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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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A escondidas en las profundidades del jardín. +18 [Priv. Ansgar]
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por Valeska von Zähringen Mar Jun 26, 2018 8:45 pm
Sus curvaturas son cubiertas por un fino vestido acabado en seda color hueso y de corte imperial, apenas, sujeto a su cuerpo por las delgadas tiras superiores de la prenda, y por un cinto platinado que se ciñe modestamente a su cintura. Una suave brisa a sus espaldas acariciaba su larga melena, una pequeña ráfaga de aire llena de coloridos pétalos y los fragmentos quebradizos de las hojas marchitas, es un céfiro que lleva el fresco aroma dulzón de las flores y plantas al interior de los jardines, una ínfima compañía para la dama que, campante camina por los pasadizos del lugar. Los tenues rayos de sol que atraviesan los muros e iluminan la estancia, apenas rozan su piel y entibian el lugar, haciendo notar que pocas horas le quedan a la tarde antes de abrir paso al anochecer. Se ha detenido, a encontrado un buen sitio para admirar el paisaje a sus anchas, y apoyada en una columna de la estancia, ella espera, paciente, que la mirada de cierto hombre la encuentre.
Pareciera que jugara a las escondidas. Hacía ya rato que había ido de paseo, dejando el acogedor ambiente de su oficina y los ropajes prietos que demandaban su labor, necesitaba algo de aire fresco que renovara sus pensamientos, que le permitiesen a su mente aflorar nuevas ideas... O ese había sido su objetivo en un principio. Con el pasar de los minutos, los efectos de tan pacífico y placentero panorama no tardaron en aparecer, como si aquel sitio absorbiese su presencia, instándola a permanecer allí, deleitándose con el confort que emanan los jardines.
Desde luego no había ido sola. Como siempre, su guardián permanecía junto a ella, ese hombre implacable que guardaba sus espaldas, y mucho más allá de ellas... Había entrado y dado unos cuantos pasos con aquella presencia a su lado, e incluso se lo había llevado de la mano para cercarse a un par de especímenes vegetales que habían llamado su atención, una en especial, que había subiendo unas escaleras del ala izquierda, una pequeña orquídea que había florecido hace poco, negra y de leves matices violáceos, con una pequeña zona rosácea y y difuminadas pinceladas áureas, como si la hubiese trazado alguien sobre un lienzo, lucía demasiado surrealista para ser parte de la naturaleza, pero... Quién lo decía, un demonio.
Divagando en sus pensamientos, e hilando posibles ideas para sus negocios, se había alejado y dado por perdido al susodicho. Su primera reacción fue tratar de volver sobre sus propios pasos pero, ¿cuáles?... Cuando hubo de dar media vuelta para encontrar el camino de regreso, lo que recordaba haber visto hacía momentos antes, no concordaba con lo de aquel instante, así que buscó escaleras, y de esa forma subió al siguiente piso de los jardines, un sitio algo más alto donde podía colocarse a contra viento, de esa forma, el perfume natural que emanaba su cuerpo haría de punto de localización, pues sabía perfectamente que había un sabueso siguiendo sus huellas, alguien que ya le estaba pisando los talones aún sin notarlo. Y era de esperarse, el obrar de aquel sujeto podía volverse violento, pero subestimar sus habilidades era darse por muerto.
En cuanto lo que el canis lupus tuviera en mente en cuanto ella se perdió, porque fue ella y no él, la mantenía en reserva y preocupación. ¿Se habrá enojado? Pensó para sí misma. -Lo más probable es que así sea...- Suspiró en descontento, e iba preparándose mentalmente para el "regaño" que le iba a tocar.
Pareciera que jugara a las escondidas. Hacía ya rato que había ido de paseo, dejando el acogedor ambiente de su oficina y los ropajes prietos que demandaban su labor, necesitaba algo de aire fresco que renovara sus pensamientos, que le permitiesen a su mente aflorar nuevas ideas... O ese había sido su objetivo en un principio. Con el pasar de los minutos, los efectos de tan pacífico y placentero panorama no tardaron en aparecer, como si aquel sitio absorbiese su presencia, instándola a permanecer allí, deleitándose con el confort que emanan los jardines.
Desde luego no había ido sola. Como siempre, su guardián permanecía junto a ella, ese hombre implacable que guardaba sus espaldas, y mucho más allá de ellas... Había entrado y dado unos cuantos pasos con aquella presencia a su lado, e incluso se lo había llevado de la mano para cercarse a un par de especímenes vegetales que habían llamado su atención, una en especial, que había subiendo unas escaleras del ala izquierda, una pequeña orquídea que había florecido hace poco, negra y de leves matices violáceos, con una pequeña zona rosácea y y difuminadas pinceladas áureas, como si la hubiese trazado alguien sobre un lienzo, lucía demasiado surrealista para ser parte de la naturaleza, pero... Quién lo decía, un demonio.
Divagando en sus pensamientos, e hilando posibles ideas para sus negocios, se había alejado y dado por perdido al susodicho. Su primera reacción fue tratar de volver sobre sus propios pasos pero, ¿cuáles?... Cuando hubo de dar media vuelta para encontrar el camino de regreso, lo que recordaba haber visto hacía momentos antes, no concordaba con lo de aquel instante, así que buscó escaleras, y de esa forma subió al siguiente piso de los jardines, un sitio algo más alto donde podía colocarse a contra viento, de esa forma, el perfume natural que emanaba su cuerpo haría de punto de localización, pues sabía perfectamente que había un sabueso siguiendo sus huellas, alguien que ya le estaba pisando los talones aún sin notarlo. Y era de esperarse, el obrar de aquel sujeto podía volverse violento, pero subestimar sus habilidades era darse por muerto.
En cuanto lo que el canis lupus tuviera en mente en cuanto ella se perdió, porque fue ella y no él, la mantenía en reserva y preocupación. ¿Se habrá enojado? Pensó para sí misma. -Lo más probable es que así sea...- Suspiró en descontento, e iba preparándose mentalmente para el "regaño" que le iba a tocar.
Última edición por Valeska von Zähringen el Sáb Jul 28, 2018 1:15 am, editado 1 vez
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por Ansgar Ulfsson Jue Jul 26, 2018 3:40 pm
Horrible. La combinación de olores que producía aquella zona que no pasaban desapercibidos por su gran olfato le producían una desagradable sensación. Aquella zona, con las más hermosas plantas y los más deliciosos aromas por las flores, seguro podrían serles de relajación e inspiración. No a él. No existía esa paz en su cabeza, y el único concepto de tranquilidad sólo era después de la tormenta. El silencio después de una batalla era la única tranquilidad que consideraba real. ¿Flores y plantas, en esa forma? Jamás. Vacías, falsas. El simple hecho de estar ahí le producía un enojo leve, nada cercano a lo preocupante, pero seguía creyendo que ese tipo de lugares eran eso, falsos. Su caminar, cerrado en movimientos, se mantuvo rígido en lo más posible, sin piedad movió las plantas que estorbaron su caminar.
De todos los lugares de aquella isla, seguramente los Jardines Colgantes serían la que más paz brindaba, y justo era la zona que él más odiaba, por los motivos dichos. Los olores eran demasiado "bonitos" para él, que prefería la crudeza, o simplemente su mente nublada por tanta ira e irracionalidad no le permitían contemplar aquella hermosura, cegado por venganza y el vacío que generaba la ausencia de su hija.
El motivo de su visita a tan desagradable lugar sólo implicaba la presencia de que una mujer estaba ahí, y él, en lo poco que le quedaba de honor, debió atender el llamado del deber. El Húskarl acompañó a aquella mujer, pero siempre manteniéndose a una distancia prudente, lo suficientemente lejos como para no entorpecer nada y lo suficientemente cerca como para acudir pronto si algo sucedía. Ansgar no era un mayordomo, y su única obligación era cuidar si requería, por tanto, no interactuaba con nada, ni facilitaba nada. Si aquella mujer quería una hoja, ella misma debía alcanzarla.
Gruñó, enojado, al darse cuenta que perdió de vista a aquella mencionada mujer. Su reacción fue cerrar el puño y golpear uno de las paredes cercanas a él, para después echarse a caminar en un paso más acelerado y claramente fuerte, porque ahora no sólo estaba en un lugar que él odiaba, sino que ahora debía buscarla y con los desagradables olores del lugar, implicaba que debería concentrarse en buscarla. Fue en ese momento que una fuente externa le ayudó, el aire contenía la misma fragancia que reconocía de la mujer. A diferencia de aquellas otras fragancias, aquel olor era distinto, era más personal, único. Carne, piel, calor. Conocía la fuente. Manteniendo aquel paso, persiguió el aroma hasta que sus ojos lograron dar con la figura de la fémina. Su rostro se mostraba notablemente molesto, no le gustaba tener que estar buscando.
Su vestimenta, o lo poco que tenía de ella, sólo implicaba unos pantalones corto tipo bermudas, aunque notablemente deshiladas en las zonas por donde salían las piernas. Llevaban un estilo tipo camuflaje oscuro, porque simplemente le había gustado el aspecto que tenían cuando eran nuevas. Más allá de eso, se encontraba sin ropa, con el torso al descubierto y descalzo, mostrando no tener ningún problema con su aspecto. Él no estaba para concursos de bella.
Una vez estuvo cerca a ella, sólo se quedó ahí, de pie y cruzado de brazos, observándola con aquellos ojos platinados que sorprendentemente él tenía. No emitió palabra alguna, pero las palabras que no salían de su boca, seguramente eran expresadas en sus ojos.
De todos los lugares de aquella isla, seguramente los Jardines Colgantes serían la que más paz brindaba, y justo era la zona que él más odiaba, por los motivos dichos. Los olores eran demasiado "bonitos" para él, que prefería la crudeza, o simplemente su mente nublada por tanta ira e irracionalidad no le permitían contemplar aquella hermosura, cegado por venganza y el vacío que generaba la ausencia de su hija.
El motivo de su visita a tan desagradable lugar sólo implicaba la presencia de que una mujer estaba ahí, y él, en lo poco que le quedaba de honor, debió atender el llamado del deber. El Húskarl acompañó a aquella mujer, pero siempre manteniéndose a una distancia prudente, lo suficientemente lejos como para no entorpecer nada y lo suficientemente cerca como para acudir pronto si algo sucedía. Ansgar no era un mayordomo, y su única obligación era cuidar si requería, por tanto, no interactuaba con nada, ni facilitaba nada. Si aquella mujer quería una hoja, ella misma debía alcanzarla.
Gruñó, enojado, al darse cuenta que perdió de vista a aquella mencionada mujer. Su reacción fue cerrar el puño y golpear uno de las paredes cercanas a él, para después echarse a caminar en un paso más acelerado y claramente fuerte, porque ahora no sólo estaba en un lugar que él odiaba, sino que ahora debía buscarla y con los desagradables olores del lugar, implicaba que debería concentrarse en buscarla. Fue en ese momento que una fuente externa le ayudó, el aire contenía la misma fragancia que reconocía de la mujer. A diferencia de aquellas otras fragancias, aquel olor era distinto, era más personal, único. Carne, piel, calor. Conocía la fuente. Manteniendo aquel paso, persiguió el aroma hasta que sus ojos lograron dar con la figura de la fémina. Su rostro se mostraba notablemente molesto, no le gustaba tener que estar buscando.
Su vestimenta, o lo poco que tenía de ella, sólo implicaba unos pantalones corto tipo bermudas, aunque notablemente deshiladas en las zonas por donde salían las piernas. Llevaban un estilo tipo camuflaje oscuro, porque simplemente le había gustado el aspecto que tenían cuando eran nuevas. Más allá de eso, se encontraba sin ropa, con el torso al descubierto y descalzo, mostrando no tener ningún problema con su aspecto. Él no estaba para concursos de bella.
Una vez estuvo cerca a ella, sólo se quedó ahí, de pie y cruzado de brazos, observándola con aquellos ojos platinados que sorprendentemente él tenía. No emitió palabra alguna, pero las palabras que no salían de su boca, seguramente eran expresadas en sus ojos.
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por Valeska von Zähringen Sáb Jul 28, 2018 12:29 am
Una suave risa cómplice escapó de sus labios cuando notó que entre los cabellos del ajeno se encontraban adheridos unos pocos pétalos de tono carmín, incrustados entre sus mechones, bien sujetos incluso, porque se los veía perfectamente erguidos sobre la cabellera negra de su guardián. Buscó con la mirada por los alrededores, un sitio donde poder sentarse, y cuando encontró una especie de banca de piedra, que a decir verdad no lucía muy cómoda, pero si útil para lo que tenía en mente, le devolvió la mirada al susodicho.
-Tienes un... Par de pétalos entre tus cabellos, y me gustaría quitártelos, si me lo permites...- Se hallaba calmada frente a la severa mirada que le dirigían aquellos orbes tan claros y penetrantes, pensando en que si quería quitarle ese "par de cuernitos rojos" a un hombre de semejante porte, necesitaba que él se agachara o algo. -Allá hay un sitio donde tomar asiento, y además...El viento sopla a nuestro favor, así que podrás respirar algo de aire que no lleve impregnado polen...- Llevaba en cuenta que los cánidos poseían un olfato agudo, y que posiblemente en ese instante, las fragancias del lugar podrían resultar en un sobre-estímulo desagradable para el pelinegro, claro que su opinión podría no ser bienvenida...
-Lo siento, se supone que vine a tomar un paseo para despejarme, pero no pude sacarme de la cabeza la situación del proyecto más reciente, acabé pensando en el análisis FODA que aún debo terminar... Y me perdí.- Se llevó una mano al cuelo para propinarse un suave masaje sobre el área del músculo llamado trapecio, para calmar la pequeña molestia que le causaba el hecho de, tener que bajar la mirada cada cuanto examinaba un documento, y de tener que levantarla en extensión por encima del ángulo habitual para dirigirle la mirada a ese individuo que ahora tenía de frente, y que por desgracia le sobre pasaba, demasiado, en estatura.
Bajó la mirada, ayudando a calmar la molestia en su cuello, cuando entonces notó, al enfocarse en el pecho del contrario, pasando la vista sobre sus biceps y triceps, además de esos pectorales bien definidos... Bueno, uno en vida debe permitirse disfrutar de tantos deleites que hay, y habiendo panoramas tan agradables de ver, es imposible no mirar... Ejem, durante tan complaciente observación que hacía sobre el licántropo, Valeska notó algo de color blanco entre los nudillos de una de las manos. Frunció el ceño y no desvió la mirada de ese punto en especial, preocupada.
-Ansgar, sé que no estás de buen humor pero, ¿qué es lo que tienes en el dorso de esa mano, en tus nudillos?-
-Tienes un... Par de pétalos entre tus cabellos, y me gustaría quitártelos, si me lo permites...- Se hallaba calmada frente a la severa mirada que le dirigían aquellos orbes tan claros y penetrantes, pensando en que si quería quitarle ese "par de cuernitos rojos" a un hombre de semejante porte, necesitaba que él se agachara o algo. -Allá hay un sitio donde tomar asiento, y además...El viento sopla a nuestro favor, así que podrás respirar algo de aire que no lleve impregnado polen...- Llevaba en cuenta que los cánidos poseían un olfato agudo, y que posiblemente en ese instante, las fragancias del lugar podrían resultar en un sobre-estímulo desagradable para el pelinegro, claro que su opinión podría no ser bienvenida...
-Lo siento, se supone que vine a tomar un paseo para despejarme, pero no pude sacarme de la cabeza la situación del proyecto más reciente, acabé pensando en el análisis FODA que aún debo terminar... Y me perdí.- Se llevó una mano al cuelo para propinarse un suave masaje sobre el área del músculo llamado trapecio, para calmar la pequeña molestia que le causaba el hecho de, tener que bajar la mirada cada cuanto examinaba un documento, y de tener que levantarla en extensión por encima del ángulo habitual para dirigirle la mirada a ese individuo que ahora tenía de frente, y que por desgracia le sobre pasaba, demasiado, en estatura.
Bajó la mirada, ayudando a calmar la molestia en su cuello, cuando entonces notó, al enfocarse en el pecho del contrario, pasando la vista sobre sus biceps y triceps, además de esos pectorales bien definidos... Bueno, uno en vida debe permitirse disfrutar de tantos deleites que hay, y habiendo panoramas tan agradables de ver, es imposible no mirar... Ejem, durante tan complaciente observación que hacía sobre el licántropo, Valeska notó algo de color blanco entre los nudillos de una de las manos. Frunció el ceño y no desvió la mirada de ese punto en especial, preocupada.
-Ansgar, sé que no estás de buen humor pero, ¿qué es lo que tienes en el dorso de esa mano, en tus nudillos?-
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por Ansgar Ulfsson Vie Ago 10, 2018 4:04 am
Exhaló, lento y pesado, ante las palabras de la mujer. En antaño, quizás habría sido un hombre con una actitud cálida y amigable, social por naturaleza se podría decir, pero lo que hoy quedaba no era más que la coraza formada por el amargo sabor que dejó su impotencia al no poder cuidar de su hija. Amargo recuerdo que le generaba aquella forma en que recibía el trato. Ante sus ojos, lo que la dama del vestido pedía era casi como un insulto al poco honor que podría llegar a tener. ¿Acaso estaba implicando que él no podía hacer eso que necesitaba ayuda? Ante tal idea, negó con la cabeza en un movimiento a penas visible. No accedía a la petición de la mujer. Con una de sus manos, buscó los intrusos que se encontraban en su cabello y al tacto, retirándolos como mejor podía.
— Si te quieres sentar, hazlo. —respondió en un tono autoritario, fuerte y seguro. En su cabeza, no sólo estaba presente el malestar, también existía el conflicto generado por su salvajismo. Uno que se veía claramente en la forma de hablar a su propia "jefa", a quien había de cierta forma, jurado proteger. Otros guardias quizás hubieran usado el pronombre de "usted" para referirse a alguien superior, pero cuando las reglas y leyes dejaron de existir en el mismo momento que el último aliento de su hija, aquellos tratos ya no eran posibles. Ansgar no era de esos. Sin embargo, dentro de todo lo que podía abarcar su mente, sentarse en el mismo lugar que ella implicaba cierta igualdad que no existía, después de todo, seguía siendo quien era objeto de su protección.
El licántropo caminó hasta donde indicó la mujer, no sentándose. Se pondría detrás o a un lado de ella, dependiendo del lugar donde la fémina decidiera sentarse, pero no más que eso. Con su mirada, sólo seguía a la mujer, limitándose a pocas palabras y más acciones, porque aún si el viento ya no soplaría en dirección a ellos, los olores seguían siendo presentes y, como buen olfato de canino, él podía seguir olfateando el aroma tan florido que le estaba molestando. De hecho, hasta podía percibir ciertos aromas que tenía aquella la mujer. Ese era uno de los factores por el cual podía seguirle el rastro aún si se llegase a quedar ciego, porque ya conocía muy bien aquella fragancia.
— Sólo es suciedad. —respondió—. Nada alarmante. —con su otra mano, limpió los restos que quedaban. Si el comentario venía por ello, estar limpios implicaría que ya no sería el tema de conversación. Quizás, por el lugar, es que Ansgar estaba tan cerrado, pero dentro de todo, era una forma de poner un control sobre sí mismo, de lo más que podía, porque si por él fuera ya traería fuego a aquel jardín, no temiendo de las consecuencias venideras. Total, él ya estaba muerto en cierta forma.
— Si te quieres sentar, hazlo. —respondió en un tono autoritario, fuerte y seguro. En su cabeza, no sólo estaba presente el malestar, también existía el conflicto generado por su salvajismo. Uno que se veía claramente en la forma de hablar a su propia "jefa", a quien había de cierta forma, jurado proteger. Otros guardias quizás hubieran usado el pronombre de "usted" para referirse a alguien superior, pero cuando las reglas y leyes dejaron de existir en el mismo momento que el último aliento de su hija, aquellos tratos ya no eran posibles. Ansgar no era de esos. Sin embargo, dentro de todo lo que podía abarcar su mente, sentarse en el mismo lugar que ella implicaba cierta igualdad que no existía, después de todo, seguía siendo quien era objeto de su protección.
El licántropo caminó hasta donde indicó la mujer, no sentándose. Se pondría detrás o a un lado de ella, dependiendo del lugar donde la fémina decidiera sentarse, pero no más que eso. Con su mirada, sólo seguía a la mujer, limitándose a pocas palabras y más acciones, porque aún si el viento ya no soplaría en dirección a ellos, los olores seguían siendo presentes y, como buen olfato de canino, él podía seguir olfateando el aroma tan florido que le estaba molestando. De hecho, hasta podía percibir ciertos aromas que tenía aquella la mujer. Ese era uno de los factores por el cual podía seguirle el rastro aún si se llegase a quedar ciego, porque ya conocía muy bien aquella fragancia.
— Sólo es suciedad. —respondió—. Nada alarmante. —con su otra mano, limpió los restos que quedaban. Si el comentario venía por ello, estar limpios implicaría que ya no sería el tema de conversación. Quizás, por el lugar, es que Ansgar estaba tan cerrado, pero dentro de todo, era una forma de poner un control sobre sí mismo, de lo más que podía, porque si por él fuera ya traería fuego a aquel jardín, no temiendo de las consecuencias venideras. Total, él ya estaba muerto en cierta forma.
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por Valeska von Zähringen Vie Ago 17, 2018 12:54 am
Esperó un momento. Siempre le agradaba escuchar lo que el ajeno tenía para decirle, atenta a ese tono de voz tan varonil, que si bien no le iba a declamar una poesía, ella si que valoraba cuando le dirigía la palabra, a veces escaza, pero allí estaba y era mucho mejor que nada. -Mi error.- Dijo reconociendo haber hecho mayor algo a lo que podría haber depositado más atención, mientras entrelazaba sus propias manos y devolvía la mirada a los alrededores. -Vi algo fuera de lo normal, y me preocupé por ti sin pensarlo demasiado.-
-Lo decía por ti, yo no lo necesito, aún me queda juventud. Además...Tu regazo es mucho más cómodo.- Un suave cosquilleo bajo su paladar empezó a llamarle la atención, y con un par de palabras en la boca, una pausa hizo despiste de sí misma mientras dedicaba un instante a meditar qué podría ser ese débil hormigueo. -Solo...- Ladeó la cabeza mientras se llevaba una mano al mentón, dubitativa. Entonces volvió a concentrarse en lo que iba a decir. -Solo estaba siendo gentil contigo, quiero serlo, es todo. No necesitas bufar ni arrugarte más.- Comentó con la voz apacible y calmada, conservando su firme postura, propinando una débil sonrisa mientras recordaba que no era la primera vez que lo veía actuar así. Una rutina agradable, afortunada si la halagaba un poco más, no todos tenían ese placer de gozar con cierta compañía más allá de un par de horas. Y ahora que lo pensaba, era como tener al lado un cachorro, un gigante y malhumorado cachorro... De ratel, curioso para alguien que tenía más de lobo que otra cosa, pero aún así un individuo con quien no te quieres cruzar en el momento menos inoportuno, una persona a la que ni el tamaño ni el poder intimidan para nada...
Hablando de miel, a Valeska se le empezaba a antojar un poco. De su cuerpo empezó a manar un aroma que se volvía más fuerte con el pasar de los segundos, nada comparable a la esencia floral de la localidad, sino algo que incluso sobresale y opaca al resto de fragancias, o bueno, es algo que solo se aplica para, personas con dotes como los de Ansgar. No cualquiera tendría un olfato tan fino, incluso dentro de sus congéneres. -Ya que estás de mal humor, deberíamos volver a la oficina... Mi cuerpo está, acalorado...- De entre sus labios manaba un tierno y dulce calorcillo que comenzaba a descender por su pecho, acelerando sus latidos conforme alcanzaba una debilidad que hacía fuerza entre sus muslos y se deslizaba por sus piernas como un ofidio ansioso, y adentrándose un poco más, en medio de estas una presión que llegaba a ser molesta, inclusive dolorosa de no llegar a recibir las... Atenciones necesarias, empezaba a clamar por el roce de la piel ajena.
-Lo decía por ti, yo no lo necesito, aún me queda juventud. Además...Tu regazo es mucho más cómodo.- Un suave cosquilleo bajo su paladar empezó a llamarle la atención, y con un par de palabras en la boca, una pausa hizo despiste de sí misma mientras dedicaba un instante a meditar qué podría ser ese débil hormigueo. -Solo...- Ladeó la cabeza mientras se llevaba una mano al mentón, dubitativa. Entonces volvió a concentrarse en lo que iba a decir. -Solo estaba siendo gentil contigo, quiero serlo, es todo. No necesitas bufar ni arrugarte más.- Comentó con la voz apacible y calmada, conservando su firme postura, propinando una débil sonrisa mientras recordaba que no era la primera vez que lo veía actuar así. Una rutina agradable, afortunada si la halagaba un poco más, no todos tenían ese placer de gozar con cierta compañía más allá de un par de horas. Y ahora que lo pensaba, era como tener al lado un cachorro, un gigante y malhumorado cachorro... De ratel, curioso para alguien que tenía más de lobo que otra cosa, pero aún así un individuo con quien no te quieres cruzar en el momento menos inoportuno, una persona a la que ni el tamaño ni el poder intimidan para nada...
Hablando de miel, a Valeska se le empezaba a antojar un poco. De su cuerpo empezó a manar un aroma que se volvía más fuerte con el pasar de los segundos, nada comparable a la esencia floral de la localidad, sino algo que incluso sobresale y opaca al resto de fragancias, o bueno, es algo que solo se aplica para, personas con dotes como los de Ansgar. No cualquiera tendría un olfato tan fino, incluso dentro de sus congéneres. -Ya que estás de mal humor, deberíamos volver a la oficina... Mi cuerpo está, acalorado...- De entre sus labios manaba un tierno y dulce calorcillo que comenzaba a descender por su pecho, acelerando sus latidos conforme alcanzaba una debilidad que hacía fuerza entre sus muslos y se deslizaba por sus piernas como un ofidio ansioso, y adentrándose un poco más, en medio de estas una presión que llegaba a ser molesta, inclusive dolorosa de no llegar a recibir las... Atenciones necesarias, empezaba a clamar por el roce de la piel ajena.
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