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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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♦ Protereotita — Privado
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por Medea Regulus Mar Ago 21, 2018 12:34 pm
Increíblemente, Grecia no lucía mal para los tiempos que corrían actualmente. Claro, era tan distinta a como la recordaba, todo cambiaba a lo largo del tiempo, y por supuesto no era la excepción aquella en su querida Atenas. A pesar de lo que ocurría en lugares aledaños, esa ciudad parecía seguir siendo la misma de siempre, cargada de vida, y es que era lo normal, el mundo no se había acabado, no se había ido todo por la borda como se pensaba en un inicio. Simplemente fueron tiempos difíciles, y probablemente Grecia, en medio de todo el sufrimiento que atravesaron tiempo atrás supieron sobreponerse a lo que ocurría en el exterior. Así pues, Persephone decidió elegir ese lugar para tener una pequeña "charla amistosa" con otra mujer, francamente sorprendida de que lamencionada hubiese aceptado con tanta facilidad su propuesta.
La idea era esa, una simple conversación, un par de tazas de café y ellas sentadas en una terraza donde la inmensidad del océano fuese palpable. Persephone sabía que esa mujer era de cuidado, pero tampoco la reina del Inframundo era una doncella que bajase la guardia sólo porque había una aparente paz alrededor. Se las arregló para enviar un mensaje por medio de un halcón mensajero hace días a Morrigan, y esperaba que ese día, como estaba escrito en su pequeña carta, ella se presentase como respuesta al mensaje. Si no lo hacía, no tenía problema alguno, tenía todo el día, toda la eternidad para esperarle.
Suspiró, observando todo a su alrededor, lo hermosa que lucía esa ciudad pese a los problemas que se presentaban en el mundo, todo lo que pudo haber causado la caída de un lugar tan hermoso como ese. La sonrisa de Persephone no tardó en mostrarse, una pequeña mueca orgullosa cuando recordaba todo lo que se vivió antaño ahí, el templo de Poseidón a lo lejos recordándole lo imclementes que podían ser las guerras, lo terrible que era no estar seguro si al día siguiente podrían seguir llamándose a sí mismos "dioses". Si Zeus había muerto pese a jactarse de ser el más poderoso, ¿qué podría ocurrir con ellos si se descuidaban? Hades se lo advirtió antes de acudir a ese encuentro, que no bajase la guardia, que se mantuviera con la frente en alto ante esa mujer, el engaño era lo suyo, y podría tener efectos inesperados en ella.
Dio un sorbo a su café, escuchó las olas romper contra la arena aunque las playas estuvieran considerablemente alejadas de su posición. Le gustaba la calma que se respiraba en el lugar, le gustaba al menos saber que su natal Grecia estuviese intacto, sin destrucción esperándole, sin peligro alguno acechando por los rincones, ¿por qué tenía que verse obligada a permanecer alejada de su antiguo hogar? Si bien el Inframundo le permitía estar pendiente de todo lo que ocurría fuera de la isla, cierta congoja reptaba su pecho al saber que cualquier cosa podría pasar en cuestión de segundos, algo que no podría siquiera prever por más que lo deseara.
Entonces comenzó a sentirse insegura, ¿sería lo correcto esa reunión? ¿Sería correcto apelar al buen corazón de una mujer que no parecía mostrarlo? También era madre, también era esposa, de alguna manera tendrían que entenderse.
La idea era esa, una simple conversación, un par de tazas de café y ellas sentadas en una terraza donde la inmensidad del océano fuese palpable. Persephone sabía que esa mujer era de cuidado, pero tampoco la reina del Inframundo era una doncella que bajase la guardia sólo porque había una aparente paz alrededor. Se las arregló para enviar un mensaje por medio de un halcón mensajero hace días a Morrigan, y esperaba que ese día, como estaba escrito en su pequeña carta, ella se presentase como respuesta al mensaje. Si no lo hacía, no tenía problema alguno, tenía todo el día, toda la eternidad para esperarle.
Suspiró, observando todo a su alrededor, lo hermosa que lucía esa ciudad pese a los problemas que se presentaban en el mundo, todo lo que pudo haber causado la caída de un lugar tan hermoso como ese. La sonrisa de Persephone no tardó en mostrarse, una pequeña mueca orgullosa cuando recordaba todo lo que se vivió antaño ahí, el templo de Poseidón a lo lejos recordándole lo imclementes que podían ser las guerras, lo terrible que era no estar seguro si al día siguiente podrían seguir llamándose a sí mismos "dioses". Si Zeus había muerto pese a jactarse de ser el más poderoso, ¿qué podría ocurrir con ellos si se descuidaban? Hades se lo advirtió antes de acudir a ese encuentro, que no bajase la guardia, que se mantuviera con la frente en alto ante esa mujer, el engaño era lo suyo, y podría tener efectos inesperados en ella.
Dio un sorbo a su café, escuchó las olas romper contra la arena aunque las playas estuvieran considerablemente alejadas de su posición. Le gustaba la calma que se respiraba en el lugar, le gustaba al menos saber que su natal Grecia estuviese intacto, sin destrucción esperándole, sin peligro alguno acechando por los rincones, ¿por qué tenía que verse obligada a permanecer alejada de su antiguo hogar? Si bien el Inframundo le permitía estar pendiente de todo lo que ocurría fuera de la isla, cierta congoja reptaba su pecho al saber que cualquier cosa podría pasar en cuestión de segundos, algo que no podría siquiera prever por más que lo deseara.
Entonces comenzó a sentirse insegura, ¿sería lo correcto esa reunión? ¿Sería correcto apelar al buen corazón de una mujer que no parecía mostrarlo? También era madre, también era esposa, de alguna manera tendrían que entenderse.
Praesidium
Medea Regulus
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por Odile Mor~Ríoghain Miér Sep 05, 2018 8:20 am
Después de ciertos eventos… comenzaba a acostumbrarse a las invitaciones inesperadas. Si bien las invitaciones siempre lo eran, aquella estaba en un nivel distinto, pues su fuente era aún más inesperada, impensable; nunca consideró rechazarla, ni siquiera un poco.
Podría llamarse curiosidad, combinada con un poco de ego quizá, no permitiría que su valor fuese cuestionado por faltar a la cita; lo cierto era que cualquiera que fuese el motivo de la reina del inframundo para invocarla, siendo que lo más cercano a lo que podrían “relación” entre ellas se definía como enemistad… realmente debía ser un muy buen motivo para llamarla. Y Morrigan quería saberlo cuál era.
Salió caminando de una sombra como si de una puerta se tratase, con las manos guardadas en los bolsillos del pantalón caminó al mostrador, golpeándolo un par de veces con la uña para llamar la atención del tendiente.
— Un americano frío, por allá — dijo señalando discretamente en la dirección de una mesa y se giró sin siquiera esperar una respuesta, sin embargo se congeló antes de siquiera poder dar un paso, interceptada por una pequeña criatura.
Una niña la había visto llegar, de aquella manera tan inusual, no le sorprendía que fuese un ser tan pequeño la única en el lugar en descubrirla, siempre eran los niños los únicos en darse cuenta lo que la mayoría ignoraba. La diosa sólo levantó el índice frente a sus labios indicando silencio, y le sonrió. La niña se apartó corriendo entre risas, ignorante del ser al que le había cortado el paso.
Las pocas personas allí no podrían imaginar, que aquella mujer, toda de negro bajo el cielo heleno, caminando tranquilamente hacia su cita en algo que parecía de lo más habitual, se trataba quizá de uno de los encuentros más alarmantes de entre los muchos que hacían pender la fragilidad del mundo como lo conocían. Ignoraban lo que pasaría si ella, llegaba a poner sus manos sobre lo que “el invisible” más amaba en el cosmos. Ignoraban que estaban posiblemente sentados, junto a una bomba de tiempo. Era siniestro, casi poético, en especial cuando se encontraban todos inmersos en un cuadro tan perfecto y lleno de quietud a las faldas del mediterráneo.
— Estoy segura de que no llegué tarde — dijo quitándose las gafas oscuras al fin dándole alcance a la mesa donde la otra se encontraba, cortando con su cuerpo la poca luz que se proyectaba bajo la protección de la sombrilla. Sí, de alguna manera la diosa sabía cómo era el mundo y como moverse en él, incluso si no le agradaba; profundamente arraigada a su intemporal esencia de origen que encontraba mucho más hermosa — aún así, espero no haberte hecho esperar — dijo por cortesía — Perséfone — y sonrió.
Hubo un ligero eco en su voz al pronunciar su nombre, que seguro pasaría como una confusión para terceros; pero por un momento el resto de los sonidos parecieron menos relevantes, sólo dejando espacio al sonido de las olas y a la brisa que se atrevió a soplar dulcemente mientras Morrigan contemplaba a la otra entre su cabello negro. Sinceramente, no podía ocultar cuán entretenida encontraba esa situación a pesar del escenario que representaba.
Podría llamarse curiosidad, combinada con un poco de ego quizá, no permitiría que su valor fuese cuestionado por faltar a la cita; lo cierto era que cualquiera que fuese el motivo de la reina del inframundo para invocarla, siendo que lo más cercano a lo que podrían “relación” entre ellas se definía como enemistad… realmente debía ser un muy buen motivo para llamarla. Y Morrigan quería saberlo cuál era.
Salió caminando de una sombra como si de una puerta se tratase, con las manos guardadas en los bolsillos del pantalón caminó al mostrador, golpeándolo un par de veces con la uña para llamar la atención del tendiente.
— Un americano frío, por allá — dijo señalando discretamente en la dirección de una mesa y se giró sin siquiera esperar una respuesta, sin embargo se congeló antes de siquiera poder dar un paso, interceptada por una pequeña criatura.
Una niña la había visto llegar, de aquella manera tan inusual, no le sorprendía que fuese un ser tan pequeño la única en el lugar en descubrirla, siempre eran los niños los únicos en darse cuenta lo que la mayoría ignoraba. La diosa sólo levantó el índice frente a sus labios indicando silencio, y le sonrió. La niña se apartó corriendo entre risas, ignorante del ser al que le había cortado el paso.
Las pocas personas allí no podrían imaginar, que aquella mujer, toda de negro bajo el cielo heleno, caminando tranquilamente hacia su cita en algo que parecía de lo más habitual, se trataba quizá de uno de los encuentros más alarmantes de entre los muchos que hacían pender la fragilidad del mundo como lo conocían. Ignoraban lo que pasaría si ella, llegaba a poner sus manos sobre lo que “el invisible” más amaba en el cosmos. Ignoraban que estaban posiblemente sentados, junto a una bomba de tiempo. Era siniestro, casi poético, en especial cuando se encontraban todos inmersos en un cuadro tan perfecto y lleno de quietud a las faldas del mediterráneo.
— Estoy segura de que no llegué tarde — dijo quitándose las gafas oscuras al fin dándole alcance a la mesa donde la otra se encontraba, cortando con su cuerpo la poca luz que se proyectaba bajo la protección de la sombrilla. Sí, de alguna manera la diosa sabía cómo era el mundo y como moverse en él, incluso si no le agradaba; profundamente arraigada a su intemporal esencia de origen que encontraba mucho más hermosa — aún así, espero no haberte hecho esperar — dijo por cortesía — Perséfone — y sonrió.
Hubo un ligero eco en su voz al pronunciar su nombre, que seguro pasaría como una confusión para terceros; pero por un momento el resto de los sonidos parecieron menos relevantes, sólo dejando espacio al sonido de las olas y a la brisa que se atrevió a soplar dulcemente mientras Morrigan contemplaba a la otra entre su cabello negro. Sinceramente, no podía ocultar cuán entretenida encontraba esa situación a pesar del escenario que representaba.
Tumultus
Odile Mor~Ríoghain
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