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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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The awakening [Priv.Eliya]
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por Corvo Miér Ago 29, 2018 11:05 pm
Retoza pacifico en una cama labrada en roble y bronce, con pieles de lobos, osos y ciervos en su cuerpo, así pareciera que aquel ser no es más que la etérea imagen de un hombre en paz con su vida. A su alrededor solo hay quietud y el suave silbido de las aves que acunan su sueño, han sido casi diez veranos en los que se mantuvo en aquel letargo, y son diez los que debe durar porque así lo dicta su autoridad, y su momento de emerger viene, lento y suave, una fuerza perezosa que lentamente se arrastra en sus huesos para devolverle la vitalidad.
Dos cuervos sobrevolaron la tumba oculta en algún lugar recóndito de las montañas de Islandia, es la tierra natal que lo vio nacer, y aquella que debiera verlo morir, los graznidos de los animales llevan el mensaje con el viento del verano que se extiende por la tierra, un mensaje que sólo aquellos elegidos serán capaces de escuchar.
Despierta… es el suave susurro en sus oídos aun adormecidos, despierta… y sus músculos reaccionan, primero un brazo entumecido, luego es su único ojo sano, y la borrosa imagen de su santuario, labrado en piedra gris y vegetación verde, la nieve se ha derretido hace tiempo y el sol comienza a ocultarse coloreando el cielo con rojizos y naranjas, pronto el fuego fatuo de las antorchas se encenderá.
Oculto estaba de toda mirada indiscreta, un regalo amable de su amado hijo, protegido en magia antigua y runas para mantenerlo a salvo, porque es la familia aquello que se debe proteger frente a todo, porque aun siendo dioses saben que son los lazos de sangre aquellos que los mantienen unidos.
Siente nostalgia.
Su cabeza punzó, Odin sintió el palpitar vivo de su corazón, llevando la cálida sangre en todo su sistema, el sueño apenas se sintió como un parpadeo, pero puede sentir la vieja magia recorriendo su cuerpo, se ha revitalizado y entonces da un suspiro largo, hay una madeja de pensamientos enredados en su cabeza, uno de ellos es Elysium, quizá el más importante, pero también piensa en su hijo, aquel que guarda el secreto de su paradero, y se pregunta si Hugin y Munin han llevado su mensaje, las fieles criaturas han permanecido a su lado prácticamente desde que tiene uso de razón, y es de ellas de quien menos esperase la traición.
El viejo Geri es el primero en presentar sus respetos, un gigantesco lobo Huargo blanco como la nieve, con sus ojos como estrellas polares, y Odin se permite el capricho de sonreír como el padre que no ha visto a su niño desde hace tanto, y le sigue Freki, de pelaje rojo como las hojas del otoño con su mirada precavida de ónix brillante, las criaturas se inclinan solemnes y avanzan con paso flojo.
―Pequeños bribones, ―la voz de Odin escapa ronca por el desuso, pero sigue manteniendo potencia y autoridad, nadie puede negar que aquel hombre es el padre de todo―, espero que vigilaran bien a mis hijos…
Tiene el temple de acero, mas su corazón rozagante es el de cualquier padre afable.
Odin estiró su cuerpo como el de un felino, destensando sus músculos y aflojando sus huesos, el cansancio físico desapareció, más las cargas de su alma aun le pesan cuando divisa el tinte de la noche y las primeras estrellas titilantes en el cielo, está de vuelta en casa…
―Si los cielos son buenos, mis muchachos, éste será mi ultimo sueño, y esta la ultima vez que mire el hermoso cielo estrellado de mi tierra… pero no hemos venido aquí para hablar de cosas deprimentes ¿Cierto? ―soltó una carcajada.
Las enormes bestias que fácilmente podrían arrancar la tráquea de un hombre con sus garras, actúan como pequeños cachorros emocionados, abalanzándose contra su dueño, Odin enterró sus dedos en el pelaje grueso.
Su corazón entonces latió anticipado, presintiéndolo, una presencia familiar, cálida, la misma que recuerda.
Sus niños ya no son los pequeños bribones que corrían entre las faldas de las mozas durante la primavera, se hubieron hecho hombres curtidos en la batalla, armada o no, cada ser vivo tenía una. Pero no evita evocar las miradas jóvenes de aquellos por los que moriría, aquellos por los que vivía.
―Si aún eres ese a quien conozco, ven aquí sin miramientos, que no he vuelto para tu reprimenda, ―dijo serio directamente al viento, sus ojos dorados brillan con una tenue luz ambarina, con la vida palpitante en ellos―, deja que este viejo lobo te abrace, porque tengas los años que tengas, sigues siendo sangre de mi sangre, y nuestra manada sobrevive.
Giró sobre sus talones, y con una sonrisa amplia y paternal recibió a quien quiera que hubiera atendido al llamado de su fiel Hugin.
Había regresado tan noble como en el antaño, su rostro era el mismo tosco con cicatrices, con el cuerpo macizo de músculo fibroso, nadie negaría que era el rey de los nueve mundos, señor de Asgard, padre de todo…
Odin hijo de Bor, despertó de su sueño… los lobos aullaron con regocijo así como los cuervos batieron sus alas.
Dos cuervos sobrevolaron la tumba oculta en algún lugar recóndito de las montañas de Islandia, es la tierra natal que lo vio nacer, y aquella que debiera verlo morir, los graznidos de los animales llevan el mensaje con el viento del verano que se extiende por la tierra, un mensaje que sólo aquellos elegidos serán capaces de escuchar.
Despierta… es el suave susurro en sus oídos aun adormecidos, despierta… y sus músculos reaccionan, primero un brazo entumecido, luego es su único ojo sano, y la borrosa imagen de su santuario, labrado en piedra gris y vegetación verde, la nieve se ha derretido hace tiempo y el sol comienza a ocultarse coloreando el cielo con rojizos y naranjas, pronto el fuego fatuo de las antorchas se encenderá.
Oculto estaba de toda mirada indiscreta, un regalo amable de su amado hijo, protegido en magia antigua y runas para mantenerlo a salvo, porque es la familia aquello que se debe proteger frente a todo, porque aun siendo dioses saben que son los lazos de sangre aquellos que los mantienen unidos.
Siente nostalgia.
Su cabeza punzó, Odin sintió el palpitar vivo de su corazón, llevando la cálida sangre en todo su sistema, el sueño apenas se sintió como un parpadeo, pero puede sentir la vieja magia recorriendo su cuerpo, se ha revitalizado y entonces da un suspiro largo, hay una madeja de pensamientos enredados en su cabeza, uno de ellos es Elysium, quizá el más importante, pero también piensa en su hijo, aquel que guarda el secreto de su paradero, y se pregunta si Hugin y Munin han llevado su mensaje, las fieles criaturas han permanecido a su lado prácticamente desde que tiene uso de razón, y es de ellas de quien menos esperase la traición.
El viejo Geri es el primero en presentar sus respetos, un gigantesco lobo Huargo blanco como la nieve, con sus ojos como estrellas polares, y Odin se permite el capricho de sonreír como el padre que no ha visto a su niño desde hace tanto, y le sigue Freki, de pelaje rojo como las hojas del otoño con su mirada precavida de ónix brillante, las criaturas se inclinan solemnes y avanzan con paso flojo.
―Pequeños bribones, ―la voz de Odin escapa ronca por el desuso, pero sigue manteniendo potencia y autoridad, nadie puede negar que aquel hombre es el padre de todo―, espero que vigilaran bien a mis hijos…
Tiene el temple de acero, mas su corazón rozagante es el de cualquier padre afable.
Odin estiró su cuerpo como el de un felino, destensando sus músculos y aflojando sus huesos, el cansancio físico desapareció, más las cargas de su alma aun le pesan cuando divisa el tinte de la noche y las primeras estrellas titilantes en el cielo, está de vuelta en casa…
―Si los cielos son buenos, mis muchachos, éste será mi ultimo sueño, y esta la ultima vez que mire el hermoso cielo estrellado de mi tierra… pero no hemos venido aquí para hablar de cosas deprimentes ¿Cierto? ―soltó una carcajada.
Las enormes bestias que fácilmente podrían arrancar la tráquea de un hombre con sus garras, actúan como pequeños cachorros emocionados, abalanzándose contra su dueño, Odin enterró sus dedos en el pelaje grueso.
Su corazón entonces latió anticipado, presintiéndolo, una presencia familiar, cálida, la misma que recuerda.
Sus niños ya no son los pequeños bribones que corrían entre las faldas de las mozas durante la primavera, se hubieron hecho hombres curtidos en la batalla, armada o no, cada ser vivo tenía una. Pero no evita evocar las miradas jóvenes de aquellos por los que moriría, aquellos por los que vivía.
―Si aún eres ese a quien conozco, ven aquí sin miramientos, que no he vuelto para tu reprimenda, ―dijo serio directamente al viento, sus ojos dorados brillan con una tenue luz ambarina, con la vida palpitante en ellos―, deja que este viejo lobo te abrace, porque tengas los años que tengas, sigues siendo sangre de mi sangre, y nuestra manada sobrevive.
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Corvo
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