See you again — Priv. Annika

Los recuerdos de su difunta mujer estaba a flor de piel. No podía ver sus fotos, no podía oler su ropa, no podía pensar en ella porque aún el dolor estaba en carne viva, esa herida que no parecía poder sanar incluso cuando habían pasado ya unos años desde aquel trágico suceso. ¿Pero qué es lo que tanto le afectaba, porqué no podía superarlo? Claro, que la muerte de un ser querido no es fácil afrontarla, todo depende de la persona, de cómo se lo tome. En el caso de Cedric, no se lo había tomado bien; para nada.

Pero había conocido a alguien por pura casualidad, alguien que al fin y al cabo terminó recibiendo parte de ese trato hostil que Cedric mostraba cuando le recordaban a su esposa, cuando se metían en temas que, según él, no les importaban. Lamentablemente las cosas empezaron con mal pie entre ellos dos, especialmente luego de aquel infortunado ataque de pánico que tuvo el hombre, causando entonces una innegable necesidad de beber su sangre. Cuando lo hizo, logró que la muchacha perdiera la compostura, que casi se desmayara por beber su sangre. Sintiéndose culpable, se pidieron disculpas y las cosas quedaron así... luego de charlar, ella le explicó que tenía ciertas habilidades, como una especie de sensibilidad para ver espíritus, y hablar con ellos incluso... entenderles. Por más que el dolor siguiera ahí, ahora también había otro sentimiento en el pelirrojo: La curiosidad.

Antes de partir cada uno por su lado, ella le dijo su dirección... por si en el hipotético caso él quería volver a hablar del tema, liberarse un poco de ese enorme peso que cargaba en sus hombros, esa impresionante depresión que no le dejaba vivir en paz. Necesitaba un cierre a todo el tema, o al menos permitir que aquello no le lastimara tanto como lo hacía en la actualidad. Pasaron un par de semanas más o menos antes de que Cedric tuviera las agallas de volver a ver a esa mujer, esa de cabellos rubios que, encantadora, incluso con todo lo que hizo el pelirrojo y la manera en la que le trató cuando se conocieron, seguía con una actitud positiva, afable.

Eran pasadas las seis de la tarde, pero era el único tiempo en el que Cedric podía darse un tiempo de libertad solo para él. Llegando a la dirección que la muchacha le había dado, se paró frente a su supuesta puerta. Se quedó mirando esta por unos segundos que se sintieron como una maldita eternidad, pero tras emitir un profundo suspiro, encogiéndose levemente de hombros por apenas medio segundo, exhaló largo y alzando un poco el mentón, golpeó la puerta reiteradas veces haciendo uso de sus nudillos.

Esperaría por ella, nuevamente.