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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Down a Dark Hole [Priv. Luanna Nordskov]
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por Sylvara Sáb Jun 30, 2018 11:35 pm
—Bueno, hasta aquí puedo traerla.— Le dijo el guía que había contratado en inglés con un acento bastante marcado. —No sé qué viene a buscar aquí. Es verdad que antes era un parque natural, pero desde esos tiempos las cuevas siempre han sido peligrosas. Hoy en día el gobierno ha dejado este lugar abandonado y el riesgo es de quien lo tome.— El hombre lucía un poco azorado, o al menos así parecía a los ojos de Sylvara. También existía la posibilidad de que fuera un buen actor y que con su interpretación intentara asustarla para que le pagara más y la acompañara en su expedición. —Hace un tiempo pasamos la entrada del parque y este sendero lleva a la cueva que les mostraban a los turistas… mire, allí está…— Explicó, señalando a un punto más adelante.
Ciertamente se podía apreciar que estaban caminando un sendero descuidado por los años, cubierto con maleza, que llevaba a la apertura de una estructura rocosa. A pesar del paso del tiempo, el lugar todavía mostraba indicios de que alguna vez, cuando el mundo era un sitio no tan caótico, las personas llegaban hasta ese lugar para un poco de esparcimiento y exploración de la naturaleza. Justo en la entrada de la caverna había letreros manchados por moho que tal vez sirvieron como señalizaciones, un pequeño puesto de taquillas y barandillas de seguridad que bajaban con unas escaleras. —¿Está segura de que quiere continuar? Hace poco tuvimos una fuerte temporada de lluvia. Por ahora no tenemos predicción de más, pero el clima de este lugar puede ser caprichoso… además, es muy posible que los canales y demás cuevas subterráneas todavía estén llenas de agua…—
—Estoy segura de que quiero continuar, tranquilo. Necesitaba que me trajera hasta aquí porque son las reglas que lo exigen. No le estoy pidiendo que me acompañe para lo que queda del trayecto. Tampoco tiene que quedarse.— Trató de no sonar tan severa, pero sonar gentil le era un tanto problemático. No fue para nada sorprendente que el guía le regalara una rápida mirada de enojo.
Por unos momentos su mente jugueteó con la idea de disculparse, aunque al final de cuentas ese pensamiento desapareció casi al instante. Sylvara le puso más energía a su andar, abriéndose camino en el camino silvestre para llegar a la entrada de la cueva. En silencio apreció la majestuosidad de la apertura de la caverna, era inmensa, amenazadora y emanaba una sensación de tragarse todo lo que osara entrar sin siquiera tener un mecanismo de fauces para cerrarse. Había leído bastante de aquel lugar antes de su llegada a Tailandia. Las cuevas de Tham Luang Nang Non, un complejo de canales y cavernas subterráneos que se extendían por unos 10 kilómetros, y que durante la temporada de lluvias solían llenarse de agua para formar trampas mortales para los curiosos que venían en expediciones sin los instrumentos necesarios.
Cuando por fin tuvo suficientemente de su momento de ensimismamiento, decidió ponerse manos a la obra. Colocó la pesada mochila que cargaba sobre sus hombros en el suelo y comenzó a desempacar varios utensilios, entre ellos varias cuervas, cuchillos afilados en sus vainas, un par de linternas con paquetes de baterías de repuesto, entre otras amenidades. El hombre que la había acompañado todavía no se retiraba y la observaba con cierta curiosidad. —Disculpe, señorita… No es de mi incumbencia y aunque le pregunté no creo que me conteste…— A esto, la comisura del labio de la peliblanca se estiró por unos pocos segundos. —… pero, ¿es muy importante lo que tiene que ir a buscar?—
—Lo es.— Quería contestarle, pero se contuvo. En las entrañas de esas cuevas, en algún rincón oscuro, se encontraba escondida una gema de incontable valor económico y ni qué decir mágico. Su investigación la había llevado a aquel país de Asia, pues los últimos poseedores de la joya habían sido una secta de monjes que, en sus últimos tiempos, habían decidido habitar en las zonas boscosas. Hoy día todos estaban muertos y de la gema nada se supo, por lo que era su pensamiento lógico lo que la hacía suponer que se encontraba allí. Un lugar abandonado y que no llamara la atención. A todos les gustaba un dato irónico.
—Es sólo para un estudio. El mundo vive en constante cambio y es importante evaluarlo de vez en cuando. No importa si sea el final de los tiempos…— Esperaba que con aquella vaga respuesta el sujeto se sintiera satisfecho y se retirara.
Sin embargo, algo curioso atrapó el interés de su mirada. Pisadas en el suelo. Forzando su mirada, intentó distinguir algo en la oscuridad de la cueva, pero necesitaba acercarse e iluminar el espacio con su linterna si iba a ver algo. —Creo que es hora de que se vaya, señor…— Le dijo al hombre, aunque era más una orden. Luego de asegurarse de tener las herramientas necesarias, Sylvara inició su camino al interior de la cueva, cuyos ecos le indicaban que no estaría sola durante su aventura.
Ciertamente se podía apreciar que estaban caminando un sendero descuidado por los años, cubierto con maleza, que llevaba a la apertura de una estructura rocosa. A pesar del paso del tiempo, el lugar todavía mostraba indicios de que alguna vez, cuando el mundo era un sitio no tan caótico, las personas llegaban hasta ese lugar para un poco de esparcimiento y exploración de la naturaleza. Justo en la entrada de la caverna había letreros manchados por moho que tal vez sirvieron como señalizaciones, un pequeño puesto de taquillas y barandillas de seguridad que bajaban con unas escaleras. —¿Está segura de que quiere continuar? Hace poco tuvimos una fuerte temporada de lluvia. Por ahora no tenemos predicción de más, pero el clima de este lugar puede ser caprichoso… además, es muy posible que los canales y demás cuevas subterráneas todavía estén llenas de agua…—
—Estoy segura de que quiero continuar, tranquilo. Necesitaba que me trajera hasta aquí porque son las reglas que lo exigen. No le estoy pidiendo que me acompañe para lo que queda del trayecto. Tampoco tiene que quedarse.— Trató de no sonar tan severa, pero sonar gentil le era un tanto problemático. No fue para nada sorprendente que el guía le regalara una rápida mirada de enojo.
Por unos momentos su mente jugueteó con la idea de disculparse, aunque al final de cuentas ese pensamiento desapareció casi al instante. Sylvara le puso más energía a su andar, abriéndose camino en el camino silvestre para llegar a la entrada de la cueva. En silencio apreció la majestuosidad de la apertura de la caverna, era inmensa, amenazadora y emanaba una sensación de tragarse todo lo que osara entrar sin siquiera tener un mecanismo de fauces para cerrarse. Había leído bastante de aquel lugar antes de su llegada a Tailandia. Las cuevas de Tham Luang Nang Non, un complejo de canales y cavernas subterráneos que se extendían por unos 10 kilómetros, y que durante la temporada de lluvias solían llenarse de agua para formar trampas mortales para los curiosos que venían en expediciones sin los instrumentos necesarios.
Cuando por fin tuvo suficientemente de su momento de ensimismamiento, decidió ponerse manos a la obra. Colocó la pesada mochila que cargaba sobre sus hombros en el suelo y comenzó a desempacar varios utensilios, entre ellos varias cuervas, cuchillos afilados en sus vainas, un par de linternas con paquetes de baterías de repuesto, entre otras amenidades. El hombre que la había acompañado todavía no se retiraba y la observaba con cierta curiosidad. —Disculpe, señorita… No es de mi incumbencia y aunque le pregunté no creo que me conteste…— A esto, la comisura del labio de la peliblanca se estiró por unos pocos segundos. —… pero, ¿es muy importante lo que tiene que ir a buscar?—
—Lo es.— Quería contestarle, pero se contuvo. En las entrañas de esas cuevas, en algún rincón oscuro, se encontraba escondida una gema de incontable valor económico y ni qué decir mágico. Su investigación la había llevado a aquel país de Asia, pues los últimos poseedores de la joya habían sido una secta de monjes que, en sus últimos tiempos, habían decidido habitar en las zonas boscosas. Hoy día todos estaban muertos y de la gema nada se supo, por lo que era su pensamiento lógico lo que la hacía suponer que se encontraba allí. Un lugar abandonado y que no llamara la atención. A todos les gustaba un dato irónico.
—Es sólo para un estudio. El mundo vive en constante cambio y es importante evaluarlo de vez en cuando. No importa si sea el final de los tiempos…— Esperaba que con aquella vaga respuesta el sujeto se sintiera satisfecho y se retirara.
Sin embargo, algo curioso atrapó el interés de su mirada. Pisadas en el suelo. Forzando su mirada, intentó distinguir algo en la oscuridad de la cueva, pero necesitaba acercarse e iluminar el espacio con su linterna si iba a ver algo. —Creo que es hora de que se vaya, señor…— Le dijo al hombre, aunque era más una orden. Luego de asegurarse de tener las herramientas necesarias, Sylvara inició su camino al interior de la cueva, cuyos ecos le indicaban que no estaría sola durante su aventura.
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Sylvara
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por Luanna Nordskov Sáb Jul 07, 2018 2:37 pm
La basura de uno, es el tesoro de otro
Para la maga era curioso como un lugar tan enigmático había sido dejado a su suerte con el pasar de los años. Un lugar que aun estando a las faldas del camino casi inexistente, rebosaba con una vibración y un alma poderosa que parecía cansada ante el paso del tiempo. Alma que le daba la bienvenida en el momento en que sus botas tocaron suelo antiguo y avisaba que en sus entrañas contenía mas de un secreto por descubrir; a los ojos mortales ese lugar no era mas que una vieja atracción turística, algo para tomarse fotos y continuar, mas ante los ojos correctos, era una mina de magia, notando la energía que reposaba dormida y acumulada en cada rincón, un lugar al cual había que tenerle respeto y tratarlo como algo viviente y no solo como un montón de roca. La sonrisa de la bruja no podría ser mas grande al estar por fin en ese lugar.
-Oh vamos! No luzca tan preocupado señor Xin Yi, puede que no lo parezca pero sé lo que estoy haciendo- asegura la bruja, regalándole una sonrisa modesta y elegante, algo que si bien no calmo al guía, logro hacerle entender que debía partir -no se le olvide: dele ese ungüento a su madre por dos semanas, no mas…no menos y le aseguro que la tendrá cocinando de nuevo- no había sido fácil encontrar un guía que no quisiera verle la cara de tonta ofreciendo sus servicios por precios elevados, al señor Xin se lo había topado cuando regañaba a uno de los otros al crear mala fama para los guías y al ver su cara cansada y su ademan derrotado, decidió que él seria su guía. Una pequeña platica y ya estaba creando ese ungüento para la pierna enferma de su madre quien tenia una infección.
Para cuando el guía se fue, ella ya se encontraba en la boca de la caverna, acomodando aquella mochila al hombro y adentrándose al fin a los primeros metros de aquel lugar. Un eco parecía pasar a través de ella a conforme se adentraba, el sonido de gotas cayendo se podía escuchar en la lejanía, creando eco que se perdía a cada paso que daba. No entendía como un grupo de monjes había decidido que una caverna era mejor lugar que un templo, pensando en que seria muy extraño verlos ahí, mas al posar su mirada en el camino a seguir y ver como la oscuridad parecía comerse todo rastro de luz que pudiese entrar, comenzó a comprender el propósito del porque ahí y no en otro lugar. ¿Qué mejor que un lugar que promete problemas y heridas si no se sabe lo que se hace? Los mortales eran seres curiosos si, pero también temerosos de lo que no pueden ver y con los sonidos del viento creando lamentos por todos lados, lo comprendía.
-Lumina…- murmura bajo abriendo la palma de su mano para crear pequeñas esferas de luz que danzaban a su alrededor, dándole suficiente visibilidad para avanzar -ahora…¿Dónde deje esas escrituras?- toma asiento en una enorme formación rocosa, comenzando a esculcar su mochila en busca de aquel texto, uno que había descubierto entre la montaña de libros de una biblioteca abandonada no muy lejos de ahí. Al cabo de un rato, escucha lo que parecen ser voces ahogadas viniendo de la entrada, anunciando que tal vez ella no era la única que había decidido jugar al explorador aquel dia y a juzgar por el tono de voz, se trataba de otra mujer. Curiosa, se pone de pie con papel en mano, mientras las esferas aun danzaban a su alrededor, decidiendo esperar por su “acompañante” mientras lee las escrituras que indicaban como no perderse en ese lugar y que había que evitar.
Para la maga era curioso como un lugar tan enigmático había sido dejado a su suerte con el pasar de los años. Un lugar que aun estando a las faldas del camino casi inexistente, rebosaba con una vibración y un alma poderosa que parecía cansada ante el paso del tiempo. Alma que le daba la bienvenida en el momento en que sus botas tocaron suelo antiguo y avisaba que en sus entrañas contenía mas de un secreto por descubrir; a los ojos mortales ese lugar no era mas que una vieja atracción turística, algo para tomarse fotos y continuar, mas ante los ojos correctos, era una mina de magia, notando la energía que reposaba dormida y acumulada en cada rincón, un lugar al cual había que tenerle respeto y tratarlo como algo viviente y no solo como un montón de roca. La sonrisa de la bruja no podría ser mas grande al estar por fin en ese lugar.
-Oh vamos! No luzca tan preocupado señor Xin Yi, puede que no lo parezca pero sé lo que estoy haciendo- asegura la bruja, regalándole una sonrisa modesta y elegante, algo que si bien no calmo al guía, logro hacerle entender que debía partir -no se le olvide: dele ese ungüento a su madre por dos semanas, no mas…no menos y le aseguro que la tendrá cocinando de nuevo- no había sido fácil encontrar un guía que no quisiera verle la cara de tonta ofreciendo sus servicios por precios elevados, al señor Xin se lo había topado cuando regañaba a uno de los otros al crear mala fama para los guías y al ver su cara cansada y su ademan derrotado, decidió que él seria su guía. Una pequeña platica y ya estaba creando ese ungüento para la pierna enferma de su madre quien tenia una infección.
Para cuando el guía se fue, ella ya se encontraba en la boca de la caverna, acomodando aquella mochila al hombro y adentrándose al fin a los primeros metros de aquel lugar. Un eco parecía pasar a través de ella a conforme se adentraba, el sonido de gotas cayendo se podía escuchar en la lejanía, creando eco que se perdía a cada paso que daba. No entendía como un grupo de monjes había decidido que una caverna era mejor lugar que un templo, pensando en que seria muy extraño verlos ahí, mas al posar su mirada en el camino a seguir y ver como la oscuridad parecía comerse todo rastro de luz que pudiese entrar, comenzó a comprender el propósito del porque ahí y no en otro lugar. ¿Qué mejor que un lugar que promete problemas y heridas si no se sabe lo que se hace? Los mortales eran seres curiosos si, pero también temerosos de lo que no pueden ver y con los sonidos del viento creando lamentos por todos lados, lo comprendía.
-Lumina…- murmura bajo abriendo la palma de su mano para crear pequeñas esferas de luz que danzaban a su alrededor, dándole suficiente visibilidad para avanzar -ahora…¿Dónde deje esas escrituras?- toma asiento en una enorme formación rocosa, comenzando a esculcar su mochila en busca de aquel texto, uno que había descubierto entre la montaña de libros de una biblioteca abandonada no muy lejos de ahí. Al cabo de un rato, escucha lo que parecen ser voces ahogadas viniendo de la entrada, anunciando que tal vez ella no era la única que había decidido jugar al explorador aquel dia y a juzgar por el tono de voz, se trataba de otra mujer. Curiosa, se pone de pie con papel en mano, mientras las esferas aun danzaban a su alrededor, decidiendo esperar por su “acompañante” mientras lee las escrituras que indicaban como no perderse en ese lugar y que había que evitar.
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por Sylvara Lun Jul 16, 2018 6:29 am
La iluminación del exterior sólo la acompañó hasta cierto punto y su visibilidad pasó a depender de la luz de su linterna. De momento, el camino de la caverna era sólo uno y conforme avanzaba el lugar comenzó a ejecutar aquel truco de todas grutas misteriosas: tenían el especial talento de tragar el sonido externo, sin importar la fuerza del mismo. Aquella habilidad producía una incómoda sensación de claustrofobia, la cueva te tragaba y al alejarte de la entrada la mente comenzaba a sustituir la realidad con la idea de que tal vez no existan entradas ni salidas. Los nervios de Sylvara podían ser considerados de acero, pero la verdad era que ese lugar iba a poner a prueba esa afirmación.
Sufriendo los primeros síntomas de distorsión, no supo decir si le había tomado mucho o poco tiempo encontrarse con el otro ser vivo que estaba rondando el camino de la caverna. Era una mujer, eso lo podía decir a simple vista, y que la misma parecía manejar cierto nivel de magia, eso se lo decían las luces que flotaban alrededor de la otra. Por unos segundos hubo un silencio extraño que no podía ser llamado incómodo. Ninguna de las dos se apreciaba incomodas, más bien habían venido por su cuenta y el haberse encontrado era un mero tecnicismo que en ninguna manera arruinaba el propósito de la expedición.
No era su obligación hablarle, realmente no era necesario a nivel social, pero la mestiza se vio en la necesidad de romper el hielo. La agobiante sensación de la cueva le producía deseos de romper su asfixiante sinfonía de gotas y corrientes de aire que producían silbidos y ecos. —Espero que no haya pagado por una expedición privada, porque le habrán robado entonces.— Decidió comenzar con un chiste, aunque no fuera muy bueno. Estaba un poco oxidada en lo que a trato cordial se refería. —Perdón que me entrometa, supongo que está en busca de la gema, ¿no? En estos tiempos en lo único que llama a las personas a este lugar, en especial si son…— Comentó, y levantó ligeramente su mentón para acentuar la última palabra de su frase. —… mágicos.—
De cualquier manera, aquel lugar era un buen punto para sacar y examinar su propio mapa. Colocó su mochila en el suelo y se arrodilló a su lado, rebuscando y sacando su propio mapa además de una pequeña brújula y un lápiz para hacer marcas en la ruta del papel. Mentalmente repasó la distancia que había recorrido para encontrarse con la extraña y dio con un cálculo más o menos certero de su ubicación actual. La información que el mapa le daba era que el túnel continuaba un centenar de metros para llegar a un hundimiento de terreno que posiblemente todavía estaba inundado con agua por la tormenta de hace unas semanas. —No quisiera que esto fuera más raro de lo que tiene que ser. Vamos a compartir camino al menos hasta la primera cámara de ésta cueva.— Poniéndose de pie, se acercó hasta el lugar donde se encontraba la otra mujer y le ofreció la diestra como saludo de presentación. —Soy Sylvara. ¿Usted?—
Si los papeles estuviesen invertidos ella misma no respondería, pues su naturaleza era la de desconfiar. El mundo la había convertido en ese tipo de ser. Sin embargo, una parte de ella, quizás esa pequeña parte de su persona que todavía se aferraba a los aspectos positivos de la vida, sentía alivio al encontrar a alguien más para hacer el viaje. No importaba que existiera la posibilidad de pelear luego en caso de querer llevarse lo mismo. El hecho de que no estaría sola con sus pensamientos era algo que debía agradecerse a los dioses que le habían dado la espalda al mundo.
Sufriendo los primeros síntomas de distorsión, no supo decir si le había tomado mucho o poco tiempo encontrarse con el otro ser vivo que estaba rondando el camino de la caverna. Era una mujer, eso lo podía decir a simple vista, y que la misma parecía manejar cierto nivel de magia, eso se lo decían las luces que flotaban alrededor de la otra. Por unos segundos hubo un silencio extraño que no podía ser llamado incómodo. Ninguna de las dos se apreciaba incomodas, más bien habían venido por su cuenta y el haberse encontrado era un mero tecnicismo que en ninguna manera arruinaba el propósito de la expedición.
No era su obligación hablarle, realmente no era necesario a nivel social, pero la mestiza se vio en la necesidad de romper el hielo. La agobiante sensación de la cueva le producía deseos de romper su asfixiante sinfonía de gotas y corrientes de aire que producían silbidos y ecos. —Espero que no haya pagado por una expedición privada, porque le habrán robado entonces.— Decidió comenzar con un chiste, aunque no fuera muy bueno. Estaba un poco oxidada en lo que a trato cordial se refería. —Perdón que me entrometa, supongo que está en busca de la gema, ¿no? En estos tiempos en lo único que llama a las personas a este lugar, en especial si son…— Comentó, y levantó ligeramente su mentón para acentuar la última palabra de su frase. —… mágicos.—
De cualquier manera, aquel lugar era un buen punto para sacar y examinar su propio mapa. Colocó su mochila en el suelo y se arrodilló a su lado, rebuscando y sacando su propio mapa además de una pequeña brújula y un lápiz para hacer marcas en la ruta del papel. Mentalmente repasó la distancia que había recorrido para encontrarse con la extraña y dio con un cálculo más o menos certero de su ubicación actual. La información que el mapa le daba era que el túnel continuaba un centenar de metros para llegar a un hundimiento de terreno que posiblemente todavía estaba inundado con agua por la tormenta de hace unas semanas. —No quisiera que esto fuera más raro de lo que tiene que ser. Vamos a compartir camino al menos hasta la primera cámara de ésta cueva.— Poniéndose de pie, se acercó hasta el lugar donde se encontraba la otra mujer y le ofreció la diestra como saludo de presentación. —Soy Sylvara. ¿Usted?—
Si los papeles estuviesen invertidos ella misma no respondería, pues su naturaleza era la de desconfiar. El mundo la había convertido en ese tipo de ser. Sin embargo, una parte de ella, quizás esa pequeña parte de su persona que todavía se aferraba a los aspectos positivos de la vida, sentía alivio al encontrar a alguien más para hacer el viaje. No importaba que existiera la posibilidad de pelear luego en caso de querer llevarse lo mismo. El hecho de que no estaría sola con sus pensamientos era algo que debía agradecerse a los dioses que le habían dado la espalda al mundo.
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