Golden Roses For You. [Priv. Albafica]

A veces le daba pena el esfuerzo que tenía que hacer Shion para ir a casas más lejanas como la de Acuario o la de Piscis. Manigoldo necesitaba entregarle algo muy importante a Albafica así que apenas iba por la casa de Sagitario y ya sus piernas morían.

— Todo por esto… —

Odiaba su necesidad por hacer esas cosas. Fácilmente si fuera otro recado lo dejaría para última hora o no lo haría y daría alguna excusa barata de que no pudo hacerlo pero, esto era más importante que era otra cosa. La relación entre el caballero de Cáncer y el de Piscis era bastante estrecha, sin duda una de las más relevantes de todos los caballeros; solo soportaba a Albafica y a Shion, aunque este último en ocasiones recientes lo hacía sacar de sus casillas demasiado. ¿En dónde se quedó? Ah, sí, Albafica. Todo siempre se trataba de ese chico de cabellos azules para el Cáncer, por eso el esfuerzo que estaba haciendo para llevarle “eso” era muy importante. Llegaría bastante adolorido pero, esperaba ser bien recompensado por hacer lo que hacía… Es de improvisto, nadie se lo pidió, así que podía decirse que su masoquismo estaba por las nubes.

No estaban molestos, bueno, no que Manigoldo supiera. Solo que un gesto de esos no hacía mal de vez en cuando, además que Asmita le dijo específicamente donde se encontraban ese tipo de cosas o más bien “Se las entregó”; siempre olvidaba que la “Muñeca Barbie” podía transportar cosas y todo ese tipo de cosas interesantes, también se le olvidaba que era un Dios, así que, eso.

Por fin pisaba terreno de Piscis, estaba lleno siempre de un camino de rosas bastante hermoso. Aunque la mayoría de las veces que Cáncer se dirigía a estos lugares más de una rosa terminaba muerta por sus zapatos, le pedía debidas disculpas a Albafica porque no era su intención hacerlo. Ya cuando entró a donde vivía el muchacho, como un niño pequeño se adentró en terreno “enemigo”, por así decirlo.

— ¡Hey, Alba! Lo siento si mate alguna de las rosas de tu jardín pero… —

Dijo exhausto, tanto caminar y más con su armadura hacía que terminara bastante agotado, sumándole el sudor y que hacía un calor comparado al infierno, bueno, no podía esperar demasiado. De seguro que Kardia lo estaría llamando masoquista, riéndose de él porque para llegar a Albafica tuvo que pasar por el idiota de Escorpio.

— Te traje esto. No son muchas pero… Son bonitas, ¿No? Y no he visto ninguna por aquí que sea así. —

Se repitió varias veces el “Te traje esto” en la mente porque en realidad fue Asmita quien las trajo. Pero no dejaría que la rubia le cortara el protagonismo de lo que estaba haciendo. Era un ramo bien preparado de 10 rosas doradas, entregándoselas al muchacho con una sonrisa bastante amplia aunque en el fondo se veía cansado de tener que llegar hasta allá. Las cosas que hacía… ¿Por amor? Tal vez.

— ¿Qué opinas? ¿Qué opinas? ¡Dime! ¿Te gustan? Cuando las vi quedé atónito, y pensé en ti… Así que, bueno, dime. —

Se rascó la nuca, un tanto apenado. ¿Y si no le gustaban? Pues le diría a Asmita que trajera unas de cristal o de diamante, aunque seguramente en esos momentos Asmita estaría escuchando que no le dio crédito. Nada que no pueda resolver luego. Le importaba Albafica en esos momentos.