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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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||FB|| Once upon a time... (Privado)
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por Irene Blackwood Vie Ago 31, 2018 2:19 am
Once upon a time...
El resto del mundo
Otros Lugares.
En algún lugar de Europa
Hace poco mas de 10 años
Hace poco mas de 10 años
La noche era completamente helada, había además de todo un viento frio que levantaba mucho a su paso, esto no era importante para Irene, salvo que el viento movía salvajemente su melena plateada. Más por alguna razón ella no podía moverse, ella estaba completamente embelesada con lo que sus ojos miraban, la completa destrucción de una calle, el fuego consumiendo todo, los gritos pidiendo ayuda, los ruegos clamando por cualquier deidad que quisiera ayudarles. La miseria y desolación que se reflejaban en varios pares de ojos. Eran desde su perspectiva un espectáculo sorprendente, que comparaba con el mejor ballet al que ha asistido.
Incluso ella, sin querer se encuentra sucia por el humo, su piel blanca se ve manchada por el negro, incluso su ropa tiene sangre mas no de ella. Esta inmóvil, recordando lo que hace minutos ha sucedido, el pandemónium. Quizás fue una fuga de gas, quizás un demonio devorando almas, el punto entero era que en un instante una explosión había acabado con unas buenas dos calles, llevándose consigo varios negocios, casas y dejando un saldo de varias víctimas a su paso, si la mujer ponía atención podía admirar varios cadáveres adornando las calles. Una sonrisa se abre paso en su cara, pues este tipo de incidentes ha estado pasando con frecuencia y más frecuencia. Al correr de los años, las grandes metrópolis han ido cayendo en la miseria y en la desgracia, las grandes concentraciones de humanos de a poco se van desperdigando, muchos de ellos empezaban a creer que el fin del mundo estaba cerca.
Irene no era diferente, mas este tipo de sucesos le dejaban pensando, los humanos mostraban sus verdaderos colores cuando la desgracia azotaba su casa. Y eso era lo que mantiene quieta a la peli blanca. Intenta no molestar a nadie, pero tampoco intenta ayudar a nadie, fue mera coincidencia el encontrarse en ese lugar y no tenía deseo alguno de involucrarse con aquellos humanos, a los que en estos momentos consideraba hipócritas.
De haber tenido una buena conciencia, ella intentaría ayudar a esas personas, pero hace tiempo que ha olvidado su empatía y su caridad, por un momento pensó que de haber mantenido sus alas estaría ahora consolando a las victimas, pero el pasado era pasado y ella no lo revolvería por nada del mundo. Se distrae con las suplicas y no puede evitar reír, llamando la atención de los más cercanos. –Oh, vamos!!!! Es hilarante, todo mundo apelan a un poder supremo, buscando ayuda, consuelo, calma y demás. Pero solo es cuando se ven necesitados, apuesto a que no han rogado, rezado en años, pero cuando tienen la necesidad es cuando recuerdan las enseñanzas viejas. Varios les llamarían hipócritas, descarados, dobles caras yo solo los llamo humanos…-quizás su discurso no tenía ni pies ni cabeza, además de que es probable que nadie de allí comparta sus puntos de vista, también es posible que le llamen loca y que quieran atacarla. No queriendo eso se da la vuelta.
Es una buena idea el retirarse, el alejarse, encontrar otra ciudad donde asentarse, o cuando menos esos eran sus pensamientos. No dudaba que pronto los disturbios se volverían demasiado violentos y ella no quiere ni desea estar presente cuando eso suceda, ha comenzado a caminar. No ha avanzado demasiado cuando una presencia familiar se hace presente, ella no sabe qué hacer, esa presencia le hace recordar un pasado que ha dejado atrás, pero sabe que si ha sido vista no hay posibilidad alguna de una salida improvisada, así es como fija su mirada hacia donde cree se encuentra la presencia de su… no sabe cómo llamarlo, no después de tantos años.
| Privado Corvo
Praesidium
Irene Blackwood
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por Corvo Vie Ago 31, 2018 3:26 am
Apestaba a sangre y muerte… sus huesos se estremecieron ante los gritos agónicos de los pobres mortales, el fuego devoraba todo a su paso, la gente histérica corría de un lado a otro, y el hombre encapuchado suspiró, sería fácil, un par de runas un poco de magia y extinguiría el caos para traer una menguante calma, sin embargo no podía alertar a sus enemigos de su localización, y vagar fuera de la isa ya era suficientemente estúpido de su parte, podía escuchar claramente los reclamos de su hijo en su cabeza, estaba pronto a entrar en su sueño y lo mejor era quedarse en la isla, al menos ahí era vigilado, como si se tratara de un viejo senil incapaz de hacer nada… amarga era la ironía, ciertamente cuando más cerca estaba del letargo, más expuesto estaba.
A diferencia de otros panteones, el nórdico era conocido por la mortalidad frágil de los dioses, una lección para los hombres de que la muerte siempre sería algo inevitable, y que incluso las titánicas fuerzas que le dieron forma a su mundo, un día se extinguirían en los anales del tiempo. Lo llamaron de muchas formas: el dios tuerto, viajero, encapuchado, muerte, guerra, gondlir, padre de todo… Odin.
Alguien desprevenido y con el pánico latente chocó contra su cofre, era una mujer, en sus brazos llevaba un niño que sangraba copiosamente de la cabeza, la imagen lo hizo tragar grueso, su mano se depositó con misericordia sobre el hombro de la muchacha y de entre sus ropas sacó un trapo que empapó en una mezcla con un potente olor a hierba, mientras recitaba algo en un idioma desconocido, tan viejo como el mundo mismo, limpió la herida y ésta dejó de sangrar.
―Ve al norte mujer, allá donde el invierno implacable es mejor que el infierno de fuego, ―sugirió―, toma, ―le entregó un mapa y una bolsa con artilugios varios para sobrevivir un tiempo, no eran monedas, fueron algunas hierbas―, lleva a quien puedas y no vuelvan a la ciudad, dejen que la madre tierra les brinde un poco de consuelo.
Aun había lugares seguros en la tierra, al menos zonas deshabitadas escondidas entre las montañas, salvajes y brutales, pero no maliciosos con la crueldad del hombre hediendo a sadismo sin sentido. Como si de una orden incuestionable se hubiera tratado ella obedeció dócil.
―Ah, Odin, Odin, nunca vas a cambiar viejo mezquino… ―soltó una carcajada ronca para sí mismo.
Caminó entre el hollín y el humo, silbó fuerte y entonces un par de cuervos sobrevolaron los cielos, con sus miradas agudas entregándole sus visiones al padre de todo, Odin suspiró hastiado, la pequeña alimaña se le había escapado un par de veces, pero al fin la encontraba.
Decir que estaba enojado con ella sería una mentira, conocía las desavenencias juveniles y la rebeldía, el mismo fue un muchacho imbécil con sangre caliente que se sintió invencible, y sus hijos no fueron precisamente el epitome del buen comportamiento; simplemente la actitud de la niña le parecía absurda, todos cometían errores, todos estaban expuestos, no hubo perfección. Un lobo enorme de pelaje blanco lo encontró, sobre su lomo llevaba una niña, huérfana a esas alturas seguramente, y Odin sintió su pecho encogerse, con cuidado la tomó en brazos y le limpió la cara llena de lágrimas y mocos.
―Shh, shh, ―susurró bajito―, ven pequeña, vamos a un lugar seguro.
Vagó por un rato mientras ubicaba la posición de quien buscaba, con la chiquilla sobre su espalda, y el lobo a su costado, escuchó el graznido de Munin y Odin siguió al ave oscura en medio del paciente latido de la calma después de la catástrofe.
Del humo y la ceniza su figura se asomó, alta e imponente, cubierto con una capa gruesa de cuero negro con forro de piel de oso, no había cambiado en nada, mantenía aun su cabello grisáceo, y con un ojo dorado siempre brillante como oro líquido.
―Ha pasado tiempo sin verte cachorro, ―dijo con su voz gruesa y rasposa.
En su rostro se dibujó una sonrisa amplia, casi paternal, que lo llamaran viejo sentimentalista, pero jamás pudo evitar esa manía de ver con anhelo a sus niños, porque eran suyos, criados bajo su puño, guiados en lo mejor que pudo. Se detuvo a una distancia prudente de la chica a la que recordaba, su naturaleza en el fondo seguía siendo la misma con esa pose, la gente suele mentir, siempre, lo sabía bien, pero el cuerpo jamás aprende del todo a hacerlo, y aun siendo un dios tuerto, él reconocería a sus cachorros a donde quiera que estuvieran.
A diferencia de otros panteones, el nórdico era conocido por la mortalidad frágil de los dioses, una lección para los hombres de que la muerte siempre sería algo inevitable, y que incluso las titánicas fuerzas que le dieron forma a su mundo, un día se extinguirían en los anales del tiempo. Lo llamaron de muchas formas: el dios tuerto, viajero, encapuchado, muerte, guerra, gondlir, padre de todo… Odin.
Alguien desprevenido y con el pánico latente chocó contra su cofre, era una mujer, en sus brazos llevaba un niño que sangraba copiosamente de la cabeza, la imagen lo hizo tragar grueso, su mano se depositó con misericordia sobre el hombro de la muchacha y de entre sus ropas sacó un trapo que empapó en una mezcla con un potente olor a hierba, mientras recitaba algo en un idioma desconocido, tan viejo como el mundo mismo, limpió la herida y ésta dejó de sangrar.
―Ve al norte mujer, allá donde el invierno implacable es mejor que el infierno de fuego, ―sugirió―, toma, ―le entregó un mapa y una bolsa con artilugios varios para sobrevivir un tiempo, no eran monedas, fueron algunas hierbas―, lleva a quien puedas y no vuelvan a la ciudad, dejen que la madre tierra les brinde un poco de consuelo.
Aun había lugares seguros en la tierra, al menos zonas deshabitadas escondidas entre las montañas, salvajes y brutales, pero no maliciosos con la crueldad del hombre hediendo a sadismo sin sentido. Como si de una orden incuestionable se hubiera tratado ella obedeció dócil.
―Ah, Odin, Odin, nunca vas a cambiar viejo mezquino… ―soltó una carcajada ronca para sí mismo.
Caminó entre el hollín y el humo, silbó fuerte y entonces un par de cuervos sobrevolaron los cielos, con sus miradas agudas entregándole sus visiones al padre de todo, Odin suspiró hastiado, la pequeña alimaña se le había escapado un par de veces, pero al fin la encontraba.
Decir que estaba enojado con ella sería una mentira, conocía las desavenencias juveniles y la rebeldía, el mismo fue un muchacho imbécil con sangre caliente que se sintió invencible, y sus hijos no fueron precisamente el epitome del buen comportamiento; simplemente la actitud de la niña le parecía absurda, todos cometían errores, todos estaban expuestos, no hubo perfección. Un lobo enorme de pelaje blanco lo encontró, sobre su lomo llevaba una niña, huérfana a esas alturas seguramente, y Odin sintió su pecho encogerse, con cuidado la tomó en brazos y le limpió la cara llena de lágrimas y mocos.
―Shh, shh, ―susurró bajito―, ven pequeña, vamos a un lugar seguro.
Vagó por un rato mientras ubicaba la posición de quien buscaba, con la chiquilla sobre su espalda, y el lobo a su costado, escuchó el graznido de Munin y Odin siguió al ave oscura en medio del paciente latido de la calma después de la catástrofe.
Del humo y la ceniza su figura se asomó, alta e imponente, cubierto con una capa gruesa de cuero negro con forro de piel de oso, no había cambiado en nada, mantenía aun su cabello grisáceo, y con un ojo dorado siempre brillante como oro líquido.
―Ha pasado tiempo sin verte cachorro, ―dijo con su voz gruesa y rasposa.
En su rostro se dibujó una sonrisa amplia, casi paternal, que lo llamaran viejo sentimentalista, pero jamás pudo evitar esa manía de ver con anhelo a sus niños, porque eran suyos, criados bajo su puño, guiados en lo mejor que pudo. Se detuvo a una distancia prudente de la chica a la que recordaba, su naturaleza en el fondo seguía siendo la misma con esa pose, la gente suele mentir, siempre, lo sabía bien, pero el cuerpo jamás aprende del todo a hacerlo, y aun siendo un dios tuerto, él reconocería a sus cachorros a donde quiera que estuvieran.
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Corvo
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por Irene Blackwood Sáb Sep 01, 2018 2:00 am
Una sola frase remueve el pequeño mundo del ex ángel, un sobrenombre le lleva al pasado; donde el hombre que la mira, había enseñado casi todo. De él había aprendido sobre lo bueno, lo malo y lo de en medio, el Dios quiso inculcarle un montón de cosas, por un tiempo la peli blanca fue una habida estudiante, queriendo complacer y ser digna de ser mirada, el orgullo precedía a la caída, nunca fue más cierto. Arrogante en su persona, se creyó por encima de los demás, la lección de humildad se escapó de su cabeza y aun es consciente de los regaño de ese entonces.
Sin querer, Irene, se siente como una estudiante nuevamente. Hay una gran parte de ella, que no desea ver en aquel rostro desilusión por sus acciones, quizás ese hombre es el único en el universo entero que podría cuestionarla y nunca de los nuncas encontraría una buena respuesta que darle. Se encuentra exhalando el aire que había contenido por varios segundos. Se para derecha, orgullosa de su persona, recordándose que en realidad no hizo algo tan malo, cierto que se había desviado de su camino establecido, cierto que perdió sus alas, cierto que muchos otros seres le podían llegar a considerar un demonio y era muy cierto también que sus maneras más suaves han desaparecido. Guarda un enorme respeto por aquel que alguna vez llamo maestro, es ese mismo respeto lo que le hace caminar hacia el Dios nórdico.
No está completamente segura que esperar, pero en vista de que Odín trae consigo a una niña pequeña es probable que no actué de forma violenta hacia su ser, mas no está del todo segura de ello *Aunque creo que dejaría que calme un poco de su enojo con violencia, probablemente para calmar mi culpa para con él* pensaba, ese pensamiento era un poco amargo y era verdadero de punta a punta.
Camina ignorando lo que le rodea, ha aprendido a compartirán su mente. Ella no tiene tiempo para pensar en el éxodo que se está suscitando, con unos cuantos pasos más ha llegado a su destino, enfrente del hombre mayor. –En realidad, para alguien de tu longevidad, mi ausencia es una milésima parte de tu tiempo de vida. –le brinda una sonrisa que hace que sus orbes azules brillen, no lo admitiría en voz alta pero está un poco contenta de ver a su mentor. –Aunque hace tiempo nadie me llama cachorro, no en mi cara al menos. –pronuncia, de manera calmada. Mientras dirige su mirada a los acompañantes del Dios. Frunce el ceño ante la pequeña –Una sobreviviente, me imagino- aventuró, pero no hace falta ser un genio para comprender el como surgió esta escena. -¿Qué harás con ella? Creo que …-calla, pues cree que es mejor abandonarla y que sucumba al tiempo, sabe que no habría nadie que se quisiera ocuparse de la niña. No cuando las cosas estaban un poco mal. –La criara, la regalara, la devorara,-dice un tanto sombría, sus ojos ahora miran los ojos de la más joven. Aquellos ojos en aquella cara infantil la miran con miedo.
El miedo es una emoción que ha aprendido a sobrellevar con el paso de los años, para Irene algo que comprende es algo con lo que puede seguir adelante, no le gusta cuando es ignorante de alguna cosa. Y la ignorancia a ojos de la peli plateada es el peor pecado del mundo.
Sin querer, Irene, se siente como una estudiante nuevamente. Hay una gran parte de ella, que no desea ver en aquel rostro desilusión por sus acciones, quizás ese hombre es el único en el universo entero que podría cuestionarla y nunca de los nuncas encontraría una buena respuesta que darle. Se encuentra exhalando el aire que había contenido por varios segundos. Se para derecha, orgullosa de su persona, recordándose que en realidad no hizo algo tan malo, cierto que se había desviado de su camino establecido, cierto que perdió sus alas, cierto que muchos otros seres le podían llegar a considerar un demonio y era muy cierto también que sus maneras más suaves han desaparecido. Guarda un enorme respeto por aquel que alguna vez llamo maestro, es ese mismo respeto lo que le hace caminar hacia el Dios nórdico.
No está completamente segura que esperar, pero en vista de que Odín trae consigo a una niña pequeña es probable que no actué de forma violenta hacia su ser, mas no está del todo segura de ello *Aunque creo que dejaría que calme un poco de su enojo con violencia, probablemente para calmar mi culpa para con él* pensaba, ese pensamiento era un poco amargo y era verdadero de punta a punta.
Camina ignorando lo que le rodea, ha aprendido a compartirán su mente. Ella no tiene tiempo para pensar en el éxodo que se está suscitando, con unos cuantos pasos más ha llegado a su destino, enfrente del hombre mayor. –En realidad, para alguien de tu longevidad, mi ausencia es una milésima parte de tu tiempo de vida. –le brinda una sonrisa que hace que sus orbes azules brillen, no lo admitiría en voz alta pero está un poco contenta de ver a su mentor. –Aunque hace tiempo nadie me llama cachorro, no en mi cara al menos. –pronuncia, de manera calmada. Mientras dirige su mirada a los acompañantes del Dios. Frunce el ceño ante la pequeña –Una sobreviviente, me imagino- aventuró, pero no hace falta ser un genio para comprender el como surgió esta escena. -¿Qué harás con ella? Creo que …-calla, pues cree que es mejor abandonarla y que sucumba al tiempo, sabe que no habría nadie que se quisiera ocuparse de la niña. No cuando las cosas estaban un poco mal. –La criara, la regalara, la devorara,-dice un tanto sombría, sus ojos ahora miran los ojos de la más joven. Aquellos ojos en aquella cara infantil la miran con miedo.
El miedo es una emoción que ha aprendido a sobrellevar con el paso de los años, para Irene algo que comprende es algo con lo que puede seguir adelante, no le gusta cuando es ignorante de alguna cosa. Y la ignorancia a ojos de la peli plateada es el peor pecado del mundo.
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por Corvo Dom Sep 02, 2018 12:31 am
Jamás podría odiarla, cuando se pensó enfurecido con ella, cuando la miró caer del pedestal arrogante en el que algunos la hubieron tenido por su raza, pero igualmente mortal la sabía imperfecta, y por eso la amaba, Odin meditó su primera oración, clara y verdadera, ciertamente para los dioses a vida de los mortales, longeva o no, era casi un parpadeo, sin embargo, había aprendido a extrañar a aquellos que apreciaba.
―Esperaba una bienvenida más cálida, ―pronunció―, disculpa a este viejo lobo, cada pensamiento que tengo es preguntándome si mis cachorros estarán a salvo, ya no son los años de antaño, pequeña, con Ares y Seth acechando me temo que todo aquello que amo sea palanca para hacerme salir ante ellos.
Y la sangre le hervía de solo pensar que alguno de esos dos bastardos se atrevieran a usar a los suyos como una extorsión, no había honor y Odin debía comenzar a jugar a la política mientras el mundo se incineraba, se sentía impotente, incapaz de siquiera salir de frente contra la arrasadora fuerza del dios de la guerra, pero no por cobardía, a diferencia de esos dioses estúpidos, el padre de todo siempre estuvo consciente de que moriría, y claro que lo haría, pero necesitaba un poco más de tiempo, un lapso decente para armarse con lo último de su fuerza y con toda voluntad montar a la guerra.
Recordó los tiempos de antaño, cuando su risa estruendosa resonaba en los bosques verdes, mientras su pupila cumplía con tareas absurdas por algún mal comportamiento. Recordar el pasado era agradable, pero vivir en el podía llegar a destruir, a quien, sin cuidado, se detuviera demasiado tiempo observándolo.
―Vamos cachorro, tenemos que avanzar, ―notó la mirada cruda que le echó a la niña que llevó en la espalda, sus palabras poco amables, aquellos golpes secos que la vida daba para volverlo a uno más insensible―, ¿ah? Freki se encargará de ella mientras busca su camino, al parecer le agrada.
Fue una respuesta simple, no quería detenerse a pensar en lo que la niña significaba en ese punto.
Sola no sobreviviría y una muerte rápida sería misericordiosa, no temía cortar su garganta y acabar con su sufrimiento, mas Odin se consideró cruel cuando la miró a los ojos y notó el brote de inocencia que aun latía en ella, no podía arrebatar algo hermoso del mundo, ella significaba esperanza.
―Si sobrevive, ella será una de las raíces del nuevo árbol de la vida que repueble al mundo, y si muere… entonces será una razón más para cargar a la batalla, ―sonrió con calidez a la niña que estaba firmemente abrazada a su capa, temblando de miedo y frio, con la carita enterrada en el cuello del dios―, mejor que nadie sabes lo que le pasa a aquellos que atacan lo que amo.
Sin más preámbulo decidió avanzar, sus pasos crujieron en el piso forrado en escombro. Al fondo de la dantesca escena, se podían divisar árboles espesos, la entrada a un bosque donde pasarían la noche. El olor a hierba fresca se sintió ligero, pero aun así la destrucción de aquella ciudad aun le pesaba en los hombros.
―Por cierto, cachorro, ―su tono de voz se hizo más bajo, Odin oculto su rostro en algunos mechones de cabezo gris que le cayeron en la cara―, estoy feliz de saber que has sobrevivido…
Sus ultimas palabras quedaron grabadas en una ventisca suave que revolvió su pelo y estremeció su carne mortal, no recordaba la última vez que le hubiera dicho eso a alguien, porque todos se habían ido, y lo poco que le quedaba, estaba atado a su deber en un lugar que habían jurado proteger.
―Esperaba una bienvenida más cálida, ―pronunció―, disculpa a este viejo lobo, cada pensamiento que tengo es preguntándome si mis cachorros estarán a salvo, ya no son los años de antaño, pequeña, con Ares y Seth acechando me temo que todo aquello que amo sea palanca para hacerme salir ante ellos.
Y la sangre le hervía de solo pensar que alguno de esos dos bastardos se atrevieran a usar a los suyos como una extorsión, no había honor y Odin debía comenzar a jugar a la política mientras el mundo se incineraba, se sentía impotente, incapaz de siquiera salir de frente contra la arrasadora fuerza del dios de la guerra, pero no por cobardía, a diferencia de esos dioses estúpidos, el padre de todo siempre estuvo consciente de que moriría, y claro que lo haría, pero necesitaba un poco más de tiempo, un lapso decente para armarse con lo último de su fuerza y con toda voluntad montar a la guerra.
Recordó los tiempos de antaño, cuando su risa estruendosa resonaba en los bosques verdes, mientras su pupila cumplía con tareas absurdas por algún mal comportamiento. Recordar el pasado era agradable, pero vivir en el podía llegar a destruir, a quien, sin cuidado, se detuviera demasiado tiempo observándolo.
―Vamos cachorro, tenemos que avanzar, ―notó la mirada cruda que le echó a la niña que llevó en la espalda, sus palabras poco amables, aquellos golpes secos que la vida daba para volverlo a uno más insensible―, ¿ah? Freki se encargará de ella mientras busca su camino, al parecer le agrada.
Fue una respuesta simple, no quería detenerse a pensar en lo que la niña significaba en ese punto.
Sola no sobreviviría y una muerte rápida sería misericordiosa, no temía cortar su garganta y acabar con su sufrimiento, mas Odin se consideró cruel cuando la miró a los ojos y notó el brote de inocencia que aun latía en ella, no podía arrebatar algo hermoso del mundo, ella significaba esperanza.
―Si sobrevive, ella será una de las raíces del nuevo árbol de la vida que repueble al mundo, y si muere… entonces será una razón más para cargar a la batalla, ―sonrió con calidez a la niña que estaba firmemente abrazada a su capa, temblando de miedo y frio, con la carita enterrada en el cuello del dios―, mejor que nadie sabes lo que le pasa a aquellos que atacan lo que amo.
Sin más preámbulo decidió avanzar, sus pasos crujieron en el piso forrado en escombro. Al fondo de la dantesca escena, se podían divisar árboles espesos, la entrada a un bosque donde pasarían la noche. El olor a hierba fresca se sintió ligero, pero aun así la destrucción de aquella ciudad aun le pesaba en los hombros.
―Por cierto, cachorro, ―su tono de voz se hizo más bajo, Odin oculto su rostro en algunos mechones de cabezo gris que le cayeron en la cara―, estoy feliz de saber que has sobrevivido…
Sus ultimas palabras quedaron grabadas en una ventisca suave que revolvió su pelo y estremeció su carne mortal, no recordaba la última vez que le hubiera dicho eso a alguien, porque todos se habían ido, y lo poco que le quedaba, estaba atado a su deber en un lugar que habían jurado proteger.
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por Irene Blackwood Vie Sep 07, 2018 10:05 pm
Hay un palpitar en su pecho, una molestia, una incomodidad e Irene no sabe qué es, una parte sínica de su ser, susurraba con burla que aquello se llamaba “reconocimiento de sentimientos”, pero la peli blanca gustaba de ignorar esa voz. Desde hace mucho, se ha vuelto malditamente buena en ignorar a lo que los humanos llamarían conciencia. Pero también es cierto que ese hueco en su pecho se hace mucho más pequeño cuando escucha a su maestro, sus palabras le dan a entender que aun la ve como uno de los suyos. Haciendo que los enemigos de su maestro sean una amenaza para ella. Suspira profundamente, no duda en seguir al Dios.
Mira al lobo y quiere reír; -pero allí hay una palabra clave, si ella sobrevive. –y mirando a la joven niña la caída tenia serias dudas en que ella podría tener una vida más allá del fin de semana. –entonces me estás diciendo que Ares y Seth, tienen que ver con los disturbios de los últimos tiempos o es solo una coincidencia que su los menciones. –pregunta, Irene sabe de sus capacidades y aunque gusta de alardear, presumir y gritar a los cuatro vientos lo buena que es, sabe que nunca fue una ángel guerrera. Sus habilidades en combate se forjaron con años y años de práctica, pero no se llamaría una maestra. Niega, solo averiguará un poco, para ver que puede hacer con la información que él pueda ofrecerle.
Caminar al lado del Dios Nórdico, le recuerda nuevamente el pasado, cuando le seguía y quería saber más del mundo, -Sobrevivir…-ríe con un deje de amargura. –no es una palabra que usaría en mi persona, me gusta pensar que estoy viviendo. –su voz empieza a adquirir un tono un poco más alegre. –Hay muchas menos reglas que seguir, sabes que podemos usar el dicho de “el fin justifica los medios”. –es un poco descarada. –Nunca me he arrepentido de lo que hice. –termina, la frase es dicha de manera firme, resuelta y muestra una verdad absoluta, una verdad con la que Irene se siente satisfecha. –entonces. ¿Qué está haciendo en el reino mortal? –siente curiosidad, -Hay algún tipo de problemas que tiene que resolver…-inquiere, buscando información. Aunque claro por ahora la información sería buena para su propia persona.
Mira al lobo y quiere reír; -pero allí hay una palabra clave, si ella sobrevive. –y mirando a la joven niña la caída tenia serias dudas en que ella podría tener una vida más allá del fin de semana. –entonces me estás diciendo que Ares y Seth, tienen que ver con los disturbios de los últimos tiempos o es solo una coincidencia que su los menciones. –pregunta, Irene sabe de sus capacidades y aunque gusta de alardear, presumir y gritar a los cuatro vientos lo buena que es, sabe que nunca fue una ángel guerrera. Sus habilidades en combate se forjaron con años y años de práctica, pero no se llamaría una maestra. Niega, solo averiguará un poco, para ver que puede hacer con la información que él pueda ofrecerle.
Caminar al lado del Dios Nórdico, le recuerda nuevamente el pasado, cuando le seguía y quería saber más del mundo, -Sobrevivir…-ríe con un deje de amargura. –no es una palabra que usaría en mi persona, me gusta pensar que estoy viviendo. –su voz empieza a adquirir un tono un poco más alegre. –Hay muchas menos reglas que seguir, sabes que podemos usar el dicho de “el fin justifica los medios”. –es un poco descarada. –Nunca me he arrepentido de lo que hice. –termina, la frase es dicha de manera firme, resuelta y muestra una verdad absoluta, una verdad con la que Irene se siente satisfecha. –entonces. ¿Qué está haciendo en el reino mortal? –siente curiosidad, -Hay algún tipo de problemas que tiene que resolver…-inquiere, buscando información. Aunque claro por ahora la información sería buena para su propia persona.
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por Corvo Jue Sep 13, 2018 6:18 am
A pesar de algunos comentarios mezquinos, Odín los atribuyó a la bulliciosa juventud de su pupila, sin mucho que decir, comenzó a caminar, para llevarlos a lo que el supuso era un lugar seguro, en el grueso del terreno boscoso, donde acamparían, no estaban del todo desprotegidos, sus masivos lobos pese a parecer mansos, eran bestias asesinas y crueles… aunque, Geki, se acercó indiscriminadamente a olfatear el cuerpo de la chica.
―Hey, cachorro, no metas las narices donde no debes, ―regañó Corvo.
El lobo parecía entender, pero continuó con su curiosidad sobre el aroma familiar de Irene. Al parecer la recordaba, y si la recordaba tal como Odin podía imaginarlo, entonces el afecto aun estaba presente en ella, porque rara vez, sus lobos permitían un acercamiento de personas ajenas hacia su amo. Suspiró resignado, ante la insistencia casi infantil de animal mientras trotaba perezosamente a un costado de la ex ángel, como en el antaño… en su rostro se dibujó una mueca nostálgica, con las memorias de cuando esa chiquilla y sus “mascotas” vagaban solos por los bosques y colinas, envalentonados para demostrarle a Odin, que ya eran fuertes.
Prendió el fuego con algunas runas, y le ofreció a Irene una gruesa manta de piel para amainar el frío, mientras sus lobos se desvanecían en la espesura de la noche, y sus cuervos centinelas vigilaban.
―Ah, ha pasado más de lo que imaginas Irene, ―usó su nombre por primera vez―, hace poco viajé a Escandinavia, para verificar los sellos que tienen guardado el peor de los males en la tierra…
Loki… ese cabrón debía seguir encerrado, y Odin se encargaría de eso mientras estuviera en su poder.
―Ares hasta ahora no ha conseguido dar con ese lugar, pero temo que no tarde en hacerlo, estoy cerca de mi sueño… Seth pareció aliarse con el niño de Zeus, y todo está poniéndose de cabeza, el mundo ha dejado de ser seguro, y por eso necesito algo de ti cachorro…
Era difícil pedirlo, porque ella, de todas las personas en el mundo, significaba algo especial para él…
La conoció en uno de sus momentos más bajos, cuando los ataques de pánico lo habían vuelto a atacar, y se vio obligado a abandonar la isla una vez más para buscar la redención, lo había perdido todo y era una carga que le pesaba, dolía y supuraba todavía, nunca fue fácil superar sus pérdidas, hasta que la conoció a ella. Temperamental, caprichosa, y alegre… si Irene pensaba que Corvo le cambió la vida, entonces no tenía idea, porque ella cambió la de él; se había vuelto como una hija, y le enseñó todo lo que podía enseñarle a una niña que estaba sola en el mundo.
―Hay algo que necesito, pero ir personalmente por ello sería suicidio y honestamente tengo ganas de vivir aun, ―se excusó, no era cobardía, pero sus días estaban contados antes de sucumbir al letargo y seria demasiado estúpido, además de que nadie sabía que Irene, estaba relacionada con él―, sabes que debo dormir durante diez años para recuperar mis fuerzas, y queda poco para esa fecha… necesito que encuentres mi montura.
Sleipnir, la montura de Odin, el mítico caballo de ocho patas, y su carro de guerra, parecía que Odín había terminado de perder la cordura, pedir algo de ese calibre era casi inconcebible, menos a una muchacha como Irene que gustaba de disfrutar su vida, y no involucrarse en tales problemas, pero ahora más que nunca él la necesitaba.
―Puedes negarte, ―aclaró antes de seguir―, no tendrás problema, Loki sigue encerrado, Ares no sospecha, y tengo más o menos una idea de dónde pudo quedar la condenada cosa, así que, dime cachorro ¿Me harás ese favor?
En sus delirantes visiones lo había vaticinado, ese sería su último sueño, antes de la gran hecatombe que se les caería encima, Odin miró fijamente a Irene esperando una respuesta, y fuera cual fuera… él seguiría queriéndola como una hija.
―Hey, cachorro, no metas las narices donde no debes, ―regañó Corvo.
El lobo parecía entender, pero continuó con su curiosidad sobre el aroma familiar de Irene. Al parecer la recordaba, y si la recordaba tal como Odin podía imaginarlo, entonces el afecto aun estaba presente en ella, porque rara vez, sus lobos permitían un acercamiento de personas ajenas hacia su amo. Suspiró resignado, ante la insistencia casi infantil de animal mientras trotaba perezosamente a un costado de la ex ángel, como en el antaño… en su rostro se dibujó una mueca nostálgica, con las memorias de cuando esa chiquilla y sus “mascotas” vagaban solos por los bosques y colinas, envalentonados para demostrarle a Odin, que ya eran fuertes.
Prendió el fuego con algunas runas, y le ofreció a Irene una gruesa manta de piel para amainar el frío, mientras sus lobos se desvanecían en la espesura de la noche, y sus cuervos centinelas vigilaban.
―Ah, ha pasado más de lo que imaginas Irene, ―usó su nombre por primera vez―, hace poco viajé a Escandinavia, para verificar los sellos que tienen guardado el peor de los males en la tierra…
Loki… ese cabrón debía seguir encerrado, y Odin se encargaría de eso mientras estuviera en su poder.
―Ares hasta ahora no ha conseguido dar con ese lugar, pero temo que no tarde en hacerlo, estoy cerca de mi sueño… Seth pareció aliarse con el niño de Zeus, y todo está poniéndose de cabeza, el mundo ha dejado de ser seguro, y por eso necesito algo de ti cachorro…
Era difícil pedirlo, porque ella, de todas las personas en el mundo, significaba algo especial para él…
La conoció en uno de sus momentos más bajos, cuando los ataques de pánico lo habían vuelto a atacar, y se vio obligado a abandonar la isla una vez más para buscar la redención, lo había perdido todo y era una carga que le pesaba, dolía y supuraba todavía, nunca fue fácil superar sus pérdidas, hasta que la conoció a ella. Temperamental, caprichosa, y alegre… si Irene pensaba que Corvo le cambió la vida, entonces no tenía idea, porque ella cambió la de él; se había vuelto como una hija, y le enseñó todo lo que podía enseñarle a una niña que estaba sola en el mundo.
―Hay algo que necesito, pero ir personalmente por ello sería suicidio y honestamente tengo ganas de vivir aun, ―se excusó, no era cobardía, pero sus días estaban contados antes de sucumbir al letargo y seria demasiado estúpido, además de que nadie sabía que Irene, estaba relacionada con él―, sabes que debo dormir durante diez años para recuperar mis fuerzas, y queda poco para esa fecha… necesito que encuentres mi montura.
Sleipnir, la montura de Odin, el mítico caballo de ocho patas, y su carro de guerra, parecía que Odín había terminado de perder la cordura, pedir algo de ese calibre era casi inconcebible, menos a una muchacha como Irene que gustaba de disfrutar su vida, y no involucrarse en tales problemas, pero ahora más que nunca él la necesitaba.
―Puedes negarte, ―aclaró antes de seguir―, no tendrás problema, Loki sigue encerrado, Ares no sospecha, y tengo más o menos una idea de dónde pudo quedar la condenada cosa, así que, dime cachorro ¿Me harás ese favor?
En sus delirantes visiones lo había vaticinado, ese sería su último sueño, antes de la gran hecatombe que se les caería encima, Odin miró fijamente a Irene esperando una respuesta, y fuera cual fuera… él seguiría queriéndola como una hija.
Judicium
Corvo
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Fecha de inscripción : 07/08/2018
por Irene Blackwood Mar Sep 18, 2018 1:26 am
La peliblanca negaría incluso bajo tortura, el hecho de que estaba disfrutando del carril de la memoria, del paseo por sus recuerdos pasados. Podría pensarlo, admitírselo a si misma pero nunca comentaría nada de ello en voz alta, hacerlo implicaba que echaba de menos su antigua vida e implicar eso, era como decir que tenia algunas dudas y arrepentimientos en su corazón acerca de las decisiones pasadas. La mujer, siempre se ha sentido orgullosa de jactarse que no se arrepentía de nada. Pero como una tontita, sigue a su maestro, bien pudo dar media vuelta y buscar refugio por su propia cuenta. Y allí estaba ella, en medio del bosque, sentada en un campamento improvisado, aceptando una manta y extendiendo una mano para acariciar el pelaje del lobo de su maestro.
Ha dejado de lado el asunto de la pequeña niña que Odín ha recogido en el camino, pone su completa atención en las palabras del anciano y poco a poco su rostro se va contrayendo con una muesca de preocupación. –Ares, Seth y …-hace una pausa- ¿cuál niño de Zeus? Ese Dios, si tenia algo en lo que destacaba era por su promiscuidad, tienen varios niños. –e Irene no estaba segura de quien habla el peli blanco. Y el no saber, mejor dicho el saber demasiado a veces le complicaba tener detalles específicos. Después de todo ella era una historiadora, un ex ángel que había registrado demasiados eventos en sus papiros, libros y hoy en día su memoria. –Solo la mención de Loki…-escupió el nombre como un insulto.
Personalmente, la peli blanca nunca tuvo altercado alguno con ese Dios, pero le detestaba por todos lo problemas que causaba a su maestro. –hace que todo pinte demasiado gris. Por si solo, es problemático. Aunque sinceramente de las crónicas recolectadas es de Ares de quien me preocuparía mas, con su insana obsesión de haber sido elegido para gobernar el inframundo, si su presencia se esta extendiendo… -niega. –no quiero pensar en las consecuencias. –odiaba la sola idea de que su comodidad, su tranquilidad se viese perturbada por aquellos seres. Suspira con pesar y de repente todo en ella se tensa.
Ha dejado de acariciar al lobo, estaba completamente inmóvil. No respiraba mientras las palabras de Odín se asentaban en su cabeza. El pedido era inverosímil, y aun cuando su maestro daba garantías de su seguridad, el primer instinto de la bella caída fue negarse, correr y alejarse del Dios, olvidar la conversación, seguir con su vida y hacer como si nada de esto hubiera sucedido. Esta por negarse, cuando su sentido de aventura se enciende, cuando su amor por las leyendas, los mitos, así como la búsqueda de tesoros, se hace presente. – Sleipnir- pronuncia con reverencia, sus ojos brillan como dos llamas azules, -la montura de ocho patas. Un regalo de Loki, si los textos son correctos. –muerde su pulgar en un gesto pensativo, tratando de recordar todo lo que ha escuchado.
Sonríe después de un rato, pensó en los pros y contras y cuando todo estuvo claro compartió su respuesta con el Dios. –no tengo mucho que hacer, bien podría atender tu negocio. Si afirmas que no hay peligro alguno no tengo problema con recoger a tu caballo. –comenta, -¿necesito buscar información para encontrarla o sabes donde esta? –escuchando lo que su maestro dijo, posiblemente tendría algunos años para cumplir con el pedido de Odín. –y si no te importa mucho, ¿por qué es importante? Según recuerdo, ese llamémoslo, caballo, tiene la capacidad de llevarte a lugares lejanos, otros reinos y traerte sano y salvo. A donde quieres ir Woden.- cuestiona, no esta segura si tiene permitido cuestionar a un Dios, pero en el fondo Irene se preocupa por ese hombre.
Ha dejado de lado el asunto de la pequeña niña que Odín ha recogido en el camino, pone su completa atención en las palabras del anciano y poco a poco su rostro se va contrayendo con una muesca de preocupación. –Ares, Seth y …-hace una pausa- ¿cuál niño de Zeus? Ese Dios, si tenia algo en lo que destacaba era por su promiscuidad, tienen varios niños. –e Irene no estaba segura de quien habla el peli blanco. Y el no saber, mejor dicho el saber demasiado a veces le complicaba tener detalles específicos. Después de todo ella era una historiadora, un ex ángel que había registrado demasiados eventos en sus papiros, libros y hoy en día su memoria. –Solo la mención de Loki…-escupió el nombre como un insulto.
Personalmente, la peli blanca nunca tuvo altercado alguno con ese Dios, pero le detestaba por todos lo problemas que causaba a su maestro. –hace que todo pinte demasiado gris. Por si solo, es problemático. Aunque sinceramente de las crónicas recolectadas es de Ares de quien me preocuparía mas, con su insana obsesión de haber sido elegido para gobernar el inframundo, si su presencia se esta extendiendo… -niega. –no quiero pensar en las consecuencias. –odiaba la sola idea de que su comodidad, su tranquilidad se viese perturbada por aquellos seres. Suspira con pesar y de repente todo en ella se tensa.
Ha dejado de acariciar al lobo, estaba completamente inmóvil. No respiraba mientras las palabras de Odín se asentaban en su cabeza. El pedido era inverosímil, y aun cuando su maestro daba garantías de su seguridad, el primer instinto de la bella caída fue negarse, correr y alejarse del Dios, olvidar la conversación, seguir con su vida y hacer como si nada de esto hubiera sucedido. Esta por negarse, cuando su sentido de aventura se enciende, cuando su amor por las leyendas, los mitos, así como la búsqueda de tesoros, se hace presente. – Sleipnir- pronuncia con reverencia, sus ojos brillan como dos llamas azules, -la montura de ocho patas. Un regalo de Loki, si los textos son correctos. –muerde su pulgar en un gesto pensativo, tratando de recordar todo lo que ha escuchado.
Sonríe después de un rato, pensó en los pros y contras y cuando todo estuvo claro compartió su respuesta con el Dios. –no tengo mucho que hacer, bien podría atender tu negocio. Si afirmas que no hay peligro alguno no tengo problema con recoger a tu caballo. –comenta, -¿necesito buscar información para encontrarla o sabes donde esta? –escuchando lo que su maestro dijo, posiblemente tendría algunos años para cumplir con el pedido de Odín. –y si no te importa mucho, ¿por qué es importante? Según recuerdo, ese llamémoslo, caballo, tiene la capacidad de llevarte a lugares lejanos, otros reinos y traerte sano y salvo. A donde quieres ir Woden.- cuestiona, no esta segura si tiene permitido cuestionar a un Dios, pero en el fondo Irene se preocupa por ese hombre.
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