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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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[ES] Spectre: Quiet
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por Lachesis Sáb Ago 25, 2018 3:43 pm
Se dice que hace tiempo, cuando la guerra estalló y ella vio a Ares partir en busca de esa isla, ella desapareció, su alma fue encerrada en un amuleto que recibió de ese hombre al que tanto amaba y que fue protegido en Elysium. Afrodita nunca quiso irse, pero el hilo de su vida se terminó, y Clotho no hiló más... Hasta que Lachesis le dio la orden de continuar".
La energía que se siente en los alrededores de los jardines es tranquilizadora, inspira calma, inspira un sentimiento de sosiego tan grande que increíblemente no existe nadie dentro de ese lugar que pueda exudar energía negativa. Pero a medida que se avanza más al centro, allá donde nadie más que los dioses se atreve a llegar, se escucha el canto de una doncella, la voz dulce y encantadora que llama a quien sea pueda serle de ayuda. Una hermosa melodía que pese a tener un tono alegre no hace otra cosa que demostrar sufrimiento, un corazón latiendo que busca desesperadamente libertad, sosiego al dolor que por siglos ha cargado.
Lachesis observa el amuleto del que emana tal melodía, la escucha pedir ayuda, clamar un nombre que no podrá escucharla por más que así lo desee. Porque es su castigo, aquel que se ganó al entregar su corazón a alguien que atenta contra su propio destino, el que dicta ella junto a sus hermanas. Entonces la acompaña en su canto, sus dedos finos acarician el amuleto mientras la otra mano juega con unos cuantos hilos entre sus dedos, enredándose, desenredándose, danzando gráciles en las manos del destino.
—¿Qué es lo que deseas, Afrodita? ¿Libertad, amor? ¿Te alcanzará la vida que te otorgan para eso? —preguntó al amuleto, recibiendo un canto más poderoso, voces que volvían a llamar, susurros que evocaban desesperación.
"Sólo un cuerpo digno, no pido nada más."
Moirai
Lachesis
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por Nicola Giovanni Dom Ago 26, 2018 12:09 am
¿Qué pasaba con lo que deseaba? ¿Con lo que realmente quería? Mi opinión jamás importó, simplemente me usaron como les vino en gana para sus propios beneficios. ¿Creen que me va a interesar que miles de guerras se desaten por culpa de mi belleza? ¡No! Mi felicidad nunca fue algo valedero, solo valía que mi cuerpo y buenas facciones podía provocar peleas con el sexo masculino, llegando al punto de pelearse por mí. Nunca sentí ningún tipo de amor por Hefesto, el hombre feo y cojo con quien me obligaron a contraer matrimonio, ¡Deseaba a alguien que igualará mi belleza! ¿Era mucho pedir? Era grotesco, un herrero… No un guerrero. Llegaba a darme regalos hermosos pero eso no me interesaba, podía mostrar una sonrisa de agradecimiento pero por dentro deseaba alejarme, correr lejos. Aquello era en contra de los Dioses.
Mi amor siempre perteneció a un hombre en particular: Ares, el Dios de la guerra. La manera en la que su cuerpo y el mío se correspondían era simplemente glorioso, ¡No la sensación de asco con Hefesto! Ares era un hombre poderoso, fuerte, por algo era el mismísimo Dios de la guerra. Esa masculinidad me atraía más que el mejor vestido. Las noches que pasé con él las atesoraría por miles de años inclusive, en el fin de los tiempos, nadie me ha hecho sentir como él, sus manos… Su voz, su cuerpo contra el mío, sus regalos, en un resumen: la vida que nunca tendré.
Nunca tuve lo que quise, desgraciadamente. Los dioses no estuvieron conmigo, lo vieron inadecuado, algo que no debía ser… Un amor prohibido, ¿Y a quien no le interesa lo que no se le permite? Yo solo sabía que lo amaba y ese amor, me llevó a la muerte, a pesar de morir, mi corazón latía por Ares.
Deseaba volver a ver su rostro, escucharle, poder decirle lo mucho que le amaba con locura. ¿Llegaría ese momento algún día? Me sentía en un laberinto, atrapada sin poder encontrar una salida, todo era oscuridad y ni un rayo de luz que me indicara que el momento estaba cerca para reunirme con mi amado. Gritaba por ser liberada, de que alguien me ayudara a salir de esa oscuridad a la cual terminé acostumbrándome. A pesar de la costumbre, no perdía la esperanza de que alguien llegara a mí rescate.
Una voz peculiar sonó en medio de todo esa oscuridad. ¿Sería mi amado Ares?
— ¿Eres tú, querido? —
Su voz fue suave, tranquila, sin duda esperanzada de que llegaría a su rescate.
Luego me di cuenta de que no. Era una voz femenina, por primera vez vio un rayo que casi hizo que mis ojos se cegaran, camine más hacia esa luz, escuchando como la voz de esa mujer se repetía, parecido a un eco.
— Deseo mi libertad, volver a ver a quien amo. Solo necesito un cuerpo digno, nada más. Quiero una segunda oportunidad, dámela y prometo no defraudarte. —
No desperdiciaría lo que se me estaba brindando, si con eso llegaría a encontrarme con Ares, regresaría a tener una vida nueva no me importaba hacer lo necesario. Suficiente oscuridad, necesitaba claridad, deseaba escapar, mi cuerpo, mi alma, todo de mí se lo pedía a gritos a la voz.
Desesperación, sin duda. Seguí caminando hacia la luz pero no parecía que me estuviera acercando.
— ¿Qué tengo que hacer? ¡Ayúdame a salir de esto! Lo deseo con toda mi alma. —
Necesitaba la oportunidad que se me daba.
Mi amor siempre perteneció a un hombre en particular: Ares, el Dios de la guerra. La manera en la que su cuerpo y el mío se correspondían era simplemente glorioso, ¡No la sensación de asco con Hefesto! Ares era un hombre poderoso, fuerte, por algo era el mismísimo Dios de la guerra. Esa masculinidad me atraía más que el mejor vestido. Las noches que pasé con él las atesoraría por miles de años inclusive, en el fin de los tiempos, nadie me ha hecho sentir como él, sus manos… Su voz, su cuerpo contra el mío, sus regalos, en un resumen: la vida que nunca tendré.
Nunca tuve lo que quise, desgraciadamente. Los dioses no estuvieron conmigo, lo vieron inadecuado, algo que no debía ser… Un amor prohibido, ¿Y a quien no le interesa lo que no se le permite? Yo solo sabía que lo amaba y ese amor, me llevó a la muerte, a pesar de morir, mi corazón latía por Ares.
Deseaba volver a ver su rostro, escucharle, poder decirle lo mucho que le amaba con locura. ¿Llegaría ese momento algún día? Me sentía en un laberinto, atrapada sin poder encontrar una salida, todo era oscuridad y ni un rayo de luz que me indicara que el momento estaba cerca para reunirme con mi amado. Gritaba por ser liberada, de que alguien me ayudara a salir de esa oscuridad a la cual terminé acostumbrándome. A pesar de la costumbre, no perdía la esperanza de que alguien llegara a mí rescate.
Una voz peculiar sonó en medio de todo esa oscuridad. ¿Sería mi amado Ares?
— ¿Eres tú, querido? —
Su voz fue suave, tranquila, sin duda esperanzada de que llegaría a su rescate.
Luego me di cuenta de que no. Era una voz femenina, por primera vez vio un rayo que casi hizo que mis ojos se cegaran, camine más hacia esa luz, escuchando como la voz de esa mujer se repetía, parecido a un eco.
— Deseo mi libertad, volver a ver a quien amo. Solo necesito un cuerpo digno, nada más. Quiero una segunda oportunidad, dámela y prometo no defraudarte. —
No desperdiciaría lo que se me estaba brindando, si con eso llegaría a encontrarme con Ares, regresaría a tener una vida nueva no me importaba hacer lo necesario. Suficiente oscuridad, necesitaba claridad, deseaba escapar, mi cuerpo, mi alma, todo de mí se lo pedía a gritos a la voz.
Desesperación, sin duda. Seguí caminando hacia la luz pero no parecía que me estuviera acercando.
— ¿Qué tengo que hacer? ¡Ayúdame a salir de esto! Lo deseo con toda mi alma. —
Necesitaba la oportunidad que se me daba.
Tumultus
Nicola Giovanni
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por Lachesis Lun Ago 27, 2018 1:50 am
Lachesis enarca una ceja, y luego una carcajada potente escapa de su garganta mientras los hilos se acortan. Poco a poco parecieran desaparecer, y entonces la fina hebra se desvanece entre sus dedos dando la ilusión de completamente haberse esfumado. El alma de Afrodita sufre al no ver el hilo de su vida, y la risa de la moira no resulta agradable para ella.
—¿Tú, la gran Afrodita, suplicando por un cuerpo? —pregunta con clara sorna en su voz. No puede ver a aquel que deba albergar aquella alma, no encuentra a quien debería ser el nuevo recipiente—. ¿Qué esperas lograr si no hay nadie que se acerque, que llegue a este lugar? —el alma en el amuleto se enfurece, resuena con más fuerza.
Pero absolutamente nadie llega, y Lachesis sólo habla con un objeto inanimado, donde una diosa ha quedado atrapada por las inclemencias de la vida, su propio designio, por castigo divino tal como el mismo Zeus en el Tártaro. Infidelidad hacia Hefesto, estupideces hechas en el pasado con Ares, engaños a otros dioses, ¡mujer, te mereces eso y más, sufrir por toda la eternidad!
La voz femenina deja de escucharse, Lachesis la ha silenciado y sólo ella puede conversar con ella, sólo ella puede hablar por Afrodita cuando llegue el destinado. Si la diosa del amor y la belleza no puede comunicarse, ni evocar palabra o sentimiento alguno, ¿qué tan grande se volverá su desesperación?
—No hables, Philopannyx, porque no eres tú la que debería estar suplicando por tu libertad, sino yo quien te la otorgue. Una palabra más, y no será sólo la eternidad la que pases encerrada en ese laberinto. Si quien deba ser tu vasija llega, que sea esa persona quien hable.
—¿Tú, la gran Afrodita, suplicando por un cuerpo? —pregunta con clara sorna en su voz. No puede ver a aquel que deba albergar aquella alma, no encuentra a quien debería ser el nuevo recipiente—. ¿Qué esperas lograr si no hay nadie que se acerque, que llegue a este lugar? —el alma en el amuleto se enfurece, resuena con más fuerza.
Pero absolutamente nadie llega, y Lachesis sólo habla con un objeto inanimado, donde una diosa ha quedado atrapada por las inclemencias de la vida, su propio designio, por castigo divino tal como el mismo Zeus en el Tártaro. Infidelidad hacia Hefesto, estupideces hechas en el pasado con Ares, engaños a otros dioses, ¡mujer, te mereces eso y más, sufrir por toda la eternidad!
La voz femenina deja de escucharse, Lachesis la ha silenciado y sólo ella puede conversar con ella, sólo ella puede hablar por Afrodita cuando llegue el destinado. Si la diosa del amor y la belleza no puede comunicarse, ni evocar palabra o sentimiento alguno, ¿qué tan grande se volverá su desesperación?
—No hables, Philopannyx, porque no eres tú la que debería estar suplicando por tu libertad, sino yo quien te la otorgue. Una palabra más, y no será sólo la eternidad la que pases encerrada en ese laberinto. Si quien deba ser tu vasija llega, que sea esa persona quien hable.
Moirai
Lachesis
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por Nicola Giovanni Lun Ago 27, 2018 3:17 am
Despertarme, desayunar… Mi rutina diaria seguía siendo la misma pero algo en mi interior me mantenía incomodo, como esa incertidumbre de que debería estar haciendo otra cosa. ¿No les ha pasado? Normalmente me considero alguien muy seguro de sí mismo, siempre calculando cada paso que doy sin dudarlo, con inmensa firmeza. Soy un hombre después de todo y mi mal genio se transforma en pasión. Incluso en el trabajo seguía manteniendo esa “incomodidad”, no era falta de sexo, ni se me había olvidado algo en particular porque pasé como treinta minutos tratando de pensar lo que debía de hacer pero ya eran cosas que había resuelto o haría más tarde.
— Deben ser cosas mías. De seguro. —
Regresé a mi apartamento, acomodé mis cosas, hice algo de ejercicio como estoy acostumbrado a hacer. Me di un buen baño pero era difícil pensar cuando las cosas no te venían con claridad a la mente. Preferí vestirme con una camisa manga corta negra, pantalones ajustados y unos zapatos simples para salir fuera de mis cuatro paredes personales, necesitaba algo de aire fresco para ver qué carajo me sucedía.
Me sentí como la Bella Durmiente cuando persigue la rueca para pincharse el dedo y caer en un sueño de muerte.
No tenía ni la menor idea a donde me dirigía, era como si mi brújula mental no estuviera funcionando pero no sentía nada que me dijera que lo estuviera haciendo mal. Como si mis acciones fueran correctas. Terminé entrando a los Jardines Colgantes, ¿Qué deseaba yo en ese lugar? Mi “ansiedad” aumentaba, como si realmente tuviera que estar ahí y ese sentimiento de incomodidad poco a poco iba desvaneciendo. ¿Qué buscaba en los Jardines? Mi mente no conectaba las piezas del rompecabezas. Nunca me agradaron esos lugares por mi naturaleza demoníaca pero en esos momentos me sentía de lo mejor, como si estuviera en el mismísimo infierno. Un tanto gracioso.
Lo más raro de todo es que el lugar estaba desierto, como sí hubiera ocurrido una masacre pero todos los rastros de sangre desaparecieron. Muy solitario, el viento era fuerte, las plantas se movían de un lado a otro, hojas se desprendían para caer al suelo. Yo seguía caminando, poseído por razones desconocidas que me llevaban a las profundidades del jardín.
Desesperación, por unos cuantos segundos sentí eso que hizo que apurara mi caminar. Mi corazón latió con fuerzas inmensas, como si alguien hubiera muerto enfrente de mí alguien que quería. Me sentía relajado, en casa, tranquilo, podía suceder la peor de las tragedias y tomármelo con calma.
El caminar parecía infinito, hasta que mis ojos esmeraldas observaron una figura curiosa cerca de un amuleto. Mi corazón latía muchísimo más rápido hasta que mi caminar se volvió un poco más lento al llegar a mi destino, donde toda incomodidad y desesperación desapareció de tal forma que ni recordaba la ansiedad.
— ¿Y tú eres? Nunca te he visto por estos lugares. —
Mi demonio interior me estaba dando una advertencia, pero mi mente y emociones me evocaban confianza, tranquilidad. Me quedé unos cuantos momentos observándole, como si estuviera buscando respuesta pero enseguida mi mirada se posó en ese amuleto, el cual me quedé observando, según yo unos simples minutos que pasaron a ser como unos diez minutos viéndolo como si estuviera hipnotizado. Me acerqué un poco más, curioso.
— ¿Qué es de todo esto? De alguna forma llevé todo el día incomodo pero ahora que estoy aquí… Me siento relajado. —
Observó de reojo a la mujer que tenía prácticamente al frente, observándole, hambriento por respuestas.
— Deben ser cosas mías. De seguro. —
Regresé a mi apartamento, acomodé mis cosas, hice algo de ejercicio como estoy acostumbrado a hacer. Me di un buen baño pero era difícil pensar cuando las cosas no te venían con claridad a la mente. Preferí vestirme con una camisa manga corta negra, pantalones ajustados y unos zapatos simples para salir fuera de mis cuatro paredes personales, necesitaba algo de aire fresco para ver qué carajo me sucedía.
Me sentí como la Bella Durmiente cuando persigue la rueca para pincharse el dedo y caer en un sueño de muerte.
No tenía ni la menor idea a donde me dirigía, era como si mi brújula mental no estuviera funcionando pero no sentía nada que me dijera que lo estuviera haciendo mal. Como si mis acciones fueran correctas. Terminé entrando a los Jardines Colgantes, ¿Qué deseaba yo en ese lugar? Mi “ansiedad” aumentaba, como si realmente tuviera que estar ahí y ese sentimiento de incomodidad poco a poco iba desvaneciendo. ¿Qué buscaba en los Jardines? Mi mente no conectaba las piezas del rompecabezas. Nunca me agradaron esos lugares por mi naturaleza demoníaca pero en esos momentos me sentía de lo mejor, como si estuviera en el mismísimo infierno. Un tanto gracioso.
Lo más raro de todo es que el lugar estaba desierto, como sí hubiera ocurrido una masacre pero todos los rastros de sangre desaparecieron. Muy solitario, el viento era fuerte, las plantas se movían de un lado a otro, hojas se desprendían para caer al suelo. Yo seguía caminando, poseído por razones desconocidas que me llevaban a las profundidades del jardín.
Desesperación, por unos cuantos segundos sentí eso que hizo que apurara mi caminar. Mi corazón latió con fuerzas inmensas, como si alguien hubiera muerto enfrente de mí alguien que quería. Me sentía relajado, en casa, tranquilo, podía suceder la peor de las tragedias y tomármelo con calma.
El caminar parecía infinito, hasta que mis ojos esmeraldas observaron una figura curiosa cerca de un amuleto. Mi corazón latía muchísimo más rápido hasta que mi caminar se volvió un poco más lento al llegar a mi destino, donde toda incomodidad y desesperación desapareció de tal forma que ni recordaba la ansiedad.
— ¿Y tú eres? Nunca te he visto por estos lugares. —
Mi demonio interior me estaba dando una advertencia, pero mi mente y emociones me evocaban confianza, tranquilidad. Me quedé unos cuantos momentos observándole, como si estuviera buscando respuesta pero enseguida mi mirada se posó en ese amuleto, el cual me quedé observando, según yo unos simples minutos que pasaron a ser como unos diez minutos viéndolo como si estuviera hipnotizado. Me acerqué un poco más, curioso.
— ¿Qué es de todo esto? De alguna forma llevé todo el día incomodo pero ahora que estoy aquí… Me siento relajado. —
Observó de reojo a la mujer que tenía prácticamente al frente, observándole, hambriento por respuestas.
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Nicola Giovanni
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por Lachesis Lun Ago 27, 2018 2:20 pm
En el instante donde aquel muchacho llegó al lugar, ahí donde el amuleto resonaba con fuerza, palabras de Afrodita escuchó únicamente Lachesis, y una sonrisa suave adornó sus facciones. No iba a expresar las palabras de la diosa, sólo lo dejaría entrever con su sonrisa, dulce y delicada, pero que escondía intenciones más allá de una simple conversación.
—Existe algo llamado "modales", mortal —expresó.
La voz de Lachesis era dulce y tranquilizadora, como la de una madre que desea proteger a un hijo de cualquier tipo de daño a como dé lugar. Pero había cierto tono hostil en sus palabras, cada pequeño detalle contaba para ella, pues ese tipo de cosas acortaban o alargaban el hilo de la vida, mismo que ahora invisible ante los ojos de un mortal demostraban fluctuaciones curiosas. Todas ellas le indicaban el destino de ese chico, aquello que conseguía ver como si estuviera pasando frente a sus ojos.
Se acercó lo suficiente hasta colocar la palma de su mano sobre la mejilla contraria, una caricia queda, efímera y casi sepulcral, el toque provocando la visión más terrible, muerte, desolación, sangre, dolor. En la cabeza de ese muchacho habría imágenes que evocaban la desesperación, que evocaban la nada misma, aquello que ocurría cuando la guerra asolaba a inocentes.
No había belleza, y ella lo veía, no había un corazón puro, no había... nada. —Nicola es tu nombre, ¿cierto? —el amuleto dejó de resonar. Afrodita sólo escuchaba, en silencio como Lachesis ordenaba. Ya no había paz alrededor, ya no existía la calma propia de los jardines, como si la moira se hubiera deshecho de cada pequeña pizca de ello. —¿Qué buscas aquí?
—Existe algo llamado "modales", mortal —expresó.
La voz de Lachesis era dulce y tranquilizadora, como la de una madre que desea proteger a un hijo de cualquier tipo de daño a como dé lugar. Pero había cierto tono hostil en sus palabras, cada pequeño detalle contaba para ella, pues ese tipo de cosas acortaban o alargaban el hilo de la vida, mismo que ahora invisible ante los ojos de un mortal demostraban fluctuaciones curiosas. Todas ellas le indicaban el destino de ese chico, aquello que conseguía ver como si estuviera pasando frente a sus ojos.
Se acercó lo suficiente hasta colocar la palma de su mano sobre la mejilla contraria, una caricia queda, efímera y casi sepulcral, el toque provocando la visión más terrible, muerte, desolación, sangre, dolor. En la cabeza de ese muchacho habría imágenes que evocaban la desesperación, que evocaban la nada misma, aquello que ocurría cuando la guerra asolaba a inocentes.
No había belleza, y ella lo veía, no había un corazón puro, no había... nada. —Nicola es tu nombre, ¿cierto? —el amuleto dejó de resonar. Afrodita sólo escuchaba, en silencio como Lachesis ordenaba. Ya no había paz alrededor, ya no existía la calma propia de los jardines, como si la moira se hubiera deshecho de cada pequeña pizca de ello. —¿Qué buscas aquí?
Moirai
Lachesis
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por Nicola Giovanni Lun Ago 27, 2018 3:42 pm
¿Mortal? Eso me tomó por sorpresa. Soy un demonio, no un simple humano. Mi mente podía estar soltando estar pensando aquello pero me sentía como en las nubes, bastante relajado y tranquilo. Me resultaba difícil asimilarlo pero había algo en esa mujer que me tranquilizaba, nadie le llamaba “mortal” así que sus sospechas de que no fuera una simple “chica” aumentaron.
No es que deseara ser hostil con la chica de cabellos castaños, el mundo me enseñó a ser así, además que mi naturaleza tampoco me ayudaba a poder ser una ‘mejor versión’ de mí. A pesar de mostrarme bastante sumiso ante la situación, en mi mente pasaban miles de imágenes, como flashbacks de toda una vida. Han intentado matarme, a veces casi lo logran pero siempre termino saliendo victorioso de cualquier adversidad. La crueldad que me caracteriza, el mal trato a los demás e incluso, la manera hostil con que trataba a la chica solo era un mecanismo de defensa. En mí corazón existía bondad… ¿Verdad? Porque incluso en esos momentos, latía rápido, toda una vida escapando, luchando, todo aquello te vuelve hostil, con un escudo irrompible para defenderte de quienes puedan desear romperlo… Eso no significaba que no fuera bueno por dentro, que no tuviera la capacidad de amar.
Me era difícil ver a otro lugar, mis orbes solo se fijaban en el amuleto y en la mujer. Al final, mantuve la mirada al ver que mi mejilla hizo contacto con la palma ajena, enseguida varias escenas golpearon mi mente repetidas veces, parecidos a las balas de una pistola. Sangre, gritos, espadas empalando cuerpos dejándolos sin vida, parecía una aldea o pueblo siendo masacrado solo porque lo desearon. Se sentía tan real, demasiado… Sentí miedo, ganas de ayudar e inclusive de salvar a un niño que se escondía detrás de unos arbustos, siendo encontrado por los gimoteos que soltaba. Quería…
— ¡N-No! —
En unos escasos minutos que me parecieron eternos, sentí debilidad, desesperación, impotencia. A pesar de haber terminado todo eso seguía teniendo las imágenes repitiéndose como un castigo. Una lágrima inconsciente cayó de uno de mis ojos, instantáneamente la limpié. Salí del trance al escuchar nuevamente la voz que me traía calma.
— Si… S-Soy Nicola. ¿Cómo sabes mi nombre? —
Ya no mostraba nada de hostilidad. Reflejaba tal vez arrepentimiento, pero se sentía tranquilo a pesar de todo. Como sí realmente perteneciera al lugar donde estaba. Ante la pregunta mi mirada fue directamente al amuleto, observándolo con curiosidad.
— Como verá… Todo el día estuve inquieto. Ni siquiera sé cómo llegué aquí… Lo único que sé es que aquí esa inquietud se fue y cada vez que estoy más cerca de ese... ¿Amuleto? Me siento en paz. ¿Me entiende? No sé, es raro de explicar... —
Y me acercó un poco más a donde estaba el objeto pero sin intenciones de agarrarlo, como si lo estuviera contemplando. Atento de igual forma a las palabras de la femenina.
No es que deseara ser hostil con la chica de cabellos castaños, el mundo me enseñó a ser así, además que mi naturaleza tampoco me ayudaba a poder ser una ‘mejor versión’ de mí. A pesar de mostrarme bastante sumiso ante la situación, en mi mente pasaban miles de imágenes, como flashbacks de toda una vida. Han intentado matarme, a veces casi lo logran pero siempre termino saliendo victorioso de cualquier adversidad. La crueldad que me caracteriza, el mal trato a los demás e incluso, la manera hostil con que trataba a la chica solo era un mecanismo de defensa. En mí corazón existía bondad… ¿Verdad? Porque incluso en esos momentos, latía rápido, toda una vida escapando, luchando, todo aquello te vuelve hostil, con un escudo irrompible para defenderte de quienes puedan desear romperlo… Eso no significaba que no fuera bueno por dentro, que no tuviera la capacidad de amar.
Me era difícil ver a otro lugar, mis orbes solo se fijaban en el amuleto y en la mujer. Al final, mantuve la mirada al ver que mi mejilla hizo contacto con la palma ajena, enseguida varias escenas golpearon mi mente repetidas veces, parecidos a las balas de una pistola. Sangre, gritos, espadas empalando cuerpos dejándolos sin vida, parecía una aldea o pueblo siendo masacrado solo porque lo desearon. Se sentía tan real, demasiado… Sentí miedo, ganas de ayudar e inclusive de salvar a un niño que se escondía detrás de unos arbustos, siendo encontrado por los gimoteos que soltaba. Quería…
— ¡N-No! —
En unos escasos minutos que me parecieron eternos, sentí debilidad, desesperación, impotencia. A pesar de haber terminado todo eso seguía teniendo las imágenes repitiéndose como un castigo. Una lágrima inconsciente cayó de uno de mis ojos, instantáneamente la limpié. Salí del trance al escuchar nuevamente la voz que me traía calma.
— Si… S-Soy Nicola. ¿Cómo sabes mi nombre? —
Ya no mostraba nada de hostilidad. Reflejaba tal vez arrepentimiento, pero se sentía tranquilo a pesar de todo. Como sí realmente perteneciera al lugar donde estaba. Ante la pregunta mi mirada fue directamente al amuleto, observándolo con curiosidad.
— Como verá… Todo el día estuve inquieto. Ni siquiera sé cómo llegué aquí… Lo único que sé es que aquí esa inquietud se fue y cada vez que estoy más cerca de ese... ¿Amuleto? Me siento en paz. ¿Me entiende? No sé, es raro de explicar... —
Y me acercó un poco más a donde estaba el objeto pero sin intenciones de agarrarlo, como si lo estuviera contemplando. Atento de igual forma a las palabras de la femenina.
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Nicola Giovanni
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por Lachesis Mar Ago 28, 2018 11:25 pm
La moira elevó una ceja, y tras observar de mejor manera a aquel desconocido, soltar sus mejillas y luego escuchar las palabras de Afrodita dentro de ese artefacto, se apartó un par de pasos. Le analizó sin un ápice de pudor, de arriba hacia abajo, rodeándole inclusive con claramente fingida curiosidad. El hilo volvía a fluctuar, a cambiar, y volvía entonces a enredarse en sus muñecas. Lachesis se detuvo, y volvió a su posición inicial.
Eliminó todo rastro de las imágenes en la cabeza contraria, ignoró todo atisbo de inseguridad en éste, y suspiró pesadamente, torciendo los labios con clara decepción. Afrodita guardó silencio, Afrodita volvió a la oscuridad, y la segunda personificación del destino no pudo hacer más que largar una tenue risa, consciente de las acciones de la diosa de la belleza, consciente de su decepción.
—Puedes volver por donde has venido, aquí no hay nada que te pueda interesar.
Un hilo se materializó alrededor de la castaña, que acto seguido realizó un movimiento tenue con su mano al desenredar el hilo de Afrodita para evitar contacto con el de aquel muchacho. Inseguro, frágil, débil por más que quisiera aparentar lo contrario. Las memorias fueron borradas, y Lachesis se esfumó, llevándose consigo el amuleto.
Los jardines volvieron a la normalidad, a la calma que les caracterizaba... Y el ambiente ominoso que impedía a otros acercarse se disipó cual neblina en ventisca.
Eliminó todo rastro de las imágenes en la cabeza contraria, ignoró todo atisbo de inseguridad en éste, y suspiró pesadamente, torciendo los labios con clara decepción. Afrodita guardó silencio, Afrodita volvió a la oscuridad, y la segunda personificación del destino no pudo hacer más que largar una tenue risa, consciente de las acciones de la diosa de la belleza, consciente de su decepción.
—Puedes volver por donde has venido, aquí no hay nada que te pueda interesar.
Un hilo se materializó alrededor de la castaña, que acto seguido realizó un movimiento tenue con su mano al desenredar el hilo de Afrodita para evitar contacto con el de aquel muchacho. Inseguro, frágil, débil por más que quisiera aparentar lo contrario. Las memorias fueron borradas, y Lachesis se esfumó, llevándose consigo el amuleto.
Los jardines volvieron a la normalidad, a la calma que les caracterizaba... Y el ambiente ominoso que impedía a otros acercarse se disipó cual neblina en ventisca.
Rechazado
Desgraciadamente, Lachesis no considera que eres digno portador de Afrodita. Sin embargo, en caso de no ocuparse el personaje una vez termine el evento, tendrás la posibilidad de solicitar una nueva prueba.
Moirai
Lachesis
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