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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Speak Friend... — Flashback [Priv. Eldarion]
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por Sylvara Dom Jul 08, 2018 10:02 pm
— Noruega, hace 3 años
—¿Ya te sientes mejor, viejo?— Le preguntó la mujer a su marido, mientras le servía lo último del contenido líquido de la tetera. La pareja se encontraba sentada en una mesa que habían acercado a la chimenea para calentar sus cuerpos durante la tormenta de nieve, que había comenzado de sorpresa un par de horas atrás. El hombre asintió suavemente y tomó un largo sorbo del té, y mientras tomaba, su esposa lo observaba detenidamente, notando los cambios en su complexión. Poco a poco el hombre iba recuperando el color en la piel, color que había perdido cuando el frío bajó dramáticamente la temperatura de su austero hogar en el bosque. —Siempre hablamos de mudarnos a la ciudad, para estar más cerca de todo y contar con seguridad al envejecer. Pues ya estamos viejos, y mira dónde estamos todavía…— El pensamiento vino a ella de forma involuntaria, y tan rápido como vino, así lo sacó de su mente. Su esposo siempre había sido un hombre responsable con ella. Además, no era culpa de ninguno que el mundo estuviera como estaba en la actualidad.
—No creo que vayamos a regresar a la cama, lo mejor será dormir cerca del fuego. Acomoda los cojines y yo iré a preparar un par de bolsas calientes para nosotros, ¿sí?— Dijo, extendiendo su mano para tocar la mejilla de su pareja. Un gesto amoroso y, al mismo tiempo, le confirmaba que la temperatura corporal de su marido estaba a un nivel normal. Ella se puso de pie, en el proceso arreglando la estola de lana que se había colgado sobre los hombros y fue hasta la cocina para llenar de agua una gran olla. A pesar de que lo único que servía para iluminarla era la llama de una vela, la mujer se manejó con la presteza que le brindaban los años de haber vivido en ese lugar. Si quisiera, podría cerrar sus ojos y actuar con la misma precisión a base de los sonidos y el conocimiento del espacio. Sin embargo, no lo hizo. Lo que sí hizo fue asomar su mirada por la ventana que tenía frente al fregadero. Era mucha la oscuridad, pero la débil iluminación de la vela le permitía por lo menos distinguir la forma de los árboles… y de una sombra que deambuló lenta y tétricamente por su campo de visión. —¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH!—
—¡Mujer! ¡Mujer! ¡¿Qué pasó?!— Su esposo llegó de un salto a la cocina, y a tiempo para sostenerla por los hombros para que no se cayera de espaldas. —¡Afuera! ¡Afuera hay algo!— Gritar no era lo más recomendable si se trataba de alguien que venía a hacerles daño, pero el susto había sido demasiado grande. —¿Estás segura?— Su esposa asintió vehementemente, casi parecía que se iba a romper el cuello. El hombre respiró profundo. —Iré a ver. Seguramente es un animal, pero igual iré a ver.— La mirada que la mujer le dirigió era una llena de miedo, preocupación, pero al final de cuentas resignación, pues su rol era el de protector. El hombre se alistó para salir, tomando una lámpara y su rifle, abrió la puerta y por unos breves segundos la ventisca de la tormenta de nieve lo hizo tambalearse. Salió de su hogar, y caminó rodeando la estructura hasta llegar a la cara que le correspondía a la cocina. Sus pisadas producían un suave crujido sobre la nieve, y aunque el viento aullara, escuchaba otra cosa que podría sonidos similares. El intruso.
No tardó mucho para encontrarse con la sombra que había mencionado su mujer. Era una figura delgada y conforme se iba acercando con la luz, se pudo dar cuenta que era una joven ataviada con ropas muy delgadas para protegerla del frío. Con la luz de la lámpara parecía una visión en blanco, por su cabello y piel. —¿Syl… Sylvara?— El hombre la reconoció. Era la hija menor de la familia que habían masacrado hace unos 6 meses. La mirada de la joven parecía perdida, en trance, pero sus pupilas reaccionaron ligeramente al escuchar su hombre. —Tuve ese sueño… otra vez… caminaba… leí algo…— Murmuró con voz débil y temblorosa. —¿Qué haces… qué haces en el medio de la tormenta?— Preguntó dubitativo. —¿Acaso sabrá… sabrá que la he estado vigilando?— Fue la duda que tuvo en su interior. Pero al parecer la muchacha los motivos de la joven para andar en aquel condenado clima eran ajenos a las investigaciones que el hombre había estado realizando sobre la familia de Sylvara y su propia procedencia. —Anda, mejor vamos a entrar. Ven, ven. Tenemos… espacio para ti.— Luego de un rápido vistazo, llegó a la conclusión de que la peliblanca no sería un peligro. Tomó la mano de la chica y suavemente la llevó hasta su vivienda.
El temor de su mujer cambió del riesgo de un posible asaltante, a la de una intensa preocupación por la joven. Al verla llegar con su marido se quitó la estola que tenía encima y la colocó sobre la recién llegada, tomándola de los hombros para llevarla hasta el sofá. —¡Está empapada! ¡Busca toallas para secarla, y alguna ropa mía! ¡Rápido!— Su esposa se encargó de Sylvara con atención maternal, tal vez algo común para una mujer de buen corazón que nunca tuvo la oportunidad de tener hijos. La pareja pasó la noche en vela cuidando de la chica, tratando de sonsacarle las razones para su atrevida aventura. Al principio no consiguieron mucho, ella seguía murmurando cosas sobre sueños y lecturas, pero ya entrada la madrugada volvió lo suficiente en sí para explicarles que tuvo un sueño muy vívido.
—Era extraño. El paisaje era… este, pero se veía muy diferente. Muy… antiguo. Había una cueva y cuando te adentrabas llegabas hasta un lago... algo que brillaba con una luz azul intenso. Algo grabado en la pared de roca… Símbolos. No los entiendo, pero en el sueño… sentía que los entendía…— Su mujer la convenció de dormir a la hora en que normalmente salía el sol. Ese día se la pasarían a oscuras por la tormenta. —Pero ya tengo una pista…—
La joven de cabellos blancos se quedó con la pareja pues la invitaron a pasar una temporada con ellos. La esposa lo hizo sintiendo un verdadero impulso de bondad, mientras que el hombre era inspirado por sus propios intereses. Cuando la tormenta por fin murió, el marido aprovechó para viajar a la ciudad diciendo que necesitaba comprar cosas y asegurarse que todo estuviera bien. Para que no sospecharan de él, compró alimentos en el mercado, utensilios en la ferretería y medicamentos en la farmacia. Antes de partir pasó por un bar y se acercó a la mesa de un sujeto que jugaba solitario. —Oye.— No se molestó en saludar ni en ser amable, en un lugar como ese no era necesario, nadie se lo reprocharía. —Puedes decirle a Eldarion que tengo algo en mi casa que podría interesarle con respecto a su búsqueda. Que venga con la recompensa.—
—No creo que vayamos a regresar a la cama, lo mejor será dormir cerca del fuego. Acomoda los cojines y yo iré a preparar un par de bolsas calientes para nosotros, ¿sí?— Dijo, extendiendo su mano para tocar la mejilla de su pareja. Un gesto amoroso y, al mismo tiempo, le confirmaba que la temperatura corporal de su marido estaba a un nivel normal. Ella se puso de pie, en el proceso arreglando la estola de lana que se había colgado sobre los hombros y fue hasta la cocina para llenar de agua una gran olla. A pesar de que lo único que servía para iluminarla era la llama de una vela, la mujer se manejó con la presteza que le brindaban los años de haber vivido en ese lugar. Si quisiera, podría cerrar sus ojos y actuar con la misma precisión a base de los sonidos y el conocimiento del espacio. Sin embargo, no lo hizo. Lo que sí hizo fue asomar su mirada por la ventana que tenía frente al fregadero. Era mucha la oscuridad, pero la débil iluminación de la vela le permitía por lo menos distinguir la forma de los árboles… y de una sombra que deambuló lenta y tétricamente por su campo de visión. —¡AAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH!—
—¡Mujer! ¡Mujer! ¡¿Qué pasó?!— Su esposo llegó de un salto a la cocina, y a tiempo para sostenerla por los hombros para que no se cayera de espaldas. —¡Afuera! ¡Afuera hay algo!— Gritar no era lo más recomendable si se trataba de alguien que venía a hacerles daño, pero el susto había sido demasiado grande. —¿Estás segura?— Su esposa asintió vehementemente, casi parecía que se iba a romper el cuello. El hombre respiró profundo. —Iré a ver. Seguramente es un animal, pero igual iré a ver.— La mirada que la mujer le dirigió era una llena de miedo, preocupación, pero al final de cuentas resignación, pues su rol era el de protector. El hombre se alistó para salir, tomando una lámpara y su rifle, abrió la puerta y por unos breves segundos la ventisca de la tormenta de nieve lo hizo tambalearse. Salió de su hogar, y caminó rodeando la estructura hasta llegar a la cara que le correspondía a la cocina. Sus pisadas producían un suave crujido sobre la nieve, y aunque el viento aullara, escuchaba otra cosa que podría sonidos similares. El intruso.
No tardó mucho para encontrarse con la sombra que había mencionado su mujer. Era una figura delgada y conforme se iba acercando con la luz, se pudo dar cuenta que era una joven ataviada con ropas muy delgadas para protegerla del frío. Con la luz de la lámpara parecía una visión en blanco, por su cabello y piel. —¿Syl… Sylvara?— El hombre la reconoció. Era la hija menor de la familia que habían masacrado hace unos 6 meses. La mirada de la joven parecía perdida, en trance, pero sus pupilas reaccionaron ligeramente al escuchar su hombre. —Tuve ese sueño… otra vez… caminaba… leí algo…— Murmuró con voz débil y temblorosa. —¿Qué haces… qué haces en el medio de la tormenta?— Preguntó dubitativo. —¿Acaso sabrá… sabrá que la he estado vigilando?— Fue la duda que tuvo en su interior. Pero al parecer la muchacha los motivos de la joven para andar en aquel condenado clima eran ajenos a las investigaciones que el hombre había estado realizando sobre la familia de Sylvara y su propia procedencia. —Anda, mejor vamos a entrar. Ven, ven. Tenemos… espacio para ti.— Luego de un rápido vistazo, llegó a la conclusión de que la peliblanca no sería un peligro. Tomó la mano de la chica y suavemente la llevó hasta su vivienda.
El temor de su mujer cambió del riesgo de un posible asaltante, a la de una intensa preocupación por la joven. Al verla llegar con su marido se quitó la estola que tenía encima y la colocó sobre la recién llegada, tomándola de los hombros para llevarla hasta el sofá. —¡Está empapada! ¡Busca toallas para secarla, y alguna ropa mía! ¡Rápido!— Su esposa se encargó de Sylvara con atención maternal, tal vez algo común para una mujer de buen corazón que nunca tuvo la oportunidad de tener hijos. La pareja pasó la noche en vela cuidando de la chica, tratando de sonsacarle las razones para su atrevida aventura. Al principio no consiguieron mucho, ella seguía murmurando cosas sobre sueños y lecturas, pero ya entrada la madrugada volvió lo suficiente en sí para explicarles que tuvo un sueño muy vívido.
—Era extraño. El paisaje era… este, pero se veía muy diferente. Muy… antiguo. Había una cueva y cuando te adentrabas llegabas hasta un lago... algo que brillaba con una luz azul intenso. Algo grabado en la pared de roca… Símbolos. No los entiendo, pero en el sueño… sentía que los entendía…— Su mujer la convenció de dormir a la hora en que normalmente salía el sol. Ese día se la pasarían a oscuras por la tormenta. —Pero ya tengo una pista…—
La joven de cabellos blancos se quedó con la pareja pues la invitaron a pasar una temporada con ellos. La esposa lo hizo sintiendo un verdadero impulso de bondad, mientras que el hombre era inspirado por sus propios intereses. Cuando la tormenta por fin murió, el marido aprovechó para viajar a la ciudad diciendo que necesitaba comprar cosas y asegurarse que todo estuviera bien. Para que no sospecharan de él, compró alimentos en el mercado, utensilios en la ferretería y medicamentos en la farmacia. Antes de partir pasó por un bar y se acercó a la mesa de un sujeto que jugaba solitario. —Oye.— No se molestó en saludar ni en ser amable, en un lugar como ese no era necesario, nadie se lo reprocharía. —Puedes decirle a Eldarion que tengo algo en mi casa que podría interesarle con respecto a su búsqueda. Que venga con la recompensa.—
Praesidium
Sylvara
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por Eldarion Jue Jul 12, 2018 9:03 pm
¿Cómo se asesina a un ser que extrae su poder de los nueve reinos? ¿Cómo es posible derrotar a alguien cuyo poder excede su propia mitología y llega hasta los rincones reservados tan solo para las deidades más poderosas? Muchos podrían pensar que el momento más propicio para darle muerte a un ser de dichas características, era nulo. El hecho de que Odín, el padre de todo, carecía virtualmente de cualquier tipo de debilidad, era ampliamente conocido por todos. Su mayor debilidad, además de su interminable soberbia, también era un hecho de conocimiento popular. Una deidad ante todo tipo de juicio o examen, que se antojaba como invulnerable en su apogeo, contaba con la que para muchos era la debilidad más pronunciada [Y porque no, estúpida.] de todos los dioses. El padre de todo tenía que sumirse en un período de descanso en el cual su cuerpo se convertía en el de un mortal común y corriente. Ese período era indeterminado y su necesidad impredecible. Ese famoso letargo era conocido como el sueño de Odín. Y por eones, un sinfín de seres habían intentado exterminar a la deidad suprema de la mitología nórdica, todos ellos sin tener éxito alguno.
Era una falsa ilusión. Tan falsa como el apogeo de la mayoría de los dioses que se debatían el control de la tierra. Irrelevante resultaba el bando, pero el deseo por engañar a la inminente decadencia era real en todos ellos. Y la mera presencia de este deseo, los dotaba a todos de la más deliciosa desesperación. El miedo al descenso a un escalafón menor al cual todos estaban tan asquerosamente acostumbrados. El regocijo de algunos ante los constantes enfrentamientos. La tristeza de otros ante la caída de un orden que por mucho tiempo se había antojado hasta inamovible. Pero para Loki, todo era claro como el agua de un arroyo natural de montaña. Ese ambiente de caos era todo lo que él siempre había añorado. Ares o Morrigan podrían creerse que estaban en su mejor momento, dado que las guerras por la supremacía ahora excedían toda barrera de Fé posible. Pero no era cierto. Nadie estaba más cómodo que él.
- Señor, un hombre del pueblo asegura tener algo que puede ser de su interés. – La voz cargada de seguridad invadió aquella oscura habitación. – Los hombres que lo han visto no le reconocieron el rostro, pero es uno de los cincuenta hombres que expresaron interés en lo que usted anunció hace unos tres meses. Es un hombretón que vive en las afueras. – El hombre guardó silencio al captar una fluctuación mínima en el aura de su amo. Era cauteloso, por no decir que en extremo inteligente.
- ¿Un humano? – La voz de Loki sonó curiosa. A lo largo de esos tres meses no había recibido más que basura. Promesas insulsas y vacías que no llegaron nunca a buen puerto. Ni siquiera a un puerto decente. Pero, tal y como solía hacer, se mostró verdaderamente intrigado. - ¿Dónde?
Loki había tejido con el pasar de los años que llevaba libre una red de espías a lo largo del globo. Era extensa y el cuidado con el cual había sido diseñada podría ser la envidia de cualquier sistema de organización. El detalle más puntual, era que se conocían muy pocos espías entre sí. No eran una legión, era una agrupación individualista vinculada con él en el centro. Él era el nexo y no había ninguna figura de autoridad más allá de sí mismo. No había ningún dato que no pasara por sus oídos. Y el hecho de que contaba con la ubicación exacta de todos y cada uno de sus espías, le brindó una posibilidad muy sencilla de solucionar aquél nuevo proyecto. Le hizo llegar de forma inmediata un mensaje a uno de sus espías, el cual se tuvo que dar a la tarea de darle una ubicación precisa al hombre.
La reunión sería en el preciso tiempo de 3 horas de recibido el mensaje. Loki no se encontraba lejos de aquél sitio, sin embargo optó por una forma de transporte mucho más rauda y veloz. La magia no era extraña para él. Era un hábil usuario de la misma y el hecho de conjurar un portal hacia un punto tan preciso como el que le había indicado a su espía, era una tarea por demás sencilla. Tres palabras y dibujos de la magia arcana fueron todo lo que hizo falta. Antes de partir dejó dos instrucciones simples al espía que le había dado aquella información tan relevante. La primera, que estuviera atento a que pudieran surgir más avisos de esa índole. La segunda, era de una índole completamente diferente.
- ¿Es usted consciente de lo que significa brindarme un dato erróneo, no es así? – No era su voz la que invadió aquél recinto oscuro, carente por completo de todo tipo de luz. Chasqueó los dedos al sentir la presencia de aquél humano, el cual ingresaba dubitativo. El chasqueo fue seguido por una súbita ola de energía, imperceptible para el ojo humano. Lo único que pudo experimentar fue una suave brisa de viento. Automáticamente todas las antorchas del recinto se encendieron y en el centro, quedó un hombre viejo y de aspecto endeble. Una de las apariencias favoritas de Loki. – Hable, y no desperdicie mi tiempo.
Su tono, severo y determinante.
Era una falsa ilusión. Tan falsa como el apogeo de la mayoría de los dioses que se debatían el control de la tierra. Irrelevante resultaba el bando, pero el deseo por engañar a la inminente decadencia era real en todos ellos. Y la mera presencia de este deseo, los dotaba a todos de la más deliciosa desesperación. El miedo al descenso a un escalafón menor al cual todos estaban tan asquerosamente acostumbrados. El regocijo de algunos ante los constantes enfrentamientos. La tristeza de otros ante la caída de un orden que por mucho tiempo se había antojado hasta inamovible. Pero para Loki, todo era claro como el agua de un arroyo natural de montaña. Ese ambiente de caos era todo lo que él siempre había añorado. Ares o Morrigan podrían creerse que estaban en su mejor momento, dado que las guerras por la supremacía ahora excedían toda barrera de Fé posible. Pero no era cierto. Nadie estaba más cómodo que él.
- Señor, un hombre del pueblo asegura tener algo que puede ser de su interés. – La voz cargada de seguridad invadió aquella oscura habitación. – Los hombres que lo han visto no le reconocieron el rostro, pero es uno de los cincuenta hombres que expresaron interés en lo que usted anunció hace unos tres meses. Es un hombretón que vive en las afueras. – El hombre guardó silencio al captar una fluctuación mínima en el aura de su amo. Era cauteloso, por no decir que en extremo inteligente.
- ¿Un humano? – La voz de Loki sonó curiosa. A lo largo de esos tres meses no había recibido más que basura. Promesas insulsas y vacías que no llegaron nunca a buen puerto. Ni siquiera a un puerto decente. Pero, tal y como solía hacer, se mostró verdaderamente intrigado. - ¿Dónde?
Loki había tejido con el pasar de los años que llevaba libre una red de espías a lo largo del globo. Era extensa y el cuidado con el cual había sido diseñada podría ser la envidia de cualquier sistema de organización. El detalle más puntual, era que se conocían muy pocos espías entre sí. No eran una legión, era una agrupación individualista vinculada con él en el centro. Él era el nexo y no había ninguna figura de autoridad más allá de sí mismo. No había ningún dato que no pasara por sus oídos. Y el hecho de que contaba con la ubicación exacta de todos y cada uno de sus espías, le brindó una posibilidad muy sencilla de solucionar aquél nuevo proyecto. Le hizo llegar de forma inmediata un mensaje a uno de sus espías, el cual se tuvo que dar a la tarea de darle una ubicación precisa al hombre.
La reunión sería en el preciso tiempo de 3 horas de recibido el mensaje. Loki no se encontraba lejos de aquél sitio, sin embargo optó por una forma de transporte mucho más rauda y veloz. La magia no era extraña para él. Era un hábil usuario de la misma y el hecho de conjurar un portal hacia un punto tan preciso como el que le había indicado a su espía, era una tarea por demás sencilla. Tres palabras y dibujos de la magia arcana fueron todo lo que hizo falta. Antes de partir dejó dos instrucciones simples al espía que le había dado aquella información tan relevante. La primera, que estuviera atento a que pudieran surgir más avisos de esa índole. La segunda, era de una índole completamente diferente.
- ¿Es usted consciente de lo que significa brindarme un dato erróneo, no es así? – No era su voz la que invadió aquél recinto oscuro, carente por completo de todo tipo de luz. Chasqueó los dedos al sentir la presencia de aquél humano, el cual ingresaba dubitativo. El chasqueo fue seguido por una súbita ola de energía, imperceptible para el ojo humano. Lo único que pudo experimentar fue una suave brisa de viento. Automáticamente todas las antorchas del recinto se encendieron y en el centro, quedó un hombre viejo y de aspecto endeble. Una de las apariencias favoritas de Loki. – Hable, y no desperdicie mi tiempo.
Su tono, severo y determinante.
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Eldarion
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por Sylvara Dom Jul 22, 2018 6:27 pm
Nervioso, el viejo dejó el bar y se dedicó a navegar las calles de la ciudad hasta el lugar donde le indicaron ir, actividad que se hizo un tanto complicada porque los trabajadores municipales no habían terminado de limpiar todas las calles y por eso varias cuadras continuaban bloqueadas. Los únicos que podían acceder a las calles bloqueadas, además de los trabajadores municipales, eran los del escuadrón de ayuda conformado por paramédicos, bomberos y policías. Las tormentas como las de anoche no eran nada nuevo para los ciudadanos, pero de vez en cuando solían aparecer una que otra emergencia durante el periodo de resguardo que debían de ser atendidas antes de que se quitara la nieve de las entradas de los hogares. Las calles bloqueadas lo hicieron tomar rutas extrañas y alternativas que lo llevaron a una parte de la ciudad que estaba despejada de nieve, de calles abandonadas pero las imágenes de las mismas evocaban recuerdos agradables. Era el viejo vecindario donde había nacido y vivido sus años de juventud.
Curiosamente su auto se aparcó frente al teatro donde solía llevar a su esposa antes de casarse. Se desmontó de su camioneta, tomando el riesgo de dejarla sin los seguros en caso de que tuviera que salir corriendo y no tuviera tiempo de buscar las llaves para abrirla. Al llegar a la entrada, tomó las tablas de madera que impedían la entrada y haciendo lujo de la considerable fuerza que todavía le quedaba a su edad las retiró ejerciendo un moderado esfuerzo. El interior del local estaba tenuemente iluminado por un generador que seguramente era utilizado cuando los trabajadores se acordaban de darle una visita al lugar, pero al no tener una idea clara de lo que harían con la zona no podían avanzar más allá de prohibir la entrada a los curiosos y pordioseros. La memoria lo hizo recorrer los pasillos que lo llevarían a la sala principal, la más amplia de todo el teatro. Al entrar fue recibido por la sala vacía y un escenario con las maquetas de ambiente medieval de la última obra que se presentó. —Me pregunto si habrá sido una que vi…— Se preguntó en voz baja, con un tono que bailaba entre la gracia y la nostalgia.
Curioso al fin, recorrió toda la sala hasta llegar al escenario. Se detuvo en el centro del mismo, como si fuera la estrella del acto y comenzó a hacer una que otra mímica tonta o a entonar los pocos poemas que le habían enseñado en su tiempo de la escuela. Se sentía bastante agradecido de estar solo, y también de que la estructura estuviera tan vieja que se daría cuenta de la llegada de alguien antes de que lo atraparan haciendo boberías como un crío de primaria. Por lo menos, eso fue lo que su mente mortal pensó. Nadie le iba a hacer imaginarse que algo sucedería con el ambiente que lo desajustara completamente de su locación. Por instinto se cubrió la cabeza y cerró sus ojos, esperando algún golpe o el sonido e impacto de una bala, pero eso nunca llegó. Cuando se atrevió a levantar la cabeza, la tenue iluminación de la sala pasó a oscurecerse tanto como la ensombrecida parte de un bosque, perdiendo pista de las maquetas del escenario y del norte y sur de su locación. —¡Basta! ¡Basta! ¡No me haga daño! ¡Entiendo, entiendo!— Balbuceó en voz alta al caer de rodillas.
La respiración del hombre se aceleró, por más aire que aspirara no parecía suficiente para sus pulmones. Para demostrar que no era un peligro, apartó las manos de su cabeza y las levantó en sumisión. Mantuvo la mirada clavada en el piso, aún en la oscuridad pudo apreciar los pies de alguien más que mantenía una distancia de realeza, siendo su voz suficiente para mantener una conversación clara. No se atrevió a levantar la mirada del suelo a pesar de que sus labios comenzaron a moverse para darle la información que traía. —A-a-a las afueras del pueblo… había… había una fa-fa-fa-ffff-familia…— Se obligó a detenerse, tragar saliva y respirar para no hacer enojar a quien imaginaba era Eldarion. —… Una familia. Eran… eran humanos, pero del tipo poco común. Ellos decían hablar con espíritus, pero el rumor entre nosotros era… que ellos eran paganos y copulaban con demonios… Vivieron apartados de la sociedad, nadie los quería cerca…—
Hizo una pausa momentánea, pues en las historias de ese tipo los escépticos solían interrumpir para criticar los detalles iniciales. Sin embargo, la crítica o la interrupción nunca llegó por lo que continuó con su informe. —Hubo un ataque y se… se pensó que todos murieron, pero de hecho les sobrevivió una hija. Una chica muy rara, no le gusta tratar con la gente y vive en las ruinas de su casa familiar. Cualquiera pensaría que buscaría ayuda en la ciudad, pero al parecer es tan poco normal como ellos… Perdón, perdón, me estoy yendo del… del contexto… El punto es que… me ha parecido que ellos, los Durradon, sabrían algo de lo que busca. La hija está en mi casa y llegó hablando de… una cueva y palabras en llamas en símbolos que no sabe pero que siente entender. Por eso… Por eso pensé en avisarle…—
Dicho en voz alta, su información no parecía la gran cosa y lo inundó el temor de que incurriría en la ira del tal Eldarion. —Pero necesita ver para creer…— Era la única esperanza que lo acompañaba. Que el misterioso sujeto sintiera el suficiente interés como para encontrarse a la muchacha. Si la suerte lo acompañaba, tal vez obtendría eso que buscaba y él y su mujer podrían vivir sus últimos años de vida en relativa tranquilidad y comodidad. —Puedo traerla… Aquí o llevarla al lugar que usted quiera.—
Curiosamente su auto se aparcó frente al teatro donde solía llevar a su esposa antes de casarse. Se desmontó de su camioneta, tomando el riesgo de dejarla sin los seguros en caso de que tuviera que salir corriendo y no tuviera tiempo de buscar las llaves para abrirla. Al llegar a la entrada, tomó las tablas de madera que impedían la entrada y haciendo lujo de la considerable fuerza que todavía le quedaba a su edad las retiró ejerciendo un moderado esfuerzo. El interior del local estaba tenuemente iluminado por un generador que seguramente era utilizado cuando los trabajadores se acordaban de darle una visita al lugar, pero al no tener una idea clara de lo que harían con la zona no podían avanzar más allá de prohibir la entrada a los curiosos y pordioseros. La memoria lo hizo recorrer los pasillos que lo llevarían a la sala principal, la más amplia de todo el teatro. Al entrar fue recibido por la sala vacía y un escenario con las maquetas de ambiente medieval de la última obra que se presentó. —Me pregunto si habrá sido una que vi…— Se preguntó en voz baja, con un tono que bailaba entre la gracia y la nostalgia.
Curioso al fin, recorrió toda la sala hasta llegar al escenario. Se detuvo en el centro del mismo, como si fuera la estrella del acto y comenzó a hacer una que otra mímica tonta o a entonar los pocos poemas que le habían enseñado en su tiempo de la escuela. Se sentía bastante agradecido de estar solo, y también de que la estructura estuviera tan vieja que se daría cuenta de la llegada de alguien antes de que lo atraparan haciendo boberías como un crío de primaria. Por lo menos, eso fue lo que su mente mortal pensó. Nadie le iba a hacer imaginarse que algo sucedería con el ambiente que lo desajustara completamente de su locación. Por instinto se cubrió la cabeza y cerró sus ojos, esperando algún golpe o el sonido e impacto de una bala, pero eso nunca llegó. Cuando se atrevió a levantar la cabeza, la tenue iluminación de la sala pasó a oscurecerse tanto como la ensombrecida parte de un bosque, perdiendo pista de las maquetas del escenario y del norte y sur de su locación. —¡Basta! ¡Basta! ¡No me haga daño! ¡Entiendo, entiendo!— Balbuceó en voz alta al caer de rodillas.
La respiración del hombre se aceleró, por más aire que aspirara no parecía suficiente para sus pulmones. Para demostrar que no era un peligro, apartó las manos de su cabeza y las levantó en sumisión. Mantuvo la mirada clavada en el piso, aún en la oscuridad pudo apreciar los pies de alguien más que mantenía una distancia de realeza, siendo su voz suficiente para mantener una conversación clara. No se atrevió a levantar la mirada del suelo a pesar de que sus labios comenzaron a moverse para darle la información que traía. —A-a-a las afueras del pueblo… había… había una fa-fa-fa-ffff-familia…— Se obligó a detenerse, tragar saliva y respirar para no hacer enojar a quien imaginaba era Eldarion. —… Una familia. Eran… eran humanos, pero del tipo poco común. Ellos decían hablar con espíritus, pero el rumor entre nosotros era… que ellos eran paganos y copulaban con demonios… Vivieron apartados de la sociedad, nadie los quería cerca…—
Hizo una pausa momentánea, pues en las historias de ese tipo los escépticos solían interrumpir para criticar los detalles iniciales. Sin embargo, la crítica o la interrupción nunca llegó por lo que continuó con su informe. —Hubo un ataque y se… se pensó que todos murieron, pero de hecho les sobrevivió una hija. Una chica muy rara, no le gusta tratar con la gente y vive en las ruinas de su casa familiar. Cualquiera pensaría que buscaría ayuda en la ciudad, pero al parecer es tan poco normal como ellos… Perdón, perdón, me estoy yendo del… del contexto… El punto es que… me ha parecido que ellos, los Durradon, sabrían algo de lo que busca. La hija está en mi casa y llegó hablando de… una cueva y palabras en llamas en símbolos que no sabe pero que siente entender. Por eso… Por eso pensé en avisarle…—
Dicho en voz alta, su información no parecía la gran cosa y lo inundó el temor de que incurriría en la ira del tal Eldarion. —Pero necesita ver para creer…— Era la única esperanza que lo acompañaba. Que el misterioso sujeto sintiera el suficiente interés como para encontrarse a la muchacha. Si la suerte lo acompañaba, tal vez obtendría eso que buscaba y él y su mujer podrían vivir sus últimos años de vida en relativa tranquilidad y comodidad. —Puedo traerla… Aquí o llevarla al lugar que usted quiera.—
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por Eldarion Dom Jul 29, 2018 10:18 pm
[justify]Extrañamente, Loki se encontró a si mismo privado de una de sus mayores cualidades y virtudes. Desde luego que no contaba con muchas cualidades positivas, mucho menos con muchas que pudieran ser consideradas virtuosas. Pero era una realidad que siempre se reconoció a si mismo como una persona en extremo paciente. Su paciencia rara vez se veía a sí misma vencida por alguna circunstancia. Pero, por motivos que ni siquiera se gastaba en investigar internamente, ese hombre le colmó la paciencia con suma celeridad. Su cobardía, afloró tan pronto como se encontró enfrente del dios Nórdico, el cual ni siquiera había expuesto su aura o ni un ápice de su poder. Tan sólo con su presencia fue suficiente para que estuviera al borde de ensuciar sus pantalones. Pero, si bien su paciencia estaba colmada, se las arregló para mantener la cordura. No dijo nada, sino que todo lo contrario. Dejó que el ajeno se explayara todo lo que creyera necesario. Si la información que poseía tenía algún tipo de valor, entonces Loki le entregaría lo que tanto anhelaba su cobarde corazón.
Mantuvo la seriedad de su fachada, y el silencio cuya necesidad se le hizo imperiosa en todo sentido. Escuchó todas y cada una de las palabras que salieron de la boca de aquél hombre anciano. Su relato tenía sentido, se alineaba perfectamente con la información que él ya poseía. La familia Durradon fue una de las tantas cosas que él estaba buscando, pero que lamentablemente y por los inconvenientes que acarrea una guerra consigo, que se perdió ante la ira de sus compañeros. Ese accidente que estaba relatando, tenía un nombre, una persona que lo había ocasionado. Loki había investigado el asunto, y no se había tratado de un asesinato puntual. Sino que Ares había destrozado todo el lugar en un arrebato de furia. Por lo visto allí recibió de nueva cuenta una negativa. Le habían dicho que su amada nunca volvería a vagar por el plano terrenal de los vivos. Los Durradon no tuvieron la oportunidad de hacer mas que observar como las llamas infernales, nacidas a partir de la ira del Olímpcio, los consumían por completo. Pero el hecho de que hubiera una sobreviviente, era algo que acarreaba consigo un considerable potencial. Eso debía de admitir, al menos.
Se mantuvo escéptico, cualquier tipo de espiritista de cuarta podría llenar la cuota de falso Durradon. Pero cuando mencionó los símbolos, Loki arqueó una ceja. Algo completamente imperceptible para su cobarde acompañante, dado que llevaba el rostro cubierto por una capa, una capucha oscura. La iluminación de la habitación permitía que su apariencia se mantuviera secreta. Para él, tan sólo era una figura encorvada debajo de una capa, sin rostro y sin voz mas allá de la de un viejo cercano a la muerte. Esos símbolos fueron la mínima porción de la historia que hizo que la misma cobrara algo de valor a los ojos del dios del engaño. No necesitaba escuchar mas. La ubicación era algo que él podía adivinar. Sus espías serían sencillamente capaces de decirle donde vivía ese decrépito viejo. Loki dio un par de pasos al frente hasta que quedó enfrente del anciano. Posó la mano encima de la cabeza del anciano y en un segundo obtuvo todo lo que necesitaba. Una imagen. Ahora sabía como se veía la muchacha. Loki alzó la otra mano y soltó una pesada bolsa enfrente del anciano.
- Sus palabras me resultaron útiles, anciano. - La voz del Nórdico sonó mucho mas severa que antes. Dentro de la bolsa, había suficientes gemas y oro como para que el anciano y su esposa vivieran el resto de su vida con sumas comodidades. Mentalmente instruyó a dos de sus hombres para que protegieran a la pareja por el tiempo que les quedara de vida y se aseguraran de re abastecerlos de ser propicio. - No necesito de su asistencia para llegar a ese sitio. No se preocupe, ya me ocupé de que mis hombres aguarden a que yo me aleje de ese lugar con la muchacha, para traerle a su esposa. - El rostro de él se agitó, entendiendo que no se iría de allí. - Su presencia podría resultar sospechosa. Iré solo. Y...además...- Loki soltó una tos propia de la edad de aquella piel. Para luego...adquirir una nueva apariencia. Al momento de quitarse la capa del rostro, reveló a aquél anciano, que había pedido "prestada" su apariencia. Sonrió y le guiñó un ojo. - Cuide el oro, ¿Es lo que quería, no?
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Loki no demoro mucho en llegar al lugar indicado. Se encontraba ahora convertido en un cuervo, inteligentes animales con los cuales siempre había simpatizado. Su mirar recorrió aquella casa a la orilla del lago. Podia sentir a la muchacha. La anciana estaba con ella. Un escenario propicio para dar comienzo a su humilde puesta en escena. El ave se dejo caer de aquella alta rama y al caer al suelo, adopto la forma del hombre de aquella casa. Loki había observado lo suficiente para poder personificarlo sin inconvenientes. Comenzó a caminar en dirección a aquella casona, deteniéndose unos metros delante de la puerta.
Y aqui comienza todo...otra vez.
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Mantuvo la seriedad de su fachada, y el silencio cuya necesidad se le hizo imperiosa en todo sentido. Escuchó todas y cada una de las palabras que salieron de la boca de aquél hombre anciano. Su relato tenía sentido, se alineaba perfectamente con la información que él ya poseía. La familia Durradon fue una de las tantas cosas que él estaba buscando, pero que lamentablemente y por los inconvenientes que acarrea una guerra consigo, que se perdió ante la ira de sus compañeros. Ese accidente que estaba relatando, tenía un nombre, una persona que lo había ocasionado. Loki había investigado el asunto, y no se había tratado de un asesinato puntual. Sino que Ares había destrozado todo el lugar en un arrebato de furia. Por lo visto allí recibió de nueva cuenta una negativa. Le habían dicho que su amada nunca volvería a vagar por el plano terrenal de los vivos. Los Durradon no tuvieron la oportunidad de hacer mas que observar como las llamas infernales, nacidas a partir de la ira del Olímpcio, los consumían por completo. Pero el hecho de que hubiera una sobreviviente, era algo que acarreaba consigo un considerable potencial. Eso debía de admitir, al menos.
Se mantuvo escéptico, cualquier tipo de espiritista de cuarta podría llenar la cuota de falso Durradon. Pero cuando mencionó los símbolos, Loki arqueó una ceja. Algo completamente imperceptible para su cobarde acompañante, dado que llevaba el rostro cubierto por una capa, una capucha oscura. La iluminación de la habitación permitía que su apariencia se mantuviera secreta. Para él, tan sólo era una figura encorvada debajo de una capa, sin rostro y sin voz mas allá de la de un viejo cercano a la muerte. Esos símbolos fueron la mínima porción de la historia que hizo que la misma cobrara algo de valor a los ojos del dios del engaño. No necesitaba escuchar mas. La ubicación era algo que él podía adivinar. Sus espías serían sencillamente capaces de decirle donde vivía ese decrépito viejo. Loki dio un par de pasos al frente hasta que quedó enfrente del anciano. Posó la mano encima de la cabeza del anciano y en un segundo obtuvo todo lo que necesitaba. Una imagen. Ahora sabía como se veía la muchacha. Loki alzó la otra mano y soltó una pesada bolsa enfrente del anciano.
- Sus palabras me resultaron útiles, anciano. - La voz del Nórdico sonó mucho mas severa que antes. Dentro de la bolsa, había suficientes gemas y oro como para que el anciano y su esposa vivieran el resto de su vida con sumas comodidades. Mentalmente instruyó a dos de sus hombres para que protegieran a la pareja por el tiempo que les quedara de vida y se aseguraran de re abastecerlos de ser propicio. - No necesito de su asistencia para llegar a ese sitio. No se preocupe, ya me ocupé de que mis hombres aguarden a que yo me aleje de ese lugar con la muchacha, para traerle a su esposa. - El rostro de él se agitó, entendiendo que no se iría de allí. - Su presencia podría resultar sospechosa. Iré solo. Y...además...- Loki soltó una tos propia de la edad de aquella piel. Para luego...adquirir una nueva apariencia. Al momento de quitarse la capa del rostro, reveló a aquél anciano, que había pedido "prestada" su apariencia. Sonrió y le guiñó un ojo. - Cuide el oro, ¿Es lo que quería, no?
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Loki no demoro mucho en llegar al lugar indicado. Se encontraba ahora convertido en un cuervo, inteligentes animales con los cuales siempre había simpatizado. Su mirar recorrió aquella casa a la orilla del lago. Podia sentir a la muchacha. La anciana estaba con ella. Un escenario propicio para dar comienzo a su humilde puesta en escena. El ave se dejo caer de aquella alta rama y al caer al suelo, adopto la forma del hombre de aquella casa. Loki había observado lo suficiente para poder personificarlo sin inconvenientes. Comenzó a caminar en dirección a aquella casona, deteniéndose unos metros delante de la puerta.
Y aqui comienza todo...otra vez.
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Tumultus
Eldarion
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por Sylvara Sáb Ago 11, 2018 11:46 am
Sylvara se había levantado para cuando el hombre anunció que iría al pueblo. Se despidió de él cuando salió de la cabaña porque lo exigía el protocolo, aunque la peliblanca lo hizo con tan poco ánimo que tal vez el hombre ni se dio por enterado. Escuchó la camioneta encender y marcharse mientras se sentaba en el sofá de la sala, colocando sus manos sobre sus rodillas y dejando que sus dedos tamborilearan inquietos. No podía ocultar el hecho de que se sentía un poco ansiosa, no porque se sintiera en peligro, sino porque… no estaba acostumbrada a ese tipo de dinámica. La peliblanca quiso robarse un vistazo de la mujer por el rabillo de su ojo, pero descubrió que ésta ya la estaba mirando con una sonrisa plasmada en los labios. —¿Sí?— Decidió por preguntar, en vez de apartar la mirada y sufrir el bochorno de que se estaba comportando como una niña pequeña.
—Nada, nada. Sólo pienso… No sé si quisieras descansar otro poco mientras yo me encargo de los pendientes del hogar.— Amablemente le ofreció regresar a dormir, pero Sylvara no tenía ganas pues temía lo que podía encontrar en sus sueños. Al escuchar sobre pendientes, su cuerpo se irguió un poco en atención. —¿Pendientes? ¿Cuáles son los pendientes?— Preguntó mostrando un poco de interés. —Bueno… hay que airear la casa, abrir todas las ventanas. Limpiar para dar un aroma más agradable, no sé tú, pero tanto tiempo encerrados huele como a piel húmeda. Y leña, aunque podemos esperar a mi esposo para eso…—
—Yo puedo con la leña.— Dijo y se puso de pie en un solo movimiento. La señora intentó persuadirla, diciéndole que no era necesario que se encargara de ese tipo de labor pesada. —No es pesada. De verdad. Es algo que me agrada. Además, soy más fuerte de lo que me veo.— Si bien era cierto lo que decía, el cortar madera para conseguir leña le daría tiempo a solas para pensar en lo que haría. No podía quedarse con la pareja para siempre. La señora aceptó pues era la primera vez durante su estadía que veía a Sylvara con un objetivo que le interesaba alcanzar. Ambas salieron, tomando el rumbo de la casilla de herramientas, de ahí la mujer le pasó un hacha a la joven. Rudimentaria y simple, pero funcional. Sylvara la sostuvo en sus manos, sintiendo su peso y observando el filo del utensilio. No estaba mal. La abanicó un par de veces, mostrando su pericia en el manejo y dejando a la mayor tranquila.
Fue a la parte boscosa por su cuenta. Se dejó guiar por el sonido del viento suave que llevaba las voces de las almas que habitaban el bosque. Con su ayuda escogió el árbol idóneo para la próxima fogata: la materia prima no sólo ardería de forma óptima, sino que también despediría un perfume agradable que mitigaría el humo que llegara a colarse dentro de la vivienda. La tarea le brindo algo de tranquilidad, calmaba sus ansias y le permitió analizar su situación actual. —No puedo quedarme aquí. Aunque me lo pidan, no pertenezco a este hogar.— Sylvara manejaba el hacha casi como una experta, a pesar de su apariencia delicada, la manera en que ejecutaba la acción la hacía parecer una cortadora de leña casi profesional. Cuando por fin tuvo los pedazos en tamaños adecuados, sacó su daga personal y peló la corteza de la madera para darle una forma y superficie uniforme que evitaría incidentes de madera suelta que pudiera enterrarse o lastimar a quien le tocara manipular la madera.
La labor le tomó casi toda la mañana. La joven hizo dos viajes llevando madera para guardarla en el interior de la casa y para mantener en el almacén adjunto. Para cuando el señor de la casa llegó ella estaba arreglando en afán perfeccionista los trozos de madera en pirámide al lado de la chimenea.
—Oh, ya regresaste. ¿Algo nuevo en el pueblo?— La mujer le preguntó a su marido, dejando a un lado los preparativos del almuerzo para ayudarlo con su sombrero y abrigo. —Espero que todo esté bien. La tormenta fue fuerte, pero estábamos prevenidos... Bueno…— La señora miró de reojo a la jovencita, y fue su turno de encontrarse con la mirada de atenta de Sylvara. Ella le dedicó una sonrisa para luego volver su atención a su marido. —Quería hablar contigo. En realidad, con todos los que estamos de aquí. Estaba pensando que… tenemos suficiente espacio en casa para ser 3. Y creo que la hemos pasado tan bien. Por eso quería proponerle, a ambos, si sería buena idea que Sylvara se quedara con nosotros.—
Desde su posición, la joven mencionada dejó que su aura estoica le fallara por unos momentos y en su rostro se dibujó una expresión de sorpresa. Si bien sabía que la pareja no tenía hijos, y que durante su estadía la mujer había intentado volcar en ella tratos maternales, pero no se le había ocurrido que colocaría el tema para discusión tan pronto. En especial porque su marido la había tratado con cierta distancia amigable. —Espere, no. Eso no es necesario. Aprecio lo que han hecho, pero mi estadía…—
—Vamos, vamos. Esto es mejor discutirlo durante el almuerzo, una panza llena piensa mejor porque el cerebro tiene con qué alimentarse. Vamos a darnos la oportunidad de meditar la situación desde todos los ángulos. ¿Verdad?— Concluyó, buscando el apoyo de su pareja. —Pasemos a la mesa.—
—Nada, nada. Sólo pienso… No sé si quisieras descansar otro poco mientras yo me encargo de los pendientes del hogar.— Amablemente le ofreció regresar a dormir, pero Sylvara no tenía ganas pues temía lo que podía encontrar en sus sueños. Al escuchar sobre pendientes, su cuerpo se irguió un poco en atención. —¿Pendientes? ¿Cuáles son los pendientes?— Preguntó mostrando un poco de interés. —Bueno… hay que airear la casa, abrir todas las ventanas. Limpiar para dar un aroma más agradable, no sé tú, pero tanto tiempo encerrados huele como a piel húmeda. Y leña, aunque podemos esperar a mi esposo para eso…—
—Yo puedo con la leña.— Dijo y se puso de pie en un solo movimiento. La señora intentó persuadirla, diciéndole que no era necesario que se encargara de ese tipo de labor pesada. —No es pesada. De verdad. Es algo que me agrada. Además, soy más fuerte de lo que me veo.— Si bien era cierto lo que decía, el cortar madera para conseguir leña le daría tiempo a solas para pensar en lo que haría. No podía quedarse con la pareja para siempre. La señora aceptó pues era la primera vez durante su estadía que veía a Sylvara con un objetivo que le interesaba alcanzar. Ambas salieron, tomando el rumbo de la casilla de herramientas, de ahí la mujer le pasó un hacha a la joven. Rudimentaria y simple, pero funcional. Sylvara la sostuvo en sus manos, sintiendo su peso y observando el filo del utensilio. No estaba mal. La abanicó un par de veces, mostrando su pericia en el manejo y dejando a la mayor tranquila.
Fue a la parte boscosa por su cuenta. Se dejó guiar por el sonido del viento suave que llevaba las voces de las almas que habitaban el bosque. Con su ayuda escogió el árbol idóneo para la próxima fogata: la materia prima no sólo ardería de forma óptima, sino que también despediría un perfume agradable que mitigaría el humo que llegara a colarse dentro de la vivienda. La tarea le brindo algo de tranquilidad, calmaba sus ansias y le permitió analizar su situación actual. —No puedo quedarme aquí. Aunque me lo pidan, no pertenezco a este hogar.— Sylvara manejaba el hacha casi como una experta, a pesar de su apariencia delicada, la manera en que ejecutaba la acción la hacía parecer una cortadora de leña casi profesional. Cuando por fin tuvo los pedazos en tamaños adecuados, sacó su daga personal y peló la corteza de la madera para darle una forma y superficie uniforme que evitaría incidentes de madera suelta que pudiera enterrarse o lastimar a quien le tocara manipular la madera.
La labor le tomó casi toda la mañana. La joven hizo dos viajes llevando madera para guardarla en el interior de la casa y para mantener en el almacén adjunto. Para cuando el señor de la casa llegó ella estaba arreglando en afán perfeccionista los trozos de madera en pirámide al lado de la chimenea.
—Oh, ya regresaste. ¿Algo nuevo en el pueblo?— La mujer le preguntó a su marido, dejando a un lado los preparativos del almuerzo para ayudarlo con su sombrero y abrigo. —Espero que todo esté bien. La tormenta fue fuerte, pero estábamos prevenidos... Bueno…— La señora miró de reojo a la jovencita, y fue su turno de encontrarse con la mirada de atenta de Sylvara. Ella le dedicó una sonrisa para luego volver su atención a su marido. —Quería hablar contigo. En realidad, con todos los que estamos de aquí. Estaba pensando que… tenemos suficiente espacio en casa para ser 3. Y creo que la hemos pasado tan bien. Por eso quería proponerle, a ambos, si sería buena idea que Sylvara se quedara con nosotros.—
Desde su posición, la joven mencionada dejó que su aura estoica le fallara por unos momentos y en su rostro se dibujó una expresión de sorpresa. Si bien sabía que la pareja no tenía hijos, y que durante su estadía la mujer había intentado volcar en ella tratos maternales, pero no se le había ocurrido que colocaría el tema para discusión tan pronto. En especial porque su marido la había tratado con cierta distancia amigable. —Espere, no. Eso no es necesario. Aprecio lo que han hecho, pero mi estadía…—
—Vamos, vamos. Esto es mejor discutirlo durante el almuerzo, una panza llena piensa mejor porque el cerebro tiene con qué alimentarse. Vamos a darnos la oportunidad de meditar la situación desde todos los ángulos. ¿Verdad?— Concluyó, buscando el apoyo de su pareja. —Pasemos a la mesa.—
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