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Actualmente Elysium atraviesa un maravilloso verano, predominando los días soleados, aunque también de vez en cuando es posible toparse con días donde las lluvias no paran de caer sobre la isla. Las temperaturas varían bastante, yendo de los 33° como máximo hasta los 18° como mínimo. Esta temporada es ideal para paseos en la playa, fiestas al aire libre, todo tipo de actividades recreativas en las que puedas disfrutar de un hermoso sol y cielo despejado en su mayoría.
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Let's start again — Priv. Medea
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por Invitado Lun Sep 03, 2018 7:50 pm
Could we start again please?...
Llevaba días, semanas, meses sin hablar con Medea. Sentía la necesidad de no acercarse a ella justo cuando su cuerpo sufría un cambio tan abrupto, tan violento. En la oscuridad más recóndita del inframundo, Hades sufría en soledad. Necesitaba el calor de Medea junto a él, pero no podía permitirle ver aquella atrocidad. Cómo su piel hervía a borbotones y se desprendía lentamente de su cuerpo, cómo sus músculos se agarrotaban, se desgarraban violentamente hasta el punto de casi salir expedidos de su ser. Cada hueso crujiendo, quebrándose por dentro y desgarrando su alma, quedando hecho simplemente una amalgama de sangre y músculos, huesos y demás. Gritos desgarradores que se camuflaban con las almas en pena que esperaban su juicio a orillas del Aqueronte mostraban a su vez ese desesperado dolor que aguantaba con todo su ser como le era posible, incluso un ser como él... una absoluta deidad, soberano del inframundo era capaz de sentir un dolor como ese.
Sus antes cabellos claros se desprendían de su cuero cabelludo como un anciano el cual empieza a quedarse calvo. Su mirar se tornaba de un brillante carmesí a medida que perdía la consciencia. Sus memorias eran suplantadas por lo que podría compararse como sombras borrosas, un sueño que no terminas de recordar por completo incluso cuando recién has despertado.
¿Por qué ahora?
Quería su cariño, había luchado tanto por poder expresar sus sentimientos a aquella mujer, y ahora su cuerpo le pedía a gritos un cambio. Uno que traería consigo un nuevo comienzo, una nueva cara. Pero con dicha cara vendría ese sufrimiento, esa soledad en la cual tendría que verse preso por años, quizás incluso lo que se sentían como milenios, más en el mundo de los mortales podrían ser solamente minutos.
Te necesito, no te vayas por favor.
Esas palabras que siquiera eran suyas, pero las sentía como tales. Esas palabras que antaño escuchó decir a Orfeo pidiendo por Eurídice para que no fuera tomada por los gentiles brazos del Hades. Ese que revivió su corazón, y le hizo querer de nuevo. Y ahora se estaban yendo, esos sentimientos que había podido soltar por fin, se desvanecían.
Vangelis was no more.
El Rey del Inframundo había renacido, y no de una forma que podría decirse grácil. Su mirar ahora frío nuevamente, su corazón helado por una coraza de cenizas, pero con un solo deseo incesante en su mente: Encontrar a Perséfone. El Hades se estremecía ante el caminar de su rey, las almas atemorizadas se alejaban de su paso, más este ignoraría sus pobres existencias... por ahora. En cambio, buscaría por aquella mujer como si su vida dependiera de ello. Sentía su presencia, pero no lograba divisarla, impulsado por un amor que aún sentía pero no podía expresar como antes, creyendo que aquella mujer de la que estaba enamorado comprendería ese cambio, y si no lo hacía... tendrían que empezar de nuevo.
Desde cero.
Invitado
Invitado
por Medea Regulus Lun Sep 10, 2018 12:02 am
Nunca sintió un dolor tan grande en su corazón como aquel que se presentó ese día. Empezó con una punzada breve en su pecho, y en poco tiempo se convirtió en desazón en su misma alma antes de empezar a notar grietas a su alrededor, nubes que antes blancas se vestían de negro amenazando con dejar caer una tormenta. Todo el Inframundo se estremecía, y ella sintió, gracias a la conexión tan profunda que tenía con Hades, que algo andaba mal. La taza de té quedó sobre la mesa en su jardin personal antes de que Medea se pusiera de pie y decidiera apresurarse. Las flores a su alrededor se marchitaban, las rosas blancas se pintaban de negro, muerte por doquier, y la voz de Hades pidiendo por un poco de piedad.
¿Qué pasaba? ¿Por qué todo se oscurecía, gritaba y sufría? Algo andaba mal, podía sentirlo, su mismo corazón latía con fuerza y provocaba incluso un ligero dolor que no podía ignorar por más que así lo deseara. La doncella se apresuró como pudo, pues sus poderes en esa situación no era de mucha ayuda, todo había quedado desierto en los Campos Elíseos, como si las almas hubiesen huído a buscar refugio.
Pero se detuvo cuando, a lo lejos, en medio del paraje antes hermoso cubierto ahora por tinieblas, se alzaba el rey del Inframundo, avanzando hacia su posición. Era la misma imagen de antaño, cabello negro, ojos tan fríos como el de un paraje desolado, la imagen que conoció cuando éste le tomó presa y le alejó de su madre. Si bien con el tiempo ella llegó a amarle pese a los engaños y las tretas con las que fue llevada a su lado, algo como eso le volvía difícil siquiera digerir lo que ocurría. Fue acercándose a paso lento, decidida, pero con un temor intrínseco que apenas le dejaba caminar sin que le temblaran las rodillas. Tenía miedo, ese hombre no era su esposo, ¿qué rayos le había ocurrido?
No fue sino hasta que estuvo frente a frente que pudo mirarlo con mayor detalle, un cambio radical que oscureció no sólo su mirada, sino también su propio corazón, y es que al colocar su mano sobre el pecho de su esposo no pudo sentir el latir de éste, como si realmente estuviese... muerto. Su diestra acarició su mejilla, fría como el mismo hielo, las lágrimas acudiendo a los ojos de la doncella que no conseguía comprender lo ocurrido. Le dolía, su pecho quemaba, como si algo le estuviera indicando que él también sufría en ese estado.
—Hades... ¿Qué te ha ocurrido? —preguntó con aquella delicada voz aterciopelada, la que temida por muchas almas y sus esbirros nadie se atrevería a escuchar. Hades había cambiado, su esencia misma parecía la misma de antaño, el egoísmo que hace tanto tiempo le arrastró a alejarla de su madre.
¿Qué pasaba? ¿Por qué todo se oscurecía, gritaba y sufría? Algo andaba mal, podía sentirlo, su mismo corazón latía con fuerza y provocaba incluso un ligero dolor que no podía ignorar por más que así lo deseara. La doncella se apresuró como pudo, pues sus poderes en esa situación no era de mucha ayuda, todo había quedado desierto en los Campos Elíseos, como si las almas hubiesen huído a buscar refugio.
Pero se detuvo cuando, a lo lejos, en medio del paraje antes hermoso cubierto ahora por tinieblas, se alzaba el rey del Inframundo, avanzando hacia su posición. Era la misma imagen de antaño, cabello negro, ojos tan fríos como el de un paraje desolado, la imagen que conoció cuando éste le tomó presa y le alejó de su madre. Si bien con el tiempo ella llegó a amarle pese a los engaños y las tretas con las que fue llevada a su lado, algo como eso le volvía difícil siquiera digerir lo que ocurría. Fue acercándose a paso lento, decidida, pero con un temor intrínseco que apenas le dejaba caminar sin que le temblaran las rodillas. Tenía miedo, ese hombre no era su esposo, ¿qué rayos le había ocurrido?
No fue sino hasta que estuvo frente a frente que pudo mirarlo con mayor detalle, un cambio radical que oscureció no sólo su mirada, sino también su propio corazón, y es que al colocar su mano sobre el pecho de su esposo no pudo sentir el latir de éste, como si realmente estuviese... muerto. Su diestra acarició su mejilla, fría como el mismo hielo, las lágrimas acudiendo a los ojos de la doncella que no conseguía comprender lo ocurrido. Le dolía, su pecho quemaba, como si algo le estuviera indicando que él también sufría en ese estado.
—Hades... ¿Qué te ha ocurrido? —preguntó con aquella delicada voz aterciopelada, la que temida por muchas almas y sus esbirros nadie se atrevería a escuchar. Hades había cambiado, su esencia misma parecía la misma de antaño, el egoísmo que hace tanto tiempo le arrastró a alejarla de su madre.
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Medea Regulus
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Fecha de inscripción : 20/06/2018
por Invitado Lun Sep 10, 2018 10:53 pm
Su mano se sentía tan cálida, y su preocupación a flor de piel. —Tienes miedo... —dijo virando su ver hacia la mano que acariciaba su rostro. Tras unos segundos, volvió hacia sus ojos. Su expresión era confusa, como si aún hubiera vestigios de ese hombre del que se había enamorado profundamente y con el que se había acostumbrado meses atrás a su presencia. Pero también estaba el Hades del que sentía desprecio, el que con engaños logró alejarla de su madre. Era una lucha interna continua por saber qué es lo que realmente se mantenía en él. Esa forma que creía haber dejado hacía mucho tiempo atrás había vuelto. —Luces preocupada... ¿es por mi, Perséfone? —preguntó, llamando por su verdadero nombre. El mayor elevó su mano diestra, posando sus delgados dedos sobre los suyos. Acarició con desinteresada gentileza sus nudillos, paseándose a lo largo de sus níveas falanges.
—De saberlo te podría responder inmediatamente, pero ni yo lo sé. —respondió apartando lentamente la mano ajena al tomarle de la muñeca con cuidado. Nunca había sido violento con ella, no empezaría justo ahora. Habrá utilizado artimañas, engaños con tal de tenerle a su lado, pero no por ello utilizaría la violencia ni intimidación para conseguir lo que quería de ella. —Pero por tu reacción veo que fue inevitable el que te dieras cuenta... —agregó, acariciando sus mejillas con el dedo pulgar derecho. Secaba o al menos arrastraba las lágrimas por su piel hasta que desaparecieran. —Me prometí que no volverías a llorar por mi culpa, y que tus lágrimas no fueran por dolor... sino por alegrías, ¿acaso esto es en lo que me he convertido, en el causante de tus penas nuevamente? —musitó. Se miró por unos momentos, volteando las manos... Suspiró profundamente, y luego se encogió de hombros por apenas medio segundo antes de volver a dirigirle la palabra, más no la mirada.
—Lamento si el verme ahora mismo evoca algo que no sentías hace tiempo. —se disculpaba de una forma bastante simple. Incluso por la monotonía de su voz y lo serio que sonaba no parecía sentirlo; pero sí lo hacía. Solo que no sabía cómo expresarlo en realidad, o de la forma debida que ella lo entendiera. —A pesar de lo que esta forma muestre o te recuerde, mis viejas costumbres y el cómo te traté tiempo atrás no volverá a suceder —expresó—... te lo prometo. —aseguró. Y aunque quisiera mostrarle una sonrisa, no hizo más que alzar un poco el mentón y mirar sus expresiones. —Recuerdo lo cálido que es tu cuerpo y lo mucho que me gusta... pero no quiero olvidar tu sonrisa de nuevo. —dijo él. Podía sentir en ella el terror de creer que el viejo Hades estaba ahí frente a ella nuevamente. Podía sentirlo todo por esa intensa conexión que independiente de lo que pasara aún mantenían; eso no había cambiado afortunadamente entre los dos. No comprendía el por qué, ya que en su esencia él no había cambiado... ¿O si?
—¿Aceptarás esta forma al verme? —preguntó. —¿O acaso el simple recuerdo de cómo nos conocimos es suficiente para apartarte de mi nuevamente, Perséfone? —culminó. Su mirada era seria, y su paciencia inquebrantable. Su decisión sería la de quedarse, ¿cuál sería la de ella?
—De saberlo te podría responder inmediatamente, pero ni yo lo sé. —respondió apartando lentamente la mano ajena al tomarle de la muñeca con cuidado. Nunca había sido violento con ella, no empezaría justo ahora. Habrá utilizado artimañas, engaños con tal de tenerle a su lado, pero no por ello utilizaría la violencia ni intimidación para conseguir lo que quería de ella. —Pero por tu reacción veo que fue inevitable el que te dieras cuenta... —agregó, acariciando sus mejillas con el dedo pulgar derecho. Secaba o al menos arrastraba las lágrimas por su piel hasta que desaparecieran. —Me prometí que no volverías a llorar por mi culpa, y que tus lágrimas no fueran por dolor... sino por alegrías, ¿acaso esto es en lo que me he convertido, en el causante de tus penas nuevamente? —musitó. Se miró por unos momentos, volteando las manos... Suspiró profundamente, y luego se encogió de hombros por apenas medio segundo antes de volver a dirigirle la palabra, más no la mirada.
—Lamento si el verme ahora mismo evoca algo que no sentías hace tiempo. —se disculpaba de una forma bastante simple. Incluso por la monotonía de su voz y lo serio que sonaba no parecía sentirlo; pero sí lo hacía. Solo que no sabía cómo expresarlo en realidad, o de la forma debida que ella lo entendiera. —A pesar de lo que esta forma muestre o te recuerde, mis viejas costumbres y el cómo te traté tiempo atrás no volverá a suceder —expresó—... te lo prometo. —aseguró. Y aunque quisiera mostrarle una sonrisa, no hizo más que alzar un poco el mentón y mirar sus expresiones. —Recuerdo lo cálido que es tu cuerpo y lo mucho que me gusta... pero no quiero olvidar tu sonrisa de nuevo. —dijo él. Podía sentir en ella el terror de creer que el viejo Hades estaba ahí frente a ella nuevamente. Podía sentirlo todo por esa intensa conexión que independiente de lo que pasara aún mantenían; eso no había cambiado afortunadamente entre los dos. No comprendía el por qué, ya que en su esencia él no había cambiado... ¿O si?
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