Original Sin-(Priv)

Maldita la hora en la que aceptó ese maldito trabajo. Maldito el anuncio, maldito el hombre que la entrevistó y maldita ella por haber caído en aquella trampa tan malditamente bien elaborada. Siempre se había jactado de juzgar muy bien a las personas y las intenciones de las mismas, pero esta vez se había equivocado. Y vaya que se equivocó de la peor manera posible.

No era nada del otro mundo: había tenido problemas con su agente y decidió despedirlo, pensó— mejor dicho, erróneamente pensó— que ella sola podría encargarse perfectamente de su carrera como actriz y modelo, es decir, ¿qué tan difícil podría ser? Para su desgracia, no tuvo que esperar mucho tiempo para darse un encontronazo con la pared: su antiguo agente se encargó de difamar su imagen y ahora nadie quería trabajar con ella, algo que por supuesto debía de arreglar, pero no era el momento debido a que surgió una propuesta para protagonizar una película de vampiros (vaya cliché), misma a la que se apresuró a ir.

Al inicio todo había transcurrido con tranquilidad, le habían hecho ciertas preguntas, algo raras, si es que se lo preguntaban; cosas como qué religión profesaba, si se encontraba bautizada, si recordaba algún hecho en específico de su infancia o si habían sucedido cosas extrañas en su nacimiento. Sinceramente, le importaba una mierda cómo es que fue traída al mundo para después ser pateada hacia el rechazo, por lo que trató de ser honesta hasta el cansancio. Después de unos momentos, le hicieron saber que se encontraban listos para la prueba de personaje; acompañó al extraño entrevistador hacia donde se supone sería el escenario, para después recibir un fuerte golpe en la nuca que le dejó en estado de inconsciencia.

Y ahora... bueno, se encontraba en un extraño vestido blanco que le hacía sentir expuesta a la mirada de todos. Realmente le preocupaba el hecho de que alguno de esos enfermos la hubiese visto desnuda o le hayan hecho algo muchísimo peor que simplemente verla; trató de patalear y arañar la cara de cualquiera que estuviese cerca de ella, pero el golpe le había dejado aturdida y todavía seguía viendo borroso, añadiendo el hecho de que esas extrañas personas encapuchadas eran por mucho más grandes y numerosas que ella. Sentía sus manos aprisionándola en todas partes, realmente no podía distinguir cuántas manos eran y eso le aterraba. ¿Qué iban a hacerle?

—¡Mis hermanos! ¡Hoy llegó el día en que veremos a nuestra madre, a nuestra reina y señora! ¡Y nos regocijamos con su asombroso poder! Las señales de los últimos días han sido muy claras... ¡será el gran despertar! Después de tanto buscar su contenedor, la que las escrituras del inframundo llamaban como 'virgen escarlata', ¡está con nosotros! ¡Por fin! ¡Después de tanto tiempo de búsquedas fallidas, por fin la hemos encontrado! Su sangre virgen y pura hará sangrar esta luna llena y será el puente para la llegada de nuestra madre, y nos recompensará a todos por nuestra inquebrantable lealtad!— el hombre que parecía ser el líder no dejaba de hablar y de lanzar anhelantes palabras por toda la sala, haciendo que el vello de su nuca comenzara a erizarse. ¿De qué estaba hablando ese sujeto? ¿Qué clase de broma era esa? ¿Era acaso eso parte del guión?

—D-Disculpe... creo que esto ya se salió de las manos— por alguna extraña razón, aunque quisiese sonar segura de sí misma, simplemente no podía sonar lo suficientemente fuerte: su voz tartamudeaba y no podía encontrar las palabras adecuadas, si es que éstas lograban salir de sus labios—, quiero dar por terminada la audición, por favor— sus ruegos parecían exaltar a los sombríos presentes en la sala, poniéndole los nervios de punta. Finalmente, todos estallaron en macabras risas que casi le hacen chillar del susto.

—Querida mía— fue el líder quien se atrevió a tomar la palabra, mientras posaba sus delgados dedos en su barbilla— eso fue un engaño para traerte hasta aquí— su voz, sumada a la siniestra caricia que sus pálidos dedos dedicaron a la piel de la joven, le confirmaron sus sospechas: no era una broma, realmente eso estaba sucediendo—. Con tu sangre podremos abrir la última puerta que nos separa de estar con nuestra diosa, nuestra reina... ¡Lilith!— y, al proclamar dicho nombre, sus brazos se alzaron entre los gritos de emoción de sus allegados. Audrey quiso gritar, pero de terror; simplemente no pudo, tenía la garganta seca y sus lágrimas comenzaban a amenazar con bañar sus ojos.

Y, antes de poder argumentar nada, fue llevada hasta el centro del escenario, donde un enorme pentagrama, sorpresivamente idéntico al que portaba ella sobre el pecho, se encontraba grabado en tinta carmesí. Fue recostada en el mismo y bañada por una lluvia de ridículos pétalos de rosas rojas y negras; antes de que pudiese levantarse y echar a correr, fue encadenada a unos grilletes previamente instalados en el círculo. No tenía escapatoria, lo supo cuando el líder blandió una clase de daga en su dirección y comenzó a hablar en una lengua bastante extraña, pero familiar para ella.

—¡En tus manos encomendamos nuestras almas!— fue lo que el chiflado gritó antes de lanzarse hacia ella con la daga en mano, dispuesto a clavarla en su corazón. Audrey sólo atinó a gritar lo más fuerte que pudo mientras sus ojos se cerraban con fuerza, incapaz de presenciar lo que sería su propia muerte. "Alguien... por favor", fue su último pensamiento, antes de entregarse a lo que parecía ser su destino.