My Demons (Priv: Ava)

Con paso lento y cierta elegancia, se encamina hacia el dragón de fiera mirada, ignorando por completo la presencia del hombre que se encuentra en las cercanías. Las pupilas de la castaña se encuentran fijas en el reptil, frunciendo los labios solo un instante para proferir un suave susurro que solo podía ser oído por ella –Qué irritante- dijo, recargando todo su peso en la pierna derecha y colocando una mano en su cadera.


-Voy a dejarte entero si te calmas un poco- soltó, elevando su verde mirada, observándole altiva y orgullosa –tienes mucha culpa, querido- dijo esta vez, sonriendo con cierta burla ante aquella zona en el lomo, donde obviamente le hacía falta un ala. Era tan parecido a ella en ese aspecto, que por un momento pensó que pudo verse tan acorralada como él cuando luchó en Scafell Pike.


Ah, esas viejas heridas que perduran en el corazón.


Un suave suspiro se le escapa, acercándose con lentitud al herido dragón, fue ahí cuando notó al otro individuo, entrecerrando sus finos parpados con cierta molestia –Deberías irte… niño, él es peligroso- profirió al albino, para dirigirse de nueva cuenta a su congénere, un mero dragón que no es capaz de controlar sus impulsos violentos y egoístas.


Ella no mata a diestra y siniestra, no acaba con la vida de otros seres a menos que lo ameriten; era militar, sí, pero no por ello abusaría de su poder, no en esa utopía. Pero si su más grande enemigo se hacía presente en Elysium… ella sin duda le enfrentaría sola, y acabaría con su vida sin piedad alguna.


Y ese dragón maligno se hizo presente en su mente.


Cerró los ojos, rememorando aquellos días perdidos, y esos días que pudieron haber pasado, ilusiones que solo se quedan en la memoria y te preguntas "¿Y si hubiera sucedido esto?", solo para reír amargamente. El dragón frente a ella solo recibiría una llamada de atención, porque si se atrevía a matarlo... entonces sería como aquel al que odiaba.


Una última visita dio a sus recuerdos, un último vistazo dio a los cielos, permitiendo que el brillo de una estrella absorbiera con su presencia, cada una de sus penurias -Te lo diré nuevamente: cálmate.

Las palabras de aquel dragón la desconcentran solo un momento, parpadeando un par de veces antes de arrugar la nariz y saborear en su mente todo lo dicho por el herido. Una y otra vez, rememoró una y otra vez sin aceptarlo del todo. Él, quien se creía tan fuerte; él, quien intentó burlarse de otros; él, quien pensó en sobrepasarse con una dama, ¿ahora pide disculpas? No, eso sí que no, no podría admitir tanta cobardía en un ser tan inmenso. Su mirada jade se posó afilada de nueva cuenta sobre el alado, notando minuciosamente cada una de sus reacciones… de aquel que se siente acorralado y derrotado.

Una risa, aguanta una sonora risa, no queriendo mancillar su aspecto frío y cubierto de seriedad; porque esa risa sería tan fuerte y escandalosa, tan cruel y despiadada que incluso los pocos transeúntes sentirían lástima por la bestia escamosa. Sobre todo, arruinaría su pulcra y trabajada imagen, ¿Y si era conocida como la dama de castaños cabellos que se burla del moribundo rival? ¡Oh no! Nunca querría algo como eso.

Ignora olímpicamente las súplicas contrarias, solo para dejar escapar un pequeño suspiro, sonriendo pequeña y ladina, ocultando sus más grandes y fieras intenciones. Entonces, mira de reojo al jovencito que se hizo sordo ante sus palabras, y dándoselas de macho se sitúa a su lado, ¿Con el permiso de quién? Enarca una ceja, ocultando una risilla en sus adentros, si realmente quería verse como un adulto, solo debía ignorar sus palabras ¿no? O bien, eso lo hubiese hecho ella.

Frunce el ceño, escuchando las palabras ajenas como si en realidad no prestara atención, mientras que con su verde mirada seguía observando los movimientos cobardes del dragón, sabiendo que en cualquier momento podría escapar… sabía que era necesario que ella se distrajera. Y ahí, ante las preguntas del otro, le mira con su semblante frío, pero con unos ojos destilando notorio repudio ¿Quién era él para preguntar sobre su relación con el enemigo? ¿Quién era él para inmiscuirse en sus cosas?

Apaciguó su ira, no debía comportarse como una delincuente, o los dioses se darían cuenta de la atroz batalla que podría enfrentar, porque ellos están ahí para evitar todo conflicto –No necesitas saberlo- soltó ella; no, él no era la criatura a la cual descuartizaba cada noche en sus sueños, no era la bestia que desmembraba en sus pesadillas, no… ese dragón negro al que tanto repudiaba seguramente se encontraba en otro sitio.

Ella nunca olvidará sus facciones, ni sus negras escamas, ni sus alas lastimadas… ni mucho menos la cicatriz en el ojo izquierdo, regalo de ella.

-Y no voy a matarlo, debes saber que todo conflicto bélico en Elysium está prohibido- y da un paso –pero ese dragón cometió un par de faltas, se deja llevar fácilmente por la ira sin medir las consecuencias- da otro paso, se retira sus blanquecinos guantes –solo ha recibido su merecido- y quizás ella también por pasársele la mano.

Con rapidez, se acerca al dragón, sometiéndole únicamente con sus manos desnudas, mostrando los inmaculados colmillos que habían enamorado al gran Bhaltair, rey de los dragones de Scafell Pike; y sus ojos, que mostraban aquella esencia dragónica en esa afilada pupila. Encajó las garras en la espalda del herido dragón, intentando ocultar con todas sus fuerzas una sonrisa.

-Esta es una advertencia, vuelve a salirte de control y quizás no vuelvas a ver la luz del gran dios Ra- soltó –ve al médico para que sane tus heridas, y si no vas con un juez, ten por seguro que te perseguiré hasta que te hagas responsable de cada uno de tus actos- una vez más, encajó las garras, para finalmente soltarle con lentitud.