Isla y la mantenía oculta. Fue como el sonido seco del caer de un viejo árbol, un llamado de auxilio en amenaza profunda por algo acercarse. Un algo que sin duda aprisionó la debilidad de un hombre dolido en el pecho; y en su rostro, la expresión seria de un Rey amenazado se hizo presente; cual contrario osara a pisar el reino prohibido a forasteros sedientos de sangre inocente que Ra, no permitiría ser derramada. El fruncir de las cejas se vio como la naturaleza misma de un león enjaulado. Amenazante era la presencia que lograba sentir aproximarse poco a poco a los límites de la creación divina que mantenía oculto el futuro del nuevo mundo.
Y en armadura de guerra; pacíficamente. La luz de un sol brilló más cegadoramente sobre los que por navío habían llegado peligrosamente cerca del reino que guiaba de las alturas. Sobre la barca solar que acompañándole durante milenios había estado. Ra se manifestó con poderío entre los aires inquietos que Shu soplaba de su boca, y en imagen de un Dios poderoso, se negó a mirar a los que buscando guerra estaban. En imagen, cuya serpiente blanca rodeaba su cuerpo coronando así la posición que por los milagros del universo había tomado, se presentó ante Ares, Dios de la Guerra Griega.
- Muy lejos de tus tierras y gente te encuentras, Guerrero Ares – La voz de Ra se alzó entre el sonido de la fuerte marea que empujaba a los navíos – Desgraciadamente; tu inútil travesía termina aquí, comenzando una nueva de regreso a donde … perteneces-
Y sobre aquella palabra, el claro énfasis de hizo presente al pronunciar que del hombre de un solo ojo, no estaba en casa, no sería bienvenido por los que dedicados a proteger vidas estaban. No se le permitiría llegar más lejos de lo que debía, así por deseo de Ra, quien misericordioso se presentaba, una vez más.
Y como le era posible. Las mareas y vientos se calmaron con tan sólo su deseo. El destino que cambió para Ares fue de regreso, ahí donde las corrientes y el viento cambiaron en su contra, llevándole por dirección diferente a la que había venido.
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Adio Ra'Saleh
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por Caesar A. Andreatos Sáb Sep 01, 2018 3:50 am
This Day And Never Again
Privado - Adio Ra'Saleh - Cercanía del Triangulo de las Bermudas
"The search continues, the soul escapes, our existence ... my soul aches".
El mar era calmo, algo hermoso y muy abrasador en cierto sentido. Unos cuantos siglos de experiencia le bastaron a Ares para darse cuenta de que, a pesar de los bellos paisajes adornados en océanos extensos, esté era totalmente traicionero y cruel, así como fue Poseidón con aquellos que no se arrodillaban ante él. La barca por la cual había gastado solo una mísera de tiempo ahora cambiaba lentamente de dirección, como si los mismos vientos le quisiera fuera y la tierra se pusiera de acuerdo con el cálido resoplido del alba, y al parecer no era coincidencia el abismal cambio de planes. Caesar miro con el único ojo que le quedaba vivo, más solo observo la nada, el paisaje bello adornado por toda la bahía de la inhóspita isla a la cual casi desembarco sin previstos del clima. Su sexto sentido algo le advertía, como cuando Afrodita le incitaba a que la batalla con Athena en Troya era una equivocación y “que algo estaba mal”, esas mismas palabras volvieron a su mente como un golpe de curiosidad, el destino le jugaba una mala pasada y este momento no fue la excepción. Él sabia con su confianza y orgullo supremo que se encontraba cerca, las islas vacías eran una señal, no le importaba equivocarse porque lo intentaría mil veces antes de tratar otra opción, pero rendirse no era una elección ni menos un pensamiento en su mente. Su barco golpeo parte la tierra y quedo varado por ciertos segundos hasta que el mismo mar lo trataba de alejar, como a un invitado imprevisto o un residente no deseado, Ares era empujado por las aguas de Poseidón hacia un lugar desconocido y lejano, trato de impulsar la barca hacia adelante con su gran fuerza lo que logro al cabo de segundos pero quedo mirando a su alrededor buscando la causa de ello, obviamente que no se trataba de un ser inferior ni menos de una persona en sus cabales, no tardo mucho en sacar conclusiones cuando una luz muy fuerte llego ante sus ojos, aparto la vista unos momentos y puso su mano por sobre su cara para ocultar el sol tratando de visualizar los alrededores, y sin darse cuenta ya su barco había tomado una dirección que no estaba pronosticada.
Se vio en ambiente sin conocer, solo y sin embarcación. Poco le importaba puesto que con su vasto poder podría devolverse sin problemas, lo que si cundió su mente fue el desconcertante cambio de clima que inundo por poco los mares que circunnavegaba, más se dio el trabajo de volver poner en curso el barco de bellos colores y gran vela para regresar a las islas inhóspitas, a pesar de que el radiante sol molestaba la vista, nada podría sacarlo del camino hacia la victoria, ni menos de descubrir la razón o la persona quien se atrevió a molestarlo en sus andanzas. Ares uso su fuerza para poder dirigir el barco hacia donde estaba, y como nadie estaba en su embarcación pues le tocaba a él solamente la tarea de dar cara ante tal adversidad. Ante tal escenario, se sintió frustrado porque recordaba que el tiempo era una variable que le jugaba en contra, sus hombres esperaban resultados y a pesar de que con su poder podía mover montañas, debía hacerlo por primera vez de la manera correcta, incluso si matar a seres inocentes fuese parte del objetivo, el fin justificaba totalmente los medios para su persona. Sus ojos enardecidos con un rojo crepuscular, llameantes como los atardeceres infinitos, penetrantes como una bestia sin piedad, al igual que sus orbes ahora sus manos se rodearon del aura, los dedos del dios de la guerra eran soles y tempestades juntas, su posición continuaba firme, derecho, recto como un caballero y su índice era la única parte de su cuerpo que apuntaban a las islas, por pura curiosidad tuvo el descarado impulso de lanzar un rayo de energía de color carmesí hacia una de las pequeñas cuencas que yacían en medio de la arena de la primera de las islas inhóspitas, provocando una explosión acompañada por una gran ventana de humo que se hacia notar entre los sitios cercanos, pareciendo a simple vista un señal de humo o un aviso.
—Basta de juegos — dijo en voz imperante, sus palabras cruzaban fronteras e incluso el ambiente tembló ante su presencia, cualquiera en un radio gigantesco podría escucharlo, y noto el barco gigantesco flotando por los cielos, se dio cuenta de las palabras de Seth sobre avisarle cuando esté fuera visto en alguna parte del mundo, que era señal de que el objetivo estaba cerca, Ares había escuchado historias de ese barco pero jamás pensó que fuese todo real, pero poco sorprendido solo hablo con tranquilidad sabiendo que el ajeno le escucharía de igual forma — En vez de jugar con el clima, dígnate a aparecer frente a mi presencia — su aura se desvaneció y mantuvo su mirada hacia la barca que emitía un brillo singular, parecido incluso a los rayos de Zeus en sus mejores épocas.
"The search continues, the soul escapes, our existence ... my soul aches".
El mar era calmo, algo hermoso y muy abrasador en cierto sentido. Unos cuantos siglos de experiencia le bastaron a Ares para darse cuenta de que, a pesar de los bellos paisajes adornados en océanos extensos, esté era totalmente traicionero y cruel, así como fue Poseidón con aquellos que no se arrodillaban ante él. La barca por la cual había gastado solo una mísera de tiempo ahora cambiaba lentamente de dirección, como si los mismos vientos le quisiera fuera y la tierra se pusiera de acuerdo con el cálido resoplido del alba, y al parecer no era coincidencia el abismal cambio de planes. Caesar miro con el único ojo que le quedaba vivo, más solo observo la nada, el paisaje bello adornado por toda la bahía de la inhóspita isla a la cual casi desembarco sin previstos del clima. Su sexto sentido algo le advertía, como cuando Afrodita le incitaba a que la batalla con Athena en Troya era una equivocación y “que algo estaba mal”, esas mismas palabras volvieron a su mente como un golpe de curiosidad, el destino le jugaba una mala pasada y este momento no fue la excepción. Él sabia con su confianza y orgullo supremo que se encontraba cerca, las islas vacías eran una señal, no le importaba equivocarse porque lo intentaría mil veces antes de tratar otra opción, pero rendirse no era una elección ni menos un pensamiento en su mente. Su barco golpeo parte la tierra y quedo varado por ciertos segundos hasta que el mismo mar lo trataba de alejar, como a un invitado imprevisto o un residente no deseado, Ares era empujado por las aguas de Poseidón hacia un lugar desconocido y lejano, trato de impulsar la barca hacia adelante con su gran fuerza lo que logro al cabo de segundos pero quedo mirando a su alrededor buscando la causa de ello, obviamente que no se trataba de un ser inferior ni menos de una persona en sus cabales, no tardo mucho en sacar conclusiones cuando una luz muy fuerte llego ante sus ojos, aparto la vista unos momentos y puso su mano por sobre su cara para ocultar el sol tratando de visualizar los alrededores, y sin darse cuenta ya su barco había tomado una dirección que no estaba pronosticada.
Se vio en ambiente sin conocer, solo y sin embarcación. Poco le importaba puesto que con su vasto poder podría devolverse sin problemas, lo que si cundió su mente fue el desconcertante cambio de clima que inundo por poco los mares que circunnavegaba, más se dio el trabajo de volver poner en curso el barco de bellos colores y gran vela para regresar a las islas inhóspitas, a pesar de que el radiante sol molestaba la vista, nada podría sacarlo del camino hacia la victoria, ni menos de descubrir la razón o la persona quien se atrevió a molestarlo en sus andanzas. Ares uso su fuerza para poder dirigir el barco hacia donde estaba, y como nadie estaba en su embarcación pues le tocaba a él solamente la tarea de dar cara ante tal adversidad. Ante tal escenario, se sintió frustrado porque recordaba que el tiempo era una variable que le jugaba en contra, sus hombres esperaban resultados y a pesar de que con su poder podía mover montañas, debía hacerlo por primera vez de la manera correcta, incluso si matar a seres inocentes fuese parte del objetivo, el fin justificaba totalmente los medios para su persona. Sus ojos enardecidos con un rojo crepuscular, llameantes como los atardeceres infinitos, penetrantes como una bestia sin piedad, al igual que sus orbes ahora sus manos se rodearon del aura, los dedos del dios de la guerra eran soles y tempestades juntas, su posición continuaba firme, derecho, recto como un caballero y su índice era la única parte de su cuerpo que apuntaban a las islas, por pura curiosidad tuvo el descarado impulso de lanzar un rayo de energía de color carmesí hacia una de las pequeñas cuencas que yacían en medio de la arena de la primera de las islas inhóspitas, provocando una explosión acompañada por una gran ventana de humo que se hacia notar entre los sitios cercanos, pareciendo a simple vista un señal de humo o un aviso.
—Basta de juegos — dijo en voz imperante, sus palabras cruzaban fronteras e incluso el ambiente tembló ante su presencia, cualquiera en un radio gigantesco podría escucharlo, y noto el barco gigantesco flotando por los cielos, se dio cuenta de las palabras de Seth sobre avisarle cuando esté fuera visto en alguna parte del mundo, que era señal de que el objetivo estaba cerca, Ares había escuchado historias de ese barco pero jamás pensó que fuese todo real, pero poco sorprendido solo hablo con tranquilidad sabiendo que el ajeno le escucharía de igual forma — En vez de jugar con el clima, dígnate a aparecer frente a mi presencia — su aura se desvaneció y mantuvo su mirada hacia la barca que emitía un brillo singular, parecido incluso a los rayos de Zeus en sus mejores épocas.
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