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[ES] Spectre: Light
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por Átropos Lun Ago 27, 2018 9:04 pm
Balder por muérdago dejó de respirar, por muérdago dejó de existir, un juramento roto y por ende una vida condenada al acaboce. Pero fue ella, el destino, quien decidió que así sería, que una daga acabaría enterrada en su corazón y le daría descanso. El robo se dio, y Átropos tomó una decisión.
El paradero de la daga que acabó con la vida de Balder no era del todo desconocido, y es que Loki supo desde el principio que ésta había sido robada. Contaban las moiras entre sí, vaticinaron desde ese momento, que el ladrón sería quien se convertiría así en la vasija del dios de la luz, dulce ironía, dios de los engaños.
Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón.
Átropos fue la primera en forjar el destino de quien tenía en su poder la daga poniendo las piezas donde lo necesitaba para que ese cuerpo asistiese a un bosque en Finlandia, al norte, donde el frío es capaz de helar la misma sangre. El llamado de Balder se escuchó, un silencioso sonar de la misma daga donde dormía ese espíritu. El viento arreciaba en las montañas, se sentía una ventisca avecinarse pronto, la nieve cubriendo las copas de los árboles y varios copos descendiendo sobre aquellos verdes parajes cubriendo todo en un hermoso y helado mando blanco.
—¿Quieres volver a la vida, Balder?
"Sólo un cuerpo digno, no pido nada más."
Moirai
Átropos
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por Invitado Mar Ago 28, 2018 12:07 am
”Nunca en mi vida imaginé que me vería tentada de tal forma a tomar algo que no era mío.”
¿Era estúpida o las malas prácticas que presencié por parte de mis padres durantes años, y que constantemente les reprochaba, ahora acudían a mi como una especie de llamado de sangre? No lograba dar con una excusa lo suficientemente convincente para hacerme sentir mejor después de haber robado la daga, que por cierto era muy bonita; estaba hecha en una especie de madera lisa y brillante, posiblemente se haya usando una rama en su manufactura y no el tronco del árbol. Y es que simplemente no había explicación. Sentí una presión extraña ahí, sobre el muslo donde llevaba un bolsillo dentro del cual descansaba mi pecaminoso botín.
Quizás suene exagerado y hasta santurrón de mi parte, pero es que jamás creí que volvería a esto. Digo, de niña muchas veces llegué a casa con objetos llamativos para aquella edad, cosas pequeñas, figuritas talladas, dulces o broches para el cabello, entre otras cosas, pero es que no era consciente del límite respecto a lo que podía tomar para mi y lo que no. Pasado el tiempo y luego de entender mejor la diferencia entre el bien y el mal, me dije a mí misma que robar era algo deplorable, que ya no lo haría más y si presenciaba una situación de ese tipo, intervendría aunque no fuese de mi incumbencia. Y heme aquí ahora, con esta pequeña a mi lado.
- Qué idiota eres, Jinsè.- seguí recriminándome. - Por lo menos tienes futuro como ladrona,lo hiciste como una profesional. Nadie se percató, nadie siquiera imaginó que harías algo como eso. Esperaste pacientemente que no hubiese nadie cerca y como si fuera lo más natural del mundo… ¡zap! Tomas algo que no te pertenece, sigues simulando un poco más y te largas como si nada. Bravo por ti. -Sentía un peso en mi corazón, una especie de adrenalina que a ratos me hacía perder la cabeza, sentía que estaba en un sueño increíble y luego, como si mi mente tratara de darme una lección, aquel peso ya no era más de euforia, sino de dolor, de vergüenza.
Me encontraba caminando por un bosque en la mismísima Finlandia, había decidido hace unos días que era hora de tomar nuevamente mis maletas y viajar. O eso quería creer; es que cada vez que examinaba mis plantas y árboles, se me venía a la mente la daga que descansaba dentro de un cajón en mi habitación; pensaba en ella y sentía un escalofrío, como si en cualquier momento fuese a levitar y venir directamente a apuñalarme por la espalda. Por lo que no le di más vueltas y me vine de viaje, a reflexionar y quizás, a purificar con el frío absoluto esta sensación de culpa.
Iba bien abrigada, un leve calor subía por mis mejillas que estaban semicubiertas gracias a mi bufanda. Mi cabello escondido en su totalidad bajo un grueso gorro de lana, especialmente mis orejas, y mis manos enguantadas. Sí, definitivamente iba preparada para todo, me gustaba ser precavida. Una sonrisa se dibujó en mi rostro sin que nadie más pudiese verla, mi mente divagó y de la nada sentí la necesidad de tomar la daga entre mis manos. - Quizás sea hora de llamarte ”mi daga”, después de todo, dudo que tenga las agallas para volver y dejarte, además… No entiendo, pero tienes algo que me atrae intensamente. -sonreí. Miré nuevamente sus detalles y me perdí en mis pensamientos. ”Quizás en algún momento mi alma perteneció a algún nórdico y por eso me atraen tus diseños”. No podía dejar de mirarla y repasar con mi mirada los hermosos detalles de la misma. ¿Sería una herramienta ritual o simplemente el juguete de algún niño de miles de años en el pasado?
Volví a la realidad al ser consciente del silbido del viento y de un par de copos de nieve que me habían golpeado con suavidad. Miré al cielo y noté cómo se habían cerrado las nubes mientras el viento se hacía cada vez más fuerte y el suelo ya se veía completamente blanco. Pronto sería momento de volver.
¿Era estúpida o las malas prácticas que presencié por parte de mis padres durantes años, y que constantemente les reprochaba, ahora acudían a mi como una especie de llamado de sangre? No lograba dar con una excusa lo suficientemente convincente para hacerme sentir mejor después de haber robado la daga, que por cierto era muy bonita; estaba hecha en una especie de madera lisa y brillante, posiblemente se haya usando una rama en su manufactura y no el tronco del árbol. Y es que simplemente no había explicación. Sentí una presión extraña ahí, sobre el muslo donde llevaba un bolsillo dentro del cual descansaba mi pecaminoso botín.
Quizás suene exagerado y hasta santurrón de mi parte, pero es que jamás creí que volvería a esto. Digo, de niña muchas veces llegué a casa con objetos llamativos para aquella edad, cosas pequeñas, figuritas talladas, dulces o broches para el cabello, entre otras cosas, pero es que no era consciente del límite respecto a lo que podía tomar para mi y lo que no. Pasado el tiempo y luego de entender mejor la diferencia entre el bien y el mal, me dije a mí misma que robar era algo deplorable, que ya no lo haría más y si presenciaba una situación de ese tipo, intervendría aunque no fuese de mi incumbencia. Y heme aquí ahora, con esta pequeña a mi lado.
- Qué idiota eres, Jinsè.- seguí recriminándome. - Por lo menos tienes futuro como ladrona,lo hiciste como una profesional. Nadie se percató, nadie siquiera imaginó que harías algo como eso. Esperaste pacientemente que no hubiese nadie cerca y como si fuera lo más natural del mundo… ¡zap! Tomas algo que no te pertenece, sigues simulando un poco más y te largas como si nada. Bravo por ti. -Sentía un peso en mi corazón, una especie de adrenalina que a ratos me hacía perder la cabeza, sentía que estaba en un sueño increíble y luego, como si mi mente tratara de darme una lección, aquel peso ya no era más de euforia, sino de dolor, de vergüenza.
Me encontraba caminando por un bosque en la mismísima Finlandia, había decidido hace unos días que era hora de tomar nuevamente mis maletas y viajar. O eso quería creer; es que cada vez que examinaba mis plantas y árboles, se me venía a la mente la daga que descansaba dentro de un cajón en mi habitación; pensaba en ella y sentía un escalofrío, como si en cualquier momento fuese a levitar y venir directamente a apuñalarme por la espalda. Por lo que no le di más vueltas y me vine de viaje, a reflexionar y quizás, a purificar con el frío absoluto esta sensación de culpa.
Iba bien abrigada, un leve calor subía por mis mejillas que estaban semicubiertas gracias a mi bufanda. Mi cabello escondido en su totalidad bajo un grueso gorro de lana, especialmente mis orejas, y mis manos enguantadas. Sí, definitivamente iba preparada para todo, me gustaba ser precavida. Una sonrisa se dibujó en mi rostro sin que nadie más pudiese verla, mi mente divagó y de la nada sentí la necesidad de tomar la daga entre mis manos. - Quizás sea hora de llamarte ”mi daga”, después de todo, dudo que tenga las agallas para volver y dejarte, además… No entiendo, pero tienes algo que me atrae intensamente. -sonreí. Miré nuevamente sus detalles y me perdí en mis pensamientos. ”Quizás en algún momento mi alma perteneció a algún nórdico y por eso me atraen tus diseños”. No podía dejar de mirarla y repasar con mi mirada los hermosos detalles de la misma. ¿Sería una herramienta ritual o simplemente el juguete de algún niño de miles de años en el pasado?
Volví a la realidad al ser consciente del silbido del viento y de un par de copos de nieve que me habían golpeado con suavidad. Miré al cielo y noté cómo se habían cerrado las nubes mientras el viento se hacía cada vez más fuerte y el suelo ya se veía completamente blanco. Pronto sería momento de volver.
Invitado
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por Átropos Miér Ago 29, 2018 2:34 pm
—La daga no te pertenece, mortal —voz delicada, dulce haciendo eco entre la arboleda, una mujer que lucía ropas frescas como si se tratase de un hada se plantó frente a aquella chica, y mirándole de pies a cabeza, analizando cada pequeño gesto en su mirar, su rostro, su manera de gesticular.
El ambiente se tornó pesado, pero irónicamente había paz. La misma nieve frenó su caída, los copos parecieron suspenderse en el aire, y el juicio de Átropos inició al instante mientras su ser entero provocaba aquellas extrañas fluctuaciones en los alrededores, el tiempo deteniéndose, el frío esfumándose. El alma del dios de la luz continuaba clamando por libertad, y la siempre seria moira no dejó que su expresión taciturna se desvaneciera por ningún motivo, así deseara provocar la ira de Balder con comentarios mordaces sobre su estupidez antaño.
—Has robado a un dios, ¿te has preguntado la clase de castigo que te espera por ello? —volvió a hablar—, no tendrás descanso, estoy segura de que el verdadero dueño de ese artefacto te buscará, te dará caza, y se encargará de usar esa misma daga sobre tu pecho, ¿no te asusta? —preguntas simples, no hacía falta ahondar demasiado. Estaba pendiente de sus respuestas, de sus expresiones, el más ínfimo detalle que no escaparía a su inexorable juicio. Si esa chica era la adecuada, entonces la prueba se resolvería por sí misma.
El ambiente se tornó pesado, pero irónicamente había paz. La misma nieve frenó su caída, los copos parecieron suspenderse en el aire, y el juicio de Átropos inició al instante mientras su ser entero provocaba aquellas extrañas fluctuaciones en los alrededores, el tiempo deteniéndose, el frío esfumándose. El alma del dios de la luz continuaba clamando por libertad, y la siempre seria moira no dejó que su expresión taciturna se desvaneciera por ningún motivo, así deseara provocar la ira de Balder con comentarios mordaces sobre su estupidez antaño.
—Has robado a un dios, ¿te has preguntado la clase de castigo que te espera por ello? —volvió a hablar—, no tendrás descanso, estoy segura de que el verdadero dueño de ese artefacto te buscará, te dará caza, y se encargará de usar esa misma daga sobre tu pecho, ¿no te asusta? —preguntas simples, no hacía falta ahondar demasiado. Estaba pendiente de sus respuestas, de sus expresiones, el más ínfimo detalle que no escaparía a su inexorable juicio. Si esa chica era la adecuada, entonces la prueba se resolvería por sí misma.
Moirai
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por Invitado Miér Ago 29, 2018 10:38 pm
- Off rol:
- U: Cambié el color de la letra porque el anterior brillaba mucho para mi agrado, y hoy encontré este que me acomodó más, espero que no haya problemas.
Me quedé de piedra al escuchar una voz que se dirigía a mi. ¿Cómo sabía lo de la daga? En ese momento es cierto que la llevaba en mi mano, presionándola contra mi pecho como si se tratase del tesoro más importante en mi vida, pero de ahí a saber que no me pertenecía, por lo menos no de forma “legal”, era algo que me intrigaba y preocupaba a partes iguales.
Cuando finalmente reparé en la figura de la cual provenía aquella voz dulce pero severa, me sorprendí todavía más. Iba vestida con ropas ligeras y el simple hecho de verla así me hizo sentir aún más frío. Pero lo que en realidad me tenía tensa era que supiera sobre la daga y su procedencia poco honesta. Por lo que mi mente comenzó a trabajar rápidamente en alguna forma de hacerle entender que no era lo que parecía, que se trataba de un error, que yo jamás tomaría algo que no fuese mío, pero por más vueltas que diera al asunto, la cosa es que efectivamente mi adorada daga no me pertenecía.
De pronto la atmósfera se volvió densa. Me percaté de que los copos de nieve que antes caían y me golpeaban la cara con suavidad, quedaron suspendidos en el aire e incluso el viento que ya me estaba haciendo tambalear dejó de correr. Me sentía como en una especie de burbuja donde el tiempo se había detenido y únicamente la mujer frente a mi, de una belleza fuera de este mundo, y yo, escapábamos a este encanto temporal.
La mujer volvió a hablar mientras que a mi no me salían las palabras desde el momento en que mis ojos se encontraron con los suyos. A mi alrededor ya no se sentía el frío, hasta podría decir que producto de la culpa que me avergonzaba, comenzaba a sentir calor. Mis manos sudaban, el rubor en mis mejillas se presentaba descaradamente, es más, me sentía un poco ahogada, pero a la vez tranquila. Decidí quitarme la bufanda a modo de ganar tiempo para tranquilizarme mientras la seriedad de la bella mujer se me clavaba más y más en el corazón, tal como una daga, qué ironía.
¿Qué decía ahora? ¿En qué momento había yo robado a un dios? Se me vinieron de golpe las imágenes, vistas desde un punto de vista externo, del día en que arrebaté la daga que tanto hacía palpitar mi confundido corazón. No dejaba de escuchar la sentencia que dictaban sus labios, como hielo atrapándome por completo. Los nervios me traicionaron y temblé un poco. Mis ojos se abrieron ante las escenas que presentaba desenfrenada mi imaginación. ¿Tenía miedo? Sí, estaba claro. Moría de miedo por dentro, pero como salido de la nada, una fuerza que emergía misteriosa a mi socorro me impulsó a hablar. - ¡Me aterra! Como no te puedes imaginar. -oía mi voz como si se tratara de la de alguien más. Cielos, otra vez esto, este atrevimiento que años atrás me había costado el rechazo por demasiado tiempo de quienes amaba. - Lo que dices… ¿cómo podría pasar algo así? -mis piernas perdieron la fuerza y caí al suelo de rodillas pero aún sosteniendo con firmeza la daga contra mi pecho como si en ella radicara el valor que en esos momentos me fallaba por cuenta propia.
Miré con determinación al ente que tenía frente a mí y con unas lágrimas amenazando por desbordar mi ojos, proseguí. - Cada día pienso en el momento en que ya no podré volver a unir mi cuerpo -sentí deseos de ser lo más honesta posible con la mujer, por lo que me puse lentamente de pie y me quité los abrigos que llevaba, capa por capa, hasta quedar nada más que con unas medias largas hasta mis muslos, y ropa interior. Me avergonzaba a veces tener que llegar a extremos insensatos para demostrar que no mentía, pero no era algo que pudiese controlar una vez que había tomado la decisión de exponer una verdad. - ¡Mírame! -ahora sí, las lágrimas no se hicieron esperar y cayeron cálidas por mis mejillas para morir en la nieve. - Soy mitad humano y mitad diamante. ¿Cómo no voy a temer la muerte? ¿Sabes lo aterrador que es pensar que quizás no vuelvas a encontrar uno de tus fragmentos al quebrarte? Porque no es fácil vivir con este miedo. Pero tampoco pretendo que sientas pena por mi y hagas vista gorda al acto deplorable que cometí al robar esta daga. -miré la daga y me sentí fuerte; ahora la notaba con brillos multicolor debido a la reflexión de luz en contacto con mi cabello. Me acerqué a la mujer a paso seguro, pero manteniendo una distancia que le mostrara respeto.
- Pero debo decirte, Dama de la Nieve, que aún con el miedo que me carcome debido a tus palabras, no puedo darte esto y huir como si nada. Quizás no podrás entenderme, pero algo más fuerte quizás que el amor, me hace imposible separarme de esta daga. -extendí mis brazos dejando mi pecho descubierto y ofreciendo a ella la daga en cuestión - Así que te pido de todo corazón, si eres la dueña auténtica, que aquí y ahora acabes con mi vida porque estoy segura que lo que siento por ella no acabará simplemente con pedirme que te la regrese y luego me dejes ir. -. Esperé a que la mujer me dijera algo a la vez que trataba locamente de ignorar mi miedo a la muerte y pensaba en la gente que no volvería a ver luego de que ella se decidiera a cumplir con lo que le pedía.
Invitado
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por Átropos Mar Sep 04, 2018 9:54 pm
Escuchó con atención sus palabras, pero algo en ellas no le terminaba de convencer. La daga pedía a gritos volver con su dueño, mas no entendía por qué el alma dentro de la misma por igual gritaba que debía quedarse. Observó el rostro de aquella joven y acercándose a la misma extendió su diestra para otorgar una suave caricia en su mejilla, ojos que brillantes se posaban en la mirada ajena, como si buscase alguna duda en los mismos. La veía sufrir, pero también creía que podría tener una oportunidad de ser feliz.
—Has obtenido lo que deseas por medio del robo, has hurtado a un dios, y aún así te arriesgas, aún así buscas la tranquilidad, doncella —musitó, tomando la daga entre sus finos dedos y acariciándola con premura, con la delicadeza que una madre tendría con su hijo—. Respóndeme, ¿por qué la has robado? ¿Por necesidad o por codicia? Si con esta misma daga fuese yo a tomar tu vida en este momento, ¿qué es lo que harías? ¿Elegirías huir o pondrías tu corazón en mis manos, pequeña? —la voz de la moira era sutil, delicada y tranquilizadora, el frío no se sentía, era un calor agradable.
El destino estaba en curso, Átropos estaba lista para dar un veredicto si es que aquella joven respondía correctamente a sus cuestionamientos. Un cuerpo digno le habían pedido, sólo un cuerpo digno entregaría.
—Has obtenido lo que deseas por medio del robo, has hurtado a un dios, y aún así te arriesgas, aún así buscas la tranquilidad, doncella —musitó, tomando la daga entre sus finos dedos y acariciándola con premura, con la delicadeza que una madre tendría con su hijo—. Respóndeme, ¿por qué la has robado? ¿Por necesidad o por codicia? Si con esta misma daga fuese yo a tomar tu vida en este momento, ¿qué es lo que harías? ¿Elegirías huir o pondrías tu corazón en mis manos, pequeña? —la voz de la moira era sutil, delicada y tranquilizadora, el frío no se sentía, era un calor agradable.
El destino estaba en curso, Átropos estaba lista para dar un veredicto si es que aquella joven respondía correctamente a sus cuestionamientos. Un cuerpo digno le habían pedido, sólo un cuerpo digno entregaría.
Moirai
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por Invitado Mar Sep 11, 2018 3:53 pm
El tacto de la dama en mi mejilla me hizo estremecer ligeramente. ¿Sería el momento en que la daga que tanto estimaba atravesara de una vez por todas mi corazón?
Oí con atención las palabras dirigidas a mí y nuevamente sentí la vergüenza, pero no podía alejarme de ese tacto tibio, protector y severo a la vez. Bajé la mirada, cerré mis ojos con fuerza y las lágrimas seguían su camino directo a la perdición helada. Intentaba ordenar mis pensamientos, decidir si respondería impulsada por las emociones o por la racionalidad, o quizás, una mezcla de ambas.
- Es cierto que la robé y estoy segura que si se tratase nuevamente de esa daga, lo volvería a hacer. Porque... -las dudas acudieron a mi como un vendaval. La había robado, pero no porque fuese algo que necesitara para costearme la vida, no porque ansiara tener riquezas o algo por el estilo. Era más como si… - La robé porque era lo que debía hacer. -miré a mi interlocutora – ¿Crees en el destino, Dama de la Nieve? Fue como si estuviese destinada a hacerme con ella, como si algo en ella o quizás ella misma, fuese parte de mí. No soy una persona que necesite riquezas, porque lo que necesito lo obtengo con mi propio esfuerzo, mediante mis propias manos, de la forma más honesta posible, no en vano me he esforzado en ser mejor cada día en lo que hago. -. Me alejé un paso para inspirar hondo, necesitaba el oxígeno en mi cerebro, tranquilizarme. – Sé que suena mal, pero esta es la forma en que puedo explicarlo por ahora. Y en cuanto a si huir o poner cara a lo que yo misma provoqué… -sonreí más tranquila, no tenía más a qué temer. Era simplemente el momento de ser yo misma frente al destino:
- No quiero ser maleducada y mucho menos soberbia, pero jamás creas que por ser una chica y por mi apariencia, probablemente frágil e infantil, voy a echarme atrás en lo que decido. No pienso huir. Me hare responsable por completo de mi actuar. -era mi decisión después de todo. Lo provoqué yo, lo que sea que me haya llevado a robar la daga fue porque yo así lo quise, ya que a fin de cuentas, nadie podía controlar las acciones de otros, o sí?
Oí con atención las palabras dirigidas a mí y nuevamente sentí la vergüenza, pero no podía alejarme de ese tacto tibio, protector y severo a la vez. Bajé la mirada, cerré mis ojos con fuerza y las lágrimas seguían su camino directo a la perdición helada. Intentaba ordenar mis pensamientos, decidir si respondería impulsada por las emociones o por la racionalidad, o quizás, una mezcla de ambas.
- Es cierto que la robé y estoy segura que si se tratase nuevamente de esa daga, lo volvería a hacer. Porque... -las dudas acudieron a mi como un vendaval. La había robado, pero no porque fuese algo que necesitara para costearme la vida, no porque ansiara tener riquezas o algo por el estilo. Era más como si… - La robé porque era lo que debía hacer. -miré a mi interlocutora – ¿Crees en el destino, Dama de la Nieve? Fue como si estuviese destinada a hacerme con ella, como si algo en ella o quizás ella misma, fuese parte de mí. No soy una persona que necesite riquezas, porque lo que necesito lo obtengo con mi propio esfuerzo, mediante mis propias manos, de la forma más honesta posible, no en vano me he esforzado en ser mejor cada día en lo que hago. -. Me alejé un paso para inspirar hondo, necesitaba el oxígeno en mi cerebro, tranquilizarme. – Sé que suena mal, pero esta es la forma en que puedo explicarlo por ahora. Y en cuanto a si huir o poner cara a lo que yo misma provoqué… -sonreí más tranquila, no tenía más a qué temer. Era simplemente el momento de ser yo misma frente al destino:
- No quiero ser maleducada y mucho menos soberbia, pero jamás creas que por ser una chica y por mi apariencia, probablemente frágil e infantil, voy a echarme atrás en lo que decido. No pienso huir. Me hare responsable por completo de mi actuar. -era mi decisión después de todo. Lo provoqué yo, lo que sea que me haya llevado a robar la daga fue porque yo así lo quise, ya que a fin de cuentas, nadie podía controlar las acciones de otros, o sí?
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por Átropos Vie Sep 14, 2018 11:31 am
Sonrió, era la respuesta que esperaba, la que sabía vendría para poder dar su próximo paso. Átropos se acercó a aquella joven de quien tomó la daga con cuidado, la sujetó con tal delicadeza que aquello logró tranquilizar el alma dentro del objeto. Y entonces el silencio reinó, los copos de nieve empezaron a caer, poco a poco cubriendo el hermoso paisaje de aquellos bellos parajes escandinavos.
—Le temes a la muerte, dices... Entonces no tienes idea de lo que es tener tu condición... —Balder guardó silencio, la luz de la daga se desvaneció, así como también el artefacto entre las manos de Átropos, regresando con ello a las manos, no de su dueño, sino de quien antes de todo eso mantenía control sobre tan terrible arma.
Un suave toque de sus dedos sobre la suave mejilla femenina de la joven, olvido completo, como beber del río Lete, el paisaje nevado desvaneciéndose por la primavera de Alejandría, y el destino desapareciendo sin más de su lado. No había sido la correcta.
—Le temes a la muerte, dices... Entonces no tienes idea de lo que es tener tu condición... —Balder guardó silencio, la luz de la daga se desvaneció, así como también el artefacto entre las manos de Átropos, regresando con ello a las manos, no de su dueño, sino de quien antes de todo eso mantenía control sobre tan terrible arma.
Un suave toque de sus dedos sobre la suave mejilla femenina de la joven, olvido completo, como beber del río Lete, el paisaje nevado desvaneciéndose por la primavera de Alejandría, y el destino desapareciendo sin más de su lado. No había sido la correcta.
Rechazado
Desgraciadamente, Átropos no considera que eres digno portador de Balder. Sin embargo, en caso de no ocuparse el personaje una vez termine el evento, tendrás la posibilidad de solicitar una nueva prueba.
Moirai
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