[FB] Music for the lonely heart — Priv.

La pérdida de un ser amado afecta a todos de diferentes maneras. Algunos hacen luto en silencio sin derramar ni una sola lágrima. Otros recuerdas a sus seres queridos entre risas, buenos momentos que pasaron con ellos en vez de mostrar una depresión absoluta. Pero hay otros, cuyo silencio comunica más que mil palabras, dolían desde el fondo de su corazón. La falta de un ser amado a veces afecta a unos de tal manera, que la depresión es más fuerte que la mismísima realidad que les rodea. Ese era el caso de nuestro pobre Orfeo, el cual tras haber perdido a su verdadero y único amor por culpa de una mísera serpiente, se sentía eternamente perdido. Un hombre que había perdido su rumbo, su luz que le guiaba por el camino a seguir. Sentía que no podía hacer más que sufrir esa condena que le había tocado, un castigo que parecía venir del mismísimo cielo, enviado por los dioses por amar tanto a una mujer, la única mujer de la que estaba orgulloso de decir que la amaba. Porque muchas otras habrán profesado su amor por el hombre, más sus melodías no iban dedicadas a ellas; ahora no iban dedicadas a nadie.

No tenían destino, cada tonada que salía de su Lira era triste. El cielo teñido de un lúgubre gris, los árboles parecían acongojados ante la visión de aquel que alguna vez cantó con tanto entusiasmo y amor, ahora sufriendo esa cruel condena de tener que vivir por siempre sin el amor de su querida Eurídice a su lado. ¿A quién podría dedicarle esas canciones ahora? Si la forma en la que tocaba siquiera parecía ir con cariño si no con todo el dolor que su ahora resquebrajado corazón podía reunir. Los pocos sentimientos que quedaban en él era ese eterno amor por Eurídice, que nada ni nadie en el mundo podría convencerle de lo contrario. Era su único amor, incluso cuando las mujeres más hermosas del mundo se reunieran alrededor de su masculina belleza y su maravillosa voz acompañada únicamente por la música de aquella lira, que para los demás podría resultar bella... para Orfeo solo eran notas sueltas al aire.

Sentado en la banca donde se suponía iban a encontrarse el día en que ella murió. Día tras día repetía el mismo recorrido. Caminaba el mismo sendero hasta llegar a esa zona de los jardines colgantes, dejando la cesta ahora vacía a su lado, y ese ramo de flores que tanto le gustaban a la rubia. Ignoraba por completo la gente que podía estar rodeándole, su mirar siquiera estaba enfocado en algo; su visión nublada por las lágrimas que lograban escapar por si solas de sus ojos. Ni un sollozo escapaba por la boca del músico, incluso evitando el mirar de aquellas damiselas que se acercaban a él buscando darle consuelo a su adolorido corazón. Para alguien como él, no habría consuelo jamás, no hasta que volviera a ver con una bella sonrisa los hermosos ojos de su Eurídice, sonriéndole dulcemente y esperando por su amor.

Aquellos viejos, sabios y de buen corazón sufrían tanto como él. Escuchando su tonada y extrañando la voz del joven ángel. No pudiendo hacer nada más que ver cómo poco a poco este mismo se iba destruyendo en su luto. Lágrimas brotaban de los ojos de los mayores que escuchasen su música, ya que esta presentaba melancolía, pena; no existe mayor dolor para un amante perder a su compañera. Su media naranja, su perfección.