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So embrace the darkness and I will help you see That you can be limitless and fearless if you follow me. We are the lions in a world of lambs
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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Welcome to madness, my dear. [Priv. Cassia]

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por Eldarion Vie Jun 22, 2018 11:29 pm
El mundo era una puta delicia. ¿Hasta qué punto había cambiado todo? ¿Hasta qué punto la humanidad había reducido tanto sus valores morales? La muerte que había sido moneda corriente en el pasado, en su pasado, ahora era un tabú capaz de ocasionar encarcelamiento o inclusive la muerte. La muerte había sido asociada con el honor en sus tiempos y ahora era un crimen irrepetible. Errores que antes eran considerados estúpidos, ahora eran cruciales y de vital importancia. Las mujeres ocupaban una posición preponderante en la sociedad, líderes…guerreras, diosas sobre la tierra. Y todo era propenso, todo era mucho mejor. El mundo ahora era como una confitería. Una juguetería. Y Loki tenía una tarjeta de regalos sin límite de gastos.

No hacía falta demasiado. Podía ser libre, podía afectar a tantos seres casi al mismo tiempo. Todo para alcanzar sus propios objetivos. No podía siquiera imaginar cuan conflictuado podría estar Odín en un escenario como aquél. Odín, que siempre había sido un baluarte de rectitud y el compás eterno mediante el cual lo correcto era medido. ¿Cómo ser la representación de todo lo correcto, de todo lo justo, si el mundo estaba corrompido de esa forma? Corrupción política, corrupción interpersonal. Y él estaría pronto en el centro de todo aquello.

Su posición estaba asegurada en el presente. Ares, Morrigan y Shiva seguían cada uno sus objetivos. Teniendo como único objetivo común el hecho de que todos querían encontrar Elysium. No es que fuera primordial o de suma importancia para el nórdico, quizás lo fuera principalmente para el Dios Griego de la guerra, para Ares. Por lo que representaba el encierro de su padre, por lo que representaba el hecho de que fue su padre el que lo había escondido para comenzar. Y de como ellos cuatro habían desencadenado la locura misma con el asesinato de Osiris y el encierro del rey del Olimpo. Su trabajo, era mucho más sencillo que liderar un ejército o asesinar otros dioses. Él tenía una tarea mucho más apropiada para el dios del engaño y la mentira.


“Plantar la desidia y conseguir espías que nos guíen hacia Elysium.”



Loki se encontraba en ese momento sentado en las puertas de entrada de la ciudad erigida por Ares en forma de burla a su encerrado padre, Alejandría. Una oda a su interminable ego y arrogancia, pensó el nórdico la primera vez que había posado la vista sobre semejante mamut de construcción. Opulento y lúgubre, como aquella deidad que representaba la ira y la impetuosidad como ningún otro. No tenía su forma “real” por decirlo de alguna forma. Rara vez usaba una apariencia tan gastada y anticuada. No…él ahora había pasado por dos formas esencialmente. La de un cuervo de tamaño medio y la de un mendigo. Ahora, era el mendigo la forma que predominaba en él.


Un sinfín de soldados habían ingresado de sus respectivas misiones por aquellas puertas. Ninguno de ellos siquiera se había volteado a verle. Tal y como él lo prefería. Pasar desapercibido era mucho mas entretenido que ser el centro de atención de los mortales. Todos vitoreaban sobre victorias vacías y se burlaban de las derrotas sufridas por otros. Risas fuertes, prostitutas tomadas de los viriles brazos de cada uno. Le daba asco, y al mismo tiempo gracia. No interactuó con ninguno, optó sin embargo por recordar el rostro de dos de ellos. En algún momento se divertiría como era debido. Hasta tomó nota de las sustancias que tenían encima. Y de las que llevaban en los bolsillos de sus pantalones o chaquetas. La puerta se vio vacía antes de lo esperado. Quizás se había centrado demasiado en pensar formas de jugar con la mente de aquellos infelices o algo por el estilo. Pero pasó una serie de minutos, largos, solo. Los astros parecían ignorar por completo el caos que agobiaba al mundo. Tal y como siempre lo habían hecho. Y así seguirían haciéndolo.

Fue entonces que el olor a sangre y una respiración agitada lo sacaron de sus pensamientos. Su mirar se dirigió en dirección a las escaleras. Aquellas que todos debían de subir si querían llegar a Alejandría. Y allí la vió por primera vez. Una mujer, moribunda. Herida potencialmente de muerte o algo cercano a ello. Loki no se puso de pie, seguía metido en su papel de vagabundo. Esperó hasta que aquella mujer moribunda primero se percate de su presencia. Bueno, si es que era realmente capaz de darse cuenta de que no estaba sola.

¿ Que hacía allí? ¿ Quién era?

La noche de Loki de repente de había puesto mas interesante. Ahora tenía un acertijo enfrente suyo. Y él adoraba los acertijos.
Tumultus

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por Cassia Mavros Jue Jun 28, 2018 12:13 am
Dolía como nunca, le hacía sentir miserable, desesperada, una terrible sensación de vacío la que instalada en su pecho quizás fue el motor que le instó a llegar a esa isla escapando de aquel mundo utópico en el que por tanto tiempo vivió. Elysium pronto se habría esfumado en el horizonte cuando Cassia aprovechó una inmensa explosión provocada por su arrogancia y necedad frente a su mejor alzando el vuelo con fuerzas casi nulas, y alas ennegrecidas por el odio, el rencor generado después de una pelea de esa magnitud. Y así se convirtió en una odisea salir de ese lugar, en el momento que cruzó esa barrera que le mantenía oculta del exterior, su vida ya comprometida quedaba pendiendo de un hilo.

Estaba cansada, herida, y sentía que la vida se le escapaba del cuerpo a medida que pasaban los segundos. Sus alas, si bien majestuosas, lucían distintas a como fue antes, se veían demacradas, cansadas... negras como la noche misma, y lágrimas de desdén y tristeza resbalaban por sus mejillas debido al dolor que tuvo que atravesar. Voló por largos tramos, apenas deteniéndose a descansar por temor a no sobrevivir, a que su pequeña travesía se hubiese vuelto fútil. Entonces el olvido se apoderó de ella, y no supo cuánto, no supo cómo, tan sólo cayó al océano cerca de un puerto, un faro que le dio ese pequeño empuje que tanto le hacía falta, y que le guió a tierra, nadando contra corriente hasta terminar tendida sobre la arena.

Las voces seguían diciéndole, gritándole que continuase, que no se detuviera por nada del mundo. No lo hizo, consiguió ponerse de pie y continuar con la travesía con una clara intención en mente, la de llegar a un lugar a salvo, algún lugar donde curar sus heridas y recuperar energías, al menos lo suficiente para poder encontrar comida y agua. Cassia avanzaba a paso lento por la arena hasta que al fin se topó con escaleras, un largo camino en ascenso que sin chistar empezó a tomar, una de sus manos firmemente puesta sobre uno de sus costados, donde una herida de importancia empezaba a causar estragos, sangrando, amenazando con matarla si no hacía algo pronto. Mas no podía más, estaba cansada, con nada más que la fuerza de voluntad ayudándole a sostenerse.

Entonces su vista se tornó borrosa, su cuerpo apenas pudo soportar, y en poco tiempo cayó inconsciente, la sangre resbalando por las escaleras, manchando las mismas mientras su rostro se deformaba en muecas de dolor insoportable, incomodidad, y poco a poco se convertían en nada más que una ilusión.

Entonces sus recuerdos se aglomeraban rápidamente, cada pequeño detalle de su vida pasar frente a sí mientras intentaba en vano ponerse de pie de nuevo. Sus alas se mostraron, inmensas y majestuosas, mas coloreadas de un negro intenso, profundo, un color que asemejaba a la misma noche, al vacío que no permitía ver nada al fondo de un abismo. Algunas plumas caían, marcaban un camino que su propia sangre habia iniciado desde que arribó al lugar.

Y las voces volvieron a escucharse, las voces volvían a hacer de las suyas en su cabeza, murmullos, quejidos, risas, todo lo que pudiese jugar con su mente, con su cordura, la poca que todavía podía quedarle. Le pedían que se levantara, que no dejase las cosas así, que no debía morir cuando tenía tantos deseos de volver y acabar con sus propias manos con la vida de quien tanto daño le hizo en el pasado. La pelea quedó inconclusa, una explosión fue lo que los frenó de iniciar una encarnizada batalla en la que seguro ninguno de los dos saldría vivo. Sólo el nombre de Thanos escuchaba en su mente, rondando incansablemente, recordándole la razón por la que ahora se encontrase así, prácticamente a punto de morir, su piel palideciendo de manera preocupante, y su respiración perdiéndose en medio de sonidos relajantes y las olas acariciando la arena, rompiendo a lo lejos sobre las rocas.

Se hacía tarde, hacía frío, y únicamente la luna era perceptible por ella, únicamente las estrellas eran testigos de cómo la vida se le escapaba como agua entre los dedos.


Última edición por Cassia Mavros el Dom Ago 05, 2018 10:42 pm, editado 1 vez
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por Eldarion Vie Jul 06, 2018 4:32 pm
El vagabundo que todo lo observa se encontró a si mismo postrado ante una escena por demás inesperada. Extraña no era, claro que no. ¿Cómo iba a serlo si aquella era la mismísima entrada del reino que, según muchos, tenía como objetivo la desidia mas oscura para el mundo? Las puertas de Alejandría, aquél tesoro perdido que Ares había revivido con semejante impronta, eran testigos habituales de la muerte, violaciones, y los pecados más oscuros conjurados por los dioses del mal. Era moneda común y corriente encontrarse con un grupo de soldados de tal o cual dioses violando a una muchacha recientemente convertida en esclava. Siempre habitante de un pueblo poco afortunado. Hija de un terrateniente de los dioses que abogaban por la liberación de Zeus o por la venganza por el asesinato de Osiris. Pero, para un ser como él al cual pocas cosas le despertaban la intriga y la curiosidad, aquello le interesó de forma casi inmediata. Un ángel caído, o pronto a caerse del monte de la cordura, se presentó allí sin parecer realmente consciente de donde estaba ni porque. Dudaba, de hecho, que estuviera consciente de algo en general. Mas no de las cosas que la habían dejado en semejante estado precario.

El olor de aquella mujer no denotaba el toque típicamente femenino de Morrigan, o de alguna doncella guerrera que se regodeaba en su propia virginidad por algún voto santurrón y estúpido. Esa mujer destilaba una incipiente locura de todos y cada uno de sus poros, que al propio Loki se le antojó como el más delicioso manjar. Determinar el grado sería una tarea para más adelante, puesto que aquella flor marchita estaba pronta a abandonar ese plano terrenal. Se preguntó si en su Partenón o en sus creencias, había algo siquiera similar al Valhalla. O a donde es que su fé le dijo durante toda su existencia es que terminaría su alma. Las diferentes respuestas siempre eran entretenidas y la variedad de las mismas era algo en exceso…intoxicante. Se puso lentamente de pie, tal y como si pudiera con sus ojos discernir entre la posibilidad de muerte y la certeza de la misma. No…en esa mujer él no sentía la muerte pululando como un gusano dentro de una herida infectada. Sentía y veía algo prometedor. No todos los días caían regalos semejantes desde los cielos. Miró a su alrededor una y otra vez. Hasta que se cercioró de que las altas horas de la noche habían dictaminado que ahora la tranquilidad reinaría dentro de aquel maldito reino. O claro, lo haría paredes para afuera. Aquello era suficiente.

- ¿Qué es lo que tenemos aquí? – Su voz no fue la propia, sino la que tendría un hombre de avanzada edad, un anciano torcido por un sinfín de malas experiencias. – Jovencita, vaya que la han dejado hecha un desastre. ¿Puede oírme? – Su voz llegaba a oídos sordos. La mujer se debatía enfrente de sus ojos entre la vida y la muerte. Una escena que había visto incontables veces antes. Pero que se le antojaba llamativo por el simple hecho de tratarse de un ser de luz. Una luz que ya parecía muy tenue, a su humilde parecer. – No, querida, hoy no es tu día para morir.


Una premonición. O quizás una condena. Para algunos la vida era una bendición. Aquello a lo que aferrarse ante todo mal y terror. Pero para otros, la muerte era la bendición y la vida la tortura. Loki no podía decidirse cual sería cual para aquella mujer a la que ahora, aprovechando su estado mayoritariamente de inconsciencia, cargaba en sus brazos. Siempre cuidando las apariencias, sin embargo, avanzaba lentamente por las calles aledañas de aquella monumental base oscura. Sabía con precisión a donde ir. Sabía con precisión con quién hablar y qué palabras decir. Se sumergió de lleno en la oscuridad, caminando en la misma como un pez nada en el agua salada. Otros vagabundos parecían obviar su caminar al igual que hacían oídos sordos ante los quejidos de dolor de aquella mujer. Lo único, que había hecho con sus poderes, fue ocultar de todo aquél que los viera, las alas teñidas de un gris oscuro. No alcanzaba aún la tonalidad oscura de los ángeles que militaban los rangos de Tumultus. Pero un vagabundo con un ángel de alas negras en sus brazos era algo demasiado fuera de lo común. Y sin lugar a dudas atraería atención innecesaria. Incluso en un contexto tan lúgubre como lo era aquél.


- Si le comenta a alguien de mi presencia en este lugar, puede ir diciéndole adiós a su familia y a su hermosa hija. – Escueto, certero como pocos. Sus palabras no fueron las de un anciano, sino las de una deidad que en aquél terreno mandaba con total absolutismo y autoridad. El doctor en cuestión no era tal, sino que era un hombre al cual Loki había “salvado” de una precaria situación. Le debía dinero a uno de los legionarios oscuros de Ares. Loki vio los conocimientos del hombre y los consideró lo suficientemente meritorios como para intervenir. Volvió loco al legionario y lo asesinaron por violar a la hija de un general. Nunca nadie siquiera se atrevió a mencionar a Loki, nunca nadie lo supo siquiera. – Cúrela, no hace falta que sea a la perfección, pero asegúrese de que no se muera. – El hombre se tentó de preguntar por qué. Por qué tenía interés en salvar a aquella mujer. Pero guardó silencio. La experiencia le había enseñado que era mejor simplemente mantener agachada la cabeza. – Necesito saber una edad aproximada. Luego me encargo yo.


El procedimiento se prolongó por unas dos o tres horas. Ver a ese hombre trabajar era algo maravilloso. No era un médico, no, era mucho más. Tenía conocimientos en la medicina de carácter ancestral. Su conocimiento de runas arcanas y tratamiento para con seres que sólo podían ser descritos como legendarios, parecían ofuscados por su oscuro presente. Un matrimonio con una mortal y una hija engendrada en una ambiente tóxico ahora no hacían más que pasarle factura a diario. Y una vez que su trabajo se hubiera visto finalizado, acató la orden de Loki de marcharse a una suntuosa habitación de hotel. Pagada por supuesto por él. También le ordenó que se llevara a su hija. Y que si seguía haciendo lo que le ordenaba, entonces su hija tendría una vida segura.

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por Cassia Mavros Jue Ago 09, 2018 3:17 pm
Los recuerdos se aglomeraban en su mente, uno tras otro, memorias que intentaba olvidar a como diese lugar, pero le era virtualmente imposible, porque justo esas memorias le daban fuerzas para seguir con vida. Acabar con la persona que le obligó a eso, aquel hombre que le orilló a lo que ahora oscureció sus alas, incluso aunque eso le costara la vida misma. Cassia apenas era consciente del lugar en el que se encontraba, no podía realmente saber qué había ocurrido con ella ni siquiera al escuchar esa voz que de nuevo se ciñó en su cabeza, un eco interminable, incluso sonando en medio de los gritos desesperados que clamaban su nombre en esa explosión que casi le concedía el deseo que tanto pedía desde hacía mucho tiempo. Quería desaparecer, y llevarse con ella el maldito recuerdo de quien le provocaba tanto sufrimiento sin siquiera mover un dedo.

Sintió que su cuerpo entero se tensaba, músculos desgarrándose uno a uno por el dolor, las heridas que todavía reptaban por su piel y amenazaban con abrirse más, volverse más profundas, arrebatarle todo atisbo de cordura sólo torturándole con el dolor propio de los cortes, moretones y demás laceraciones que por la explosión a la que se vio sujeta le causó. Aún las memorias estaban frescas en su mente, con los ojos cerrados podía escuchar los gritos, las súplicas, aquella voz que desesperada le pedía recapacitar mientras el estruendo rodeaba su persona. Escuchaba las risas desquiciadas que antes de desaparecer inundaron aquel trágico escenario, donde no sólo su mismo recuerdo quedaba, sino los cuerpos sin vida de quienes antaño consideró sus compañeros, amigos.

Su cuerpo fue elevado, y escuchaba la voz de alguien más, quizás dos o tres personas, pero más cercana a la muerte que otra cosa, Cassia no podía discernir de quién se trataba. Casi inconsciente era posible escucharles hablar, mas no comprendía exactamente de qué se trataba todo eso. Se debatía entre la vida y la muerte, una danza interminable con ésta última arrastrándola más y más al abismo, al Inframundo mismo, donde sabía no tendría una eternidad agradable tras el juicio que le esperaba. Pero era mejor así, no tendría que seguir soportando lo de siempre, las mismas peleas una y otra vez, discusiones que no iban a ningún lado, relegada siempre al segundo lugar, a ser sólo el apoyo cuando "la cara bonita" se llevaba todo el crédito.

Una hora, dos, tres, el tiempo pasó volando, y a medida que avanzaban aquellas acciones sobre su cuerpo, arrancándole de vez en cuando quejidos de dolor que daban fe de que ella todavía respiraba, ella sentía un poco más de tranquilidad, el cuerpo lánguido, su mente desconectándose rápidamente del sufrimiento que su pasado causaba, un pasado que más mal que bien seguía haciendo mella en sí, recordándole constantemente que jamás fue una mujer que pudiese ser considerada útil por quienes en primer lugar pusieron la vida en sus manos. La sangre seguía manchando sus memorias, seguía escuchando súplicas por misericordia, ruegos, y de nuevo la risa desquiciada haciendo eco, obligándole a despertar casi de inmediato, lo que provocó una de sus heridas se abriera de golpe.

Con el torso desnudo, apenas unas vendas cubriendo el tronco y unas cuantas manchas de sangre sobre las mismas debido al movimiento brusco, Cassia recuperó la consciencia, perdida, atrapada en un lugar que se le antojaba desconocido y lúgubre, mas estaba segura no se trataba del inframundo que tanto quería alcanzar. La rabia la inundaba, se apoderaba de ella lentamente, cubriendo aquellas alas antes inmaculadas de un profundo negro, su alma misma consumida por el odio y el rencor, la envidia al fin siendo lo suficientemente corrosiva como para deshacerse de esa luz de la que en algún momento tuvo, esa que había sido relegada a mantenerse oculta en un recoveco helado en su corazón, rodeado de tinieblas.

Miró a todos lados, fijando la mirada en el hombre que continuaba a su lado curando sus heridas, apartando a éste de manera incluso brusca, soltando un gruñido gutural antes de intentar levantarse de la cama sin mucho éxito. Estaba débil, era evidente a simple vista, apenas capaz de mantenerse en pie, pero viva a pesar de todo, su diestra puesta sobre su costado izquierdo, donde más se concentraba el dolor corporal.

Dónde estoy... —exigió saber, voz profunda, pero seca, agotada, cargada de ira como si estuviese a punto de desatar todo su poder sobre quien osara interponerse en su camino, el cabello rojizo cubriendo parte de su rostro y proporcionándole así una imagen desalentadora, la de una mujer cuyas vivencias habían empezado a deteriorar su sanidad mental. Pero la que estaba ahí no era Cassia, parecía una persona totalmente diferente, alguien cuya sed de sangre le llevaría a cometer los actos más atroces que podrían conocerse.   
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por Eldarion Mar Ago 14, 2018 3:46 pm
El problema frente a sus ojos era claro, tan claro como el agua de un arroyo nacido en el corazón de una montaña de Europa. Enfrente de sus ojos tenía dos seres, en situaciones plenamente diferentes. Alejadas por una diferencia tan plena y obvia, que hasta se le podría antojar, de alguna forma, poético. Un sanador y la moribunda. El conocimiento de uno, contrapuesto a la inconsciencia de su contraparte. El curandero obraba sobre la carne como un maestro diseñador. Loki no le había salvado la vida por que sí. Era un artista, cuyo arte no era otra cosa que el cuerpo humano. Era capaz de reconstruir miembros destrozados con una facilidad escalofriante. Y si uno le sumaba algún que otro encantamiento, ese hombre era capaz hasta de reparar órganos internos dañados. Y aquello era precisamente lo que estaba haciendo. Su cuchilla se movía como si estuviera atravesando mantequilla. Cortaba venas y arterias al mismo ritmo que sus manos las ubicaban en su sitio. Abría un órgano para sacar la sangre coagulada, y no permitía que la herida se prolongara lo suficiente, dado que la misma ya se encontraba cerrada.

Una tarea que probó ser laboriosa. El daño que aquella mujer había recibido era considerable. Y requirió de una cuota mucho mayor de esfuerzo que la que acostumbraba usualmente. Al cocer su torso de nueva cuenta, el hombre vociferó para sí mismo una serie de palabras, para luego verter un poco de su propia sangre encima de la enorme cicatriz que cruzaba el mismo. La cicatriz despareció al cabo de unos momentos. El hombre soltó un pesado suspiro, cargado de cansancio y desgano. Su labor había sido terminada, sin embargo solo tuvo suficientes energías como para desaparecer la más grande de todas las heridas. Tres puntos, más pequeños por supuesto, tendrían que cerrarse a la antigua. El hombre se vendó la mano derecha, la cual anteriormente había tenido que cortar para cerrar aquella enorme cicatriz digna de un cuerpo sin vida al cual se le había practicado ya una autopsia por demás rigurosa. Luego se entregó a la tarea de limpiar el cuerpo ajeno y a vendar las heridas, previa desinfección de por medio, claro.

Loki se encontró a sí mismo como el único testigo de aquella danza. Gritos y gemidos de dolor, que se mezclaban totalmente con el silencio laborioso del curandero. Que no emitía sonidos más allá que los que producían sus herramientas. Aprovechó su propia inactividad, para darle un uso a la misma. El dios del engaño no podía controlar la mente de los demás. Pero sí podía ver dentro de las mismas con suma facilidad. La mente de aquella mujer era tan caótica que se antojó como una delicia casi irrepetible. El nivel de conflicto, los intereses cruzados con la celosía del eterno protagonista ajeno. Ser dejada de lado, sentir celos de la única persona que la amaba. Todo era tan claro como la misma luna en una noche despejada. Y el detalle favorito del nórdico, fueron las implacables voces que ponían en tela de juicio constantemente la cordura de aquella mujer.

Al despertar ella de su largo trance, el nórdico ya había definido como proseguir. Ya sabía cómo proceder y con un gusto inmenso en su interior, se entregaría a su nuevo juego macabro. Ella movió al viejo, sin siquiera considerar agradecerle el hecho de que de no ser por él, estaría sin ningún tipo de dudas, muerta. Quizás porque la vida era algo que la mujer aborrecía en estos momentos. Quizás por qué la muerte y el mismísimo reino de Hades, prometían una suerte de descanso que la vida simplemente no estaba dispuesta a darle. Datos irrelevantes para él, por supuesto. Lo que sea que ella deseara en aquella caótica mente le tenía sin cuidado. No le importaban sus problemas, ni quién los había ocasionado, pero sí le importaba algo de toda aquella situación. Le interesaba, mejor dicho, el potencial que podrían acarrear los mismos. Y claro que, los potenciales beneficios.

Loki pudo escuchar la herida en su costado derecho abrirse. Sintió con cada fibra de su ser como la angustia del anciano se hizo presente en su interior. El hecho de ver como su asombrosa labor se veía alterada por la terquedad de una mujer que tenía mucho más espíritu del que alguna vez reconocería. Por no decir, que un deseo muy marcado por vivir. El nórdico sentía el odio hacia si misma que sentía, lo sentía tanto que hasta podría llegar a degustarlo. No tuvo que hacer más que nublar la percepción del anciano de su presencia, sólo ella podría verlo. Para darle mayor credibilidad a su puesta en escena, había anunciado momentos antes al curandero que se iría a resolver unos asuntos. Y que volvería en unas horas, esperando con ansias un informe del estado médico de su nuevo juguete. Él, sin embargo, adoptó una nueva forma. Debía de ser irreal, algo que fuera acorde al creciente estado de locura en el cual estaba sumida su visitante. La criatura se asemejaba mucho al gato psicótico de la novela escrita por Lewis Carroll.

- Oh… ¿Cassia, eres tú? – La voz de la cual se dotó a si mismo fue una mezcla entre aguda y grave. Cargada de locura, tal y como la que había podido escuchar dentro de la mente ajena. La colorida criatura se posicionó justamente encima de donde estaba el viejo. Las garras clavadas en contra de la madera de aquella casa venida a menos. Y unos inmensos ojos de profundo color violeta, fijos en la moribunda mujer. Si Loki estaba en lo correcto, su locura aún era plenamente interna. Las voces no tenían rostro. Pero con semejante episodio, aquello habría hasta de parecer natural. – Deberías de ser amable con el señor, después de todo, te salvó la vida. – La voz de la criatura sólo llegaba a los magullados y cansados oídos del ángel. Postrada en aquella cama con el cuerpo lleno de heridas y la mente plagada de confusiones. – Aunque claro, no sé que es lo que se puede esperar de alguien como tú. Una asesina.

De un momento a otro la criatura desapareció por completo. Para reaparecer directamente en el pie de la cama, con su profundo mirar aún fijo en la moribunda.

- Dime una cosa…- Hizo una pausa mientras una tétrica y enorme sonrisa aparecía en su rostro. - ¿Fue tu novio el que te dejó así?
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