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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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La llamada del deber [Priv. Asherah/Isis]
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por Corvo Lun Ago 27, 2018 12:17 am
Había sentido incertidumbre desde que regresó de su letargo, parecía que había sido ayer cuando apenas se preocupaba por banalidades. Elysium no había cambiado en casi nada desde la última vez que había estado ahí, salvo por algunas caras nuevas, pero Odin siempre fue agudo a la hora de presentir las calamidades que se acercaban perezosamente, y era ya un hecho de que los siguientes años determinarían el rumbo de la isla.
Ataviado con una sencilla camisa blanca, pantalones grises y botas tabaco, bebió de un vaso de agua para refrescarse, el verano aun estaba en puertas, con el abrasador calor del sol, esa era la época para las risas, el disfrute y las intrigas, pero Corvo era partidario de pensar que un tranquilo verano era precursor de un violento invierno. Y por eso estaba ahí, soportando el suave sudor en su cuerpo que no se aclimataba del todo a la temporada.
Los jardines eran un lugar precioso, rebosante de vida. El aroma a flores se mezclaba con el de los frutos que nacían de los árboles, fragancias embriagantes que le recordaron con nostalgia un cuerpo al que él perteneció siempre. Se encaminó hasta una sección donde estaba rodeado de albaricoques, una fuente circular en la que los pájaros se refrescaron, y la banca donde él descansó que era cubierta por la sombra quieta de los árboles.
Un cuervo sobrevoló por encima de su cabeza, girando algunas veces antes de caer en picada y depositarse grácil sobre su hombro, Corvo consintió al animal con algunas semillas que llevo siempre consigo para el capricho de sus acompañantes.
―Espero que fueras educado mi amigo, no queremos problemas apenas hemos regresado.
El animal parecía comprender, y su cabeza se restregó caprichosa contra la mejilla de su dueño, los animales solían ser mejores que las personas algunas veces, y él mejor que nadie lo sabía. El ave volvió a emprender el vuelo y Corvo suspiró cansado.
Envió una nota discreta y en total hermetismo a una persona en específico, a ella y sólo a ella le debía ser entregada, los jardines eran el lugar ideal, ahí no había oídos, bocas ni miradas ajenas, lo que hablaría con dicha entidad debía quedar en total secreto.
A veces sentía que los siglos le pesaban como plomo sobre los hombros. Los fantasmas del pasado a veces lo acosaron, ni siquiera los dioses escaparon a las garras crueles del destino, sus decisiones aun que pesaron no causaron arrepentimiento en él, se hizo lo que debía hacerse en el momento, y si los cielos eran misericordes, tendría un poco de tranquilidad por algunos años más antes del inminente destino.
Y fue la mortalidad lo que lo hizo entender dicho concepto…
Divagó un rato, por extraño que fuera pensó en sus hijos, en Heimdal, quien actualmente fungía como su mano derecha, aquel desapercibido muchacho tranquilo que pasó a ser ahora clave para el futuro, en Thor y su alevosía, en Balder… oh Balder, el pensamiento fugaz del muchacho lo hizo sonreír un poco. Y también pensó en Loki, entonces la bilis amargó su garganta.
Dejó de lado sus pensamientos fútiles en el momento en que sus instintos lo advirtieron, Corvo se elevó en toda su estatura, esperando que fuera a quien él esperaba, dibujó una amable sonrisa en su rostro y esperó paciente.
Juntos, los dioses protectores de Elysium debían sobrevivir.
Ataviado con una sencilla camisa blanca, pantalones grises y botas tabaco, bebió de un vaso de agua para refrescarse, el verano aun estaba en puertas, con el abrasador calor del sol, esa era la época para las risas, el disfrute y las intrigas, pero Corvo era partidario de pensar que un tranquilo verano era precursor de un violento invierno. Y por eso estaba ahí, soportando el suave sudor en su cuerpo que no se aclimataba del todo a la temporada.
Los jardines eran un lugar precioso, rebosante de vida. El aroma a flores se mezclaba con el de los frutos que nacían de los árboles, fragancias embriagantes que le recordaron con nostalgia un cuerpo al que él perteneció siempre. Se encaminó hasta una sección donde estaba rodeado de albaricoques, una fuente circular en la que los pájaros se refrescaron, y la banca donde él descansó que era cubierta por la sombra quieta de los árboles.
Un cuervo sobrevoló por encima de su cabeza, girando algunas veces antes de caer en picada y depositarse grácil sobre su hombro, Corvo consintió al animal con algunas semillas que llevo siempre consigo para el capricho de sus acompañantes.
―Espero que fueras educado mi amigo, no queremos problemas apenas hemos regresado.
El animal parecía comprender, y su cabeza se restregó caprichosa contra la mejilla de su dueño, los animales solían ser mejores que las personas algunas veces, y él mejor que nadie lo sabía. El ave volvió a emprender el vuelo y Corvo suspiró cansado.
Envió una nota discreta y en total hermetismo a una persona en específico, a ella y sólo a ella le debía ser entregada, los jardines eran el lugar ideal, ahí no había oídos, bocas ni miradas ajenas, lo que hablaría con dicha entidad debía quedar en total secreto.
A veces sentía que los siglos le pesaban como plomo sobre los hombros. Los fantasmas del pasado a veces lo acosaron, ni siquiera los dioses escaparon a las garras crueles del destino, sus decisiones aun que pesaron no causaron arrepentimiento en él, se hizo lo que debía hacerse en el momento, y si los cielos eran misericordes, tendría un poco de tranquilidad por algunos años más antes del inminente destino.
Y fue la mortalidad lo que lo hizo entender dicho concepto…
Divagó un rato, por extraño que fuera pensó en sus hijos, en Heimdal, quien actualmente fungía como su mano derecha, aquel desapercibido muchacho tranquilo que pasó a ser ahora clave para el futuro, en Thor y su alevosía, en Balder… oh Balder, el pensamiento fugaz del muchacho lo hizo sonreír un poco. Y también pensó en Loki, entonces la bilis amargó su garganta.
Dejó de lado sus pensamientos fútiles en el momento en que sus instintos lo advirtieron, Corvo se elevó en toda su estatura, esperando que fuera a quien él esperaba, dibujó una amable sonrisa en su rostro y esperó paciente.
Juntos, los dioses protectores de Elysium debían sobrevivir.
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Corvo
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por Asherah I. Sarhan Vie Ago 31, 2018 4:31 pm
La tranquilidad era algo que le encantaba de la nueva Heliópolis. Caminaba hacia el hermoso jardín de flores de loto que tanto cuidaba, en lo que alzo como templo propio, si quizás fue un poco mezquina pero deseo un lugar para que fuese su refugio lejos de los ojos de Ra, aunque le quería ella necesitaba su espacio y luchar contra sus propios tormentos en silencio.
Isis poso su mirada en el pequeño lago artificial que había creado en la parte trasera de su templo donde solo ella tenía permito entrar. Se sentó sobre una hermosa piedra tallada, observo con una leve sonrisa el lirio azul en el agua el cual apenas acaricio con las yema de sus dedos, eras flores eran hermosas, pero tan delicadas y efímeras, como la vida de los mortales.
—La vida es tan preciada… y desperdiciada a la vez... — Sus palabras fueron más la expresión de un pensamiento inconsciente.
La deidad no podía evitar pensar evocar los recuerdos del pasado, pasado del cual debían aprender de él, sus equivocaciones y aciertos, las consecuencias que esto trajo, al mundo, a la vida de los mortales, ahora más que nunca la calma estaba presente, en el mundo; pero era consciente que esa paz no dudaría demasiado. ¿Qué deberían hacer? ¿Seguir luchando? Entendía la razón de todos del porque habían tomado aquellas decisiones pero nunca se dejaba de preguntar si era lo verdaderamente correcto, las vidas desperdiciadas que jamás se recuperarían era un hecho un pecado que todos debían cargar en sus hombros.
Las cavilaciones de la diosa fueron irrumpidas por el canto de un ave oscura que se acercaba a ella; solo alzo la mano dejando que el animal se posara en ella, noto sin problema el pequeño pergamino envuelto en la pata del ave, con una tenue sonrisa acaricio el animal con cuidado para quitarle el mensaje. Le hizo posarse en su hombro y procedió a leer el mensaje, uno que la sorprendió ligeramente tenía cierto tiempo que no tenía contacto con los demás dioses.
—Tendré que ver que desea vuestro amo, pequeño. —
La voz de Isis fue dulce con una nueva caricia al animal le dejo emprender vuelo de nuevo. Sin tardar se puso de pie. Paso por sus aposentos para cambiarse, debía estar por lo menos presentable para ver a Odín. La azabache solo uso uno de sus vestidos blancos, color que poco portaba pero en aquella ocasión lo haría era un sencillo pero elegante traje egipcio, su cabello quedo suelto completamente solo con la diademada típica de oro que llevaba siempre puesta. Al verse completamente lista y presentable partió a los jardines.
No informo a nadie a donde iría ni tampoco se dejó ver, no deseaba preguntas o miradas curiosas de nadie. No tardó demasiado en llegar a los Jardines colgantes en ese lugar siempre podía respirar paz y sentirse tranquila como revitalizada, le encantaban.
Asherah se internó casi al fondo de los mismos donde no había miradas curiosas de ninguna criatura, busco con la mirada a quien le cito allí, hasta dar con él. Sin tardar se acercó a paso lento al albino, cuando estuvo frente a frente esbozo una suave pero sincera sonrisa.
—Odín, ¿podéis decirme la razón, del honor de vuestro llamado? — expreso como un saludo, su voz era baja y suave, no quería irse por las ramas su mensaje le había intrigado mucho, aun mas por el hecho de ser la única en dicho lugar, su mirada amatista se paseó por los al rededores buscando otros dioses pero no sentía ninguna otra presencia aparte de él.
— ¿A ocurrido algo? — Esta vez la voz de Isis sonó con preocupación cómo cautela. No podía divisar ninguna buena noticia ante el actual secretismo, miles de ideas se formaban rápidamente en su mente, pero no podía apresurarse, sacar ideas erróneas nunca era buena idea.
Isis poso su mirada en el pequeño lago artificial que había creado en la parte trasera de su templo donde solo ella tenía permito entrar. Se sentó sobre una hermosa piedra tallada, observo con una leve sonrisa el lirio azul en el agua el cual apenas acaricio con las yema de sus dedos, eras flores eran hermosas, pero tan delicadas y efímeras, como la vida de los mortales.
—La vida es tan preciada… y desperdiciada a la vez... — Sus palabras fueron más la expresión de un pensamiento inconsciente.
La deidad no podía evitar pensar evocar los recuerdos del pasado, pasado del cual debían aprender de él, sus equivocaciones y aciertos, las consecuencias que esto trajo, al mundo, a la vida de los mortales, ahora más que nunca la calma estaba presente, en el mundo; pero era consciente que esa paz no dudaría demasiado. ¿Qué deberían hacer? ¿Seguir luchando? Entendía la razón de todos del porque habían tomado aquellas decisiones pero nunca se dejaba de preguntar si era lo verdaderamente correcto, las vidas desperdiciadas que jamás se recuperarían era un hecho un pecado que todos debían cargar en sus hombros.
Las cavilaciones de la diosa fueron irrumpidas por el canto de un ave oscura que se acercaba a ella; solo alzo la mano dejando que el animal se posara en ella, noto sin problema el pequeño pergamino envuelto en la pata del ave, con una tenue sonrisa acaricio el animal con cuidado para quitarle el mensaje. Le hizo posarse en su hombro y procedió a leer el mensaje, uno que la sorprendió ligeramente tenía cierto tiempo que no tenía contacto con los demás dioses.
—Tendré que ver que desea vuestro amo, pequeño. —
La voz de Isis fue dulce con una nueva caricia al animal le dejo emprender vuelo de nuevo. Sin tardar se puso de pie. Paso por sus aposentos para cambiarse, debía estar por lo menos presentable para ver a Odín. La azabache solo uso uno de sus vestidos blancos, color que poco portaba pero en aquella ocasión lo haría era un sencillo pero elegante traje egipcio, su cabello quedo suelto completamente solo con la diademada típica de oro que llevaba siempre puesta. Al verse completamente lista y presentable partió a los jardines.
No informo a nadie a donde iría ni tampoco se dejó ver, no deseaba preguntas o miradas curiosas de nadie. No tardó demasiado en llegar a los Jardines colgantes en ese lugar siempre podía respirar paz y sentirse tranquila como revitalizada, le encantaban.
Asherah se internó casi al fondo de los mismos donde no había miradas curiosas de ninguna criatura, busco con la mirada a quien le cito allí, hasta dar con él. Sin tardar se acercó a paso lento al albino, cuando estuvo frente a frente esbozo una suave pero sincera sonrisa.
—Odín, ¿podéis decirme la razón, del honor de vuestro llamado? — expreso como un saludo, su voz era baja y suave, no quería irse por las ramas su mensaje le había intrigado mucho, aun mas por el hecho de ser la única en dicho lugar, su mirada amatista se paseó por los al rededores buscando otros dioses pero no sentía ninguna otra presencia aparte de él.
— ¿A ocurrido algo? — Esta vez la voz de Isis sonó con preocupación cómo cautela. No podía divisar ninguna buena noticia ante el actual secretismo, miles de ideas se formaban rápidamente en su mente, pero no podía apresurarse, sacar ideas erróneas nunca era buena idea.
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Asherah I. Sarhan
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por Corvo Dom Sep 02, 2018 1:11 am
La quietud del jardín no se vio interrumpida ni siquiera por los graciosos pasos de una mujer, que bien, podía ser considerada el epitome de la belleza, graciosa doncella de piel lechosa y cabello como el manto de la noche, su aire de nobleza la hizo ver como lo que era: una reina. Isis era diosa, reina y madre, pero también fue una fuerza de la naturaleza imparable, algo que Odin siempre respetó.
En toda su estatura, ciertamente el dios fue mucho más alto que ella, mas la sombra que Isis proyectaba era de grandeza indecible, no hubo mortal alguno que se le comparase en gracia y belleza. Mas no estaba ahí para alabar la hermosura legendaria de la madre de Egipto, aquello lo dejaba en las fiestas presuntuosas de la Isla, entre las intrigas y las falsedades, sus razones para la cita con la sempiterna, fue para un asunto que Odin podía llamar “serio”.
―Benditos son mis ojos al poder ver tu belleza, dulce Isis, ―galantemente la saludó, con su mano izquierda en la espalda, y una inclinación solemne―, me ahorraré la retorica mi señora, pero antes permíteme ofrecerte descanso.
Señaló el banco donde pudieran tomar asiento y conversar de forma más amena.
En el pasado, Odin se evitó la lambisconería de lamentar la perdida de Osiris, la traición era el peor de los pecados, más lo hecho, hecho estaba, y para entonces Odin evacuaba sus fronteras, la caída de Zeus había sido la señal detonante de toda aquella hecatombe que había llevado a la humanidad al borde de la extinción. Y no tuvo tiempo para dar sus condolencias al panteón egipcio ante la perdida de su señor; aunado al hecho de que él mismo debía lidiar con sus problemas.
―El asunto es simple en palabras, pero complicado en acciones, ―aclaró al comienzo―, temo mi señora que nos hemos confiado demasiado, pude sentirlo en estos huesos viejos, y durante mi sueño, una fuerza abrumadora más allá de esta isla, nos acecha con hambre de muerte y guerra.
No decoraría sus palabras, jamás fue un hombre de galanterías.
―Ares y Seth no están quietos, ―declaró con total seriedad, y la bilis en la garganta, cruzándose de brazos como un niño regañado que no podía hacer nada frente a la injuria―; su búsqueda rendirá frutos, y me pregunto si en verdad estamos tan preparados como creemos.
El viejo tuerto se conocía por ser arisco y desconfiado, un dios impredecible por su naturaleza rauda, su palabra nunca fue cuestionada, y ¡ay de aquel pobre idiota que se atreviera a contradecirlo!, incluso sus hijos sufrieron de la furia de hierro con la que el padre de todo los había educado. Fueron los años y las perdidas lo que apaciguó su furia abismal, pero no su agudo instinto.
―Los dos chicos tienen la sangre caliente llena de arrogancia, se hacen de más poder mientras estamos aquí, retozando como crías en el verano… el invierno será crudo, me temo, el más crudo que ha habido en siglos, y un crudo invierno siempre anuncia una guerra violenta, ―su ojo dorado observó el rostro de la diosa―, jamás me atrevería a ofenderte mi señora, pero quiero preguntar con necesidad: ¿Qué es lo que sabes de Ares y Seth en éste momento? Algún movimiento, alguna nueva catástrofe provocada por sus ansias de destruirnos…
La paz que se respiraba en Elysium sería temporal, el destino cambiante se le antojaba cruel, siempre atacando con sus garras despiadadas a dioses y hombres por igual, haciéndolos desgraciados, vaciando sus cuerpos y dejándolos pudrirse bajo el sol. El olor de la quietud, tan dulzón y empalagoso era a lo que Odin más temía.
En toda su estatura, ciertamente el dios fue mucho más alto que ella, mas la sombra que Isis proyectaba era de grandeza indecible, no hubo mortal alguno que se le comparase en gracia y belleza. Mas no estaba ahí para alabar la hermosura legendaria de la madre de Egipto, aquello lo dejaba en las fiestas presuntuosas de la Isla, entre las intrigas y las falsedades, sus razones para la cita con la sempiterna, fue para un asunto que Odin podía llamar “serio”.
―Benditos son mis ojos al poder ver tu belleza, dulce Isis, ―galantemente la saludó, con su mano izquierda en la espalda, y una inclinación solemne―, me ahorraré la retorica mi señora, pero antes permíteme ofrecerte descanso.
Señaló el banco donde pudieran tomar asiento y conversar de forma más amena.
En el pasado, Odin se evitó la lambisconería de lamentar la perdida de Osiris, la traición era el peor de los pecados, más lo hecho, hecho estaba, y para entonces Odin evacuaba sus fronteras, la caída de Zeus había sido la señal detonante de toda aquella hecatombe que había llevado a la humanidad al borde de la extinción. Y no tuvo tiempo para dar sus condolencias al panteón egipcio ante la perdida de su señor; aunado al hecho de que él mismo debía lidiar con sus problemas.
―El asunto es simple en palabras, pero complicado en acciones, ―aclaró al comienzo―, temo mi señora que nos hemos confiado demasiado, pude sentirlo en estos huesos viejos, y durante mi sueño, una fuerza abrumadora más allá de esta isla, nos acecha con hambre de muerte y guerra.
No decoraría sus palabras, jamás fue un hombre de galanterías.
―Ares y Seth no están quietos, ―declaró con total seriedad, y la bilis en la garganta, cruzándose de brazos como un niño regañado que no podía hacer nada frente a la injuria―; su búsqueda rendirá frutos, y me pregunto si en verdad estamos tan preparados como creemos.
El viejo tuerto se conocía por ser arisco y desconfiado, un dios impredecible por su naturaleza rauda, su palabra nunca fue cuestionada, y ¡ay de aquel pobre idiota que se atreviera a contradecirlo!, incluso sus hijos sufrieron de la furia de hierro con la que el padre de todo los había educado. Fueron los años y las perdidas lo que apaciguó su furia abismal, pero no su agudo instinto.
―Los dos chicos tienen la sangre caliente llena de arrogancia, se hacen de más poder mientras estamos aquí, retozando como crías en el verano… el invierno será crudo, me temo, el más crudo que ha habido en siglos, y un crudo invierno siempre anuncia una guerra violenta, ―su ojo dorado observó el rostro de la diosa―, jamás me atrevería a ofenderte mi señora, pero quiero preguntar con necesidad: ¿Qué es lo que sabes de Ares y Seth en éste momento? Algún movimiento, alguna nueva catástrofe provocada por sus ansias de destruirnos…
La paz que se respiraba en Elysium sería temporal, el destino cambiante se le antojaba cruel, siempre atacando con sus garras despiadadas a dioses y hombres por igual, haciéndolos desgraciados, vaciando sus cuerpos y dejándolos pudrirse bajo el sol. El olor de la quietud, tan dulzón y empalagoso era a lo que Odin más temía.
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