Darker yet darker — Privado

Oscuro, frío. El dolor punzante en su cuerpo le dejaba saber que no estaba en la seguridad de su casa ni en la comodidad de su cálida cama. ¿Dónde estaba? Nada más abrir los ojos se encontró con una visión que le preocupó en un principio, y aunque fuera carente de miedo, no dejaba de preguntarse qué demonios tenía en la cabeza que le impedía la visión. Podía respirar con normalidad, y no sentía la calidez de su aliento chocando contra algo y rebotando a su rostro; no tenía una bolsa en la cabeza. ¿Tal vez vendas? Sería la opción más acertada, o un pañuelo negro que cubría su ver. Le dolía la nuca, y de hecho sentía humedad en su cuello, probablemente una herida contundente causada por un arma para noquearlo.

Aclaró su garganta, no porque tuviera sed sino para deducir más o menos por el eco que hiciera su voz el tamaño de la habitación en la que se encontraba. A juzgar por el sonido que hizo, no era muy grande... ¿quizás un dormitorio, o una celda? No lo sabía con exactitud. Tampoco es que recordara mucho antes de lo sucedido. Solo que estaba siguiendo las pistas de un grupo de vampiros en la ciudad, quizás guiado por su sed de venganza que no previó que podría llegar a ser una trampa. Una trampa que le hizo terminar en aquella situación. Maniatado, y sus tobillos también. Estaba sentado en una silla, y aunque algo incómoda le brindaba algo de apoyo para no sentir más dolor del que ya tenía encima. ¿Cuántas horas habían pasado desde el suceso? Probablemente unas cinco... seis horas.

Como policía, eso solo terminaría levantando sospechas, empezarían a llamar a su móvil y demás en búsqueda del peliblanco. Mientras que este había roto varias reglas, especialmente hacer caso omiso a sus superiores, tan solo por ese incesante deseo de encontrar a los vampiros que mataron a su familia cuando él era nada más un pequeño. Su sed de sangre era tal, que era capaz de arriesgar incontables veces su vida con tal de conseguir aunque fuera un poco de aquello que tanto deseaba. Pero había algo que no podía ignorar, no ahora en ese momento de soledad, de incertidumbre que solo lograba que su mente empezara a maquinar, a hablar... a hablarle.

—"¿Esto es todo lo que tienes, Geralt?" —aquella voz sonaba rasposa, quizás algo gutural pero era una voz conocida; era su voz. Un pequeño escalofrío le azotó, encogiéndose fugazmente de hombros y mostrando una expresión impaciente. Sin lugar a dudas era aquella voz interna que no le dejaba en paz desde que mataron a sus padres. Era su deseo asesino personificado en su cabeza. —"Vamos, sé que quieres despedazar a cada uno de los que te cruces, pero esto ya es caer muy bajo hasta para ti." —agregó. —Cállate... —susurró, hablando consigo mismo. Ese demonio interno que no le dejaba en paz, sus ojos tuvieron una tonalidad azulada más brillante por apenas medio segundo, y Geralt emitió un gruñido leve, apretando las manos llegando a lastimarse las palmas. Estaba metido en un problema, y tendría que salir de esta de alguna manera.

Pero primero que nada, saber quién o qué le había tomado como rehén.