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Take Me Home — Privado
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por Ismail El-Hashim Lun Jul 09, 2018 7:11 pm
Habían pasado unas semanas ya desde aquel... extraño encuentro con la muchacha de cabellos albinos. Si bien no había salido del todo bien, Ismail estaba casi completamente seguro que la conocía de algún lado y ella intentaba por todos los medios hacerse la tonta. Tal vez esos sueños no eran más que eso; sueños. Pero para él se sentían demasiado reales, porque el aroma de su piel, el sabor de esta y la marca en su cuello... Todo le traían recuerdos de una vida pasada que sentía no le correspondía por más que fuera él al que estaba viendo en esos sueños. Si no fue hasta que directamente, cansado de las idas y vueltas directamente la citó. ¿A dónde? A su dormitorio, obviamente. No tenía mejor lugar, tampoco es que fuese a usar el estudio tan solo para una charla con una empleada en la cual estaba interesado. Para él ese tipo de pequeñeces no merecían tantas formalidades. Definitivamente estaba decidido a hacerle entender o al menos averiguar si sus sospechas eran ciertas.
— "Señor ... ¿hay algo en lo que le pueda ayudar?" — preguntó uno de los sirvientes que entró de golpe al dormitorio de Ismail. Este, acomodándose un poco el cabello suspiró y le miró con algo de desdén, aunque no demasiado hostil. — ¿Qué te dije de golpear la puerta antes de entrar? ... Un día de estos entrarás cuando esté desnudo, ¿y cual será tu excusa en ese momento? — suspiró pesadamente, sin darle oportunidad al contrario de disculparse volvió a hablar. — Necesito que traigan a la jardinera que contrataron hace poco. — pidió. A lo que el sirviente agachó un poco la cabeza y habló. — "Espero no moleste que pregunte, mi señor... ¿Pero para qué precisa la presencia de una sirvienta como ella?" — osó preguntar. A lo que Ismail rechistó, girando los ojos en blanco y moviendo su mano en ademán de que el sirviente se retirara.
— ¿Desde cuándo a un sirviente como tú le importa lo que tenga yo que hablar con la jardinera? Quizás no me gustó cómo dejó las flores, vete ya... no tendrás nada que cotillear con los demás hoy. — sentenció. Y así fue como el hombre asintiendo algo avergonzado, se fue de allí cerrando la puerta.
Buscó por la jardinera, a ver si la encontraba en el patio. Y eso hizo. Solamente que con desdén la miró y le habló con un tono de superioridad... siendo este alguien que pasaba adentro de la casa, obviamente que se sentía con más derechos que una simple jardinera que se encargaba de las plantas externas y algunas veces las de adentro; nada más. Para él era nada, y él se sentía con derecho de ningunearla por alguna razón. — "Señor El-Hashim te espera en sus aposentos, seguro hiciste algo mal... como siempre." — decía con el mentón alzado, sacando pecho incluso. Soberbio de mierda. De todas formas tras decir eso, este se retiró dejando sola de nuevo a la peliblanca. Ismail mientras tanto esperaba por ella, sentado a los pies de la cama, con las piernas cruzadas, vistiendo un traje blanco, de camisa roja y corbata roja. Con sus característicos colgantes de oro en las orejas. La única diferencia a lo usual, es que ese día estaba usando guantes blancos, por alguna razón particular; casi nunca lo hacía.
— "Señor ... ¿hay algo en lo que le pueda ayudar?" — preguntó uno de los sirvientes que entró de golpe al dormitorio de Ismail. Este, acomodándose un poco el cabello suspiró y le miró con algo de desdén, aunque no demasiado hostil. — ¿Qué te dije de golpear la puerta antes de entrar? ... Un día de estos entrarás cuando esté desnudo, ¿y cual será tu excusa en ese momento? — suspiró pesadamente, sin darle oportunidad al contrario de disculparse volvió a hablar. — Necesito que traigan a la jardinera que contrataron hace poco. — pidió. A lo que el sirviente agachó un poco la cabeza y habló. — "Espero no moleste que pregunte, mi señor... ¿Pero para qué precisa la presencia de una sirvienta como ella?" — osó preguntar. A lo que Ismail rechistó, girando los ojos en blanco y moviendo su mano en ademán de que el sirviente se retirara.
— ¿Desde cuándo a un sirviente como tú le importa lo que tenga yo que hablar con la jardinera? Quizás no me gustó cómo dejó las flores, vete ya... no tendrás nada que cotillear con los demás hoy. — sentenció. Y así fue como el hombre asintiendo algo avergonzado, se fue de allí cerrando la puerta.
Buscó por la jardinera, a ver si la encontraba en el patio. Y eso hizo. Solamente que con desdén la miró y le habló con un tono de superioridad... siendo este alguien que pasaba adentro de la casa, obviamente que se sentía con más derechos que una simple jardinera que se encargaba de las plantas externas y algunas veces las de adentro; nada más. Para él era nada, y él se sentía con derecho de ningunearla por alguna razón. — "Señor El-Hashim te espera en sus aposentos, seguro hiciste algo mal... como siempre." — decía con el mentón alzado, sacando pecho incluso. Soberbio de mierda. De todas formas tras decir eso, este se retiró dejando sola de nuevo a la peliblanca. Ismail mientras tanto esperaba por ella, sentado a los pies de la cama, con las piernas cruzadas, vistiendo un traje blanco, de camisa roja y corbata roja. Con sus característicos colgantes de oro en las orejas. La única diferencia a lo usual, es que ese día estaba usando guantes blancos, por alguna razón particular; casi nunca lo hacía.
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por Aina Kielo Dom Jul 15, 2018 1:26 am
¿Qué era sentimiento constante? Su cabeza espaciaba más de lo normal, aunque no era raro tomando en cuenta de lo que había pasado semanas antes, había dejado todo claro y no necesitaba explicarse más. Sin embargo, ahí también paso algo extraño, jamás se hubiera interpuesto a la decisión de alguno de sus jefes anteriores, era cierto que nunca fue alguien que diera el primer paso para oponerse a los demás, pero hacer lo que había hecho, llegar al punto de gritarle como si fuera un niño regañado era algo que en su vida había hecho, lo peor era que sentía que se lo merecía. Cerró un momento los ojos mientras sostenía una flor entre sus dedos y para luego tomar un aire profundo antes de dejarla sobre la canasta. Sus manos llenas de tierra, su rostro y rodillas, bajo el sol solo contemplaba lo que había hecho para hacer un arreglo como le habían indicado. La verdad todo era tan confuso, incluso esas semanas había estado teniendo pequeños episodios y sueños bastante raros, se sentían tan reales, incluso un día casi caía por las escaleras por estar soñando despierta pero se sentían tan reales que no podía evitarlo, como si pasara a otro plano de lleno, aunque su cuerpo en esos momentos se sentía diferente.
En ese momento su mente despertó con un llamado. Ahí se dio cuenta que ya estaba colocando la canasta sobre la mesa en modo automático. Pestañó incrédula un momento antes de dirigirse hacia la persona. No prestó mucha atención a la manera en la que le habló porque aún estaba algo ida, solo hizo una pequeña reverencia antes de golpearse la cara, al hacerlo sintió un frío inminente sobre sus mejillas, se confundió un poco y al verse las manos llenas de tierra se percató que de seguro se había manchado toda la cara de eso. Dio un salto sobre sí y corrió al baño para al menos lavarse la cara y las manos. Cuando levantó la cabeza la imagen de una persona distinta a ella se reflejó en el espejo, pálido, con ojos entristecidos y una marca roja en el cuello que progresivamente desprendió sangre. Se horrorizó un momento dando un paso hacia atrás, del susto llevó sus manos hasta su cuello porque sintió una fina presión sobre este cuando contempló eso. Su rostro palideció pero llamaron a la puerta inmediatamente así trató de no pensar mucho en eso.
A pasos apresurados se movió por la casa, al entrar se dio cuenta que nunca había pasado de las afueras y zonas más comunes, al subir las escaleras no paraba de admirar la arquitectura, algo drástica para su gusto así pero no dejaba de ser hermosa. El pasillo que le invitaba le produjo algo de nervios abrazándose sobre sí misma, mientras caminaba sentía que sus pies no le pertenecían, como si caminara alguien más por ella terminó en la puerta con una mano sobre la madera, el pequeño golpe que dio la trajo a la realidad de nuevo, no era como si durmiera, la verdad estaba consciente de lo que hacía, solo que no se sentía como si fuera ella – Es Aina, la jardinera – Se anunció algo vacilante, incluso su voz tembló un poco mientras esperaba para entrar.
Cuando entró abrió la boca de nuevo un poco más formal – ¿Necesita algo…? – Su alteza casi espeta con algo de confusión, apretó los labios de nuevo confundida para regresar a su ser algo más reservada presionar sus manos un tanto nerviosa porque imaginaba que estaba ahí para ser reprendida o despedida por su actitud pasada, quizás eso o que directamente había hecho algo mal como le habían dicho con anterioridad. Pero ahora realmente eso no le importaba porque estaba pasando por muchas cosas que no comprendía para preocuparse por un trabajo, por más agradable que fuera y tuviera buenos ingresos, se sentía ida de esa realidad y con el tiempo perdería la cabeza.
En ese momento su mente despertó con un llamado. Ahí se dio cuenta que ya estaba colocando la canasta sobre la mesa en modo automático. Pestañó incrédula un momento antes de dirigirse hacia la persona. No prestó mucha atención a la manera en la que le habló porque aún estaba algo ida, solo hizo una pequeña reverencia antes de golpearse la cara, al hacerlo sintió un frío inminente sobre sus mejillas, se confundió un poco y al verse las manos llenas de tierra se percató que de seguro se había manchado toda la cara de eso. Dio un salto sobre sí y corrió al baño para al menos lavarse la cara y las manos. Cuando levantó la cabeza la imagen de una persona distinta a ella se reflejó en el espejo, pálido, con ojos entristecidos y una marca roja en el cuello que progresivamente desprendió sangre. Se horrorizó un momento dando un paso hacia atrás, del susto llevó sus manos hasta su cuello porque sintió una fina presión sobre este cuando contempló eso. Su rostro palideció pero llamaron a la puerta inmediatamente así trató de no pensar mucho en eso.
A pasos apresurados se movió por la casa, al entrar se dio cuenta que nunca había pasado de las afueras y zonas más comunes, al subir las escaleras no paraba de admirar la arquitectura, algo drástica para su gusto así pero no dejaba de ser hermosa. El pasillo que le invitaba le produjo algo de nervios abrazándose sobre sí misma, mientras caminaba sentía que sus pies no le pertenecían, como si caminara alguien más por ella terminó en la puerta con una mano sobre la madera, el pequeño golpe que dio la trajo a la realidad de nuevo, no era como si durmiera, la verdad estaba consciente de lo que hacía, solo que no se sentía como si fuera ella – Es Aina, la jardinera – Se anunció algo vacilante, incluso su voz tembló un poco mientras esperaba para entrar.
Cuando entró abrió la boca de nuevo un poco más formal – ¿Necesita algo…? – Su alteza casi espeta con algo de confusión, apretó los labios de nuevo confundida para regresar a su ser algo más reservada presionar sus manos un tanto nerviosa porque imaginaba que estaba ahí para ser reprendida o despedida por su actitud pasada, quizás eso o que directamente había hecho algo mal como le habían dicho con anterioridad. Pero ahora realmente eso no le importaba porque estaba pasando por muchas cosas que no comprendía para preocuparse por un trabajo, por más agradable que fuera y tuviera buenos ingresos, se sentía ida de esa realidad y con el tiempo perdería la cabeza.
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por Ismail El-Hashim Miér Jul 18, 2018 9:17 pm
Sentado esperaba pacientemente por ella, hasta que la puerta a su dormitorio fue abierta lentamente; su presencia le hacía sonreír de medio labio. Sus palabras aún más debido a que notaba que muy bien no estaba, ¿tendría miedo de lo que pudiera decirle o hacerle, o solo había sido mentalizada a creer que algo malo había hecho? Ismail no se hizo esperar, indicándole de que si lo deseaba podía tomar asiento en una silla que estaba especialmente acomodada frente a él, aunque tampoco se negaba a que ella tomara asiento a su lado. — Te llamé no porque hayas hecho algo mal, estoy casi cien porciento seguro que eso fue lo que te dijo el sirviente que te fue a buscar. — decía sabiendo a la perfección la manera envidiosa que tenían de tratar a los demás, creyéndose superiores por trabajar en la servidumbre interna de la casa y no como jardinera. Un trabajo más humilde, pero no menos importante... encargada de la decoración de la casa a fin de cuentas; tanto afuera como adentro. — Toma asiento. — dijo aún cruzado de piernas. Esperó que hiciera caso a su petición, y tras esto volvió a dirigirle la palabra.
— Te llamé porque tu actitud anterior la verdad es que me tomó de sorpresa. ¿Por qué te escudaste tanto cuando vi la marca de tu cuello? — preguntó con sincera curiosidad, aunque era imposible para él mantener la compostura a la hora de charlar con alguien. Siempre debía mostrar esa actitud suya tan ... egocéntrica que tenía, narcisista. — Creo yo haber dejado en claro que no muerdo, y en todo caso que lo haga no va a ser fuerte. — bromeó, emitiendo una pequeña risotada antes de desviar la mirada por unos momentos. Suspiró y volvió su ver a los ojos de la contraria nuevamente. — No deberías sentir vergüenza de estar al lado de alguien como yo ... además, ¿no se supone que así debe ser? — preguntó ya siendo un poco más misterioso con la forma en la que le decía esas palabras. Sus memorias... aún estaban ahí, vigentes. Solo que iban y venían en forma de sueños, sueños que no podía confirmar aún, porque no se sentía en su cuerpo, y tampoco la veía a ella de la misma manera. Pero esa marca en el cuello... sin lugar a dudas le resultaba familiar, porque era la misma marca que veía en la persona que estaba en sus sueños; la única diferencia: No era una mujer.
— Tengo algo que preguntarte ... algo que probablemente tú misma te has cuestionado en estos días desde el día en que llegaste y me viste por primera vez —hizo una pausa, encogiéndose fugazmente de hombros. ¿Sería buena idea decirle algo así? ¡Bah! No importaba, a esas alturas ya era demasiado tarde para echarse atrás, especialmente por lo que ya habían vivido juntos en esos pocos días que ella llevaba como empleada—. ¿Qué harías tú por mi? — preguntó. — No como una sirvienta, si no como persona ... ¿qué serías capaz de hacer? — agregó, algo insistente. Se levantó, caminando taciturno hacia ella y le tomó gentilmente del mentón. — ¿Acaso ... darías tu vida por mi si te lo pidiera? — soltó aquello de golpe, sin previo aviso. Quería confirmar sus sospechas, si todos esos sueños se trataban de ellos dos, o solamente sueños de una vida que no era siquiera la suya. Directamente no podía saberlo con exactitud, pero deseaba saberlo, su sed de tener todo bajo orden y encontrarle una solución a todo pronto era lo que lo mantenía vivo básicamente. Su necesidad de estar seguro de algo, no podía evitarlo.
— Te llamé porque tu actitud anterior la verdad es que me tomó de sorpresa. ¿Por qué te escudaste tanto cuando vi la marca de tu cuello? — preguntó con sincera curiosidad, aunque era imposible para él mantener la compostura a la hora de charlar con alguien. Siempre debía mostrar esa actitud suya tan ... egocéntrica que tenía, narcisista. — Creo yo haber dejado en claro que no muerdo, y en todo caso que lo haga no va a ser fuerte. — bromeó, emitiendo una pequeña risotada antes de desviar la mirada por unos momentos. Suspiró y volvió su ver a los ojos de la contraria nuevamente. — No deberías sentir vergüenza de estar al lado de alguien como yo ... además, ¿no se supone que así debe ser? — preguntó ya siendo un poco más misterioso con la forma en la que le decía esas palabras. Sus memorias... aún estaban ahí, vigentes. Solo que iban y venían en forma de sueños, sueños que no podía confirmar aún, porque no se sentía en su cuerpo, y tampoco la veía a ella de la misma manera. Pero esa marca en el cuello... sin lugar a dudas le resultaba familiar, porque era la misma marca que veía en la persona que estaba en sus sueños; la única diferencia: No era una mujer.
— Tengo algo que preguntarte ... algo que probablemente tú misma te has cuestionado en estos días desde el día en que llegaste y me viste por primera vez —hizo una pausa, encogiéndose fugazmente de hombros. ¿Sería buena idea decirle algo así? ¡Bah! No importaba, a esas alturas ya era demasiado tarde para echarse atrás, especialmente por lo que ya habían vivido juntos en esos pocos días que ella llevaba como empleada—. ¿Qué harías tú por mi? — preguntó. — No como una sirvienta, si no como persona ... ¿qué serías capaz de hacer? — agregó, algo insistente. Se levantó, caminando taciturno hacia ella y le tomó gentilmente del mentón. — ¿Acaso ... darías tu vida por mi si te lo pidiera? — soltó aquello de golpe, sin previo aviso. Quería confirmar sus sospechas, si todos esos sueños se trataban de ellos dos, o solamente sueños de una vida que no era siquiera la suya. Directamente no podía saberlo con exactitud, pero deseaba saberlo, su sed de tener todo bajo orden y encontrarle una solución a todo pronto era lo que lo mantenía vivo básicamente. Su necesidad de estar seguro de algo, no podía evitarlo.
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por Aina Kielo Mar Jul 24, 2018 11:02 pm
Se afligió un poco por sus palabras, dio en el clavo evidentemente. Guardó silencio por ello porque tenía razón, al menos se liberó un poco de que no estaba ahí para reprenderla entonces ¿Para qué? Tomó una silla de la habitación y acató a la orden sentándose a escasos metros de él juntando las rodillas apoyando las manos sobre éstas mirándole algo cohibida porque no tenía idea del porqué estaba ahí. No era para un regaño como le había dicho; aún estaba algo confundida por su actitud de hacía unas semanas, toda la situación le había parecido tan extraña ¿Qué querría él con alguien como ella? Era común, un empleado más, quizás estaba mucho más abajo tomando en cuenta la naturaleza algo sucia de su trabajo, además no era exactamente el ser más delicado que pisaba la faz de la tierra. Lo único cierto era que desde que pisó esa casa miles de cosas extrañas le habían estado pasando, últimamente le había asustado un poco la veracidad de las mismas, el último hecho hacía minutos atrás, quizás debía aprovechar la oportunidad para plantearle su renuncia ante todo eso… Quizás…
Apretó los labios en una expresión de confusión por sus palabras, ahora la sorprendida era ella – ¿Escudarme? – No le había parecido que actuó de manera defensiva, todo lo contrario, encontraba algo inútil tener que hablar de una cosa tan trivial y común como lo sería una marca de nacimiento. Deslizó sus dedos un momento por su cuello buscando las palabras correctas – No era defensiva es solo… Que no es la gran cosa. Es solo algo con lo que nací y listo, no es una cicatriz por algún evento necesariamente importante o alguna historia interesante. Muchos piensan que sí cuando la ven pero no tiene nada que ver – Expresó con cierto tono amargo porque muchos ojos se decepcionaron frente a ella ante esa cruda realidad, si bien estaba consiente que parecía algo que podría tener una historia interesante, no la tenía.
Sin embargo, cuando siguió hablando creía que entendía su punto, en ese momento su sangre empezó a correr un poco más de lo que normalmente hacía, en un intento defensivo bajó la cabeza de nuevo hacia sus extremidades tensando un poco sus nudillos. No era por la pregunta que había estado escudándose, había sido su actitud sobretodo, la misma con la que ahora estaba actuando de esa manera, por alguna razón siempre le intimidaron las personas así y lo que le hacía cerrarse aún más era qué… Con él no parecía ser así, sentía que debía replicarle, cuando actuaba de manera superior o arrogante que debía reprocharle e indicarle que estaba mal, que sus comentarios no eran adecuados, como si realmente ella fuera alguien para hacerlo, como había pasado semanas antes, ese impulso que le llevó tan abstractamente a levantar la voz cuando con otra persona hubiera cerrado la boca no aplicaba con él.
Sus palabras empezaban a hacer eco en su cabeza, una y otra vez. Simplemente mordió sus labios sin poder espetar algo convenciéndose así misma que estaba mal tener que responder porque sentía que la respuesta no sería adecuada. Su visión se volvió algo borrosa un momento y de alguna manera la habitación parecía algo distorsionada, como si las cosas a su alrededor estuvieran allí pero fueran… Diferentes, otro color, otras formas; incluso el hombre frente a ella parecía otra persona más ¿Femenina? Su cabeza saltó levemente ante la pregunta. Sacudió un poco la misma planteándose que estaba en esa realidad y le preocupaba más su sanidad mental a ese punto. Intentó hacer un esfuerzo por rozar la normalidad mirándole interesada por sus palabras – ¿Algo de la primera vez que lo vi? – Ladeó la cabeza llevando su dedo índice a su mejilla pensando en ello pero al acercarse a ella su piel se erizó, llevó inmediatamente sus dedos al borde de la silla tensando cada parte de su cuerpo. A pesar de que alzó su barbilla mantuvo la cabeza abajo – N-No lo sé – Respondió casi inmediatamente, como si no atendió a sus palabras lo cual podría ser verdad.
Pero la pregunta hizo eco repetidas veces en su cabeza, de un momento a otro pequeños flashes golpearon su cabeza, como si pequeñas agujas se introdujeran en sus sienes. Su mirada se perdió en la esquina de la habitación, sentía que podría desmayarse en cualquier momento, pero ahí había una pequeña bandeja con comida entonces lo recordó – Es la hora de la merienda… Hoy hay – <> una voz en su cabeza que no era la de ella completó la palabra. Alzó inmediatamente la mirada y frente a ella estaba una persona distinta al hombre. Una sensación cálida se deslizó por su mejilla hasta su barbilla ¿Por qué estaba llorando? Así de la nada. Al darse cuenta de ello se apartó un momento para limpiar sus lágrimas – Perdón. Es sólo que no sé qué está pasando, princesa – Su cabeza por un momento se quebró al decir eso ¿Por qué tenía que ser tan idiota? – ¡Ah! ¡Señor Ismail! ¡Perdón perdón! ¿Puede repetir la pregunta? – Intentó aislar ese pequeño error enfocándose nuevamente en la pregunta, aunque no sabía ya que era peor de explicar, si uno o lo otro. Se sentía acorralada ¿Por qué las cosas tendrían que ser así justo ahora?
Apretó los labios en una expresión de confusión por sus palabras, ahora la sorprendida era ella – ¿Escudarme? – No le había parecido que actuó de manera defensiva, todo lo contrario, encontraba algo inútil tener que hablar de una cosa tan trivial y común como lo sería una marca de nacimiento. Deslizó sus dedos un momento por su cuello buscando las palabras correctas – No era defensiva es solo… Que no es la gran cosa. Es solo algo con lo que nací y listo, no es una cicatriz por algún evento necesariamente importante o alguna historia interesante. Muchos piensan que sí cuando la ven pero no tiene nada que ver – Expresó con cierto tono amargo porque muchos ojos se decepcionaron frente a ella ante esa cruda realidad, si bien estaba consiente que parecía algo que podría tener una historia interesante, no la tenía.
Sin embargo, cuando siguió hablando creía que entendía su punto, en ese momento su sangre empezó a correr un poco más de lo que normalmente hacía, en un intento defensivo bajó la cabeza de nuevo hacia sus extremidades tensando un poco sus nudillos. No era por la pregunta que había estado escudándose, había sido su actitud sobretodo, la misma con la que ahora estaba actuando de esa manera, por alguna razón siempre le intimidaron las personas así y lo que le hacía cerrarse aún más era qué… Con él no parecía ser así, sentía que debía replicarle, cuando actuaba de manera superior o arrogante que debía reprocharle e indicarle que estaba mal, que sus comentarios no eran adecuados, como si realmente ella fuera alguien para hacerlo, como había pasado semanas antes, ese impulso que le llevó tan abstractamente a levantar la voz cuando con otra persona hubiera cerrado la boca no aplicaba con él.
Sus palabras empezaban a hacer eco en su cabeza, una y otra vez. Simplemente mordió sus labios sin poder espetar algo convenciéndose así misma que estaba mal tener que responder porque sentía que la respuesta no sería adecuada. Su visión se volvió algo borrosa un momento y de alguna manera la habitación parecía algo distorsionada, como si las cosas a su alrededor estuvieran allí pero fueran… Diferentes, otro color, otras formas; incluso el hombre frente a ella parecía otra persona más ¿Femenina? Su cabeza saltó levemente ante la pregunta. Sacudió un poco la misma planteándose que estaba en esa realidad y le preocupaba más su sanidad mental a ese punto. Intentó hacer un esfuerzo por rozar la normalidad mirándole interesada por sus palabras – ¿Algo de la primera vez que lo vi? – Ladeó la cabeza llevando su dedo índice a su mejilla pensando en ello pero al acercarse a ella su piel se erizó, llevó inmediatamente sus dedos al borde de la silla tensando cada parte de su cuerpo. A pesar de que alzó su barbilla mantuvo la cabeza abajo – N-No lo sé – Respondió casi inmediatamente, como si no atendió a sus palabras lo cual podría ser verdad.
Pero la pregunta hizo eco repetidas veces en su cabeza, de un momento a otro pequeños flashes golpearon su cabeza, como si pequeñas agujas se introdujeran en sus sienes. Su mirada se perdió en la esquina de la habitación, sentía que podría desmayarse en cualquier momento, pero ahí había una pequeña bandeja con comida entonces lo recordó – Es la hora de la merienda… Hoy hay – <
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por Ismail El-Hashim Sáb Ago 18, 2018 5:50 pm
"Perdón. Es sólo que no sé qué está pasando, princesa."
Una sonrisa pequeña se dibujó en el rostro de Ismail inmediatamente escuchó eso. Estaba convencido ahora de que sus sueños no eran solo eso, era otra vida que había tenido. Era perfectamente consciente de que su raza le permitía resurgir de las cenizas de su anterior vida con el infortunio de no recordar nada en absoluto. ¿Pero acaso eso era del todo cierto? Ahora que se lo ponía a pensar, esos susodichos sueños podrían ser en realidad recuerdos guardados en su mente, tan fuertes que se negaban a desaparecer así como si nada. Una leve carcajada escapó por los labios del rubio, el cual aún sentado a los pies de la cama miraba fijo a los ojos de Aina. Aquella chica que tan inocente intentaba por todos los medios negar que estaba pasándole lo mismo que a él. —Lo que me preocupa es que luego de haber dicho eso, quieras negar que algo te está pasando. —expresó, levantándose lentamente de la cama. Caminó hasta donde estaba Aina y apoyó sus manos en las rodillas de la albina.
Miró fijo sus ojos, mostrando aún esa leve sonrisa en su rostro. —En mis sueños me decían de la misma manera, me llamaban como tú lo acabas de hacer —dijo en un suave susurrido frente a los labios de Aina. —¿Por qué me llamas princesa, cuando puedo ser un rey? —cuestionó. No es que le importara realmente ese ínfimo detalle. Es más, con lo dicho hasta el momento ya tenía suficiente como para convencerse de que no era solo una tonta coincidencia y nada más.
—No creo que sea necesario repetir la pregunta, pero de todos modos lo haré porque me lo pides tan amablemente —susurró. Se mordió por un segundo el labio antes de susurrar contra su oreja izquierda, haciendo que sus labios rozaran el lóbulo de esta. —¿Darías tu vida por mi, sacrificarías tu futuro por el mío? —preguntó. Se puso frente a su rostro nuevamente, acercándose a sus mejillas y besando las lágrimas que habían brotado lentamente deslizándose por su cara. No entendía por qué lloraba, ¿tal vez su pasado era mucho peor que el suyo? ¿O sus recuerdos estaban a medias? No había forma para Ismail de saberlo con exactitud, aún y con los sueños que tenía ocasionalmente que le contaban sobre vidas pasadas. Vidas que, al parecer, había compartido con aquella bella joven frente a él.
Tras esto emitió una suave risotada, encogiéndose levemente de hombros y caminando de espaldas a la cama nuevamente. Se sentó a los pies y se cruzó de piernas, mirándole a los ojos a todo momento. Suspiró con suavidad debido a que le gustaba en demasía el hecho de haber encontrado a esa persona de sus sueños. Ya no tenía dudas de ello, era como si por alguna extraña razón lo sentía en el centro de su pecho, una sensación que a cada segundo se hacía más fuerte como una ardiente llama que consumía lentamente su corazón.
—Dime lo que piensas, Aina. ¿Recuerdas algo, tienes sueños como los que yo tengo? No tengas miedo que no muerdo —hizo una pausa fugaz, resoplando por la nariz—. A no ser que me lo pidas. —agregó. Soltando una suave carcajada burlona, le miró con una pequeña sonrisa. Más allá de lo engreído, lanzado que podía ser... era capaz también de ser amable en cierta medida. —Es extraño, pero siento que no es la primera vez que nos vemos, y cuando toqué tu cuello sentí algo que me no debería. —expresó, cerrando los ojos unos momentos al decir lo siguiente. —Sentí que te conocía más de lo que me gustaría, Aina. —culminó. —¿Quién eres realmente? —preguntó al elevar su mirar nuevamente y abrir los ojos. Estaba consciente de que decir eso seguro confundiría más a la peliblanca, pero deseaba ver cuánto podía presionarla, hasta dónde era capaz de llegar ella si es que él no se equivocaba.
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por Aina Kielo Sáb Sep 01, 2018 9:17 pm
Se hubiera ahogado en la vergüenza, quería salir de ahí corriendo. Simplemente no entendía el porqué a veces tenía que hacer esas cosas tan estúpidas cuando sencillo era mantener la boca cerrada. Ya lo veía venir, desde sus adentros todo gritaba que era su final, veía que sería echada de ese lugar sin más porque razones eran las que sobraban para hacerlo después de todo, faltarle de esa manera el respeto al jefe era la principal, pero aún su cabeza daba vueltas mareando cada pensamiento que se cruzaba por su cabeza. Aunque a veces no podía evitarlo, no era que quisiera ser irrespetuosa o déspota con el hombre, en su cabeza sentía que si no era ella quien le decía las cosas nadie lo iba a hacer, aunque sabía que no tenía la autoridad ni mucho menos para hacerlo, de nuevo en su mente decía que sí, que estaba en completo nivel para decirle todo tipo de cosas. Como ahora que se había mordido la lengua para no responder a sus palabras porque era muy pronto sacar esa conclusión, no negaba que algo le estaba pasando, más bien no sabía lo que era y por ende responder algo así no era algo que pudiera hacer con claridad.
Juntó sus rodillas algo afligida antes de llevar su mano a apoyar su frente con algo de molestias, después de todo estaba algo mareada. Sus sentidos solo se agudizaron un poco al momento que el nombre se acercó a ella de esa manera, casi inmediatamente sus dedos se aferraron al borde de la silla con firmeza mientras todo su cuerpo se congelaba. Solo rodó los ojos siguiendo las acciones del hombre hasta escucharle, su piel se erizó que la pregunta pasó por su cabeza un momento sin asimilarla del todo. Le tomó un momento reaccionar hasta llevar su zurda hasta su oído con cierta molestia, aun así cierta sangre subió a su cabeza, no sabía si era por vergüenza o molestia en cuestión de segundos, al menos así le hizo darse cuenta que su rostro estaba algo rígido por las lágrimas.
Usó uno de sus pañuelos no tan sucios para limpiarse un poco, aunque no sabía por qué alguien como él haría eso cuando era evidente que su rostro estaba algo sucio, era una jardinera después de todo – No tenía porque hacer eso, mi rostro está sucio para que hiciera eso – Murmuró en un tono reducido sin embargo no dijo nada más antes de presionar sus manos con firmeza sobre sus rodillas – No lo sé… Es una pregunta algo ambigua – Le tomó algo de tiempo tener que hablar la segunda parte, quería decir otras cosas pero sentía que no eran de ellas así que trató de controlarse un poco por eso.
Su cabeza bajó de nuevo para mirar su manos presionando sus rodillas; su visión era algo borrosa mientras el hombre le hablaba, en el fondo había alguien que le parecía estar hablando de manera aislada. No, no era una sola persona, eran varias voces acumuladas en su cabeza que le trataban de decir un par de cosas, algunos gritaban que huyera, otros que no hiciera nada, otras voces parecían murmurar sin particular orden de ideas.
Curiosamente las voces parecían responder las preguntas que le hacía Ismail antes que ella siquiera pudiera pensar en una respuesta sólida que darle. Quizás la última fue la peor ya que un montón de nombres empezaron a cruzarse por su cabeza sin particular orden los cuales repetían una y otra vez – Soy… Mi nombre es... – Balbuceó un par de veces mientras se recogía sobre sí misma llevando sus manos hasta sus oídos como si fuera posible callar las voces cosa que era imposible. Su cuerpo se levantó de la silla con fuerza intentando salir de la escena pero al darse la vuelta solo dio un par de pasos para encontrarse con un espejo, lo que más le hizo resaltar fue el hecho de que su herida parecía brotar como fresca u nueva, pero el reflejo no se veía claramente como ella, dio un par de pasos hacia la imagen que se moldeaba a ser a la de un muchacho joven.
Al dar otro paso solo escuchó un tintineo suave y alzar la mirada observó como un candelabro de arriba se acercaba a ella, pero no parecía dirigirse a ella directamente, sino que todo se movió todo en cámara lenta de como un pedazo de vidrio iba directamente hacia ella. No, hacia su cuello. Le tomó un par de segundos saltar a un lado y caer dando un par de vueltas en el piso.
En ese momento… En esos míseros segundos. Ella sabía. Con la cabeza contra el suelo y las manos sobre su nuca simplemente estática sin poder creer lo que había visto, aunque no fuera todo, era suficiente – ¿Por qué yo? – Resopló un poco frustrada. Levantó la mirada nuevamente hacia el hombre
– No creo que lo haría, morir por ti porque... Ya lo hice. Una y otra vez –
Juntó sus rodillas algo afligida antes de llevar su mano a apoyar su frente con algo de molestias, después de todo estaba algo mareada. Sus sentidos solo se agudizaron un poco al momento que el nombre se acercó a ella de esa manera, casi inmediatamente sus dedos se aferraron al borde de la silla con firmeza mientras todo su cuerpo se congelaba. Solo rodó los ojos siguiendo las acciones del hombre hasta escucharle, su piel se erizó que la pregunta pasó por su cabeza un momento sin asimilarla del todo. Le tomó un momento reaccionar hasta llevar su zurda hasta su oído con cierta molestia, aun así cierta sangre subió a su cabeza, no sabía si era por vergüenza o molestia en cuestión de segundos, al menos así le hizo darse cuenta que su rostro estaba algo rígido por las lágrimas.
Usó uno de sus pañuelos no tan sucios para limpiarse un poco, aunque no sabía por qué alguien como él haría eso cuando era evidente que su rostro estaba algo sucio, era una jardinera después de todo – No tenía porque hacer eso, mi rostro está sucio para que hiciera eso – Murmuró en un tono reducido sin embargo no dijo nada más antes de presionar sus manos con firmeza sobre sus rodillas – No lo sé… Es una pregunta algo ambigua – Le tomó algo de tiempo tener que hablar la segunda parte, quería decir otras cosas pero sentía que no eran de ellas así que trató de controlarse un poco por eso.
Su cabeza bajó de nuevo para mirar su manos presionando sus rodillas; su visión era algo borrosa mientras el hombre le hablaba, en el fondo había alguien que le parecía estar hablando de manera aislada. No, no era una sola persona, eran varias voces acumuladas en su cabeza que le trataban de decir un par de cosas, algunos gritaban que huyera, otros que no hiciera nada, otras voces parecían murmurar sin particular orden de ideas.
Curiosamente las voces parecían responder las preguntas que le hacía Ismail antes que ella siquiera pudiera pensar en una respuesta sólida que darle. Quizás la última fue la peor ya que un montón de nombres empezaron a cruzarse por su cabeza sin particular orden los cuales repetían una y otra vez – Soy… Mi nombre es... – Balbuceó un par de veces mientras se recogía sobre sí misma llevando sus manos hasta sus oídos como si fuera posible callar las voces cosa que era imposible. Su cuerpo se levantó de la silla con fuerza intentando salir de la escena pero al darse la vuelta solo dio un par de pasos para encontrarse con un espejo, lo que más le hizo resaltar fue el hecho de que su herida parecía brotar como fresca u nueva, pero el reflejo no se veía claramente como ella, dio un par de pasos hacia la imagen que se moldeaba a ser a la de un muchacho joven.
<< Cuidado >>
Al dar otro paso solo escuchó un tintineo suave y alzar la mirada observó como un candelabro de arriba se acercaba a ella, pero no parecía dirigirse a ella directamente, sino que todo se movió todo en cámara lenta de como un pedazo de vidrio iba directamente hacia ella. No, hacia su cuello. Le tomó un par de segundos saltar a un lado y caer dando un par de vueltas en el piso.
En ese momento… En esos míseros segundos. Ella sabía. Con la cabeza contra el suelo y las manos sobre su nuca simplemente estática sin poder creer lo que había visto, aunque no fuera todo, era suficiente – ¿Por qué yo? – Resopló un poco frustrada. Levantó la mirada nuevamente hacia el hombre
– No creo que lo haría, morir por ti porque... Ya lo hice. Una y otra vez –
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Aina Kielo
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