That's life — Priv. Craig

Otro día más en Alejandría. Otro día de mierda que podría bien haber disfrutado tirado en la cama con Sophie tallando algún trozo de madera, seguro en alguna forma fálica solo por joder. Pero no, tenía que sonreír de los dientes para afuera, actuar como si nada pasara excepto con aquellos clientes a los que ya estaba acostumbrado ver y no tenía que fingir estar feliz para atenderlos; ya lo comprendían a la perfección. Toda su vida rondaba en una mentira, rodeado de personas que siempre buscaban su atención por el simple hecho de creer que el hombre era un auténtico payaso, consumido internamente por el dolor de la separación no solo con su esposa pero también con su hija. Todas las caras nuevas que se le cruzaban y le pedían un trago opinaban lo mismo: Que hombre entretenido.

Vaya que le aburría eso.

Tantas veces lo había oído ya de los demás que se acostumbraba a terminar las frases de estos cuando querían intentar halagarlo para sacar provecho de la situación y por qué no, llevárselo a la cama en la noche. ¿Él se negaba? No, para nada. Si la persona llegaba a crearle aunque fuera un poco de interés, no tenía problema de encamarse con estos, con tal de ponerle un poco de sazón a su ya de por sí aburrida vida. Monótona, vacía, incluso el sexo sin compromiso comenzaba a aburrirle de tal manera que interactuaba de forma más tosca con los demás, solo con tal de que pensaran todo lo contrario de él. Y sin embargo, terminaba contando esas fantásticas historias sacadas de la galera, que por su labia parecían tan reales que impresionaba y/o espantaba a los demás.

Era una de las pocas cosas que realmente le entretienen a fin de cuentas, ver cómo reaccionan los demás a sus historias, y ocasionalmente decirles que no; solo era una broma. Escuchaba la campanilla del bar sonar una y otra vez, siempre eran las mismas personas, nadie nuevo. —"Siempre las mismas caras..." —pensó Robert, apoyando los codos sobre la barra y su rostro en las palmas de sus manos. Soltó un suspiro profundo, más concentrado en servir tragos y mirar la puerta cada vez que sonaba la campana.