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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Lost Garden :: ✧ Elysium :: Oblivion :: Zona recreativa
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por Drake Steele Lun Jul 16, 2018 10:22 pm
La reunión con su gremio habría durado quizá un par de horas, ahí, se trataron algunos asuntos de autopreservación y una futura y enigmática misión. Drake se había mantenido atento a toda explicación y a los detalles, pues era un hombre que pecaba de cuidar esa clase de cosas, para no dejar margen al error. Era conocido por ser letal pese a su apariencia perezosa, y no por nada podía ser más peligroso, cualquier podría ignorarlo con suma facilidad mientras avanzaba en medio de la oscuridad. Era peligroso porque se hacía pasar por alguien que no existía, pero eso no quería decir que eso no fuese una falacia. Metódico, acabaría con duro, único golpe a su enemigo en plena faena militar, a veces sin necesidad de utilizar un arma como medio para alcanzarlo. Mientras avanzaba en medio de esos estrechos andadores, indiferente y con la mirada puesta en un infinito vacío sin mirar a los que le pasaban al lado, el hombrecillo giró de forma brusca en una esquina y se perdió en las escaleras que bajaban a un establecimiento subterráneo, una cafetería. Sus ropajes contrastaban con los del resto casi, pues no era muy común ver a un militar en lugares públicos, además de que todos quienes estaban dentro comenzaron a respirar un ambiente de peculiar tensión. Hoy en día, para muchos ver a fuerzas del orden público tan de cerca no representaba más que problemas.
Sintió de pronto como los comensales le clavaban la mirada, uno tras otro, pero eso no le impidió seguir avanzando hasta llegar a la mesa donde se sentó y se puso a mirar a través del cristal de la ventana. Una camarera se acercó y lo miró de manera poco apropiada, pero de igual manera, el dragón encubierto hizo su pedido que poco después fué llevado a su sitio: un frappe de frutas tropicales y algo de pie de maíz. El sitio estaba casi completamente abarrotado, pero casi nadie se atrevía a sentarse junto a la mesa en la que se encontraba él en soledad, porque claro, intimidaba a cualquiera, eso no era una novedad. Como sea, el chico disfrutaba de su soledad mientras daba pequeños sorbos de vez en vez a su bebida, y se preocupaba más por organizar sus ideas en lugar de sentir que se encontraba "de paseo". Jugó con el popote del envase un par de veces, como si el instinto humano le aflorara y vió como en el cielo las nubes comenzaban a conglomerarse anunciando una fría tormenta. Era simplemente perfecto. Finalmente, vió por el rabillo del ojo que alguien se acercaba a la mesita, cosa que le sacó de su enfoque al notar que no había pedido nada más, y que sería raro que la camarera regresase de nuevo, a menos que fuese para mirarlo con lascivia. Por ahí había algunas parejas, algunos niños, se miraban felices mientras se crecreaban después de un pesado día de trabajo, otros sin embargo, lo miraban de vez en cuando, y a algunas probablemente les despertó cierto interés o curiosidad. El dragon como sea, se mostraba frío y alejado de toda clase de convivencia, tanto así que cuando un niño se acercó para saludarlo, Drake se limitó a sonreír de forma casi forzada.
¿Quién era la persona que se acercaba? ¿Qué quería con él? Se quedó en silencio mirando por sobre el hombro, sintiendo que poco a poco la tensión en él aumentaba.
Sintió de pronto como los comensales le clavaban la mirada, uno tras otro, pero eso no le impidió seguir avanzando hasta llegar a la mesa donde se sentó y se puso a mirar a través del cristal de la ventana. Una camarera se acercó y lo miró de manera poco apropiada, pero de igual manera, el dragón encubierto hizo su pedido que poco después fué llevado a su sitio: un frappe de frutas tropicales y algo de pie de maíz. El sitio estaba casi completamente abarrotado, pero casi nadie se atrevía a sentarse junto a la mesa en la que se encontraba él en soledad, porque claro, intimidaba a cualquiera, eso no era una novedad. Como sea, el chico disfrutaba de su soledad mientras daba pequeños sorbos de vez en vez a su bebida, y se preocupaba más por organizar sus ideas en lugar de sentir que se encontraba "de paseo". Jugó con el popote del envase un par de veces, como si el instinto humano le aflorara y vió como en el cielo las nubes comenzaban a conglomerarse anunciando una fría tormenta. Era simplemente perfecto. Finalmente, vió por el rabillo del ojo que alguien se acercaba a la mesita, cosa que le sacó de su enfoque al notar que no había pedido nada más, y que sería raro que la camarera regresase de nuevo, a menos que fuese para mirarlo con lascivia. Por ahí había algunas parejas, algunos niños, se miraban felices mientras se crecreaban después de un pesado día de trabajo, otros sin embargo, lo miraban de vez en cuando, y a algunas probablemente les despertó cierto interés o curiosidad. El dragon como sea, se mostraba frío y alejado de toda clase de convivencia, tanto así que cuando un niño se acercó para saludarlo, Drake se limitó a sonreír de forma casi forzada.
¿Quién era la persona que se acercaba? ¿Qué quería con él? Se quedó en silencio mirando por sobre el hombro, sintiendo que poco a poco la tensión en él aumentaba.
Praesidium
Drake Steele
Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 05/07/2018
por Lucile Isabey Mar Jul 17, 2018 9:01 pm
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con Drake Steele
Apoyó la frente en el cristal de la máquina, rindiéndose ante la posibilidad de sacar un mísero peluche para decorar su escritorio. Ni con generar un vaivén en la garra colgante -la técnica más certera- sirvió de algo, las pinzas metálicas simplemente se aferraban un poco al objeto y este caía unos segundos después. Se avergonzó por encapricharse con un muñeco barato, solo podía justificar con lo bonito que se veía el oso y lo monótona que estaba su habitación, con las paredes, sábanas, y cortinas grisáceas, y su escritorio de madera sin nada encima. Llevaba alrededor de media hora intentando lidiar con ese juego tramposo y la carga de su tarjeta ya había llegado a cero. Maldijo internamente a su amiga, quien le había presumido que llegó a sacar tres peluches en quince minutos, le hervía la sangre el pensar que perdió contra una simple máquina aunque esta estuviese programada para ello.
Se alejó un poco y comprobó la hora en su celular, le quedaba tiempo a favor en su día de descanso…si es que podía llamarlo de esa manera, ya que debía cumplir con algunas tareas que le encargó su superior como de costumbre; la película mental de esa joven olvidándose de sus quehaceres y tratando de disculparse ante el hombre venía de a ratos y en formato de recordatorio para no cometer esa atrocidad una vez más. Aquello le traía un escalofrío que le recorría toda la columna, tuvo que sacudir la cabeza para despejarse de esos recuerdos y volver a la realidad. Quería quedarse más tiempo disfrutando de otros juegos, hacía tan solo pocos días que comenzó a frecuentar el lugar, pero la falta de dinero y los deberes la tenían con una cadena al cuello, ni hablar de la tortura que le estaba dando su cabeza con repetirle imágenes una y otra vez.
Con pasos desganados se dirigió hasta la entrada del establecimiento, el encargo que se encontraba más cerca suyo estaba en una cafetería a varios metros desde su ubicación actual, solo debía caminar y bajar por unas escaleras, luego allí retiraría un paquete de café en granos de una marca particular. Sonaba fácil.
Al llegar se le cayó la vida, literal.
Una larga fila de al menos diez personas estaba esperando en el mostrador, mientras unos cuantos se estaban metiendo entre ellos para hacer un reclamo o pedir algo. Se colocó al último, aprovechando que la paciencia era una de sus cualidad positivas y, como si la mala suerte del arcade la hubiese seguido por detrás, vio en el cielo lo que parecía ser una posible tormenta, de esas que no duran solo unos minutos. Dejó escapar un suspiro de frustración, arrepentida de creer que había sido una buena idea, prefería dejar para otro momento pensar cómo iba a salir sin paraguas y con los brazos descubiertos, de seguro pescaría un resfrío o tal vez algo peor, trayéndole dolores de cabeza a su jefe. En un intento de distraerse miró a su alrededor, más allá de la fila que se movía a paso lento, su mirada se posó en una pareja de ancianos que intercambiaban risas y muestras de cariño, provocando una sonrisa inconsciente en la chica. Se preguntó si algún día llegaría a estar en el lugar de ellos, y la sonrisa se le borró. Un niño pasó bruscamente por su lado yendo hacia el fondo. Entonces las personas y el ruido del lugar pasaron a segundo plano, todo se redujo a una mesa que se encontraba al lado de la ventana, que los demás veían de reojo y con muecas de disgusto, y que ella no se percató de su existencia. Olvidándose por un momento de su tarea, se salió de la fila y se acercó un poco. Le bastó unos segundos para comprender que no era la mesa lo que llamaba la atención y a la vez transmitía un sentimiento de pesadez en el ambiente, era la persona sentada allí. El niño de antes lo saludó con timidez y éste le devolvió una sonrisa evidentemente forzada. Nadie se atrevía a sentarse en la mesa de al lado, y no los culpaba, ella también se sentía intimidada por esa apariencia, que a su vez le parecía extraña y curiosa, pero no podía negarse a la idea que estaba rondando por su mente. Debía hacerlo, o al menos intentar. Se acercó lo suficiente, por no decir en frente de la mesa, e inspiró antes de inquirir su petición, la cual tenía que formular correctamente o se malinterpretaría, no sin antes sacar su cámara.
—Hola… —comenzó a hablar, sintiendo que los nervios se iban acrecentando y en cualquier momento el corazón se le escaparía por la boca—. Quisiera preguntar si te dejarías hacer una foto, así como estás, sin necesidad de mirar a la cámara. Me gusta captar momentos únicos, y este parece uno de ellos…
Tragó saliva al terminar. Las posibilidades de recibir una respuesta destructiva eran bastante altas pero no la detuvo para continuar, intentando sonar más simpática.
—Por cierto, tu ropa me agrada, ¿es de tu trabajo? —Preguntó con la inocencia de una niña, porque de verdad era la primera vez que veía un militar.
Se alejó un poco y comprobó la hora en su celular, le quedaba tiempo a favor en su día de descanso…si es que podía llamarlo de esa manera, ya que debía cumplir con algunas tareas que le encargó su superior como de costumbre; la película mental de esa joven olvidándose de sus quehaceres y tratando de disculparse ante el hombre venía de a ratos y en formato de recordatorio para no cometer esa atrocidad una vez más. Aquello le traía un escalofrío que le recorría toda la columna, tuvo que sacudir la cabeza para despejarse de esos recuerdos y volver a la realidad. Quería quedarse más tiempo disfrutando de otros juegos, hacía tan solo pocos días que comenzó a frecuentar el lugar, pero la falta de dinero y los deberes la tenían con una cadena al cuello, ni hablar de la tortura que le estaba dando su cabeza con repetirle imágenes una y otra vez.
Con pasos desganados se dirigió hasta la entrada del establecimiento, el encargo que se encontraba más cerca suyo estaba en una cafetería a varios metros desde su ubicación actual, solo debía caminar y bajar por unas escaleras, luego allí retiraría un paquete de café en granos de una marca particular. Sonaba fácil.
Al llegar se le cayó la vida, literal.
Una larga fila de al menos diez personas estaba esperando en el mostrador, mientras unos cuantos se estaban metiendo entre ellos para hacer un reclamo o pedir algo. Se colocó al último, aprovechando que la paciencia era una de sus cualidad positivas y, como si la mala suerte del arcade la hubiese seguido por detrás, vio en el cielo lo que parecía ser una posible tormenta, de esas que no duran solo unos minutos. Dejó escapar un suspiro de frustración, arrepentida de creer que había sido una buena idea, prefería dejar para otro momento pensar cómo iba a salir sin paraguas y con los brazos descubiertos, de seguro pescaría un resfrío o tal vez algo peor, trayéndole dolores de cabeza a su jefe. En un intento de distraerse miró a su alrededor, más allá de la fila que se movía a paso lento, su mirada se posó en una pareja de ancianos que intercambiaban risas y muestras de cariño, provocando una sonrisa inconsciente en la chica. Se preguntó si algún día llegaría a estar en el lugar de ellos, y la sonrisa se le borró. Un niño pasó bruscamente por su lado yendo hacia el fondo. Entonces las personas y el ruido del lugar pasaron a segundo plano, todo se redujo a una mesa que se encontraba al lado de la ventana, que los demás veían de reojo y con muecas de disgusto, y que ella no se percató de su existencia. Olvidándose por un momento de su tarea, se salió de la fila y se acercó un poco. Le bastó unos segundos para comprender que no era la mesa lo que llamaba la atención y a la vez transmitía un sentimiento de pesadez en el ambiente, era la persona sentada allí. El niño de antes lo saludó con timidez y éste le devolvió una sonrisa evidentemente forzada. Nadie se atrevía a sentarse en la mesa de al lado, y no los culpaba, ella también se sentía intimidada por esa apariencia, que a su vez le parecía extraña y curiosa, pero no podía negarse a la idea que estaba rondando por su mente. Debía hacerlo, o al menos intentar. Se acercó lo suficiente, por no decir en frente de la mesa, e inspiró antes de inquirir su petición, la cual tenía que formular correctamente o se malinterpretaría, no sin antes sacar su cámara.
—Hola… —comenzó a hablar, sintiendo que los nervios se iban acrecentando y en cualquier momento el corazón se le escaparía por la boca—. Quisiera preguntar si te dejarías hacer una foto, así como estás, sin necesidad de mirar a la cámara. Me gusta captar momentos únicos, y este parece uno de ellos…
Tragó saliva al terminar. Las posibilidades de recibir una respuesta destructiva eran bastante altas pero no la detuvo para continuar, intentando sonar más simpática.
—Por cierto, tu ropa me agrada, ¿es de tu trabajo? —Preguntó con la inocencia de una niña, porque de verdad era la primera vez que veía un militar.
Praesidium
Lucile Isabey
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por Drake Steele Miér Jul 18, 2018 9:40 pm
Se quedó un momento pensativo mirando por ahí una vez el mocoso se fué, y de nueva cuenta su atención se clavó en el exterior cuando un gran estruendo provinó de las alturas, un trueno. Sabía que comenzaría a llover pronto, y no pasó mucho cuando las suaves gotas de cristalina lluvia comenzaron a caer sobre aquél cristal donde a duras penas se veía el reflejo de su masculino rostro empañado por los mechones de cabello que caían desde arriba. ¿Era tanto pedir tener un día perfecto? Por lo menos ese capricho, la lluvia, se lo habían concedido los dioses, ahora tendría que lidiar solamente con aquella silueta que se miraba por el rabillo del ojo. Estaba a punto de mirar de lleno a esa figura que resultó hablarle antes, una voz sutil y aguda, una mujer. Cuando volteó la cabeza para ver con detalle descubrió que se trataba de una rubia que parecía tener unas intenciones muy curiosas para con él. ¿Una fotografía? Claro, pasó por alto que ésta antes lo había saludado pero se quedó en silencio todavía maquinando como respondería. Arrugó la cara y mostró casi los dientes, exasperado, y estuvo a punto de maldecir cuando se detuvo, simplemente porque ahora llovía y eso le agradaba, no podía ser tan agresivo ahora que los dioses lo habían escuchado. Separó los labios mientras miraba hacia la superficie de la mesa, moviendo los ojos de un lado a otro lentamente como si todavía lo estuviese pensando — Eh... una foto será — Dijo en tono muy serio, regresando a su posición inicial en la que veía hacia el cristal con la cabeza apoyada sobre la mano, indiferente.
— Soy un soldado — Sacó de uno de sus bolsillos un arma pequeña de color plateada y mostró que del colgante en su espalda iba una metralleta corta. — ¿Alguna cosa más? — Su labio inferior protruyó como si fuese un niño aburrido en una clase de última hora. Vaya peticiones más raras las de los humanos de esa década. — ¿La has tomado ya? — Inquirió el dragón mientras daba su último sorbo a la bebida y miraba de reojo a la chica de ojos azules. No iba a quedarse mucho tiempo, pues era tarde y tenía que caminar mucho todavía hasta llegar a la cordillera lejana que era su territorio y hogar, caminar bajo la lluvia era de esos placeres culposos que no se negaba pues no le importaba mojarse. — Y a todo ésto ¿para qué quieres la foto? — Ésta vez subió el brazo y lo estiró en longitud del respaldo del sillón de piel sobre el que estaba sentado y la miró don cierta frialdad, recorriendo con los ojos gran parte de su cuerpo sin prestarle mucha atención realmente a algo en particular, hasta que de nueva cuenta la miró a los ojos, ésta vez de forma menos cohibida que antes, pues demandaba una explicación.
Tratar de engañarlo sería fútil, y en caso de que la actitud de la chica le hiciera levantar sospechas llegaría muy lejos. De todos modos, ¿eso que no era invasión personal? Estaba bien la explicación que le había dado antes, pero no le era suficiente. Sabía perfectamente que existían esas redes sociales donde subían toda clase de porquerías y no iba a ser víctima de los juegos de una mocosa que pertenecía a una generación que, aunque no consideraba inferior como el resto de los de su especie, le merecían respeto. Así pues, con su mirada fría clavada en la persona contraria, esperó la respuesta correspondiente a su pregunta, una respuesta que deseaba fuese consistente.
— Soy un soldado — Sacó de uno de sus bolsillos un arma pequeña de color plateada y mostró que del colgante en su espalda iba una metralleta corta. — ¿Alguna cosa más? — Su labio inferior protruyó como si fuese un niño aburrido en una clase de última hora. Vaya peticiones más raras las de los humanos de esa década. — ¿La has tomado ya? — Inquirió el dragón mientras daba su último sorbo a la bebida y miraba de reojo a la chica de ojos azules. No iba a quedarse mucho tiempo, pues era tarde y tenía que caminar mucho todavía hasta llegar a la cordillera lejana que era su territorio y hogar, caminar bajo la lluvia era de esos placeres culposos que no se negaba pues no le importaba mojarse. — Y a todo ésto ¿para qué quieres la foto? — Ésta vez subió el brazo y lo estiró en longitud del respaldo del sillón de piel sobre el que estaba sentado y la miró don cierta frialdad, recorriendo con los ojos gran parte de su cuerpo sin prestarle mucha atención realmente a algo en particular, hasta que de nueva cuenta la miró a los ojos, ésta vez de forma menos cohibida que antes, pues demandaba una explicación.
Tratar de engañarlo sería fútil, y en caso de que la actitud de la chica le hiciera levantar sospechas llegaría muy lejos. De todos modos, ¿eso que no era invasión personal? Estaba bien la explicación que le había dado antes, pero no le era suficiente. Sabía perfectamente que existían esas redes sociales donde subían toda clase de porquerías y no iba a ser víctima de los juegos de una mocosa que pertenecía a una generación que, aunque no consideraba inferior como el resto de los de su especie, le merecían respeto. Así pues, con su mirada fría clavada en la persona contraria, esperó la respuesta correspondiente a su pregunta, una respuesta que deseaba fuese consistente.
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