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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Demon Hunt. [Priv. Reinhard]
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por Nicola Giovanni Lun Jul 30, 2018 5:43 pm
Desde que salió de su apartamento para comprar unas cosas que necesitaba… Tenía la extraña sensación de sentirse observado. Sus sentidos de demonio estaban bastante agudizados desde el momento que sintió unos ojos encima de él; ni siquiera desde que salió sino que dentro de su hogar seguía con ese problema… Soltó un suspiro pesado. Apenas había llegado del trabajo pero recordó que era necesario comprar bebidas, algunos dulces y demás objetos que le hacían falta o estaban a punto de acabarse.
Todavía tenía puesto su traje para ir al trabajo con una corbata negra y camisa de botones blanca debajo de esta, todos le miraban pero estaba acostumbrado a ese tipo de miradas, unas llenas de morbosidad, de admiración, de celos, de egocentrismo… Pero lo que llevaba sintiendo desde hace unas cuantas horas atrás era algo bastante raro.
— Ya me harté. —
Aprovechando la oscuridad de la noche se dirigió a uno de los callejones para ser perdido de vista. No sabía lo que era exactamente pero haría lo mejor posible para localizarlo. Si se trataba de un asesino, ¿Por qué no se mostraba? A menos que fuera una mujer claro, esas siempre son muy escurridizas. Nicola tenía una recompensa por su cabeza desde hace muchos años… Cuando apenas empezaba a descubrir su oscuridad como demonio mataba a demasiada gente y de vez en cuando, las personas de confianza, le pagaban para hacer ese tipo de recados en los que era excelente. Ahora que era un hombre de empresa y sus poderes de demonio estaban más que controlados su necesidad por ver sus manos, su ropa de marca y su rostro lleno de sangre ya no era tan excitante como antes pero cuando le buscaban, le encontraban.
No se quitó la ropa ni nada, solo se quedó unos segundos tratando de canalizar sus poderes y enseguida sus ojos esmeraldas cambiaron de a un miel brillante, los cuernos aparecieron rápidamente, las garras y podía mostrarse en su rostro una serie de tatuajes que su ropa cubría. La cola lastimosamente rompió el pantalón del traje, lo cual siempre odiaba de transformarse… Ya tenía como cinco o más pantalones en ese mismo estado. Tenía que arreglarlos. Soltó un gruñido de molestia pura mientras dio un salto gigante que terminó en los techos de quien sabe qué edificio. Estiró sus músculos con cierta flojera, tenía rato sin transformarse así que volver a la cacería era un tanto nostálgico, sonó sus nudillos, cuello y empezó a andar como sí nada.
— Si fuera un lindo cazarrecompensas… O linda, ¿Dónde me ocultaría? —
Seguramente estaría por los edificios ocultos, ¿Francotirador? Era lo más probable. No atacó con la multitud porque sí llegaba a fallar, Nicola se daría cuenta y sería su fin. Caminaba por los techos observando todo con cautela… Su hogar no quedaba muy lejos de donde estaba, más bien, desde esa vista podía ver su casa. Estaba un torre un tanto alejada de todo que era bastante alta como para ocultarse ahí, con la habilidad de un francotirador avanzado desde esa vista podía darle un buen disparo en la cabeza sin fallar.
Nicola decidió dirigirse a esa localización, saltando y escabulléndose por los techos de los edificios hasta que llegó a este lugar, donde se adentró de manera cautelosa.
— ¿Dónde te ocultas, bonito… o bonita? —
Dijo con una risa suave, caminando como sí no tuviera miedo de morir. En realidad no lo tenía, podía mostrarse relajado pero estaba más atento de cada mínimo sonido que existiera.
— Debo decir que es un gran dolor en el culo tener a alguien que te acose desde arriba. ¿Eres hombre o mujer? Porque de ser hombre actúas como una mujer en esta línea de trabajo. Me agrada, eres minucioso. —
Hablaba solo para ver sí tenía respuesta.
Todavía tenía puesto su traje para ir al trabajo con una corbata negra y camisa de botones blanca debajo de esta, todos le miraban pero estaba acostumbrado a ese tipo de miradas, unas llenas de morbosidad, de admiración, de celos, de egocentrismo… Pero lo que llevaba sintiendo desde hace unas cuantas horas atrás era algo bastante raro.
— Ya me harté. —
Aprovechando la oscuridad de la noche se dirigió a uno de los callejones para ser perdido de vista. No sabía lo que era exactamente pero haría lo mejor posible para localizarlo. Si se trataba de un asesino, ¿Por qué no se mostraba? A menos que fuera una mujer claro, esas siempre son muy escurridizas. Nicola tenía una recompensa por su cabeza desde hace muchos años… Cuando apenas empezaba a descubrir su oscuridad como demonio mataba a demasiada gente y de vez en cuando, las personas de confianza, le pagaban para hacer ese tipo de recados en los que era excelente. Ahora que era un hombre de empresa y sus poderes de demonio estaban más que controlados su necesidad por ver sus manos, su ropa de marca y su rostro lleno de sangre ya no era tan excitante como antes pero cuando le buscaban, le encontraban.
No se quitó la ropa ni nada, solo se quedó unos segundos tratando de canalizar sus poderes y enseguida sus ojos esmeraldas cambiaron de a un miel brillante, los cuernos aparecieron rápidamente, las garras y podía mostrarse en su rostro una serie de tatuajes que su ropa cubría. La cola lastimosamente rompió el pantalón del traje, lo cual siempre odiaba de transformarse… Ya tenía como cinco o más pantalones en ese mismo estado. Tenía que arreglarlos. Soltó un gruñido de molestia pura mientras dio un salto gigante que terminó en los techos de quien sabe qué edificio. Estiró sus músculos con cierta flojera, tenía rato sin transformarse así que volver a la cacería era un tanto nostálgico, sonó sus nudillos, cuello y empezó a andar como sí nada.
— Si fuera un lindo cazarrecompensas… O linda, ¿Dónde me ocultaría? —
Seguramente estaría por los edificios ocultos, ¿Francotirador? Era lo más probable. No atacó con la multitud porque sí llegaba a fallar, Nicola se daría cuenta y sería su fin. Caminaba por los techos observando todo con cautela… Su hogar no quedaba muy lejos de donde estaba, más bien, desde esa vista podía ver su casa. Estaba un torre un tanto alejada de todo que era bastante alta como para ocultarse ahí, con la habilidad de un francotirador avanzado desde esa vista podía darle un buen disparo en la cabeza sin fallar.
Nicola decidió dirigirse a esa localización, saltando y escabulléndose por los techos de los edificios hasta que llegó a este lugar, donde se adentró de manera cautelosa.
— ¿Dónde te ocultas, bonito… o bonita? —
Dijo con una risa suave, caminando como sí no tuviera miedo de morir. En realidad no lo tenía, podía mostrarse relajado pero estaba más atento de cada mínimo sonido que existiera.
— Debo decir que es un gran dolor en el culo tener a alguien que te acose desde arriba. ¿Eres hombre o mujer? Porque de ser hombre actúas como una mujer en esta línea de trabajo. Me agrada, eres minucioso. —
Hablaba solo para ver sí tenía respuesta.
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Nicola Giovanni
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por Reinhard T. Sinclair Vie Ago 03, 2018 12:55 am
" ¿Un demonio? ¿Sabes lo que cuesta asesinar una de esas cosas, no es así? "
"No se te paga por hacer preguntas, mercenario. Te daré el triple por que lo asesines. No me importa cuantos intentos te tome hacerlo. "
"Como me vuelva a hablar así, viejo estúpido, le vuelo a usted la cabeza. Y gratis. Pon una tarjeta de crédito a mi nombre, abre la cuenta bancaria y mete todo el dinero ahí. Cuando esté muerto te mando la cabeza. "
_____________________________________________________________________
Ese viejo podía irse bien a la mierda si se pensaba que cualquiera podía hablarle así. Había matado infelices por mucho menos que una respuesta de esas. Ni siquiera sus matones se atrevieron a intervenir. Reinhard los asustaba de sobremanera. Y por algún extraño motivo que no comprendían, tenían la patente sensación de que si movían este les volaría la cabeza de un instante a otro. Muchas veces le habían dicho que cuando se trataba de trabajo, su aura de por sí agresiva se tornaba fría y mucho mas amenazante. Tal y como si se tratara de un león o un tigre, con la vista prendada de su presa. Ese viejo sudó como nunca en esos tensos momentos que experimentaron. Si se le escapaba un gas, el Cyborg estaba seguro que el hombre se habría cagado encima. Menos mal que no sucedió. Simplemente agachó la cabeza y acató las órdenes. Todo el mundo conocía sus modos, su forma de tratar con todos, y todo el mundo sabía que con él no se jodía. Bajo ningún concepto.
Al haber cumplido con sus demandas, aquél anciano había puesto en moción algo que el propio Reinhard consideraba como imparable. Su mentalidad cuando trabajaba. Se transformaba completamente siempre que aceptaba un trabajo. Lejos quedaban los insultos, lejos quedaban la falta de temple y una paciencia mas reducida que la de un perro rabioso. Ahora tenía un trabajo que completar. Un objetivo acapararía toda su atención hasta que este dejara de existir.
Cuando el rumor llegó a sus oídos de que un poderoso magnate de la industria petrolera lo estaba buscando, Reinhard se puso a investigar un poco. No le complacía perder demasiado tiempo en la investigación del objetivo una vez que hubiera aceptado el encargo. Le gustaba saber a qué se iba a enfrentar. Y mas que eso, disfrutaba el hecho de cumplir rápidamente. Investigar a su objetivo no fue en absoluto complicado. Si hasta un vagabundo tenía un mayor aprecio para con el anonimato que aquél fanfarrón con poca gracia. Un demonio que se la pasa fornicando y peleando por su existencia inmortal. Con un gusto claro y marcado para con el sexo masculino. El mercenario llevaba demasiado tiempo haciendo las de mercenario. Si él no quería ser sentido por un ser sobrenatural, sabía como observar con la suficiente distancia. Sabía como mantenerse alejado, fuera de ese molesto radar natural. Después de todo, había sido en contra de uno de esos seres sobrenaturales que había perdido su primer miembro. Un brazo le había costado no considerar que ese condenado vampiro pederasta, podía sentirlo si se acercaba demasiado. Sus intenciones, su aroma. Es hijo de puta lo estaba esperando cuando fue por él. Eso marcó dos tendencias en la vida de Reinhard. La primera fue el comienzo de una serie de modificaciones que culminaron hacía no muchos años atrás, con el cambio de su corazón por uno que perduraría mas allá de su cansado corazón biológico. La segunda, que aprendió como cazar seres sobrenaturales. Y ese demonio fanfarrón estaba pronto a darse cuenta.
Reinhard llegó a una serie de conclusiones a la hora de elaborar una serie de escenarios para el combate. Hizo un uso magistral de los fondos de los cuales disponía y se las arregló para adquirir todos los bienes y herramientas que le iban a hacer falta. Ahora estaba yendo en contra de un enemigo que naturalmente no podía derrotar. Los demonios eran seres a los que ya se había enfrentado. A veces por elección y en otras por pura y absoluta necesidad. Mas de un demonio había querido asesinarlo por que le había dado cacería a un amigo suyo. Y otros habían encontrado interesante su propia figura de mercenario y se les antojó divertido asesinarlo. Por lo que podía hacerse mas de una idea de lo que se iba a encontrar. El egocentrismo ajeno representaba una pieza fundamental en su tablero de ajedrez mental.
_________________________________________________
Tres días fueron suficientes para preparar todo. Naturalmente, tal y como se había imaginado, el egocentrismo del demonio jugó un papel primordial en el comienzo de la partida. Reinhard tan solo tuvo que ingresar en su radar para que el demonio se percatara de su presencia. Pero los demonios no podían verlo todo. Otros seres tenían esas cualidades mucho mas desarrolladas. Sólo pudo sentirse perseguido, acosado quizás. Y el hecho de que se encontraran en ese edificio, no fue producto del azar, bajo ningún concepto. El mercenario pudo preveer que su objetivo pensaría que su elusivo perseguidor sería un francotirador. Su griterío incesante le facilitaba la tarea de seguirlo. Y cuando mordió el anzuelo de ir a por aquella torre, Reinhard sonrió por que acababa de comenzar con ventaja todo el asunto. El demonio acudió por si sólo a la torre. El cyborg no hizo mas que salir de su escondite entonces, plantándose en la misma azotea que él acababa de abandonar.
- Reinhard 1...- Dejó caer su habano de Cuba en el suelo al momento que de su pesada chaqueta sacaba un pequeño aparato de color negro. El mercenario soltó un suspiro. En aquella torre de vigía, había ciertamente un rifle dispuesto en dirección a donde se encontraba. La torre no tenía mas que un maniquí, el cual él había impregnado con su aroma. Y alrededor del mismo establa plagado de explosivos, todos llenos de agua bendita y otros metales sagrados. Si iba a pelear con un demonio, era un requisito primordial debilitarlo. Y eso, era lo que necesitaba ahora. - Demonio 0. - Dijo y oprimió el botón rojo.
La parte superior de la torre voló por los aires. Un buen espectáculo de fuegos artificiales, pensó.
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Reinhard T. Sinclair
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por Nicola Giovanni Mar Ago 07, 2018 8:36 pm
Algo estaba mal.
¿Por qué se dejaba mostrar de una manera tan normal? A menos que fuera uno de esos mercenarios principiantes que no sabían nada de dónde se estaban metiendo. El hombre se veía de edad avanzada, lo cual lo descolocaba porque tal vez estuviera pensando de manera errónea. Ya luego cuando vio todo el armamento que le tenía preparado no duró en sacar sus alas de manera rápida y correr rápidamente para tirarse de la azotea; aun así la explosión le impactó en parte de sus cuerpo, razón por la cual tuvo que terminar caminando, estaba herido por ese maldito mercenario. Tenía que regresar a su casa y rápido.
Siempre era perseguido por este tipo de caza recompensas o mercenarios que solo disfrutaban ver a sus objetivos con la cabeza lejos de su cuerpo. Trató de irse por los caminos estrechos para que no pudiera encontrarle, caminaba un tanto lento porque el agua bendita le cayó en partes de las alas. Agradecía tener medicamentos para ese tipo de situaciones pero todavía faltaba mucho para poder llegar a su casa. Maldecía a ese hombre por todo el camino, estaba ya sudado porque el dolor era simplemente insoportable pero a la vez estaba atento de que no fuera a caer en una emboscada por parte de ese hombre.
Al fin había llegado a su casa pero mientras caminaba por los caminos solitarios, cambió a su forma humana para poder llegar a su hogar sin levantar sospechas ni nada por el estilo, a pesar de que la herida fue en sus alas continuaba teniendo ese dolor penetrante que le comía por dentro. Tenía que actuar rápido o moriría en menos de lo que canta un gallo. Ya dentro del lugar cerró la puerta con seguro, varias para que se le fuera difícil romperla si intentaba seguirle hasta su casa. Regresó a su forma demoníaca para sacar una caja metálica, colocándole una contraseña que solo él sabía para sacar elementos curativos, los cuales poco a poco fue aplicando en las heridas de sus alas, soltó un gemido que significaba puro dolor a la vez que gruñía por lo furioso que estaba. Se sentó en el sofá tratando de que el medicamento hiciera efecto hasta que el dolor desapareció por completo.
— Lo voy a matar… —
Susurró con ira en sus ojos. Ya cuando pudo estar lo bastante apto para pelear salió por la puerta trasera de su hogar donde se encontraba un bosque bastante extenso. Tal vez el mercenario pensaría que Nicola murió en esa explosión o tal vez no. La noche era joven y gracias a la oscuridad del momento podía desplazarse libremente sin tener que preocuparse de que le descubrirán. Alzó al vuelo, buscando por todos lados a ese hombre de cabellos negros, aun así estaba atento de alguna bala o disparo.
Regresó al lugar de la torre solo para visualizar lo que había hecho. Dudaba que regresaría al mismo lugar donde le atacó, Nicola incluso volver a la torre era algo estúpido de su parte pero, tenía curiosidad de ver los objetos que usó.
Se podían ver toda clase de químicos derramados por el suelo, el agua bendita. Mantenía sus pies en el aire para no tocar nada de ese líquido que todavía seguía estando fresco, lo que sí se quedó un rato husmeando y oliendo fue el cebo que le colocó. Era su olor, ¿No? . Rápidamente se fue de aquel lugar para seguir el rastro de donde podía estar el aroma proveniente de la trampa. Llegó a unas ruinas que llevaban a un bosque que podía fácilmente ser participe en una película de terror pero, era un demonio, no le tenía miedo a nada en lo absoluto.
— Buen intento en realidad, te aplaudo. —
Estaba cometiendo los mismos errores que la primera vez pero esta vez tenía sus alas, las cuales podía usar para escapar rápidamente de cualquier trampa que le colocara el hombre. Se quedó hablando en un solo lugar, en un terreno sólido, donde no podían colocar trampas subterráneas ni tenderle alguna red para inmovilizarle.
— Sé un hombre y aparece. —
Sabía que no aparecería pero, le gustaba intentar. Tenía que acabar con ese hombre lo más pronto posible, odiaba tener que cazar a humanos o lo que sea que fuera. Le ponían impaciente e irritante.
¿Por qué se dejaba mostrar de una manera tan normal? A menos que fuera uno de esos mercenarios principiantes que no sabían nada de dónde se estaban metiendo. El hombre se veía de edad avanzada, lo cual lo descolocaba porque tal vez estuviera pensando de manera errónea. Ya luego cuando vio todo el armamento que le tenía preparado no duró en sacar sus alas de manera rápida y correr rápidamente para tirarse de la azotea; aun así la explosión le impactó en parte de sus cuerpo, razón por la cual tuvo que terminar caminando, estaba herido por ese maldito mercenario. Tenía que regresar a su casa y rápido.
Siempre era perseguido por este tipo de caza recompensas o mercenarios que solo disfrutaban ver a sus objetivos con la cabeza lejos de su cuerpo. Trató de irse por los caminos estrechos para que no pudiera encontrarle, caminaba un tanto lento porque el agua bendita le cayó en partes de las alas. Agradecía tener medicamentos para ese tipo de situaciones pero todavía faltaba mucho para poder llegar a su casa. Maldecía a ese hombre por todo el camino, estaba ya sudado porque el dolor era simplemente insoportable pero a la vez estaba atento de que no fuera a caer en una emboscada por parte de ese hombre.
Al fin había llegado a su casa pero mientras caminaba por los caminos solitarios, cambió a su forma humana para poder llegar a su hogar sin levantar sospechas ni nada por el estilo, a pesar de que la herida fue en sus alas continuaba teniendo ese dolor penetrante que le comía por dentro. Tenía que actuar rápido o moriría en menos de lo que canta un gallo. Ya dentro del lugar cerró la puerta con seguro, varias para que se le fuera difícil romperla si intentaba seguirle hasta su casa. Regresó a su forma demoníaca para sacar una caja metálica, colocándole una contraseña que solo él sabía para sacar elementos curativos, los cuales poco a poco fue aplicando en las heridas de sus alas, soltó un gemido que significaba puro dolor a la vez que gruñía por lo furioso que estaba. Se sentó en el sofá tratando de que el medicamento hiciera efecto hasta que el dolor desapareció por completo.
— Lo voy a matar… —
Susurró con ira en sus ojos. Ya cuando pudo estar lo bastante apto para pelear salió por la puerta trasera de su hogar donde se encontraba un bosque bastante extenso. Tal vez el mercenario pensaría que Nicola murió en esa explosión o tal vez no. La noche era joven y gracias a la oscuridad del momento podía desplazarse libremente sin tener que preocuparse de que le descubrirán. Alzó al vuelo, buscando por todos lados a ese hombre de cabellos negros, aun así estaba atento de alguna bala o disparo.
Regresó al lugar de la torre solo para visualizar lo que había hecho. Dudaba que regresaría al mismo lugar donde le atacó, Nicola incluso volver a la torre era algo estúpido de su parte pero, tenía curiosidad de ver los objetos que usó.
Se podían ver toda clase de químicos derramados por el suelo, el agua bendita. Mantenía sus pies en el aire para no tocar nada de ese líquido que todavía seguía estando fresco, lo que sí se quedó un rato husmeando y oliendo fue el cebo que le colocó. Era su olor, ¿No? . Rápidamente se fue de aquel lugar para seguir el rastro de donde podía estar el aroma proveniente de la trampa. Llegó a unas ruinas que llevaban a un bosque que podía fácilmente ser participe en una película de terror pero, era un demonio, no le tenía miedo a nada en lo absoluto.
— Buen intento en realidad, te aplaudo. —
Estaba cometiendo los mismos errores que la primera vez pero esta vez tenía sus alas, las cuales podía usar para escapar rápidamente de cualquier trampa que le colocara el hombre. Se quedó hablando en un solo lugar, en un terreno sólido, donde no podían colocar trampas subterráneas ni tenderle alguna red para inmovilizarle.
— Sé un hombre y aparece. —
Sabía que no aparecería pero, le gustaba intentar. Tenía que acabar con ese hombre lo más pronto posible, odiaba tener que cazar a humanos o lo que sea que fuera. Le ponían impaciente e irritante.
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por Reinhard T. Sinclair Jue Ago 09, 2018 11:48 pm
Ser mercenario, ¿qué significaba para alguien como él? ¿Qué significaba la existencia para alguien que nunca había tenido la dicha de experimentar los aspectos positivos de la misma? Desde el comienzo su vida fue un eterno conflicto. No tenía padres, de hecho, no tenía ningún tipo de relación sanguínea que pudiera recordar o haber llegado a reconocer con el paso de los años. Años más tarde, uno de sus tantos padres le había comentado un rumor que había llegado a sus oídos meses atrás; un rumor que giraba en torno al destino de sus padres. Cualquier otro en su posición seguramente habría optado por indagar, el deseo y en ansia por el conocimiento es un pecado que poseen muchos de los seres que caminan por sobre la tierra. Pero no él. Recordó que hasta en sus primeros años, despachó toda posible conexión con sus progenitores. Y aquellos que lo cuidaban por unos meses antes de despacharlo a la siguiente desdichada pareja, poco cariño le tenían. Él era una decepción, un vestigio del deseo de ser padres que se veía frustrado ante la incompetencia de un chiquillo que no conocía nada mejor.
No demoró en llegar a otra serie de internados, orfanatos de mala muerte plagados de monjas que se convencían a sí mismas que las maldades que cometían eran por una eterna penitencia engañosa. Negaban el placer que sentían internamente al torturar psicológicamente a los niños. De la misma forma que un psiquiatra al aplicar los electro choques. Sádicos infelices. Su eterno conflicto comenzó en esa época. Todavía podía recordar el primer episodio. Luego de una serie interminable de entrevistas y suficiente medicación para dejar tonto de baba a cualquiera, Reinhard le arrancó la oreja de un mordisco a aquél hombrecillo enfermo que hacías las de psiquiatra de aquél reformatorio. Cuando se estaba retorciendo en el suelo, le orinó el rostro e ignoró por completo los empujones de los guardias de seguridad. Lo molieron a golpes y lo encerraron en una jaula, por trastornado. No demoró mucho en escapar del establecimiento. Tenía seis años.
El motivo por el cual esos recuerdos volvieron a su mente en ese momento, mientras observaba aquella majestuosa explosión, le resultó poco importante. Se le hizo sencillo a sus ojos observar la figura del demonio huyendo con la cola entre las patas. Dañado por los elementos especiales a nivel químico y santo de sus explosivos. Pudo perseguirlo, pero optó por no hacerlo. En lugar de eso se dedicó a una tarea mucho más relevante. Reinhard tan solo se limitó a acercarse al borde de aquella azotea y observó todos y cada uno de los movimientos del demonio. Sus formas de caminar, sus alas maltrechas. Hasta incluso su forma demoníaca. ¿Por qué no seguir a una presa dañada? Por qué si lo hacía corría el riesgo latente de ser emboscado por el mismo. Por mas dañado que estuviera, ser herido era un gran contratiempo. Él contaba con una ventaja por sobre su enemigo. Con la excepción de su cerebro, pocos órganos le quedaban en el cuerpo que fueran naturales. Perderlos era un fastidio, pero estaba preparado para reponer las pérdidas de forma inmediata.
- Hm…- El silencio ocupó la escena momentáneamente. Si sus cálculos eran correctos, entonces en cinco minutos aquellas silenciosas calles pronto estarían llenas de camiones de bomberos y policías. Siempre se necesita un culpable. Además de claro, reconocer si había algún cadáver en la escena. Reinhard los observó, pensando en la monumental pérdida de tiempo que estaban a punto de comenzar. – Preparemos todo para la escena número dos.
_____________________________________________________________________
La noche arremetió en contra del día como una tormenta en un cielo despejado. Anocheció más rápido que en otras ocasiones. Al mercenario se le antojó hasta casi poético. Si tan solo le gustara mínimamente la poesía, estaba seguro que podría enumerar un sinfín de parecidos. Pero su lectura se radicaba más en relatos, novelas e incluso la misma historia. El Cyborg hizo todos los preparativos pertinentes. Había estudiado lo suficiente a ese demonio como para tenderle un sinfín de trampas que tendrían mucho mayor éxito que aquella explosión de pacotilla. Casi le había matado con el acto introductorio. No tenía esperanza alguna si no se tomaba ese juego más en serio. Y no con el acto de ser un niño polla chica que tiene que andar pregonando proezas a los cuatro vientos.
Tal y como lo predijo, el demonio llegó con el caer de la noche. Al mismo exacto lugar. Era demasiado predecible. Quizás aprendió algo, pensó para sus adentros el mercenario cuando lo vio aparecer de nueva cuenta, pero esta vez, en su forma de demonio. Si el perfil de personalidad que él mismo había creado resultaba acertado en, por lo menos, un %70, entonces él contaba con todas las de ganar. Su enojo era visible, incluso ante sus ojos biónicos carentes de vida. Estaba enojado, humillado, seguramente habría de sentirse como un estúpido, pensó para sus adentros. El mercenario había optado de cambiar de estrategia. La explosión había atraído demasiada atención innecesaria. No podía explotar nada mas por hoy, al menos por ahora.
El humo del habano salía de sus labios como si fuera una chimenea. La botella de Whisky medio llena descansaba a un lado de la pequeña silla que su enorme cuerpo ocupaba. La sonrisa en su rostro contradecía su típica frialdad en situaciones de control como en la cual se encontraba. Pero sabía que aquello era precisamente lo que necesitaba para que el demonio se acercara a él. Lo haría por aire, estaba seguro. Y también preparado. Al irse y volver había recuperado su estado físico, pero también había cometido la estupidez de permitirle a Reinhard el hecho de convertir todo aquél terreno en su trampa personal. El demonio parecía listo para una encarnizada pelea de puños o vaya a saber uno qué cosas puntualmente. El cyborg, todo lo opuesto.
- Te estaba esperando, demonio. - Dijo el mercenario mientras se ponía lentamente de pie. Su mirar, siempre fijo en su objetivo. ¿Que escenario sería el siguiente? Había cuatro posibles. Y todos y cada uno de ellos era mas divertido que el anterior. A él, se le antojaba el número 3.
No demoró en llegar a otra serie de internados, orfanatos de mala muerte plagados de monjas que se convencían a sí mismas que las maldades que cometían eran por una eterna penitencia engañosa. Negaban el placer que sentían internamente al torturar psicológicamente a los niños. De la misma forma que un psiquiatra al aplicar los electro choques. Sádicos infelices. Su eterno conflicto comenzó en esa época. Todavía podía recordar el primer episodio. Luego de una serie interminable de entrevistas y suficiente medicación para dejar tonto de baba a cualquiera, Reinhard le arrancó la oreja de un mordisco a aquél hombrecillo enfermo que hacías las de psiquiatra de aquél reformatorio. Cuando se estaba retorciendo en el suelo, le orinó el rostro e ignoró por completo los empujones de los guardias de seguridad. Lo molieron a golpes y lo encerraron en una jaula, por trastornado. No demoró mucho en escapar del establecimiento. Tenía seis años.
El motivo por el cual esos recuerdos volvieron a su mente en ese momento, mientras observaba aquella majestuosa explosión, le resultó poco importante. Se le hizo sencillo a sus ojos observar la figura del demonio huyendo con la cola entre las patas. Dañado por los elementos especiales a nivel químico y santo de sus explosivos. Pudo perseguirlo, pero optó por no hacerlo. En lugar de eso se dedicó a una tarea mucho más relevante. Reinhard tan solo se limitó a acercarse al borde de aquella azotea y observó todos y cada uno de los movimientos del demonio. Sus formas de caminar, sus alas maltrechas. Hasta incluso su forma demoníaca. ¿Por qué no seguir a una presa dañada? Por qué si lo hacía corría el riesgo latente de ser emboscado por el mismo. Por mas dañado que estuviera, ser herido era un gran contratiempo. Él contaba con una ventaja por sobre su enemigo. Con la excepción de su cerebro, pocos órganos le quedaban en el cuerpo que fueran naturales. Perderlos era un fastidio, pero estaba preparado para reponer las pérdidas de forma inmediata.
- Hm…- El silencio ocupó la escena momentáneamente. Si sus cálculos eran correctos, entonces en cinco minutos aquellas silenciosas calles pronto estarían llenas de camiones de bomberos y policías. Siempre se necesita un culpable. Además de claro, reconocer si había algún cadáver en la escena. Reinhard los observó, pensando en la monumental pérdida de tiempo que estaban a punto de comenzar. – Preparemos todo para la escena número dos.
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La noche arremetió en contra del día como una tormenta en un cielo despejado. Anocheció más rápido que en otras ocasiones. Al mercenario se le antojó hasta casi poético. Si tan solo le gustara mínimamente la poesía, estaba seguro que podría enumerar un sinfín de parecidos. Pero su lectura se radicaba más en relatos, novelas e incluso la misma historia. El Cyborg hizo todos los preparativos pertinentes. Había estudiado lo suficiente a ese demonio como para tenderle un sinfín de trampas que tendrían mucho mayor éxito que aquella explosión de pacotilla. Casi le había matado con el acto introductorio. No tenía esperanza alguna si no se tomaba ese juego más en serio. Y no con el acto de ser un niño polla chica que tiene que andar pregonando proezas a los cuatro vientos.
Tal y como lo predijo, el demonio llegó con el caer de la noche. Al mismo exacto lugar. Era demasiado predecible. Quizás aprendió algo, pensó para sus adentros el mercenario cuando lo vio aparecer de nueva cuenta, pero esta vez, en su forma de demonio. Si el perfil de personalidad que él mismo había creado resultaba acertado en, por lo menos, un %70, entonces él contaba con todas las de ganar. Su enojo era visible, incluso ante sus ojos biónicos carentes de vida. Estaba enojado, humillado, seguramente habría de sentirse como un estúpido, pensó para sus adentros. El mercenario había optado de cambiar de estrategia. La explosión había atraído demasiada atención innecesaria. No podía explotar nada mas por hoy, al menos por ahora.
El humo del habano salía de sus labios como si fuera una chimenea. La botella de Whisky medio llena descansaba a un lado de la pequeña silla que su enorme cuerpo ocupaba. La sonrisa en su rostro contradecía su típica frialdad en situaciones de control como en la cual se encontraba. Pero sabía que aquello era precisamente lo que necesitaba para que el demonio se acercara a él. Lo haría por aire, estaba seguro. Y también preparado. Al irse y volver había recuperado su estado físico, pero también había cometido la estupidez de permitirle a Reinhard el hecho de convertir todo aquél terreno en su trampa personal. El demonio parecía listo para una encarnizada pelea de puños o vaya a saber uno qué cosas puntualmente. El cyborg, todo lo opuesto.
- Te estaba esperando, demonio. - Dijo el mercenario mientras se ponía lentamente de pie. Su mirar, siempre fijo en su objetivo. ¿Que escenario sería el siguiente? Había cuatro posibles. Y todos y cada uno de ellos era mas divertido que el anterior. A él, se le antojaba el número 3.
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Reinhard T. Sinclair
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por Nicola Giovanni Sáb Ago 18, 2018 2:27 am
Podía ser muchas cosas… Como impulsivo, arrogante, egocéntrico, bipolar y un centenar de palabras que podían definirle con facilidad pero no era un idiota estúpido. Sabía sus debilidades y sus fuerzas, ¿Para qué negarlo? Ese mercenario estaba demasiado preparado, podía compararlo con una rata, tan quisquillosa y rápida que es demasiado difícil poder atraparla. Nada era imposible en esa vida, como todo animal existente en el planeta, podía matarse… Veneno, por efectos naturales, por la mano del hombre, existían centenares de formas para matar a esos animales rastreros y ese mercenario que intentó matarle no era la excepción a los ejemplos que tenía en mente.
Ver a ese hombre en la lejanía solo le daba el impulso de perseguirle, destrozarle y tirarlo fuera de la isla para ver como moría ahogado. ¿Cuál muerte es la más dolorosa? ¿Ahogado o quemado? Nicola pensaba que ahogado. El agua entrando en todas partes, tu nariz, boca, hasta el momento en que pierdes tu oxígeno y solo terminas siendo comida de algún animal acuático o te descompones hasta el hueso. Quemado, seguramente el dolor se iba luego de que la piel desaparecía.
— Supondré que no tienes alguna trampa para mí. —
Su sarcasmo era obvio. Se cruzó de brazos solo para mantener sus ojos esmeraldas en los ajenos, manteniendo una sonrisa pícara; en sus peores momentos se mostraría con esa confianza de alguien que estuviera a punto de ganar. Nunca se sabe cuándo las cartas van a estar a tu favor y eso era lo excitante del destino, nunca sabes lo que te depara. Ese hombre no se veía como alguien mágico, de serlo no estaría usando esa artillería u objetos para acabar con él, de ser un demonio o raza que pudiera combatir contra un demonio seguramente ya estarían peleando a muerte para ver quien sobrevive. Tal vez tendría una ventaja en todo aquello después de todo, solo tal vez.
Movió solo un dedo para que entonces una cantidad de sombras, aprovechando la oscuridad, empezaran a desprenderse. No le harían daño al hombre, simplemente tanteaba el terreno donde obviamente había más que una trampa, agradecía estar en un lugar anti trampas por así decirlo así que el hombre no le llegaría a sorprender con algún truco.
— ¿Me dices tu nombre? No me es agradable no conocer a mis víctimas. —
Decidió hacer que desaparezcan sus alas pero sus tatuajes y orbes de color demoníaco seguían presentes, dando a entender que podía usar sus poderes en cualquier minuto si lo deseaba. No era tan idiota, si apareció así de repente enfrente suyo es porque algo planeaba pero, al saber eso… Nicola también venía preparado con una que otra cosa en específico. Por eso su sonrisa pícara que demostraba lo divertido que le resultaba la situación, ¿Lograría matarle? ¿Hacerle daño? Solo quería divertirse con él por los momentos, tomar venganza del daño que le hizo a sus alas y parte del cuerpo en la torre. Necesitaba vengarse, estaba sediento.
Por esa misma razón, con las sombras que antes le ayudaron a saber que lugares pisar y no pisar. Hizo con las sombras un arco y muchísimas flechas hechas de poder oscuro que se colocaron en sus manos, se veían bastante afiladas y peligrosas. Con una sonrisa de victoria miraba fijamente al hombre. No era la única sorpresa que le tenía guardada, venían todavía algunas más. ¿Quería pelea? Pues se la daría. Observó su creación con cuidado, una de las flechas las agarró para lamer justo el filo de esta con total sadismo y lascivia.
— ¿Empezamos o qué? Estoy sediento por luchar. —
Se colocó en posición como el mejor de los arqueros. Apuntando al hombre que tenía enfrente, sin moverse en lo absoluto. Estiró el arco y de manera fugaz, la flecha salió.
Ver a ese hombre en la lejanía solo le daba el impulso de perseguirle, destrozarle y tirarlo fuera de la isla para ver como moría ahogado. ¿Cuál muerte es la más dolorosa? ¿Ahogado o quemado? Nicola pensaba que ahogado. El agua entrando en todas partes, tu nariz, boca, hasta el momento en que pierdes tu oxígeno y solo terminas siendo comida de algún animal acuático o te descompones hasta el hueso. Quemado, seguramente el dolor se iba luego de que la piel desaparecía.
— Supondré que no tienes alguna trampa para mí. —
Su sarcasmo era obvio. Se cruzó de brazos solo para mantener sus ojos esmeraldas en los ajenos, manteniendo una sonrisa pícara; en sus peores momentos se mostraría con esa confianza de alguien que estuviera a punto de ganar. Nunca se sabe cuándo las cartas van a estar a tu favor y eso era lo excitante del destino, nunca sabes lo que te depara. Ese hombre no se veía como alguien mágico, de serlo no estaría usando esa artillería u objetos para acabar con él, de ser un demonio o raza que pudiera combatir contra un demonio seguramente ya estarían peleando a muerte para ver quien sobrevive. Tal vez tendría una ventaja en todo aquello después de todo, solo tal vez.
Movió solo un dedo para que entonces una cantidad de sombras, aprovechando la oscuridad, empezaran a desprenderse. No le harían daño al hombre, simplemente tanteaba el terreno donde obviamente había más que una trampa, agradecía estar en un lugar anti trampas por así decirlo así que el hombre no le llegaría a sorprender con algún truco.
— ¿Me dices tu nombre? No me es agradable no conocer a mis víctimas. —
Decidió hacer que desaparezcan sus alas pero sus tatuajes y orbes de color demoníaco seguían presentes, dando a entender que podía usar sus poderes en cualquier minuto si lo deseaba. No era tan idiota, si apareció así de repente enfrente suyo es porque algo planeaba pero, al saber eso… Nicola también venía preparado con una que otra cosa en específico. Por eso su sonrisa pícara que demostraba lo divertido que le resultaba la situación, ¿Lograría matarle? ¿Hacerle daño? Solo quería divertirse con él por los momentos, tomar venganza del daño que le hizo a sus alas y parte del cuerpo en la torre. Necesitaba vengarse, estaba sediento.
Por esa misma razón, con las sombras que antes le ayudaron a saber que lugares pisar y no pisar. Hizo con las sombras un arco y muchísimas flechas hechas de poder oscuro que se colocaron en sus manos, se veían bastante afiladas y peligrosas. Con una sonrisa de victoria miraba fijamente al hombre. No era la única sorpresa que le tenía guardada, venían todavía algunas más. ¿Quería pelea? Pues se la daría. Observó su creación con cuidado, una de las flechas las agarró para lamer justo el filo de esta con total sadismo y lascivia.
— ¿Empezamos o qué? Estoy sediento por luchar. —
Se colocó en posición como el mejor de los arqueros. Apuntando al hombre que tenía enfrente, sin moverse en lo absoluto. Estiró el arco y de manera fugaz, la flecha salió.
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Nicola Giovanni
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por Reinhard T. Sinclair Mar Sep 04, 2018 11:05 am
El libreto parecía que no se iba a separar de los sucesos reales en ningún momento. Todo era tal y como él lo había imaginado. Su reputación no venía de poderes llamativos o grandes masacres. Todo lo contrario. Si bien estaba seguro que podría pelear cuerpo a cuerpo llegado sea el caso [Sus miembros metálicos lo dotaban de una capacidad física que podía soportar confrontamientos físicos en contra de seres sobrenaturales.], su fama venía desde otro sitio, desde una dirección completamente diferente. Reinhard era famoso entre el sin fin de mercenarios que vagaban por el mundo, por su mente y no por sus músculos. No era efectivo por que golpeara más fuerte o tuviera un arsenal de poderes mágicos. Era efectivo por que podía asesinar en una indeterminada cantidad de escenarios posibles. Con un igual número de métodos diferentes.
La cacería es un proceso. Que se cumple por partes ante una serie de eventos previstos. La cantidad de escenarios que uno puede imaginarse, se vinculan directamente con sus probabilidades de éxito. Más escenarios, menos sorpresas. Si había menos sorpresas, entonces era más sencillo planificar contra estrategias. Si uno encara ciego una situación por demás poco ventajosa, entonces se está sencillamente condenando a morir. Pf, como si ese demonio tuviera tanta suerte.
Reinhard lo había visto todo. No sabía a ciencia cierta qué habilidades poseía su presa, pero sí contaba con una cuota de conocimiento del pasado a su favor. Él ya había matado demonios antes. Conocía la extensión de las habilidades de estos y como sus poderes dependían de un determinado número de variantes para crecer. Un demonio era tan fuerte como su edad, la cantidad de almas que haya consumido y hasta algo tan trivial como la maldad y la cantidad de emociones negativas que haya a su alrededor. Si tuviera que hacer un designio y análisis de su actual contrincante, lo primordial era la soberbia. Era un hablador, sin mucha gracia debía de decir, que se la pasaba diciendo estupideces y pregonando sobre un poderío que honestamente…no le impresionaba en absoluto. Reinhard ignoró todas y cada una de sus palabras. No contestó. No valía la pena hacerlo. Dejó que aquellas sombras se pasearan libremente por el suelo encontrando “todas y cada una” de sus trampas. ¿De verdad se creía que iba a ser tan sencillo? ¿Qué él era tan obvio?
Si no fuera un insensible infeliz, seguramente en ese momento se hubiera reído.
La flecha salió disparada del arco. Si el cyborg no hubiera sido tal, sino un humano común y corriente, aquello hubiera sido sin lugar a dudas…mortal en algún sentido. Pero era demasiado lineal, demasiado anunciado. No tuvo ni siquiera que moverse mucho. El cyborg analizó en menos de medio segundo la trayectoria del proyectil y se movió lo mínimo e indispensable para salir de la misma. Reinhard alzó una ceja y soltó un suspiro. No era por cansancio, sino quizás por sentirse ligeramente decepcionado. Retomó su postura normal y se quedó allí, viendo a su presa. De su pesado saco, tomó una cajetilla de cigarrillos y no demoró en llevarse uno a los labios. Encendió el mismo tal y como si nada hubiera pasado.
- ¿Actitud de película de los 90, en serio? – Reinhard dejó el cigarro entre sus labios al momento que se quitaba el pesado saco, quedando con una camiseta negra de mangas largas, ceñida perfectamente a su trabajado cuerpo. Soltó una ligera risa y volvió a mirar de arriba abajo a su contrincante. – Pensé que un demonio haría algo más que arrojar una flecha, si te he de ser honesto. Haz lo mejor que tengas, o acabarás muerto, niñato. – Le dijo con una calma aterradora al momento que simplemente empuñó su revólver.
Todos los procedimientos los tenía claros en la cabeza. Lo único que él había descubierto era una simple porción de todo lo que le tenía preparado. Además, él Cyborg contaba con el hecho de que las encontrara. Ahora su movimiento estaba limitado. Limitado precisamente a los sitios que él había imaginado.
- Mi nombre es irrelevante. Da lo mejor de ti, niño. O acabarás muerto antes de disparar la segunda flecha.
La cacería es un proceso. Que se cumple por partes ante una serie de eventos previstos. La cantidad de escenarios que uno puede imaginarse, se vinculan directamente con sus probabilidades de éxito. Más escenarios, menos sorpresas. Si había menos sorpresas, entonces era más sencillo planificar contra estrategias. Si uno encara ciego una situación por demás poco ventajosa, entonces se está sencillamente condenando a morir. Pf, como si ese demonio tuviera tanta suerte.
Reinhard lo había visto todo. No sabía a ciencia cierta qué habilidades poseía su presa, pero sí contaba con una cuota de conocimiento del pasado a su favor. Él ya había matado demonios antes. Conocía la extensión de las habilidades de estos y como sus poderes dependían de un determinado número de variantes para crecer. Un demonio era tan fuerte como su edad, la cantidad de almas que haya consumido y hasta algo tan trivial como la maldad y la cantidad de emociones negativas que haya a su alrededor. Si tuviera que hacer un designio y análisis de su actual contrincante, lo primordial era la soberbia. Era un hablador, sin mucha gracia debía de decir, que se la pasaba diciendo estupideces y pregonando sobre un poderío que honestamente…no le impresionaba en absoluto. Reinhard ignoró todas y cada una de sus palabras. No contestó. No valía la pena hacerlo. Dejó que aquellas sombras se pasearan libremente por el suelo encontrando “todas y cada una” de sus trampas. ¿De verdad se creía que iba a ser tan sencillo? ¿Qué él era tan obvio?
Si no fuera un insensible infeliz, seguramente en ese momento se hubiera reído.
La flecha salió disparada del arco. Si el cyborg no hubiera sido tal, sino un humano común y corriente, aquello hubiera sido sin lugar a dudas…mortal en algún sentido. Pero era demasiado lineal, demasiado anunciado. No tuvo ni siquiera que moverse mucho. El cyborg analizó en menos de medio segundo la trayectoria del proyectil y se movió lo mínimo e indispensable para salir de la misma. Reinhard alzó una ceja y soltó un suspiro. No era por cansancio, sino quizás por sentirse ligeramente decepcionado. Retomó su postura normal y se quedó allí, viendo a su presa. De su pesado saco, tomó una cajetilla de cigarrillos y no demoró en llevarse uno a los labios. Encendió el mismo tal y como si nada hubiera pasado.
- ¿Actitud de película de los 90, en serio? – Reinhard dejó el cigarro entre sus labios al momento que se quitaba el pesado saco, quedando con una camiseta negra de mangas largas, ceñida perfectamente a su trabajado cuerpo. Soltó una ligera risa y volvió a mirar de arriba abajo a su contrincante. – Pensé que un demonio haría algo más que arrojar una flecha, si te he de ser honesto. Haz lo mejor que tengas, o acabarás muerto, niñato. – Le dijo con una calma aterradora al momento que simplemente empuñó su revólver.
Todos los procedimientos los tenía claros en la cabeza. Lo único que él había descubierto era una simple porción de todo lo que le tenía preparado. Además, él Cyborg contaba con el hecho de que las encontrara. Ahora su movimiento estaba limitado. Limitado precisamente a los sitios que él había imaginado.
- Mi nombre es irrelevante. Da lo mejor de ti, niño. O acabarás muerto antes de disparar la segunda flecha.
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Reinhard T. Sinclair
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