What the f*ck!? — Priv. Katja

— ¿Cual de ustedes mierdecillas va a decirme quién dibujó esto en mi banco, ah? —preguntaba el rubio, mostrando una expresión tan hostil e intimidante que cualquiera en su sano juicio no osaría llevarle la contraria. Una mirada que probablemente parecía ser la de un asesino en serie, psicópata que era capaz de volarte la tapa de los sesos solamente porque lo miraste raro. Pero no, esa era su táctica de intimidación, para conseguir justamente lo que quería y de paso siempre demostrar que era mejor que los demás, que no podían contra él. Pero esta vez era justificada su bronca, ese enojo porque le habían dibujado... ¿cómo decirlo? Una silueta de forma fálica en el asiento de su banco, ¿cuál era la necesidad más allá de una simple burla?

Pero se olvidaban que era Johann del que hablaban, al que le estaban haciendo algo así. Probablemente ninguno de los que estaban ahí siendo arrinconados por él con su mera presencia sabía quién fue, porque no estuvieron allí, más lamentablemente les tocó a ellos por estar cerca del banco ahora mismo, y ser parte de la misma clase del rubio.

De todos modos, poco pasó antes de que el profesor llegara y los separara, Johann dedicándoles una mirada asesina, como diciéndoles "Esto aún no ha terminado". No es que fuese a darles una paliza a no ser que se la merecieran, pero quería por lo menos encontrar a quién dibujó eso. Por más que ya lo hubieran borrado, la ofensa estaba hecha y su ser de venganza a flor de piel. La clase se desarrolló con total normalidad, o por lo menos eso parecía, varias risotadas dirigidas a Johann lo desconcentraron gran parte de esta, sus dientes rechinaban en enojo, impaciente por en serio encontrar al imbécil que había hecho eso. Sus puños se apretaban hasta el punto incluso en el que se lastimaba las palmas de las manos.

Nada más escuchar que ya era hora de irse, se levantó agarrando su mochila y saliendo cuanto antes de la clase, no sin antes llevarse de lleno a alguien en su camino. Una muchacha... parecía nueva, o eso creía porque no recordaba haber visto su rostro antes. Un poco más baja que él, de cabello castaño y corto por los hombros más o menos, con un peinado particular y flequillo recto. —¡Sal de mi puto camino, mierda! —vociferó. Se le notaba impaciente, enojado. Estaba sulfurado ya por todo ese asunto de mierda, solo quería irse a casa, porque la frustración de no saber quién había sido y no poder darle una golpiza lo ponía aún peor.