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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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End of a Long Dream [Flashback, Priv. Alec]
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por Ichigo Lun Jul 30, 2018 6:41 am
E
n algún lugar no especificado a las afueras de la urbe de Tokio había un laboratorio. Cuentan los rumores que allí vivía y trabajaba un científico que había perdido la cabeza y todo lo que lo conectaba con el mundo exterior y con las cosas que no tenían que ver con su trabajo. Algunos dicen que estuvo casado y que tenía hijos, y que por su obsesión por la investigación los perdió. Aunque, cuando el murió por exceso de trabajo, nadie llegó a reclamar los títulos ni el dinero, por lo que tal vez esa parte de la historia era una exageración.El laboratorio del doctor quedó abandonado. A pesar de tener un excelente espacio a nivel terrenal, nadie se molestó en solicitarlo al gobierno. Con todo lo que había ocurrido con el mundo y el país, las personas preferían permanecer en sitios cercanos a la ciudad, cercanos a cualquier refugio y servicio de emergencia. En tiempos de verano la estructura era propicia para albergar a uno que otro desdichado sin techo. Algunas áreas de la edificación funcionaban con energía eléctrica, proveniente de un generador que nadie había podido encontrar todavía.
Pero, si se era lo suficientemente curioso se podía encontrar que la quinta habitación del laboratorio abandonado… esa que tenía un librero lleno de libros sobre anatomía, robótica y biología, tenía a su lado un panel de sensores que, si lo apretabas, abría el librero para revelar un pasadizo que descendía por lo menos 10 niveles. Conforme se bajaba, la temperatura iba enfriando y el zumbido del misterioso generador de energía que alimentaba la fachada era más notorio. Al llegar al destino inferior había otro laboratorio, mucho más moderno y que parecía sacado de alguna película de ciencia ficción. Muchas cosas llamaban la atención en ese lugar, parecía un parque tecnológico de luces titilantes que suplicaban ser oprimidas para contestar la interrogante “¿qué hace este botón?”
Al fondo había una capsula sobre el suelo que más parecía un ataúd con tapa de cristal. Dentro se apreciaba la figura de una jovencita durmiendo entre sensores con luces que iluminaban sus sienes. El cristal estaba un poco empañado, por lo que fácilmente se podía deducir que el interior de la capsula era frío. ¿Acaso era una joven conservada criogénicamente?
Si te acercabas para investigar uno de los sensores de seguridad se activaba, poniendo en funcionamiento una alarma luminosa que causaba un susto momentáneo. Una de las pantallas de la recamara se encendió, mostrando la imagen de un hombre mayor con mirada cansada y piel pálida causado por cansancio o enfermedad.
—Forastero.— Dijo el hombre, delatando su acento japonés. —Si has encontrado este lugar, significa que estoy muerto o detenido. Te pido que si vas a robar mis investigaciones lo hagas sin destruir mi trabajo. Es lamentable, pero luego de tantos intentos logré mi cometido con 15 y no pude verla despertar… Quise… quise dejársela al mundo, pero ahora creo que no vale la pena despertarla… Su programación no soportaría lo horrendo de la realidad. Por favor… — Y ahí acabó el video.
Praesidium
Ichigo
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por Alec Blackburn Mar Jul 31, 2018 8:57 pm
Podría haberle mandado un mensaje. Podría haberse apurado y llegado mucho antes de que todo se viniera abajo; podría haber hecho tantas cosas antes de tener que llegar a ese extremo. La cabeza le daba vueltas, su cuerpo temblaba, negándose a verse envuelto en más acciones peligrosas. Lo único que quería era largarse de ese lugar con la única persona que conocía; aún así, a pesar de que hubo hecho hasta lo más ridículo posible para llegar con bien, la simple imagen que tiene enfrente basta para hacerle quejarse. Y, no queriendo llamar mucho atención, decide que lo mejor sería buscar una manera no tan agresiva de entrar. Se recuerda, cada que puede, que está ahí para sacarlo, a patadas si es necesario. Pero no encuentra llave, ni una ventana que no esté cubierta por malogradas tablas de madera, firmemente colocadas con clavos metidos a presión. ¿Cuándo, siquiera, aprendió a hacer eso? Lo maldijo por paranoico.
Y después lo maldijo por no avisarle de nada. Llevó la diestra hacia su cansado rostro, los músculos de los brazos y piernas tensándose al oír los agudos silbidos del viento. Perfecto; qué buen momento para tener un episodio de que desquicio. Respira tan profundo como su desesperación le permite, sujetándose tal vez con demasiada fuerza la camiseta negra. Una gota de sudor le recorre el cuerpo, que le hace sentirse como si nuevamente estuviera atrapado en medio de una disputa, librada con armas de fuego. Y entonces, cuando la sensación de asfixia ha llegado al punto máximo, arremete contra la entrada de madera; su hombro choca primero, haciéndole sacudirse horriblemente, después, todavía en un pequeño estado de frenesí, levanta la pierna derecha, cargada de energía. ¡Zap! La puerta cae hacia atrás con un sonido aún más severo.
A lo mejor debió preocuparse, pero lo cierto es que no lo hace. Sacude el polvo de su prenda, porque, demonios, a ese lugar le vendría bien una profunda limpieza. Su respiración por fin se ha calmado, el color regresando está ya a su rostro y parece que ha conseguido escapar del terror que incansablemente intenta aplastarle. Echa un primer vistazo: Vacío. El segundo y tercero dan el mismo resultado; evidentemente, no hay nadie a la vista. No queda de otra; tiene que buscarlo él mismo. Así, pues, comienza a andar, dirigiéndose hacia la habitación que tantas veces ha visitado anteriormente. No puede decir que el ambiente le resulte familiar; de hecho, es todo lo opuesto: Es incapaz de reconocer la escena que tiene delante de sus ojos. Por como él lo recuerda, debería haber un conjunto de té listo para ser servido, en su lugar, lo único que ve es polvo, polvo y un poquito de polvo. Y como quejarse sobre lo que hay y no hay, no va con él, es que simplemente se acerca al panel. Sí, a ese cacharro que nunca logró comprender y que, en ese preciso momento, es lo único que le separa de su objetivo. Apretó la combinación de botones, mismos que emitieron un brillante color verde segundos antes de permitir el acceso a las escaleras.
El resto del trayecto fue, como mínimo, más familiar que el resto. La temperatura le hizo desear un chocolate caliente y quedarse en cama todo el día. Por inercia, cruzó los brazos, buscando un poco de calor. ¡La bendita costumbre! Pero nada como llegar al fondo, buscar todavía con más desesperación al sujeto y... no verlo, no al menos en un estado que pudiera decirse como "presentable." No, en vez de eso, soltó una maldición cuando lo que recibe es un hermoso vídeo de su objetivo hablando sobre un número y lo feo que se ha vuelto el mundo. Sin embargo, no es el mensaje lo que ha encendido su rabia, ni el extraño aparato que tiene a un lado, con lo que sea que tenga dentro. Con los puños apretados, la totalidad de su cuerpo ha entrado en un estado de alerta máximo. Y, sin poder evitarlo, las preguntas le invaden la cabeza, todas siguiendo un patrón de "¿Por qué?" "¿Qué demonios?" "¿Es que estás demente?" "¿Qué carajo hiciste?" y así sucesivamente hasta que lanzó un estruendoso golpe contra la pantalla, haciéndole estallar en chispistas y cristales.
— Me estás jodiendo ¿no? ¿Forastero....? Tendrías que haberme llamado si estabas en problemas. ¡Arggh..! — La sangre ha dejado un pequeño hilo en su mano, los nudillos los tiene enrojecidos, pero, por como ve el panorama, tiene más de qué preocuparse que una herida como ésa. Un último deseo ¿eh? No, primero pensó que tendría que respetarlo... No obstante, era lo único que podría rescatar d él. Deslizó la mano por el cristal, limpiándolo de los efectos del crioginamiento. Un suspiro, uno lleno de posibilidades y decisiones. . . No tuvo que decidirlo por mucho tiempo.
Apretó los botones.
Y dejó que la compuerta se alzara. Todos merecían una oportunidad ¿no? Quien sea que fuera la persona en el interior de la cámara también lo merecía.
Y después lo maldijo por no avisarle de nada. Llevó la diestra hacia su cansado rostro, los músculos de los brazos y piernas tensándose al oír los agudos silbidos del viento. Perfecto; qué buen momento para tener un episodio de que desquicio. Respira tan profundo como su desesperación le permite, sujetándose tal vez con demasiada fuerza la camiseta negra. Una gota de sudor le recorre el cuerpo, que le hace sentirse como si nuevamente estuviera atrapado en medio de una disputa, librada con armas de fuego. Y entonces, cuando la sensación de asfixia ha llegado al punto máximo, arremete contra la entrada de madera; su hombro choca primero, haciéndole sacudirse horriblemente, después, todavía en un pequeño estado de frenesí, levanta la pierna derecha, cargada de energía. ¡Zap! La puerta cae hacia atrás con un sonido aún más severo.
A lo mejor debió preocuparse, pero lo cierto es que no lo hace. Sacude el polvo de su prenda, porque, demonios, a ese lugar le vendría bien una profunda limpieza. Su respiración por fin se ha calmado, el color regresando está ya a su rostro y parece que ha conseguido escapar del terror que incansablemente intenta aplastarle. Echa un primer vistazo: Vacío. El segundo y tercero dan el mismo resultado; evidentemente, no hay nadie a la vista. No queda de otra; tiene que buscarlo él mismo. Así, pues, comienza a andar, dirigiéndose hacia la habitación que tantas veces ha visitado anteriormente. No puede decir que el ambiente le resulte familiar; de hecho, es todo lo opuesto: Es incapaz de reconocer la escena que tiene delante de sus ojos. Por como él lo recuerda, debería haber un conjunto de té listo para ser servido, en su lugar, lo único que ve es polvo, polvo y un poquito de polvo. Y como quejarse sobre lo que hay y no hay, no va con él, es que simplemente se acerca al panel. Sí, a ese cacharro que nunca logró comprender y que, en ese preciso momento, es lo único que le separa de su objetivo. Apretó la combinación de botones, mismos que emitieron un brillante color verde segundos antes de permitir el acceso a las escaleras.
El resto del trayecto fue, como mínimo, más familiar que el resto. La temperatura le hizo desear un chocolate caliente y quedarse en cama todo el día. Por inercia, cruzó los brazos, buscando un poco de calor. ¡La bendita costumbre! Pero nada como llegar al fondo, buscar todavía con más desesperación al sujeto y... no verlo, no al menos en un estado que pudiera decirse como "presentable." No, en vez de eso, soltó una maldición cuando lo que recibe es un hermoso vídeo de su objetivo hablando sobre un número y lo feo que se ha vuelto el mundo. Sin embargo, no es el mensaje lo que ha encendido su rabia, ni el extraño aparato que tiene a un lado, con lo que sea que tenga dentro. Con los puños apretados, la totalidad de su cuerpo ha entrado en un estado de alerta máximo. Y, sin poder evitarlo, las preguntas le invaden la cabeza, todas siguiendo un patrón de "¿Por qué?" "¿Qué demonios?" "¿Es que estás demente?" "¿Qué carajo hiciste?" y así sucesivamente hasta que lanzó un estruendoso golpe contra la pantalla, haciéndole estallar en chispistas y cristales.
— Me estás jodiendo ¿no? ¿Forastero....? Tendrías que haberme llamado si estabas en problemas. ¡Arggh..! — La sangre ha dejado un pequeño hilo en su mano, los nudillos los tiene enrojecidos, pero, por como ve el panorama, tiene más de qué preocuparse que una herida como ésa. Un último deseo ¿eh? No, primero pensó que tendría que respetarlo... No obstante, era lo único que podría rescatar d él. Deslizó la mano por el cristal, limpiándolo de los efectos del crioginamiento. Un suspiro, uno lleno de posibilidades y decisiones. . . No tuvo que decidirlo por mucho tiempo.
Apretó los botones.
Y dejó que la compuerta se alzara. Todos merecían una oportunidad ¿no? Quien sea que fuera la persona en el interior de la cámara también lo merecía.
Praesidium
Alec Blackburn
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por Ichigo Sáb Ago 11, 2018 12:24 pm
L
a escotilla de la capsula se elevó, dejando salir el aire frío que mantenía el cuerpo femenino que descansaba en su interior. El choque te temperaturas provocó un estado de condensación, se formó una ligera nube blanca que se disipó casi al instante, dejando la superficie de la maquinaria con gotas de humedad. Lo mismo ocurrió con la piel perfecta del rostro de la joven que se encontraba dentro de la capsula, lo único de su fisonomía que se mostraba porque lo demás estaba cubierto por un leotardo oscuro y ajustado de cuerpo completo. A pesar de estar sometida a una baja temperatura no lucía palidez o rigidez alguna. Más parecía como si le hubieran rociado algún líquido humectante luego de una positiva sesión de spa facial. Pero, aun luciendo rozagante, su cuerpo no hacía nada más. Su pecho no se alzaba y contraía delatando su respiración, y cada músculo de su rostro se veía colocado en su posición a la perfección, distando bastante del rostro de un ser vivo acostumbrado a sus gestos de sonrisas o fruncimiento. Era como una muñeca gigante que habían sacado de su caja. Un artículo de colección que acababa de perder su valor monetario. Por minutos breves que en realidad parecieron eternos el único sonido era el del generador de frío de la capsula, ahora trabajando a toda su potencia pues el sensor de temperatura le indicaba su deber de esforzarse para alcanzar los grados necesarios para la adecuada conservación. El generador y un suave pitido que iba en aumento. Un paranoico cualquiera pensaría que se trataba de una bomba.
Entonces una pequeña pantalla por encima de la cabeza de la durmiente se encendió. En ella mostró tres dígitos, ceros, en color rojo que comenzaron a correr rápidamente. Como si se tratara de una caja fuerte y el sistema intentara desesperadamente de dar con la clave. Pronto se marcaron los dígitos ‘015’ y un zumbido proveniente de la maquina hizo que vibrara sutilmente.
En vez de despertar como un ser vivo común, la durmiente entreabrió sus ojos con velocidad mecánica. No reaccionaron a la luz, ¿y cómo podría? Si sus pupilas iluminadas con una fría luz azul se movían como canicas por todos lados de una forma que sin lugar a dudas debía de ser dolorosa. Sin embargo, la acción se detuvo cuando se posó en la figura del castaño que tenía cerca. —Anata dare?— ‘¿Quién eres?’ preguntó con una voz profunda y sintética. Ambas manos se posaron sobre los bordes de la capsula para usar como apoyo para salir. Con movimientos entrecortados que poco a poco se iban volviendo más fluidos se fue acercando al individuo que su atrofiado banco de memoria no lograba reconocer hasta tenerlo acorralado contra la pared.
Y siempre preguntando lo mismo. —Anata… dare?—
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Ichigo
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por Alec Blackburn Sáb Sep 15, 2018 5:29 pm
Se había mantenido en silencio después del repentino arranque de ira. Aún podía sentir el ardor en la mano y la sangre deslizándose por su piel, pero no se movió. ¿Cómo habría de hacerlo cuando una especie de máquina dejaba salir lo que albergaba en su interior? No podía reconocer si era amistoso o si tendría que salir tras abrirse paso a golpes y patadas. No hacía falta mención; en más de una ocasión había alcanzado el límite de tensión que su cuerpo era capaz de soportar, estando a escasos segundos de hacerle una tacleada a lo que sea que fuera aquella... cosa. Inhaló con una lentitud ridícula en el momento en el que le escuchó hablar; un poco más y estaría sobre ella, en un desenfrenado intento de protegerse de algo desconocido.
Y sin embargo, a pesar de que su mente calculó diferentes acciones y movimientos, su cuerpo simplemente se negó a reaccionar. No se trataba de algún sentimiento que pudiera ser peligroso; no era temor ni impotencia, sencillamente no encontraba razón alguna, salvo su propia paranoia, para lanzarse en un descabellado ataque. Y sí, fue cediendo terreno, hasta tener la espalda contra la pared. Se preguntó a sí mismo, de nuevo, qué es lo que debería hacer, y una y otra vez la respuesta fue la misma: Esperar. Tenía experiencia lidiando con seres humanos, pero eso que tenía enfrente definitivamente no lo era.
— Pffft... ¿Es que no es obvio? — ¿Y que no "ella" había hablado en japonés? Se llevó la palma de la diestra al rostro, casi a punto de soltar un suspiro de desdicha. ¿En qué demonios estaba pensando ese solitario y extraño científico como para crear a alguien como ella? Los dientes le rechinaron, pero pudo relajarse; de cualquier forma, no podía darse el lujo de perder los estribos ante alguien que muy posiblemente no le conocía. Lo único que se le ocurre, con el fin de... no parecer peligroso es asumir un cargo que no le pertenece.
Le señaló durante unos segundos y después apuntó hacia su pecho, como si quisiera usar señas para completar su mensaje. Logra separar los labios y, tras una enorme inhalación, se anima a responder la pregunta. — Aunque hubiera preferido un mejor escenario para conocernos... Argh, ya no importa. Soy Alec, tu creador y hay que irnos de aquí. — Ni bien terminó de hablar, tomó rumbo hacia la salida. Si se apuran, no van a tener muchos problemas en irse a quien sabe dónde... Ah, sí, debió pensar mejor en eso antes de ir por ahí como loco sin futuro.
Y sin embargo, a pesar de que su mente calculó diferentes acciones y movimientos, su cuerpo simplemente se negó a reaccionar. No se trataba de algún sentimiento que pudiera ser peligroso; no era temor ni impotencia, sencillamente no encontraba razón alguna, salvo su propia paranoia, para lanzarse en un descabellado ataque. Y sí, fue cediendo terreno, hasta tener la espalda contra la pared. Se preguntó a sí mismo, de nuevo, qué es lo que debería hacer, y una y otra vez la respuesta fue la misma: Esperar. Tenía experiencia lidiando con seres humanos, pero eso que tenía enfrente definitivamente no lo era.
— Pffft... ¿Es que no es obvio? — ¿Y que no "ella" había hablado en japonés? Se llevó la palma de la diestra al rostro, casi a punto de soltar un suspiro de desdicha. ¿En qué demonios estaba pensando ese solitario y extraño científico como para crear a alguien como ella? Los dientes le rechinaron, pero pudo relajarse; de cualquier forma, no podía darse el lujo de perder los estribos ante alguien que muy posiblemente no le conocía. Lo único que se le ocurre, con el fin de... no parecer peligroso es asumir un cargo que no le pertenece.
Le señaló durante unos segundos y después apuntó hacia su pecho, como si quisiera usar señas para completar su mensaje. Logra separar los labios y, tras una enorme inhalación, se anima a responder la pregunta. — Aunque hubiera preferido un mejor escenario para conocernos... Argh, ya no importa. Soy Alec, tu creador y hay que irnos de aquí. — Ni bien terminó de hablar, tomó rumbo hacia la salida. Si se apuran, no van a tener muchos problemas en irse a quien sabe dónde... Ah, sí, debió pensar mejor en eso antes de ir por ahí como loco sin futuro.
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Alec Blackburn
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