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We were meant to meet, dont you think? [Priv. Katja +18]
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por Eldarion Dom Jul 15, 2018 10:12 pm
El traidor, la dama de compañía y el Dios del engaño.
Loki se encontró, por primera vez en bastante tiempo, sorprendido. No hubo motivos, no hubo explicaciones, no hubo ningún tipo de información que hubiera podido justificar aquél inesperado giro de sucesos. Para un ser como él, el cual es generalmente capaz de prever todo lo que ocurrirá a su alrededor, aquello fue una experiencia a la que quizás estaba poco acostumbrado. Pero sus mas recientes experiencias le habían enseñado a sacarle provecho hasta a lo inesperado. Lo que una vez hubiera sido recibido con disgusto y hasta con algún desliz de temor, hoy era recibido con curiosidad e interés. El encierro lo había cambiado, vaya que sí. Recordaba los primeros años que pasó encerrado en aquella cueva, cuando aún las vísceras indestructibles de su amigo se encontraban frescas. Un período en el cual llegó a explorar todos los posibles escenarios en los cuales él podría llegar a morir por su propio castigo. Pero por mas que le diera vueltas al asunto, nunca llegaba a una conclusión favorable. Puesto que ese veneno, solo lo lastimaba. Recordaba como se pasaba los días dibujando planes de venganza y diseñaba formas diferentes de asesinar a los culpables de su sufrimiento.
Y ahora, estando enfrente de uno de los clubes mas exclusivos de aquella ciudad Europea, Loki no podía evitar el impulso de sonreír. En los tiempos previos al encierro, no hubiera sonreído de aquella forma. Pero ahora sonreía. El hecho de que uno de sus mas prominentes y útiles espías lo había traicionado hacía poco tiempo, se le antojó interesante. Su mirar recorrió el establecimiento por completo. Era una mole de cemento de mas de 20 pisos. Un número austero para una gran ciudad, pero esa ciudad no era en absoluto grande. El hotel era con total facilidad, uno de los edificios mas grandes de todo el asentamiento. El lujo se desprendía de cada pequeño detalle, incluso en un exterior azotado por el cruento clima del invierno. La pintura de las paredes exteriores se encontraba en perfecto estado, dejando en claro la labor constante del equipo de mantenimiento. En la puerta, de suntuosos colores dorados, había dos grupos primordiales de empleados. Por un lado se encontraban los muchachos que aparcaban los vehículos de la exclusiva clientela que allí concurría. Los guardias de seguridad, todo altos y fornidos, completaban una diligencia destinada a dar un aire de absoluta superioridad y elitismo. El sólo hecho de recordar los inicios de aquél espía suyo le causaba gracia. Un infeliz que acababa de morder la mano que le dio de comer. Por que no fue con dinero que obtuvo ese hotel tan maravilloso. Sino por la red de información que Loki había tejido poco después de ser liberado por Ares.
Como él acostumbraba siempre, no se postró en la entrada con su apariencia "normal". Sino que apareció allí con la apariencia de uno de los principales inversionistas del club. No tuvo que anunciar otra cosa que no fuera su nombre a uno de los guardias, que estos llamaron de forma inmediata al dueño del establecimiento. Era todo para cuidar las apariencias. Loki enviaba un mensaje a su "empleado" y acordaban el nombre con el cual el dios del engaño se anunciaría en la puerta. El señor Kovacs [El espía.] dejaría dicho que cuando se presentara cierto hombre, los guardias tenían la orden de comunicárselo inmediatamente. La rutina se repitió otra vez aquella noche. El hecho de que lo había descubierto no fue el motivo de la reunión. Sino que todo lo contrario. Era tan rutinario como toda la secuencia de ingreso. Después de todo, Loki lo visitaba dos veces al mes. Y por esos días era generalmente que solía aparecer. Los guardias catearon su cuerpo y una vez que verificaron que no traía nada sospechoso encima, le indicaron que subiera hasta el último piso, que el señor Kovacs lo estaba esperando. El nórdico dejó propina a los guardias y con total calma ingresó al club mas exclusivo de la ciudad.
- Ah Kovacs...serás un estúpido pero por lo menos mantienes el buen gusto. - Pensó para sus adentros la deidad. Siempre era un placer ingresar en aquél sitio. Sólo una selecta porción de la sociedad tenía permitido el ingreso. Empresarios de todo el mundo, políticos, y todos los rostros que manejaban porciones importantes de la economía conformaban la clientela del lugar. Un sitio en el cual los poderosos titiriteros del mundo podían escapar del ojo público y sumirse en la oscuridad de todo tipo de placeres. Empresarios que se dejaban fornicar por hombres aceitados y de escultural figura, cuando en la sociedad tenían una hermosa familia de revista. Otros que optaban por celebrar orgías sin ningún tipo de miramiento o medición. Droga y sexo en todo su esplendor. Loki no tuvo que recorrer todo el lobby para que la encargada del personal lo reconociera finalmente. - Madame Lancaster, siempre es un gusto verla.
- Señor 27, el verlo siempre reconforta la vista de esta cansada mujer. - Todos los clientes de ese lugar dejaban sus nombres en el olvido al ingresar. La mujer era la encargada de gerenciar a todo el personal que formaba parte del personal "sexual" del lugar. Era uno de los dos empleados de mayor relevancia en el club. La opulenta mujer besó en la mejilla la figura adoptada por Loki y este le devolvió el gesto. - Venga conmigo, el Señor Kovacs lo está esperando en su despacho.
- Como siempre, usted determine la ruta. Yo la seguiré.
Los dos se adentraron de lleno en todo el vicioso mundo que allí parecía desenvolverse con una naturalidad sorprendente. Había gente, que sin el pudor del mundo exterior, se paseaba desnuda persiguiendo alguna prostituta que tuviera la apariencia que mas les complacía. Otros fornicaban en pleno lobby, acompañados por una sensual melodía que inundaba por completo el ambiente. El nórdico no demoró en llegar, guiado siempre por aquella mujer, hasta un gran elevador de doradas puertas. La mujer presionó el botón y juzgando por el tablero electrónico, el elevador estaba a unos tres pisos de ellos. Una vez que este llegó la mujer se despidió. Por lo visto, su jefe le había dado la precisa orden de no subir en su compañía en esta ocasión. Perfecto, pensó para sus adentros Loki. Faltaba muy poco tiempo para encarar finalmente al traidor.
"Piso 20, Penthouse."
Y ahora, estando enfrente de uno de los clubes mas exclusivos de aquella ciudad Europea, Loki no podía evitar el impulso de sonreír. En los tiempos previos al encierro, no hubiera sonreído de aquella forma. Pero ahora sonreía. El hecho de que uno de sus mas prominentes y útiles espías lo había traicionado hacía poco tiempo, se le antojó interesante. Su mirar recorrió el establecimiento por completo. Era una mole de cemento de mas de 20 pisos. Un número austero para una gran ciudad, pero esa ciudad no era en absoluto grande. El hotel era con total facilidad, uno de los edificios mas grandes de todo el asentamiento. El lujo se desprendía de cada pequeño detalle, incluso en un exterior azotado por el cruento clima del invierno. La pintura de las paredes exteriores se encontraba en perfecto estado, dejando en claro la labor constante del equipo de mantenimiento. En la puerta, de suntuosos colores dorados, había dos grupos primordiales de empleados. Por un lado se encontraban los muchachos que aparcaban los vehículos de la exclusiva clientela que allí concurría. Los guardias de seguridad, todo altos y fornidos, completaban una diligencia destinada a dar un aire de absoluta superioridad y elitismo. El sólo hecho de recordar los inicios de aquél espía suyo le causaba gracia. Un infeliz que acababa de morder la mano que le dio de comer. Por que no fue con dinero que obtuvo ese hotel tan maravilloso. Sino por la red de información que Loki había tejido poco después de ser liberado por Ares.
Como él acostumbraba siempre, no se postró en la entrada con su apariencia "normal". Sino que apareció allí con la apariencia de uno de los principales inversionistas del club. No tuvo que anunciar otra cosa que no fuera su nombre a uno de los guardias, que estos llamaron de forma inmediata al dueño del establecimiento. Era todo para cuidar las apariencias. Loki enviaba un mensaje a su "empleado" y acordaban el nombre con el cual el dios del engaño se anunciaría en la puerta. El señor Kovacs [El espía.] dejaría dicho que cuando se presentara cierto hombre, los guardias tenían la orden de comunicárselo inmediatamente. La rutina se repitió otra vez aquella noche. El hecho de que lo había descubierto no fue el motivo de la reunión. Sino que todo lo contrario. Era tan rutinario como toda la secuencia de ingreso. Después de todo, Loki lo visitaba dos veces al mes. Y por esos días era generalmente que solía aparecer. Los guardias catearon su cuerpo y una vez que verificaron que no traía nada sospechoso encima, le indicaron que subiera hasta el último piso, que el señor Kovacs lo estaba esperando. El nórdico dejó propina a los guardias y con total calma ingresó al club mas exclusivo de la ciudad.
- Ah Kovacs...serás un estúpido pero por lo menos mantienes el buen gusto. - Pensó para sus adentros la deidad. Siempre era un placer ingresar en aquél sitio. Sólo una selecta porción de la sociedad tenía permitido el ingreso. Empresarios de todo el mundo, políticos, y todos los rostros que manejaban porciones importantes de la economía conformaban la clientela del lugar. Un sitio en el cual los poderosos titiriteros del mundo podían escapar del ojo público y sumirse en la oscuridad de todo tipo de placeres. Empresarios que se dejaban fornicar por hombres aceitados y de escultural figura, cuando en la sociedad tenían una hermosa familia de revista. Otros que optaban por celebrar orgías sin ningún tipo de miramiento o medición. Droga y sexo en todo su esplendor. Loki no tuvo que recorrer todo el lobby para que la encargada del personal lo reconociera finalmente. - Madame Lancaster, siempre es un gusto verla.
- Señor 27, el verlo siempre reconforta la vista de esta cansada mujer. - Todos los clientes de ese lugar dejaban sus nombres en el olvido al ingresar. La mujer era la encargada de gerenciar a todo el personal que formaba parte del personal "sexual" del lugar. Era uno de los dos empleados de mayor relevancia en el club. La opulenta mujer besó en la mejilla la figura adoptada por Loki y este le devolvió el gesto. - Venga conmigo, el Señor Kovacs lo está esperando en su despacho.
- Como siempre, usted determine la ruta. Yo la seguiré.
Los dos se adentraron de lleno en todo el vicioso mundo que allí parecía desenvolverse con una naturalidad sorprendente. Había gente, que sin el pudor del mundo exterior, se paseaba desnuda persiguiendo alguna prostituta que tuviera la apariencia que mas les complacía. Otros fornicaban en pleno lobby, acompañados por una sensual melodía que inundaba por completo el ambiente. El nórdico no demoró en llegar, guiado siempre por aquella mujer, hasta un gran elevador de doradas puertas. La mujer presionó el botón y juzgando por el tablero electrónico, el elevador estaba a unos tres pisos de ellos. Una vez que este llegó la mujer se despidió. Por lo visto, su jefe le había dado la precisa orden de no subir en su compañía en esta ocasión. Perfecto, pensó para sus adentros Loki. Faltaba muy poco tiempo para encarar finalmente al traidor.
"Piso 20, Penthouse."
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Eldarion
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por L. Katja Hildegard Lun Jul 23, 2018 2:05 am
Noche... Única amiga capaz de mantener todos los secretos que sin esfuerzo escondía una joven aventurera y amante entre sábanas, milagrosamente continuando como una incógnita para aquellos ojos incapaces de atestiguar sus maliciosas hazañas, porque persuadir y perseguir su propio deseo caprichoso era sin duda una de las tantas travesuras que escapaban de la fantasía, volviéndose realidad en su deleite personal con un concepto de diversión un tanto distorsionado. No podía permitirle la entrada a la moral, el sentido correcto de hacer las cosas no existían. Había visto lo suficiente para pensar así, y aún era consciente que le faltaba ser espectadora de mucho más, sin embargo el presente era exclusivo y solo a éste le dedicaba toda la importancia que merecía. Un presente de rasgos gastados, absorbido por la vida que le tocaba lidiar, o al menos eso leía ella entre las miradas que participaban, una juguetona y otra poco convencida de lo que hacía. Su atención estaba compartida entre él y la música que retumbaba contra la puerta del cuarto, queriendo entrar para ser cómplice del acto ruin que se daría a cabo entre cuatro paredes, si no fuese por una nombrada moral que insistía en quedarse y se volvía cada vez más fuerte que sus propios encantos.
Manos finas, expertas en buscar y encontrar, muy consideradas recorriendo cada extensión del cuerpo postrado frente a ellas, impulsándolo de manera apacible ante el pecado de sus intenciones. Cada yema profesaba el calor citado por el movimiento de sus dedos, pacientemente navegando por sus hombros, procurando en silencio derretir aquellos músculos rígidos que no cedían ante el delicado tacto que volvía más tenso el ambiente erótico que desde un principio no debería ni de existir, no desde el punto de vista del hombre, víctima de sus hechizos. No era fácil convencer a alguien obsesionado con vivir en un matrimonio seco, más ella era una amante de los retos y su determinada pasión por triunfar en algo que empezó como un juego de palabras, rápidamente escaló avivando una indecente efusión por hacer lo incorrecto y empujar a un ser del sexo opuesto en el camino. Él era el presente de ahora. Katja estaba más que encantada de vivirlo en carne propia desde el primer piso del edificio. Sala privada, exclusiva para su uso personal.
Esa complaciente tonadilla era tóxica ante los oídos de un consorte que no le pertenecía. El cristal ambarino de sus orbes brillaba entre la luz tenue de la habitación, ofreciendo una vista cómplice y servicial, invitándolo a ser parte del panorama inmoral que ella misma había elaborado con promesas sicalípticas, haciendo uso de una voz lucrada que desde joven supo afinar para endulzar a gusto el ego de cualquiera. Sobretodo el de alguien con más de cinco copas de alcohol encima. El hombre sentado a su lado sólo tenía tres whiskeys envenenando su razón, sofocando sus neuronas al punto de asentir ante las propuestas que le fueron ofrecidas, sin darse el famoso lujo de pensar las consecuencias de estar el mismo cuarto que una dama de compañía en busca de su billetera.
Fue complicado convencerlo de que no se retirara cuando ella sigilosamente se sentó a su lado, beneficiándose irónicamente de la fuerte música que retumbaba de los grandes parlantes en aquel club nocturno, su segundo hogar. Su interés despertó desde el primer momento en el que un solitario individuo cruzó las puertas del galardonado edificio y desajustó su corbata de la misma forma en que desconectaría todo el estrés esa noche, influenciado por el alcohol, un desgastador empleo y un matrimonio seco, en todos los aspectos. La joven bailarina percibió esto y más, queriendo monopolizar la decepción humana a su favor. Así fue como alcanzó a manifestar su presencia en una inocente mirada que no se desviaba ni un segundo, pretendiendo estudiar el frío teñir de sus ojos cerúleos, como si pudiera analizar los pensamientos del hombre a través de ellos. Seguramente rechazaba su invitación de querer conversar y tal vez llegar a un acuerdo en dónde ambos podrían salir beneficiados, sin embargo su paciencia le ayudaba a esbozar una gatuna sonrisa e inclinar su cabeza hacía el silencio que le daba la bienvenida. No hubo una conversación larga pero pudo descubrir el nombre de su próximo amante, porque estaba muy segura de sus habilidades para persuadir y encontrar al siguiente partícipe de sus fantasías. Los escogía altos, de traje y con un historial económico lo bastante convincente como para involucrarse con ellos, guiándose con el detalle del coste y del lujo importante que el mismo club manejaba. Cualquier tipo de ciudadano pisaba el lugar, pero eran en mayoría empresarios y mayoristas quienes visitaban con regularidad, recordaba alguna que otra mujer en busca de la misma diversión, el mundo y su gente daba para todo y a ella no le preocupaba ser parte.
Probablemente era un empleado, alguien cansado de su jefe o de su mujer, sólo le quedaba jugar a adivinar y ver si acertaba sus sospechas de un hombre infeliz que se escapaba y dejaba su vida a manos de la noche. No conocía el miedo de confesar lo que veía y poco a poco embrujó la situación a su gusto, descifrando la travesura; una mujer que no lograba satisfacer el nivel sexual de su esposo, encaminándolo hacía la peor ruta. Él no le dijo nada, pero fue fácil deducirlo en la poca palabra que alcanzó a sacarle, ella y los vasos de alcohol que iban uno tras otro, ayudándola en su cometido. La gracia de la situación era el como ella no hacía nada, y lentamente el sujeto se entregaba a sí mismo con cada gota tóxica que ingería.
Y así fue como empezó la pequeña odisea de seducción, llevando a ambas partes al interior de un cuarto privado para el trato "especial" que ambicionaba ofrecerle. Él todavía insistía en negarle la entrega total de su razón, portando consigo a un terco embriagado que no dejaba de tensarse ante las caricias más suaves, porque ambos sabían que lo estaba ocurriendo era algo impúdico y solo uno de ellos se preocupaba de las circunstancias, y el como podría terminar en la conciencia.
A la vista de él, la joven era maliciosa. Hermosa, sensual, pero había algo oscuro detrás de sus intenciones, un límite que él no buscaba cruzar. Su presencia en el club era por mera necesidad personal, el alcohol y la noche siempre fueron de la mano, y el se había quedado atrás. Estaba ahí para retomar viejos tiempos, pero a la vez olvidarse de lo que le causaba aquel irremediable estrés de un hogar monótono. Le gustaba el ambiente, pero no estaba allí para el propósito al que la bailarina lo invitaba.
Él usó la palabra "problemas" para describir lo que ella quería, y esto solo hizo sonreír a la dama que se prestaba, viendo una atractiva ironía detrás de toda la situación. Los minutos se volvieron horas, y la inocente charla que Katja soplaba pasó a ser lo que actualmente sucedía, con sus manos haciendo todo el trabajo que momentos antes parecía imposible. Seguía con su mirada las expresiones encontradas en el rostro ajeno que aún se esmeraba en negar la libido que lentamente impulsaba sus sentidos gracias a los tratos delicados que ella prometió darle y cumplía su palabra con cada mínimo dedo detallista acariciando hasta el espacio más recóndito de su cuerpo aún vestido con el traje oscuro. El único cambio a contemplar era la corbata ausente y una camisa desabotonada, un par de mechones de cabello dibujaban una apariencia todavía más descuidada para el hombre casado que parecía estar olvidándose de su estado civil.
No negará la dificultad de la situación de antes. Su trabajo era ubicar, seducir y lograr ganar algo a cambio de su "magia" sexual, y no hacía falta hablar de dinero antes de entrar en acción, porque la jovial seguridad que desprendía con orgullo, le decía que su cliente estaría repitiendo el servicio y ofreciendo él mismo el fajo de billetes después de finalizar, y antes de comenzar nuevamente. Así de segura estaba de sí misma, guardándose todo para sí, porque conocía bien cuando mantener el silencio y comportarse como la mujer servicial que pretendía regalar.
Ahora no le preocupaba bañar la escena en conversación, sus palabras jugaban un papel especial en este punto. Endulzar el oído de su cliente y divertirse con las respuestas que podría llegar a recibir, la mayoría decidía no hacerlo. Estarán lo suficientemente ocupados disfrutando el placer en su pequeño paraíso.
Sus cálidos labios soplaron con travesura su oído y comenzaron el pequeño viaje, recorriendo la mandíbula que apretaba los dientes en un último intento de orgullo matrimonial, pero ya era tarde para fingir cualquier fidelidad a algo que se extinguió hace tiempo. Sin que se lo dijera ella lo sabía, y su misión era ayudarlo a revivir la actividad sexual que alguna vez tuvo.
No tardó en recostarlo en la gran cama matrimonial, escena bizarra para cualquier espectador que supiese el pecado detrás de sus intenciones. Con paciencia se sentó sobre él, levantando poco a poco la falta negra que más le favorecía, medias negras y rasgadas de un maltrato recibido, dándole el toque indebido que buscaba. Descansó sus rodillas a cada lado, sus piernas abiertas invitaban pícaras a su cliente. más no dejaba que hiciera mucho. Luego de estar un largo rato convenciéndolo de cometer el crimen, obviamente ella sería la que estaría a cargo para darle la mejor noche de su seca vida. Su paciencia merecía dicha ventaja.
Recorrió su cuello entre débiles mordidas que ascendían lentamente hasta rozar su barbilla y detenerse en los labios entreabiertos que suspiraban a su merced. Pudo admirar el ímpetu en los ojos que horas antes le recordaban a dos témpanos de hielo, sin ningún fuego que los derritiera como ahora. Acarició los muslos con delicadeza palpando la calurosa tela del pantalón que comenzaba a estorbarle, y arrastró con crueldad su lengua por la boca que perdía el aire, ella era muy buena o John no hacía esto hace mucho. Humedeció sus propios labios mientras mantenía su mirada fija en él, y sutilmente se movió hasta su oreja, con la última frase que le diría esta noche.
—Seré tu única complicación de la noche, y si esto te abre un poco la mente, entenderás que yo era justo el tipo de problema que necesitabas.—
Su voz era el tipo de susurro perfecto para seducir incluso si no ponía esmero en querer hacerlo. Buscaba convencer con sensualidad la obvia ayuda que prestaba, utilizando la amargura de un hombre infeliz para volverse el problema que traería una solución. Será difícil de ver, aunque para ella era claro como el agua el comprender que mejorarían las cosas mutuamente. Se convencía de que era una inocente ayuda de ánimo sexual, disfrazado por el gusto personal en involucrarse dónde no debía.
Favoreciéndose de la posición, bailó lentamente con sus caderas y volvió a esbozar una pequeña sonrisa, colocando las palmas de sus manos en el pecho desnudo de un nuevo amante pasajero. Sentía cada vello en el camino de sus pectorales al estómago, deteniendo cada mano en el ombligo para admirar el cuerpo varonil antes de decidir que era tiempo de deshacerse de cada prenda y comenzar el ritual que mejoraría la noche de ambos.
Y con suerte pagaría cuentas pendientes con el dinero que, sin duda, le iba a ser otorgado. Era una dama de compañía en la caza de un cliente atractivo, físico y económicamente, y hoy se sacó la lotería.
Manos finas, expertas en buscar y encontrar, muy consideradas recorriendo cada extensión del cuerpo postrado frente a ellas, impulsándolo de manera apacible ante el pecado de sus intenciones. Cada yema profesaba el calor citado por el movimiento de sus dedos, pacientemente navegando por sus hombros, procurando en silencio derretir aquellos músculos rígidos que no cedían ante el delicado tacto que volvía más tenso el ambiente erótico que desde un principio no debería ni de existir, no desde el punto de vista del hombre, víctima de sus hechizos. No era fácil convencer a alguien obsesionado con vivir en un matrimonio seco, más ella era una amante de los retos y su determinada pasión por triunfar en algo que empezó como un juego de palabras, rápidamente escaló avivando una indecente efusión por hacer lo incorrecto y empujar a un ser del sexo opuesto en el camino. Él era el presente de ahora. Katja estaba más que encantada de vivirlo en carne propia desde el primer piso del edificio. Sala privada, exclusiva para su uso personal.
—Una vez que cierres los ojos, sólo seremos tu y yo. Nadie más invadirá tus pensamientos.—
Esa complaciente tonadilla era tóxica ante los oídos de un consorte que no le pertenecía. El cristal ambarino de sus orbes brillaba entre la luz tenue de la habitación, ofreciendo una vista cómplice y servicial, invitándolo a ser parte del panorama inmoral que ella misma había elaborado con promesas sicalípticas, haciendo uso de una voz lucrada que desde joven supo afinar para endulzar a gusto el ego de cualquiera. Sobretodo el de alguien con más de cinco copas de alcohol encima. El hombre sentado a su lado sólo tenía tres whiskeys envenenando su razón, sofocando sus neuronas al punto de asentir ante las propuestas que le fueron ofrecidas, sin darse el famoso lujo de pensar las consecuencias de estar el mismo cuarto que una dama de compañía en busca de su billetera.
Fue complicado convencerlo de que no se retirara cuando ella sigilosamente se sentó a su lado, beneficiándose irónicamente de la fuerte música que retumbaba de los grandes parlantes en aquel club nocturno, su segundo hogar. Su interés despertó desde el primer momento en el que un solitario individuo cruzó las puertas del galardonado edificio y desajustó su corbata de la misma forma en que desconectaría todo el estrés esa noche, influenciado por el alcohol, un desgastador empleo y un matrimonio seco, en todos los aspectos. La joven bailarina percibió esto y más, queriendo monopolizar la decepción humana a su favor. Así fue como alcanzó a manifestar su presencia en una inocente mirada que no se desviaba ni un segundo, pretendiendo estudiar el frío teñir de sus ojos cerúleos, como si pudiera analizar los pensamientos del hombre a través de ellos. Seguramente rechazaba su invitación de querer conversar y tal vez llegar a un acuerdo en dónde ambos podrían salir beneficiados, sin embargo su paciencia le ayudaba a esbozar una gatuna sonrisa e inclinar su cabeza hacía el silencio que le daba la bienvenida. No hubo una conversación larga pero pudo descubrir el nombre de su próximo amante, porque estaba muy segura de sus habilidades para persuadir y encontrar al siguiente partícipe de sus fantasías. Los escogía altos, de traje y con un historial económico lo bastante convincente como para involucrarse con ellos, guiándose con el detalle del coste y del lujo importante que el mismo club manejaba. Cualquier tipo de ciudadano pisaba el lugar, pero eran en mayoría empresarios y mayoristas quienes visitaban con regularidad, recordaba alguna que otra mujer en busca de la misma diversión, el mundo y su gente daba para todo y a ella no le preocupaba ser parte.
Probablemente era un empleado, alguien cansado de su jefe o de su mujer, sólo le quedaba jugar a adivinar y ver si acertaba sus sospechas de un hombre infeliz que se escapaba y dejaba su vida a manos de la noche. No conocía el miedo de confesar lo que veía y poco a poco embrujó la situación a su gusto, descifrando la travesura; una mujer que no lograba satisfacer el nivel sexual de su esposo, encaminándolo hacía la peor ruta. Él no le dijo nada, pero fue fácil deducirlo en la poca palabra que alcanzó a sacarle, ella y los vasos de alcohol que iban uno tras otro, ayudándola en su cometido. La gracia de la situación era el como ella no hacía nada, y lentamente el sujeto se entregaba a sí mismo con cada gota tóxica que ingería.
Y así fue como empezó la pequeña odisea de seducción, llevando a ambas partes al interior de un cuarto privado para el trato "especial" que ambicionaba ofrecerle. Él todavía insistía en negarle la entrega total de su razón, portando consigo a un terco embriagado que no dejaba de tensarse ante las caricias más suaves, porque ambos sabían que lo estaba ocurriendo era algo impúdico y solo uno de ellos se preocupaba de las circunstancias, y el como podría terminar en la conciencia.
A la vista de él, la joven era maliciosa. Hermosa, sensual, pero había algo oscuro detrás de sus intenciones, un límite que él no buscaba cruzar. Su presencia en el club era por mera necesidad personal, el alcohol y la noche siempre fueron de la mano, y el se había quedado atrás. Estaba ahí para retomar viejos tiempos, pero a la vez olvidarse de lo que le causaba aquel irremediable estrés de un hogar monótono. Le gustaba el ambiente, pero no estaba allí para el propósito al que la bailarina lo invitaba.
Él usó la palabra "problemas" para describir lo que ella quería, y esto solo hizo sonreír a la dama que se prestaba, viendo una atractiva ironía detrás de toda la situación. Los minutos se volvieron horas, y la inocente charla que Katja soplaba pasó a ser lo que actualmente sucedía, con sus manos haciendo todo el trabajo que momentos antes parecía imposible. Seguía con su mirada las expresiones encontradas en el rostro ajeno que aún se esmeraba en negar la libido que lentamente impulsaba sus sentidos gracias a los tratos delicados que ella prometió darle y cumplía su palabra con cada mínimo dedo detallista acariciando hasta el espacio más recóndito de su cuerpo aún vestido con el traje oscuro. El único cambio a contemplar era la corbata ausente y una camisa desabotonada, un par de mechones de cabello dibujaban una apariencia todavía más descuidada para el hombre casado que parecía estar olvidándose de su estado civil.
No negará la dificultad de la situación de antes. Su trabajo era ubicar, seducir y lograr ganar algo a cambio de su "magia" sexual, y no hacía falta hablar de dinero antes de entrar en acción, porque la jovial seguridad que desprendía con orgullo, le decía que su cliente estaría repitiendo el servicio y ofreciendo él mismo el fajo de billetes después de finalizar, y antes de comenzar nuevamente. Así de segura estaba de sí misma, guardándose todo para sí, porque conocía bien cuando mantener el silencio y comportarse como la mujer servicial que pretendía regalar.
—Por hoy, haré que sólo pienses en mí.—
Ahora no le preocupaba bañar la escena en conversación, sus palabras jugaban un papel especial en este punto. Endulzar el oído de su cliente y divertirse con las respuestas que podría llegar a recibir, la mayoría decidía no hacerlo. Estarán lo suficientemente ocupados disfrutando el placer en su pequeño paraíso.
Sus cálidos labios soplaron con travesura su oído y comenzaron el pequeño viaje, recorriendo la mandíbula que apretaba los dientes en un último intento de orgullo matrimonial, pero ya era tarde para fingir cualquier fidelidad a algo que se extinguió hace tiempo. Sin que se lo dijera ella lo sabía, y su misión era ayudarlo a revivir la actividad sexual que alguna vez tuvo.
No tardó en recostarlo en la gran cama matrimonial, escena bizarra para cualquier espectador que supiese el pecado detrás de sus intenciones. Con paciencia se sentó sobre él, levantando poco a poco la falta negra que más le favorecía, medias negras y rasgadas de un maltrato recibido, dándole el toque indebido que buscaba. Descansó sus rodillas a cada lado, sus piernas abiertas invitaban pícaras a su cliente. más no dejaba que hiciera mucho. Luego de estar un largo rato convenciéndolo de cometer el crimen, obviamente ella sería la que estaría a cargo para darle la mejor noche de su seca vida. Su paciencia merecía dicha ventaja.
Recorrió su cuello entre débiles mordidas que ascendían lentamente hasta rozar su barbilla y detenerse en los labios entreabiertos que suspiraban a su merced. Pudo admirar el ímpetu en los ojos que horas antes le recordaban a dos témpanos de hielo, sin ningún fuego que los derritiera como ahora. Acarició los muslos con delicadeza palpando la calurosa tela del pantalón que comenzaba a estorbarle, y arrastró con crueldad su lengua por la boca que perdía el aire, ella era muy buena o John no hacía esto hace mucho. Humedeció sus propios labios mientras mantenía su mirada fija en él, y sutilmente se movió hasta su oreja, con la última frase que le diría esta noche.
—Seré tu única complicación de la noche, y si esto te abre un poco la mente, entenderás que yo era justo el tipo de problema que necesitabas.—
Su voz era el tipo de susurro perfecto para seducir incluso si no ponía esmero en querer hacerlo. Buscaba convencer con sensualidad la obvia ayuda que prestaba, utilizando la amargura de un hombre infeliz para volverse el problema que traería una solución. Será difícil de ver, aunque para ella era claro como el agua el comprender que mejorarían las cosas mutuamente. Se convencía de que era una inocente ayuda de ánimo sexual, disfrazado por el gusto personal en involucrarse dónde no debía.
Favoreciéndose de la posición, bailó lentamente con sus caderas y volvió a esbozar una pequeña sonrisa, colocando las palmas de sus manos en el pecho desnudo de un nuevo amante pasajero. Sentía cada vello en el camino de sus pectorales al estómago, deteniendo cada mano en el ombligo para admirar el cuerpo varonil antes de decidir que era tiempo de deshacerse de cada prenda y comenzar el ritual que mejoraría la noche de ambos.
Y con suerte pagaría cuentas pendientes con el dinero que, sin duda, le iba a ser otorgado. Era una dama de compañía en la caza de un cliente atractivo, físico y económicamente, y hoy se sacó la lotería.
Praesidium
L. Katja Hildegard
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por Eldarion Lun Jul 23, 2018 12:27 pm
El traidor, la dama de compañía y el Dios del engaño.
Dimitri Kovacs era muchas cosas. Entre el sin fin de adjetivos que fueron utilizados para describirlo, quizás oportunista sería el mejor de todos ellos. Muchos lo habían catalogado como un indeseable. Una persona de moral mas que dudosa y endeble, capaz de desaparecer dicho concepto de la faz de la tierra, siempre y cuando haya una buena cantidad de dinero de por medio. Repugnante, o así le había dicho más de uno. Puesto que en sus inicios habían circulado rumores de que estaba involucrado en asuntos mucho más macabros que gerenciar un club cuyo servicio destacado era la prostitución ejecutiva. Sino que por aquél entonces, los rumores indicaban que traficaba pornografía para pederastas. Y la lista seguía y seguía. Casi parecía interminable. Hasta que uno llegaba hasta el adjetivo favorito del nórdico. Oportunista. Y con esa prodigiosa palabra, todo cobraba un sentido mucho mayor. El oportunismo era más que una virtud, una suerte de arte. O al menos eso era lo que creía él. Por qué Kovacs era una infinidad de cosas. Pero todos los adjetivos tenían su mismo origen, su mismo punto de comienzo. Era un hombre sin oportunidades y por ende sin moral, dispuesto a tomar todo lo que la vida pudiera darle.
Y cuando Loki se cruzó en su camino, ese club fue su premio. De ese evento habían transcurrido ya tres años. El nórdico le salvó el pellejo de unos cobradores a los cuales él había estafado. No sólo le salvo la vida al pagarles a aquellos infelices con dinero falso. Sino que consideró lo suficientemente meritorio que se las hubiera arreglado para sobrevivir tanto tiempo sin que le cortaran un dedo o le arrancaran una oreja. Todo por el mérito de su oratoria y su incansable deseo de supervivencia. Loki vislumbró una ambición en el mirar de aquél hombrecillo, que se le antojó interesante. Su interés se solía centrar en los aspectos de la vida que tuvieran el potencial de ser útiles para él en un futuro. Y en Kovacs pudo ver un potencial espía. Es irónico que esa misma ambición fuera lo que despertó todo el inconveniente que Loki tenía que ahora resolver.
- Veo que tu gusto por lo llamativo no ha disminuido en absoluto, Dimitri. – Las puertas del ascensor se abrieron de forma parsimoniosa. Para aquél que no sospecha, los eventos se suceden dentro del espectro mismo de la rutina. Pero para el que tiene el conocimiento, todo es como un juego del gato y el ratón. Sólo que el ratón aún no se identificaba como tal. – En el fondo siempre serás ese proxeneta estafador que saqué de las calles hace ya tres años.
- Y asumo yo que usted no perderá nunca su sentido del humor, señor. – Su tono se demostró cauteloso, como siempre. Además de su incansable oportunismo, Dimitri siempre había sido muy inteligente para escoger que palabras decir y en qué preciso tono decirlas. - ¿Quiere beber algo? – La pregunta se antojó rutinaria, mas no esperó a una respuesta para servir dos vasos de su más refinado Whisky. Una vez que el vaso estuvo servido, encaró por primera vez a la deidad a la cual él le debía todo y que de forma tan descarada había traicionado. El nórdico sintió un dejo de orgullo al notar que su mirar no flaqueaba en absoluto. – Los números están en orden y ya le he pedido a la Señora Lancaster que prepare el informe mensual de aquellos nombres que pueden ser de su interés. Algunos de ellos tienen potencial, si he de admitirlo. – El humano dejó la copa en su escritorio y tomó asiento de su lado del mismo.
- Ya sabes, Dimitri, que los números siempre se me antojaron aburridos. – El Nórdico ignoró el vaso y observó hacia la derecha. El morbo del traidor siempre se le había antojado interesante. Más no era algo que él pudiera compartir de ninguna forma. Una buena porción de aquella pared se encontraba plagada de cámaras de vigilancia. Las cuales estaban distribuidas por todo el establecimiento. Dimitri podría haber sido acusado de pederasta un tiempo atrás, pero el hecho de que era precavido nadie podía negarlo. Y ese diseño no tendría nada de extraño, sino fuera por las treinta o cuarenta pantallas que tenían cámaras dentro de las habitaciones más selectas de su establecimiento. La idea de que aquél hombre se masturbaba en su asiento mientras observaba a sus trabajadoras hacer lo suyo, se le antojó asqueroso. Mas no dijo nada al respecto. – Hoy no he venido para recaudar nada. Lo que me trae es otro asunto. De orden más personal. – Lo seco del tono de Loki, hizo que el ruso abandonara aquella mueca socarrona que tenía en el rostro.
El Nórdico se puso de pie, aparentando dificultad para que su “piel momentánea” tuviera sentido. Tardó unos diez segundos en encontrarse a sí mismo enfrente de aquella infinidad de monitores. Su mirar se detuvo en uno en particular. Ser el dios del engaño y de la manipulación lo atraía a la mentira tal y como le ocurría a Ares con la guerra. En ese monitor en particular pudo ver a una muchacha, una mujer. De físico prodigioso y una actitud felina capaz de volver loco a cualquier hombre. Acompañada por un hombre negado y subyugado por una existencia menor, un matrimonio aburrido y sin salida. Pero de convicción que cualquiera podría catalogar como de “antiguas”. Loki se detuvo unos minutos a ver como la mujer se desenvolvía con palabras selectas y un tono por demás seductor. Por qué la sexualidad no era el único efecto u herramienta que estaba jugando un papel mucho más que relevante en esa escena. Era todo sugestivo y manipulador. Hasta tal punto que ella despertaba un deseo que él acallaba con todas sus fuerzas. Pero que eventualmente acababa por desarmar toda potencial convicción para luego, dejarse llevar por esos instintos liberados de toda moral. Sonrió, porque ahora tenía una idea. Loki ni siquiera se volteó a ver a Dimitri, por el contrario, mantuvo su mirar fijo en el monitor, al momento que su voz invadía la oficina de nuevo.
- ¿Cómo pudiste ser tan estúpido, Kovacs? – Loki miró de reojo al ruso, el cual ahora estaba de pie. Aquella pregunta fue el catalizador. Se dio cuenta de cuan jodido estaba realmente. El sonido del vaso destrozándose en contra de aquél suntuoso suelo de mármol. El brazo del hombre se movió por sí solo. Y terminó de cometer la última estupidez de toda su vida. Los músculos de su brazo se encontraban tensos como nunca. Y su mano derecha, empuñaba un revólver en lugar de un vaso de Whisky. – Tomo entonces esto como una muestra de aceptación. – El Nórdico encaró al ruso con total calma. Retomando la palabra momentos después. – Le vendiste información a los dioses de Praesidium. A aquellos que abogan más por el orden que por el caos.
- Vi la oportunidad y la tomé, Loki. ¿No me digas que esto te sorprende? – El hombretón quitó el seguro del arma y se tuvo que limpiar con efusividad el sudor que le caía por el rostro, parcialmente bloqueando su visión. – Aquí no hay nadie decente, no hay honor. No hay nada de esas cosas. Y ciertamente por eso mismo es que me elegiste. ¿Y ahora te vas a cabrear conmigo por vender información? No me vengas con estupideces.
- Yo no estoy cabreado, mi embustero compañero. – Sonrió y chasqueó los dedos con total calma. El sonido alteró al ruso, el cual soltó un par de tiros en dirección al Nórdico. Las balas simplemente lo atravesaron y se estrellaron en contra de la pared. Éste sonrió y de los pies a la cabeza su forma se fue modificando. A Kovacs ese lapso se le hizo eterno. Al cabo de unos momentos, Loki se encontraba enfrente de él, con su apariencia original. – Ya sabes lo que ocurre cuando alguien ve mi rostro verdadero, ¿No es así? Claro que lo sabes. Ya lo has presenciado antes. – La macabra sonrisa en los labios del nórdico finalmente terminó de aterrar al traicionero espía.
Loki desapareció de la vista del hombre, al tiempo que el arma de este cayó al suelo. Dio dos pasos hacia atrás, aterrado por lo que sabía le iba a suceder. Cuando estuvo a punto de dar el tercer paso, chocó contra el cuerpo del dios que le había dado todo lo que tenía. Se detuvo, congelado por el miedo. Miró hacia atrás y pudo ver, por última vez, el calmado rostro del dios del engaño. El cual llegó a susurrar.
- Estás despedido. – La daga penetró la carne de forma inmediata. Rebanó la yugular de aquél infeliz, el cual no tardó en ahogarse en su propia sangre. El nórdico soltó el cuerpo y este cayó boca abajo. La sangre que parecía más de cerdo que de hombre, manchó todo el suelo pulido. Loki observó por unos instantes más el cadáver, hasta que perdió el interés. Soltó un suspiro y se postró de nueva cuenta enfrente de los monitores. – Creo que ya encontré el reemplazo.
Un nuevo prospecto se presentaba ante él. Sólo que estaba teniendo sexo con un pobre infeliz. Aunque claro, no por mucho tiempo.
Y cuando Loki se cruzó en su camino, ese club fue su premio. De ese evento habían transcurrido ya tres años. El nórdico le salvó el pellejo de unos cobradores a los cuales él había estafado. No sólo le salvo la vida al pagarles a aquellos infelices con dinero falso. Sino que consideró lo suficientemente meritorio que se las hubiera arreglado para sobrevivir tanto tiempo sin que le cortaran un dedo o le arrancaran una oreja. Todo por el mérito de su oratoria y su incansable deseo de supervivencia. Loki vislumbró una ambición en el mirar de aquél hombrecillo, que se le antojó interesante. Su interés se solía centrar en los aspectos de la vida que tuvieran el potencial de ser útiles para él en un futuro. Y en Kovacs pudo ver un potencial espía. Es irónico que esa misma ambición fuera lo que despertó todo el inconveniente que Loki tenía que ahora resolver.
- Veo que tu gusto por lo llamativo no ha disminuido en absoluto, Dimitri. – Las puertas del ascensor se abrieron de forma parsimoniosa. Para aquél que no sospecha, los eventos se suceden dentro del espectro mismo de la rutina. Pero para el que tiene el conocimiento, todo es como un juego del gato y el ratón. Sólo que el ratón aún no se identificaba como tal. – En el fondo siempre serás ese proxeneta estafador que saqué de las calles hace ya tres años.
- Y asumo yo que usted no perderá nunca su sentido del humor, señor. – Su tono se demostró cauteloso, como siempre. Además de su incansable oportunismo, Dimitri siempre había sido muy inteligente para escoger que palabras decir y en qué preciso tono decirlas. - ¿Quiere beber algo? – La pregunta se antojó rutinaria, mas no esperó a una respuesta para servir dos vasos de su más refinado Whisky. Una vez que el vaso estuvo servido, encaró por primera vez a la deidad a la cual él le debía todo y que de forma tan descarada había traicionado. El nórdico sintió un dejo de orgullo al notar que su mirar no flaqueaba en absoluto. – Los números están en orden y ya le he pedido a la Señora Lancaster que prepare el informe mensual de aquellos nombres que pueden ser de su interés. Algunos de ellos tienen potencial, si he de admitirlo. – El humano dejó la copa en su escritorio y tomó asiento de su lado del mismo.
- Ya sabes, Dimitri, que los números siempre se me antojaron aburridos. – El Nórdico ignoró el vaso y observó hacia la derecha. El morbo del traidor siempre se le había antojado interesante. Más no era algo que él pudiera compartir de ninguna forma. Una buena porción de aquella pared se encontraba plagada de cámaras de vigilancia. Las cuales estaban distribuidas por todo el establecimiento. Dimitri podría haber sido acusado de pederasta un tiempo atrás, pero el hecho de que era precavido nadie podía negarlo. Y ese diseño no tendría nada de extraño, sino fuera por las treinta o cuarenta pantallas que tenían cámaras dentro de las habitaciones más selectas de su establecimiento. La idea de que aquél hombre se masturbaba en su asiento mientras observaba a sus trabajadoras hacer lo suyo, se le antojó asqueroso. Mas no dijo nada al respecto. – Hoy no he venido para recaudar nada. Lo que me trae es otro asunto. De orden más personal. – Lo seco del tono de Loki, hizo que el ruso abandonara aquella mueca socarrona que tenía en el rostro.
El Nórdico se puso de pie, aparentando dificultad para que su “piel momentánea” tuviera sentido. Tardó unos diez segundos en encontrarse a sí mismo enfrente de aquella infinidad de monitores. Su mirar se detuvo en uno en particular. Ser el dios del engaño y de la manipulación lo atraía a la mentira tal y como le ocurría a Ares con la guerra. En ese monitor en particular pudo ver a una muchacha, una mujer. De físico prodigioso y una actitud felina capaz de volver loco a cualquier hombre. Acompañada por un hombre negado y subyugado por una existencia menor, un matrimonio aburrido y sin salida. Pero de convicción que cualquiera podría catalogar como de “antiguas”. Loki se detuvo unos minutos a ver como la mujer se desenvolvía con palabras selectas y un tono por demás seductor. Por qué la sexualidad no era el único efecto u herramienta que estaba jugando un papel mucho más que relevante en esa escena. Era todo sugestivo y manipulador. Hasta tal punto que ella despertaba un deseo que él acallaba con todas sus fuerzas. Pero que eventualmente acababa por desarmar toda potencial convicción para luego, dejarse llevar por esos instintos liberados de toda moral. Sonrió, porque ahora tenía una idea. Loki ni siquiera se volteó a ver a Dimitri, por el contrario, mantuvo su mirar fijo en el monitor, al momento que su voz invadía la oficina de nuevo.
- ¿Cómo pudiste ser tan estúpido, Kovacs? – Loki miró de reojo al ruso, el cual ahora estaba de pie. Aquella pregunta fue el catalizador. Se dio cuenta de cuan jodido estaba realmente. El sonido del vaso destrozándose en contra de aquél suntuoso suelo de mármol. El brazo del hombre se movió por sí solo. Y terminó de cometer la última estupidez de toda su vida. Los músculos de su brazo se encontraban tensos como nunca. Y su mano derecha, empuñaba un revólver en lugar de un vaso de Whisky. – Tomo entonces esto como una muestra de aceptación. – El Nórdico encaró al ruso con total calma. Retomando la palabra momentos después. – Le vendiste información a los dioses de Praesidium. A aquellos que abogan más por el orden que por el caos.
- Vi la oportunidad y la tomé, Loki. ¿No me digas que esto te sorprende? – El hombretón quitó el seguro del arma y se tuvo que limpiar con efusividad el sudor que le caía por el rostro, parcialmente bloqueando su visión. – Aquí no hay nadie decente, no hay honor. No hay nada de esas cosas. Y ciertamente por eso mismo es que me elegiste. ¿Y ahora te vas a cabrear conmigo por vender información? No me vengas con estupideces.
- Yo no estoy cabreado, mi embustero compañero. – Sonrió y chasqueó los dedos con total calma. El sonido alteró al ruso, el cual soltó un par de tiros en dirección al Nórdico. Las balas simplemente lo atravesaron y se estrellaron en contra de la pared. Éste sonrió y de los pies a la cabeza su forma se fue modificando. A Kovacs ese lapso se le hizo eterno. Al cabo de unos momentos, Loki se encontraba enfrente de él, con su apariencia original. – Ya sabes lo que ocurre cuando alguien ve mi rostro verdadero, ¿No es así? Claro que lo sabes. Ya lo has presenciado antes. – La macabra sonrisa en los labios del nórdico finalmente terminó de aterrar al traicionero espía.
Loki desapareció de la vista del hombre, al tiempo que el arma de este cayó al suelo. Dio dos pasos hacia atrás, aterrado por lo que sabía le iba a suceder. Cuando estuvo a punto de dar el tercer paso, chocó contra el cuerpo del dios que le había dado todo lo que tenía. Se detuvo, congelado por el miedo. Miró hacia atrás y pudo ver, por última vez, el calmado rostro del dios del engaño. El cual llegó a susurrar.
- Estás despedido. – La daga penetró la carne de forma inmediata. Rebanó la yugular de aquél infeliz, el cual no tardó en ahogarse en su propia sangre. El nórdico soltó el cuerpo y este cayó boca abajo. La sangre que parecía más de cerdo que de hombre, manchó todo el suelo pulido. Loki observó por unos instantes más el cadáver, hasta que perdió el interés. Soltó un suspiro y se postró de nueva cuenta enfrente de los monitores. – Creo que ya encontré el reemplazo.
Un nuevo prospecto se presentaba ante él. Sólo que estaba teniendo sexo con un pobre infeliz. Aunque claro, no por mucho tiempo.
─ Katja ♚ Eldarion
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Eldarion
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por L. Katja Hildegard Sáb Jul 28, 2018 3:02 am
El centellear penetrante de sus ojos exponía lo satisfecha que se encontraba con el resultado final de un plan narciso, pensado sólo por y para ella. Más que imprudente ansiaba en silencio cada segmento de piel expuesta a su merced, aprovechando del mutismo para atender los latidos incesantes que participaban más que su poseedor, notando delicadamente el pequeño palpitar surgiendo de el pecho que sus cálidas manos acariciaban con un apego inexistente. Curiosa se acercó y apoyó su oreja contra uno de los pectorales expuestos, tenía una interesada disposición a oír el insistente golpeteo de un corazón avivado. Componía un ritmo que fue despertado gracias a la atención propuesta por una prestadora de servicio, y ella se encontraba vulgarmente orgullosa de alcanzar éstas reacciones. Detalles encantadores que le hacían confiar aún más en sus propias habilidades, las cuales sin reproche sentía pulir cada vez más, y no había manera de burlar esa propia seguridad cuando su traviesa retaguardia era cómplice en afirmar que su cliente estaba más que complacido con el perverso favor; bastaba con ojear el indecoroso bulto escondido, producto de cada mínimo roce. Allí fue cuando su conciencia le recordó que su amante pasajero aún mantenía sus pantalones intactos, y que pronto debería hacer algo para remediarlo.
Dejó de prestarle atención a los llamativos latidos que, creía sucedería, no se detendrían en toda la noche. Su figura voluptuosa se alzó en todo su esplendor, y ayudándose del dosel que poseía la cama, sujetó sus manos con énfasis para comenzar el jugoso vaivén de sus caderas. Estimulaba no sólo con su cuerpo, su mirada también le ofrecía a deleitarse con el placer que le proporcionaba un rostro pintado de calor y goce, con un erotismo lento en movimientos circulares, pacientemente observando las expresiones cambiantes del hombre que seguía el compás de la dama encima suyo. Él lentamente sucumbía ante el sueño prohibido que ella le incitaba a cumplir, la transpiración molesta que desprendía su organismo alegaba lo real que se volvía una supuesta alucinación. No había tomado el alcohol suficiente para echarle la culpa de sus acciones.
—... ¿Cuánto?—
La indiscreta sorpresa en los labios de la joven fue más que evidente, e incluso dejó denotar un ladear de cabeza lascivo, arqueando una ceja con el vago deje de curiosidad. Disfrutaba del tono ronco ajeno imposible de evitar en circunstancias como ésta, en donde el cuerpo y la voz eran quienes exponían la debilidad de cada uno, y la motivación sexual parecía ser la perdición del hombre casado. Katja comprendió la pregunta desde un principio, ya que su apariencia dubitativa sólo se debía a la palabra escogida para ir al grano de una vez, aparentemente rindiéndose ante ella. Lo que él no sabía, era que desde el momento en el que la mestiza fijó sus deslumbrantes orbes amarillentos en el hombre solitario que se adentraba al edificio, el pobre ya era víctima asegurada de sus dotes para llevarlo a la cama.
Ella, delicada y encantada, continuó con el dulce menear de sus cuerpos sin descartar la sonrisa socarrona de sus labios. Negó suavemente con la cabeza y entrecerró sus ojos, sin despegar la determinante mirada que se ofrecía. —El dinero será la última de tus preocupaciones. Relájate de una vez, y déjame... Remediarte la noche.— Finalizando con un murmullo suave, y convencida de que el hombre al fin habría cerrado los ojos, desvió la mirada hacía el frente y ubicó una pintura colgada en la pared, entre tantos cuadros bizarros, cada uno más perturbador que el otro.
No será capaz de comprender el gusto artístico de su jefe, pero aparentaba ser bastante efusivo respecto a las obras, porque rechazaron cada pedido suyo para retirar las pinturas del cuarto privado en donde ella ejercía mayormente. Recordaba lo incordiado que se veía por la demanda que en su momento, fue simplemente para poder trabajar con toda la comodidad posible. Según aquel decrépito ser a quién se veía obligada a llamar jefe, su petición se veía más como una forma de sobrepasar los límites y morderle la mano a quien, cita; "Te da de comer cada noche, y pone más que pollas en tu boca." En su momento, Katja supo aparentar sorpresa pero aceptar sin más la molestia que despertó un inocente pedido de retirar un par de cuadros nefastos. No hacía falta hablar de la frase que soltó ante su trabajadora, honestamente, había oído declaraciones peores, y con más creatividad.
El objeto era clave. A demás de ser testigo de todo lo sucedido en la habitación, irónicamente archivaba cada sesión que ella practicaba, gracias a la cámara oculta detrás de éste famoso cuadro, y probablemente habrían más desde diferentes ángulos. A unos meses de comenzar su trabajo aquí, descubrió la maravilla que implicaba tener un jefe voyeur que se entretenía con espectáculos en vivo. Fue renovador y curioso, porque para ella significaba una primera vez en dónde era observada por algún tercero cuando realizaba su natural ofrenda sexual, o al menos fue la única vez en dónde era consciente de que era espiada. Probablemente esté mal. Ella no le veía lo incorrecto porque quería llevarle la contraria al mundo, como era de costumbre.
Entre memorias y pasados inconvenientes, recordó los show osados que disfrutaba su jefe, un fetiche más inmundo que el otro. Las demás empleadas estaban más que fascinadas de tener a alguien para despotricar información que catalogaban como valiosa. Sólo era el chisme del día, aunque no negara que había cierto placer en descubrir el secreto de otro, y más si ese individuo era el supuesto cabeza de todo el edificio. El cuchicheo más interesante hasta la fecha, fue acerca de quien controlaba a Kovacs e intervenía en todas las decisiones. Muchos nombres, sin embargo ninguno podría considerarse real. Ella misma utilizaba seudónimos que jugaran con su identidad, sabía más que nadie la importancia de mantener cierto anonimato. Su curiosidad era la de un gato inquieto, más no siguió merodeando en dónde no la llamaban, y esperaría pacientemente a que lo hicieran.
Y una vez más ojeó el "bendito" cuadro que en sus primeros días habría complicado su labor, pero con el tiempo logró acostumbrarse, a la fiereza de los mismos más que nada. Criaturas bizarras representando feminidad de la forma más distorsionada posible. No juzgaba, aunque admitía ser un gusto... diferente.
Omitió la parte de especular si al otro lado de la cámara estaba aquel jefe tan infamo, porque al fin y al cabo acabaría viendo el video en algún otro momento, y no deseaba pensar qué es lo que haría con el material. No era algo de lo que preocuparse, por ahora. Suspiró al aire, quizá para soltar tanto recuerdo que amontonó en cuestión de minutos. Estaba ahí para cumplir las fantasías de su cliente, debería mantener la mente fresca para el ambiente erótico que le correspondía conservar. Calculaba que el aparato oculto e incrustado detrás del cuadro, actualmente tomaba su cuerpo de frente, era la posición exacta para obtener una imagen completa de ambos cuerpos. Recordó las demás cámaras posicionadas en las esquinas del cuarto, y otras en lugares mucho más rebuscados con una perspectiva favorable. Imaginaba el gran trabajo de colocarlas, y la cantidad de pantallas que deberá tener en algún cuarto dentro de éste mismo edificio.
Dejó de mover su cuerpo para ocuparse de su propia ropa. Sostuvo con sus dedos el borde inferior de su top blanca, un color denominado pureza, dicho pensamiento le hizo rodar los ojos para sí misma, que gran sátira, ¡vestía el blanco tan bien! Veía necesario la ausencia de la prenda y suavemente comenzó a retirarla, acoplando crueldad a removerla a paso lento para cualquier espectador, ya no podía pensar en la privacidad. Poco a poco jugaba con el saber de estar siendo observada y buscaba utilizarlo para endulzar la experiencia, porque no estaba de más agregarle toques especiales.
Finalmente comenzaba a exhibir la tez delicada que abrazaba cada rincón de su torso, faltándole cierta generosidad al ocultar la parte más sugestiva. Aún conservaba su sostén de tonos oscuros como las intenciones de esa misma noche. Colocó la blusa a un lado, y desfiló cada mano por su cintura desnuda, sin quitarle la mirada al principal objetivo de sus encantos. Ella misma empezaba a reaccionar con pequeñas muecas de goce, la atención recibida y el contacto físico, volviéndose más deleitante por segundo. En un intento de invitación, tomó las manos masculinas que antes descansaban sobre sus muslos y las guió lentamente hasta la trabilla del sostén, guiñándole un ojo coqueto a su compañero.
—¡Liv, está pasando algo muy raro!—
El chillido fue de lo más inesperado, más la única en percatarse de éste fue la nombrada, quien de inmediato volteó la cabeza para mirar a la muchacha que asomaba su cabeza por el marco de la puerta abierta. La música entró sin permiso, complicando la habilidad para comprender qué decía su compañera de trabajo, y leer los labios no era lo suyo, comerlos tal vez. Frunció ligeramente el ceño, ser interrumpida en medio de una labor sexual no era para nada divertido, sobretodo si había tardado más de una hora en convencer al sujeto para que se acostara con ella. La chica, efectivamente mucho más joven que la misma pelirrosa, alzó ambas manos como símbolo de disculpa y se adentró al cuarto, cerrando la puerta detrás de sí. El silencio volvió a apoderarse del cuarto, sin embargo se volvió incómodo, al menos para la nueva intrusa que desviaba la mirada con toda la pena del mundo. Ojala pudiera creerle si no fuera por la sonrisa maliciosa que se escapaba de sus labios pulposos. Una observación inevitable, era una adolescente muy atractiva.
Segundos después del silencio, se percató del uso de su primer nombre, lo cual terminó por molestarla el doble. Confiaba en la niña, le parecía divertida y tenía un deje de inocencia que el día de mañana seguramente se vuelva extinto, claramente le había declarado su nombre real, más que nada por la pena que sintió cuando era el primer día de ella. Fue recogida de la calle por uno de los staff, luego de ser abusada por un grupo de matones sin escrúpulos, tuvo suerte de que la dejaran viva luego de tan atroz acto. Ella respetaba ciertos gustos personales respecto al sexo, pero conocía los límites que no deberían cruzarse jamás, y el abuso sin un consentimiento previo, estaba lejos de ser aceptado por Katja. Habló con ella junto a otras trabajadoras, a modo de hacerla sentir bienvenida y segura en el lugar, sabía que tarde o temprano la harían trabajar como dama de compañía, pero por ahora la mantenían como la encargada de limpiar y ser mesera ocasional. No pudo evitar soltar su nombre entre la conversación, de manera que se volviera mucho más personal. La joven de diecisiete años terminó por confiar en ella, le aliviaba saber que no habría sido en vano compartir dicha información. El problema era cuando no lograba mantener sus impulsos y la rubia de ojos esmeralda gritaba su nombre por todo el club. Al menos reconocía cuando hacía las cosas mal, y se disculpaba con ella constantemente, podría considerarla la hermana menor que nunca tuvo, de no ser por el ambiente vulgar en el que se encontraban. Katja giró en dirección al cliente milagrosamente aún relajado, y comenzó a acariciar el pecho de éste, intentando mantener un clima acogedor y erótico, como lo fue desde un principio. —Estoy ocupada cariño, ¿puedes venir cuando no esté encima de alguien?— En un tono dulce pero autoritario, continuó moviendo sus dedos delicadamente, concentrada en el cuerpo que debía ser su prioridad. Esperaba que la ojiverde se fuera del lugar, captando el mensaje enseguida. Sin duda lo hizo, porque poco a poco comenzó a retirarse del lugar, no sin antes soltar un;—tengo un mal presentimiento— que sinceramente, no despertó nada en la mestiza. La adolescente era conocida por su paranoia, ¿cuál sería la diferencia ahora?
Inconscientemente observó el cuadro una vez más, y se quedó en silencio mirando fijamente en dirección a la cámara. Ella también tenía un presentimiento, aunque no lograba compartir la misma visión negativa que su compañera. Lo único que podía hacer era esperar que nadie estropeara su noche.
Dejó de prestarle atención a los llamativos latidos que, creía sucedería, no se detendrían en toda la noche. Su figura voluptuosa se alzó en todo su esplendor, y ayudándose del dosel que poseía la cama, sujetó sus manos con énfasis para comenzar el jugoso vaivén de sus caderas. Estimulaba no sólo con su cuerpo, su mirada también le ofrecía a deleitarse con el placer que le proporcionaba un rostro pintado de calor y goce, con un erotismo lento en movimientos circulares, pacientemente observando las expresiones cambiantes del hombre que seguía el compás de la dama encima suyo. Él lentamente sucumbía ante el sueño prohibido que ella le incitaba a cumplir, la transpiración molesta que desprendía su organismo alegaba lo real que se volvía una supuesta alucinación. No había tomado el alcohol suficiente para echarle la culpa de sus acciones.
—... ¿Cuánto?—
La indiscreta sorpresa en los labios de la joven fue más que evidente, e incluso dejó denotar un ladear de cabeza lascivo, arqueando una ceja con el vago deje de curiosidad. Disfrutaba del tono ronco ajeno imposible de evitar en circunstancias como ésta, en donde el cuerpo y la voz eran quienes exponían la debilidad de cada uno, y la motivación sexual parecía ser la perdición del hombre casado. Katja comprendió la pregunta desde un principio, ya que su apariencia dubitativa sólo se debía a la palabra escogida para ir al grano de una vez, aparentemente rindiéndose ante ella. Lo que él no sabía, era que desde el momento en el que la mestiza fijó sus deslumbrantes orbes amarillentos en el hombre solitario que se adentraba al edificio, el pobre ya era víctima asegurada de sus dotes para llevarlo a la cama.
Ella, delicada y encantada, continuó con el dulce menear de sus cuerpos sin descartar la sonrisa socarrona de sus labios. Negó suavemente con la cabeza y entrecerró sus ojos, sin despegar la determinante mirada que se ofrecía. —El dinero será la última de tus preocupaciones. Relájate de una vez, y déjame... Remediarte la noche.— Finalizando con un murmullo suave, y convencida de que el hombre al fin habría cerrado los ojos, desvió la mirada hacía el frente y ubicó una pintura colgada en la pared, entre tantos cuadros bizarros, cada uno más perturbador que el otro.
No será capaz de comprender el gusto artístico de su jefe, pero aparentaba ser bastante efusivo respecto a las obras, porque rechazaron cada pedido suyo para retirar las pinturas del cuarto privado en donde ella ejercía mayormente. Recordaba lo incordiado que se veía por la demanda que en su momento, fue simplemente para poder trabajar con toda la comodidad posible. Según aquel decrépito ser a quién se veía obligada a llamar jefe, su petición se veía más como una forma de sobrepasar los límites y morderle la mano a quien, cita; "Te da de comer cada noche, y pone más que pollas en tu boca." En su momento, Katja supo aparentar sorpresa pero aceptar sin más la molestia que despertó un inocente pedido de retirar un par de cuadros nefastos. No hacía falta hablar de la frase que soltó ante su trabajadora, honestamente, había oído declaraciones peores, y con más creatividad.
¿Por qué tanto énfasis en un cuadro?
El objeto era clave. A demás de ser testigo de todo lo sucedido en la habitación, irónicamente archivaba cada sesión que ella practicaba, gracias a la cámara oculta detrás de éste famoso cuadro, y probablemente habrían más desde diferentes ángulos. A unos meses de comenzar su trabajo aquí, descubrió la maravilla que implicaba tener un jefe voyeur que se entretenía con espectáculos en vivo. Fue renovador y curioso, porque para ella significaba una primera vez en dónde era observada por algún tercero cuando realizaba su natural ofrenda sexual, o al menos fue la única vez en dónde era consciente de que era espiada. Probablemente esté mal. Ella no le veía lo incorrecto porque quería llevarle la contraria al mundo, como era de costumbre.
Entre memorias y pasados inconvenientes, recordó los show osados que disfrutaba su jefe, un fetiche más inmundo que el otro. Las demás empleadas estaban más que fascinadas de tener a alguien para despotricar información que catalogaban como valiosa. Sólo era el chisme del día, aunque no negara que había cierto placer en descubrir el secreto de otro, y más si ese individuo era el supuesto cabeza de todo el edificio. El cuchicheo más interesante hasta la fecha, fue acerca de quien controlaba a Kovacs e intervenía en todas las decisiones. Muchos nombres, sin embargo ninguno podría considerarse real. Ella misma utilizaba seudónimos que jugaran con su identidad, sabía más que nadie la importancia de mantener cierto anonimato. Su curiosidad era la de un gato inquieto, más no siguió merodeando en dónde no la llamaban, y esperaría pacientemente a que lo hicieran.
Y una vez más ojeó el "bendito" cuadro que en sus primeros días habría complicado su labor, pero con el tiempo logró acostumbrarse, a la fiereza de los mismos más que nada. Criaturas bizarras representando feminidad de la forma más distorsionada posible. No juzgaba, aunque admitía ser un gusto... diferente.
Omitió la parte de especular si al otro lado de la cámara estaba aquel jefe tan infamo, porque al fin y al cabo acabaría viendo el video en algún otro momento, y no deseaba pensar qué es lo que haría con el material. No era algo de lo que preocuparse, por ahora. Suspiró al aire, quizá para soltar tanto recuerdo que amontonó en cuestión de minutos. Estaba ahí para cumplir las fantasías de su cliente, debería mantener la mente fresca para el ambiente erótico que le correspondía conservar. Calculaba que el aparato oculto e incrustado detrás del cuadro, actualmente tomaba su cuerpo de frente, era la posición exacta para obtener una imagen completa de ambos cuerpos. Recordó las demás cámaras posicionadas en las esquinas del cuarto, y otras en lugares mucho más rebuscados con una perspectiva favorable. Imaginaba el gran trabajo de colocarlas, y la cantidad de pantallas que deberá tener en algún cuarto dentro de éste mismo edificio.
Dejó de mover su cuerpo para ocuparse de su propia ropa. Sostuvo con sus dedos el borde inferior de su top blanca, un color denominado pureza, dicho pensamiento le hizo rodar los ojos para sí misma, que gran sátira, ¡vestía el blanco tan bien! Veía necesario la ausencia de la prenda y suavemente comenzó a retirarla, acoplando crueldad a removerla a paso lento para cualquier espectador, ya no podía pensar en la privacidad. Poco a poco jugaba con el saber de estar siendo observada y buscaba utilizarlo para endulzar la experiencia, porque no estaba de más agregarle toques especiales.
Finalmente comenzaba a exhibir la tez delicada que abrazaba cada rincón de su torso, faltándole cierta generosidad al ocultar la parte más sugestiva. Aún conservaba su sostén de tonos oscuros como las intenciones de esa misma noche. Colocó la blusa a un lado, y desfiló cada mano por su cintura desnuda, sin quitarle la mirada al principal objetivo de sus encantos. Ella misma empezaba a reaccionar con pequeñas muecas de goce, la atención recibida y el contacto físico, volviéndose más deleitante por segundo. En un intento de invitación, tomó las manos masculinas que antes descansaban sobre sus muslos y las guió lentamente hasta la trabilla del sostén, guiñándole un ojo coqueto a su compañero.
—¡Liv, está pasando algo muy raro!—
El chillido fue de lo más inesperado, más la única en percatarse de éste fue la nombrada, quien de inmediato volteó la cabeza para mirar a la muchacha que asomaba su cabeza por el marco de la puerta abierta. La música entró sin permiso, complicando la habilidad para comprender qué decía su compañera de trabajo, y leer los labios no era lo suyo, comerlos tal vez. Frunció ligeramente el ceño, ser interrumpida en medio de una labor sexual no era para nada divertido, sobretodo si había tardado más de una hora en convencer al sujeto para que se acostara con ella. La chica, efectivamente mucho más joven que la misma pelirrosa, alzó ambas manos como símbolo de disculpa y se adentró al cuarto, cerrando la puerta detrás de sí. El silencio volvió a apoderarse del cuarto, sin embargo se volvió incómodo, al menos para la nueva intrusa que desviaba la mirada con toda la pena del mundo. Ojala pudiera creerle si no fuera por la sonrisa maliciosa que se escapaba de sus labios pulposos. Una observación inevitable, era una adolescente muy atractiva.
Segundos después del silencio, se percató del uso de su primer nombre, lo cual terminó por molestarla el doble. Confiaba en la niña, le parecía divertida y tenía un deje de inocencia que el día de mañana seguramente se vuelva extinto, claramente le había declarado su nombre real, más que nada por la pena que sintió cuando era el primer día de ella. Fue recogida de la calle por uno de los staff, luego de ser abusada por un grupo de matones sin escrúpulos, tuvo suerte de que la dejaran viva luego de tan atroz acto. Ella respetaba ciertos gustos personales respecto al sexo, pero conocía los límites que no deberían cruzarse jamás, y el abuso sin un consentimiento previo, estaba lejos de ser aceptado por Katja. Habló con ella junto a otras trabajadoras, a modo de hacerla sentir bienvenida y segura en el lugar, sabía que tarde o temprano la harían trabajar como dama de compañía, pero por ahora la mantenían como la encargada de limpiar y ser mesera ocasional. No pudo evitar soltar su nombre entre la conversación, de manera que se volviera mucho más personal. La joven de diecisiete años terminó por confiar en ella, le aliviaba saber que no habría sido en vano compartir dicha información. El problema era cuando no lograba mantener sus impulsos y la rubia de ojos esmeralda gritaba su nombre por todo el club. Al menos reconocía cuando hacía las cosas mal, y se disculpaba con ella constantemente, podría considerarla la hermana menor que nunca tuvo, de no ser por el ambiente vulgar en el que se encontraban. Katja giró en dirección al cliente milagrosamente aún relajado, y comenzó a acariciar el pecho de éste, intentando mantener un clima acogedor y erótico, como lo fue desde un principio. —Estoy ocupada cariño, ¿puedes venir cuando no esté encima de alguien?— En un tono dulce pero autoritario, continuó moviendo sus dedos delicadamente, concentrada en el cuerpo que debía ser su prioridad. Esperaba que la ojiverde se fuera del lugar, captando el mensaje enseguida. Sin duda lo hizo, porque poco a poco comenzó a retirarse del lugar, no sin antes soltar un;—tengo un mal presentimiento— que sinceramente, no despertó nada en la mestiza. La adolescente era conocida por su paranoia, ¿cuál sería la diferencia ahora?
Inconscientemente observó el cuadro una vez más, y se quedó en silencio mirando fijamente en dirección a la cámara. Ella también tenía un presentimiento, aunque no lograba compartir la misma visión negativa que su compañera. Lo único que podía hacer era esperar que nadie estropeara su noche.
Praesidium
L. Katja Hildegard
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Fecha de inscripción : 01/07/2018
por Eldarion Sáb Jul 28, 2018 1:59 pm
El traidor, la dama de compañía y el Dios del engaño.
El mirar pesado del dios del engaño se encontraba fijo en aquél monitor. Puntual y precisamente en ese monitor. Desde los tiempos de antaño que Loki se había destacado por su inteligencia y astucia. Muchas veces la gente se sorprendía hasta que punto era realmente capaz de imaginar potenciales traiciones o cosas que pudieran "salir mal" en sus interminables maquinaciones. Las mismas iban desde lo mas trivial como un problema de consortes, hasta las problemáticas de orden existencial. Dimitri Kovacs fue una de las tantas improvisaciones que empleaba el dios del engaño. Una improvisación que adquirió con rapidez las pintas de un elaborado y complejo plan. Pero...¿Acaso un plan de semejantes características sería realmente tan vulnerable como para ser puesto en riesgo por algo tan banal como una traición? Eso debería de haberse preguntado Kovacs al momento de vender aquella información. Eso debería de haberse preguntado. ¿Se creía realmente indispensable? No lo era en absoluto. Era un drogadicto proxeneta con ambiciones que le sobrevolaban el culo con creces. No, claro que no era mas que una simple fachada.
- Veo que lo ha hecho a fin de cuentas. - Una voz femenina invadió aquella oficina. Un tono delicado, experimentado, pero casi que se le podría antojar como severo y de reproche. La puerta se abrió y cerró con tal calma que el asesinato parecía algo rutinario. - Vaya dificultad...habrá que cambiar la alfombra de esa porción de la oficina.
- Señora Lancaster, le agradezco mucho que me haya avisado de lo que hizo nuestro pobre amigo. - Loki miró de reojo a la mujer madura, la cual con una simple sonrisa retomó su forma original. De su apariencia se redujeron unos treinta años, ahora no aparentaba mas de 25 años. Loki no había puesto a cargo del lugar a Kovacs. Kovacs era la fachada que alejaba la atención de la real encargada del lugar. La señora Lancaster era una de sus espías favoritas. Y una de las mas fieles. No por lealtad, por supuesto, sino que por mera conveniencia. Pero aquél sentido del oportunismo era mucho mas inteligente que el del ahora difunto. Loki observó la daga por unos momentos para luego hacerla desaparecer. - Esconder una herida en el cuello como esa no será complicado para tí, ¿ o no? - Loki la miró ahora de frente, separando su mirar de aquél monitor. Había podido escuchar algo interesante. Ya sabía como se llamaba aquella mujer. Cuando la demonio asintió levemente, Loki sonrió. Soltó un suspiro y se separó de los monitores, para tomar asiento en el escritorio. - Dada la cantidad de cocaína que se metió en la nariz esta noche, sobornando a un par de policías locales será todo lo que necesitamos para que esto pase como una sobredosis. Lo que nos incumbe ahora es su reemplazo. - Loki tomó el vaso que le sirvió el difunto y le dio un hondo trago. Observó entonces los monitores de reojo por un momento y vio que su elegida se pude devolver a la tarea que había elegido para aquella velada. - Necesito el expediente de ella.
La demonio observó el monitor al cual Loki hacía referencia y arqueó una ceja, pero no borró en ningún momento la sonrisa de su rostro. - ¿Katja? Nunca he sido de cuestionar sus motivos, pero me tomaré el atrevimiento. ¿ Por que ella? - Cuestionó al momento que chasqueaba los dedos. En sus manos apareció una carpeta. - ¿Que ve en ella para darle la posición del difunto Kovacs? - Si bien la demonio era dueña de una intuición verdaderamente prodigiosa, incluso ella en todos sus años no había podido nunca ver a través de él. Sólo uno podía. A la espera de una respuesta, posó la carpeta delante del dios del engaño y retomó su precavida posición previa.
- El que ocupaba tu puesto antes de tí tampoco entendió por que te elegí y salvé de aquellos ángeles que te daban cacería, querida. - Loki se terminó el vaso y volvió a suspirar. Tomó la carpeta en cuestión y la ojeó velozmente. Supo toda la información y luego sonrió. - No es algo por lo que debas preocuparte. Pero si debes saberlo, vi el mismo potencial que vi en ti. Si todo me sale bien, podré ubicarte en otro sitio y a ella dejarla aquí a que expanda el negocio desde otro tipo de perspectiva. Hace años que esperas que te saque de este lugar. - La demonio se sorprendió, dado que nunca le había dado voz a ese deseo tan personal. Loki la observó y no demoró en aparecer al lado de la demonio. - Ponte tu disfraz y deja el resto en mis manos. Avísame cuando hayas terminado con Kovacs y ven al cuarto donde se encuentra Katja.
____________________________________
La obra de teatro tenía que llegar al segundo acto ya. Los protagonistas de la noche ya habían sido presentados al público. Sus historias cobrarían sentido pronto y ahora hacía falta que se diera el suceso que altera la trama en su totalidad. El conflicto. Muchos podrían pensar que el asesinato del administrador del hotel sería suficiente. Pero no, aquello hasta le quedaba corto. Dimitri Kovacs no era nada mas que una simple piedra de transición. Un puente endeble y de madera que se resquebrajó tan solo un poco antes de tiempo. Nada que escapara dentro de las aspiraciones del nórdico. Nada que escapara de su eterno mirar. Loki adoptó la forma de un hombre de unos 40 años. De aspecto impoluto, pero sumamente masculino. Era una de sus apariencias favoritas a la hora de seducir mujeres. Y por que no, también hombres. La seducción era una de las herramientas que no involucraban la fuerza, que mejor sabía utilizar. Pero algo en su mente le decía que aquello no sería llevado hacia adelante por el arte de la seducción. Sino por el simple y llano convencimiento del crecimiento personal.
Su tranquilo caminar por los pasillos interminables de aquél establecimiento atrajo mas de una mirada. Esa piel momentánea tenía efectos completamente alejados de los que su apariencia original despertaba en los demás. La otra atraía miradas que quizás podrían reconocerla o hasta temerle. O quizás curiosidad por un hombre de apariencia joven que tenía el cabello blanquecino. Sus cicatrices o sus variadas marcas. No le daba demasiada importancia tampoco. Pero aquél rostro, aquél que llevaba ahora, atraía miradas lascivas. Notó como varias de sus indirectas empleadas se detenían a verlo, allí, caminando con tanta calma en su perfecto traje hecho a la medida. Muchas le habrían otorgado el servicio sin cobrar, muchas otras no paraban de fantasear con el dinero que aquél distinguido caballero podría llevar encima o en su cuenta bancaria. Pero solo recibían un mirar, cálido, pero indiferente.
Loki sabía a la perfección como sería el proceder de Lancaster. En primer lugar llamaría a las mujeres en las cuales había depositado una leve porción de su confianza y les ordenó que procedieran de una forma muy precisa. Antes de llamarlas, por supuesto, se deshizo de la herida en la yugular del hombre y mediante el uso de la magia negra, manipuló la sangre para que esta apareciera cerca de la boca de Kovacs. Una violenta sobredosis acompañada por una extraña enfermedad que el administrador había mantenido secreta. Se deshicieron de la alfombra con cuidado y ubicaron el e cuerpo entro de un envoltorio creíble. Lo llevaron al sótano y tomaron provecho del hecho de que el jefe de la policía acababa de salir de una de las habitaciones de los pisos superiores. Le explicaron la situación y le pidieron que manejaran todo fuera del ojo público. Cosa que el jefe no hizo mas que aceptar.
Pronto se encontró delante de la puerta de la habitación que deseaba. En la puerta se encontraba aquella que le había revelado el nombre de su objetivo. Una jovencita, demasiado joven para estar en un lugar como ese, dueña de un cuerpo que incitaba al pecado mas puro y conciso. Se veía nerviosa. Ansiosa por algo que no podía siquiera comprender. No se percató de la presencia de Loki, hasta que este estuvo delante de ella. Intentó juntar un poco de seriedad, pero la apariencia del dios del engaño pareció arrebatarla de la misma inmediatamente. Loki sonrió y le hizo una suave caricia en el mentón. Un ademán con la cabeza fue todo lo que hizo falta para que la puerta se viera libre. La muchacha se alejó embelesada.
La puerta se abrió con total calma, pero haciendo el suficiente ruido para que ambos amantes guiados por el placer y el oportunismo, se percataran de su presencia. Ajeno a cualquier tipo de reacción de la fémina, el Nórdico centró su atención en el hombre, cuya perdida mirada pareció centrarse. Despertó de un trance lejano de lujuria y pasión. - Largo. - El tono y la severidad de su voz, se veían cubiertas por un velo cordial que a cualquiera se le podría antojar tan encantador que una negativa era casi una imposibilidad. Pero en el mirar del nórdico, el hombre pudo ver otra cosa. No duró mas de unos dos segundos, pero el terror se hizo presente en él. Rápidamente abandonó la habitación, sin importarle su propia carencia de vestimenta. Lancaster tenía la indicación de vestirle y cancelarle la cuenta. Él se ocuparía de lo demás. - Dimitri Kovacs está muerto. - Aquellas palabras salieron de sus labios como una sentencia que un juez imparte sobre un acusado. No esperó a que la mujer replicara a lo que acababa de sucederse. Pero si lo hizo, no le importó. Loki se postró ante la puerta y con toda la calma del mundo echó un maletín encima de una mesa que había en la habitación. - No hemos tenido la oportunidad de conocernos, Katja, pero yo soy la persona que controla este lugar. Y debo decir...- Centró su mirar en el ajeno por primera vez.- Que es un gusto inmenso conocerte.
- Veo que lo ha hecho a fin de cuentas. - Una voz femenina invadió aquella oficina. Un tono delicado, experimentado, pero casi que se le podría antojar como severo y de reproche. La puerta se abrió y cerró con tal calma que el asesinato parecía algo rutinario. - Vaya dificultad...habrá que cambiar la alfombra de esa porción de la oficina.
- Señora Lancaster, le agradezco mucho que me haya avisado de lo que hizo nuestro pobre amigo. - Loki miró de reojo a la mujer madura, la cual con una simple sonrisa retomó su forma original. De su apariencia se redujeron unos treinta años, ahora no aparentaba mas de 25 años. Loki no había puesto a cargo del lugar a Kovacs. Kovacs era la fachada que alejaba la atención de la real encargada del lugar. La señora Lancaster era una de sus espías favoritas. Y una de las mas fieles. No por lealtad, por supuesto, sino que por mera conveniencia. Pero aquél sentido del oportunismo era mucho mas inteligente que el del ahora difunto. Loki observó la daga por unos momentos para luego hacerla desaparecer. - Esconder una herida en el cuello como esa no será complicado para tí, ¿ o no? - Loki la miró ahora de frente, separando su mirar de aquél monitor. Había podido escuchar algo interesante. Ya sabía como se llamaba aquella mujer. Cuando la demonio asintió levemente, Loki sonrió. Soltó un suspiro y se separó de los monitores, para tomar asiento en el escritorio. - Dada la cantidad de cocaína que se metió en la nariz esta noche, sobornando a un par de policías locales será todo lo que necesitamos para que esto pase como una sobredosis. Lo que nos incumbe ahora es su reemplazo. - Loki tomó el vaso que le sirvió el difunto y le dio un hondo trago. Observó entonces los monitores de reojo por un momento y vio que su elegida se pude devolver a la tarea que había elegido para aquella velada. - Necesito el expediente de ella.
La demonio observó el monitor al cual Loki hacía referencia y arqueó una ceja, pero no borró en ningún momento la sonrisa de su rostro. - ¿Katja? Nunca he sido de cuestionar sus motivos, pero me tomaré el atrevimiento. ¿ Por que ella? - Cuestionó al momento que chasqueaba los dedos. En sus manos apareció una carpeta. - ¿Que ve en ella para darle la posición del difunto Kovacs? - Si bien la demonio era dueña de una intuición verdaderamente prodigiosa, incluso ella en todos sus años no había podido nunca ver a través de él. Sólo uno podía. A la espera de una respuesta, posó la carpeta delante del dios del engaño y retomó su precavida posición previa.
- El que ocupaba tu puesto antes de tí tampoco entendió por que te elegí y salvé de aquellos ángeles que te daban cacería, querida. - Loki se terminó el vaso y volvió a suspirar. Tomó la carpeta en cuestión y la ojeó velozmente. Supo toda la información y luego sonrió. - No es algo por lo que debas preocuparte. Pero si debes saberlo, vi el mismo potencial que vi en ti. Si todo me sale bien, podré ubicarte en otro sitio y a ella dejarla aquí a que expanda el negocio desde otro tipo de perspectiva. Hace años que esperas que te saque de este lugar. - La demonio se sorprendió, dado que nunca le había dado voz a ese deseo tan personal. Loki la observó y no demoró en aparecer al lado de la demonio. - Ponte tu disfraz y deja el resto en mis manos. Avísame cuando hayas terminado con Kovacs y ven al cuarto donde se encuentra Katja.
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La obra de teatro tenía que llegar al segundo acto ya. Los protagonistas de la noche ya habían sido presentados al público. Sus historias cobrarían sentido pronto y ahora hacía falta que se diera el suceso que altera la trama en su totalidad. El conflicto. Muchos podrían pensar que el asesinato del administrador del hotel sería suficiente. Pero no, aquello hasta le quedaba corto. Dimitri Kovacs no era nada mas que una simple piedra de transición. Un puente endeble y de madera que se resquebrajó tan solo un poco antes de tiempo. Nada que escapara dentro de las aspiraciones del nórdico. Nada que escapara de su eterno mirar. Loki adoptó la forma de un hombre de unos 40 años. De aspecto impoluto, pero sumamente masculino. Era una de sus apariencias favoritas a la hora de seducir mujeres. Y por que no, también hombres. La seducción era una de las herramientas que no involucraban la fuerza, que mejor sabía utilizar. Pero algo en su mente le decía que aquello no sería llevado hacia adelante por el arte de la seducción. Sino por el simple y llano convencimiento del crecimiento personal.
Su tranquilo caminar por los pasillos interminables de aquél establecimiento atrajo mas de una mirada. Esa piel momentánea tenía efectos completamente alejados de los que su apariencia original despertaba en los demás. La otra atraía miradas que quizás podrían reconocerla o hasta temerle. O quizás curiosidad por un hombre de apariencia joven que tenía el cabello blanquecino. Sus cicatrices o sus variadas marcas. No le daba demasiada importancia tampoco. Pero aquél rostro, aquél que llevaba ahora, atraía miradas lascivas. Notó como varias de sus indirectas empleadas se detenían a verlo, allí, caminando con tanta calma en su perfecto traje hecho a la medida. Muchas le habrían otorgado el servicio sin cobrar, muchas otras no paraban de fantasear con el dinero que aquél distinguido caballero podría llevar encima o en su cuenta bancaria. Pero solo recibían un mirar, cálido, pero indiferente.
Loki sabía a la perfección como sería el proceder de Lancaster. En primer lugar llamaría a las mujeres en las cuales había depositado una leve porción de su confianza y les ordenó que procedieran de una forma muy precisa. Antes de llamarlas, por supuesto, se deshizo de la herida en la yugular del hombre y mediante el uso de la magia negra, manipuló la sangre para que esta apareciera cerca de la boca de Kovacs. Una violenta sobredosis acompañada por una extraña enfermedad que el administrador había mantenido secreta. Se deshicieron de la alfombra con cuidado y ubicaron el e cuerpo entro de un envoltorio creíble. Lo llevaron al sótano y tomaron provecho del hecho de que el jefe de la policía acababa de salir de una de las habitaciones de los pisos superiores. Le explicaron la situación y le pidieron que manejaran todo fuera del ojo público. Cosa que el jefe no hizo mas que aceptar.
Pronto se encontró delante de la puerta de la habitación que deseaba. En la puerta se encontraba aquella que le había revelado el nombre de su objetivo. Una jovencita, demasiado joven para estar en un lugar como ese, dueña de un cuerpo que incitaba al pecado mas puro y conciso. Se veía nerviosa. Ansiosa por algo que no podía siquiera comprender. No se percató de la presencia de Loki, hasta que este estuvo delante de ella. Intentó juntar un poco de seriedad, pero la apariencia del dios del engaño pareció arrebatarla de la misma inmediatamente. Loki sonrió y le hizo una suave caricia en el mentón. Un ademán con la cabeza fue todo lo que hizo falta para que la puerta se viera libre. La muchacha se alejó embelesada.
La puerta se abrió con total calma, pero haciendo el suficiente ruido para que ambos amantes guiados por el placer y el oportunismo, se percataran de su presencia. Ajeno a cualquier tipo de reacción de la fémina, el Nórdico centró su atención en el hombre, cuya perdida mirada pareció centrarse. Despertó de un trance lejano de lujuria y pasión. - Largo. - El tono y la severidad de su voz, se veían cubiertas por un velo cordial que a cualquiera se le podría antojar tan encantador que una negativa era casi una imposibilidad. Pero en el mirar del nórdico, el hombre pudo ver otra cosa. No duró mas de unos dos segundos, pero el terror se hizo presente en él. Rápidamente abandonó la habitación, sin importarle su propia carencia de vestimenta. Lancaster tenía la indicación de vestirle y cancelarle la cuenta. Él se ocuparía de lo demás. - Dimitri Kovacs está muerto. - Aquellas palabras salieron de sus labios como una sentencia que un juez imparte sobre un acusado. No esperó a que la mujer replicara a lo que acababa de sucederse. Pero si lo hizo, no le importó. Loki se postró ante la puerta y con toda la calma del mundo echó un maletín encima de una mesa que había en la habitación. - No hemos tenido la oportunidad de conocernos, Katja, pero yo soy la persona que controla este lugar. Y debo decir...- Centró su mirar en el ajeno por primera vez.- Que es un gusto inmenso conocerte.
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