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[Flashback] The beginning [Priv.]
[Flashback] The beginning
♦ Aren B. Bergström - Bosque - 1 año atrás.
No era tan fácil habituarse, no después de todo lo vivido, estaba ya acostumbrada a la compañía, a estar junto a ese ser en concreto, ese hombre que amó como a nadie y que le dio a probar lo que era sentirse traicionada, arrancó lo más preciado y valioso que tenía, sus alas. Habían pasado tres años desde que había empezado a huir para poder sobrevivir, el bosque le ofreció el refugio que tanto anhelaba, alejada por completo de la civilización en un recóndito lugar al que nadie sabía cómo llegar, nadie más que ella, obviamente. A medida que el tiempo fue pasando, la muchacha de cabellos dorados se sentía cada vez más a gusto, inclusive reconstruyó aquella abandonada cabaña en la que residía para darle un mejor aspecto, pues realmente daba lástima verla, tardó más de un año en completarla tanto por dentro como por fuera, pero estaba satisfecha, tenía un agradable hogar en el que podía esconderse.
Debían ser cerca de las seis de la tarde cuando la ángel decidió alejarse un poco de esas cuatro paredes que tanto había mimado, necesitaba tomar el aire pues había estado encerrada todo el día para poder leer un libro, las horas se le habían pasado como si de minutos se trataran, no importaba la cantidad de veces que lo leyera, siempre sentía la misma emoción que el primer día. Pese a que la muchacha podría parecer distraída y torpe en algunas ocasiones, era consciente de que en cualquier momento se podía encontrar con una batalla por lo que tenía que ser precavida. Se cambió de ropa para poder ponerse la armadura y tomó la espada que siempre reposaba en un lado de la cama y con esta en mano salió de su hogar.
El ambiente era cálido, la suave brisa zarandeaba la hierba junto a las hojas de los árboles y su cabello, adoraba sentir el viento rozar su piel con aquella delicadeza. Sus pasos eran tranquilos, no poseía rumbo alguno, simplemente dejaba que sus propias piernas la guiaran por los senderos de aquel espeso bosque. Tras tres años viviendo ahí se conocía el lugar como la palma de su mano así que no tenía miedo alguna a perderse, pues sabía que siempre podría encontrar el camino de vuelta a casa. De vez en cuando se encontraba con algún conejo, zorro... Procuraba no acercarse a ellos pues no quería asustarles ni que se sintieran amenazados, así que simplemente sonreía mientras se alejaba, en algunas ocasiones se habían acercado a ella por mera curiosidad, solamente en ese entonces es cuando la rubia aprovechaba para acariciarlos, mas no era algo común, por lo que realmente no estaba acostumbrada a acariciar sus suaves y esponjosos pelajes.
El sol estaba escondiéndose, la luz del cielo se había vuelto entre anaranjada y rosada, la fémina no pudo evitar sonreír, era, sin duda, un paisaje bonito de presenciar, sin embargo, tenía que volver, no podía permanecer en la oscuridad demasiado tiempo pues esta la debilitaba bastante. Así que sin más, se dirigió de vuelta a su hogar, o al menos eso creía ella.
Estaba a aproximadamente quince minutos de llegar a la cabaña en la que habitaba, sin embargo un sonido distinto a los que solía escuchar captó su atención, su mirada se paseó por los árboles, buscando el lugar del que provenía aquel extraño ruido, gruñó levemente, no conseguía ver nada fuera de lo común, su cuerpo se tensó por completo, tomó la espada con ambas manos, aferrándose a esta con fuerza mientras avanzaba lentamente ¿la habían encontrado? ¿Querían ir a por ella? Tragó saliva con cierta dificultad, su corazón latía rápido por los nervios que en ese momento se la estaban comiendo por dentro. Fue entonces que escuchó una voz humana, frenó sus pasos en seco y se atrevió a hablar. — ¿Quién está ahí? — Volteó el cuerpo para poder ver los árboles de su espalda, pues se temía que la atacaran desde esa dirección. — No seas cobarde y muéstrate. — Hacía bastante tiempo que no peleaba pues no había tenido necesidad de ello, sin embargo se sentía completamente preparada para enfrentar la amenaza que se le plantara delante.
Volvió a dirigir la mirada al frente, fue en ese entonces que vio una figura aparecer de entre el espeso bosque, no conseguía distinguir demasiado bien de qué o quién se trataba, parecía un humano pero la oscuridad que empezaba a adueñarse del lugar le impedían ver con claridad quién era.
Faniahh/Lala/Cyalana
[FLASHBACK] THE BEGINNING
♦ Dasyra-Bosque- 1 año atrás.—
Su respiración se encontraba por demás agitada. Sentía como en su pecho, en el cual no solía sentir el desgaste físico, los músculos le ardían con dolor. Estaban rugiendo, pidiéndole, rogándole por un lapso de descanso. Pero no había tiempo para eso. No...en toda su puta vida, y vaya que esta había sido larga, no había contado con demasiados tiempos en los cuales se pudo encontrar a si mismo descansando. No tenía paz. Para un ser como él, no había paz que pudiera soportar la prueba del tiempo. Todo era un eterno martirio. Una eterna guerra que no tenía mas motivación que la de sobrevivir. Y allí estaba, de nuevo, corriendo para salvar su pellejo de aquellos que lo querían ver muerto. O mucho peor. De aquellos que lo querían como un conejillo de indias. Como un esclavo a vender al mejor postor. En una de sus incontables batallas había escuchado a mas de uno decir que caputar un Fénix sería como capturar una gallina que caga huevos de oro. Por que todo en su anatomía tenía valor. Si lo mantenían con vida, podían vender sus lágrimas. Podían vender sus plumas, las cuales tenían un incalculable valor monetario por sus propiedades mágicas. Podían venderlo como un sujeto de pruebas. La habilidad de resucitar era algo en extremo extraño en el mundo. Pero una habilidad que tenía un sin fin de utilidades para los seres malignos que vagaban por la tierra.
Hacía no mucho tiempo, Aren había podido encontrar asilo en una hermosa aldea alejada de todo tipo de males. No había socializado demasiado con los lugareños en un comienzo, por su eterno temor a que ellos murieran cuando lo encontraran. Pero con el pasar de las semanas, poco a poco el hombre se había "ablandado" ante aquellas amables personas. Eran todos inocentes, todos vivían en un mundo en el cual no todo se había ido a la mierda por no se qué o cual Dios. No, ellos vivían tal y como si estuvieran apartados de todo. Y en efecto lo estaban. En todos los sentidos. Allí no había temor al eterno hombre de la bolsa. A Ares, ni a Seth. Ni buscaban la protección de Hades o Ra. Era un sitio por demás...perfecto. Aren poco a poco se convirtió en una suerte de protector de facto de aquella aldea. Alejando a todos aquellos que pudieran arriesgar la paz de la misma.
Pero la paz no perdura para los hombres que la ansían con todo su corazón.
El fénix se detuvo en una improvisada cueva que había en aquellos bosques. Recuperó el oxígeno perdido y observó con cansancio la herida que le habían hecho en su costado derecho. La sangre no dejaba de salir de la herida. Esta sanaría, pero lamentablemente el arma con la cual le habían proferido semejante herida, estaba llena de magia negra. Y ese tipo de armas, era perfectamente capaz de dañarlo con severidad. No fue por otra cosa que no sea la superioridad numérica de sus enemigos. Nada más, ni nada menos. Concentró una cantidad mínima de fuego en su palma derecha y apoyó la misma encima de la herida. Acalló un grito de dolor, mientras cauterizaba la herida. Aquello detendría el sangrado. Sí, lo haría. Pero no haría mas que afectar su ya deteriorado estado físico. Si quería tener una esperanza siquiera de escapar, tenía que asesinar a aquellos individuos de un solo ataque. Rápido, mortal, y fugaz. Si llegaba a fallar, moriría. Y tendría que atravesar ese horrendo proceso otra vez.
- Muy bien Aren. Hazlo para vengarte. Por ellos. - El Fénix cerró los ojos. Una infinidad de imágenes le vinieron a la mente. Imágenes de los niños de la aldea, de los ancianos que tan amables habían sido. Las muchachas correteando por las calles para contarse algún que otro chisme. Las madres regañando a sus pequeños por hacer demasiadas travesuras. Todas las imágenes se condensaron en su mente. Se vió a si mismo en el centro de la aldea...todo estaba prendido fuego. Y la última que llegó a su mente...fue su difunta esposa. - Lo siento, por todo. - Una lágrima se escapó de sus ojos.
Y entonces el fuego envolvió todo.
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No tenía idea de donde estaba. Su ataque había tenido éxito. O eso podía asumir con la poca consciencia que le quedaba. Su caminar era por demás errático. Si había ganado, ¿Por qué estaba peor que antes? No tenía un puto sentido. Pensó para sus adentros mientras sentía que se le nublaba aún mas la vista. Miró hacia atrás para asegurarse que nadie lo seguía. Y de que no había dejado un incendio en el bosque. Tan solo una mínima porción del mismo completamente pulverizada. Tomó aire con dificultad y continuó su marcha. No tenía a donde ir. No sabía a donde ir. Esos hijos de puta habían quemado la aldea en un intento desesperado de hacerlo salir de su escondite. Él había creído que si no le encontraban allí...se irían. Se equivocó. Demasiado. Otra maldita vez.
Pisó una rama y sintió como por poco no se desvanecía por completo. Su caída se vió interrumpida por un árbol. Soltó un sonoro quejido y miró hacia abajo por primera vez desde que lanzó su ataque. Ahora todo tenía sentido. Una puta flecha. Clavada en el costado que no había sido herido anteriormente. De repente el dolor lo invadió. Tal y como si esa flecha recién la hubieran clavado en su carne. Soltó otro quejido y observó hacia adelante. Una voz. Una mujer. ¿ Había alguien allí?
- Aléjate de mi...no es conveni-
Sólo llegó a ver una figura distorsionada. Solo pudo distinguir el miedo en la voz ajena. Y luego todo se puso oscuro. Se desmayó, sin más.
Sería hora de renacer de nuevo, ¿ No?
Faniahh/Lala/Cyalana
[Flashback] The beginning
♦ Aren B. Bergström - Bosque - 1 año atrás.
Finalmente una voz que no era la suya surgió de entre los árboles, sin duda alguna provenía de aquella sombra que estaba divisando pero que no conseguía distinguir, sin embargo algo en su tono le hacía saber que algo no iba bien. Desobedeció por completo aquellas palabras, ignoró la advertencia y aún con la espada en mano se acercó corriendo hacia ese sujeto. Para cuando llegó hasta él, ya se encontraba tirado en el suelo, en los ojos de la rubia se podía palpar el terror, ¿estaría muerto? Dejó caer la espada a un lado y se arrodilló frente al muchacho, le dio la vuelta para su que cuerpo quedara completamente boca arriba. — No te mueras, por favor. — Pudo percatarse de que poseía dos heridas, una de ellas causada por una flecha y la otra era un corte en un costado del cual podía percibir rastros de magia negra, tenía bastante mala pinta pero por nada del mundo iba a permitir que muriera. Por el momento tenía que detener la hemorragia, en instantes como esos odiaba llevar armadura porque no podía rasgar ningún pedazo de tela de esta, por lo que no le quedaba de otra que usar la propia ropa del contrario, agarró la parte inferior de la camisa del muchacho y rasgó la tela de esta, la sostuvo con su mano y con esta empezó a presionar la herida con bastante fuerza, necesitaba que dejara de sangrar un poco para poder atender la otra lesión, además, necesitaba también su botiquín pues ahí tenía los utensilios necesarios para poder curarle. Tras unos minutos apartó las manos y afiló la mirada hacia la herida, todavía sangraba ligeramente pero ya no era tan abundante como antes. Realmente necesitaba el dichoso botiquín si quería salvarle. — Por favor, aguanta, regreso en seguida, no te mueras... — Susurró esas palabras como si realmente pudiera escucharla mientras le acariciaba la mejilla derecha con delicadeza. Rápidamente se levantó y corrió hacia su casa.
Tardó cerca de unos tres minutos en llegar hasta ahí, tenía la sensación de que nunca antes en su vida había corrido tanto, ni siquiera para huir de los brazos de su ex-pareja, rápidamente y con cierta torpeza, se adentró en el baño y abrió el armario en el que se hallaba el botiquín, tomó una vela y una caja de cerillas para prender esta, necesitaría un poco de iluminación para lo que tenía que hacer. Tras otros tres minutos ya se encontraba con el muchacho, le tomó el pulso con cierta dificultad pues la propia respiración de la ángel se encontraba sumamente agitada, sin embargo parecía que seguía vivo; un ligero suspiro escapó de sus labios, pero no tenía tiempo que perder y mucho menos nada que festejar, todavía tenía demasiado que hacer. Encendió una de las cerillas y acercó la llama que había nacido a la mecha de la vela, tras eso sopló el bastoncillo de madera para apagarlo y dejó caer este en el césped. Retiró la flecha del cuerpo del muchacho y la lanzó lejos, sin embargo prefirió encargarse primero de la herida grande, a fin de cuentas era la que más le preocupaba y la que peor aspecto tenía, el agujero de la flecha solamente tendría que desinfectarlo y coserlo pues no estaba lo suficientemente clavada como para haberle dañado ningún órgano. Retiró el pedazo de tela que se mantenía cubriendo la herida y junto a eso, retiró la camiseta del muchacho, dejándole con el torso desnudo, un ligero rubor apareció en sus mejillas, sin embargo procuró eliminar todo lo que pasara por su mente negando con la cabeza, realmente no tenía tiempo por perder con esas cosas. Colocó ambas manos rodeando la herida del muchacho, sin embargo la magia negra que habitaba en esa zona le dolía, era demasiado sensible a esta, pero eso no iba a ser suficiente, necesitaría mucho más que eso para apartar sus manos. Tenía que suturar la herida. Agarró unos guantes del botiquín y se los puso en ambas manos, tras eso tomó un desinfectante para poder limpiar el borde de la herida, acto seguido irrigó esta con una jeringa con solución salina, después tomó la aguja y las pinzas que necesitaba para así poder empezar a coser las heridas.
Tras cincuenta y seis minutos logró su cometido, la poca luz y la precisión que necesitaba no le permitieron hacerlo más rápido. La parte más difícil ya estaba hecha, soltó un suspiro, aliviada, el pulso del muchacho todavía se mantenía, por lo que había sobrevivido, una sonrisa se dibujó en los labios de la rubia y se retiró los guantes para poder guardarlos en el botiquín junto al resto de utensilios que había utilizado y apagó la vela de un soplido, ahora quedaba la parte más complicada, llevarle hasta su casa, no podía simplemente dejarle tirado en mitad del bosque y la ciudad se encontraba lejos, no podría llevarlo hasta un hospital, así que no tenía más salida que dejar que se quedara en su casa hasta que se recuperara, ella misma le cuidaría. Coló una de sus manos entre la cabeza del muchacho y el césped y con la ayuda de su otra mano le hizo quedar sentado, mientras lo sostenía para que no cayera, agarró el brazo derecho del contrario y pasó este por su nuca, con su zurda rodeó la cintura del contrario y se preparó. — Una, dos... — Tomó aire. — Y tres. — Se levantó con la fuerza de sus piernas y empezó a caminar con cuidado de que no hacer ningún movimiento que pudiera dañar al muchacho.
Un camino de unos quince minutos hasta llegar a su casa tardó en recorrerlo más de media hora, el haber estado expuesta a la magia negra de la herida, más la oscuridad de la noche, más el cuerpo del contrario le impedían avanzar más rápido, además, tenía que volver a por sus pertenencias, pues por obvios motivos no podía llevarlo todo a la vez. Una vez en casa llevó al desconocido a su habitación y lo tumbó delicadamente en su cama. Fue a por lo que se había dejado en el bosque lo más rápido que pudo, en caso de que se despertara no quería que se encontrara solo, asustado y en una casa desconocida, por lo que no tardó más de diez minutos en ir y volver. Guardó el botiquín en el baño, dejó la vela junto a las cerillas en la cocina y como de costumbre apoyó la espada en la pared de su habitación, justo al lado de la cama. Ya solamente quedaba esperar a que se despertara. Se dirigió al pequeño espacio que usaba de comedor y llevó una silla y un libro a la habitación, dejó el mueble a un lado de la cama y se sentó para ponerse a leer, no quería dormirse pues quería vigilarle, no sabía si sentiría dolores o no por lo que quería hacer guardia pese a que se sentía sumamente cansada.
E inevitablemente Morfeo la tomó entre sus brazos.
Faniahh/Lala/Cyalana
[Flashback] The beginning
♦ Dasyra - Bosque - 1 año atrás.
Aren no sentía el cuerpo. Con su consciencia se habían desvanecido todo tipo de dolores o marcas terrenales. Se vio completamente envuelto en un sueño forzado en él por alguna fuerza de la naturaleza. Pero no era un sueño cargado de paz o de tranquilidad. Sino un sueño turbulento. En el cual la eterna sombra que se cernía sobre él cada vez que moría volvía a hacerse presente. La muerte no era definitiva para él, sino que era un eterno martirio que sólo servía para recordarle sobre la fragilidad de la carne. El hecho de que los seres como él, eran seres malditos. Los cuales sólo por el simple y llano hecho de existir siempre se verían a si mismos perseguidos por aquellos cuya avaricia podía más que la razón. La resurrección no era inmediata, pero por algún motivo su consciencia seguía activa a un nivel subconsciente. Su carne, huesos y todo su cuerpo, se deshacían en el mismo fuego que blandía con tanta presteza. Y en ese deshacer se pasaba un tiempo que siempre se le hacía eterno. No por el hecho de que su cuerpo emergía de una pila de cenizas desagradables. Sino porque, en esos lapsos, él veía todos los sucesos de su vida sucederse otra vez. El sin fin de personas a las que había conocido y perdido. Sus hijos, sus amigos, y siempre se presentaba al final su difunta esposa. La única mujer que le había enseñado lo que era la paz verdadera.
Pero por algún motivo que no comprendió del todo, esas imágenes nunca llegaron. O al menos no lo hicieron de forma inmediata. No, todo lo que obtuvo Aren fue oscuridad. Sin embargo aquél concepto tan abstracto y solitario le aterró de una forma que no se esperó. No estaba acostumbrado a la oscuridad. No de esa forma, no de una forma tan impuesta encima suyo como si de un aluvión se tratase. No había nadie allí. Ninguna imagen que le recriminara nada. Nadie que le dijera que había fallado. Se encontraba solo. Él, con su interminable lista de falencias y odio hacia su propia persona. Hacia su eterno patrón de fracaso que siempre terminaba de la misma puta forma. Y aquella oscuridad le recordó qué era a lo que él mas temía. A la única cosa a la que tenía mas miedo que a la pérdida crónica de seres que le importaban. La soledad.
Odiaba eso, odiaba estar solo. Pero, por mas que gritara en aquél interminable vacío oscuro. Nadie le respondía. Nadie vendría a sacarlo de allí. Si esa era la muerte real...lamentaba haberla añorado por tanto tiempo. Lamentaba todo. Lamentaba ser lo que era. Y en cierta parte, se odiaba a sí mismo. Por su debilidad y por su propia naturaleza.
Un vacío inexorablemente inevitable.
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Sus ojos se abrieron de forma repentina. Por instinto y reflejo se incorporó de forma inmediata, sin hacer demasiado ruido. Todos sus sentidos seguían entorpecidos, pero atinó a elevar una mano para cubrir su rostro. El dolor lo invadió con rapidez. Llevó una mano hacia su lado izquierdo y se sorprendió al sentir aquellos vendajes. Bajó su mirar y pudo ver por fin que todo su torso estaba vendado. Se sorprendió y sólo entonces fue que su mirar recorrió aquél sitio con mayor detenimiento. Era una casa. ¿Donde estaba? No había forma de saberlo. En ese instante el recuerdo de aquella sombra difusa volvió a él. No le había hecho caso. Ese ser lo había curado, le había evitado la molestia de morir. ¿Pero quién? No tardó absolutamente nada en darse una respuesta a sí mismo.
Una muchacha. Joven, no tenía una edad cercana a la suya ni por asomo. Pero por algún motivo, Aren sintió en el pecho una sensación cálida provenir de ella. Era un ser visiblemente puro. Bondadosa seguramente, es decir...como podría no serlo si lo había salvado sin siquiera conocerlo, ¿no? Pero esa calma pronto se volvió miedo. Si esa muchacha era su salvadora, no tenía ni idea del riesgo que representaba haberle salvado la vida. Hizo caso omiso de su advertencia y dejo que su ingenuidad la guiaran. El Fénix sintió el impulso de aprovechar aquella oportunidad para irse, desaparecer antes de formar parte de la vida de alguien mas. Si se quedaba, ella moriría de forma irremediable. Y no iba a permitir que una muchacha que tanto había hecho por él, muriera por su naturaleza.
Pero los planes no siempre llegan a buen puerto.
- ¡Agh! - Maldita sea la torpeza de la carne maltrecha. Maldijo para sus adentros mientras al elevar el mirar, notaba que la mujer se había despertado. El muy torpe se había caído. De verdad que no había entrado en las cuentas de que su cuerpo estaba tan maltrecho. La magia negra de verdad que era demasiado peligros para el. - Vaya....
Faniahh/Lala/Cyalana
[Flashback] The beginning
♦ Aren B. Bergström - Bosque - 1 año atrás.
Se sentía agotada, sumamente cansada, el cúmulo de emociones que había experimentado se habían encargado de dejarla en su límite, permitiendo así que cediera ante el placer de estar tranquilamente sentada. Sin siquiera percartarse de ello, sus párpados móviles bajaron. Llegó el momento de volver a empezar.
"Todo a su alrededor se encontraba en total y completa penumbra, no importaba dónde dirigía la mirada, no había ni un mísero rayo de luz en el lugar, nada que pudiese iluminar su camino, se encogió sobre sí misma, no sabía qué hacer, si moverse, si buscar una salida, no tenía ni idea de hacia dónde dirigirse, mas comenzó a caminar, sus pasos eran lentos y sonaba una gran cantidad de eco causado por las plataformas de sus zapatos. Desconocía la cantidad de minutos que llevaba caminando, pero de repente sus piernas fallaron, dejaron de reaccionar y sin poder evitarlo, cayó al suelo; bajó la mirada hacia sus extremidades inferiores, mas, debido a la oscuridad, era incapaz de ver nada, se tocó suavemente estas, podía sentirlas con la yema de sus dedos pero no podía notar el tacto a través de ellas, como si no tuviese sensibilidad, lejos de dramatizar, se relajó y cerró los ojos mientras permanecía tumbada. Tras unos segundos notó una ligera brisa que empezó a zarandear sus ropas y su cabello, entreabrió la mirada y vio algunas pequeñas nubes en el azulado cielo, arrugó ligeramente el entrecejo, confundida, apoyó ambas manos en el suelo para así ponerse en pie, notando la hierba en las palmas de sus manos. Se sacudió suavemente la falda mientras observaba su alrededor, una vez su mirada se dirigió al frente el escenario cambió de repente. Reconocía ese lugar, tanto como si se tratara de la palma de su mano, era su casa, su hogar, no la cabaña en la que residía en ese instante, no... Era su anterior vivienda. Escuchó un golpe a su espalda, razón por la que volteó rápidamente para ver qué sucedía. Fue entonces que le vio, tan fuerte y sombrío como de costumbre, la tomó entre sus brazos y la apretó contra él, todavía podía oler su fragancia y bañarse en su aroma. Sin dudarlo se aferró con fuerza a ese cuerpo, inconscientemente desplegó sus alas, se sentía tan extasiada con su presencia que las hizo aparecer sin querer. La mano del contrario se deslizó desde su espalda baja hasta el nacimiento del plumaje, no dudó en agarrar la derecha con firmeza para poder empezar a tirar de esta con fuerza..."
Aquel fatídico día se apoderó por completo de sus sueños volviéndolos pesadillas, repitiendo una y otra vez lo sucedido, recordándole todas las noches lo que había perdido ese día y lo que nunca más volvería a tener. Podía sentir la frustración, el dolor, la impotencia... La traición.
Se despertó al escuchar un golpe, llegando inclusive a sobresaltarse un poco, se frotó los ojos con ambas manos por unos instantes mientras soltaba un pequeño suspiro, todas las noches tenía el mismo sueño, mas esa vez fue interrumpido. Observó la habitación aún estando un tanto somnolienta, por un momento se había olvidado de todo lo que había sucedido, pero al ver al muchacho lo recordó todo. Rápidamente se levantó y dejó el libro en la silla para poder arrodillarse al lado de él. — ¡N-no hagas eso! — Comentó con clara preocupación. — Te ayudaré a levantarte. — Tomó uno de sus brazos para que pudiera apoyarse en ella y así levantarse para poder sentarse en el cómodo colchón. — No deberías moverte de la cama, tienes que reponerte bien. — Volvió a sentir una ligera presión en el pecho al recordar el estado en el que le encontró. — Perdiste mucha sangre, así que seguramente vas a estar débil por un tiempo... Te puedes quedar aquí hasta que te recuperes. Vivo sola así que no habrá problema alguno. — Se encogió ligeramente de hombros y sonrió. — Y sea quien sea que te hizo eso... — Alzó la zurda para poder señalar las heridas. — No te encontrará aquí. — Fue entonces cuando se percató de que no mencionaba lo más importante. — Me llamo Dasyra y estás en mi casa, concretamente en el bosque, hasta donde yo sé nadie conoce la existencia de esta cabaña, así que estás a salvo. — Necesitaba tomarse un café para despejar su cabeza por lo que retrocedió un poco para poder dirigirse a la entrada de la habitación, abrió la puerta con su diestra y se quedó en el marco de esta para voltear a observar al muchacho. — Iré a hacer café ¿Tienes hambre o sed? Puedo traerte algo si te apetece. — Aquella dulce y adorable sonrisa no se desvanecía de los labios de la ángel, estaba deseosa por ayudarle y cuidarle, hacía ya tanto tiempo que estaba sola que se sentía inclusive emocionada de tener compañía, daría todo de ella para que se recuperara pronto.
Por el momento no iba a preguntarle qué le había sucedido, parecía un tanto inquieto por lo que prefería que se calmara y se mejorara un poco, quizás más adelante se atrevería a preguntarle, o quizás no.
Faniahh/Lala/Cyalana
[Flashback] The beginning
♦ Dasyra - Bosque - 1 año atrás.
Aren se sentía un estúpido. Por un sinfín de razones, aquél era un sentimiento que dentro de su mente pasaba como moneda común y corriente, pero el hecho parecía mucho más puntual ahora. Se sentía torpe, porque ni siquiera había podido escaparse de allí sin despertar a la que ahora era su salvadora. El hecho de que la magia negra lo afectaba tanto, le había traído siempre nada más que disgustos. Y ahora, cuando sus heridas estaban cocidas y curadas, esa condenada magia lo prevenía de sanar. Lo mantenía en ese estado débil y vulnerable que tanto odiaba. Porque en ese estado era fácil de capturar. Era fácil ponerle una correa al cuello y hacer uso de todas los dotes sobrenaturales que vaya a saber quién le había puesto encima de los hombros. El hecho de verse a sí mismo tan débil le dio mucho más que un simple disgusto. Porque para él, en su propia percepción de todas las cosas, cada minuto que se quedaba en esa casa significaba un minuto más que la muerte se aproximaba nuevamente. Observó con impotencia y sin ser capaz de musitar para alguna, como aquella joven muchacha se despertaba ante el ruido provocado por su enorme cuerpo. Su frustración bloqueó por completo su dolor, siendo capaz de ignorarlo por primera vez en mucho tiempo.
Intentó darle voz a una queja, pero todo lo que pudo salir de sus labios fue un quejido de dolor. Ni para eso sirves. Se reprochó por dentro mientras con impotencia dejaba que la muchacha lo ayudara a ponerse de pie, tal y como si de un inválido se tratara. La frustración era tal y la falta de modales fue hasta casi involuntaria. No podía mirarla, no podía siquiera darle voz a su agradecimiento. Al hecho de que ella era un ser demasiado bondadoso como para andar apiadándose de un renegado inútil como él. Tomó asiento y mantuvo su mirar fijo en el suelo. El dolor llegaba a todos los rincones de su cuerpo, mostrándose con especial esmero en hacer que su incomodidad sea no sólo mental, sino que física también. Se acomodó ligeramente. Si bien su mirar no se posó nunca en su interlocutora, por vergüenza mas que por otra cosa, sus oídos prestaron atención a sus palabras.
Tenía razón en un par de cosas y estaba equivocada en algunas otras. Era cierto que, en su estado actual, Aren no podía moverse a ningún sitio. Si seguía a su desde ya impulsivo y estúpido instinto, acabaría efectivamente muerto. Así como estaba ahora era un blanco fácil. Un rinoceronte sin dos patas con una herida infectada. Incapaz de defender su cuerno de Marfil bajo ningún concepto. A la merced de cualquier león o cazador furtivo que pudiera estar viendo.
El error de ella llegaba por otro sitio, no por el hecho de que lo mejor para él fuera sin duda alguna mantenerse en cama hasta que su sistema pudiera finalmente contrarrestar los efectos de aquella poderosa magia negra. Radicaba en el hecho de que ese lugar podría ser un secreto ahora, pero no lo sería por siempre. No recordaba cuantas veces se había permitido ser crédulo. No recordaba cuantas veces había sido su mente reconfortada por el falso sentimiento de seguridad y esperanza. Odiaba la esperanza, y con ese último episodio…ya estaba cada vez mas convencido de que la seguridad no es más que un cuento de hadas que se le cuenta a los ignorantes y a los niños. Aren observó a la muchacha ponerse de pie. El hecho de haberse despertado tan súbitamente seguramente despertaría en ella una necesidad de beber algo. Cosa que finalmente se confirmó. Con toda la calma del mundo, Aren sólo se limitó a hacer un leve ademán con la cabeza, rechazando en silencio aquél cálido y amable ofrecimiento.
- Dasyra…- Repitió para si mismo mientras, por primera vez, levantó la mirada hacia el mirar ajeno. Sintió otra vez vergüenza, pero acalló las voces de su mente para, finalmente y de una buena vez, poder corresponder a tantas muestras de amabilidad que no se merecía. – Muchas gracias, no deberías de haberlo hecho. – Dijo con una voz que se antojaba próxima a quebrarse. Pero no lo hizo. Su tono era melancólico, no sabía cómo explicar que estar cerca de él acarreaba siempre peligro de muerte. Con gran dificultad se echó hacia atrás en la cama. Sabía que su mejor apuesta, al menos por ahora, era quedarse allí. Ya tendría tiempo en su recuperación de pensar como pagarle a Dasyra su amabilidad. – Mi nombre es Aren, no sé cómo agradecer tu amabilidad. No me tomará mucho tiempo curarme. No soy un ser humano.
Dijo con tono dubitativo. Se le antojaba un té, o algo por el estilo. Pero su eterna manía de auto odiarse le impedía siquiera pedirle a su amable anfitriona algo de beber. Ni siquiera sentía que merecía agua.
- ¿Puedo ir afuera? Necesito respirar aire fresco.