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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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I. Nordlige reisende [Privado] (Eva Witherspoon)
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por Alastar Ozoghof Sáb Sep 22, 2018 9:25 pm
Capitulo 1: Los viajeros del norte
9:28 am - Soleado - Alemanía, Hamburgo - Solo
Mi día había comenzado con un despertar normal en un hotel barato de Hamburgo. Era mi quinto día en el país alemán, y aún debía viajar al sur para encontrar más pistas sobre Elysium. Por lo poco que podía comprender de algunas personas, la mayoría estaban de acuerdo con ubicar al mítico lugar cerca del mediterráneo. No había certeza de nada, pero si aquello era verdad o no, era algo que debía comprobar por mi cuenta.
Caminaba por la vía principal que conectaba a Hamburgo con la ciudad de Hannover, llevando conmigo la maleta de viaje a la espalda, y en mis manos una pequeña brújula para indicarme el camino al sur. Vestía para la ocasión una ropa bastante ligera de la que solía usar, y mi pelo y ojos se encontraban en su color más natural: azul rey.
Conmigo llevo el dinero suficiente para costearme un transporte público que me lleve a Hannover, pero mi prioridad es ahorrar para comida y hospedaje. Aunque, si fuese un capricho mío el no querer caminar de ciudad en ciudad, la única manera de reponer el dinero siempre sería robando transeúntes, sin embargo, ya me había metido en problemas últimamente por robos fallidos, y no estaba de ánimos para hacer un intento más en las calles.
En los días que llevo aquí mi opinión sobre Alemania ha sido bastante neutral, tantas cosas malas y buenas son comunes de ver en todas partes. Aunque, bien me lo había dicho un anciano danés en Flensburgo — “Alemania es un país bastante elegante y organizado. Es pintoresco y único.” — Y tanta verdad tenía aquel señor. La organización, las amplias calles y su estilo arquitectónico vanguardista han hecho de Alemania un lugar diferente ante mis ojos, incluso superando en ese sentido a Noruega o Suecia que tenían un aspecto inigualable.
Sin embargo, he descubierto que Alemania ha sido un país con un índice de segregación social en aumento. Los pobres e indigentes en las calles alemanas son desaparecidos cada día a causa de una limpieza poblacional. El caos es una premonición al futuro devastador del país europeo, pero a nadie parece importarle realmente. Todos viven sus vidas como si no estuviese pasando nada, aun si a su pesar ya han perdido un familiar en medio de las limpiezas.
Caminando al lado derecho de la vía puedo observar a la gente de ambas aceras esquivándose la mirada mutuamente, como si estuviese prohibido. No hay rastros de indigencia ni de crimen común en las calles. Todo sería algo de una ciudad de ensueño, si no fuese por el mal ambiente que se siente al cruzar frente a los callejones oscuros manchados de sangre, o por la constante mirada seria de las autoridades que hacen patrulla constante en su auto blindado.
— Este país es un caos... — Comenté para mis adentros junto a un suspiro, mientras organizaba la maleta para equilibrar el peso de la misma.
Pasaron un par de minutos en mi caminata cuando decidí parar y entrar a una tienda 24/7 para comprar suministros. Opté primero en tomar las cosas básicas como el papel higiénico y una cuchilla de afeitar, y luego pasé a la nevera de los congelados para tomar un par de bebidas y enlatados. No contaba realmente con todo el dinero para pagar, y ya era costumbre mía. Así, decidí buscar un punto ciego de las cámaras y clientes para empacar un par de alimentos en los espacios secretos de mi ropa. Guardando lo menos evidente como los enlatados y la cuchilla de afeitar, dejando en la cesta un par de cosas de cada lugar por el que pasé para no levantar sospechas.
Me acerqué a la caja con tranquilad y puse la cesta sobre la recepción.
— Guten Morgen — Expresé con una sonrisa tranquila y esperé por la atención del cajero.
Mi vista se mantenía alerta a mi espalda y en la puerta, aunque mi rostro permanecía en dirección al cajero para no llamar la atención de este. Pasaron solo 3 minutos para concretar la compra y luego de ello salí de la tienda con una bolsa de compras en mi mano y productos con el triple del valor, ocultos en mi ropa.
Caminé lejos del lugar, dos calles realmente, y entré en un callejón oscuro. Descargué mi maleta, desabroché el botón superior de mi camisa y saqué de sus escondites todo lo robado. Guardé cada cosa en la maleta, menos una bebida y un enlatado, que abrí para poder desayunar.
— Parece que tengo abasto para llegar a la siguiente ciudad... Solo espero poder conseguir alguien que me transporte gratis... — Expresé con un tanto de incertidumbre y continué comiendo tranquilamente.
Me tomé un par de minutos para vaciar las latas, y luego de ello las tiré sobre unas bolsas de basura tiradas por ahí. Agarré después una tira de mi maleta, la levanté para llevarla a mi hombro, pero una figura en la entrada al callejón llamó mi atención.
Una silueta negra, no muy alta y de forma femenina. Podía sentir que aquella figura se acercaba a mí lentamente, y a su vez escuchaba que su voz pronunciaba algo que yo no lograba entender por la diferencia de idioma.
No sabía las intenciones que tenía aquella persona conmigo, pero no podía darme el tiempo de pensarlo mucho. Agarré con firmeza mi maleta, la llevé a mi espalda y comencé a correr más a fondo del callejón, esperando encontrar una salida del otro lado mientras cambiaba el color de mi pelo a un blanco cenizo.
Puede que me pudiesen tratar de paranoico, pero estas situaciones ya las había experimentado más de una vez en el pasado, y siempre había sido tras haber cometido un crimen. No pensaba caer nuevamente en ello, y menos esperar a morir.
Caminaba por la vía principal que conectaba a Hamburgo con la ciudad de Hannover, llevando conmigo la maleta de viaje a la espalda, y en mis manos una pequeña brújula para indicarme el camino al sur. Vestía para la ocasión una ropa bastante ligera de la que solía usar, y mi pelo y ojos se encontraban en su color más natural: azul rey.
Conmigo llevo el dinero suficiente para costearme un transporte público que me lleve a Hannover, pero mi prioridad es ahorrar para comida y hospedaje. Aunque, si fuese un capricho mío el no querer caminar de ciudad en ciudad, la única manera de reponer el dinero siempre sería robando transeúntes, sin embargo, ya me había metido en problemas últimamente por robos fallidos, y no estaba de ánimos para hacer un intento más en las calles.
En los días que llevo aquí mi opinión sobre Alemania ha sido bastante neutral, tantas cosas malas y buenas son comunes de ver en todas partes. Aunque, bien me lo había dicho un anciano danés en Flensburgo — “Alemania es un país bastante elegante y organizado. Es pintoresco y único.” — Y tanta verdad tenía aquel señor. La organización, las amplias calles y su estilo arquitectónico vanguardista han hecho de Alemania un lugar diferente ante mis ojos, incluso superando en ese sentido a Noruega o Suecia que tenían un aspecto inigualable.
Sin embargo, he descubierto que Alemania ha sido un país con un índice de segregación social en aumento. Los pobres e indigentes en las calles alemanas son desaparecidos cada día a causa de una limpieza poblacional. El caos es una premonición al futuro devastador del país europeo, pero a nadie parece importarle realmente. Todos viven sus vidas como si no estuviese pasando nada, aun si a su pesar ya han perdido un familiar en medio de las limpiezas.
Caminando al lado derecho de la vía puedo observar a la gente de ambas aceras esquivándose la mirada mutuamente, como si estuviese prohibido. No hay rastros de indigencia ni de crimen común en las calles. Todo sería algo de una ciudad de ensueño, si no fuese por el mal ambiente que se siente al cruzar frente a los callejones oscuros manchados de sangre, o por la constante mirada seria de las autoridades que hacen patrulla constante en su auto blindado.
— Este país es un caos... — Comenté para mis adentros junto a un suspiro, mientras organizaba la maleta para equilibrar el peso de la misma.
Pasaron un par de minutos en mi caminata cuando decidí parar y entrar a una tienda 24/7 para comprar suministros. Opté primero en tomar las cosas básicas como el papel higiénico y una cuchilla de afeitar, y luego pasé a la nevera de los congelados para tomar un par de bebidas y enlatados. No contaba realmente con todo el dinero para pagar, y ya era costumbre mía. Así, decidí buscar un punto ciego de las cámaras y clientes para empacar un par de alimentos en los espacios secretos de mi ropa. Guardando lo menos evidente como los enlatados y la cuchilla de afeitar, dejando en la cesta un par de cosas de cada lugar por el que pasé para no levantar sospechas.
Me acerqué a la caja con tranquilad y puse la cesta sobre la recepción.
— Guten Morgen — Expresé con una sonrisa tranquila y esperé por la atención del cajero.
Mi vista se mantenía alerta a mi espalda y en la puerta, aunque mi rostro permanecía en dirección al cajero para no llamar la atención de este. Pasaron solo 3 minutos para concretar la compra y luego de ello salí de la tienda con una bolsa de compras en mi mano y productos con el triple del valor, ocultos en mi ropa.
Caminé lejos del lugar, dos calles realmente, y entré en un callejón oscuro. Descargué mi maleta, desabroché el botón superior de mi camisa y saqué de sus escondites todo lo robado. Guardé cada cosa en la maleta, menos una bebida y un enlatado, que abrí para poder desayunar.
— Parece que tengo abasto para llegar a la siguiente ciudad... Solo espero poder conseguir alguien que me transporte gratis... — Expresé con un tanto de incertidumbre y continué comiendo tranquilamente.
Me tomé un par de minutos para vaciar las latas, y luego de ello las tiré sobre unas bolsas de basura tiradas por ahí. Agarré después una tira de mi maleta, la levanté para llevarla a mi hombro, pero una figura en la entrada al callejón llamó mi atención.
Una silueta negra, no muy alta y de forma femenina. Podía sentir que aquella figura se acercaba a mí lentamente, y a su vez escuchaba que su voz pronunciaba algo que yo no lograba entender por la diferencia de idioma.
No sabía las intenciones que tenía aquella persona conmigo, pero no podía darme el tiempo de pensarlo mucho. Agarré con firmeza mi maleta, la llevé a mi espalda y comencé a correr más a fondo del callejón, esperando encontrar una salida del otro lado mientras cambiaba el color de mi pelo a un blanco cenizo.
Puede que me pudiesen tratar de paranoico, pero estas situaciones ya las había experimentado más de una vez en el pasado, y siempre había sido tras haber cometido un crimen. No pensaba caer nuevamente en ello, y menos esperar a morir.
Última edición por Alastar Ozoghof el Jue Sep 27, 2018 12:37 am, editado 2 veces
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por Eva Witherspoon Miér Sep 26, 2018 2:24 pm
Los viajeros del norte.
Día - Soleado - Hamburgo - Persona
Había encontrado un agradable y apacible lugar de descanso al pie de un árbol a las orillas del camino que conducía directo a la ciudad más cercana. Eva no gustaba demasiado de utilizar los medios de transporte convencionales para trasladarse de un lado a otro, creía que se perdía de muchas cosas por ahorrarse algo de fatiga. Sin duda tal vez tenia que ver que en sus años mozos los dos únicos medios de transporte eran los caballos… y sus piernas. Costumbre que persistía en ella al pasar de los años y que la había traído desde su lejana Suecia hasta Alemania, a orillas del camino que llevaba a Hamburgo más concretamente. El viaje resultaba fatigoso pero se entretenía en ocasiones realizando algún trabajo a los aldeanos y ciudadanos que así lo requirieran. Llevaba ya un par de meses deambulando por las zonas aledañas de manera que algunas personas ya la identificaban y recomendaban sus servicios como una especie de caza recompensas o en un término más escandaloso, mercenaria.
Muy temprano por la mañana y sintiéndose algo cansada fue a tomar asiento bajo el mencionado árbol, aprovechando la nula afluencia de transeúntes, había tomado una siesta antes de continuar su camino con rumbo desconocido. En tales circunstancias se encontraba cuando un suave golpe contra su pie derecho alcanzó a sacudir ligeramente su cuerpo, lo suficiente como para perturbar su sueño definitivamente. Despegó con pesadez uno de sus violáceos ojos antes oculto bajo una especie de gorra militar con la cual había cubierto su rostro. Pronto sus orbes enfocaron las figuras de un grupo de personas de pie frente a la mujer quien no se inmutó en lo mas mínimo, lo único que lamentaba era que su descanso hubiera sido perturbado tan pronto; aunque ya intuía el propósito de los recién llegados.
— Y bien, ¿cuál es su asunto? —cuestionó recuperando la compostura anterior, cruzándose de brazos y volviendo a ocultar su rostro bajo la gorra.
— Nos han dicho que no hay delincuente que se te escape ¿es verdad eso? —tomó la palabra un hombre ataviado de treinta y tantos años que vestía atuendo de granjero, así como lo hacían las diez persona tras él que tenían un aspecto rural.
— Podría ser verdad, ¿qué hay con ello? —respondió totalmente despreocupada y con falta de interés, dispuesta a continuar con su descanso.
Al instante un sonido fuerte como de metal chocando entre sí volvió a provocar que la rubia despegara los párpados para descubrir que el hombre extendía frente a ella una bolsa de tela repleta de lo que parecían marcos, muchos de ellos sonando dentro de la harapienta bolsa. No hacía falta preguntar la cantidad, evidentemente era generosa. Una vez captada la atención de la mujer, el hombre prosiguió:
— Queremos que nos libres de un ladronzuelo que ha estado rondando el lugar —dijo firmemente sosteniendo la bolsa en su mano izquierda frente a la joven, con semblante rígido y determinado—. Roba nuestros productos y mata a nuestras reses, cerdos y ovejas. No hay granjero por estos lados que no haya sido víctima de ese ladrón.
Y al estar algunos kilómetros alejados de la ciudad, las autoridades daban poca o ninguna atención a las demandas de seguridad de aquellos aldeanos que, desesperados, habían acudido a la única persona que creían podía librarlos de la plaga de la inseguridad causada por un único hombre. Era tal su desesperación que preferían pagar con sus propios recursos a una completa desconocida sólo porque se rumoraba era una especie de justiciera o algo similar.
— Esta bien. Lo haré —con la misma actitud poco interesada la mujer tomó el dinero y se puso en pie.
Eva no era especialmente afecta a la plata, pero también era evidente e innegable que el dinero consigue con más facilidad algunas cosas que de otra manera tendría que tomar de igual forma que el ladrón que ahora se convertía en su presa. Además siendo una mujer autosuficiente no veía con malos ojos ganarse la vida haciendo lo que mejor sabía hacer, y de paso conseguir algo de distracción.
Tras algunos pormenores sobre el modus operandi del ladronzuelo, así como lugares y horarios preferidos, al igual que la ubicación de su último atraco, la rubia comenzó hacerse una idea de cómo y dónde encontrarse con el susodicho, para atraparlo antes de que el día terminara.
Dejó a cargo de las personas un pequeño bolso con el que viajaba donde guardaba un par de libretas y algunas pocas cosas más. Ella regresaría a ese mismo lugar para entregar al ladrón a los aldeanos y recuperar su bolso que sería la garantía. Hecho el trato la fémina se dispuso a caminar con rumbo a la ciudad para abastecerse de algunas cosas que necesitaría para atrapar al rufián. Le tomó un par de horas llegar hasta Hamburgo y cumplir sus menesteres. Lista estaba para regresar a su punto de partida cuando un alboroto cambió sus planes. Un hombre rechoncho salió de una tienda de víveres exclamando a voz en cuello que había sido robado, ya la policía lo interrogaba para obtener las señas y pormenores que pudieran ayudar a la captura del inculpado. Eva sencillamente sonrió para sí pensando en lo plagada que estaba de delincuencia en aquella antigua y emblemática ciudad. Pero… «¿Y si se trata de la misma persona» caviló deteniendo el paso al instante. Parecía demasiada coincidencia que se tratará del mismo ladrón que ella buscaba pero «¿podría ser?».
Cuando vio que la policía se dispersaba en la dirección que el ladrón aparentemente había tomado, disimuladamente Eva se involucró adelantándose a los azules gracias a sus habilidades especiales de fénix. Tomando una altura con ayuda de su levitación, saltó entre los pequeños edificios habitacionales, distinguió la figura de un varón adentrarse en un callejón sin salida, su actitud era abiertamente sospechosa por lo que no le quitó los ojos de encima hasta que se distrajo con la presencia de un par de policías que le seguían los pasos adentrándose en el mismo callejón. ¿Qué hacer? Si el sujeto era casualmente él mismo que ella buscaba, la policía lo atraparía y lo refundiría en prisión dejando a Eva con las manos vacías, pues ya se había comprometido a entregar al ladrón a los aldeanos. ¿Y si resultaba que se trataba de personas diferentes? Saldría de dudas y lo dejaría a su suerte en manos de la ley.
Con ese pensamiento en mente se aproximó a la barda de ladrillos —del lado contrario donde el hombre corría—, que cerraba el callejón y el camino del hombre, descendió de su levitación y asomó medio torso por sobre la pared extendiendo la mano derecha hacia el hombre.
— Déjame darte una mano —le dijo con voz suave y baja dispuesta a ayudar al hombre a salir de su literalmente, callejón sin salida.
No había muchas opciones para él, pero sí para Eva y ese saco de monedas aguardando por ella.
Muy temprano por la mañana y sintiéndose algo cansada fue a tomar asiento bajo el mencionado árbol, aprovechando la nula afluencia de transeúntes, había tomado una siesta antes de continuar su camino con rumbo desconocido. En tales circunstancias se encontraba cuando un suave golpe contra su pie derecho alcanzó a sacudir ligeramente su cuerpo, lo suficiente como para perturbar su sueño definitivamente. Despegó con pesadez uno de sus violáceos ojos antes oculto bajo una especie de gorra militar con la cual había cubierto su rostro. Pronto sus orbes enfocaron las figuras de un grupo de personas de pie frente a la mujer quien no se inmutó en lo mas mínimo, lo único que lamentaba era que su descanso hubiera sido perturbado tan pronto; aunque ya intuía el propósito de los recién llegados.
— Y bien, ¿cuál es su asunto? —cuestionó recuperando la compostura anterior, cruzándose de brazos y volviendo a ocultar su rostro bajo la gorra.
— Nos han dicho que no hay delincuente que se te escape ¿es verdad eso? —tomó la palabra un hombre ataviado de treinta y tantos años que vestía atuendo de granjero, así como lo hacían las diez persona tras él que tenían un aspecto rural.
— Podría ser verdad, ¿qué hay con ello? —respondió totalmente despreocupada y con falta de interés, dispuesta a continuar con su descanso.
Al instante un sonido fuerte como de metal chocando entre sí volvió a provocar que la rubia despegara los párpados para descubrir que el hombre extendía frente a ella una bolsa de tela repleta de lo que parecían marcos, muchos de ellos sonando dentro de la harapienta bolsa. No hacía falta preguntar la cantidad, evidentemente era generosa. Una vez captada la atención de la mujer, el hombre prosiguió:
— Queremos que nos libres de un ladronzuelo que ha estado rondando el lugar —dijo firmemente sosteniendo la bolsa en su mano izquierda frente a la joven, con semblante rígido y determinado—. Roba nuestros productos y mata a nuestras reses, cerdos y ovejas. No hay granjero por estos lados que no haya sido víctima de ese ladrón.
Y al estar algunos kilómetros alejados de la ciudad, las autoridades daban poca o ninguna atención a las demandas de seguridad de aquellos aldeanos que, desesperados, habían acudido a la única persona que creían podía librarlos de la plaga de la inseguridad causada por un único hombre. Era tal su desesperación que preferían pagar con sus propios recursos a una completa desconocida sólo porque se rumoraba era una especie de justiciera o algo similar.
— Esta bien. Lo haré —con la misma actitud poco interesada la mujer tomó el dinero y se puso en pie.
Eva no era especialmente afecta a la plata, pero también era evidente e innegable que el dinero consigue con más facilidad algunas cosas que de otra manera tendría que tomar de igual forma que el ladrón que ahora se convertía en su presa. Además siendo una mujer autosuficiente no veía con malos ojos ganarse la vida haciendo lo que mejor sabía hacer, y de paso conseguir algo de distracción.
Tras algunos pormenores sobre el modus operandi del ladronzuelo, así como lugares y horarios preferidos, al igual que la ubicación de su último atraco, la rubia comenzó hacerse una idea de cómo y dónde encontrarse con el susodicho, para atraparlo antes de que el día terminara.
Dejó a cargo de las personas un pequeño bolso con el que viajaba donde guardaba un par de libretas y algunas pocas cosas más. Ella regresaría a ese mismo lugar para entregar al ladrón a los aldeanos y recuperar su bolso que sería la garantía. Hecho el trato la fémina se dispuso a caminar con rumbo a la ciudad para abastecerse de algunas cosas que necesitaría para atrapar al rufián. Le tomó un par de horas llegar hasta Hamburgo y cumplir sus menesteres. Lista estaba para regresar a su punto de partida cuando un alboroto cambió sus planes. Un hombre rechoncho salió de una tienda de víveres exclamando a voz en cuello que había sido robado, ya la policía lo interrogaba para obtener las señas y pormenores que pudieran ayudar a la captura del inculpado. Eva sencillamente sonrió para sí pensando en lo plagada que estaba de delincuencia en aquella antigua y emblemática ciudad. Pero… «¿Y si se trata de la misma persona» caviló deteniendo el paso al instante. Parecía demasiada coincidencia que se tratará del mismo ladrón que ella buscaba pero «¿podría ser?».
Cuando vio que la policía se dispersaba en la dirección que el ladrón aparentemente había tomado, disimuladamente Eva se involucró adelantándose a los azules gracias a sus habilidades especiales de fénix. Tomando una altura con ayuda de su levitación, saltó entre los pequeños edificios habitacionales, distinguió la figura de un varón adentrarse en un callejón sin salida, su actitud era abiertamente sospechosa por lo que no le quitó los ojos de encima hasta que se distrajo con la presencia de un par de policías que le seguían los pasos adentrándose en el mismo callejón. ¿Qué hacer? Si el sujeto era casualmente él mismo que ella buscaba, la policía lo atraparía y lo refundiría en prisión dejando a Eva con las manos vacías, pues ya se había comprometido a entregar al ladrón a los aldeanos. ¿Y si resultaba que se trataba de personas diferentes? Saldría de dudas y lo dejaría a su suerte en manos de la ley.
Con ese pensamiento en mente se aproximó a la barda de ladrillos —del lado contrario donde el hombre corría—, que cerraba el callejón y el camino del hombre, descendió de su levitación y asomó medio torso por sobre la pared extendiendo la mano derecha hacia el hombre.
— Déjame darte una mano —le dijo con voz suave y baja dispuesta a ayudar al hombre a salir de su literalmente, callejón sin salida.
No había muchas opciones para él, pero sí para Eva y ese saco de monedas aguardando por ella.
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por Alastar Ozoghof Jue Sep 27, 2018 8:08 pm
Capitulo 1: Los viajeros del norte
9:57 am - Soleado - Alemanía, Hamburgo - Solo
No tenía idea de cómo me habían encontrado tan fácil y tan rápido, ya que por lo general los actos de ese tipo de robo eran menos evidentes y llamaban menos la atención. Aun así, no tenía más que hacer que correr para salvarme. La maleta a mi espalda pesaba lo suficiente como para no permitir que corriese a mi mayor velocidad, pero era suficiente para poder correr y moverme lejos de mis persecutores.
En el callejón: Salté un par de objetos tirados por el suelo, esquivé contenedores de basura y hasta escalé una pequeña cerca que dividía el callejón en dos.
Si algo había aprendido con el tiempo en mi profesión ilegal, era que yo mismo soy mi mejor apoyo tanto físico como emocional, y era por esta misma razón que aquella no agradable presentación de una mujer estirando una mano al final de callejón me parecía demasiado extraña. No me iba a dejar atrapar sin oponer siquiera resistencia, y menos con un truco tan poco sofisticado como ofrecer ayuda a los desconocidos.
— ¡No, gracias! — grité a un par de metros de la mano oscura al final del callejón y me abalancé contra la puerta trasera de un edificio para continuar corriendo.
Dentro del edificio: Pasé por una zona de empleados y una bodega, tomé un par de cosas comestibles en medio de la carrera, esquive a un par de meseros y salté el mostrador de las cajas para correr en dirección a la salida del restaurante.
— ¡I’m sorry! — expresé en palabras secas a los encargados del lugar mientras salía corriendo fuera de allí.
Una vez en la calle, comencé a correr al otro lado de la acera, esquivando autos y parando el tráfico mientras sentía a la policía en sus autos persiguiéndome con las sirenas a todo volumen. Todo parecía la persecución de un asesinato o robo a un banco, y muchas personas parecían demasiado alteradas con solo ver la escena de un hombre corriendo.
Tenía el estómago lleno y el cuerpo recargado de energía, y ahora que me encontraba en una persecución era importante que la aprovechase para buscar un refugio mientras me dirigía al sur.
En el trayecto: Esquivé peatones, choqué con un par de personas distraídas y presencié dos robos a mano armada en medio de las calles de la ciudad a plena luz del día.
Pasadas tres largas calles, cuando ya no sentía a la policía tras de mí; me refugié bajo un puente, a un costado del río. Me encontraba exhausto y tenía sed por ello, a lo cual aproveché para beber algo de mis reservas en la maleta y respirar más tranquilo.
— Creo que lo mejor será mantener un perfil bajo de ahora en adelante... al menos mientras me muevo por el país... — comentaba para mí mismo mientras aun jadeaba regularmente y bebía agua.
Me tomé unos minutos para descansar, dejando mi maleta en el suelo y sentándome en una saliente bajo el puente mientras la tensión se calmaba en la ciudad. No era novedad que me viese perseguido por la policía tras mis robos a transeúntes, pero seguramente era parte de un error el que me hubiesen perseguido a mí cuando yo podía ver como la delincuencia afloraba en la ciudad. Como fuese, ya todo estaba más tranquilo al menos para mí.
Tomé la brújula en mi mano y busqué el sur para determinar mi próximo camino, no sabía que tan lejos podía estar de Hannover, pero al menos ya estaba a menos pasos de allí. Solo era cuestión de esperar y luego pasar desapercibido para huir de la ciudad, era un plan simple.
— ¿Eres un ladrón también? — preguntó una voz masculina a unos pasos de mí hablando en inglés, lo cual llamó mi atención y me alertó.
— ¿Eres de la policía acaso? — cuestioné con mirada seria, analizando con gran ojo al hombre que se me acercaba a paso lento.
— Soy un ladrón, y tambien estoy huyendo de la policía — explicaba el hombre de pelo azul oscuro sentándose en la misma saliente que yo, a un metro y medio de mí y bajo la sombra que daba el puente — ¿Por qué te comenzaron a seguir?... Se nota que has huido de las patrullas — cuestionaba el hombre sin reservase un comentario aparte.
— Robé una tienda 24/7, por lo visto tenían cámaras de seguridad o algo para identificarme. ¿Qué hay de ti? ¿Qué cosas robas? — devolví la duda mientras pasaba la botella de agua medio llena al hombre.
— Yo me dedico a robar a la gente aledaña a la ciudad, ya sabes, campesinos y granjeros. Es común que no llegue pronto la policía allí. — afirmaba el hombre con serenidad para luego tomar del agua.
— Ya veo... — dije al aire mientras el hombre terminaba con lo suyo.
No era común para mi encontrarme con un ladrón que fuese tan abierto a respuestas así, pero al menos poder socializar un poco sobre robos y fechorías (aunque fueran solo fanfarronerías) no sentaba mal.
Pasó aproximadamente una hora mientras el hombre y yo charlamos sobre nuestras historias pasadas, en una convivencia de iguales. El hombre me comenzaba a caer bien y yo hasta tenía algo de confianza en él, a pesar de que era un ladrón. Todo iba muy bien, solo fallaba la interrupción de una presencia ajena cercana nosotros.
Volteé la vista a la mujer rubia que estaba a pocos metros de mi ubicación y abiertamente expresé con una mano que se acercara mientras le hablaba.
— Si hay algo que debas de tratar acercarte aquí, somos personas pacificas... — comenté sin haber notado que mi compañero comenzaba a correr lejos de aquella mujer como si hubiese visto al mismísimo demonio. — ¿Qué pasa?... — logré decir antes de que mi vista se tornase oscura y cayera inconsciente sin saber por qué, quedando en un profundo sueño.
En el callejón: Salté un par de objetos tirados por el suelo, esquivé contenedores de basura y hasta escalé una pequeña cerca que dividía el callejón en dos.
Si algo había aprendido con el tiempo en mi profesión ilegal, era que yo mismo soy mi mejor apoyo tanto físico como emocional, y era por esta misma razón que aquella no agradable presentación de una mujer estirando una mano al final de callejón me parecía demasiado extraña. No me iba a dejar atrapar sin oponer siquiera resistencia, y menos con un truco tan poco sofisticado como ofrecer ayuda a los desconocidos.
— ¡No, gracias! — grité a un par de metros de la mano oscura al final del callejón y me abalancé contra la puerta trasera de un edificio para continuar corriendo.
Dentro del edificio: Pasé por una zona de empleados y una bodega, tomé un par de cosas comestibles en medio de la carrera, esquive a un par de meseros y salté el mostrador de las cajas para correr en dirección a la salida del restaurante.
— ¡I’m sorry! — expresé en palabras secas a los encargados del lugar mientras salía corriendo fuera de allí.
Una vez en la calle, comencé a correr al otro lado de la acera, esquivando autos y parando el tráfico mientras sentía a la policía en sus autos persiguiéndome con las sirenas a todo volumen. Todo parecía la persecución de un asesinato o robo a un banco, y muchas personas parecían demasiado alteradas con solo ver la escena de un hombre corriendo.
Tenía el estómago lleno y el cuerpo recargado de energía, y ahora que me encontraba en una persecución era importante que la aprovechase para buscar un refugio mientras me dirigía al sur.
En el trayecto: Esquivé peatones, choqué con un par de personas distraídas y presencié dos robos a mano armada en medio de las calles de la ciudad a plena luz del día.
Pasadas tres largas calles, cuando ya no sentía a la policía tras de mí; me refugié bajo un puente, a un costado del río. Me encontraba exhausto y tenía sed por ello, a lo cual aproveché para beber algo de mis reservas en la maleta y respirar más tranquilo.
— Creo que lo mejor será mantener un perfil bajo de ahora en adelante... al menos mientras me muevo por el país... — comentaba para mí mismo mientras aun jadeaba regularmente y bebía agua.
Me tomé unos minutos para descansar, dejando mi maleta en el suelo y sentándome en una saliente bajo el puente mientras la tensión se calmaba en la ciudad. No era novedad que me viese perseguido por la policía tras mis robos a transeúntes, pero seguramente era parte de un error el que me hubiesen perseguido a mí cuando yo podía ver como la delincuencia afloraba en la ciudad. Como fuese, ya todo estaba más tranquilo al menos para mí.
Tomé la brújula en mi mano y busqué el sur para determinar mi próximo camino, no sabía que tan lejos podía estar de Hannover, pero al menos ya estaba a menos pasos de allí. Solo era cuestión de esperar y luego pasar desapercibido para huir de la ciudad, era un plan simple.
— ¿Eres un ladrón también? — preguntó una voz masculina a unos pasos de mí hablando en inglés, lo cual llamó mi atención y me alertó.
— ¿Eres de la policía acaso? — cuestioné con mirada seria, analizando con gran ojo al hombre que se me acercaba a paso lento.
— Soy un ladrón, y tambien estoy huyendo de la policía — explicaba el hombre de pelo azul oscuro sentándose en la misma saliente que yo, a un metro y medio de mí y bajo la sombra que daba el puente — ¿Por qué te comenzaron a seguir?... Se nota que has huido de las patrullas — cuestionaba el hombre sin reservase un comentario aparte.
— Robé una tienda 24/7, por lo visto tenían cámaras de seguridad o algo para identificarme. ¿Qué hay de ti? ¿Qué cosas robas? — devolví la duda mientras pasaba la botella de agua medio llena al hombre.
— Yo me dedico a robar a la gente aledaña a la ciudad, ya sabes, campesinos y granjeros. Es común que no llegue pronto la policía allí. — afirmaba el hombre con serenidad para luego tomar del agua.
— Ya veo... — dije al aire mientras el hombre terminaba con lo suyo.
No era común para mi encontrarme con un ladrón que fuese tan abierto a respuestas así, pero al menos poder socializar un poco sobre robos y fechorías (aunque fueran solo fanfarronerías) no sentaba mal.
Pasó aproximadamente una hora mientras el hombre y yo charlamos sobre nuestras historias pasadas, en una convivencia de iguales. El hombre me comenzaba a caer bien y yo hasta tenía algo de confianza en él, a pesar de que era un ladrón. Todo iba muy bien, solo fallaba la interrupción de una presencia ajena cercana nosotros.
Volteé la vista a la mujer rubia que estaba a pocos metros de mi ubicación y abiertamente expresé con una mano que se acercara mientras le hablaba.
— Si hay algo que debas de tratar acercarte aquí, somos personas pacificas... — comenté sin haber notado que mi compañero comenzaba a correr lejos de aquella mujer como si hubiese visto al mismísimo demonio. — ¿Qué pasa?... — logré decir antes de que mi vista se tornase oscura y cayera inconsciente sin saber por qué, quedando en un profundo sueño.
Última edición por Alastar Ozoghof el Jue Oct 04, 2018 1:19 am, editado 1 vez
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por Eva Witherspoon Lun Oct 01, 2018 10:31 pm
Los viajeros del norte.
Día - Soleado - Afueras de Hamburgo - Persona
Con las sombras proyectadas por los edificios aún en pleno día, era difícil tener una visión completa del hombre que escapaba dentro del callejón, salvo por los pequeños detalles que había conseguido apreciar desde la perspectiva ofrecida por la altura. Sin embargo, el tipo resultó ser más astuto de lo que hubiera imaginado, rechazando tajantemente la ayuda no desinteresada que la rubia le ofreció. Ante el desaire, la fémina bajó levemente la cabeza y con un movimiento de negación, sonrió para sí misma pensando que si él sujeto era un ladronzuelo profesional, ella debió saber que no sería tan sencillo atraparlo. Y definitivamente él era un pillo de cuentas.
Eva dejó escapar un suspiro de sus labios carmesí, y con el hombre optando por otra ruta para huir, la rubia recuperó altura suspendiéndose sobre el aire adoptando una posición de flor de loto. Cruzó un brazo izquierdo por debajo de su senos y apoyó sobre ese el derecho de forma vertical para descansar el mentón sobre el puño de ese lado en actitud pensativa. La mujer se debatía mentalmente sobre su siguiente movimiento ¿seguir al sujeto como su posible sospechoso, o dejar de perder el tiempo con un completo desconocido?
Desde su aventajada posición esperó por ver la ruta que seguiría el ladrón mientras decidía ella misma lo que haría. Sabía que mantenerse a la distancia desde una óptica donde podía contemplar el edificio casi al completo, le daba la ventaja de observar los movimientos del hombre, si tomaba la ruta por la azotea, las escaleras de emergencia, o alguna otra puerta de salida que tuviera el inmueble. Sólo bastaron unos pocos minutos para que la silueta del albino reapareciera en las calles con la misma velocidad con la que había desaparecido dentro del edificio. Aun pensativa, Eva pensaba qué elección sería la mejor, y llegó a la conclusión de que debían existir cientos de ladrones plagando aquella ciudad, sin mencionar el resto del país. Probablemente el albino sólo era uno de tantos. Desanimada se su primer intento fallido, desistió y descendió de su altura lentamente hasta que sus pies tocaron suelo firme, una vez ahí retomó su propio camino. Era en esos momentos en los que recordaba lo mucho que deseaba tener un compañero con el cual hablar para no tener que hacerlo consigo misma. Un león o un lobo habrían sido buenas compañías, pero siempre se retraía de la idea creyendo que su vida de peligros tarde que temprano se cobraría con alguno de ellos. ¡No había más remedio que continuar su viaje sola!
Eva regresó a su punto de inicio, aunque esta vez visitó algunos pueblos cercanos para recabar más información en caso de haber sido víctimas del famoso ladrón campirano. Y efectivamente, el sujeto ya había hecho de las suyas en algunas casas alejadas más vulnerables. Tuvo la fortuna de que la hija de un pueblerino había visto la apariencia del ladrón: un hombre joven, delgado y alto de cabellos azul oscuro. No era mucha la información pero sin duda eso descartaba completamente al albino que había visto antes. Había hecho bien en abortar su persecución porque habría sido una rotunda perdida de tiempo.
— ¡¿Es usted de la policía?! —preguntaba admirado un niño pequeño, con sus ojos grandes iluminados al contemplar a la rubia como si presenciara la visión de un superhéroe o algo por el estilo, ante lo que Eva solo respondió con una sincera y afable sonrisa que sólo podría conseguir un alma pura como la de ese pequeño. Le regaló una caricia a sus cabellos castaños desordenándolos un poco.
— Los mantendré informados. Gracias por su cooperación.
¿Necesitaba recabar más información que pudiera ayudar a la captura del asaltante? Eva pensó que sí, inclusive creyó oportuno tenderle una trampa, pero para ello necesitaría la colaboración de algún granjero, sin embargo, la fémina no gustaba de trabajar con otras personas por comodidad y porque no le echasen a perder el plan.
Caminaba a paso normal pero firme en busca de la siguiente casa para indagar sobre los asaltos cuando al levantar la vista vio a lo lejos, como a doscientos metros, salir corriendo de debajo de un puente a un hombre joven de cabellos... ¡¿azules?!. No importaba si esa era otra coincidencia, esta vez iba a asegurarse del por qué huía velozmente el hombre sin dejar lugar para las dudas. Allá fue en su seguimiento vía terrestre corriendo tan rápido como sus piernas se lo permitían. En ocasiones Eva podía ser arrebatada, y esta era una de esas ocasiones cuando al aproximarse a unos tres metros de su blanco, se impulso sobre sus piernas con más fuerza para poder dar un salto con el cual cerrarle el paso al peliazul quien en su impresión trastabillo cayendo sobre su espalda por la inesperada aparición de una mujer rubia saltándole por encima para caer justo frente a su camino.
— ¡¿Q-Quién eres?! ¡¿Qué quieres de mí?! —pronunció muy perturbado, tanto que incluso la quijada le temblaba, una reacción exagerada según la opinión de Eva.
— Estas muy nervioso chico —respondió tranquilamente la fénix dando un par de pasos hacia el frente para quedar más cerca de donde el hombre permanecía tirado boca arriba—. Responde esas preguntas tú primero ¿quién eres? ¿y por qué huyes?
Colocó ambas manos a un costado sobre sus caderas, e inclinó pronunciadamente su torso hacia el frente, aprovechando su perspectiva superior sobre el hombre. Con actitud serena pero firme, agrego:
— ¿Por qué estas tan nervioso?... a menos que tengas algo qué ocultar —curveó un poco los labios en una media sonrisa.
Si no era el tipo que buscaba sino un asesino serial, un ex convicto, o un monstruo, ella simplemente lo dejaría ir libremente. Pero el rostro nervioso y asustadizo del hombre cuya piel segregaba sudor, le hicieron sospechar que posiblemente fuera quien buscaba.
— L-La... ¡La quimera! —exclamó consternado señalando con dificultad la dirección desde la cual provenía.
Al levantar la vista Eva contempló a lo lejos bajo la sombra de un puente, una forma en apariencia humanoide, era difícil descifrar su apariencia porque estaba cubierta por una enorme túnica de un azul oscuro que le cubría desde la cabeza hasta los pies, aunque sólo unos mechones de lo que supuso eran cabellos dorados alcanzaban a escaparse de entre las telas de su ropaje oscuro. Por cierto, a sus pies se encontraba un cuerpo tendido, el cual levantaba de un brazo con intensiones desconocidas.
— ¡¡¡Huyamos mientras podamos!!! —de un salto se puso en pie el sujeto exclamando tales palabras sujetando inconscientemente a Eva por los brazos, sacudiéndola bruscamente.
— Pero ¿qué? —la fémina no salía de su asombro cuando la quimera levantó la cabeza —según el movimiento de la túnica que la cubría—.
Al notar su presencia la quimera soltó un alarido, identificándola claramente como un ser bestial. El sonido grave y ensordecedor causó que el peliazul se desvaneciera cayendo al suelo inconsciente, y atrayendo la atención de la bestia sobre Eva que no entendía nada de lo que sucedía, pero que tampoco esta dispuesta a ser... ¿la cena? de esa noche.
— ¡No sé quién eres, ni lo que pretendes! ¡Pero si me buscas, me encuentras!
Dijo la fénix dibujando una sonrisa en los labios, adoptando la posición defensiva pasando al instante a una ofensiva, comenzando una carrera al encuentro de la quimera, quien igualmente ya corría a una velocidad sorprendente hacia Eva con intenciones nada pacíficas.
Eva dejó escapar un suspiro de sus labios carmesí, y con el hombre optando por otra ruta para huir, la rubia recuperó altura suspendiéndose sobre el aire adoptando una posición de flor de loto. Cruzó un brazo izquierdo por debajo de su senos y apoyó sobre ese el derecho de forma vertical para descansar el mentón sobre el puño de ese lado en actitud pensativa. La mujer se debatía mentalmente sobre su siguiente movimiento ¿seguir al sujeto como su posible sospechoso, o dejar de perder el tiempo con un completo desconocido?
Desde su aventajada posición esperó por ver la ruta que seguiría el ladrón mientras decidía ella misma lo que haría. Sabía que mantenerse a la distancia desde una óptica donde podía contemplar el edificio casi al completo, le daba la ventaja de observar los movimientos del hombre, si tomaba la ruta por la azotea, las escaleras de emergencia, o alguna otra puerta de salida que tuviera el inmueble. Sólo bastaron unos pocos minutos para que la silueta del albino reapareciera en las calles con la misma velocidad con la que había desaparecido dentro del edificio. Aun pensativa, Eva pensaba qué elección sería la mejor, y llegó a la conclusión de que debían existir cientos de ladrones plagando aquella ciudad, sin mencionar el resto del país. Probablemente el albino sólo era uno de tantos. Desanimada se su primer intento fallido, desistió y descendió de su altura lentamente hasta que sus pies tocaron suelo firme, una vez ahí retomó su propio camino. Era en esos momentos en los que recordaba lo mucho que deseaba tener un compañero con el cual hablar para no tener que hacerlo consigo misma. Un león o un lobo habrían sido buenas compañías, pero siempre se retraía de la idea creyendo que su vida de peligros tarde que temprano se cobraría con alguno de ellos. ¡No había más remedio que continuar su viaje sola!
Eva regresó a su punto de inicio, aunque esta vez visitó algunos pueblos cercanos para recabar más información en caso de haber sido víctimas del famoso ladrón campirano. Y efectivamente, el sujeto ya había hecho de las suyas en algunas casas alejadas más vulnerables. Tuvo la fortuna de que la hija de un pueblerino había visto la apariencia del ladrón: un hombre joven, delgado y alto de cabellos azul oscuro. No era mucha la información pero sin duda eso descartaba completamente al albino que había visto antes. Había hecho bien en abortar su persecución porque habría sido una rotunda perdida de tiempo.
— ¡¿Es usted de la policía?! —preguntaba admirado un niño pequeño, con sus ojos grandes iluminados al contemplar a la rubia como si presenciara la visión de un superhéroe o algo por el estilo, ante lo que Eva solo respondió con una sincera y afable sonrisa que sólo podría conseguir un alma pura como la de ese pequeño. Le regaló una caricia a sus cabellos castaños desordenándolos un poco.
— Los mantendré informados. Gracias por su cooperación.
¿Necesitaba recabar más información que pudiera ayudar a la captura del asaltante? Eva pensó que sí, inclusive creyó oportuno tenderle una trampa, pero para ello necesitaría la colaboración de algún granjero, sin embargo, la fémina no gustaba de trabajar con otras personas por comodidad y porque no le echasen a perder el plan.
Caminaba a paso normal pero firme en busca de la siguiente casa para indagar sobre los asaltos cuando al levantar la vista vio a lo lejos, como a doscientos metros, salir corriendo de debajo de un puente a un hombre joven de cabellos... ¡¿azules?!. No importaba si esa era otra coincidencia, esta vez iba a asegurarse del por qué huía velozmente el hombre sin dejar lugar para las dudas. Allá fue en su seguimiento vía terrestre corriendo tan rápido como sus piernas se lo permitían. En ocasiones Eva podía ser arrebatada, y esta era una de esas ocasiones cuando al aproximarse a unos tres metros de su blanco, se impulso sobre sus piernas con más fuerza para poder dar un salto con el cual cerrarle el paso al peliazul quien en su impresión trastabillo cayendo sobre su espalda por la inesperada aparición de una mujer rubia saltándole por encima para caer justo frente a su camino.
— ¡¿Q-Quién eres?! ¡¿Qué quieres de mí?! —pronunció muy perturbado, tanto que incluso la quijada le temblaba, una reacción exagerada según la opinión de Eva.
— Estas muy nervioso chico —respondió tranquilamente la fénix dando un par de pasos hacia el frente para quedar más cerca de donde el hombre permanecía tirado boca arriba—. Responde esas preguntas tú primero ¿quién eres? ¿y por qué huyes?
Colocó ambas manos a un costado sobre sus caderas, e inclinó pronunciadamente su torso hacia el frente, aprovechando su perspectiva superior sobre el hombre. Con actitud serena pero firme, agrego:
— ¿Por qué estas tan nervioso?... a menos que tengas algo qué ocultar —curveó un poco los labios en una media sonrisa.
Si no era el tipo que buscaba sino un asesino serial, un ex convicto, o un monstruo, ella simplemente lo dejaría ir libremente. Pero el rostro nervioso y asustadizo del hombre cuya piel segregaba sudor, le hicieron sospechar que posiblemente fuera quien buscaba.
— L-La... ¡La quimera! —exclamó consternado señalando con dificultad la dirección desde la cual provenía.
Al levantar la vista Eva contempló a lo lejos bajo la sombra de un puente, una forma en apariencia humanoide, era difícil descifrar su apariencia porque estaba cubierta por una enorme túnica de un azul oscuro que le cubría desde la cabeza hasta los pies, aunque sólo unos mechones de lo que supuso eran cabellos dorados alcanzaban a escaparse de entre las telas de su ropaje oscuro. Por cierto, a sus pies se encontraba un cuerpo tendido, el cual levantaba de un brazo con intensiones desconocidas.
— ¡¡¡Huyamos mientras podamos!!! —de un salto se puso en pie el sujeto exclamando tales palabras sujetando inconscientemente a Eva por los brazos, sacudiéndola bruscamente.
— Pero ¿qué? —la fémina no salía de su asombro cuando la quimera levantó la cabeza —según el movimiento de la túnica que la cubría—.
Al notar su presencia la quimera soltó un alarido, identificándola claramente como un ser bestial. El sonido grave y ensordecedor causó que el peliazul se desvaneciera cayendo al suelo inconsciente, y atrayendo la atención de la bestia sobre Eva que no entendía nada de lo que sucedía, pero que tampoco esta dispuesta a ser... ¿la cena? de esa noche.
— ¡No sé quién eres, ni lo que pretendes! ¡Pero si me buscas, me encuentras!
Dijo la fénix dibujando una sonrisa en los labios, adoptando la posición defensiva pasando al instante a una ofensiva, comenzando una carrera al encuentro de la quimera, quien igualmente ya corría a una velocidad sorprendente hacia Eva con intenciones nada pacíficas.
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por Alastar Ozoghof Miér Oct 03, 2018 1:30 am
Capitulo 1: Los viajeros del norte
11:06 am - Soleado - Alemania, Hamburgo - Solo
Tirado en el suelo mi cuerpo no respondía; me encontraba en un trance pesado que mantenía mi mente en baja actividad. No estaba realmente consciente, y sin saberlo realmente, mi salud estaba siendo lentamente drenada por un envenenamiento debido al mismo narcótico que me había logrado dormir.
La quimera observó con molestia a la mujer que llegaba a interrumpir sus intenciones, ya que no estaba de humor para lidiar con otras personas además de su objetivo. Soltando un grito estridente que retumbó bajo el puente, acompañó una voz ronca femenina que salió de su garganta en dirección a la rubia.
— Este no es asunto tuyo mujerzuela, lárgate ahora de mi vista antes de que seas la siguiente — Expresó la criatura como una amenaza directa mientras apuntaba con un cuchillo a la mujer frente ella.
Mostrándose un poco sorprendida por la reacción de la contraria, la quimera lanzó al albino a un lado en el que no estorbase y bloqueó con ambos brazos el primer ataque realizado por la rubia. Analizando con aquel ataque bloqueado la fuerza de su contrincante, la quimera separó a la rubia con un empuje que la apartó un par de metros.
— Bien... Entonces, ¡no voy a limitarme tampoco! — Gritó la criatura junto a un alarido para luego sacar una daga más para el combate.
Respondiendo como primer ataque a la rubia, la quimera lanzó un ataque doble con sus dagas directo a las piernas de su contrincante. Sin embargo, al no lograr acertar el golpe se deslizó medio metro sobre el suelo mientras tomaba posición en dirección a la rubia nuevamente.
— ¡Argh! — Expresó con molestia la criatura para realizar un segundo ataque directo en dirección al cuello de la mujer.
Fallando el segundo ataque, realizó otro más al poco tiempo en dirección a la rubia, rozando con su cuchillo unas pocas hebras de cabello de esta. Sin dejar que el tiempo fuese suficiente para que la rubia reaccionara, lanzó ambas dagas en sus manos en diferentes direcciones donde estimaba que se movería la rubia y renovó las existencias en sus manos sacando otro par bajo su túnica.
— Veo que eres muy hábil... ¿Pero serás lo suficiente para esto? — Cuestionó con prepotencia la criatura para seguidamente imbuir de magia sus dagas, convirtiéndolas en espadas espectrales.
Esperando por un ataque de la contraría mantuvo unos segundos la distancia, optando por una posición defensiva. Extendió ambas dagas espectrales a cada lado sí misma, y posó un pie frente a ella para poder impulsarse en caso de huida o contraataque.
— ¿Tienes miedo? — Bufó la criatura hacía la rubia mientras soltaba una ligera risa prepotente. — No vales la pena entonces. — Agregó para provocar a su rival.
Esperando por el nuevo ataque de la rubia que se aproximaba a ella debido a la provocación, la quimera lanzó un corte doble hacía el frente, a la altura del cuello y abdomen de la rubia. Sin embargo, no era lo suficientemente atenta a notar que tras su contraataque fallido un ataque inminente se aproximaba.
Tras recibir un golpe en el abdomen que logró sacar parte de su aliento y tras un corte al nivel del hombro derecho, la quimera saltó hacía atrás conservando la distancia con la rubia.
— ¡Maldita! — Expresó con desprecio la quimera, la cual se arrebató contra la rubia sin pensar ni un segundo.
Realizando ataques consecutivos en todas las direcciones, la quimera solo lograba rozar el aire a pocos centímetros de la rubia. Sin embargo, recibía contraataques ocasionales como puños y cortes no muy profundos que comenzaban a debilitarla.
— ¡Maldición! — Gritaba en medio de los ataques la criatura enojada, mientras recibía más y más golpes y cortes sin siquiera lograr más que ligeros rasguños a la ropa de la rubia.
Tras muchos ataques fallidos, la quimera guardó distancia con la rubia mientras sujetaba uno de sus hombros. Ya había comenzado a perder una cantidad de sangre importante por las heridas abiertas en su cuerpo, y además su túnica estaba tan raída por tantos cortes que parte de su ropa bajo la túnica era expuesta.
La quimera sabía que no estaba en ventaja para seguir combatiendo, y aunque muy a su pesar debía dejar a sus objetivos libres, huyó del lugar tras dejar una ligera estela de humo por una bomba que reventó contra el suelo. Con la retirada de la quimera, el combate había terminado finalmente.
Me encontraba aún tirado en el suelo, mi rostro estaba rojo y mi respiración agitada. El efecto del envenenamiento estaba deteriorando mi estado de forma constante, y no podía hacer nada para refrenarlo. De mi voz escapaban ligeros quejidos de dolor por sentir mi cuerpo tensionarse muscularmente.
—Ayuda... — Expresaba con la voz apagada mientras de mis ojos escapaban ligeras lágrimas de sufrimiento a la vez que mi rostro mostraba abiertamente mi estado. — Por favor... No quiero morir... — añadí sin poder abrir los ojos, y sin poder despertar conscientemente de mi doloroso sueño.
Estaba muriendo sin poder hacer nada para evitarlo, y en mi mente terribles sueños del pasado me atormentaban como traumas que me perseguían. Entre ellos los recuerdos de mi madre siendo asesinada bajo mis propias manos, algo que muy en mi inconsciente era mi peor pesadilla y lo que más me perseguía desde aquel fatídico día que desearía poder olvidar.
La quimera observó con molestia a la mujer que llegaba a interrumpir sus intenciones, ya que no estaba de humor para lidiar con otras personas además de su objetivo. Soltando un grito estridente que retumbó bajo el puente, acompañó una voz ronca femenina que salió de su garganta en dirección a la rubia.
— Este no es asunto tuyo mujerzuela, lárgate ahora de mi vista antes de que seas la siguiente — Expresó la criatura como una amenaza directa mientras apuntaba con un cuchillo a la mujer frente ella.
Mostrándose un poco sorprendida por la reacción de la contraria, la quimera lanzó al albino a un lado en el que no estorbase y bloqueó con ambos brazos el primer ataque realizado por la rubia. Analizando con aquel ataque bloqueado la fuerza de su contrincante, la quimera separó a la rubia con un empuje que la apartó un par de metros.
— Bien... Entonces, ¡no voy a limitarme tampoco! — Gritó la criatura junto a un alarido para luego sacar una daga más para el combate.
Respondiendo como primer ataque a la rubia, la quimera lanzó un ataque doble con sus dagas directo a las piernas de su contrincante. Sin embargo, al no lograr acertar el golpe se deslizó medio metro sobre el suelo mientras tomaba posición en dirección a la rubia nuevamente.
— ¡Argh! — Expresó con molestia la criatura para realizar un segundo ataque directo en dirección al cuello de la mujer.
Fallando el segundo ataque, realizó otro más al poco tiempo en dirección a la rubia, rozando con su cuchillo unas pocas hebras de cabello de esta. Sin dejar que el tiempo fuese suficiente para que la rubia reaccionara, lanzó ambas dagas en sus manos en diferentes direcciones donde estimaba que se movería la rubia y renovó las existencias en sus manos sacando otro par bajo su túnica.
— Veo que eres muy hábil... ¿Pero serás lo suficiente para esto? — Cuestionó con prepotencia la criatura para seguidamente imbuir de magia sus dagas, convirtiéndolas en espadas espectrales.
Esperando por un ataque de la contraría mantuvo unos segundos la distancia, optando por una posición defensiva. Extendió ambas dagas espectrales a cada lado sí misma, y posó un pie frente a ella para poder impulsarse en caso de huida o contraataque.
— ¿Tienes miedo? — Bufó la criatura hacía la rubia mientras soltaba una ligera risa prepotente. — No vales la pena entonces. — Agregó para provocar a su rival.
Esperando por el nuevo ataque de la rubia que se aproximaba a ella debido a la provocación, la quimera lanzó un corte doble hacía el frente, a la altura del cuello y abdomen de la rubia. Sin embargo, no era lo suficientemente atenta a notar que tras su contraataque fallido un ataque inminente se aproximaba.
Tras recibir un golpe en el abdomen que logró sacar parte de su aliento y tras un corte al nivel del hombro derecho, la quimera saltó hacía atrás conservando la distancia con la rubia.
— ¡Maldita! — Expresó con desprecio la quimera, la cual se arrebató contra la rubia sin pensar ni un segundo.
Realizando ataques consecutivos en todas las direcciones, la quimera solo lograba rozar el aire a pocos centímetros de la rubia. Sin embargo, recibía contraataques ocasionales como puños y cortes no muy profundos que comenzaban a debilitarla.
— ¡Maldición! — Gritaba en medio de los ataques la criatura enojada, mientras recibía más y más golpes y cortes sin siquiera lograr más que ligeros rasguños a la ropa de la rubia.
Tras muchos ataques fallidos, la quimera guardó distancia con la rubia mientras sujetaba uno de sus hombros. Ya había comenzado a perder una cantidad de sangre importante por las heridas abiertas en su cuerpo, y además su túnica estaba tan raída por tantos cortes que parte de su ropa bajo la túnica era expuesta.
La quimera sabía que no estaba en ventaja para seguir combatiendo, y aunque muy a su pesar debía dejar a sus objetivos libres, huyó del lugar tras dejar una ligera estela de humo por una bomba que reventó contra el suelo. Con la retirada de la quimera, el combate había terminado finalmente.
Me encontraba aún tirado en el suelo, mi rostro estaba rojo y mi respiración agitada. El efecto del envenenamiento estaba deteriorando mi estado de forma constante, y no podía hacer nada para refrenarlo. De mi voz escapaban ligeros quejidos de dolor por sentir mi cuerpo tensionarse muscularmente.
—Ayuda... — Expresaba con la voz apagada mientras de mis ojos escapaban ligeras lágrimas de sufrimiento a la vez que mi rostro mostraba abiertamente mi estado. — Por favor... No quiero morir... — añadí sin poder abrir los ojos, y sin poder despertar conscientemente de mi doloroso sueño.
Estaba muriendo sin poder hacer nada para evitarlo, y en mi mente terribles sueños del pasado me atormentaban como traumas que me perseguían. Entre ellos los recuerdos de mi madre siendo asesinada bajo mis propias manos, algo que muy en mi inconsciente era mi peor pesadilla y lo que más me perseguía desde aquel fatídico día que desearía poder olvidar.
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por Eva Witherspoon Jue Oct 04, 2018 2:45 am
Los viajeros del norte.
Día - Soleado - Afueras de Hamburgo - Persona
Mientras luchaba contra la bestia en su forma humana, Eva estudiaba a su oponente y su forma de atacar para tratar de descifrar la clase de criatura que era ella. A lo largo de su vida se había enfrentado a un sin fin de rivales de todas las especies que, de descubrir a qué familia pertenecía, estaba segura de poder realizar un mejor contra-ataque. Durante la pelea, los ataques de la quimera eran acertados y no obstante lo suficientemente lentos como para poder esquivarlos aunque fuera solo por muy poco. En uno de sus movimientos se dejó apreciar bajo su túnica, la piel en tono verdoso de su cuerpo, además de que en su habla se remarcaban especialmente el sonido de las letras "s". Fue cuando la fénix comenzó a sospechar la clase de criatura que tenía frente de sí: una medusa. Famosas por devorar literalmente a los hombres, primero atrayéndolos con sus encantos seductores para una vez ganada su confianza, lanzar la venenosa y letal mordida sentenciando a su víctima a una muerte lenta y dolorosa, siendo finalmente devorados por las fauces de la bestia. Y si sus sospechas eran ciertas, entonces la quimera se había metido con la chica equivocada y uno de sus enemigo más letales, un ave, y no cualquier ave sino el mayor y más fuerte de todas: el fénix.
La rubia se entretuvo un buen rato con la pelea pero a medida que esta progresaba iba quedando claro quién obtendría la victoria. Y cuando la quimera se dio cuenta de lo mismo, astutamente prefirió huir para salvar su vida. Eva ni siquiera hizo el intento por perseguirla, no era de su interés realmente, sólo había despejado el camino para continuar con lo suyo, que era arreglar asuntos con el peliazul que continuaba inconsciente. Tenía puesta su atención en el mencionado, cuando a sus oídos llegaron los quejidos de una voz masculina pidiendo ayuda. Volvió la vista en la dirección donde provenían los lamentos encontrándose con el cuerpo moribundo del infortunado hombre que seguramente había sido mordido por la quimera inyectándole su letal veneno.
No es que Eva fuera un ángel de la caridad, pero el hombre había solicitado su ayuda y además de una forma suplicante. Sin embargo, fue la última frase la que terminó convenciéndola de acercarse a él: "No quiero morir ", un término que la rubia mujer desconocía, una experiencia que jamás terminaría por conocer. Pero a lo que la mayoría de seres vivientes le temían con horror.
Caminó pues, la mujer a paso lento hacia donde el hombre yacía moribundo. Una vez de pie a su lado, lo miró desde su perspectiva superior, su rostro le resultó familiar en el mismo instante en que lo vio. El callejón en aquel momento estaba oscuro como para afirmar que se trataba del mismo sujeto pero... ¡esa voz! ¡esa voz lo delataba por completo! Sin duda alguna era el mismo ladrón que ella había intentado "ayudar" hacia solo una hora atrás.
— Sabía que necesitabas una mano —sus comentarios a veces inoportunos se dejaban escuchar, aunque para ella no era más que una inocente forma de divertirse.
Se inclinó sobre sus piernas flexionando las rodillas hasta quedar en cuclillas para revisar la condición del hombre atacado. Él estaba consciente, así que Eva se aseguró de que observará cada uno de sus movimientos para que no tuviera alguna clase de desconfianza. Tomó la mano izquierda por ser la que quedaba de su lado, con cuidado revisó la manga de la vestidura buscando en ella alguna clase de desgarre o algo parecido, al no encontrar nada, pasó al brazo derecho obteniendo exactamente el mismo resultado. La fémina frunció levemente el ceño quizá un poco desconcertada ya que las medusas solían atacar esa parte del cuerpo. No cejó en sus intentos, debía encontrar la incisión pronto para tratar de detener el veneno. Luego pensó que probablemente había sido atacado en las piernas, una remota posibilidad pero en algún lugar debía estar la perforación.
— Espero seas consciente que sólo trato de ayudar —comentó buscando la comunicación visual, aclarando el punto para que no fuera a pensar cosas extrañas.
Apunto estuvo de auscultar sus piernas cuando una gota de sangre fluyendo de su nuca la detuvo en seco dirigiendo al instante su atención a esa parte del cuerpo del varón. Repasó con sus dedos finamente esa zona del cuello del muchacho, justo detrás de la oreja. Efectivamente, eran cuatro muy pequeñas incisiones, la clara evidencia de la mordida de una de las serpientes de la quimera. Pequeñas pero lo suficientemente venenosas como para tener a ese hombre entre la vida y la muerte. Con cuidado tomó la cabeza del joven cuyo brillo en sus ojos se apagaba lentamente, descansó entonces la cabeza sobre sus piernas una vez adopto aquella postura la mujer, usando sus pantorrillas como asiento, después, dirigió una mirada con un deje melancólico en los ojos.
— ¿Cuantos años tienes? —su voz sonaba demasiado suave y serena, con un tono que parecía endulzar los oídos, tras lo cual añadió—. ¿No... quieres morir?
Repitió la frase para sí misma con la incógnita que le causaba ese concepto, para ella tan abstracto. La gente lloraba sumiéndose en una profunda tristeza al perder a un ser querido. Había visto a muchos derramar lagrimas a causa de esa razón. Si bien Eva no recordaba tener una familia propia, sí había tenido al menos alguien cuya ausencia había creado un vacío difícil de explicar en su interior. De eso hacia tanto tiempo que no le era fácil recordar de quién se trataba. Sin embargo, las emociones, especialmente las humanas resultaban tan fuertes y sentidas que en más de una ocasión sus profundos sentimientos heridos habían conseguido arrancar algunas lagrimas a la fénix.
Fijaba sus vista en el joven que respiraba con dificultad sobre su regazo, y lentamente sus ojos se fueron llenando de agua. «¿Quién llorará por ti, cuando mueras?». Pensó para sí la mujer cuestionándose acerca del muchacho de cabellos de plata. Al momento de cerrar sus párpados, una solitaria lágrima se rodó de sus ojos besando su blanca piel al descender lentamente hasta llegar a su mentón, donde resplandeciendo se desprendió de la piel siguiendo su camino por el espacio hasta caer justo donde aquella herida le robaba la vida al hombre. A continuación, un leve resplandor dorado que fue cobrando fuerza comenzó a inundar la parte donde la lágrima había caído, y un poco más allá, mientras Eva llevó una de sus finas manos a posarse sobre la herida creando una especie de esfera resplandeciente del mismo color entre su mano y el cuello del albino que permanecía inmóvil. Aquella era una herida poco profunda pero el veneno era mortal. Tanto más si se tenía en cuenta el tiempo perdido durante la batalla donde el veneno se había propagado por el torrente sanguíneo. Un par de lágrimas más cayeron como bálsamo curativo sobre la herida dando más potencia a su efecto al grado de cubrir con aquel resplandor el cuerpo del joven el cual ya no estaba segura si permanecía consciente. Tras algunos minutos de batallar contra el veneno. Eva casi sintió desvanecerse debido al esfuerzo que la curación implicaba. Descansó al albino sobre el suelo en una posición cómoda para él, y con la energía que le restaba fue a donde el peliazul para ponerlo a dormir junto al albino y de esa manera tenerlo vigilado. Ahora mismo no podía interrogarlo hasta que este despertará, y ella no podía llegar muy lejos con él de querer llevarlo a otro sitio, debía descansar primeramente un poco, y reponer las fuerzas. Halló asiento junto al concreto del pilar que sostenía el puente y recargó contra este su espalda, desde ahí, observó al par de jóvenes que se recuperaban.
— ¿Crees en el destino?... ¡Qué casualidad encontrarte dos veces en el mismo día! ¿no te parece? —algún significado debía tener, pero Eva realmente no creía en el dichoso destino—. Estarás bien. No morirás —dijo aspirando profundamente, cerrando los ojos y limpiando cualquier rastro de humedad en ellos—. Tampoco espero que me lo agradezcas —ni siquiera albergaba tal idea después del desaire recibido temprano por la mañana—. Pero bien puedes decirme ¿quién es ese tipo a tú lado y por qué los atacó la quimera?
Con el peliazul desmayado, Eva no perdió tiempo en interrogar al albino, creyendo que aunque débil, era perfectamente capaz de escucharla. Tarde se le ocurrió que antes debía haber hecho un trato con el hombre, pero no había ya nada qué hacer en caso de que el albino se negará a responder. Entonces el haberse obligado así misma a llegar al llanto habría sido totalmente inútil. Eva sabía que debía aprender a contener al fénix, pues los actos de bondad no estaban permitidos en un mundo desagradecido y traicionero como aquel.
La rubia se entretuvo un buen rato con la pelea pero a medida que esta progresaba iba quedando claro quién obtendría la victoria. Y cuando la quimera se dio cuenta de lo mismo, astutamente prefirió huir para salvar su vida. Eva ni siquiera hizo el intento por perseguirla, no era de su interés realmente, sólo había despejado el camino para continuar con lo suyo, que era arreglar asuntos con el peliazul que continuaba inconsciente. Tenía puesta su atención en el mencionado, cuando a sus oídos llegaron los quejidos de una voz masculina pidiendo ayuda. Volvió la vista en la dirección donde provenían los lamentos encontrándose con el cuerpo moribundo del infortunado hombre que seguramente había sido mordido por la quimera inyectándole su letal veneno.
No es que Eva fuera un ángel de la caridad, pero el hombre había solicitado su ayuda y además de una forma suplicante. Sin embargo, fue la última frase la que terminó convenciéndola de acercarse a él: "No quiero morir ", un término que la rubia mujer desconocía, una experiencia que jamás terminaría por conocer. Pero a lo que la mayoría de seres vivientes le temían con horror.
Caminó pues, la mujer a paso lento hacia donde el hombre yacía moribundo. Una vez de pie a su lado, lo miró desde su perspectiva superior, su rostro le resultó familiar en el mismo instante en que lo vio. El callejón en aquel momento estaba oscuro como para afirmar que se trataba del mismo sujeto pero... ¡esa voz! ¡esa voz lo delataba por completo! Sin duda alguna era el mismo ladrón que ella había intentado "ayudar" hacia solo una hora atrás.
— Sabía que necesitabas una mano —sus comentarios a veces inoportunos se dejaban escuchar, aunque para ella no era más que una inocente forma de divertirse.
Se inclinó sobre sus piernas flexionando las rodillas hasta quedar en cuclillas para revisar la condición del hombre atacado. Él estaba consciente, así que Eva se aseguró de que observará cada uno de sus movimientos para que no tuviera alguna clase de desconfianza. Tomó la mano izquierda por ser la que quedaba de su lado, con cuidado revisó la manga de la vestidura buscando en ella alguna clase de desgarre o algo parecido, al no encontrar nada, pasó al brazo derecho obteniendo exactamente el mismo resultado. La fémina frunció levemente el ceño quizá un poco desconcertada ya que las medusas solían atacar esa parte del cuerpo. No cejó en sus intentos, debía encontrar la incisión pronto para tratar de detener el veneno. Luego pensó que probablemente había sido atacado en las piernas, una remota posibilidad pero en algún lugar debía estar la perforación.
— Espero seas consciente que sólo trato de ayudar —comentó buscando la comunicación visual, aclarando el punto para que no fuera a pensar cosas extrañas.
Apunto estuvo de auscultar sus piernas cuando una gota de sangre fluyendo de su nuca la detuvo en seco dirigiendo al instante su atención a esa parte del cuerpo del varón. Repasó con sus dedos finamente esa zona del cuello del muchacho, justo detrás de la oreja. Efectivamente, eran cuatro muy pequeñas incisiones, la clara evidencia de la mordida de una de las serpientes de la quimera. Pequeñas pero lo suficientemente venenosas como para tener a ese hombre entre la vida y la muerte. Con cuidado tomó la cabeza del joven cuyo brillo en sus ojos se apagaba lentamente, descansó entonces la cabeza sobre sus piernas una vez adopto aquella postura la mujer, usando sus pantorrillas como asiento, después, dirigió una mirada con un deje melancólico en los ojos.
— ¿Cuantos años tienes? —su voz sonaba demasiado suave y serena, con un tono que parecía endulzar los oídos, tras lo cual añadió—. ¿No... quieres morir?
Repitió la frase para sí misma con la incógnita que le causaba ese concepto, para ella tan abstracto. La gente lloraba sumiéndose en una profunda tristeza al perder a un ser querido. Había visto a muchos derramar lagrimas a causa de esa razón. Si bien Eva no recordaba tener una familia propia, sí había tenido al menos alguien cuya ausencia había creado un vacío difícil de explicar en su interior. De eso hacia tanto tiempo que no le era fácil recordar de quién se trataba. Sin embargo, las emociones, especialmente las humanas resultaban tan fuertes y sentidas que en más de una ocasión sus profundos sentimientos heridos habían conseguido arrancar algunas lagrimas a la fénix.
Fijaba sus vista en el joven que respiraba con dificultad sobre su regazo, y lentamente sus ojos se fueron llenando de agua. «¿Quién llorará por ti, cuando mueras?». Pensó para sí la mujer cuestionándose acerca del muchacho de cabellos de plata. Al momento de cerrar sus párpados, una solitaria lágrima se rodó de sus ojos besando su blanca piel al descender lentamente hasta llegar a su mentón, donde resplandeciendo se desprendió de la piel siguiendo su camino por el espacio hasta caer justo donde aquella herida le robaba la vida al hombre. A continuación, un leve resplandor dorado que fue cobrando fuerza comenzó a inundar la parte donde la lágrima había caído, y un poco más allá, mientras Eva llevó una de sus finas manos a posarse sobre la herida creando una especie de esfera resplandeciente del mismo color entre su mano y el cuello del albino que permanecía inmóvil. Aquella era una herida poco profunda pero el veneno era mortal. Tanto más si se tenía en cuenta el tiempo perdido durante la batalla donde el veneno se había propagado por el torrente sanguíneo. Un par de lágrimas más cayeron como bálsamo curativo sobre la herida dando más potencia a su efecto al grado de cubrir con aquel resplandor el cuerpo del joven el cual ya no estaba segura si permanecía consciente. Tras algunos minutos de batallar contra el veneno. Eva casi sintió desvanecerse debido al esfuerzo que la curación implicaba. Descansó al albino sobre el suelo en una posición cómoda para él, y con la energía que le restaba fue a donde el peliazul para ponerlo a dormir junto al albino y de esa manera tenerlo vigilado. Ahora mismo no podía interrogarlo hasta que este despertará, y ella no podía llegar muy lejos con él de querer llevarlo a otro sitio, debía descansar primeramente un poco, y reponer las fuerzas. Halló asiento junto al concreto del pilar que sostenía el puente y recargó contra este su espalda, desde ahí, observó al par de jóvenes que se recuperaban.
— ¿Crees en el destino?... ¡Qué casualidad encontrarte dos veces en el mismo día! ¿no te parece? —algún significado debía tener, pero Eva realmente no creía en el dichoso destino—. Estarás bien. No morirás —dijo aspirando profundamente, cerrando los ojos y limpiando cualquier rastro de humedad en ellos—. Tampoco espero que me lo agradezcas —ni siquiera albergaba tal idea después del desaire recibido temprano por la mañana—. Pero bien puedes decirme ¿quién es ese tipo a tú lado y por qué los atacó la quimera?
Con el peliazul desmayado, Eva no perdió tiempo en interrogar al albino, creyendo que aunque débil, era perfectamente capaz de escucharla. Tarde se le ocurrió que antes debía haber hecho un trato con el hombre, pero no había ya nada qué hacer en caso de que el albino se negará a responder. Entonces el haberse obligado así misma a llegar al llanto habría sido totalmente inútil. Eva sabía que debía aprender a contener al fénix, pues los actos de bondad no estaban permitidos en un mundo desagradecido y traicionero como aquel.
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por Alastar Ozoghof Vie Oct 05, 2018 1:24 am
Capitulo 1: Los viajeros del norte
11:24 am - Soleado - Alemania, Hamburgo - Solo
Cuando en mi mente solo estaban presentes oscuros pensamientos y dolores, pude ver por un segundo una luz. Decidí correr hacia ella para sentirme seguro, porque sentía una calidez indescriptible proviniendo de ella. Aquella luz era mi última esperanza y lo sentía con fuerza en mi corazón.
Mi conexión con la realidad se hacía lentamente presente cuando regresaba aquella luz en mi mente, y eran palabras del exterior las que retumbaban como un leve eco en medio de la oscuridad.
—T... Te... Tengo... vei... venticin... co — Hablaba a duras penas en la realidad cuando en mi mente respondía una y otra vez las frases completas. — No... mor... morir... no... — Expresaba con un rostro de miedo y lágrimas en mis ojos que demostraban mi miedo de terminar mi vida así.
Los siguientes minutos de silencio por mi parte pasaron en mi mente como algo maravilloso, sintiendo como toda la oscuridad se desvanecía lentamente. La pesadez de mi cuerpo y la rigidez del mismo dejaban de estar presentes, y mi respiración se tranquilizaba, así como lo hacía la temperatura de mi cuerpo. Pude descansar del dolor hasta el momento que sentí mis ojos abrirse lentamente del sueño artificial que la toxina me había inducido. Me sentía mareado al abrir los ojos y tenía lagunas de los minutos que habían pasado antes de haber caído intoxicado. No lograba ni siquiera recordar con claridad que cosas habían pasado desde el momento que salí de aquel cuarto del hotel barato.
— ¿Dónde estoy...? — Pregunté en la incertidumbre mientras me levantaba del suelo con una mano apoyada en la cabeza. — ¿Que hago aquí? — Me cuestioné nuevamente hasta que miré a una rubia sentada a pocos pasos de mí.
Por cómo podía escuchar de aquella mujer, al parecer ya nos habíamos visto antes lo cual se me hacía raro de comprender. Junto a ello su explicación de una persona junto a mí me sobresaltó, ya que al ver el hombre de pelo azul boca abajo a mi lado me hizo pensar por un segundo que me había salido de mi cuerpo y ya estaba muerto.
— Eh... ¿Nos conocemos?... — Pregunté a la rubia, para seguidamente hacer el esfuerzo en ponerme de pie. — ¿Sabes quién soy? — añadí a las dudas mientras gateaba en dirección a ella hasta que mis piernas tomasen fuerza.
La vista exterior a mí era seguramente la de un borracho: Sin recuerdos, sin movilidad y sin la suficiente dicción para pronunciar más de 3 palabras. Sin embargo, cuando la fuerza de mi cuerpo regresaba ya había alcanzado a llegar a mi morral de viaje, y parte de mi memoria se aclaraba lentamente. Suspiré tras recostarme en la pared, junto a mi maleta y observé a la rubia con la misma incertidumbre por no saber quién era realmente, aunque ella si parecía reconocerme.
— ¿Él?... — Interrogué señalando al peli azul para luego regresar la mano bajo resguardo de mi torso. — Lo único que sé de él... Es que es un ladrón.... Según él, se ha dedicado a robar en las afueras de la ciudad a gente incauta... — Expliqué por encima mientras me dejaba reposar con las piernas dobladas en posición de meditación. — Antes hablaste de una quimera ¿verdad? Era aquella chica con la cara oculta bajo la túnica ¿no? Supongo que fue ella la causa del estado en que me encontraba... — Comenté con preguntas capciosas para luego soltar un suspiro pesado.
Mi vista se centró muy por encima en la vestimenta de la mujer rubia que parecía estar exhausta, quizá por la pelea contra la quimera, aunque no mostraba haber recibido ningún daño aparente. Como fuese, me tomé el atrevimiento de analizar tanto vestimenta como herramientas a la mano de ella, concluyendo que ella era una especie de policía o algo parecido. Sin embargo sería algo raro que una policia ayudase a un simple vagabundo o ladrón, aunque no tenía claro sus motivos aún.
— Fuiste tú la que estaba al final del callejón durante mi persecución ¿verdad? — Cuestioné regresando la vista al frente unos segundos y me respondí suponiéndolo por la voz de ella. —Supongo que habría sido mejor haber aceptado la ayuda antes que haber huido en ese momento... — Dije con sinceridad y sonreí un tanto burlón por ello. — …yo... Gracias por haberme salvado... Sentía que iba a morir pronto y tenía miedo.. — Expresé con amargura al recordar a mi madre y cambié la vista a otro lado unos segundos para no mostrar en mi rostro tristeza abiertamente.
Mientras mi charlaba con la rubia tomaba una pausa, el hombre de pelo azul que yacía acostado comenzaba a despertar de su desmayo, pero al contrario que yo sus sentidos estaban intactos para el momento que abrió los ojos. Asustado, el hombre se arrastró un par de pasos hacia atrás mientras miraba a todos lados por no saber si la quimera estaba allí, pero al instante que notó la presencia de la rubia se tranquilizó.
— ¿Tú venciste a la quimera?... Vaya... gracias — Expresaba el hombre con agrado, aunque su sonrisa de alivio había durado más poco de lo que esperaba cuando tras mi confesión delatora ahora debía afrontar un interrogatorio.
Yo miraba la escena ante mis ojos con tranquilidad hasta que un vomito ligero, producto del mareo, escapó de mi boca, dejándome sin el desayuno en el estómago. Tomé mi maleta conmigo tras esto y me alejé unos pasos del lugar con cara de asco mientras esperaba que la charla entre ambos terminara, y que con ello el veredicto de que hacer se aclarara para mí, ya que ahora debía mi vida a aquella mujer que me había salvado, aún sin saber cómo ella lo había logrado o cual sería la deuda a pagar por mi propía vida.
Mi conexión con la realidad se hacía lentamente presente cuando regresaba aquella luz en mi mente, y eran palabras del exterior las que retumbaban como un leve eco en medio de la oscuridad.
—T... Te... Tengo... vei... venticin... co — Hablaba a duras penas en la realidad cuando en mi mente respondía una y otra vez las frases completas. — No... mor... morir... no... — Expresaba con un rostro de miedo y lágrimas en mis ojos que demostraban mi miedo de terminar mi vida así.
Los siguientes minutos de silencio por mi parte pasaron en mi mente como algo maravilloso, sintiendo como toda la oscuridad se desvanecía lentamente. La pesadez de mi cuerpo y la rigidez del mismo dejaban de estar presentes, y mi respiración se tranquilizaba, así como lo hacía la temperatura de mi cuerpo. Pude descansar del dolor hasta el momento que sentí mis ojos abrirse lentamente del sueño artificial que la toxina me había inducido. Me sentía mareado al abrir los ojos y tenía lagunas de los minutos que habían pasado antes de haber caído intoxicado. No lograba ni siquiera recordar con claridad que cosas habían pasado desde el momento que salí de aquel cuarto del hotel barato.
— ¿Dónde estoy...? — Pregunté en la incertidumbre mientras me levantaba del suelo con una mano apoyada en la cabeza. — ¿Que hago aquí? — Me cuestioné nuevamente hasta que miré a una rubia sentada a pocos pasos de mí.
Por cómo podía escuchar de aquella mujer, al parecer ya nos habíamos visto antes lo cual se me hacía raro de comprender. Junto a ello su explicación de una persona junto a mí me sobresaltó, ya que al ver el hombre de pelo azul boca abajo a mi lado me hizo pensar por un segundo que me había salido de mi cuerpo y ya estaba muerto.
— Eh... ¿Nos conocemos?... — Pregunté a la rubia, para seguidamente hacer el esfuerzo en ponerme de pie. — ¿Sabes quién soy? — añadí a las dudas mientras gateaba en dirección a ella hasta que mis piernas tomasen fuerza.
La vista exterior a mí era seguramente la de un borracho: Sin recuerdos, sin movilidad y sin la suficiente dicción para pronunciar más de 3 palabras. Sin embargo, cuando la fuerza de mi cuerpo regresaba ya había alcanzado a llegar a mi morral de viaje, y parte de mi memoria se aclaraba lentamente. Suspiré tras recostarme en la pared, junto a mi maleta y observé a la rubia con la misma incertidumbre por no saber quién era realmente, aunque ella si parecía reconocerme.
— ¿Él?... — Interrogué señalando al peli azul para luego regresar la mano bajo resguardo de mi torso. — Lo único que sé de él... Es que es un ladrón.... Según él, se ha dedicado a robar en las afueras de la ciudad a gente incauta... — Expliqué por encima mientras me dejaba reposar con las piernas dobladas en posición de meditación. — Antes hablaste de una quimera ¿verdad? Era aquella chica con la cara oculta bajo la túnica ¿no? Supongo que fue ella la causa del estado en que me encontraba... — Comenté con preguntas capciosas para luego soltar un suspiro pesado.
Mi vista se centró muy por encima en la vestimenta de la mujer rubia que parecía estar exhausta, quizá por la pelea contra la quimera, aunque no mostraba haber recibido ningún daño aparente. Como fuese, me tomé el atrevimiento de analizar tanto vestimenta como herramientas a la mano de ella, concluyendo que ella era una especie de policía o algo parecido. Sin embargo sería algo raro que una policia ayudase a un simple vagabundo o ladrón, aunque no tenía claro sus motivos aún.
— Fuiste tú la que estaba al final del callejón durante mi persecución ¿verdad? — Cuestioné regresando la vista al frente unos segundos y me respondí suponiéndolo por la voz de ella. —Supongo que habría sido mejor haber aceptado la ayuda antes que haber huido en ese momento... — Dije con sinceridad y sonreí un tanto burlón por ello. — …yo... Gracias por haberme salvado... Sentía que iba a morir pronto y tenía miedo.. — Expresé con amargura al recordar a mi madre y cambié la vista a otro lado unos segundos para no mostrar en mi rostro tristeza abiertamente.
Mientras mi charlaba con la rubia tomaba una pausa, el hombre de pelo azul que yacía acostado comenzaba a despertar de su desmayo, pero al contrario que yo sus sentidos estaban intactos para el momento que abrió los ojos. Asustado, el hombre se arrastró un par de pasos hacia atrás mientras miraba a todos lados por no saber si la quimera estaba allí, pero al instante que notó la presencia de la rubia se tranquilizó.
— ¿Tú venciste a la quimera?... Vaya... gracias — Expresaba el hombre con agrado, aunque su sonrisa de alivio había durado más poco de lo que esperaba cuando tras mi confesión delatora ahora debía afrontar un interrogatorio.
Yo miraba la escena ante mis ojos con tranquilidad hasta que un vomito ligero, producto del mareo, escapó de mi boca, dejándome sin el desayuno en el estómago. Tomé mi maleta conmigo tras esto y me alejé unos pasos del lugar con cara de asco mientras esperaba que la charla entre ambos terminara, y que con ello el veredicto de que hacer se aclarara para mí, ya que ahora debía mi vida a aquella mujer que me había salvado, aún sin saber cómo ella lo había logrado o cual sería la deuda a pagar por mi propía vida.
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por Eva Witherspoon Dom Oct 07, 2018 4:10 am
Los viajeros del norte.
Día - Soleado - Afueras de Hamburgo - Persona
Tuvo la oportunidad de descansar unos breves instantes mientras cerraba los ojos aspirando hondamente tras el esfuerzo físico de un evento que jamás se imaginó fuera a ocurrir por la sencilla razón de que no lo buscaba. Sin embargo, sus sentidos siempre alerta le impidieron prolongar su descanso y tan pronto se sintió de mejor humor, hurgó entre sus ropas algo que parecía no encontrar. En la tarea se encontraba cuando comenzó a escuchar los quejidos, o mejor dicho, la respuesta a sus preguntas previamente formuladas por parte de una voz masculina. Desvió la mirada sólo lo necesario para descubrir que se trataba del chico albino que poco a poco despertaba de los efectos del veneno de la medusa. A pesar de su aparente aturdimiento parecía haberse mantenido semi consciente al grado de ser perfectamente capaz de responder a pesar de su condición. Y sin embargo, el sólo hecho de una pronta recuperación, era suficiente para despertar la curiosidad en la rubia acerca de la peculiaridad en ese muchacho que ahora lucía desorientado.
— Aun estas bajo el puente a las afueras de Hamburgo —respondió directamente con un tono de voz firme, tranquilo pero despreocupado—. Y no tengo idea de quién eres, salvo que los policías allá en la ciudad te están buscando por el delito de robo. Aunque creo que eso sí lo recuerdas.
Esbozó apenas una pequeña sonrisa de medio labio al pronunciar aquellas palabras, pensando que quizá el chico estuviera sorprendido de que la mujer tuviera dicha información importante. Después de todo, él estaba a merced de ella ahora. Una simple llamada a cualquier unidad policiaca y esta llegaría en un abrir de ojos por el albino para hacerlo responder por sus actos delictivos; probablemente otorgando algún crédito extra o remuneración económica a cambio de los útiles y oportunos servicios de Eva al informar el paradero del ladrón.
Después de un rato de hurgar, por fin encontró lo que buscaba entre sus ropas, un pañuelo de un blanco pulcro e impecable. Se reincorporó de sobre su asiento para alcanzar al albino quien igualmente había conseguido incorporarse de forma por demás sorprendente.
— Deberías reposar un poco más. Lo que te pasó no fue poco —pronunció mientras doblado en forma rectangular, llevó el pañuelo sobre la frente del muchacho quien probablemente no se había percatado de que su cuerpo aun sudaba las toxinas que la medusa le había inyectado con su mortal veneno.
Secó un poco con suaves toques el sudor en la frente y mejillas del hombre, tras lo cual puso el pañuelo sobre su mano derecha relegándole el proceso a él mismo.
— Estuviste a punto de morir —añadió sacando una soga pequeña del interior de su chaqueta y desenredándola entre sus manos—. El veneno de las medusas es altamente letal. De no haberme encontrado en este lugar, seguramente serías la cena de esta noche de esa quimera. Por alguna extraña razón, suelen preferir la carne de hombre —dijo encogiéndose ligeramente de hombros.
Una vez destensada la soga, la propia fénix hizo algunas pruebas improvisadas sobre la resistencia del material con que estaba hecha, pues era uno de los objetos recién adquiridos en la ciudad para realizar su actual trabajo de persecutora
Aunque pasando a otro tema no menos importante, ciertamente le sorprendió que el mismo hombre que la había ignorado por la mañana, ahora le agradeciera la ayuda. Realmente no lo esperaba pero fue suficiente para que totalmente descartara la idea de delatarlo con la policía. Después de todo quedaba claro que no era el ladrón que ella perseguía. Dejaría entonces que la policía de la ciudad hiciera su propio trabajo mientras ella se ocupaba del suyo.
— En realidad la quimera escapó en el último momento, pero quizá regrese más tarde si cree tener motivos para pensar que estas muerto —respondió ahora al peliazul quien recién despertaba de su ensueño también.
Sonrió la fémina con aquellos encantadores labios color carmesí, quizá abusando un poco con el sarcasmo al responder al agradecimiento del segundo hombre. No podía permitirse crear empatía con un posible delincuente el cual ella debía atrapar. Este aún permanecía sobre el suelo, por lo que Eva volvió a descender sobre sus piernas para quedar más o menos a la altura del peliazul y hacerle frente.
— Las malas lenguas dicen que has estado molestando a los pacíficos aldeanos de los alrededores de la ciudad. Dime ¿es eso cierto?
La mujer no se andaba con rodeos, estaba siendo bastante directa pues el tiempo apremiaba ya que les había prometido a los aldeanos entregarle al malhechor ese mismo día. Por eso mismo centró su atención en el peliazul, dejando al albino de lado al saber de los propios labios de él, que no tenía relación alguna con el segundo hombre.
— No me gustan las mentiras, y huelo desde lejos cuando alguien intenta mentirme, lo cual me pone de mal humor —su voz era calma, pero Eva hablaba muy enserio—. Sí me dices la verdad y dónde o qué haz hecho con lo robado, yo podría abogar por ti delante de los que te buscan. Pero si lo niegas y descubro que me has mentido, te entregaré a ellos para que hagan contigo lo que tienen planeado hacer. La decisión es tuya.
En medio de la charla estaban, apunto de recibir la respuesta del peliazul que había perdido la sonrisa y quizá incluso sentía más temor que cuando huía de la quimera la primera vez, cuando un sonido extraño causó que ambos, la rubia y el peliazul volvieran el rostro hacia donde el albino quien había devuelto el estómago dejando claro con ello que todavía sufría los efectos del envenenamiento. Sin embargo él parecía no ser consciente de ello, pues escogió dicho momento para emprender su viaje nuevamente.
— ¡No llegarás muy lejos en tu actual condición! —exclamó la fémina regresando la mirada sobre su principal sospechoso, pues no quería perderlo de vista y que él muy rufián se le escapará de entre las manos—. Te recomiendo que permanezcas donde estas, o la quimera podría rastrearte ya que ha dejado su olor en ti, y de seguro querrá terminar el trabajo. Serías... una presa mucho más fácil que la primera vez.
Aquella era sólo una sugerencia, la decisión era suya, pero teniendo en cuenta que no deseaba morir, al menos no en breve, lo mejor era que atendiera dicha sugerencia. Y aunque en realidad no era un asunto que le competiera a la fénix, de alguna manera sentía que debía disuadirlo de partir en tal estado ya que después de todo, Eva misma había hecho una inversión importante de energía vital en él para salvarlo. Una decisión arrebatada y ante la cual no tenia una concisa explicación pero que ya era todo un hecho sin marcha a tras.
— ¿Y bien? ¿En qué estábamos? —prosiguió con el objeto de su interés.
El peliazul resultó bastante inteligente, según parece, comprendió que si la rubia había sido capaz de hacer huir a la quimera, entonces resultaría inútil intentar escapar de ella. Comentó sus motivos y razones para haber cometido aquellos ilícitos. Pertenecía a una familia extranjera, pobre, y que recientemente había perdido a su padre, con la madre envejecida y cinco hermanos qué alimentar, se había visto obligado a robar en las granjas para llevar comida a su casa ante la desesperación de no obtener un trabajo honesto por el simple hecho de ser extranjero. Huevos, conejos, leche, queso y mantequilla eran los insumos que tenían prioridad en la canasta básica del ladrón, quién según decía, intentaba no causar graves pérdidas a sus victimas, una idea bastante bizarra en opinión de la fémina pero válida.
No pudo seguir atendiendo el asunto del ladrón de granjas porque el albino continuaba sintiéndose mal de salud. «¿Y qué diablos tengo yo que ver con eso?» pensaba Eva para si misma a disgusto. Sin embargo bien o mal ya se había inmiscuido en ambos casos y no podía simplemente dejar a su suerte al albino.
Explicó al peliazul que si prometía no escapar, ella no sólo no lo ataría con la soga como tenía planeado hacer, sino que también cumpliría su promesa de abogar por él ante los aldeanos. Mientras tanto, ella intentaría hacer lo que pudiera para curar al otro ladrón, al albino, asunto que apremiaba en vista de la condición actual de su salud. Acordado quedó el asunto por ambas partes y entonces ella se vio libre de ahora pasar a atender al envenenado del cual no sabía ni su nombre. Para ello se valió de la ayuda de Sven, como se llama el hombre peliazul. Este ayudó al albino a llegar al lugar que Eva le había indicado, una posada cercana donde la gente viajera solía hacer parada ya fuera para descansar o para pasar inclusive la noche. Rentó provisionalmente un cuartucho austero donde solamente había una mesa junto a la única ventana, un par de sillas y una cama sencilla donde recostaron al enfermo, que no tuvo más remedio que dejarse arrastrar por la simple pero poderosa razón de que las fuerzas le fallaban para oponerse.
Y mientras aquel descansaba, ambos sujetos quedaron encerrados bajo llave mientras Eva salía unos instantes en busca de algunos ingredientes que necesitaba de última hora. A medida que ella se alejaba a pasos lentos, su mente se tranquilizaba más y más, pues tenía razones para esperar que al regresar aquellos dos estarían justo donde los había dejado, y no era difícil adivinar el por qué: uno deseaba vivir, y el otro no quería ser linchado por un grupo de aldeanos enfurecidos. Y ambos contaban con que Eva los salvará de sus fatídicos destinos.
Y efectivamente, cuando la rubia regresó con una bolsa de papel que contenía algunos frascos pequeños, ambos sujetos estaban precisamente en el mismo lugar. ¡Eso era ser listos! pues sabían qué era lo mejor para cada uno. La fénix prefirió guardarse sus comentarios y pasar directo a lo que la ocupaba. Vertió un poco de alcohol en un frasco pequeño y redondo donde también colocó una delgada tira de tela la cual empapó con el líquido flamable para hacer de este un improvisado mechero al prenderle una llama de fuego en la parte de la tela que sobresalía del alcohol y del recipiente. Después colocó con cuidado sobre la flama otro frasco, dentro del cual poco a poco fue añadiendo los ingredientes que había recolectado. Eran algunas hierbas silvestres. polvos y líquidos de especias que había conseguido de un boticario. Aquella era una simple pero sencilla pócima que había aprendido a preparar muchos años atrás y a la cual le tenía mucha confianza por su efectividad en casos como el presente. Una vez todos los ingredientes estuvieron integrados retiró el segundo frasco del fuego cuyo líquido interior estaba a punto de ebullición y desprendía vapor así como un leve aroma a hierbas medicinales. Eva vertió el contenido en un recipiente extra y caminando hacia el paciente mostró a las claras sus intenciones, esperaba que el "paciente" bebiera el preparado.
— Esto te ayudará a asentar el estómago y purificará tu sangre de cualquier rastro de veneno en tu cuerpo —que los poderes curativos del fénix no hubieran podido eliminar del todo.
Pero claro, esa era información confidencial que Eva no esta dispuesta a revelar a un par de desconocidos con quienes se estaba relacionando más de lo que a ella misma le habría gustado.
— Aun estas bajo el puente a las afueras de Hamburgo —respondió directamente con un tono de voz firme, tranquilo pero despreocupado—. Y no tengo idea de quién eres, salvo que los policías allá en la ciudad te están buscando por el delito de robo. Aunque creo que eso sí lo recuerdas.
Esbozó apenas una pequeña sonrisa de medio labio al pronunciar aquellas palabras, pensando que quizá el chico estuviera sorprendido de que la mujer tuviera dicha información importante. Después de todo, él estaba a merced de ella ahora. Una simple llamada a cualquier unidad policiaca y esta llegaría en un abrir de ojos por el albino para hacerlo responder por sus actos delictivos; probablemente otorgando algún crédito extra o remuneración económica a cambio de los útiles y oportunos servicios de Eva al informar el paradero del ladrón.
Después de un rato de hurgar, por fin encontró lo que buscaba entre sus ropas, un pañuelo de un blanco pulcro e impecable. Se reincorporó de sobre su asiento para alcanzar al albino quien igualmente había conseguido incorporarse de forma por demás sorprendente.
— Deberías reposar un poco más. Lo que te pasó no fue poco —pronunció mientras doblado en forma rectangular, llevó el pañuelo sobre la frente del muchacho quien probablemente no se había percatado de que su cuerpo aun sudaba las toxinas que la medusa le había inyectado con su mortal veneno.
Secó un poco con suaves toques el sudor en la frente y mejillas del hombre, tras lo cual puso el pañuelo sobre su mano derecha relegándole el proceso a él mismo.
— Estuviste a punto de morir —añadió sacando una soga pequeña del interior de su chaqueta y desenredándola entre sus manos—. El veneno de las medusas es altamente letal. De no haberme encontrado en este lugar, seguramente serías la cena de esta noche de esa quimera. Por alguna extraña razón, suelen preferir la carne de hombre —dijo encogiéndose ligeramente de hombros.
Una vez destensada la soga, la propia fénix hizo algunas pruebas improvisadas sobre la resistencia del material con que estaba hecha, pues era uno de los objetos recién adquiridos en la ciudad para realizar su actual trabajo de persecutora
Aunque pasando a otro tema no menos importante, ciertamente le sorprendió que el mismo hombre que la había ignorado por la mañana, ahora le agradeciera la ayuda. Realmente no lo esperaba pero fue suficiente para que totalmente descartara la idea de delatarlo con la policía. Después de todo quedaba claro que no era el ladrón que ella perseguía. Dejaría entonces que la policía de la ciudad hiciera su propio trabajo mientras ella se ocupaba del suyo.
— En realidad la quimera escapó en el último momento, pero quizá regrese más tarde si cree tener motivos para pensar que estas muerto —respondió ahora al peliazul quien recién despertaba de su ensueño también.
Sonrió la fémina con aquellos encantadores labios color carmesí, quizá abusando un poco con el sarcasmo al responder al agradecimiento del segundo hombre. No podía permitirse crear empatía con un posible delincuente el cual ella debía atrapar. Este aún permanecía sobre el suelo, por lo que Eva volvió a descender sobre sus piernas para quedar más o menos a la altura del peliazul y hacerle frente.
— Las malas lenguas dicen que has estado molestando a los pacíficos aldeanos de los alrededores de la ciudad. Dime ¿es eso cierto?
La mujer no se andaba con rodeos, estaba siendo bastante directa pues el tiempo apremiaba ya que les había prometido a los aldeanos entregarle al malhechor ese mismo día. Por eso mismo centró su atención en el peliazul, dejando al albino de lado al saber de los propios labios de él, que no tenía relación alguna con el segundo hombre.
— No me gustan las mentiras, y huelo desde lejos cuando alguien intenta mentirme, lo cual me pone de mal humor —su voz era calma, pero Eva hablaba muy enserio—. Sí me dices la verdad y dónde o qué haz hecho con lo robado, yo podría abogar por ti delante de los que te buscan. Pero si lo niegas y descubro que me has mentido, te entregaré a ellos para que hagan contigo lo que tienen planeado hacer. La decisión es tuya.
En medio de la charla estaban, apunto de recibir la respuesta del peliazul que había perdido la sonrisa y quizá incluso sentía más temor que cuando huía de la quimera la primera vez, cuando un sonido extraño causó que ambos, la rubia y el peliazul volvieran el rostro hacia donde el albino quien había devuelto el estómago dejando claro con ello que todavía sufría los efectos del envenenamiento. Sin embargo él parecía no ser consciente de ello, pues escogió dicho momento para emprender su viaje nuevamente.
— ¡No llegarás muy lejos en tu actual condición! —exclamó la fémina regresando la mirada sobre su principal sospechoso, pues no quería perderlo de vista y que él muy rufián se le escapará de entre las manos—. Te recomiendo que permanezcas donde estas, o la quimera podría rastrearte ya que ha dejado su olor en ti, y de seguro querrá terminar el trabajo. Serías... una presa mucho más fácil que la primera vez.
Aquella era sólo una sugerencia, la decisión era suya, pero teniendo en cuenta que no deseaba morir, al menos no en breve, lo mejor era que atendiera dicha sugerencia. Y aunque en realidad no era un asunto que le competiera a la fénix, de alguna manera sentía que debía disuadirlo de partir en tal estado ya que después de todo, Eva misma había hecho una inversión importante de energía vital en él para salvarlo. Una decisión arrebatada y ante la cual no tenia una concisa explicación pero que ya era todo un hecho sin marcha a tras.
— ¿Y bien? ¿En qué estábamos? —prosiguió con el objeto de su interés.
El peliazul resultó bastante inteligente, según parece, comprendió que si la rubia había sido capaz de hacer huir a la quimera, entonces resultaría inútil intentar escapar de ella. Comentó sus motivos y razones para haber cometido aquellos ilícitos. Pertenecía a una familia extranjera, pobre, y que recientemente había perdido a su padre, con la madre envejecida y cinco hermanos qué alimentar, se había visto obligado a robar en las granjas para llevar comida a su casa ante la desesperación de no obtener un trabajo honesto por el simple hecho de ser extranjero. Huevos, conejos, leche, queso y mantequilla eran los insumos que tenían prioridad en la canasta básica del ladrón, quién según decía, intentaba no causar graves pérdidas a sus victimas, una idea bastante bizarra en opinión de la fémina pero válida.
No pudo seguir atendiendo el asunto del ladrón de granjas porque el albino continuaba sintiéndose mal de salud. «¿Y qué diablos tengo yo que ver con eso?» pensaba Eva para si misma a disgusto. Sin embargo bien o mal ya se había inmiscuido en ambos casos y no podía simplemente dejar a su suerte al albino.
Explicó al peliazul que si prometía no escapar, ella no sólo no lo ataría con la soga como tenía planeado hacer, sino que también cumpliría su promesa de abogar por él ante los aldeanos. Mientras tanto, ella intentaría hacer lo que pudiera para curar al otro ladrón, al albino, asunto que apremiaba en vista de la condición actual de su salud. Acordado quedó el asunto por ambas partes y entonces ella se vio libre de ahora pasar a atender al envenenado del cual no sabía ni su nombre. Para ello se valió de la ayuda de Sven, como se llama el hombre peliazul. Este ayudó al albino a llegar al lugar que Eva le había indicado, una posada cercana donde la gente viajera solía hacer parada ya fuera para descansar o para pasar inclusive la noche. Rentó provisionalmente un cuartucho austero donde solamente había una mesa junto a la única ventana, un par de sillas y una cama sencilla donde recostaron al enfermo, que no tuvo más remedio que dejarse arrastrar por la simple pero poderosa razón de que las fuerzas le fallaban para oponerse.
Y mientras aquel descansaba, ambos sujetos quedaron encerrados bajo llave mientras Eva salía unos instantes en busca de algunos ingredientes que necesitaba de última hora. A medida que ella se alejaba a pasos lentos, su mente se tranquilizaba más y más, pues tenía razones para esperar que al regresar aquellos dos estarían justo donde los había dejado, y no era difícil adivinar el por qué: uno deseaba vivir, y el otro no quería ser linchado por un grupo de aldeanos enfurecidos. Y ambos contaban con que Eva los salvará de sus fatídicos destinos.
Y efectivamente, cuando la rubia regresó con una bolsa de papel que contenía algunos frascos pequeños, ambos sujetos estaban precisamente en el mismo lugar. ¡Eso era ser listos! pues sabían qué era lo mejor para cada uno. La fénix prefirió guardarse sus comentarios y pasar directo a lo que la ocupaba. Vertió un poco de alcohol en un frasco pequeño y redondo donde también colocó una delgada tira de tela la cual empapó con el líquido flamable para hacer de este un improvisado mechero al prenderle una llama de fuego en la parte de la tela que sobresalía del alcohol y del recipiente. Después colocó con cuidado sobre la flama otro frasco, dentro del cual poco a poco fue añadiendo los ingredientes que había recolectado. Eran algunas hierbas silvestres. polvos y líquidos de especias que había conseguido de un boticario. Aquella era una simple pero sencilla pócima que había aprendido a preparar muchos años atrás y a la cual le tenía mucha confianza por su efectividad en casos como el presente. Una vez todos los ingredientes estuvieron integrados retiró el segundo frasco del fuego cuyo líquido interior estaba a punto de ebullición y desprendía vapor así como un leve aroma a hierbas medicinales. Eva vertió el contenido en un recipiente extra y caminando hacia el paciente mostró a las claras sus intenciones, esperaba que el "paciente" bebiera el preparado.
— Esto te ayudará a asentar el estómago y purificará tu sangre de cualquier rastro de veneno en tu cuerpo —que los poderes curativos del fénix no hubieran podido eliminar del todo.
Pero claro, esa era información confidencial que Eva no esta dispuesta a revelar a un par de desconocidos con quienes se estaba relacionando más de lo que a ella misma le habría gustado.
Praesidium
Eva Witherspoon
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